Partida Rol por web

Zhar es un territorio salvaje, escarpado, peligroso e inhóspito. Este duro terreno hace que el viaje sea lento, y toda clase de criaturas monstruosas moran en él.

El sol avanza deprisa hasta alcanzar el punto más alto en el cielo, cuando Kell descubre que hay cuatro orcos preparados para hacer una emboscada. Desviarse del camino podría ser peligroso, pero ahora estabais prevenidos y el ataque no os pillaría por sorpresa. Y con suerte, quizá los sorprendidos fueran ellos.

Jed transmitio satisfaccion a traves del vinculo que mantenia con su halcon y luego saco un puñado de arena de su bolsa, acerco el puño a la boca y canturreo un poco. A continuacion arrojo la arena al suelo y señalo al grupo de orcos emboscados.

Las espadas de Fausto aparecieron rápidamente en sus manos. Aquellos orcos pretendían sorprenderles pero gracias al pajarraco serían ellos los sorprendidos. 

Con un rápido movimiento se plantó delante de uno de ellos e inició su baile de espadas. Los ojos se le iluminaron y una sonrisa apareció en sus labios. Orcos... mataría a todas y cada una de aquellas criaturas.

Con mirada de complicidad hacia Jed, por avisar del ataque y señalar al grupo de orcos, Demetrio desenvainó su espada y golpeó su pechera antes de abalanzarse sobre ellos, siguiendo muy de cerca al ligero de pies Fausto.

Se posicionó de tal manera que los orcos, para ir directamente a por el mago o el bisoño y su perro tuviesen que jugársela con él, un guerrero acorazado. El problema vino a la hora de cargar hacia el frente, pues trastablilló a pocos metros del orco más cercano y su espadazo no solo erró el golpe sino que le dejó en una posición bien comprometida.

- Condenados monstruos, todavía me queda el escudo para repeleros -masculló entre dientes.

Eulendileas estaba feliz de la vida con su nuevo Guau. Era un precioso husky, macho, y que no solía ladrar. Al principio, el hombrecillo pensó que era mudo, ¿cómo podría saber su nombre si no hablaba? Pero, tras varios intentos y tirones de rabo, el perro ladró.

¡Guau! ¡También se llama Guau! gritó el pequeño, pensando que en el mundo animal, tendría que ser un nombre muy típico. Todos los perros que había conocido, tenían el mismo nombre.

El mediano quería jugar con él, pero el perro parecía muy distinguido. Apenas le hacía caso, olisqueando de un lado para otro a sus nuevos dueños y los árboles de alrededor. El perro parecía contento, aunque miraba con desconfianza a Eulendileas.

Ante la presencia de los orcos, el mediano sacó su arco y una de las flechas. ¡Guau, quédate detrás de mí, no vaya a ser que te maten! gritó, recordando a su anterior Guau. Apuntó a uno de ellos y dejó que la flecha volara hacia su rival.

Guau vio la saeta que Eulendileas lanzaba y se fue tras ella. A mitad de camino se quedó mirando a todas partes sin ver dónde había ido a parar. Empezó a olisquear el terreno de batalla en busca de algún olor interesante al que seguir. Eulendileas lo había comprado, pero aún estaba muy lejos de haberlo amaestrado.

El pequeño mediano y el gran Fausto lograron acabar con uno de aquellos orcos dejando tan solo tres. El otro mediano conocido como Zurkor vio que no sería necesaria su intervención y dejó al resto de sus compañeros que se desenvolvieran solos aunque fuera solo en una ocasión.

Pero Demetrio salió a la carga, sin observar que andar por Zhar era muy complicado, así que tropezó y cayó al suelo.

Mientras tanto el mago lanzó un conjuros sobre sus enemigos, y solo uno de ellos fue capaz de no quedar cegado. Pero al abrir los ojos y verse solo ante el combate, y a uno de sus compañeros inconscientes, prefirió ser inteligente y salir huyendo de allí antes de acabar tan mal como aquél.

¡Oye! gritó Eulendileas cuando disparó la flecha y vió como Guau salía corriendo tras la flecha, aunque se quedó a la mitad. ¡No puedes meterte en una pelea, que te matan como a tu hermano! le regañó, acercándose a él a pequeñas grandes zancadas. Puso los brazos en jarras y negó con la cabeza mientras chistaba.

A ver, Guau. ¡Sienta! ¡Sienta! ordenó a Guau, esperando que le hiciera caso, aunque en el fondo sabía que el perro pasaría de él.

¡Guau!

Jedemiah se acerco finalmente a la zona de combate. Un orco muerto, otro huido y otro ciego que no dejaba de cagarse en todo en su barbaro idioma. El mago se dirigio a el en aquella lengua desagradable y tradujo para sus compañeros.

-Callate ya! Ahora eres nuestro prisionero! Si quieres vivir contestaras nuestras preguntas! A que tribu perteneces? Quien es vuestro lider?

Alzándose del suelo emprendió la persecución del orco que huía pero ver a los orcos tumbados, a Jed vociferando, al bisoño de Eulendileas discutiendo con el perro y este que ladraba y daba vueltas divertido no pudo evitar que se le saltasen carcajadas y acabase trotando y parando cada pocos metros.

- ¡Jajajaja! Para cabrón... ¡Jajajaja! Que te pillo...

Finalmente alcanzaron a los orcos cegados y lograron sonsacarles algo de información. Los orcos pertenecían a alguna tribu lejana, pero habían decidido viajar hasta aquellas tierras porque se dirigían hacia la ciudadela Gris. Los orcos habían escuchado rumores de que un día un líder emergería pronto de la Infraoscuridad y lideraría a su gente en una gloriosa batalla contra los humanos, arrasando sus ciudades hasta el mar.

De ahí se pudo deducir el motivo de semejante aumento de incursiones orcas, pero cuando se preguntó por el lugar o el camino para ir a la Ciudadela Gris, se pudo comprobar que estaban tan perdidos como los propios aventureros. Solo sabían que estaba en dirección a Refulgir. Que es precisamente el camino por el que se dirigían.

Jed sabia que aquel aumento de presencia orca tenia que tener que ver con la aparicion de un nuevo lider. Quizas alguien que estuviera aglutinando a las diferentes tribus. Lo que estaba claro era que el destino parecia que fueran a aquel lugar.

-Parece que los invisibles hilos del destino nos llevan en su tejer hacia alli. Perfecto. Nada es inmutable y nuestras manos pueden variar el flujo de esa madeja. Ahora tenemos que decidir que hacemos con estos monstruos. Por mi, los dejaria libres. La ceguera ya es bastante castigo para sus actos.

Ah, pues yo no. No, no y no negó con fiereza Eulendileas, que no quitaba ojo a su perro, que seguía pasando de él. O les llevamos a la ciudad para que les encierren o les cortamos las piernas para que no se vayan. Estaba totalmente serio, como si la amputación fuera lo más normal en el día a día de ese mediano. Pero no podemos dejar que se vayan libremente, que se unen a la revolución de ese líder y después nos odian por haberles dejado ciego y se quieren vengar.

Guau se acercó a la pierna de Eulendileas y le empezó a olisquear. Era un momento perfecto. Levantó la pata y orinó en el pie de su nuevo amo.

¿Qué diabl...? ¡NO, NO GUAU, NO HAGAS ESO! gritó el pequeño, dando un salto hacia atrás, pero ya era tarde. Tenía todo el pie empapado.

Fausto zanjó por completo aquella discusión. 

Se acercó al orco ciego y le atravesó el corazón con la espada. Una muerte rápida y casi sin dolor, mucho más de lo que se merecía aquel tipo de calaña.

Después se giró a los demás, el silencio se había adueñado del lugar. 

Él no habría dudado con nosotros y no, no me vale el que digáis que entonces no somos mejores que ellos.

Daría muerte a cualquier orco con el que se cruzase y le daba igual lo que opinaran los demás, seguramente ellos no habrían tenido que pasar por que él había pasado.

Jed se encogio de hombros. A el las cuestiones morales no le importaban demasiado. Y, desde luego, la vida de dos orcos menos.

-Mas simple, desde luego. Me sorprende esa frialdad por tu parte, pequeño - le dijo a Eulendileas. Por cierto, este Guau ya me gusta mas que el ultimo.

Mi madre siempre decía: "Euli, el único orco bueno es el orco muerto. Y aún así, huelen peor que tu padre cuando no quiere lavarse". Siempre lo decía con la cuchara de palo en la mano. Una pequeña sonrisilla asomó a sus labios, dejando claro que su mente había viajado al pasado. Pero, pasados unos segundos, su semblante se ensombreció. Además, ellos mataron al primer Guau sin más, y no les había hecho nada Había agachado la cabeza y jugueteaba con el pie con unas piedrecitas. Guau no tardó en empezar a olisquear.

El silencio había roto con ladridos, risas e incluso el trinar de pájaros lejanos, imponiéndose como señor de todo lo que podía oírse en aquel momento, como foco iluminando el acto de Fausto para aterrorizar a los espectadores que pudiera haber tenido aquella escena de ser representada.

Sin embargo lo terrorífico no fue la ejecución del orco sino el asentimiento o indiferencia de sus acompañantes, pues había una realidad que toda persona comprendía desde pequeño y era que, si bien los enanos podían ser avariciosos, los medianos vivarachos, los elfos fríos y los humanos ambiciosos, los orcos eran viles. La relativa paz entre las gentes de colores de piel, cultura, religión y raza distintas era posible porque existía un mal mayor contra el que luchar, la marea verde oscura de los orcos.

- Somos mejores que ellos, Fausto, algún día serán solo monstruos de cuento y nosotros los que los relatemos.

Dicho esto Demetrio tamborlileó con el índice su proprio casco, haciéndole saber al guerrero ambidiestro que estaba de acuerdo con sus actos.