Partida Rol por web

Alaster tragó saliva al comprobar cómo su conjuro no tenía efecto alguno... Sin embargo, prácticamente olvidó el problema cuando Harkor presentó a su jamelga esposa, a la que el mago saludó pícaramente con un guiño. Hmmmpf... No me importaría quedarme en esta fantasía una temporada si esta Alice... Pero rápidamente el terror le devolvió la cordura.

-¡Basta de tonterías, Harkor! -gritó a su enemigo, enfrentándole-. ¿Qué quieres de nosotros? ¿Qué es este lugar?

- Este lugar es el mundo perfecto señor mio. Es la fantasía elevada a la máxima potencia. Cualquier cosa que desees se hará en realidad al instante, y lo mejor de todo, es que la violencia no tiene cabida en este lugar. 

Como por arte de magia, vuestras cabezas empiezan a darle vueltas al asunto que menciona Urya, al instante, a Alice se le descuelga un tirante del vestido y se queda con un seno redondeado y perfecto a la vista de todo el mundo. 

Alice suelta un gritito de sorpresa y vuelve a colocarse el vestido.

- Alaster, por favor, mi marido esta mirando. 

-Ehm... Sí, perdón... -dice Alaster mientras hace un extraño gesto moviendo el puño junto a su oreja, los dedos meñique y gordo estirados.

¿Todo lo que imaginemos...?, se para a pensar de repente el mago. ¡MUAHAHAHAHA! ¡Reino mágico de los deseos: por favor, que el vestido de Alice se convierta en polvo y ella se ponga a hacerme...! Uhm... Espera... Espera un momento...

Durante unos segundos, el rostro de Alaster es la máscara perfecta del estreñimiento. Finalmente...

-¡AHÁ! ¡DESEO SALIR DE ESTA FANTASÍA, HARKOR! -grita henchido por la victoria.

—¿Qué la violencia no tiene lugar? —pregunto sorprendido, tras deleitarme con la visión del pecho de la mujer—. Pero eso no tendría sentido. Hace un rato pegué una paliza al elfo y a Genosida. Y fué con mucha violencia...

Tras decir esto, espero la respuesta de esta gente. Si la violencia no tiene cabida, poco estoy haciendo aquí.

Las imágenes de Harkor, Alice y todos los demás se vaporizan de golpe. El cielo cambia drásticamente y ahora deja de ser de noche para pasar a ser de día. Concretamente, un hermoso atardecer. Hay gente a vuestro alrededor, podeis ver a labriegos del pueblo por allí pululando que os observan asombrados, pues no es habitual ver aparecer de la nada a unas personas a las que se les había dado por muertas hace tanto tiempo. Podeis reconocer a uno de ellos, era un habitual de la taberna el día que partisteis. 

- ¿Alaster? ¿Alaster Reckinh?

Cuando todo a su alrededor se solidificó, Alaster aún permaneció unos segundos algo aturdido por el cambio. Ansioso, miró en todas direcciones, buscando alguna prueba de irrealidad.

-¿Ha...? ¿Ha funcionado...? -se preguntó con inseguridad-. ¿¿Ha funcionado??

Todo a su alrededor parecía normal: los paseantes paseaban, el sol apretaba y las cabezas de la gente no se convertían en volutas de humo ni en burbujas ni en nada anormal, sino que seguían siendo cabezas. Al menos por el momento. El mago se dirigió a su comadreja, donde quiera que ésta estuviese*, por medio de silbidos y chasquidos. Hmmmmm... Quizás debería... Sí... Ignorando al tipo que le acaba de hablar -ya habría tiempo para comprobar la solidez de ese- se dirigió hacia un lugareño fornido que se había acercado a mirar inocentemente.

-¿¡Cómo dice, caballero!? -comenzó Alaster fingiendo indignación, pero orientando la voz hacia el calibán-. ¿¡Cómo se atreve a decir eso de la cara de mi buen amigo Inglanar!? -El desconocido le miraba con una mezcla de sorpresa y pavor. Alaster alzó los puños adoptando una pose de púgil.- ¡Retiré lo dicho! ¡Retírelo o tendrá que enfrentarse a este mago!

Veamos si aquí SÍ hay lugar para la violencia.

Y otra vez, otro extraño salto. Esto cada vez me gustaba menos.

Pero lo más raro no era eso. No, era que al mago, al que se supone que debía proteger, se le había ido la olla por completo, y quería pegarse con unos tipejos repelentes que nos miraban.

Miro algo extrañado al mago, para después apartarle de un manotazo, y decir—. Si aquí va a pegarse alguien, ese voy a ser yo, porque mi nombre es Inglanar, y he venido a pelear.

Dicho esto, aferro con fuerza mi hacha. Tengo unas ganas de destrozar cabezas, que no las sabe nadie...

El brazo del tio es bastante sólido. Todo lo sólido que puede ser un brazo, pero su cara ya de sólida tiene poca... en el buen sentido. La cara se desmorona, del susto. Al ver al bárbaro con el hacha ya es lo que le faltaba. 

- ¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Estos locos quieren matarme!

La gente corre en todas direcciones, menos en la que puedan serle de ayuda. Van gritando acerca de aparecidos en el bosque y que a las armas. El que reconoció a Alaster sigue estando en el sitio intentando hacerse oir entre el griterío. 

- ¡Alaster! ¿¡Que significa esto!?

Ligeramente embobado miraba a un lado y a otro sin entender nada… todo esto escapaba a mi comprensión…

- Chicos chicos tranquilos todo tendrá una explicación no hace falta sacar el hacha grandullón… comente refiriéndome a Inglanar.

Al momento comencé a fijarme en la gente tratando de ver rostros conocidos…

Alaster puso los brazos en jarras satisfecho al contemplar el caos creativo que acababa de provocar. Bueno: al menos todo va como es de esperar... ¡Nada de burbujas!

-¡Esto, amigo, se llama experimento controlado! -contestó Alaster cediendo finalmente a las llamadas de atención del lugareño que le había reconocido.

Las palabras de Bullipae -que había estado callado ya más tiempo del que el mago creía posible, pero menos del que consideraba deseable- le distrajeron momentáneamente. Hm... Igual no tan controlado como debería..., reflexionó al observar a su bestial compañero avanzar lenta pero inexorablemente hacia el pobre diablo que gritaba por su vida. Un par de mamporrazos deberían bastar para comprobar mi hipótesis.

-Disculpadme, caballero -se dirigió de nuevo hacia el paisano para cortar la conversación y dirigirse a intentar apaciguar a Inglanar (y a los campesinos una vez las hostias fueran repartidas)-: os conozco de vista y veo que sabéis mi nombre, pero creo que no nos han presentado formalmente, y me temo que ahora tengo negocios que... -Al mirar brevemente de reojo al fulano, al mago le pareció captar una extraña expresión en su cara.- ¿Pasa algo, amigo? -preguntó frunciendo el ceño de mal humor, oliéndose malas noticias-. ¿Nunca habéis visto aparecer mágicamente de la nada a un grupo de aventureros?

- ¡Maldita sea Alaster! ¿Estas loco o que? Controla a tu mascota antes de que venga la guardia.- Por mascota no se referían al hurón, el cual ya volvía a corretear loco de alegría por los hombros del mago. En sus rostros se ve el miedo y el terror que infunde el bárbaro, pero aún así, un par de campesinos tienen los rastrillos levantados en gesto amenazador. 

Había estado en silencio todo el tiempo, sólo con ganas de atravesar con flechas a cuantos me rodeaban.

Es una pérdida de tiempo, aquí lo único que conseguiré será rodearme de imbéciles que no sirven para nada y seguro que me dan peor honor del que tengo

Apreté los dientes con rabia, pero poco podía hacer. Era peor darme media vuelta e irme que quedarme e intentarlo.

Habrá sido la niebla la que nos ha devuelto aquí y la que nos hace ver cosas. Como sigamos así, poco vamos a conseguir dije mosqueado. ¿Cómo se podía combatir con algo contra lo que no se podía luchar?

-¡Era precisamente lo que iba a hacer! -respondió Alaster al desconocido con furia.

Dicho lo cual se giró y comenzó a avanzar hacia Inglanar agitando los brazos.

-¡INGLANAR...! ¡Inglanar, amigo mío...! -gritó, tratando de sonar apaciguador-. ¡Tal vez me confundí...! ¡No le oí bien! ¿Qué tal si guardas el hacha...?

¿...y evitamos acabar ahorcados en la plaza del pueblo?, se lamentó. Por lo menos tengo al bueno del señor Vyechislav conmigo...

Por lo demás, Alaster comenzaba a desestimar su plan de comprobar la solidez de la realidad circundante: ¿y qué si Inglinar pudiera repartir leches? ¿Cómo saber que la "ley anti-violencia" de la dimensión ilusoria es, en efecto, una ley de esa dimensión? Esta incertidumbre fundamental, que a otros podría volver locos, causaba en el mago sólo cierto disgusto.

-Si parece un gato, huele a gato, maúlla y caza ratones -murmuró entre dientes-, entonces es un gato.

Y es que Alaster había estudiado filosofía y cosas de magos y estaba familiarizado con la idea de que no es posible tener la certeza de vivir en "la Realidad"; es decir, de no vivir en una ilusión. "La Realidad", de hecho, era un concepto interesante, aunque poco útil. Por lo que a él respectaba, si parecía la Realidad, olía a la Realidad y sangraba como la Realidad, él podía vivir en ella. Al menos hasta que estallara en burbujitas, concedió.

Por tanto, lo peor no sería la incertidumbre existencial, sino la terrible certeza de estar en una ilusión: ¿qué podrían hacer si descubriesen que, en efecto, siguen en la fantasía? ¿Cómo enfrentarse a algo a lo que no le afecta ni la magia ni los puños?

Arrugando el hocico ante las palabras del mago, dudo un instante en si partirle con el hacha o guardarla. Luego recuerdo que es posible que me paguen porque siga vivo, así que decido guardarla.

Hecho esto, le miro y le digo—. ¿Y ahora qué?

Buena pregunta, montón de músculos...

Alaster tragó saliva: no era muy inteligente andarle con mierdas a un calibán, incluso cuando le han pagado para protegerte. O, mejor dicho: especialmente cuando le han pagado para eso. Los calibán podían ser horribles, horrísonas, estúpidas y pestilentes aberraciones de la naturaleza... Pero también un gran recurso con el que contar.

-Ahora... hm... ¿Qué tal unas pintas en la taberna? Pago yo.

Fuera la realidad o una ilusión, estando como estaban sin equipo, era hora de sentarse, hablar y tomar algunas decisiones.

El pueblo sigue igual que siempre, y en la taberna no ha pasado nada raro desde la última vez que estuvisteis allí. Tan solo cabe señalar el hecho de que las bestias de tiro ya no tienen cobijo, pues al parecer, las vigas del establo se troncharon de puro podrido o algo similar, pero por lo menos siguen pudiendo quedarse bien atadas y descansando. 

Dentro en la taberna, los parroquianos no paran de observar con curiosidad lo que ha pasado en el día de hoy y a los desaparecidos aventureros. 

Al llegar a la taberna, lo primero que hizo Alaster fue pedir una ronda de cerveza para sus cuatro compañeros, que pagaría de su mermado bolsillo. Un poco de inversión en mis aliados no me viene mal. Después, buscó una mesa cerca de uno de los ventanales y se sentó en ella.

-Bueno, caballeros... -dijo a los allí reunidos-. Hagamos un repaso de nuestra situación actual, si os parece: 1) no sabemos si estamos en nuestra dimensión "natal" o una dimensión ilusoria, 2) incluso estando en nuestra realidad, la ruta de la Atalaya es imposible o a todas luces demasiado peligrosa y 3) hemos perdido todo el equipo necesario para la expedición, incluidos carro y animales. -En este momento hizo una pausa para que los demás meditaran sobre las tres cuestiones.- Sobre el primer punto, me temo que no tenemos forma de saber a ciencia cierta cuál es nuestra situación: Inglanar puede repartir tantos mamporros como quiera, que nunca sabremos si realmente la violencia es imposible en... Bueno, llamémosla "la dimensión de la Caja", aunque no hemos visto caja alguna. Como decía: nunca sabremos si esa era una regla realmente vigente en la dimensión de la Caja o una mentira más de ese tal Harkor, o comoquiera que se llame... Por lo demás, que yo sepa no conocemos ninguna otra forma de comprobar esto, corregidme si me equivoco. -Pero no les dejó tiempo para que le corrigieran.- Por ello, propongo que tomemos como "hipótesis de trabajo" que estamos en la realidad y andemos atentos por si algo contradice esa suposición. -Antes de que nadie dijera nada más, añadió:- Una vez dicho esto, sabed que me niego a aceptar que la expedición ha fracasado: incluso con la amenaza de la Atalaya presente, podemos buscar una ruta alternativa rodeándola... Lo malo es que, sin equipo ni dinero, no podemos seguir adelante. -Sus compañeros podían verle visiblemente molesto con esto.- Mi primer impulso sería acercarnos al puesto de correos más cercano y enviarle a Garzhal un informe de lo sucedido... -Se detuvo a mirar las expresiones de los demás y se adelantó a las posibles protestas.- ...pero dado que Garzhal es, lo acepto, sospechoso de habernos utilizado como puñeteras cobayas, creo que lo principal debería ser tratar de saber qué parte de todo lo que nos han dicho es cierto... Preguntando por esos presuntos aventureros, por ejemplo: de ser verdad, a alguien en el pueblo tendría que sonarle algo de aquella historia... Bueno: ¿qué decís?

Dicho lo cual, se giró hacia su comadreja, que permanecía sobre su hombre derecho, medio adormilada, y le ofreció un trozo de cecina que había encontrado en sus bolsillos. Al girarse pudo ver a través de la ventana los restos del establo. El germen de una sospecha se instaló en su cerebro, pero el gruñidito de Vyechislav, enfadado porque le habían apartado la carne, sacó al mago de su ensimismamiento.

¿Y por qué no vamos a ver directamente a Garzhal? Si nos ha metido en esto, sabrá qué está ocurriendo. Bebí un poco de la cerveza. Si no quiere decirnos lo que pasa, le amenazamos con una flecha en su cabezota. Seguro que con un poco de tortura de Inglanar abre su jodida boca y suelta lo que sabe.

Tras "escuchar" las palabras del mago, sólo puedo decir—. Garzhal nos ha engañado. Deberíamos de ir y partirle la cabeza.

Dicho esto, asiento muy convencido a mis propias palabras.

-No cabe duda de que Garzhal es sosechoso, pero no creo que sea necesario recurrir a la violencia. Primero podemos intentar hablar con él, a veces, la solución del problema se halla dialogando.- Luego mira de reojo a Inglanar.- Y si es culpable, eliminaremos su malévola presencia de nuestro mundo.