Partida Rol por web

No, no podían dejar ahí a Jadewo solo, y menos ahora que había visto a la mujer incendiando edificios. Y si volvía y quemaba aquel en el que estaba el guerrero? Por mucho que Leiath quisiera comulgar con Hala, lo primordial era cuidar de su gente. Cómo iba siquiera su diosa a querer darle consejo si desatendía a su aquelarre?

Esperaré aquí, como lo hemos hecho hasta ahora- dijo con determinación- Déjame tu odre y mientras intentaré darle algo de agua a ver si despierta.

La bruja confiaba en Onfale. Asintió con la mirada para que fuese adelante mientras ella se ocultaba con Jadewo en el regazo.

Onfale tendió el odre a Leiath y sin vacilar más salió de nuevo a las peligrosas calles.

Onfale cerró la puerta tras de sí, dejándolos en un inquietante silencio. Leiath inclinó el odre hacia los labios de Jadewo. En un movimiento convulso de improviso, el faerunio se incorporó lo justo como para agarrar la boquilla con los dientes y beber con una sed ansiosa.

 Glup, glup, glup... ¿qué ha...? Glup, glup, glup... Awh... ¿Qué ha pasado Leiath? ¿Dónde estamos?

Onfale fue lo suficientemente cauto como para no acelerar el paso. El sol ya estaba en el cenit, proyectando solo sombras verticales, con lo que hasta las calles más estrechas estaban llenas de luz, y pasar inadvertido se lograba gracias más a la ausencia de viandantes que a la ayuda de las sombras. Un punto en lo alto auguraba el retorno del meteorito.

Eso ocurría en el cielo. A ras de tierra, el ruido de unas sandalias sobre las tejas de las casas auguraba la aparición del Wu Jen si Onfale se quedaba a esperar los suficientes segundos en aquel mismo lugar...

Bendita sea Hala! Por fin había despertado!

Ssshhhh...- Leiath indicó con un gesto al guerrero que bajase la voz.

- Hemos escapado del fuego gracias a Onfale, pero la pirómana que lo inició sigue por ahí. Estamos esperando a que vuelva Onfale de inspeccionar el camino. Nos dirijimos al templo de Hala. Te encuentras bien? Puedes andar?

La bruja le pasó la armadura a Jadewo.

Prepárate, saldremos enseguida- dijo con la esperanza de que el perfumista volviera pronto.

Onfale escuchó el familiar ruido de las tejas al ser pisadas y, al igual que Leiath, pensó en qué exagerada había sido la reacción del extranjero ante la humillación que suponía el quebranto de su tabú. Mutilado cuando sólo era un indefenso niño, el perfumista se preguntaba qué hubiera hecho él en el caso de haber tenido el suficiente poder para vengarse. Mejor no pensar en ello. 

Con el sol en pleno cenit, escabullirse por las calles era una tarea casi imposible. Pero el Wu Jen le había dado una idea. Después de su primer encuentro le había parecido inofensivo, así que , caminar como él por los tejados podía ser una buena manera de llegar a la iglesia sin toparse con locos peligrosos. Le quedaba claro que el "ojos rasgados" podía ser peligroso, muy peligroso, pero su falta de memoria le hacía un riesgo asumible. Además, quizá pudiera hablar con él y pedirle ayuda para cargar con Jadewo.

Algo cansado después de haber cargado con Jadewo a ratos, la ascensión de Onfale no fue tan elegante como en él sería habitual si estuviese más fresco. Pero lo logró, estaba sobre el tejado, y el Wu Jen estaba a simple vista. Sin embargo, para detenerle, Onfale debía cortarle el paso. Mantuvo el equilibrio y avanzó sobre las tejas, saltó por encima de una callejuela y llegó hasta el extranjero que lo había iniciado todo.

No puedo pasal contigo ahí en medio-protestó el Wu Jen.

 Oh, Leiath... ¿Y me habéis llevado a otra casa? Debisteis dejarme atrás. Siento ser una carga...-se puso en pie-¿Puedo importunarte una última vez? Si me ayudas a poner la armadura, terminaremos antes.

Jadewo cogió una de las protecciones y miró a las escaleras que subían al piso superior. Desde una de las ventanas de arriba tendrían una mejor visión de la calle. La visión de Leiath era la de las anchas y musculadas espaldas de Jadewo.

El gesto de Leiath se torció ante la propuesta del guerrero. Vamos! No solo tenía que cargar con su GORDO corpachón, sino que ahora tenía que vestirlo?!

Después de unos minutos llevando a rastras a Jadewo que le parecieron horas, con sus vidas pendientes de un hilo, la constitución fuerte del hombre no le parecía más que una masa pesada de carne muerta. Aun así, y viendo que el guerrero no lo decía de forma malintencionada accedió a ayudarle con la armadura.

No abandonaré a nadie del aquelarre- dijo mientras, por si necesitase confirmación alguna sobre las intenciones de la bruja de Hala.

- Lo sé, disculpe, pero quería hablar con usted.- Dijo educado.- Después de todo tiene todo el tiempo del mundo, ¿verdad?-No sabía hasta qué punto el hombre podía estar trastornado pero el primer día que se lo habían encontrado no pareció ponerse agresivo.- El día se repite una y otra vez en bucle y usted camina sin cesar en línea recta por los tejados como un recuerdo de su viaje. ¿Se acuerda de mí?Yo...nosotros podemos ayudarle a continuar donde lo dejó. Remprender el viaje como si nada hubiese pasado. Acabar con esta maldición. Si nos ayudara...- ¿No había sufrido Nueva Lechberg ya lo suficiente? Tanto era así que ni el causante de la maldición había recordaba ya ni el motivo. Todo rencor había quedado ya diluido con el pasar del tiempo que todo difumina hasta hacerlo desaparecer en el olvido.

La víctima, el lugar y el arma. - De aquellas tres claves sólo tenían el lugar.- Una posesión del Wu Jen, o un objeto usado para
quebrantar el tabú sería lo adecuado. - La voz distorsionada del Extraño Misterioso resonaba en su cabeza. Según el cuadro que llevaba en el saco un tomate había sido el causante de todo. ¿Cómo era aquello posible?A Onfale se le escapaba de la cabeza. Sacrificar a una virgen por muy verde y duro que estuviera un tomate sería un imposible - Necesito que haga un esfuerzo por recordar. Necesito saber qué tabú se rompió para que se desencadenara este catastrófico final que se repite sin final.- Onfale señaló al cielo en el que ya se podía ver el meteorito.- Los paletos de esta aldea le humillaron por el simple hecho de ser extranjero, por ser diferente. Pero ya pagaron por sus pecados. Ayúdeme.- El perfumista rebuscó en el saco de contención hasta sacar el cuadro en el que el anciano pintor había representado el instante en el que todo había pasado y se lo mostró al Wu Jen.- ¿Recuerda algo?

Ngh... ¿Me...? ¿Me humillalon, dices?-el Wu Jen se llevó las manos a la cabeza, como si le doliese recordar-Un tabú... ¿Cuál ela mi tabú? Cleo que lecueldo algo... los cuatlo tabúes de mi olden monástica: familia, fluta, fuego y fuelza. No podemos tenel hijos, no podemos tocal la fluta, no podemos encendel fuego y no podemos usal la fuelza de nuestlos músculos. Ngh... No puedo ayudalte... Estoy confuso. He de medital en lo que has dicho... Pol favol, déjame seguil andando. Lo necesito pala aclalalme las ideas...

Onfale se fijó en las ropas. Hay rojo en parte del estampado.

Onfale se resignó a que si tenían que llevar a Jadewo deberían hacerlo Leiath y él solo. El viejo no daba para mucho más y parecía desconcertado por la información que le había dado. De los cuatro tabús de la orden monástica del Wu Jen parecía que el de  no tocar la fruta era el que se había roto. ¿Podía considerarse el tomate una fruta? Con cuidado volvió a darle paso pero antes de que se fuera volvió a preguntarle.

- Piense en lo que le he dicho. Quizá vuelva a verle mañana. Mi nombre es Onfale.- Sin más el perfumista continuó su camino hacia el templo pero ahora por los tejados. Ver si el camino estaba despejado y luego volver a por Leiath lo antes posible. No le gustaba haberla dejado sola pero no tenían muchas más opciones.

Onfale prosiguió su camino hasta la plaza principal. Había varios cadáveres desperdigados por la plaza, y un charco de agua (o eso espera que sea) en el soportal del juzgado, pero no quedaba rastro de lo que fuese responsable de aquellos hechos. Para cuando el eunuco volvió con Leiath, el fuego en la planta superior de la otra casa se había avivado, y Jadewo volvía a estar consciente y con su armadura puesta. La Bruja de Hala devolvió a Onfale el odre que le había prestado, aunque cuando cayese el meteorito volvería a colgar de la mochila de su dueño, de todas formas.

 ¿Todo bien? ¿Podremos llegar al templo de Hala?-preguntó a Onfale.

Cuando volvió a reencontrarse con Leiath se le dibujó una sonrisa en la cara, mucho más al ver que Jadewo estaba de pie y recompuesto, hasta con su flamante armadura.

- Bien. Me alegro de verte de nuevo, compañero.

Onfale no rechazó su odre. Era muy celoso para sus cosas y, dándole la espalda a la Bruja de Hala, lo guardó, limpiándolo primero con la manga donde ella lo había tocado.

- He ido por los tejados y he visto varios cadáveres desperdigados por la zona, pero queda rastro de quien quiera que lo haya hecho.- Enseguida puso al día a sus dos compañeros de fatigas sobre su nuevo encuentro con el Wu Jen.- Los cuatro tabúes de su orden monástica son: familia, fruta, fuego y fuerza.- No podían tener hijos, ni tocar la fruta, ni encender fuego y por último tenían prohibido usar la fuerza.- Le mostré el cuadro para que tratara de recordar pero está confuso. Quizá él mismo pueda ayudarnos, no lo sé. Pero ya sabemos que ese tomate, por insignificante que parezca, ha sido el detonante de todo esto.- Era tan ridículo que si no tuviera ganas de llorar se reiría a carcajadas.- Lo que no me queda claro es qué arma u objeto del Wu Jen necesitaríamos para el sacrificio. Quizá eso sea una buena pregunta que le pudieras hacer a Hala, si es que se digna a escucharte.- El mago se preparó para salir de nuevo al exterior, mucho más animado ahora que toda la carga de salvaguardar a Leiath no reposaba sobre sus hombros.- ¿Listos? Yo iré algo separado de vosotros pro lo que pudiera pasar.

El buen Onfale siempre que se iba traía algo de información nueva, noe le extrañaba que Hala le hubiese elegido para acompañar a su bruja durante el camino.

Una nueva luz se había abierto; se podía hablar con el Wu Jen, quizás él mismo podría levantar la maldición! La jóven aún tenía esperanza de no tener que emplear la violencia para llevar a cabo su cometido de salvar la aldea.

- Con la información nueva que tenemos, quizás podríamos hablar de nuevo con el Wu Jen... Qué sé yo. Pero vayamos al templo de Hala que aún tengo tiempo de completar el pergamino, y así mañana, con todo lo que tengamos, podemos poner un plan en marcha.

Qué tal le iría al resto del aquelarre? Rezaba por que estuvieran bien.

- Vayamos , entonces. Pero no te emociones con esa idea. El Wu jen está muy confuso y no recuerda nada. Sólo camina y camina.

El grupo avanzó por el mismo callejón que había comprobado antes Onfale, con el propio Eunuco de avanzadilla. En un momento dado, notó un bulto bajo la suela de sus botas mágicas. No había pisado mierda, pero la situación tampoco olía del todo bien: un abrojo de metal se había quedado clavado a la suela (por suerte sin perforar el cuero). Y de hecho, más chinchetas como aquella habían sido esparcidas por el callejón. Onfale era consciente de que la última vez aquellos abrojos no estaban allí. Alguien tuvo que ponerlos cuando Onfale retrocedió sobre sus pasos para volver a por Leiath.

- ¡En guardia!- El mago advirtió a Jadewo y a la debilucha Leiath para que estuvieran alerta por si eso era el principio de una emboscada. Dando muestras de un gran equilibrio y usando sus dedos con precisión quirúrgica retiró el abrojo de la suela de sus botas nuevas. Lo lanzó con desprecio hasta un lugar donde no fuera un peligro para las plantas de los pies de nadie que pasara por allí.- Tened cuidado, hay más.- Ya advertido de la presencia de los abrojos se acuclilló en el suelo y se puso a rebuscar para retirarlos mientras los demás le cubrían las espaldas.

La bruja dio un saltito felino ante la rápida advertencia de Onfale y se puso más en guardia si cabe. Se colocó justo detrás de los anchos hombros de Jadewo para usarlos de escudo si hacía falta. Buena, pero no tonta...

La cautela con la que susurraron y se movieron mantuvo la callejuela en normalidad. Quién quiera que pusiese los abrojos allí esperaba escuchar un sonoro "auch" cuando alguien pasase, pero lo que ocurrió no habría alertado a nadie.

Llegaron a la plaza cuadrangular, donde Leiath y Jadewo vieron los mismos cadáveres que vió Onfale minutos antes. Pasaron junto a un gran charco bajo el soportal del juzgado, y llegaron a la puerta de la iglesia. Tan solo cuando habló Leiath, las puertas se abrieron...

¿Sí?-dijo tras el umbral de la puerta entreabierta, y al ver a la sacerdotisa y a Jadewo exclamó:-¡Habéis vuelto!