Partida Rol por web

Anoche Beltis fue asaltada por los gundarakíes de la vecina aldea de Valetta. Esos bárbaros asaltaron nuestros hogares, mataron a nuestros hijos y violaron a nuestras mujeres... para luego matarlas, y después violar sus cadáveres. Prendieron fuego a sus cadáveres, temiendo el regreso de los muertos vivientes.

Lo que los gundarakíes no sabían era que los muertos vivientes no necesitaban de un cuerpo, o por lo menos no del mismo que usaron en vida. Algunos de los Odem, espíritus de la venganza, lograron ocupar los cuerpos de cinco aventureros que accidentalmente habían pasado por Beltis con a saber qué intenciones. Ahora podrían interactuar con la realidad, vengarse de Valetta, ir al pueblo vecino a causar una masacre.

¿Papá?

Aquel fantasma era desconocido para todos. No pertenecía a ninguna niña que los Odem conociesen. A quién sí conocían era al niño que había en el suelo: Reevis, un beltiano de pro. Reevis permanecía desmayado en el suelo. Era el único superviviente del ataque de los gundarakíes. Sin embargo, Reevis era demasiado débil. Poseer al niño no les serviría para llevar a cabo su venganza.

Tanto Beltis como Valetta estaban en la misma orilla del río Musarde, a los pies de la Cresta de C'martan. Eso convertía el banco de arena que separaba a ambos pueblos en un campo de batalla: empalizadas, trincheras y atalayas de madera. Llegar a Valetta atravesando esa zona de guerra no iba a ser nada fácil.

Padre ya no está aquí, niña. La mirada relajada de Corvino había mutado en un gesto de ira y satisfacción sádica aunados.

Nuestra paciencia se ha visto recompensada hermanas. Ahora podremos reclamar venganza sobre esos despreciables valettanos gundakaritas.

Sin pensárselo demasiado el espectro preso de una furia vengativa dirigió sus pasos  la embarcación.

Usaremos la nave para rodear la cresta y llegar a Valetta como simples viajeros amistosos. Oero una vez en la aldea les haremos pagar por su error. Apretaba los dientes con furia.

La sed de venganza lo inundaba todo, incluso el mundanal ruido que normalmente aturdía a Miscelo. Era extraño...tranquilizador incluso. Pro primera vez en su vida en su cabeza había paz. Una paz sólo incompleta por un deseo negado, el de la venganza.

- Oh, sí.- Añadió a lo dicho por el sabio viejo.- Debemos aprovechas su aspecto inofensivo y, cuando menos se lo esperen, hacerles pagar lo que han hecho.- El ya desfigurado rostro del gnomo sin nariz se retorció en una desagradable mueca cuando rió de forma incontrolada al imaginarse usando los nuevos poderes que el Destino le había otrogado contra aquellos que habían acabado con su vida con tanta saña.- Debemos estar especialmente atentos a aquellos que puedan darse cuenta de lo que aquí ha pasado.

Vaya asquerosidad de cuerpos habéis ido a poseer. Le dijo a sus compañeros. ¿Y tú quién eres? Le preguntó a la niña que desconocía. Dos gnomos, uno demasiado feo, un viejo y tú... dijo mirando a Fedora. Al menos yo he cogido al más atractivo de todos, aunque no entiendo por qué lleva este estúpido sombrero. 

Estaba conforme con el cuerpo que había obtenido, se sentía en superioridad respecto de sus no-tan-iguales y aunque sentía la necesidad de ser él quien diese las órdenes comprendió que lo que el viejo había dicho tenía todo el sentido del mundo y era buena la idea que habían dicho. 

Tratemos de pasar todo lo desapercibido que podamos, no me quitaré este asqueroso sombrero, puede que me sirva para algo. 

- Pues esta mujerzuela tiene buenas ubres para amamantar... - Dijo estrujándose los pechos a si misma la norteña, con una extraña voz y salibando. - ... Me muero de ganas por ver de que es capaz este cuerpo. Parece bastante fuerte, al fin y al cabo...

El atractivo o no del cuerpo no le importaba tanto, aunque lo de los enormes pechos de la guerrera le llamaban poderosamente la atención al usurpador del cuerpo de Fedora que, por otra parte, ya estaba bastante acostumbrada a ser poseída por una u otra personalidad suya. Ahora, la pobre norteña se encontraba en el mismo lugar al que iban a parar Suse y Xandra, cuando Fedora era la que "dirigía" su forma física.

- ¿Desapercibidos dices, guaperas? Pues mejor será que no abramos mucho la boca. Al menos yo. Esta tipa tenía un extraño acento que no se imitar... ¡Y quítate ese estúpido sombrero de una vez! - Espetó a su compañero.

Abandonaron al niño inconsciente en la calle, más por desinterés que por crueldad. Tenían sus objetivos claros, y primero debían buscar el modo de llegar a Valetta lo antes posible.

Caminaban por lo que ayer se llamaba la calle de las flores. Hoy sus macetas estaban volcadas y rotas por la guerra, y el olor en el aire era el de los cuerpos incinerados. Al pasar la esquina de la casa del maestro pudieron ver al fondo al Virago. Los Odem conocían el nombre del balandro gracias a los recuerdos de los cuerpos anfitriones.

Antes de que pudieran acercarse, el Virago levó anclas y se alejó contracorriente en dirección a Valetta. A pesar de todo, si lo que querían era llegar en barco, había botes saboteados por los gundarakíes. Flotaban semihundidos cerca del muelle. Con una de las cuerdas del puerto podrían tirar de alguna jalana para arrastrarla a tierra firme, drenar el agua y reparar el casco. Las tareas de carpintería llevarían un par de horas, y entre los Odem que habían poseído los cuerpos había espíritus con conocimientos de ebanistería y marinería.

—Maldita sea. ¡Ese marinero traidor nos ha dejado tirados! Le daremos su merecido si volvemos a toparnos con él.— Agitó el puño en el aire.

—Bien. Manos a la obra. Busquemos herramientas para reparar estos botes. ¿Alguno de vosotros era Antonino, el carpintero?— Sintió la ropa pegada al cuerpo. —Por cierto. Este tipo en el que estoy metido está empapado. Debería buscarle algo de ropa para cambiarle. —

Ninguno de ellos era Antonino. Los cuerpos poseídos tampoco eran carpinteros, pero tenían recuerdos de una vez que vieron arreglar la rueda de un carro. Bueno, fue el gnomo el que había prestado atención, y tenía los recuerdos más nítidos.

Mientras los demás se dedicaron a recuperar del agua algunos remos, el Odem que había poseído a Corvino se dió una vuelta buscando algo de ropa. En las casas encontró cuerpos calcinados, con la ropa pegada a la piel abrasada. Aquello era un recordatorio de todo el odio que tenían la obligación de sentir hacia el pueblo vecino de Valetta.

¿Quién quemó todas las casas? Así no vas a conseguir ropa seca.

Corvino miró al fantasma de su hija. No era la hija del Odem, pero recordaba la relación entre ella y el darkonés cuyo cuerpo había ocupado. Recordaba la tragedia. Una versión reducida a pequeña escala de la matanza sufrida en Beltis, que en lugar de afectar a todo un pueblo solo llevó desolación a una única familia.

¿Tenías una hija antes de entrar en mi papá? Me refiero a cuando estabas vivo...

En cuanto a la ropa... la niña tenía razón. Los gundarakíes habían prendido fuego a las casas, y toda la ropa guardada en sus dormitorios seguro que habría ardido en el proceso. Corvino no podría encontrar ropa seca hasta llegar a Valetta, y primero necesitarían llegar allí.

Debió haberlo pensado antes. Evidentemente ya no quedaba atuendo alguno que ponerse en aquél antiguo pueblo. Los rostros cadavéricos de sus antiguos vecinos parecían sonreirla. Uno de ellos era su reciente marido. Ellos ahora descansaban en paz, pero por alguna razón, ella no.

Aquella molesta niña de nuevo.

—No, no tenía hijos aún. Acababa de casarme. Pero eso no importa ahora. Estamos ambos muertos, al fin y al cabo.— Al recordar que aquella espectro le había llamado papá ató cabos. —Tal vez tu padre se reúna contigo pronto. Cuando lleguemos a la aldea de los gundarakies que hicieron esto se desatará violencia. Puede que muera en el asalto. — Pensó un segundo. —Si vas a pedirme que libere a tu padre, olvídalo. Es mi único medio para hacer pagar a esos bastardos por lo que nos han hecho.—

—De todos modos, da igual. este es un mundo despreciable y cruel. No hay buena gente. Todo el mundo merece morir. Tu misma tampoco tienes pinta de haber tenido una muerte plácida precisamente, si no, no estarías aquí.— Salió de la cabaña desistiendo de encontrar ropa seca en busca de los demás para ayudarles a reparar las balsas.

—Se me ha ocurrido algo. Ven con nosotros, y cuando estemos en la aldea gundakarita podrás poseer el cuerpo de un adulto y ayudarnos a reclamar muestra venganza. Tal vez no puedas hacérselo pagar a los que te hicieron esto, pero si que podrás liberar algo de tu ira contra seres despreciables que merecen morir. De mujer a mujer, ¿qué me dices?—

Para aquellos que hubieran conocido a Sapo podía ser curioso el cambio físico que había dado el gnomo. No es que la nariz le hubiera crecido de repente, ni que los ojos se le hubieran metido más adentro, como los de una persona normal, más bien era el porte. Andaba un poco más estirado, sin chepa, y con una actitud mucho más segura de sí mismo. Normal. Ahora no tenía que lidiar con su loca cabecita y no tenía que mantener una distancia prudencial con los demás para que no lo tocaran.

- Hagamos caso al viejo. Vamos atraer una de esas barcas y repararlas. Menos da una piedra, ¿no? Con este cuerpo poco puedo hacer yo.  Tiene poder dentro, no lo dudo, pero es pequeño. 

El fantasma de la niña habló al Odem del cuerpo de Corvino...

Los adultos habláis con palabras que los niños no entendemos. Yo no quiero un cuerpo de la otra aldea. Yo quería MÍ cuerpo. Y no puedo recuperarlo para conseguir que mi papá vuelva a sonreír. Pero... pero voy a ir contigo, para cuidar de que al cuerpo de mi papá no le pase nada malo.

Cuando Corvino volvió al muelle de Beltis, sin haber logrado su propósito de tener ropa seca, los demás ya habían terminado de remendar un bote y reunir cuatro remos. Fedora tenía el cuerpo más fuerte, y podía remar a dos manos, pero Corvino y Heian deberían manejar solo un remo cada uno. Los cuerpos de Dalabrac y Sapo no eran adecuados para la tarea, y no podían ayudar por el momento de otra manera que de lastre.

Se pusieron a remar. Contracorriente. Era difícil, y avanzaban con lentitud. De pronto, Dalabrac se puso en pie sobre la chalana, como si hubiese visto algo en el río.

 ¡Remeros! ¡Virad! ¡Remad solo por el lado izquierdo!

El bote giró, dejando su lado más largo atravesado en el ancho río. Eso ofreció más superficie a la que agarrarse cuando Genann fue arrastrado por el agua hasta ellos. Acababan de recuperar a un aliado para llevar a cabo sus fines.

-¡Es uno de ellos!- Saltó todo excitado el gnomo, advertido por el otro compañero de cuerpo más pequeño. El malvado espíritu extraía información de los recuerdos de Sapo. - No sé si haremos bien en rescatarlo. Es gafe. Trae con él la marca de la miseria. Aunque de perdidos al río...- Poco más podía esperar en la vida...no-vida, aquel espíritu. Sólo venganza. Los demás infortunios que pudieran pasarle le traían sin cuidado por lo que al final trató de sacar un brazo hacia el agua para coger a aquel desafortunado tipo por los pelos.

Había conseguido escapar de aquella banda de gilipollas que convertía en bueno a un saco de patatas. Lamentablemente, en su huida se había interpuesto aquel perro, lo cual parecía una constante del penoso druida al que había poseido. Por ello no había podido alcanzar la orilla de Beltis, refugiarse en la noche y poseer a alguien con poder dentro de aquella odiosa comunidad. Pero al menos, había visto cosas que podían serle de ayuda.

No obstante, su prioridad ahora era mantener a flote aquel saco de carne y dejarse llevar por la corriente hasta su hogar.

-¿Gafe? -dijo por encima del rumor de las aguas-. ¿Y lo dice alguien que para mirar de frente tiene que taparse un ojo? Más te hubiera valido que en vez de arrancarte la nariz te hubieran dejado tuerto. Ahora cállate y ayúdame a subir. Tenemos trabajo que hacer.

Una vez subido Genann al bote, no solo sirvió para añadir peso a una embarcación precaria. También permitió turnarse a los remos y llegar más descansados a Valetta. La playa que servía de antesala al pueblo estaba llena de defensas, incluyendo una balista y un par de cañones. Todo ese material estaba sin vigilancia, salvo por una atalaya de madera en la que se oía roncar a un vigía junto a una linterna sorda encendida.

Tras esas defensas estaba el muelle, en el que había atracado el Virago, el balandro de una sola vela en el que se habían alejado los otros viajeros para no ser poseídos.

El pueblo estaba iluminado por farolillos y decorado por guirnaldas. Había mesas grandes con restos de comida abandonados a su suerte con bancos para sentarse a comer al aire libre en plena noche. La fiesta había acabado: solo quedaban en la calle algunos hombres que dormían sobre algunos bancos, mesas o incluso tirados por los suelos de las calles. Alguno de estos humanos aún estaba abrazados a botellas de distintos alcoholes.

Valetta contaba con tres edificios bien diferenciados del resto de viviendas. Uno de ellos era una iglesia de madera con campanario. Otro era de piedra, robusto y sin ventanas. El tercero, el más grande, era una especie de lonja a las afueras, al este, con paredes de ladrillo y ventanales amplios a veinte pies del suelo.

- ¿A mí qué me cuentas? Yo no elegí este cuerpo, me quedé con lo que pude.- Protestó el furibundo Odem a punto de retirar su mano para ayudar a subir el cuerpo del druida. Una vez todos a bordo de la precaria embarcación señaló hacia Valetta.

- Miradlos.- Dijo con sonoro desprecio.- Festejando su cruel y sanguinaria victoria.- Escupió por encima de la borda hacia las bravas aguas del río.- Los pillaremos desprevenidos y les pagaremos con su misma moneda.- La lengua de Sapo asomó por la comisura de los labios en una mueca lasciva.- Sólo tenemos que ser discretos e ir cortando el cuello de cada uno que nos encontremos. Cuanto más tarde se den cuenta del ataque  mejor y para eso yo tengo algunos trucos.- Señaló con uno de sus pequeños dedos hacia la atalaya.- Carguémonos a ese primero. - Y uno de sus ojos se clavó sobre el cuerpo de aquella enorme mujer de enormes pechos.

-Pues lo mismo que los demás. ¿O crees que de haber podido elegir me hubiera quedado con este abraza-árboles sinsustancia y fumeta? -dijo con igual indignación-. Bueno, tened en cuenta que además de esos edificios, hay un cuarto. Apenas se ve pero está allí -dijo indicando en la dirección que anteriormente el capitán de la Virago les había señalado-. Una especie de posada en la que están los restantes miembros de este grupo y que pueden ser un obstáculo en nuestra venganza. Matar a ese tipo me parece una buena idea, igual que hacerlo con todos esos que duermen la mona tras derramar la sangre de nuestro pueblo. Y pegaría fuego a esa iglesia con todos ellos dentro.

Genann señaló a una casa de dos plantas, de entre muchas otras que había en el pueblo, pero por lo demás la posada no tenía nada que la delatase como tal.

Dejaron que la corriente volviese a arrastrar el bote a la zona de las trincheras, y desembarcaron en la playa. Era casi imposible ser tan torpe como para hacer tanto ruido que despertasen al vigía, así que cualquiera de ellos podía subir la escalera de mano hasta lo alto de la atalaya y rebanar el cuello de ese maldito gundarakí dormilón.

En cuanto a la balista, comprobaron que solo estaba diseñada para girar ciento veinte grados, de modo que solo podía apuntar en dirección a Beltis y en dirección al río. Había proyectiles gigantescos para ese arma que podían ser usados como arietes.

Los cañones tenían soporte fijo, pero se podía cargar con ellos o ponerlos apuntando hacia Valetta. Había balas de cañón, pero no pólvora, con lo que tampoco podían disparar. Según sabían por haber estado destacado en el bando de Beltis, el rocío de la noche solía humedecer la pólvora y dejarla inservible, así que era común que la pólvora se guardase en los pueblos hasta el día siguiente.

¿Y yo? ¿Cómo puedo ayudar?

Cierto, tenían a una niñita fantasma para ayudarles, pero sus únicas motivaciones eran que los gundarakíes no descubriesen y destrozasen a palos el cuerpo de Corvino. Era un espíritu que no sentía la misma sana y sanguinaria animadversión que los Odem tenían a los habitantes de Valetta.

Heian rió estrepitosamente cuando vio llegar al abrazaárboles, seguía estando contento con el cuerpo que le había tocado y por eso estaba repleto de orgullo y de iniciativa. Lo mejor es que dos de vosotros subáis y acabéis con el guardia. Y el resto deberíamos ocupar de hacer que el barco se hunda. Si conseguimos destrozar el Virago éste se hundirá y podremos evitar que escapen en su embarcación. Podemos intentar hacerlo desde dentro y si vemos que la tarea es más complicada de lo que pensásemos podríamos aprovechar la balista y disparar contra el barco para hundirlo. 

Pero creo que ésa debería ser la última opción, necesitaríamos encontrar la pólvora y además los disparos seguro que terminarían llamando la atención. Así que lo mejor sería acabar primero con el guardia y luego buscar la forma de hundir el barco. Dijo proponiendo un plan de actuación para ir mellando las posibilidades de salvación de sus enemigos.

-No tengo problema en subir, pero no tengo cuchillo ni nada por el estilo, aunque si lo tiramos desde arriba dudo que sobreviva, pero quizá no sea lo mejor ya que podría llamar la atención. ¿Tú tienes algo que pueda servirnos? -dijo dirigiéndose al odem que poseía a Sapo-. En cuanto a la Virago, hundirla rompiendo su casco nos llevaría demasiado tiempo. Quemarla sería ponernos en evidencia. Lo mejor que podemos hacer es soltar sus amarras y que la corriente lo arrastre. No obstante, antes de hacerlo, me gustaría sacar a una perra de su interior, una asesina confesa de hombres que podría venirnos muy bien.