Partida Rol por web

Hacia años desde que la fuerza invisible despertara en tu interior, años de buenos momentos y grandes prodigios. Pero todo lo bueno también atrae la oscuridad y la envida. Las mujeres, tanto humanas como elfas, buscaban tu compañía. Aunque fue una, Chiara, quien desencadenaría todos los sucesos.

Chiara era la única hija de una rica familia de comerciantes, era pretendida tanto por la riqueza de su familia como su hermosura física o su gran amplitud de conocimientos. Entre los pretendientes se encontraba Nanzu, uno de los sabios del grupo al que pertenecías. Chiara busca tus sentimientos, al igual que otras muchas muchachas, y rehuía de los halagos de Nanzu.

La tragedia entro en escena durante la fiesta más bella del año, el equinoccio de primavera. Con el desenfreno del vino, los bailes y las baladas de amor los sentidos se desencadenaban entre ellos la lujuria. La mala suerte y el infortunio quisieron que Chiara te encontrara en compañía de otras elfas. El vino y las canciones tragicas de amor nublaron sus sentimientos y en un acto de locura propia de razas más inferiores, Chiara se quitó la vida por despecho. Los gritos y acusaciones, dirigidos por Nanzu, lanzados contra tu persona rápidamente corrieron como un arroyo de alta montaña, rápido y brumoso.

Aun escuchas las acusaciones a lo lejos mientras te separas del grupo que fue tu familia y tu hogar por tantos años.

Los gritos airados de tu padre habían roto la tranquilidad del amanecer de tu partida. A pesar de ser una raza dada a la aventura, los instintos de autoprotección de las crías propios de cualquier especie de mamífero eran mucho más fuertes en él. Tu madre había sido mucho menos escandalosa, viendo tu partida como algo natural e inevitable. Pero un aura de tristeza cubrió los rostros de muchos de los chicos de la comunidad...

El camino transcurría placido  a través de los bosques verdes.

Tras la despedida familiar, Kendra no tardó en dejar su hogar. Tampoco era la primera vez que lo hacia, ya que solía ausentarse de vez en cuando por temas relacionados con el estudio de lo arcano, pero aquella vez era diferente. Sus últimos estudios le habían llevado a conseguir un extraño hechizo de transporte y ardía en ganas de probarlo, además de seguir ampliando,sus conocimientos mágicos. Es por ello que preparó a su mula, Dorotea, la cual cargaba con la mayoría de equipo de la elfa gris.

Su equipo estaba compuesto por lo mundano, mirando hacia la supervivencia, además de lo básico para cualquier estudiosa de lo arcano y escritora. Varios rollos de pergamino en blanco y otros escritos, que había preparado hacia tiempo para emergencias, si llegase a necesitarlos, y un recipiente hermético, para protegerlos de las inclemencias del tiempo y del agua, así como su libro de hechizos. Incluso su padre le hizo entrega de un arco familiar que había pasado de generación en generación. De hecho, su manufactura era exquisita, con motivos élficos y runas con el nombre de sus respectivos antecesores en la familia. Por su parte, su madre, arcanista de profesión, le hizo entrega de una capa de resistencia, para ayudarla en su viaje y los por,enormes que pudiera encontrar. Por ultimo, una varita mágica, también como protección, que se había agenciado gracias a sus contactos con uno de sus profesores arcanos, que la elaboró para ella como favor personal, ya que era su favorita.

Y así, sin dilación, Kendra se encaminó hacia algún lugar apartado, donde pudiera proceder a leer aquel pera,uno y ver a donde podría llevarla...

Kelris ya llevaba un tiempo planteándose el dejar el grupo para marchar en solitario. Sentía que se le había quedado pequeño y no le podían dar lo que él andaba buscando; aventuras en las que tuviese la oportunidad de entrenar aquel poder que se había manifestado en él hacía un par de años.

Si bien la vida que llevaba no carecía de acción- eran un grupo nómada de elfos lunares que recorrían los pueblos trabajando en ferias y tabernas- no era la acción que él andaba buscando. En sus sueños se enfrentaba a peligros desconocidos, moldeaba la fuerza invisible que le rodeaba a su antojo y salvaba con ello a la hermosa princesa de turno, que luego caía rendida en sus brazos, por supuesto.

Pero no había esperado marcharse de aquel modo. El elfo podía ser acusado de mujeriego y soñador, pero no era mala persona. No se había dado cuenta de que Chiara se había enamorado de él de aquella forma, ni que sufría tanto como para tomar su propia vida por celos. Kelris estaba casi tan destrozado como los padres de la muchacha y, aunque él no debiera echase la culpa por ello, se sentía responsable de su muerte. Se prometió a sí mismo ser más cuidadoso con los sentimientos de las mujeres y pensárselo dos veces antes de dejarse llevar por unos bellos ojos. Aun así eso no traería a Chiara de vuelta, ni haría que el resto dejasen de mirarle como si él mismo la hubiese asesinado con sus propias manos.

Era el momento de marcharse. El día señalado solo su madre acudió a despedirle. Su padre, aunque no le culpase de la muerte de la chica, tampoco apareció para no quedar mal con el resto. Antes de partir, su madre le entregó tres objetos mágicos que le ayudarían sus aventuras; un cinturón y unas botas que habían pertenecido a su familia toda la vida, y un emblema con la forma de un ala, el cual habían recibido como pago en una taberna no hacía mucho. Por supuesto, también le había llenado la mochila de cosas más rudimentarias el día anterior.

El abrazo fue intenso, no se sabía cuanto tiempo pasarían hasta que se pudieran volver a ver, pues un elfo vivía muchos, muchísimos años. Prometieron aun así encontrarse de nuevo cuando llegase el momento.

Kelris se marchó sin mirar atrás, con lágrimas en los ojos. Era una despedida amarga. Echó de menos no tener un compañero para que le amenizase el camino; La mayoría de usuarios de magia tenía uno, pero él nunca fue bueno con los animales y no sintió conexión con ninguno de ellos. Así pues, caminó en solitario por el sendero, dejándose por completo en manos del destino.

La joven maga se dispuso a desenrollar el pergamino que con tanto esfuerzo había conseguido. Había sido una historia larga y confusa donde la elfa había sido discípula/amante de un viejo mago humano de grandísimo poder. El hombre, un tal Dottore Malaquías, había engatusado a la elfa con la promesas de nuevos conocimientos arcanos de gran poder que solo él conocía. Con el paso de los días y meses el mago no aportaba ningún conocimiento nuevo excusándose en falta de preparación, dolor de cabeza, la fase lunar o escusas aun más absurdas e inverosímiles. Cansada de esta situación Kendra decidió que era hora de partir en busca de nuevas aventuras pero antes de marchar decidió llevarse un pequeño regalo de parte de su querido amante/profesor, un pergamino que según Malaquías savia para el teletrasporte de grupos de personas entre planos.

Realimente el pequeño regalo no era solo un pergamino, sino un conjunto de varios pergaminos de pieles de distintos animales (algunos de ellos muy exóticos y extraños) sobre lo que se había escrito con diferente tinturas las palabras arcanas que conformaban el conjuro. El conjunto de pergaminos de diversos colores junto con las letras arcanas y la combinación de colores de las titas hacían de ellos por si solos una autentica obra de arte.

Caminastes durante varios días por un sendero que atravesaba un tranquilo bosque verde. La marcha con la mochila acuestas iba acompañada del cantar de los pájaros y de una suave brisa, todo ello conformaba una imagen bucólica propia de una balada.

En medio de tu marcha se abrió un claro, y en medio del claro, como una ninfa, se encontraba una elfa que jututeaba con un pergamino. Esta se giró al escuchar tus suaves pasos sobre el follaje.

El camino atravesaba un tranquilo bosque verde que se abrirá en un claro. El cantar de los pájaros y la suave brisa conformaba una imagen bucólica propia de una balada. Era el sitio ideal donde probar el pergamino.

Decidida comenzaste a buscar entre tus pertenecías el canuto de cuero donde guardabas el pergamino. Entonces un ruido te saco de tu concentración, era un ruido suave y acompasado con el ritmo de la naturaleza propio de alguien que vive en contacto con la madre tierra. Al gírate vistes en el lidero del claro, avanzando por el camino, un elfo.

Al percatarse de la presencia de otra persona, Kendra no lo dudó y volvió a enrollar el pergamino, dejandolo nuevamente en su estuche, a salvo de miradas curiosas. Pese a que aún estaba en la linde del claro, la vista de los elfos era bastante buena y pudo comprobar que se trataba de un elfo. Uno de esos primos con los que comparte varios rasgos, como las orejas puntiagudas, entre otras cosas.

- Hola, primo. ¿Buscabas algo en particular por aquí? - Preguntó desde su posición, mientras guardaba el estuche en las alforjas de su mula, acariciando después el lomo de esta.

Entre que no miraba el camino y que andaba distraído con sus propios pensamientos, a Kelris le pilló totalmente por sorpresa la visión de aquella ninfa del bosque.

Qué belleza! Era acaso un truco de su mente trastornada? O una criatura mágica que había aparecido para poseerle sin más en medio de la foresta.

Las palabras del la elfa, en cambio, rompieron el hechizo.

'Primo', había dicho? Su ceño se frunció en un intento de reconocer a aquella mujer. Eran familia acaso? No le sonaba de nada.

- Discúlpame, pero creo que me confundes con otro. Me llamo Kelris de los Tel'Quebar*. No buscaba nada en concreto por aquí, en realidad hace poco que he dejado a mi grupo para buscarme la vida por mi cuenta, eran un poco aburridos si debo ser sincero.

Y qué hace una bella dama como tú tan sola en el bosque? No temes a los asaltantes?

Se acercó con precaución y tendió su mano en forma de saludo esperando que le correspondieran el gesto.

- Como no tengo un sitio concreto al que ir, si no te importa puedo acompañarte, la verdad es que no me gusta estar solo.

- ¿Acaso no somos primos? Se ve a la legua que eres un elfo, aunque por tus rasgos diría que eres lunar. Yo soy una elfa gris, de ahí que te llame primo. Solo era un apodo cariñoso. Mi nombre es Kendra y esta de aquí es Dorotea. - Dice mientras acaricia a su mula.

- Soy escritora y tal vez conozcas algunas de mis últimas obras si es que te va lo de leer. Si no te gusta estar solo puedes acompañarnos a las dos. No nos vendrá mal andar juntos por aquí. Hoy en día los caminos se vuelven bastante peligrosos. - Añadió.

Apodo cariñoso? Bien, bien, iban por buen camino... No, mierda! Ya casi se había olvidado de su promesa de no flirtear con cada bella mujer que encontrase a su paso. Es que no tenía remedio (algunos dirían que no era de voluntad fuerte).

Encantado de conocerte Kendra- dijo rozando levemente su labios con el torso de la mano de la joven. La soltó con delicadeza y añadió- y a tí también, Dorotea.

-Lo siento, no conozco tus libros, no soy mucho de leer, pero seguro que son muy interesantes, como su autora. Si tienes alguna copia por ahí con gusto la leeré.

Entonces, te dedicas a recorrer mundo para inspirarte?- el elfo sacó sus propias conclusiones-. Qué maravilla! Pues sí, me encantaría caminar junto a ti si me lo permites. Seguro que tendrás un montón de historias que contar.

Mi familia se dedica a eso, sabes? Nosotros íbamos de pueblo en pueblo, recogíamos historias locales de aquí y allá, y luego nuestros bardos las relataban allá dónde eramos bienvenidos. Claro que a mí eso nunca se me ha dado muy bien. Yo soy la oveja negra de la familia por así decirlo. A mí me va más la magia. Verás, si te fijas bien en tu alrededor - paró en seco y recogió una bella flor silvestre que entregó a Kendra- todo está rodeado por una fuerza invisible. Yo le doy forma- empezó a hacer gestos con las manos hasta que apareció de la nada un disco translúcido justo delante suyo- hasta que, ves? Cha-chán!

Al instante lo hizo desaparecer.

Hace poco que he empezado a practicar y he de reconocer que no soy muy bueno todavía. Por eso he querido dejar la vida de feriante y recorrer el mundo en busca de retos que pongan a prueba mis habilidades.

Lo siento, estoy hablando demasiado verdad? Llevo unos días solo y ya me estaba volviendo loco.

Kelris sonreía con sinceridad a la muchacha. Se alegraba mucho de habersela encontrado.

Kendra torció el gesto, moviendo la boca hacía un lado de la cara, en clara señal de no estar demasiado impresionada por el truco de Kelris.

- No está mal... ¿Sabes? Yo también soy estudiosa de lo arcano. Era la primera de mi clase en la escuela de magia, donde era colegiada y me dedicaba a llevar la biblioteca de la escuela. Conozco un montón de hechizos, mira, mira. - Y sacó el gran libro que llevaba, mostrando un montón de páginas con diferentes hechizos. - Tu debes tener otro libro como este, ¿No es así? o ¿Dónde apuntas tus hechizos? Podríamos intercambiar conocimientos si uno conoce uno que el otro no, ¿Qué me dices? - Propuso la maga.
 

Oh, verás...- Kelris se rascó la nuca en busca de una buena escusa que no ofendiese a la dama- Como ya te he comentado, no soy mucho de libros. Es algo que me surge espontáneamente, no lo tengo escrito en ningún sitio, ni sabría explicarte cómo lo hago. Lo siento.

Entonces, tú también eres maga? Mira que casualidad! Parece que el destino nos haya unido. Tienes alguna especialidad?

A propósito, dónde tenías pensado ir? Quizás deberíamos ponernos en marcha ya si no quieres pasar aquí la noche? Te advierto que eso de hacer fuego y cazar no es lo mio, pero me he traído un par de raciones de viaje que compartiré contigo gustosamente.

- Bueno... Se un poco sobre todas las escuelas. Aunque tengo bastante predilección por el dominio de conjuración. Puede que sea hereditario. A saber... - Contestó a Kelris, pensativa mientras se mesaba el mentón.

Lo cierto era que andaba medio perdida y sin un rumbo fijo, más que el que le marcaba cualquier cosa que pareciese una senda en aquel frondoso bosque. Pero el hecho de tener compañía era mejor que estar sola. Mucho mejor si era uno de sus "primos" y "colega" a la vez, por el mencionado estudio de lo arcano.

- Muy bien. Estaremos mejor juntos, pues. La verdad que no tengo rumbo fijo, más que el que me van marcando las sendas de este frondoso bosque. Vayamos... Vayamos... Vayamos por allí. A ver si encontramos algún sitio para descansar antes de que se nos haga la noche. - Murmuró señalando en cualquier dirección, opuesta a la que venía.

La tarde es apacible y el pasear en buena compañía es agradable. El camino escogido por Kendra avanza serpentea por el bosque y penetrando en un valle verde surcado por un pequeño arrollo. Los arboles crecen altos y frondosos, mientras que el musgo y la hierba cubren todo el suelo de un tapiz verde.

Con el avance de la tarde la temperatura comienza a bajar y la humedad procedente del arroyo comienza condensarse formado una fina niebla. Los rayos del sol ya no llegan con tanta fuerza y el ambiente se torna humedece y frio.

Cuando lleváis caminado un buen rato siguiendo el curso del pequeño arroyo, a unos diez metros (la distancia que permite ver la niebla) veis un par de sombras. No habéis dado más de dos pasos en su dirección cuando un grito ahogado sale de la garganta una de las sombras. El filo brillante de un estoque surge de la garganta de una de las sombras. La hoja del estoque describe un rápido giro circular y sale del cuello de la sombra que cae al suelo de rodillas. La sombra del estoque desaparece entre la niebla.

Al avanzar un poco más en la niebla, veis que el que la sombra que se encuentra de rodillas es un humano alto y de porte atlético, de tez morena y pelo castaño. Vestido ricamente con una túnica azul. El hombre se agarra la garganta intentando detener la hemorragia pero la sangre corre abundantemente entre sus dedos.

Hyskosa, la profecía de Hyskosa…. dice entre estertores y borbotones de sangre. La luz del sol brillara…..  sobre los muertos…..  rezumara y caerá…… volviendo rojos los restos…. la primera parte….

Lejos de estar desprovisto de peligros, el precioso bosque les obsequió con una escena dantesca: Un asesinato en pleno claro del bosque, con el arroyo cruzando la,escena y tiñendo sus frías aguas del rojo sangre de la víctima.

- Por todos los dioses viejos y nuevos.... No veo nada con esta niebla. ¿Se habrá ido ese asesino ya? - Iba diciendo mientras se acercaba al cuerpo del moribundo, que se agarraba su garganta.

- Tranquilícese. Cálmese... ¿Qué es eso de Hysmosa? ¿De qué profecía habla? ¿Por qué las ha atacado ese hombre con su hoja? - Debido al nerviosismo, la maga no paraba de lanzar una pregunta tras otra.

Kelris corrió hacia la víctima sin fijarse en si el bandido que lo había atacado seguía por la zona. La vida de aquel hombre se escapada rápidamente por el profuso corte en el cuello y no tenía mucho tiempo para ayudarle.

Se arrodilló y le puso una mano en el pecho para que la energía positiva de su cinturón sanase las heridas del moribundo.

Espera, relájate, deja que la magia fluya, luego nos puedes contar quién te ha hecho esto y cómo podemos ayudarte- intentó tranquilizar al desconocido con voz suave.

No había rastro del asesino. La niebla densa lo cubría todo siendo imposible ver a más de cinco metros, todo lo demás eran sombras sobre un fondo blanco.

Ella… es una vistani…. una adivina…. Dice entre estertores mientras su voz se vuelve cada vez más débil. Marcel de Tarascon y su hermano…. no confiéis en…. Su voz se extinguió en un último espasmo que llena la boca del hombre de sangre.

Kelri con un rápido movimientos de manos desabrocho el cinturón y lo aplica en el pecho del hombre. La mano del elfo se hunde en el torso del herido hasta el codo, atravesando el cuerpo sin encontrar ninguna resistencia.  El frio penetra en el brazo de Kelri, como un millar de alfileres clavándose en su piel, obligándole a retirar el brazo. Al retirar el brazo la figura del hombre herido perdió consistencia y se diluye entre la niebla.  

Ante el gesto de Kelris, Kendra se acercó para oír mejor las palabras del hombre, pero no estaba preparada para lo que vino a continuación. De pronto, la mano del hechicero se hundió en el torso del hombre, lo cual hice alejarse de un salto a la maga, visiblemente sorprendida. Pero acto seguido, el cuerpo del moribundo se desvanecía, volviéndose uno con la niebla que les rodeaba.

- ¡Apártate Kelris! ¡Esa niebla extraña...! - Avisó a su reciente acompañante.

Después, la maga se concentró, tratando de discernir si lo que estaba pasando era producto de algo superior. Algo procedente de lo arcano.