Partida Rol por web

Encontrar algo en un castillo que no conocemos es difícil, sobre todo cuando el sonido rebota en las paredes y despista los intentos de localizar los gritos, pero el Kalasthar cree que la fuente viene de un lugar concreto.

- Sin duda los gritos vienen de esa dirección.- mientras señala uno de los pasillos adyacentes.

Me muevo (dos veces) en la dirección que señale Menon.

-¡Vamos Shish,muévete!- Azuzó Sapo a su serpiente. Su olfato, que tenía en la bífida lengua, seguro que le era útil.- ¡Por aquí!- Dijo y siguió avanzando pro el pasillo para ver qué estaba pasando con la niña.

Los instintos de la norteña la hicieron decantarse por el pasillo de la derecha, vinieran o no más compañeros. Eso si, avisó a Sapo por donde iba a tirar.G

- Grrrrito venirrrr de este lado. Gritarrrr tu también si verrr algo, Sapo. - Y Fedora avanzó sujetando a Grudastaya¹ con ambas manos.

Confuso, Genann no sabía qué estaba ocurriendo, pero el último grito le había helado la sangre de las venas. Enarbolando su bastón, se apresuró a seguir a sus compañeros en la misma dirección que ellos y que, presumiblemente, les dirigía a la fuente de aquel alarido.

Al fondo del corredor, Fedora se adelantó lo suficiente como para torcer los dos primeros recodos. Gracias a eso, ella y solo ella vió una sombra inquietante que las antorchas proyectaban en la mampostería...

¡Por las barbas de su madre! ¿Podría ser cierto lo que estaban viendo los ojos de Fedora? Era la sombra de la mismísima Parca, la Dama de la Guadaña, la Teutona Cabrona, la Muerte. Y estaba allí, al girar el siguiente recodo, para cobrarse la vida de Fedora.

El grupo se fue diseminando según corrían a distintas velocidades. Fedora encabezaba la carrera, después de haberse fiado del oído de Sapo y de las indicaciones de Menon.

¡Suéltame, suéltame, suéltame!

La voz cercana de Lucita Aderre les confirmó que habían elegido el camino adecuado al tomar por el corredor de la derecha. Por detrás de la norteña, tres varones: Alarico, Genann y Menon. Quiora adelantó a los tres sin esfuerzo y empezó a recortar distancias con Fedora. Cerrando la fila, y cada vez más atrás, Sapo y su serpiente.

Una sombra en el muro hizo que Fedora dudase un instante. Finalmente, Quiora y Fedora torcieron la enésima esquina a la vez. Al fondo de un largo pasillo, ambas vieron a Lucita Aderre siendo arrastrada por el suelo. Una figura tan pequeña como un gnomo y tan robusta como un enano hacía reposar en su hombro el mango de una guadaña mientras su otra mano tiraba por los pelos de la pequeña niña. Esa figura tenía... un gorro rojo.

¡Calla, criaja! Te voy a rebanar el pescuezo como no cierres los morros. ¡Uh!-exclamó al ver que Fedora y Quiora le pisaban los talones-. Mierda, mierda, mierda, mierda...

El Gorro Rojo llegó al final del pasillo, a unas escaleras que bajaban. Quiora estaba muy lejos para cargar, y lamentó no haberse traído el arco. No tardó en torcer la esquina tras las dos hembras los tres machos. Menon tenía una oportunidad con sus poderes psíquicos y Genann con los dones de la naturaleza, pero Alarico llevaba una ballesta. La ballesta vence a lo sobrenatural, como bien te puede decir cualquier cazador de vampiros.

¡Alto! ¡Como deis un paso la abro en canal!-amenazó el renacuajo.

Sapo, por su parte, aún no veía al Gorro Rojo. El gnomo sí veía al fondo del pasillo perpendicular al que contenía toda la acción a sus compañeros.

Sapo corría lo más que le daban sus cortas piernas preparado para ayudar en la refierga.

Maldita fata del averno, Menon dudaba que fuera a matar a la niña, pero no podían estar seguros.

- Estoy muy lejos para poder usar mi hechizo de grasa, alguien puede impulsarme, necesito ponerme a 25"... - susurro a los compañeros mientras doy pasos vacilantes hacia delante.

Alarico no es que estuviera demasiado preocupado por la vida de la cría, la verdad. Pero a pesar de todo no era cosa de ir dejando que quien debía ayudarles se cargara a la nieta de su empleador, e hija de... Bueno, todo era un poco lioso, la verdad. Pero fuera como fuera no era una buena medida.

Con lo que se paró, miró al gorro rojo, y le ordenó:

- ¡Suéltalas!

Con un poco de suerte serviría para que soltara a la cría y dejara caer el arma que portaba. Todo buenas noticias.

- Alto ahí Gorgojo!

Pero qué suerte habían tenido, el bicho que debían buscar había venido a ellos, o eso parecía! Ahora sólo hacía falta atraparlo.
Sin duda los dioses habían sido cautos al dar tiempo a la semiorca a desprenderse de su arco, sino la pequeña aspirante a bruja podría acabar saeteada por una de sus flechas.

Como no pares ahora te haré parar yo, y no te va a gustar nada, te lo prometo!- rugió la bárbara.

Genann se detuvo en seco cuando el fata lo ordenó. No se esperaba una situación como aquella. Antes de acostarse parecía claro que deberían adentrarse en las tripas de aquel castill y hurgar en sus intestinos hasta encontrar a Gorro Rojo o lo que era lo mismo, la fea cagarruta que tenía ante él. Pero no. Él se había hecho presente, aunque de una forma inesperada, y la posición de secuestrador que usaba a su víctima de parapeto no ayudaba nada a que aquello acabara bien.

Sus viscerales compañeros actuaban una vez más de forma... visceral. Primero armas y agresiones verbales antes que diálogo. Y al fata lo necesitaban para adentrarse en las brumas. A la niña no la necesitaban, pero Genann no se planteaba el sacrificarla. Era una situación jodidamente complicada. ¿Por qué todo debía ser así? El druida se rascó la cabeza, pensativo. Amenazas, órdenes... ¿Nadie se planteaba hablar?

-Errr... ¿Eres el señor Gorro Rojo? -le preguntó en silvano-. Porque de ser así, quisiéramos hablar contigo. Tenemos asuntos que tratar. Y de paso, si no matas a la niña, mejor que mejor.

- ¡Alto ahí malandrrrrrín! ¡Suelta a la ninia, ahorrrra mismo y te perrrrmitirrrremos hablarrrrr! - Soltó la norteña en cuanto dobló la última esquina y vió a aquel tipo que se llevaba a la chiquilla.

Sin esperar respuesta, Fedora salió en plena estampida tras los pasos del tipo con gorro rojo que estaba tratando, a todas luces de raptar a la cría.

Gorro Rojo silbó en silvano, como lo haría un pájaro pero con sentido del mensaje. La respuesta a Genann fue un "sí, soy Gorro Rojo" seguido de un "ya sé cómo se las gastan los mortales cuando solo quieren hablar y paso" para terminar con un "no me fío ni de mi sombra" y un gorgorito melodioso estándar.

¿Qué parte de "como deis un paso la abro en canal" no habéis entendido, pandilla de retrasados?

Tan solo Genann y Alarico se quedaron quietos para que Gorro Rojo no cumpliese su amenaza, Genann parloteando y Alarico confiando en su Señor de la Tiranía. Pero por una vez los listos estaban equivocados y los retrasados tenían razón: Gorro Rojo no podía abrir en canal a Lucita. Y es que el único filo del que disponía, la guadaña, requería ser sujetada con ambas manos para soltar un golpe, y Gorro Rojo necesitaba seguir agarrando a la niña para que no escapase. Entonces... ¿qué es lo que Gorro Rojo tenía pensado?

La fata se encogió tras su rehén cuando Quiora le amenazó, pero hizo lo que haría cualquiera que es amenazado desde la otra punta de la calle: salir huyendo en dirección contraria. Sin embargo, el modo en el que Gorro Rojo huyó dejaba claro que Gorro Rojo no estaba muy bien de la cabeza.

¡PIM-PAM-PUM!-gritó, y rió, mientras se dejaba caer hacia atrás, hacia las escaleras que bajaban.

El Gorro Rojo y Lucita cayeron, rodando por las escaleras. El grito ahogado de la niña se cortó de pronto al chocar con el suelo. La primera en cruzar todo el pasillo fue Fedora, que llegó justo a tiempo para ver al Gorro Rojo levantarse magullado y cojear arrastrando a su rehén. Lucita, por contra, estaba inconsciente por el golpe, e iba dejando un preocupante rastro de sangre en las baldosas de lo que era un amplio salón de baile. Las velas de una gran lámpara de araña iluminaba la estancia. El secuestrador se dirigía hacia unas puertas de hierro abiertas de par en par, ante las cuales había dos soldados muertos que habían fracasado en su intento de mantener las puertas cerradas.

La semiorca siguió corriendo a toda velocidad para dar alcance a la fata y cumplir su promesa.

Menon salió corriendo en post de la fata loca de atar.

- Tu no escaparrrrr cobarrrrde. ¡Soltarrrr ninia ahorrra! - Espetó la norteña al grotesco ser de gorro rojo.

Sin dudarlo, bajó las escaleras y se aproximó a distancia de combate con aquel ser, esperando que, aún recibiendo un ataque del mismo, bastaría para que soltase a la niña y pudieran dejarla a salvo.

Dedico todo el asalto a correr, con el propósito de llegar a tiempo a donde está la cría y estabilizarla.
 

Genann empalideció ante la caída por las escaleras. La fata era un suicida a quien nada parecía importarle, pero que arrastrara en su caía a la niña fue algo que revolvió el estómago del druida que sintió el corazón en un puño temiendo la suerte de la muchacha.

Quedaba bien claro que Gorro Rojo no confiaba en ellos. Sus palabras y hechos lo demostraban y tampoco podía negar que sus razones tendría. Si a Genann, tras ver y vivir lo que había visto y vivido con sus compañeros, le hubieran preguntado, posiblemente mostraría la misma prevención que él. Pero no se podían permitir ni que escapara ni que matara a la niña, cuya vida no respetaba a todas luces y que hacían incomprensible el secuestro. ¿De qué le serviría Lucita Aderre muerta?

-Tenemos que cruzar la Brumas y te necesitamos -dijo una vez más en silvano, al tiempo que corría al máximo de su velocidad tratando de acortar distancias.