Partida Rol por web

- ¿Qué pasa?¿Qué pasa?- Sapo se había quedado atrás y el gran tamaño de sus compañeros no le permitía ver nada. Corrió hacia los demás a toda velocidad.

Gorro Rojo silvó en silvano una respuesta para Genann: "lo siento, no ofrezco tareas de asesoramiento sobre las Brumas". Los cuatro que a continuación bajaron las escaleras fueron Quiora, Alarico, Menon y Genann. Quiora bajó los escalones de dos en dos, y giró a la izquierda, hacia Fedora. Los varones, con zancada más corta, tuvieron problemas para bajar las escaleras mientras corrían. Solo Genann mantuvo el equilibrio, mientras que Alarico y Menon cayeron rodando tal y como habían hecho antes Lucita y Gorro.

¿Habéis jugado alguna vez a los aros?-dijo con una sonrisa malévola-Miujijajujuju...

Gorro Rojo soltó a Lucita para agarrar la guadaña con ambas manos, pero no para luchar contra Fedora. La fata cortó la cuerda que sujetaba la lámpara del techo. La rueda de velas cayó sobre las cabezas de los que acababan de bajar las escaleras, con intención de enhebrar el aro gigante de madera. Quiora escuchó el estruendo del aterrizaje, mientras que Alarico, Genann y Menon la vieron caer directamente hacia ellos. Menon fue el que se llevó la peor parte, quedando inconsciente.

¡Tres puntos!

Gorro Rojo dió por fracasado su intento de rapto, y huyó dejando el cuerpo de Lucita atrás. Entonces empezó a procesar las palabras de Genann...

Un momento, ¿queréis que vaya con vosotros a la Brumas? ¿Fu... fuera de esta prisión?

Fedora vió la oportunidad de hacer un ataque por la espalda, y hundió a Grudastaya en Gorro Rojo. Al retirar el filo, la norteña vió que la herida de la fata no sangraba. Era probable que necesitasen armas especiales para hacer golpes plenamente efectivos, pero ser una vacaburra como Fedora también podía valer para superar las resistencias del monstruito.

¡Ay, ay, ay, ay...! ¡Sabía que no podía confiar en vosotros! ¡Sois malos conmigo!-dijo el inocente secuestrador que arrojaba niñas por las escaleras y rompía lámparas en la cabeza de la gente.

Gorro Rojo siguió caminando hasta cruzar las puertas dobles, a un espacio cúbico de quince pies de lado. La habitación estaba ocupada en su centro por unas escaleras de caracol que bajaban a las mazmorras. Fedora empezaba a preguntarse cuántas pruebas y trampas tendría preparadas el Gorro Rojo para los que le siguiesen, quizás sería adecuado dejarlo para mañana. A los pies de la norteña estaba Lucita, fuera de peligro.

A todo esto, Sapo seguía corriendo por el pasillo. Parecía que no se acababa nunca. Ya estaba a tan solo veinte pies de las escaleras cuando el gnomo giró la cabeza. Uno de sus ojos vió torcer la esquina tras Sapo a Gabrielle Aderre, que corría agobiada vistiendo solo un picardías rojo.

Con cierta soltura, Genann pudo evitar caer rodando por las escaleras en su carrera si bien por el rabillo del ojo pudo comprobar cómo sus compañeros no tenían tanta suerte. Pero para lo que no tuvo opción de escapar, fue de la gran lámpara que el malparido del fata hizo caer sobre ellos con un hábil golpe de guadaña.

Magullado y dolorido, permaneció en su lugar tomando aire, comprobando si tenía todo en su sitio o si se había roto algún hueso. Todo parecía más o menos normal al cabo de un par de segundos de somero examen, algo que en el caso de Menon no era así. Cierto era que el druida tenía la maldición de los perros, pero el mago había resultado ser un pupas.

-Hideputa y cabrón -replicó en un silvano muy rico el abrazárboles-. Sí, fuera de aquí. De guía. Y acabas de jodernos vivos así que no hables ahora de confianza, malparido, cuando has sido tú el que nos has atacado y casi matado a esa niña.

Realmente ya era difícil para el bueno del sacerdote correr para, encima, tener que tratar de esquivar los artefactos que le lanzaba el ser faérico de los coj... Rebotando como una pelota vieja fue cayendo por la escalera, hasta golpearse malamente contra el suelo, sintiendo la boca llena de sangre y un profundo dolor en las costillas. Como pudo medio se incorporó de muy mal humor y trata de comprobar el estado de la cría... y de Menon que parece también estar malamente. Con un gesto de dolor y de fastidio ora a su dios para que detenga el sangrado de Menon y lo estabilice, curando alguna de sus heridas.

La semiorca siguió a su objetivo escaleras abajo. El golpe que le propinó Fedora a la fata, pareció dolerle más a la bárbara que al propio Gorro Rojo.

Ey, no lo mates, que lo necesitamos con vida!- reprendió a su compañera.

Tenía que atraparle y reducirle antes que consiguiera que alguien lo matase.

Menon ve caer la lámpara y aunque está a punto de esquivarla siente como todo su peso cae sobre él y crujen sus huesos antes de caer inconsciente.

-¡Ey! ¿Qué haceís con la lámpara? Id a por la fa-ta...- Los ojos de Sapo hacían chirivitas ante la visión de la mujer pechugona en picardías. Agitó la cabeza para no distraerse. Había varios humanoides durmiendo al final de las escaleras. Espera. La sangre que salía de sus heridas le indicaba que posiblemente no estuvieran durmiendo sino sangrando. ¿Muertos? ¿Inconscientes? Imposible de saber sin parametrizar sus constantes vitales.

- Voy con Quiora, cuidad de la niña.- Como pudo fue sorteando cuerpos y bajando las escaleras. Mantenía una distancia prudencial con Quiora matando así dos pájaros de un tiro. por un lado no olía su apestoso culo y por el otro las trampas le caerían a ella.

La norteña quedó unos segundos perpleja al ver que su espada bastarda atravesaba el cuerpo de aquel extraño ser con gorro rojo y que, a juzgar por los gritos de la mestiza, se trataba del ser que andaban buscando: La rata
- ¿Esto serrrr rrrrrata? ¡Porrr los cuerrrrnos de mi tío Torrrrvaldo! Eso no serrrr rrrrrata, eso serrrr aborrrrto de grrrremling o que saberrrr yo... - Dijo la guerrera del grupo.
Pero viendo que sus camaradas se encontraban en mal estado por la caída de la lámpara y que la rehén estaba a salvo, si podía llamarse así, optó por desistir de seguir al enemigo y se centró en la rehén y en Menon.
- Catastrrrrof Catastrrrrof... Despertar, Menon, no dejarrrr venserrr porrr lamparrra... - Dijo, acercándose a ayudar con fuerza bruta.
- Empujiarrrr todos a la de cuatrrro. Uno, dos, trrrres...- Anunció para recibir ayuda y liberar a sus camaradas.
- Uuuuhhhhh.... Arrrrrgggg... Uffff, uffff, uffff... -Para asombro de sus compañeros, la bastarda, ella solita, había conseguido levantar la rueda de la lámpara. - ¿Qué esperrrarrrr parrrra salirrrr? ¡No tinierrrr todo día! ¡Lamparrrra no pesarrrr cuatrrro kilos! ¡Vamos, salirrrr y sacarrrr a Menon de ahí! - Ordenaba con una gota de sudor bajándole por la patilla y con todos sus músculos en tensión.

Justo acababa de terminar de hablar cuando sintió que el peso de la enorme rueda que constituía la lámpara parecía aligerarse. Justo a su espalda, Fedora resoplaba como un búfalo, sus bíceps tensados por el esfuerzo de levantarla y permitir que salieran.

No se lo pensó dos veces y rodó sobre sí mismo, alejándose de la lámpara y acercándose al cuerpo de la niña, que seguía yaciendo en el suelo, inconsciente y sangrante. Se arrodilló a su lado y la agarró de una mano con intención de sanarla en la medida de lo posible.

Las maldiciones en silvano del druida quedaron lejos del Gorro Rojo, que ya se había internado en las mazmorras. Genann curó por completo las heridas de la niña, que abrió los ojos en sus brazos dulces y protectores para ver a su salvador.

¿Qué...? ¿Qué ha pasado...? Lo último que recuerdo es que el señor bajito malo me tiró por las escaleras.

Ya había salido mejor parada que Menon, que seguía inconsciente y malherido, pero a salvo. Necesitarían curarle también a él para que pudiera reincorporarse a la persecución. Quiora, y segundos más tarde Sapo, bajaron por las escaleras de caracol tras el maldito Gorro Rojo de las narices.

¡Lucitaaaa!

La última en bajar las escaleras hasta el salón de baile fue Gabrielle Aderre, vestida como una auténtica p... princesa odalisca. Se puso a la altura de Genann y arrebató el cuerpo de Lucita de los brazos del druida.

¡Cariño! Muac, muac... Gracias. Gracias, gracias, gracias... ¿No tienes ninguna herida?

Gabrielle examinó a su hija. Debido a la magia curativa de Genann, la niña no tenía ni un rasguño.

En consideración a vosotros, por haber salvado a mi hija, no ordenaré matar a ese infame Gorro Rojo por lo que ha hecho.

En la mazmorra seguía la persecución. Nada más bajar las escaleras, una sartén sujeta de un cordel cayó del techo y penduló hasta golpear la cara de la semiorca. No le hizo daño, pero era aparatoso.

Jijijijiji...-rió el Gorro Rojo-¡Salteado de verde-duras! Juas, juas...

Abajo, antorchas encendidas iluminaban los corredores. Tras varios requiebros, Quiora cayó en la siguiente trampa. Parecía un pasillo normal y corriente, y Gorro Rojo pudo recorrer el suelo sin problemas, pero el peso de Quiora era mayor y... ¡ZAS! Se abrió una trampilla bajo sus pies. No era mucha caída, tan solo diez pies de profundo, pero las estacas afiladas del fondo estaban deseando agujerear a alguien.

Juas, juas...-rió el Gorro Rojo-¡Cuánto más grande y estúpida, mayor es la caída! Jijijijiji...

Mientras, Sapo y Sish ya habían perdido por completo a los dos corredores de vista. Llegó hasta el mismo comedor por el que había pasado Quiora segundos antes, con unos bancos volcados y una gran mesa alargada, pero en el suelo había restos de huesos de seres humanoides. Había tres caminos: a la izquierda oscuridad; al frente y a la derecha, dos requiebros de pasillos retorcidos, tortuosos, pero bien iluminados. Sapo se volvió justo a tiempo para ver al resto de sus compañeros bajar por las escaleras de caracol al pasillo.

La semiorca sorteó con un ágil movimiento la trampa de la fata y cayó justo delante de sus narices. Seguramente esa imagen agriaría el feliz momento de Gorro Rojo aunque en verdad poco importaba a la bárbara. Le tenía al alcance y eso le dibujó una sonrisa maqueavélica en su feo rostro.

Alzó el hacha sobre su cabeza dispuesta a acabar con la criatura, cuando se acordó que le valía más con vida que hecho filetes.

- Una última oportunidad. Ríndete y guíanos por las brumas o esta noche probaré el asado de fata con patatas!

No sabía si por ahí tenían patatas, pero bueno, con cualquier otro tubérculo se contentaría, no era ninguna sibarita.

¡Divide y vencerás!- Pensó el gnomo al ver los tres caminos disponibles. Le fue suficiente mirar atrás para ver que los demás estaban llegando. Mejor sería tomárselo con calma. Su hipótesis se había cumplido y Quiora había activado todo tipo de ingeniosas trampas en su persecución. Si hubiera ido él primero no lo hubiera contado. No dejaba de mostrar cierta admiración hacia la fata y sus ingeniosas ideas. Como buen gnomo sabía admirar los inventos y las obras de ingeniería.

- La fata es astuta. Vamos a tener que ir paso a paso. Lo que quiere es separarnos y que nos precipitemos. Es su territorio y lo conoce bien.

-Tranquila. Ya ha pasado todo y estás bien, Lucita. No tienes de qué preocuparte -le dijo Genann a la muchacha justo antes de que la muy p... princesa de su madre la arrancara de sus brazos. Ante las palabras de esta prometiendo no matar a la fata, hizo un gesto de reconocimiento con la cabeza-. Gracias.

Y tras aquello, salió corriendo tras el resto del grupo que se adentraba en las entrañas de la tierra. Alcanzó a llegar a donde el camino se dividía en tres y lanzó un conjuro de luz para iluminar el pasaje más oscuro. 

-Tienes razón -señaló ante Sapo-. Lo mejor sería no separarnos e ir barriendo cada pasillo hasta encontrarle. 

¡Ríndete tú, gor-da!-dijo Gorro Rojo.

Esta vez el Gorro Rojo no huyó. Fue directo hacia Quiora para empujarla al foso que había tras de ella. Y lo de "gorda" debió tocarle la fibra a Quiora porque la semiorca no midió las fuerzas y soltó un espadazo casi mortal. El pequeño Gorro Rojo quedó tembloroso e inconsciente en el suelo del túnel. Por lo demás, misión cumplida. Aunque Quiora podría plantearse hacer algo para que su prisionero no se muriese... hacerle unas curas, o llevarlo con los demás para que se encargasen de él. Tendría que dar un pequeño salto para volver por dónde había venido, o podría seguir por las dos escaleras que llegaban al túnel por ese lado: a la izquierda subían, a la derecha bajaban.

A su vez, en el comedor, Genann lanzó el fémur en el que había conjurado la luz al rincón oscuro, iluminando la alacena y al horrible ser que la habitaba.

¡¡¡Ghyrrraaaaaaack!!!

Sapo era muy listo. Sabía que ese ser tan alto como Genann, que agitaba sus tentáculos amenazadoramente, era un tipo de aberración subtipo de las aestyphoides llamado gric azul de las mazmorras, o gricus mazmorrae. También sabía qué comía aquella criatura, lo cual explicaba los huesos humanoides del suelo. Al igual que su primo, el gric verde de las mazmorras, el gric azul también poseía un olfato muy desarrollado, visión nocturna y una resistencia innata a todo lo que no fuesen armas mágicas o conjuros.

Normalmente un "sabelotodo" aprendía rápido a que no debían apabullar a los más ignorantes con demasiados datos, pues éstos, más incultos, solían pagar su frustración a golpes con el susodicho. Sin embargo Sapo era duro de mollera y no comprendía los estándares de las relaciones sociales "normales". Así que aburrió a todos relatando lo que sabía de aquellos seres, sin escatimar en el lenguaje técnico necesario para ello.

Además, mientras hablaba, movía sus pequeñas manos amasando el éter que flotaba en el ambiente. Bien comprimido entre las manos, más y más presión. Los pelos se le iban erizando y chispas y chisporroteos se dejaban ver y oír en torno al mago.

Gorda? GORDA?!

El hacha cayó implacable sobre la desafortunada criatura. A quién se le ocurría llamar gorda a una hembra (de cualquier género). Bien podría haberle preguntado la edad también para terminar desatando su furia, o decir que le había comprado un cachibache para la cocina. Simplemente hay cosas que no se deben decir.

Cuando Gorro Rojo se desplomó en el suelo, Quiora se llevó las manos a la cabeza. Pero qué había hecho?! Ya se le había ido la mano.

Con presteza, colocó el hacha en su lugar, recogió el cuerpo que yacía inerte a sus pies y saltó con fuerza la trampa que le separaba de sus compañeros en busca del adorador de Bane.

- Alaricooooo! Me lo he cargado! Tienes que resucitarlo!

Lo depositó a sus pies, jadeante por la carrera.

Lo siento, es que se ha reído de mí en mis propias narices. Yo no quería, se me fue la mano... - intentó disculparse.

Menon se encontraba en un lugar muy tranquilo, sólo podía ver un horizonte sobre un suelo de nubes, no le llegaba ningún sonido, y a pesar de que no percibía raro, una intranquilidad se iba abriendo paso por su mente, una amenaza primaria que llevaba escrita en su mente por múltiples generaciones, cuanto más pensaba en ello más se oscurecían los alrededores, hasta que a lo lejos algo empezaba a tomar forma... unu horror tentacular y babeante.. un quori! Pero acaso estaba soñando? Eso no era posible!

La cabeza del fémur refulgió brillante animada por la magia del druida quien no dudó en arrojar el hueso a la oscuridad. Ante lo que vio, no pudo evitar que se el descolgara la mandíbula.

-¿Otro horror más? -pensó.

Lo que debería haber sido un camino más resultó ser una alacena con su particular guardián, un bicho asqueroso sobre el cual Sapo disertó como si lo conociera de toda la vida. Era más, como si una de aquellas cosas hubiera sido su mascota de niño, si es que Sapo alguna vez había sido niño.

-Solo magia y armas mágicas. Pues vamos bien -insistió su hemisferio cerebral más negativo.

Pero Sapo había dicho algo interesante. El bicho veía estupendamente bien en la oscuridad y quizá en la mochila de conjuros Genann había algo que pudiera servirle aprovechando el don de la criatura.

-No miréis directamente -advirtió a sus compañeros. Y tras ello, se concentró brevemente y aplaudió dando lugar a una brillante llamarada destinada a cegar al Gric.