Partida Rol por web

Cada uno de vosotros tenía una razón para existir, una razón para viajar y un motivo para haber llegado hasta la Ciudad de las Mil Puertas. 

Pero ahora os encontrabais en esa extraña ciudad llena de puertas y portales, un lugar extraño lleno de seres y criaturas poco habituales en vuestro plano de existencia. Vuestros pies os habían llevado hasta la Taberna de La Puerta del Musgo Azul. Una taberna que, aunque nueva, comenzaba a hacerse un hueco en la ciudad. Sobre todo le hacía famosa el extraño musgo que crecía en su puerta ya que era de tonalidades azuladas brillantes. Era un color parecido a las turquesas o al mismo cielo. Un azul extraño que en función de la luz variaba en su tonalidad.

Muchos curiosos se paraban a mirarlo y otros tantos, después de llevar allí ya un rato, se decidían a adentrarse al local.

Ahora vuestros pasos os habían hecho deteneros ante el cartel de la taberna, como era de esperar en él, había un símbolo de una puerta azulada.

Davak, curioso por naturaleza se acerca hasta la puerta de la taberna y observa el musgo. El tono azulado, como el agua de los mares cálidos le resultaba ciertamente fascinante. Con cuidado, y como si nadie le viese, rasco el musgo suavemente hasta conseguir una pequeña muestra. Podría estudiarla en el futuro. Sus movimientos eran precisos y fluidos, típicos de su raza.

Cuando terminó con su tarea, sintió que tenía ojos clavados a su espalda. Se giró lentamente, aunque preparado para echar a correr, cuando vió a cuatro individuos que le miraban con ojos curiosos. Cada cual era más extraño, un hombre rapado, una mujer, un hombre que parecía amante de las sombras (con el que inmediatamente sintió cierta conexión) y un extrañísimo hombre pájaro. Sus miradas no parecían hostiles, más bien curiosas. Davak se arriesgó y simplemente sonrío, como si sus actos fuesen de lo más normal.

Sin mediar palabra, se volvió a girar y decidió abrir la puerta de la taberna y entró con calma en ella, como esperando a que las gentes de la puerta lo siguiesen.

Talindra observó esos tonos azulados con una mezcla de curiosidad y sorpresa. Nunca antes había visto nada parecido. Se sentía como una extraña en un lugar como ese, pero tenía cierto interés por acercarse a la civilización, pero no sabía si iba a poder adaptarse al gentío y la algarabía del tumulto mundano. Llevaba poco tiempo en la Ciudad de las Mil Puertas y ya anhelaba la tranquilidad de la naturaleza.

Se acercó a tocar el musgo azulado. Quería sentir el tacto de esa sustancia brillante que irradiaba luz brillante. podía observar como el color cambiaba según la luz que recibía. Era una sensación extraña. Miró a su alrededor, los aventureros parecían observarla con curiosidad. Se sentía incómoda ante la mirada incomprendida de esos ignorantes carente de sensibilidad alguna por la naturaleza, sólo sentían debilidad por los tesoros y el dinero. Se sintió un poco impotente ante el mundo que se abría ante ella.

Un aventurero gnomo abrió la puerta y aprovechó para entrar. Sujetó la puerta y se dispuso a penetrar en la taberna.

Elvar lo único que quería era tomarse una gran jarra de cerveza. Después de su último intento de apropiarse de lo ajeno, necesitaba ahogar sus penas. No había salido todo lo bien que esperaba. Pero no había sido culpa suya, no había contado que ese rico marido volvería para decirle algo a su infeliz esposa. 

Con lo bien que lo había planeado. Semanas de encuentros fortuitos, de miradas, de susurros, hasta que había conseguido conquistar a aquella estúpida. Para que aquel tontopera lo estropeara en el último segundo, cuando ya casi tenía a aquel magnífico collar de piedras preciosas. 

Necesitaba esa cerveza y aquel sitio era relativamente nuevo para que todavía no fuera conocido. o podía decir lo mismo de la mayoría de los antros del Bajo Distrito, donde en la mitad debía dinero y en la otra mitad alguien quería matarle.

La puerta rodeada de musgo azul le daba un aire exótico al lugar y parecía que no era el único que lo pensaba, ya que un tío con cuernos había arrancado un trozo de musgo y se lo había guardado....¿qué tipo de gente se guarda musgo azul?

Después una extraña chica acarició el musgo y entró. Si lo que quería era acariciar algo....umm bueno tampoco estaba tan mal. Sólo que parecía fuera de lugar.

Elvar siguió a la chica intentando captar el movimiento de sus curvas, y dejó fuera a un calvo y a un hombre pájaro, en fin, esto era la Ciudad de las Mil Puertas, cosas más raras había visto

Chuï-Míngzhì llevaba mucho tiempo viviendo en las calles de aquella ciudad esperando alguna señal que le indicase por donde continuar su viaje por el mundo. Los harapos que llevaba como ropa eran viejos, habia llovido mucho desde la ultima vez que se afeito y sus barbas estaban casi descontroladas, sin embargo no se apreciaba ni un solo atisbo de pelo en su cabeza.

Llevaba horas vagabundeando por aquella ciudad sin rumbo fijo cuando llegó a una posada con aquella puerta tan caracteristica. Delante de ella habia un gnomo, parecia que estaba examinando el musgo azul de la puerta y le pareció ver como se guardaba un poco. Que raro, parece que quiere que le sigamos. - pensó cuando el gnomo entro en la taberna. Uno a uno, como si algo los guiase a seguir al gnomo fueron entrando en la taberna. El instinto de Chuï-Míngzhì le dijo que tenia que entrar en la taberna, asi que despacio, se acerco a la puerta, puso una mano sobre el musgo y entró.

Galimatías estaba volando por la ciudad antes de llegar a la taberna. Se paró allí y miró hacia todos lados. No se fijó especialmente en nada. El musgo de la puerta no le llamó la atención, había visto cosas más extrañas a lo largo de su vida.

No se fijó tampoco en los otros seres que estaban a su alrededor ni que pasaban cerca de él. Estaba en su mundo, pensando.

Había sido enviado a esa zona por algo, a encontrar una causa por la que luchar. Decidió entrar en la taberna, evitando chocar contra la gente a su paso

Un fornido enano con un extraño animal situado en su hombro atendía la barra de aquella taberna, en cuanto os ve llegar, os saluda.

- Bienvenidos Hijos del Mundo. Vuestras monedas son bien recibidas y vuestras ganas de beber son ansiadas. Tomad asiento y descansad, seguro que el viaje no ha sido sencillo. Tan solo queda una mesa libre, pero no creo que tengan problema en compartirla. Si no, siempre pueden quedarse aquí a mi lado, junto a la barra. Tenemos fantástica cerveza, fabuloso vino y una muy rica hidromiel.

La taberna estaba atestada de gente, de lo más variopinta como eran todos los miembros en aquella ciudad. Desde orcos a kóbolds, pasando por simples humanos, seguido de extraños y grandes semiogros, dulces ninfas o pequeños gnomos. No cabía un alfiler,la taberna era el lugar de moda en aquel momento. El musgo azul no solo estaba por la puerta sino que rodeaba cada madera que existía.

Davak se gira hacia los desconocidos que, fuesen cuales fuesen sus razones, parecían haberle seguido tal y como él les invitó. El pequeño gnomo, de figura escasa, pero poderoso brillo en los ojos se sentía encantado ante la diversidad de razas que había en la taberna, si bien no todas le eran del mismo agrado.

Bien amables desconocidos, ¿qué os parecería compartir una mesa y conocernos? Algo me dice que el destino nos ha hecho coincidir por alguna razón. En el peor de los casos, cada uno podrá irse por donde ha venido tras la charla.

Su tono era amable e incluso algo dicharachero, pero lo cierto es que, a posta o no, su tono también sonaba oscuro y, en cierto modo y a pesar de su estatura, tenebroso y amenazador. No era algo que Davak desease, pero su pueblo era sigiloso y a veces no demasiado hábil con las palabras. Estaba decidido a enmendarlo, al menos parcialmente.

Nunca rechazo una invitación.- dijo el joven con una amplia sonrisa en la cara

Para mí una cerveza, gnomo....pidió mientras tomaba uno de los asientos que estaban libre en la mesa

Al parecer el amante de las sombras perdía puntos ante Davak. Sin duda debía de tener cuidado con el pillo, que se quería aprovechar de su buen hacer. Al parecer, su tamaño siempre daba pie a que los demás se quisiesen propasar de listos. Un pequeño rayo de furia atravesó los ojos de Davak, pero enseguida desapareció mientras decía: Claro. Se la puedes pedir al tabernero en cuanto venga a tomarnos nota.

¿Ya rompes tu invitación? Dura poco tu palabra pues, debe ser que nuestro destino no nos ha unido para beber cerveza juntos, por cierto, mi nombre es Elvar.- el joven no perdió la sonrisa en ningún  momento.

Con una mano alzada llamó la atención del camarero...una cerveza bien fresca y para mi nuevo amigo lo que él quiera.

Elvar se recostó en la silla y cruzó una pierna por encima de la otra, mientras con la mano ofrecía una de las sillas de al lado al gnomo

Chuï-Míngzhì se dirigió a la mesa y se sento junto a el gnomo y Elvar. Era divertido verlos discutir sobre quien pagaba las copas. Pobres ilusos, atados a las cosas materiales... - suspiró mientras permanecia callado para ver como se desarrollaban los acontecimientos.

El tono amable del hombre, a pesar de su evidente intento de pasarse de listo, hacen que Davak sonría. Después de todo quizás no sea conveniente juzgar a la gente tan a la ligera. Aún así, Davak quería dejar las cosas claras.

Sin duda, buen amigo, deberíais limpiaros las orejas mejor por la mañana. Jamás dije que invitaría a nada, sino que propuse compartir mesa. Aún así, si deseáis invitarme aceptaré una jarra de cerveza con gusto. Mi nombre es Davak Pasoligero, gnomo para más señas. Como si no fuese evidente.

Sentimientos enfrentados corrían como rayos el cuerpo de Davak, no sabiendo bien qué opinar del joven de nombre Elvar. Sin duda era un hombre curioso, aunque andaría con pies de plomo.

El resto del grupo aún no se habían pronunciado, quedándose en la puerta, decidiendo qué hacer. Quizás nunca habían visto gentes tan diversas y de ahí su ensimismamiento. Mientras pensaba eso, el hombre calvo le sorprendió dirigiéndose hacia la mesa.

¿Vuestro nombre, señor? Dice Davak dirigiéndose al recién llegado.

Chuï-Míngzhì iba vestido con harapos y saltaba a la vista que tenia más de vagabundo que de señor, por eso no pudo ocultar su extrañeza ante la pregunta de Davak.

Me llamo Chuï-Míngzhì, - dijo con voz tranquila. -Pero por favor, no me llames Señor tan solo soy un pobre hombre que vaga de aqui para allá. Su voz era tranquila y amable pero su gesto era duro e impenetrable, su piel morena estaba curtida por las inclemencias del tiempo y en su cara se notaba que no todos los dias encontraba algo que llevarse a la boca. Por suerte, el dia anterior habia estado lavando su ropa en la fuente y no estaba demasiado sucia aun. Se llevo una mano a la barba y mientras uno de sus dedos jugueteaba con los pelos de su barba preguntó: ¿Que les ha traido hoy por aquí?

Los ojos de Galimatías se fijaron por primera vez en aquellos que habían pasado con él gracias a las palabras del tabernero. No quería beber ni comer nada, sólo se había sentido impulsado en entrar allí.

Miró detenidamente a cada uno de ellos. Sus pupilas se dilataban y se contraían a gran velocidad mientras los analizaba. 

¿Por qué este diminuto ser habla de destino? ¿Acaso sabrá lo que es? pensó Galimatías sin mutar un gesto en su rostro.

Educado como era, pero poco hablador, respondió a la pregunta antes de que ninguno la hiciera

Galimatías. Un placer

La druida entró dentro con una expresión de sorpresa. No había estado en lugares como ese con anterioridad, y deseó volver a sus bosques y su aldea. Aquello no era para ella. Observó al gnomo que había entrado junto a ella. Tuvo el impulso de acercarse a la mesa que compartía éste con algunos personajes más. Caminó hacia el interior. Sus ojos lo devoraban todo con la vista, parecía como si estuviera en trance. No sabía a donde ir  ni que hacer así que se acercó a la mesa.

- Talindra Calodra - dijo a modo de presentación y permaneció de pies junto a ellos.

Su espíritu guía les había hablado de unos desconocidos y sentía curiosidad por ellos. Así pues, se limitó a observar a aquellos pintorescos personajes allí sentados aunque no sabía que hablar con ellos.

Viendo que ni el gnomo ni Elvar se habian dignado a contestar a su pregunta Chuï miro a Talindra y le pregunto: ¿Que os ha traido hasta este lugar joven dama?

Davak salió de sus pensamientos que le habían ensimismado durante unos segundos, no dándose cuenta de que el asceta se había dirigido a él, aunque no fuese de forma directa. A veces le pasaba. Su cerebro trabajaba a gran velocidad, pero como contraprestración, a menudo, le absorbía de tal manera que no era consciente de lo que ocurría a su alrededor. Tengo que estar más atento.

Disculpe, Chuï-Míngzhì, estaba inmerso en mis pensamientos. Davak se toma unos segundos para pensar. Lo cierto es que no sabría decirle. Sé que no suena muy concreto, pero la verdad es que podría decir que el destino me ha empujado hasta aquí. Las últimas semanas han sido algo frenéticas en mi vida, ¿sabe? Salí de mi hogar hace unos meses y desde que lo hice no han hecho más que pasarme cosas. Finalmente, hace apenas unos días terminé llegando a esta fascinante ciudad, aunque me resigné a quedarme en mi alojamiento e ir explorando la ciudad poco a poco, hasta que al final me he lanzado a una exploración total. Necesitaba ya algo de actividad y bueno, el resto ya lo sabéis, he terminado compartiendo mesa con ustedes. ¿Qué pasará ahora? No lo sé. Lo más probable es que dentro de un par de rondas, cada uno se vaya a su casa o a donde esté acogido y no volvamos a saber más de los aquí presentes. Pero hasta entonces, me gustaría conocer a la ciudad y sus gentes.