Partida Rol por web

El resto de la noche transcurrió con tranquilidad. Cuando regresaron a la sala de baile, los sirvientes de Gabrielle se disponían a llevar los cuerpos de los dos guardias muertos. También cargaban con Menon escaleras arriba en dirección a la habitación. Un sirviente trajo una jaula para el Gorro Rojo, aunque estaba tan malherido que dificilmente recobraría la consciencia en varios días. Las puertas de la mazmorra fueron selladas para que ningún otro peligro pudiese emerger de allí. La señora del castillo también envió un sirviente para atender las heridas de los aventureros.

Al amanecer, antes de estudiar los libros de conjuros o rezar o lo que fuese, bajaron al comedor para desayunar. Menon estaba incapacitado, y cojeaba con dificultad, pero al menos estaba consciente. Lucita no apareció en el comedor, su protectora madre la obligó a desayunar en su habitación, y no saldría de allí hasta que el Gorro Rojo abandonase el castillo. Gabrielle sí hizo su aparición.

¡Que aproveche! No quisiera parecer desagradecida, pero les pediría que se marchasen cuanto antes. Desayunen, preparen su equipaje con tiempo... He preparado un carruaje para que les lleve a Currículo de inmediato. No quiero a esa fata en esta casa. Hubo un tiempo en el que era mi juguete favorito, pero casi me arrebata a mi hija. No lo quiero volver a ver por aquí.

En otro orden de temas... Uno de sus amigos ha desaparecido-dijo por Heian, que ni siquiera les había acompañado en el rescate de Lucita-. También ha desaparecido mi cubertería de plata. Si vuelven a verse con ese vil ratero, denle una apuñalada en la espalda de mi parte.

Gabrielle dió dos aplausos, y un grupo de sirvientes irrumpieron en el comedor. Cada uno de ellos llevaba doblada sobre las manos una tela.

Esto es de mi colección privada. Son capas mágicas de resistencia. Cada una de un color y diseño distintos. También hay una de Lucita, para aquellos que no sean demasiado altos-miró a Sapo-. Es lo menos que puedo hacer después de que la salvaseis. Pero hay alguien a quién también tenéis que ayudar: mi hijo Malocchio. Sea lo que sea lo que le aflige, tenéis que solucionarlo.

El despertar no fue nada agradable para Menon, su movilidad estaba reducida y le dolía todo el cuerpo, pero al menos estaba vivo, algo increíble mientras recordaba como horror la lámpara cayendo sobre él, al menos la fata estaba capturada, pensó en devolverle el favor con algún rayo pero estaba fuertemente custodiada y no era conveniente buscar problemas.

La señora Gabrielle les agradeció todo con las maneras habituales de echarles lo más rápido posible, algo que parece que es lo común en la región, pero les había dado esas capas espaciales que desde luego eran valiosas.

- Gracias por los regalos señora, seguro que podremos ayudar a vuestro hijo. - dice mientras piensa en no volver a confiar en una mujer de grandes pechos.

Había dormido bien pese a todo y aunque aún se sentía magullado y lucía varios cardenales fruto de la lámpara caída sobre él, no estaba demasiado mal a la hora del desayuno que comió con verdaderas ganas. Le había quedado muy claro que las oportunidades de comer como debía comerse eran escasas, así que se dispuso a hacer como decía el refrán. "En la casa del pobre se come todo sin que nada sobre".

La llegada de unos pechos seguidos a corta distancia por Gabrielle Aderre, apenas le entretuvo de su misión gastronómica, aunque parpadeó ante el regalo efectuado por la mujer. Sin pensárselo dos veces, se acercó a uno de los sirviente y cogió una de las capas ofrecidas, aquella que creyó que conjugaba mejor con su condición de druida, y colocándosela de inmediato sobre las espaldas.

-Gracias. Y haremos cuanto esté en nuestras manos -dijo sin quererse comprometer con promesas o juramentos-. Y dad recuerdos a vuestra hija. Espero que esté bien.

Quiora cogió una de las capas. La que parecía una piel de oso. La olisqueó, tiró de lo extremos comprobando su dureza y hasta la masticó para probar la elasticidad del curtido.

Satisfecha por la calidad del objeto emitió un gruñido de agradecimiento y se la colocó sobre los hombros. Como pago por limpiar las mazmorras de gorgojos no estaba nada mal.

Ahora se tendrían que poner en marcha y buscar ese espejo. Y pese a que seguía sin cuadrarle tanta atención materna por parte de esa bruja -si fuera ella a la que su cachorro intentase eliminar, no se lo pensaría dos veces antes de destriparlo- no era quien para dar consejos a nadie.

Aún tenía algunas heridas feas que hubiera sido mejor sanarlas antes de partir, pero pese a todo estaba lista.

Sapo durmió tan a gusto el resto de la noche y se alegró de veras al ver que a la mañana siguiente Menos estaba "recuperado". La fata enjaulada e inconsciente, ¿qué más podían pedir?¡Regalos! Sin importarle lo más mínimo que su capa fuera de niña pequeña se la puso sobre los hombros y buscó un espejo para verse reflejado. Le quedaba estupendamente, o eso pensaba él.

- Gracias. Gracias. Gracias.

Era la segunda vez que los invitaban a irse de un lugar, lo cual no era nada bueno. Tenían una misión bastante clara ahora así que no había más que tratar de ir en línea recta hasta el punto de destino, ya que era el camino más corto. La noticia de que Heian, el sombrerero mudo, ya no estaba allí y que se había llevado la plata, no le extrañó demasiado. Aquel tipo no le había gustado desde el día que lo conoció.

- Tienes que cuidar de la fata, Gennan. Y hacerle cumplir la deuda que te debe.

Sapo y Genann hicieron sus cosas mágicas después del desayuno: leer libros, meditar... Mientras, los demás empaquetaron las cosas para marcharse. En el patio de armas, empezaron a poner las mochilas sobre la diligencia asegurando las cuerdas. En el pescante, junto al conductor, había hueco para un pasajero. Otros cuatro podrían ir dentro de la cabina. Pero eran siete...

Supongo que los de la cabina podrán llevar sobre las rodillas a Sapo y a la jaula de Gorro Rojo...-conjeturó Gabrielle, dando posible solución.

A Sapo no le iba a gustar lo del contacto físico. Tal vez podrían llevar a Gorro Rojo inconsciente en el regazo y meter a Sapo en la jaula, con unos bonitos barrotes interponiéndose entre el gnomo y toda posibilidad de contacto físico. También podían llevar la jaula arriba, atado a la vaca con las mochilas.

Si preferís no ir tan apretados, el calesero se puede quedar aquí. Así seríais dos en el pescante, y uno de vosotros llevaría el carro. Pero si no tengo un sirviente para que me traiga la diligencia de vuelta, haré una carta que tendréis que entregar a mi contacto en Currículo para que me traiga la carroza de vuelta.

Justo entonces llegaron al patio de armas Sapo y Genann, con sus conjuros recién preparados para iniciar el viaje. Así, ellos también pudieron participar de la asignación de asientos. Genann miró hacia arriba, a una de las ventanas de la torre del homenaje...

Desde lo alto, Lucita Aderre movió su pequeña manita para decirle adiós a su intrépido druida.

Les decía a vuestros compañeros-dijo a Genann y Sapo-que tal vez el gnomo pudiese ir en brazos de un compañero. Si no, también podéis dejar aquí al conductor. ¿Alguno tiene idea de llevar carruajes o se le dan bien los caballos? Podría ceder caballos a los jinetes que quieran ir junto al carro en lugar de dentro.

Ante la propuesta de la sesuda mujer Sapo metió la mano nervioso bajo las ropas, haciendo movimientos extraños. Manoseaba compulsivamente la daga, su pincho, para sacarlo en caso de que alguien osara a pensar que podría llevarlo en el regazo todo ese tiempo en el carromato.

- Druida, tú sabrás llevar el carromato, ¿no? Y si no a mí no se me dan mal los animales.- Eran más fáciles de comprender que las personas. Mira si no con Shish, su serpiente, lo bien que se llevaba.

Parece que hay algunas dudas con respecto al transporte, pero tampoco es un problemática fácil de resolver. 

- Gennan seguro que puede conducir el carro sin problemas, así no tiene que acompañarnos alguien que no tiene experiencia y no tenemos que preocuparnos por protegerlo - como si aquí se protegiera ha alguien ... - nosotros solos nos manejamos bastante bien.

No sabía montar a caballo así que descartada la opción dada por la vistani de llevar montura aparte. Lo de poner a alguien en su regazo, no estaba por la labor ni aunque se lo suplicasen.

Hay más opciones- propuso la mestiza-. Podemos ganarnos el puesto en el carro con una sana pelea a puñetazos. Los primeros que caigan noqueados van corriendo detrás. Qué os parece?

Obviamente no era una buena idea, pero qué otra cosa se podía esperar de la semiorca.

Cómo no podía ser de otra manera, Fedora se quedó con la capa roja, porqué así lo había decidido. Ella pensaba que era una prenda para el frío o para algo más elegante, aunque sus camaradas le habían dicho que era mágica ella lo descartaba ya que no le permitía volar.
Tras los regalos y la ayuda de la gitana tetona, la norteña se despidió y dió las gracias, como el resto, pero ahora tenían en duda como deberían ir en aquel carro de caballos.
- No nesesitarrrr escolta. Quiorrrra y yo irrrr dentro vigilando Rrrrrra..... Fata, quirrrrrierrrr desirrrrr fata. Drrrruida y Sapo llevarrrr rrrriendas caballos, solo esperrrrarrrr porrrr nuestrrrro bien que llevarrrr mejor con caballos que con perrrros. - La guerrera también eludió mencionar a Aparición, pues también pensaba que iba a caballo.

La vio en lo alto de la torre, agitando su mano a modo de saludo e hizo lo propio. Aquella niña viviría y lo haría gracias a él. Y sintiéndose satisfecho, acompañó su saludo de una amplia sonrisa. Pero acabó volviéndose hacia los suyos.

-No creo haber manejado un carro en mi vida -dijo Genann con sinceridad-, pero si creéis que puedo manejarlo, lo intentaré.

Era cierto que sí tenía cierta mano con los animales, aunque en el caso de los perros parecían especialmente reacios a dejarse llevar por su carismático atractivo.

-Pero la fata debe viajar con unas mínimas comodidades. Debe recuperarse y para ello, necesita descansar en las mejores condiciones posibles -afirmó, antes de mirar a Sapo y asentir con la cabeza-. Haré cuanto esté en mis manos.

1.- Detectar magia. Detecta conj. y obj. mágicos a 60 pies (18 m).
Luz. Un objeto brilla como una antorcha.
Llamarada. Deslumbra a una criatura (-1 a las tiradas de ataque).

2.- Curar heridas leves. Cura 1d8 pg de daño +1/nivel (máximo +5).
Enmarañar. Plantas enmarañan a todos a 40 pies (12 m).

Finalmente, la cosa quedó así... En el pescante, Genann llevaba las riendas acompañado por Sapo. En la cabina, mirando hacia atrás, Alarico y Quiora se quedaron con los peores sitios, seguramente por no mostrar demasiado interés en la distribución de puestos. Menon y Fedora iban más atrás, también dentro de la cabina, pero mirando hacia delante. Y a pesar de las inclinaciones de Genann para tratar dignamente al Gorro Rojo, él no estaba dentro de la cabina para fiscalizarlo, y la jaula y cómo se tratase a la "rrr... fata" quedaba en el seno de Fedora.

El primer tramo de la ruta no tuvo mayores complicaciones. El cielo estaba encapotado, pero no llovía. En una situación de calma, los caballos respondieron a Genann con disciplinado galope. Por supuesto, la calma no podía durar mucho tiempo. Entre los árboles, en paralelo al carruaje, se movía veloz una fugaz sombra...

Genann parecía feliz al pescante del carruaje, manejando los caballos con más pericia de la que en principio hubiera podido imaginarse en él. De hecho, estaba disfrutando del paseo y aunque no podía ver qué es lo que estaba haciendo la cuadrilla dentro de la cabina y cómo tratarían a la fata, tampoco creía que lo estuvieran maltratando.

El cielo estaba gris y amenzaba lluvia aunque de momento les había otorgado una tregua. Por experiencia, el druida sabía que las cosas buenas solían agotarse muy pronto dando paso a todo tipo de situaciones cuando menos penosas. Que se rompiera un eje, que una rueda se soltara al pasar por un bache, que un caballo se rompiera, los dioses no lo quisieran, una pata... Pero también había aprendido a disfrutar de aquellos momentos, como de un oasis en el desierto. Así que mientras sujetaba las riendas y chasqueba la lengua de vez en cuando para animar a los caballos, cantaba por lo bajini.

Doce cascabeles lleva mi caballo por la carretera
Y un par de claveles al pelo prendío lleva mi romera.

Y la carreta que va p´alante
Mil campanillas lleva sonando
Y hasta las ruedas hacen su cante
Porque los ejes van repicando.

En un momento dado miró de reojo a Sapo. Como romera no se lo imaginaba y con dos claveles reventones en el pelo tampoco, pero no era un mal compañero de viaje. Sabía guardar silencio, posiblemente sumergido en sus propios e inaccesibles pensamientos, y cuando hablaba, era entretenido. O al menos a él se lo parecía.

De pronto le vio echar un vistazo hacia el costado.

-¿Ocurre algo, Sapo? -preguntó más que nada por iniciar una conversación.

Al final nadie se había animado a hacer un poco de ejercicio antes de subirse al carro. Que gente más aburrida!

Se terminó sentando en el sitio que quedaba, le daba igual uno que otro. Pronto cerró los ojos y se dejó mecer por el vaivén del carro, sin atreverse a quedarse dormida aunque sí algo traspuesta.

Alarico estaba muy silencioso tras la hosca despedida por parte de Gabrielle. Al final el sacerdote de Bane tenía la sensación, desagradable, que eran manipulados por todos, obligados a ir de un sitio a otro, con poca información, y de forma harto desabrida. Había intentado, por momentos, encontrar un poquito de sentido a toda la historia, pero en los últimos días la grosería de la gitana y, ahora, la actuación de Gabrielle Aderre, le habían molestado.

Además, para ser sincero, echaba de menos a Alanis. Hubiera sido una buena aliada, o si no daba la talla, como esclava tampoco hubiera estado nada mal. Era todo muy lamentable. Ni siquiera había protestado por ir en el peor sitio, al menos, miraría al exterior, lo que no estaba mal si había problemas. O, mejor dicho, cuando hubiera problemas. Siempre los había.

- A veces uno tiene ganas de matarlos a todos, la verdad- murmuró ligeramente hastiado mirando al lugar que abandonaban.

Menon estaba sentado deseando que se parara el carro desde el primer momento que se pusieron en marcha, estaba lo bastante mal como para no tener ganas de nada, mucho menos de mirar fuera.

- Alarico no tendrás disponible algo de magia curativa disponible?

Alarico miró unos instantes a Menon y, tras un instante de duda, asintió, e invocó los poderes de Bane para curar, en primer lugar, sus propias heridas, y acto seguido, las de Menon. 

Sapo movía al "descompás" las piernas que le colgaban en el pescante del carro, junto al druida. Le gustaban las canciones pero, como le pasaba con esta, no comprendía la letra bien. A la pregunta del druida le expuso sus tribulaciones.

- La letra de la canción está llena de incongruencias. El caballo lleva doce cascabales y la carreta mil campanillas. No es muy creíble. Eso sin hablar de que las ruedas no cantan pues ni tienen boca ni un sistema de cuerdas vocales como podemos tener tú y yo. La melodía, eso sí, tiene su gracia. Lalalalalalalaaaaaaaa.- El que no tenía ninguna gracia entonando era Sapo.