Partida Rol por web

Jeri con una mezcla de rabia y temor, sintió un escalofrío recorrerle la espalda al ver como Groland escapaba de las garras de la sombra por poco. Asiendo la daga de fina manufactura y con propiedades mágicas la movió trazando destellos en el aire como si de una peligros danza se tratará buscando asestar una puñalada mortal en el ser que se mofa va de ellos. Esta vez la hoja de la daga penetro hasta la empuñadura, sintiendo la guerrera que heria al ser hecho de oscuridad. Exclamando: Me vas a comer to lo negro! Llevada por la emoción del momento.

Habiendo gastado casi todos sus recursos, la joven hija de Arlen no sabía qué más hacer. Dentro de ella se debatían diferentes impulsos, huir o quedarse, gritar o dejar ir todo y derrumbarse entre sollozos mientras aquella cosa acababa con todos ellos. 

Su mirada se desvió hacia Arue, que con orgullo y valor luchaba contra aquella cosa, aunque fuera con un arma casi improvisada. 

Decidió seguir su ejemplo y sacar su espada corta, dando unos apresurados pasos y colocándose en el flanco contrario de la criatura, frente a Groland. Si la seguían distrayendo podría atacar a su espalda y por ahí....

Wick agitó la espada delante de la cara de Kerri, pero al recibir una mirada gelida de ella así como su escueta respuesta, se retiró como un perro apaleado. 

La clériga cargó contra la criatura y, pasando por el costado de Jerinor, golpeó con la espada de freya en ella...la atravesó y justo cuando estaba en medio de la figura, la espada se iluminó ligeramente y la criatura aulló de dolor....y parte de su ser se desvaneció en el aire. - ¡ POR FREYA ! - gritó la clériga, entusiasmada al ver que su ataque había tenido éxito. 

El guerrero del pueblo no sabía qué hacer, se percibía en su semblante, así que guardó de nuevo la espada y recogió su arco, colocando una flecha e intentando apuntar por encima del maremagnum de voces. Una flecha atravesó al ser desde arriba, penetrando en él a la altura del cuello y atravesándolo limpiamente, sin producir ningún daño. Si alguien miró hacia arriba, no vio nada. 

Groland lanzó un golpe hacia la criatura, pero casi con indolencia el ser se apartó. Sirya se había acercado hacia aquella criatura, mientras tanto, Jerinor trató de clavar su puñal...que penetró en sólido, arrancando un grito de dolor y jirones como de vapor, que nunca volvieron a su lugar. La criatura se revolvió contra la guerrera y le clavó la mano en el cuello, entumeciéndole la zona durante unos segundos debido al frío. 

Arue cogió la honda y lanzó una piedra, pero las prisas y la poca práctica hicieron que su piedra saliera hacia atrás, rompiéndose en mil pedazos justo al lado de donde estaba Wick, que dio un respingo que casi dejó caer el arco. 

La criatura parecía estar perdiendo consistencia, y sus ojos se fijaron en ellos con un odio en su interior casi palpable. 

El ser contemplaba a Rash mientras éste evolucionaba por encima del cadáver, parecía tener curiosidad en él y en sus acciones. 

Al asomarse a ver los pergaminos, pudo ver un cuerpo que hasta ahora el propio féretro le había ocultado a la vista. 

Era Vortigen, sin duda. No le costó nada reconocerlo. Estaba totalmente demacrado, casi apergaminado, con toda la piel pegada a los huesos como si algo le hubiera succionado la esencia vital. 

Y en ése momento es cuando escuchó.... - ¿Fee....feeeriblaaan? ¿Eeerresss....eeeereess tú? - 

Jerinor mirando donde la criatura le había tocado, exclamo: Será cabron el liche este. Me ha debilitado el maldito. Moviéndose con rapidez volvió a asestar otra mortal puñalada con total efectividad. Después de todo era una guerrera muy capaz, incluso con un mondadientes. -Toma, comete esto, a ver si te atragantas! Esperando esta vez que ella no fuera atacada por la criatura.

Sus esfuerzos habían resultado vanos hasta el momento, inservibles hasta el punto de que, en otra ocasión, una en la que su vida no dependiera de aquél momento, se habría dado vergüenza así misma. Frente a una sombra, sabiendo que podía morir en cualquier instante si llamaba la atención de semejante criatura y estaba la atrapaba, sencillamente no tenía sentido pensar en aquello. No tenía sentido pensar en nada que no fuera servir de alguna ayuda para que otros pudieran hacer lo que ella no. 

Presa de un temor que la embargaba pero que ya no la paralizaba al menos, cortó con su espada, o al menos lo intentó. Su hoja atravesó el aire en el lugar en el que un segundo antes había estado su enemigo, sin tocar nada, dejando tras de si solo un silbido y sombras que volvían a su lugar.

– Maldita sea – gruñó en su interior, estremeciéndose al devolver la mirada al espectro.

Otro cadáver, pero ese sí pudo reconocerlo por las descripciones de Sirya: Vortigen. Y se encontraba en las mismas condiciones que el otro cuerpo en el sarcófago central. Así que dos cuerpos consumidos, dos sombras que había visto hasta ahora. El fruto de dos rituales: sangre, símbolos arcanos... tenía sentido. ¿Serían el resto de sarcófagos también hechiceros buscando resurgir de la muerte? Se maldijo no tener más conocimientos sobre rituales nigrománticos, pero su madre nunca se lo había permitido. Decía que eran leyes que iban contra el equilibrio natural de las cosas. Le hubiera encantado verla allí con él, antorcha en mano y completamente indefenso.

Las tenebrosas palabras captaron su atención. Feriblan, el maestro de Vortigen. ¿Acaso la sombra era el pupilo y le estaba confundiendo con su maestro? Sirya les explicó que Vortigen tenía el corazón oscuro - aunque no necesitaba muchas más pruebas considerando que había asesinado por ese medallón - así que si era como sospechaba, no estaba muy conforme con fingir serlo. ¿Le atacaría en ese caso? De todas formas, nunca se le había dado bien mentir. Así que intentó vislumbrar los pergaminos mientras intentaba ser esquivo en sus respuestas.

Entonces recordó la carta. Aquella que Groland le había enseñado tras hablar con el Fulbert y donde Eralion escribía a Feriblan. Aquella en que explicaba cómo se convertiría en un Liche gracias a los conocimientos arrebatados al Dios Demonio Orcus. Si esa sombra era Eralion, ¿quién era entonces la criatura que había surgido del foso? ¿Acaso Vortigen había realizado el mismo ritual para trascender a la muerte?

- ¿Eralion? ¿Sois vos? - preguntó a las sombras.

Las prisas me había jugado una mala pasada. Lameté haber destrozado de aquella manera el proyectil mágico, pero hasta ónde sabía, no podía retroceder en el tiempo. Mi única opción era compensarlo con el siguiente.

"Tranquilízate Arue. Respira. No es tu arco, pero sabes usarlo."

Cargué un nuevo proyectil y esta vez la concentración no m abandonó, con lo que la honda giró para soltar el proyectil directamente contra aquella sombra que no dejaba de atravesar los cuerpos de mi compañeros. No sabía exactamente qué hacia, pero sus caras me decían que no era nada agradable.

Vamos Arue, Destroza a esa sombra! digo para intentar animarla mientras intento golpearla por la espalda, rodeando como estamos entre varios. Luego digo también, Compañeros, puedo encantar un arma, pero solo para 1 ataque, después volverá a ser normal. y eso lo puedo hacer dos veces. aunque si lo hago mermara las opciones de curarnos.

El guerrero no pronunció palabra en ésta ocasión, si no que se limitó a hacer lo que mejor sabía, intentar matar a su enemigo antes de que éste le matara a él.

La maza del guerrero impactó en plena cabeza de aquel ser, pero no encontró ninguna resistencia en ésta ocasión, haciendo casi trastabrillar al humano que había lanzado con fuerza su ataque.

Se preparó para lanzar otro golpe, sabiendo que en cualquier momento podría ser el último.

Dos nuevas flechas atravesaron al ser sin causale daño, una proveniente desde arriba y otra desde el tembloroso Wick, que veía que, a pesar de estar rodeado de enemigos que lanzaban furibundos ataques contra él, aquel ser, que parecía hecho de humo, salía aparentemente indenme de todos los ataques. - Ya no aguanto más - dijo, viendo que por mucho que hicieran aquello iba a acabar con sus vidas. Se acercó a la cuerda, sin dejar de apuntar a la criatura con su arco y una nueva flecha.

Groland, mientras tanto, no decía ésta boca es mía y golpeaba una y otra vez a la criatura cada vez que veía una oportunidad, pero su arma, a pesar de estar encantada por la clériga, atravesaba a la sombra sin encontrar nada a lo que golpear. Sirya, visiblemente frustrada y atemorizada a partes iguales, atacó al ser con su espada, aquella espada que sólo ella sabía de dónde había salido....y en el momento de iniciar el ataque, unas runas inapreciables a simple vista se encendieron de repente y la espada resplandeció ligeramente, iluminando el entorno como si de una antorcha se tratara con una suave luz azulada. De nuevo, el arma atravesó al ser, sin dejar ningún tipo de marca o daño en él....pero permaneció encendida.

Jerinor maldijo en voz alta y atacó de nuevo con furia y precisión a la criatura, arriesgándose algo más que el resto, y quizá Lady Tymora estuvo de su lado, o Freya, ya que su daga de nuevo encontró algo sólido que golpear. Uno de los hombros del ser desapareció sin dejar rastro, apenas una voluta de humo, que indicara qué había habido allí antes. El grito de dolor del ser fue como el chillido de un alma en pena a la que desgarraban su misma esencia, agudo y penetrante a partes iguales y magnificado por las características del lugar.

La mano del ser atravesó rápidamente, en respuesta al ataque de la guerrera, el sitio exacto donde se encontraba su corazón, pero extrañamente, Jerinor no sintió absolutamente nada. El ser sacó la mano y se la miró durante un breve segundo, para después, desaparecer por completo como si una pompa de jabón se tratara, en un parpadeo.
 

Arue y Kerri respiraron aliviadas al ver desaparecer al ser, aunque se mantuvieron en tensión durante unos segundos más por si era una treta...pero todo parecía haber terminado.*

El silencio invadía todo de nuevo, sólo roto por los jadeos y respiraciones entrecortadas de todos vosotros.

- Lo.....lo hemos matado.... - dijo la voz de Wick, incrédulo ante lo que acababa de ver.

La pregunta del semi-elfo quedó en el aire, mientras poco a poco una extraña sensación era percibida por él, como si de repente su cuerpo fuera consciente de algo que antes no había podido dilucidar. Se escuchó en la cripta una pregunta llegada de muy lejos, con un tono frío y desagradable. Era un eco venido de ninguna parte, una intuición sonora, un quedo susurro, pero definitivamente, se detectaba exigencia de respuesta en la voz, y ahora, para Rash, tenía más fuerza que antes, como si algo hubiera atravesado un delgado umbral, como si algo hubiera venido de muy lejos y ya estuviera allí. Eso había detectado su cuerpo, su piel, quizá su misma alma. La presencia era definitivamente real ahora mismo. Algo había llegado allí, a su lado. Y ese algo, le preguntaba con voz terrorífica, pero de algún modo, dubitativa y apenada:

- ¿Eres tú, Feriblan, amigo mío? ¿Has....has venido a verme, por fin? -

Era como una llamada de auxilio de un náufrago que lleva mucho tiempo luchando contra algo y ha perdido.

La mirada de Rash contemplaba la boca abierta del cadáver de Vortigen, que yacía allí como un puente colgante esperando que los amantes cruzaran su dintel para llegar a un mundo mejor, como la entrada de una gruta que promete desvelar secretos desde su interior, mientras sus cuencas oculares, desprovistas de cualquier matiz de humanidad permanecían eternamente a la intemperie, oteando alrededor buscando infinitamente sin encontrar ya nunca más su objetivo.

Así que estaba en lo cierto. Se encontraba ante el espectro en que se había convertido Eralion tras practicar el ritual que le permitía trascender a la muerte. No era lo que esperaba encontrar. Había leído historias sobre Liches: cuentos junto a la hoguera y rumores entre los practicantes de lo arcano que hablaban de cadáveres andantes que mantenían la conciencia y eran capaces de seguir investigando la magia por toda la eternidad. Hasta ahora no había visto ninguno en persona, pero más que una sombra terrorífica esperaba vérselas con un montón de huesos polvorientos. ¿Habría errado en algo el ritual?

Lo importante ahora era evitar que le arrancara la vida de un suspiro, seguir con la pantomima que, por el momento, había conseguido que el espectro dudara de su identidad. Se preguntó qué habría pasado si en vez de un mago hubiera caído Groland al foso. O alguna de las mujeres. Así habría sido imposible fingir que no era quien decía ser. Tenía que ganar tiempo, obtener toda la información posible. Era lo único que podía hacer por el momento.

 - Mi querido Eralion, ha pasado mucho tiempo - fingió, dubitativo. Desconocía si algo de lo que dijera tendría sentido para el espectro, pero era su única salida - Pero apenas reconozco tu rostro. ¿Dónde está el Eralion con el que mantenía largas charlas bajo el manto de estrellas? Debo confesar que cuando recibí tu carta, no alcanzaba a creer tus palabras. Pero una duda quedó en mi corazón tras nuestra última charla, y no pude por menos que emprender tu búsqueda en cuanto tuve oportunidad. Lamento si he tardado demasiado, pero ya sabes cómo son en el Gremio de Magos. En cuanto atisban que has tenido acceso a algún conocimiento verdaderamente importante, caen sobre ti como perros rabiosos. ¿Entonces es cierto, amigo mío? ¿Funcionó el ritual? ¿Conseguiste al fin esa filactería que necesitabas?

Jerinor agudizando sus sentidos pareció escuchar un ruido. Quizás fuera Rash, preocupada por él se dispuso a bajar por la cuerda para socorrerlo.

Justo cuándo el segundo proyectil iba a ser lanzado, lo detuve con la mano libre. La sombra se peleó con Jerinor durante un par de segundos antes de desaparecer por completo y miré alrededor buscándola... Pero no había nada. La habíamos ahuyentado, ya que dudaba que algo así hubiese muerto sin más. 

Sin perder un instante corrí hacia la trampilla por la que Rash había desaparecido y me arrodillé hasta asomarme por el agujero, intentando ver o escuchar algo. ¿Estaría vivo? ¿Estaría herido? Tenía que bajar para comprobarlo, ya que empezar a gritar estaba descartado. Tiré del nudo de la cuerda que habían usado para intentar bajar antes de encaramarme.

- Sujetadla bien. Voy a por Rash.

Todos, con mayor o menor soltura, bajaron por la cuerda tras Jerinor y Arue. La semielfa estaba convencida de haber escuchado algo y sin pensarlo, se deslizó por la misma hasta el piso de abajo, seguida por la impetuosa humana, que pese a no haber escuchado nada, no pensaba dejar en la estacada al semi-elfo. Un piso más abajo, ya más cerca y con mayor claridad, pudieron observar que en la boca de la trampilla que daba al siguiente subsótano había como una densa niebla, unos zarcillos que se movían inquietos, como peces en un estanque, buscando sin fin, que les impedía la visión hacia abajo, hacia donde se había deslizado, como un piedra por un agujero, el semi-elfo.

A su alrededor habían varias mesas de tamaño mediano dispuestas contra las paredes, separadas por seis pedestales. En todas ellas habían restos de papeles mugrientos y quebradizos, así como viales y pociones en diversos estados de descomposición, e incluso algunos aún burbujeantes, pero emitiendo un fétido y maloliente olor. En el centro estaba la mesa en forma de U, donde yacía la piedra emitiendo una suave y débil luz, como amedrentada por el lugar al que había caído. Y justo en medio de la U, la trampilla con los zarzillos.

En un lateral había una puerta de madera con una cerradura. La puerta permanecía cerrada, y sólo la llave, la magia, la habilidad o la fuerza bruta conseguirían abrirla.

En el suelo yacían siete cádaveres. Seis de ellos pertenecían a guerreros esqueléticos, sin un ápice de piel o carne en sus huesos, y espadas, yelmos y armaduras estaban cubiertos de herrumbre y polvo, así como manchas de sangre seca. El séptimo cadáver pertenecía a un gigantesco semi-orco. Un hacha grande a su lado, así como el resto de sus pertenencias, les dieron una pista a los más avispados y perspicaces del grupo. Pero quien sintió un ramalazo de reconocimiento más feroz fue Sirya. Era el acompañante del mago, aquel que había asesinado a sangre fría a los aventureros bajo los árboles y que posteriormente había emprendido caza contra ella, para su suerte, sin éxito. Al lado de él yacía un saco con unas pocas monedas y algo pesado. Cuando lo sacaron, descubrieron que era la portilla de plata con inscripciones que hacía las veces de sello.

Justo en ése momento, al coger la portilla y levantarla para examinarla, los zarcillos de color plateado se difuminaron lo suficiente como para permitirles ver hacia abajo.

Una luz salía de allí abajo, una luz que pertenecía a la antorcha que portaba Rashaniel, sentado en un lateral de un sarcófago de piedra con un cadáver encima de él. Rashaniel se encontraba encima de un féretro de piedra con cientos de símbolos extraños, encima del cual había un cadáver altamente deteriorado y que tenía pinta de haber sido aplastado por el peso del semi-elfo. Era muy probable que los amplios y compactos ropajes de aquel cadáver, así como una amplia dosis de suerte, hubieran salvado de la muerte a Rash.

La sala contenía siete sarcófagos de piedra. Seis a lo largo del perímetro, de pie contra la pared con sus tapas ajustadas y cerradas, y un séptimo sobre un estrado elevado, en el centro de la sala, al cual llevaban dos escalones. Al lado de Rash y encima del sarcófago central, yace un cadáver con la piel aún encima de sus huesos, pero tan pegada y tirante que nadie es capaz de distinguirla con claridad. Algunos son capaces de distinguir mejor dichos símbolos extraños, que recubren el sarcófago así como también el cuerpo y ropas, escrito con sangre. Mientras las runas aparecen bajo la luz titilante de la antorcha, Rash está sentado y parado, como quien está contemplando algo. El cadáver a su espalda viste la túnica ornamental roja de un mago con runas trazadas con la misma sangre, casi goteante en éstos momentos, y porta un gorro cónico acabado en forma plana del mismo color que la túnica, con una tira de pelo negro saliendo de la parte central. Una de sus manos permanece quebrada encima de su pecho, y la otra mano muerta sobresale por un lateral del sarcófago, en actitud de tener cogido algo, algo que no está ahí. Desde arriba podéis ver claramente un bastón que ahora yace en el suelo al lado del féretro.

Mientras contemplais la escena, una brisa helada parece soplar desde ninguna parte y todos sentís un escalofrío que os recorre la espalda. Al lado de la manga derecha del cadáver, apoyada encima del sarcófago, hay una daga ceremonial con algunos restos de sangre fresca en la hoja.

A los pies del sarcófago central, en el suelo, hay un frasco de bella manufactura hecho añicos, con restos de un líquido ligeramente amarillento y pegajoso aún en su interior. Al lado de los restos del frasco también hay varios pergaminos enrollados de aspecto fragil y antigüo. Justo a cada lado de la cabeza cadavérica, hay dos pequeños dragones de piedra y metal dorado, enfrentados entre ellos, dejando la cabeza justo en medio.

Rashaniel habló, preguntó algo a alguien, alguien que no estaba en su campo de visión, algo que no pudieron distinguir, y tas unos segundos de tenso silencio, todos pudieron escuchar una voz que semejaba varias voces hablando a la vez, que llegara de muy lejos, pero con múltiples ecos a vuestro alrededor. - ¡Feriblan, contesta! ¡No, yo no quería! ¡La dejé porque ya no podíamos vivir juntos! Son cuatro medidas, no dos. ¡Esa bruja elfa!. Jajajaja....la muerte nos llega a todos. - la voz sonaba cada vez más fuerte, más potente, como si estuviera acercándose a vosotros más y más, añadiendo frases sin sentido y desvarios.

- ¿Eres tú, viejo amigo? ¿Por...por fin eres tú? - dijo la voz, con tal atisbo de pena y esperanza en la voz, que la piel se os puso de gallina y unas lágrimas asomaron a vuestros ojos.

Y enfrente de Rashaniel, unos cuatro metros y pico debajo del resto de vosotros, que permanecíais en corro alrededor de la mesa observando hacia abajo con uno de vosotros sujetando la trampilla/piedra, apareció una sombra solidificada:

Con la figura llegó el frío de verdad, un frío ultraterreno que os helaba tanto el cuerpo, como el alma. Vuestros dientes empezaron a castañear, a pesar de vuestros intentos por evitarlo, los dedos de manos y pies apenas os respondía, estaban fríos en extremo, y la sensación de hormigueo en ellos se hizo cada vez más patente. Una ligera escarcha recubrió la cripta, así como el laboratorio.

La sombra, materializada, permaneció delante de Rash.

- Sí...amigo mío, esos perros son intransigentes, y no son capaces de ver más allá de sus propias narices...el poder...¡ah...el poder!...Sí, lo conseguí, y no....fui engañado...engañado.....Orcus...él....maldito sea. - dijo la ultraterrena voz.

- Ayúdame. - dijo segundos después....aunque en ésta ocasión la voz parecía estar perdiendo fuerza, como si el náufrago que ha conseguido sacar la cabeza del agua embravecida, estuviera peleando con todas sus fuerzas para seguir a flote y estuviera perdiendo poco a poco. 

La respuesta de la sombra le quitó un peso de encima. 

Si bien seguía temeroso de que terminase descubriendo que no era quien pretendía ser y se abalanzara sobre él, había conseguido pasar el primer obstáculo. Y el primero era el más grande de todos. Ahora quien otrora fuera Eralion estaba convencido de que era Feriblan, y parecía ser que algo en el ritual que había descubierto para trascender la muerte y convertirse en un Liche había fallado. Asumiblemente, por alguna traición o engaño de Orcus. No le sorprendía, pues aunque no había conocido a ningún demonio personalmente, conocía su malicia y tendencia a engañar. Y tratándose de una personalidad como el Dios Demonio...

Sorprendentemente, empezó a sentir algo parecido a la lástima por Eralion. Desconocía cuáles eran sus intenciones al trascender la muerte, y quiso pensar que sólo quería seguir investigando después de alcanzar su mayoría de edad. Él, al disponer de sangre élfica corriendo por sus venas, podía vivir mucho más que cualquier ser humano, pero también llegaría el día en que sus huesos se debilitasen y sus fuerzas se agotaran. ¿Llegaría a plantearse él...?

- ¿Qué necesitas, amigo mío? - preguntó a la oscuridad, finalmente. Quizás sólo necesitaba ayudarle a descansar por fin y podrían acabar con la maldición del Castillo de una vez y para siempre.

Había escuchado algo, de eso estaba segura, y por eso me había deslizado cuerda abajo sin dudarlo. No me habían parecido los sonidos de una batalla, así que Rash no esta luchando, pero tampoco estaba muerto. 

Con cada uno de mis compañeros tenía una relación distinta, seguramente a raíz de sus completamente opuestas personalidades. Mi relación con Kerri era claramente la peor. La toleraba, me toleraba, pero habíamos chocado ya tantas veces que no creía posible una mejoría mayor. Al menos ya no era disgusto o algo peor. Con Groland había tenido mis diferencias al principio, pero habíamos acabado entendiendo que había mucho más debjao de la piel del otro de lo que a primera vista parecía. Luego estaban los compañeros que se fueron, y los nuevos compañeros, como Jerinor. Irónicamente, mi relación con ella era la oupesta a la que tenía con Kerri. Al principio me había caído bien, una guerrera seria, racional, determinada... Y luego me había daod cuenta que aquello había sido una fachada. La Jerinor de verdad era impulsiva y dada a los placeres carnales. Tanto que había estado luchando por la atención de Groland contra una niña cómo era Syria. Inmadurez.

Pero luego estaba Rash. Con Rash siempre me había llevado bien. Era una persona calmada y racional, y aunque no parecía un guerrero cómo el resto, su inteligencia y astucia habían demostrado ser extremadamente valiosas. Pero habái algo más. Seguramente su condición de semielfo, de algun modo, nos hacía entendernos mejor. Tal vez no era exactamente lo mismo ser medio elfo lunar que ser medio drow, pero yo sabía perfectamente que no había sociedad que aceptase por completo a aquellos que eran la unión de dos razas. Demasiado humano para unos, demasiado elfo para otros.

Por ello, cuando por fin vislumbré a Rash perfectamente a pesar de la penumbra, solté un suspiro de alivio. El mago parecía haber sobrevivido a la caída gracias al cadáver polvoriento de alguien. Pero mi alivio duró poco, pues Rash estaba hablando con alguien... Y mis sentido se pusieron alerta. No llegaba a oír toda la conversación, pero los trozos que si me llegaban me estaban confundiendo. Eso y que su interlocutor no parecía ser un ser mortal cualquiera.

Cuando todo el grupo llegó al lugar y pudieron escuchar igual que yo aquellas palabras, los miré confundida.

¿Estaba Rash en peligro...o lo estábamos nosotros?

Sin decir nada, me llevé la mano a los labios, cruzando el dedo índice en perpendicular con ellos. Por un lado, necesitábamos oír más, y por otro, aquello que hablaba con Rash seguramente no nos apreciaría interrumpiendo.

En cuanto la sombra se hubo disipado -más bien, tras unos pocos golpes más, para asegurar-, Groland corrió junto a Jerinor y Arue para socorrer a Rash. En el camino, rezó a todos los dioses que le debían algo pidiendo que el mago no hubiera muerto desnucado contra algún saliente de piedra, ni se hubiera roto la espalda en mil pedazos contra el suelo.

No encontraron a Rash en la sala de los siete cuerpos. Groland no tocó ninguna de las cosas en las mesas, ni en los cadáveres, ni trató de abrir las puertas: su prioridad absoluta era salvar al mestizo, pero la prudencia le habría detenido en todo caso. Sí se alegró de que el peligroso socio de Vortigern hubiera encontrado su final. «Ya sólo queda el mago», se dijo, pero también pensó: «Si estos hombres no pudieron hacer frente a este lugar… ¿Cómo lo haremos nosotros?».

Cuando, por arte de magia, la neblina viviente se retiró del único agujero por el que podía haber desaparecido su compañero, todos le vieron: ¡estaba sano y salvo! «¡ALABADA SEA CHAUNTEA!», exclamó Groland en su fuero interno, pero se abstuvo de gritarlo en viva voz, pues la extraña escena que tenía ante sus ojos exigía la máxima atención. El cormyriense escuchó como los demás aquella voz espectral, y entendió quién era la sombra, quién el dueño de la voz: ¡Eralion!

—¡El lich! —musitó para sus compañeros.

Los pelos de la nuca del guerrero se pusieron como escarpias mientras una lágrima involuntaria corría por su mejilla. Su agitada respiración se condensaba nada más salir de su boca. ¿Qué debían hacer: saltar todos en ayuda del mago? ¿Soltarle una cuerda para que tratara de huir...? ¡Pero no! El espectro estaba hablando, y Groland recordaba bien la noche en las ruinas, con el gigante de dos cabezas: debían dar a Rash una oportunidad de parlamentar. Por sus gestos, Arue parecía coincidir con él. «Y en el peor de los casos...». Groland apretó el mango de su maza.