Partida Rol por web

El odem que poseía el cuerpo de la norteña había entrado en un frenesí guerrero y prosiguió dando bastardazos con la espada de Fedora a diestro y siniestro. En esta ocasión, a quién tenía más a mano era uno de los soldados y ahí que puso sus miras y el filo de la hoja.

¡Padre! ¡Padre!

La voz del campesino sobresaltó a Sapo. El gundarakí no pudo ver al gnomo, y se limitó a acunclillarse al lado del cuerpo de Corvino mientras sollozaba. Extraña reacción, incluso para un sucio traidor del este. Pero Sapo ya había obtenido aceite, pedernal e incluso una lámpara, y todos los objetos se habían vuelto invisibles en sus brazos. El Odem del gnomo accedió a los recuerdos de Sapo, cuando su maestro presumió de magia de la invisibilidad, pero Sapo pudo encontrarle gracias al humo de la pipa: todo lo que se aleje del portador será visible, lo que sostenga y lleve puesto sería invisible.

Los cinco campesinos que quedaban en la playa fueron objeto de un conjuro de manos ardientes de Dalabrac. El fuego incapacitó al que Corvino había herido, pero los otros cuatro acorralaron a Dalabrac. Era un cuerpo lo suficientemente pequeño como para esquivar todas las hoces, pero no siempre tendría tanta suerte.

En cuanto a Fedora, encaró a los dos soldados que custodiaban el polvorín. La posesa hirió a uno de los guerreros antes de verse flanqueada por el otro y notar el frío acero clavársele en un muslo.

Heian seguía desamarrando barcazas del muelle. Ya solo quedaba un bote, y podría utilizarlo para huír si quería, aunque ese no era el propósito de aquel ataque.

Genann, por su parte, vió la figura del joven en camisón (lo que se suele llevar para dormir en aquellos tiempos, no era un intento de disfraz para travestirse) llegar a la puerta de la iglesia y abrirla con una llave.

Y sobre el Odem que había poseído a Corvino... Se había desorientado completamente. A estas alturas se podía conformar con un gato o una rata, porque lo que era encontrar y meterse dentro del cuerpo de un soldado se antojaba difícil.

.... XP ...

Avanzó todo lo sigilosa y cautamente que pudo hasta alcanzar la puerta de la iglesia que el joven había abierto. Por cómo iba vestido, debía haberse despertado con la bulla organizada pero qué le había llevado a abandonar la seguridad de su cama para cruzar el pueblo y abrir las puertas del templo, llenaba de curiosidad a Romesku.

Con suavidad y una vez alcanzado el umbral de la iglesia, el druida poseído empujó la puerta poco a poco, lo justo para permitirle ver el interior y decidir cuál sería su próximo paso.

Heian continuaba con su plan de hacer que los botes se los llevase la corriente. Ese era su objetivo principal y eso es lo que estaba haciendo. No tenía mucha intención de ayudar con los ataques que estaban sufriendo sus compañeros, así que cuando llegase el momento de enfrentarse a ellos ya vería qué haría en ese caso. 

Sin mirar atrás, obviando la conmovedora escena que tenía lugar al reencontrarse hijo con padre ausente, el invisible gnomo correteó en dirección hacia el polvorín. Ahora le hubiera gustado haber poseído a un ser con las piernas más largas, pero no podía quejarse. Seguramente ahora no estaría cubierto pro aquel manto de invisibilidad tan confortable y donde se sentía tan a gusto.

Genann llegó al nártex de la iglesia. A su derecha, la luz de la luna se filtraba por el campanario iluminando al joven empijamado. Fue entonces cuando el Odem se dió cuenta de cuales eran sus intenciones. El gundarakí estaba desatando la cuerda de la campana. Su uso era obvio en la situación en la que se encontraba el pueblo: hacer sonar la campana para llamar a las armas y dar la alerta. Hasta ahora se habían enfrentado a los más "avispaos", a los que cuando oyeron el jaleo en la calle se pertrecharon y salieron temiéndose el ataque que era. Si Genann no evitaba el repicar de la campana, las cosas se iban a poner muy feas.

En la playa, cuatro de los campesinos trataban de matar al huidizo Dalabrac mientras que el quinto de ellos intentaba salvar a Corvino.

¡Padre! ¡Padre!

En el muelle, Heian terminó de soltar el último bote, y de paso también terminó con sus excusas para eludir el combate.

En cuanto a Sapo, llegó a la puerta del polvorín, y se la encontró cerrada. A su lado, los dos soldados seguían luchando con Fedora...

El Odem que había salido de Corvino olió vida más adelante. Avanzó a tientas en la oscuridad etérea. Allí encontró al resto de visitantes de Beltis, los que habían logrado escapar de la aldea sin ser poseídos. Pero había con ellos alguien más, un anciano que no había visto en la vida.

Entonces le deslumbró una luz, y escuchó una orden. Para cuando se recuperó de las fuerzas que le obligaban, estaba encerrado en el interior de un cristal prismático. Varias facetas lisas le impedían salir en cualquier dirección hacia la que se dirigiese, y ni siquiera su cuerpo etéreo pudo cruzar la forma física del cristal.

El Odem que había escapado del cuerpo de Corvino acababa de ser atrapado.

Sin botes que soltar se quedó mirando el espectáculo que daban sus compañeros. No tenía muchas ganas de andar llenando de callos las estupendas manos que tenía aquel frasco en el que se hallaba, pero cuando vio al odem que poseía el cuerpo de la semiorca de los pechotes decidió acercarse a él lo más sigliosamente posible y sin llamar la atención de ningún enemigo más. Al fin y al cabo todo aquello había sido culpa de él, por haber tocado donde no había debido así que no estaría demás ayudar a la mujer.

Aquel asqueroso gundakarí, con aquel camisón que a la luz de la luna transparentaba la silueta de sus campanillas, estaba intentando despertar incluso a los muertos con el repique de la campana de la iglesia. Era hora de actuar con rapidez pese a ser el dueño del cuerpo de un manta. De haber estado las velas encendidas, hubiera cogido una para dar fuego a aquella amenaza. Pero estaban apagadas y Romesku se lamentó una vez más de que le hubiera tocado el más sinsorgo de los druidas del mundo.

Lo único que tenía eran unos hechizos de mierda, que no valían para nada, y unas habilidades de lucha que en el mejor de los casos harían reír a los perros. Aún así, tenía que dejar a aquel tipo fuera de combate. Romesku se planteó abandonar a Genann y poseer al gundakarí, pero no había seguridad en que la posesión se consumara o que lo hiciera a tiempo, antes de que sonara la alerta campanaria.

Así que enarboló su bastón y cargó contra aquel cerdo asesino violador.

Corvino estaba pálido. Algo había cambiado en su estado. Empero, esto resultaba inperceptible, máxime con la volencia produciéndose alrededor.

No estaba fuera de peligro, ni mucho menos. Y aunque sobreviviera, tendría que vérselas con una aldea de campesinos deseosos de hacer pagar a alguien por el ataque nocturno.

La cosa estaba bien complicada para el antiguo leñador, y Corvino aún no sabía ni de la misa la media.

¡Mierda!- Se había hecho ilusiones con llegar al polvorín y hacerlo estallar. Ahora que se encontraba en aquel cuerpo miserable y diminuto frente a la grandiosa puerta lo veía casi imposible. Por nada del mundo quería salir de su estado de invisibilidad. Sus estrábicos ojos se posaron en el cuerpo de la grandiosa guerrera que luchaba contra los soldados. Seguro que el odem que la controlaba podría ayudarle a abrir la puerta. Para ello tendría que deshacerse primero de ellos, claro estaba.

Por si la suerte estuviera con él se apoyó en la puerta y empujó con fuerza por si estuviera abierta. Nada. Pesaba más que un muerto. No le iba a quedar otra que ayudar a la mujer.

Como fuera de sí, como poseída como no lo había estado nunca, Fedora atizó un bastardazo con una de sus hojas al pobre diablo que tenía más cerca. Pero aquella mujer que se relamía olisqueando el olor metálico de la sangre no era la norteña sino otra cosa...

 Ey, muchachos!- se dirigió así, a los aldeanos, avisándoles de sus intenciones- Dejadme a mí a ese mediano. Yo me encargo de él!

La voz de Quiora les sorprendió a todos. La salvaje bajó corriendo de la cresta rocosa para cruzar la playa. Los aldeanos se separaron al verla llegar, y el mango del hacha golpeó en la cabeza de Dalabrac, clavándolo en la arena. El Odem salió del cuerpo del mediano, como un gas por sus fosas nasales, y se materializó delante de Quiora.

Mientras, la espada de Fedora derrotaba a uno de los soldados antes de que el otro se la clavase (la espada) en el torso. Fedora cayó al suelo justo cuando Heian llegaba para encarar al último guardián del polvorín.

Por último, en la iglesia, el bastonazo que se llevó el joven le hizo desistir de tocar la campana: lo primero era defenderse. Empezó a conjurar intentando que Genann no le golpease, pero cada vez que le esquivaba tenía que empezar de nuevo a recitar el hechizo.

Romesku casi tuvo un orgasmo cuando el bastonazo dio de lleno, pero no se las prometía felices sabiendo que las manos que esgrimían aquel madero eran las del druida. Aun  así, no podía permitirse caer en el pesimismo. Aquel gundarakí de mierda parecía poseer algún tipo de magia y como le zurrase con un conjuro, las cosas iban a ponerse feas. Así que con más voluntad que pericia, descargó un segundo varazo con la mente puesta solo en las atrocidades que aquel tipo y los suyos habían cometido en su pueblo. 

Al contrario que cuando vio caer al tal Corvino ese, ver caer a la pechugona sí que le dio un bajonazo muy chungo. 

¿Y ahora qué?- El gnomo molaba, tenía su aquel, su chispita con eso de la magia, pero solo no iba a ninguna parte. Tenía el polvorín a tiro de piedra y no podía hacerlo estallar por los aires.- ¡Piensa, joder! ¿O es que se te licuó el cerebro al hacerte un espectro intangible?

Primero necesitaba acabar con el soldado y luego necesitaba encontrar la puta llave o a alguien que pudiera ayudarlo a abrir la puerta. Miró alrededor y allí vio al hombrecillo del sombrero, también poseído. No le había visto hacer nada memorable con su nuevo cuerpo, pero quizá aún estuviera a tiempo. Con la esperanza de que hiciera algo, invisible como estaba, se dirigió al cuerpo caído del soldado para registrarlo en busca de la llave.

El odem del estúpido sombrero llegó junto al cuerpo de Fedora y no pudo evitar ponerse de rodillas para tocarle un pecho. Le había gustado mucho la sensación que había sentido antes, era como estar vivo de nuevo, y ahora que la mujer estaba inconsciente no iba a ser capaz de ponerse a gritar como antes.

Después buscó entre sus pertenencias y encontró un par de cosas que le podrían resultar útiles ahora y luego. Primero encontró un juego de ganzúas que le podrían servir para abrir el polvorín y ver qué había dentro y lo segundo fue una poción que derramó sobre la boca de la casi difunta. Al fin y al cabo él era el culpable de lo que le había pasado y empezaba a sentir cierto remordimiento de conciencia, al menos por ella, pero no tanto por los demás. 

Todo pasó muy rápido. Genann logró derrotar al joven del camisón, quedándose solo en la iglesia, pero en el polvorín las cosas eran más caóticas. Ejemplo de ello era Sapo, que registraba una y otra vez el mismo bolsillo del gundarakí a pesar de no haber encontrado nada la primera vez.

El soldado que quedaba en pie no tenía la menor idea de si Heian era amigo o enemigo, así que no le atacó. El muchacho ni siquiera tenía muy claro qué carajo estaba haciendo Heian acunclillándose y dando de beber un misterioso líquido a Fedora. El Odem de Fedora, que empezó a salir en forma de humo, reculó al instante al notar que su "traje" estaba recuperando la conciencia. Fedora pestañeó, tumbada en el suelo, y su Odem estaba de nuevo al mando.

 Tranquilo, ya te ayudo!-dijo a Heian, desde lo lejos.

La semiorca surgió de una de las calles, cargando como un búfalo, pero con el control de un insecto zapatero caminando por el agua. Golpeó con el ástil de madera del hacha en la cabeza de Heian, dejándolo inconsciente.

Heian ayudó a Fedora a volver a ponerse en pie cuando sintió un duro golpe en el cogote que lo dejó totalmente inconsciente. En ese momento sintió como el odem que poseía su cuerpo estaba haciendo esfuerzos por salir de allí. Heian quería que lo abandonara y lo dejara en paz, la sensación que había sentido había sido muy extraña, a veces se había sentido a gusto y libre de poder actuar y opinar si represión y otras sumamente incómodo por la frialdad de aquel ser y sus pensamientos.

Fuera como fuese el sombrerero se peleaba con el odem para que lo abandonara y mientras había caído inconsciente y gravemente herido. Solo confiaba en que Fedora le devolviera el favor y le ayudase o al menos acabase con quien le había hecho eso.

Fedora había vuelto, pero estaba todo oscuro. Sintió como el poseedor de su cuerpo se alejaba y también si tió que le dolía el pecho derecho, aunque aquello,era otro misterio que, de resolverse, acabaría con la vida de alguien de una forma lenta y dolorosa. Pero lo peor estaba por llegar. La norteña,sintió que recuperaba las fuerzas gracias a algún 5ta po de brebaje, solo para darse cuenta, inconscientemente, de que el usurpador odem volvía a su cuerpo.

- ¡Y yo te ayudarë a ti, sucia piel verde! - Respondió a Quiora, acompañando sus palabras de un mando le a ambas manos,de una de sus espadas bastardas, sin miramientos.