Partida Rol por web

Onfale se había asentado en una posición relativamente cómoda. Desde lo alto podía ver las posiciones de cada uno y se sintió protegido al ver que estaba rodeado de los suyos. Sin embargo, sus taras mentales, sumadas a las físicas, dejaban al perfumista totalmente incapacitado para ayudar contra la bestia Faratsu. A menos que usara uno de los pergaminos que aún le quedaban. Sí, lo había planeado todo al milímetro, y ahora el Faratsu estaba donde quería. Pero cuando vio cómo desaparecía, la angustia se apoderó de su corazón. ¿Cómo harían ahora? Si tan sólo tuviera ese hechizo...lo había aprendido para casos como estos, precisamente, después de vérselas con ese diablillo que se hacía invisible. Pero su sentido más agudizado estaba saturado e inservible, al menos de momento.

Quizás ella...- Miró a la maga rubia con esperanza. Había un par de hechizos sencillos para estos casos que una maga que se vanagloriaba de no usar magia de evocación debía conocer.

Leiath terminó de bailotear pidiendo la bendición a su diosa y se percató de que ahí nadie estaba combatiendo. Desde su posición no podía ver al 'duendecillo amarillo' asi que preguntó:

- Qué pasa? Se ha ido?

Algo pasaba sin duda, el carismático enano del tambor seguía tocando aunque había cambiado el ritmo. Miró a Onfale, él siempre parecía enterarse de todo pero ahora la chispa que le iluminaba los ojos normalmente había desaparecido y su mirada, como la de su lacayo, parecía algo ida. Se le habría pegado la falta de luces?

Sin saber muy bien qué hacer se puso a ejercer su profesión, como su madre la había enseñado, primero los más graves. Y mira qué suerte, aquel muchacho lleno de golpes y heridas se había puesto a mano.

Me permites un momento? -dijo con mucha educación al encapuchado arquero- Puedo curarte esas heridas tan feas.

- Peor Leiath. Se ha hecho invisible.- COntestó rápidamente a la Bruja de Hala.- Así que tened mucho cuidado.

La útil, pero déspota clériga, súbitamente se gira hacia él y con un simple toque en su hombro le ayuda a restablecerse de las graves heridas causadas por el bichejo invisible, pese a todo está muy lejos de tener alguna esperanza de herir a un ente que no puede ver. –Gracias, colócate detrás de mí y esperemos que la criatura prefiera largarse que morir-,-Y llevarse a algunos con él-

¿¡Mierda, dónde coño se ha ido el cabrón este!?

Tremens apunta momentáneamente al lugar donde instantes antes estaba el carcelero, pero desiste al no tener un blanco claro, en lugar de disparar busca con atención sobre la superficie del duro suelo, cerca de donde terminan sus huellas sobre la superficie grasienta en busca de manchas de la sangre que rezuma de sus heridas con la esperanza de saber en qué dirección marcha.

Kaevhas no puede evitar sonreír satisfecho al comprobar la efectividad de su conjuro tras darse cuenta de la resistencia que carcelero tenía al fuego. Entonces vio de reojo, como Becky se dedicaba a hacer apuntes en su libro en medio de la batalla contra Farastu. Pero al mago no le dio tiempo de replicar nada a la irritante mujer, pues preocupante ocurrió. Después de soltar la alabarda de Richard, el amarillento ser desapareció.

La consternación nubló la mente de Kaevhas hasta que, esta vez para bien, la voz de Becky revelaba lo que la criatura había hecho. -Esto no augura nada bueno...- Dijo en voz baja, casi para sí mismo. Pero muy lejos de darse por vencido, los ojos de Kaevhas refulgieron con un brillo azulado, mientras su cuerpo emitía un vapor helado al concentrar de nuevo su poder. "Tarde o temprano tienes que aparecer." Pensó para sí a la vez que su cuerpo se tensaba preparado para reaccionar en cuanto Farastu apareciese de nuevo.

Flame abre bien los ojos como si hubiera entendido de pronto todo lo que sucedía. Asintió al aire, como si Ayash o alguien le hubiese hablado y después miró a Becky, como si ella tuviera que ver algo en todo aquello. ¡Aprovechemos ahora! ¡Confiad en mi! No llegaba a entender muy bien por qué estaba tan seguro de todo aquello, pero Flame jamás daba puntada sin hilo y si ella decía aquello, lo mejor sería hacerla caso.

¡No sabemos dónde está! Y es absurdo perder el tiempo, vosotros. Dijo mirando a Becky.Vosotros sabéis moveros por aquí, ¿Verdad? Sois de... ¡de lo que quiera que sea este sitio! ayudadnos a no perdernos. Dijo mirando a Alice, a Onfale, y a los demás. ¡Seguidme, compañeros! ¡Siento como Ayash nos guía! ¡Tengo una corazonada! ¡Es el momento de escapar! Dijo gritando a todos sus compañeros sin temor a que Farastu la oyera.

Aire entrecerró los ojos cuando el muñequito diabólico desapareció. Estaba claro qie preparaba alguna maldad, pero sin verlo... ¿Cómo poder detenerlo? Se acercó a su osito al oído y cabeceaba, atendiendo a lo que le decía.
No puedo hacer eso, mi querido Aristóteles, sería un desperdicio. No al menos hasta que no haga algo para descubrirse... susurró la joven a su inanimado amigo.
Aún así, sus ojos pasaban de la oscuridad a la normalidad cada vez que parpadeaba. Sentía el impulso de atacar a todas partes, destruir todo lo que pudiera. Pero no lo hacía. Iba a esperar paciente cuando Flame gritó.
¡Mira Aristóteles! Tiene un granito en la frente. ¿O es una verruga? A lo mejor es una poderosa bruja, aunque creía que tenían la verruga en la nariz... murmuró. Pero había propuesto un plan en vez de quedarse allí esperando. Farastu los perseguiría, sí... Pero era muy aburrido quedarse allí aguardando el ataque. Siguió a Flame.

Fosco se halló en una situación confusa iba a subir con Onfale, pero Flame tiraba mucho ¿Y Rufus? Cuando su chica siguió a Flame no tuvo duda. Se echó el arco al hombro, cogió el escudo y fue detrás de ellas. Porque estña claro que tiene que ir un hombre...

¿Ellos escapar? ¿Bluchtz?

A Tyron se le hizo un nudo en la garganta. ¡La mujer de aliento ácido se había precipitado! Están huyendo antes de tiempo, y lo peor de todo era que lo había expresado verbalmente, ante el que se supone que tenía más motivos para huir: Farastu. El farol de que venían refuerzos había sido desvelado. Farastu se vendría arriba y volvería a la carga. Todo era culpa del propio Tyron. Ya sea porque intentó presumir de su logro delante de las damas para alimentar a su propio ego, o porque su mal criterio eligió para contarlo a la persona con menos luces del grupo de "Lluevegente".

Pero los sustantivos mencionados por Farastu no son nombres propios, sino razas. Los Shator y los Kelúbar son los máximos exponentes de una misma raza: los demodand, a los que quizás pertenezca Farastu. Son gordas criaturas que no recuerdan a la delgadez de Farastu, por eso al principio Tyron no los relacionó con el carcelero.

Los Kelúbar son burócratas, supervisores, una casta de investigadores que se dedican a recavar información y administrar a criaturas como Farastu en sus tareas de vigilancia. Por eso las dos piezas de cobre que Farastu arrojó a Tremens: el encuentro no fue fortuito, Farastu tenía informaciones de todo el grupo de Becky cuando les atacó.

Los Shator son los amos demodand. Se dedican a negociar las capturas de fugitivos y las recompensas, un modo de ganar prestigio e influencia entre otras razas del Cárceri. Si los demodand están metidos en todo esto, es que al menos uno de los fugitivos es relevante para que alguien pague mucho dinero por su captura o por su muerte. Pero eso no es lo más terrorífico de todo... Los Shator pueden viajar entre planos, transportando a más carceleros y cazarrecompensas con él. A buen seguro que si se libran de esta, ni siquiera en otro plano estarán a salvo.

Todo muy lío abushblubbush. Mejor volver a Orthys.

¡Por la izquierda! Ayer leí que el lago de magma había que bordearlo por la izquierda para continuar la huída. No lo dije antes porque no sabía cuándo nos encontraríamos con un paisaje así. Si Farastu me mata, recordad: el lago se bordea por la izquierda.

La maga se arrebujo en una esquina esperando lo peor, el carcelero no había marchado, como bien decía el perfumista se había hecho invisible, y seguir a la rubia no le parecía una buena opción. 

¡Aire, no!

Becky no puede impedirlo. Aire nunca atendió a razones. Ahora lo principal es ponerse a salvo. Sube a su disco flotante y sobrevuela el magma para asegurarse de que Farastu no logra cogerla desprevenida.

Gente que llueve del cielo, el camino que ha tomado vuestra amiga y el niño lleva a la más plena oscuridad. Aunque logren encontrar la madriguera al exterior, saldrán a un lugar llamado Orthys, un eterno páramo pantanoso lleno de mosquitos que portan enfermedades y monstruos terribles. Lo sé: yo vengo de allí. Perdí la memoria, y mis primeros días desde entonces estuvieron sumidos en el miedo y el desconcierto de despertar en ese terrible lugar.

No podía aconsejarles qué hacer. Si hablaba en voz alta, Farastu también lo oiría y podría anticiparse. Y para colmo de males, el charco de grasa resbaladiza que podría ayudar a localizar al enemigo invisible si pasase por allí, se evapora hasta desaparecer. Becky no es una gran maga todavía, que un conjuro tan sencillo durase tan poco es la prueba de que es tan débil como Onfale.

Y mientras, ajena al peligro, Leiath coqueteaba con Artho y le dedicaba a él todas las atenciones. ¿Qué le pasaba? La última vez que estuvo tan unida a un chico misterioso con capucha, le vió morir en la aldea de los hombres lobo. ¿Acaso estaba supliendo el vacío de Azaron con la de este desconocido? ¿O simplemente atiende a los heridos como mandan los preceptos de Hala?

Tremens se acunclilla para examinar el suelo, al lado del cadáver sin cabeza que dejó Richard Corvens. Al alcance de su mano tiene la espada de Richard, y su bolsa de oro. Es tentador. Se inclina un poco, y entonces le detiene un olor nauseabundo, entrecortado, como una respiración de un mal aliento. Se paraliza. Farastu está ahí, justo ahí. Tan cerca como lo están la valiosa espada y el dinero.

Un instante después, el hedor desaparece. Farastu se aleja, quién sabe a por qué víctima. La pista en el empedregado de la playa es difícil de encontrar. La mayoría de heridas que sufrió el ser amarillo eran mágicas, sin cortes, sin sangre. Más fácil resulta encontrar su sudor alquitranado goteando en las lascas. Parece que se alejó en dirección norte, como Aire y dos de los desconocidos, pero puede que solo haya dado un par de pasos para bordear los bloques de basalto y coger a alguien desprevenido.

El peligro no había pasado, pero con sus sentidos agudizados, Tremens estaba tan preparado como podía estar... de no ser así no habría llegado tan lejos en los Dos Peniques. Viendo que el feo de Farastu al parecer no le quería atacar, pues lo pudiera haber hecho ya, el joven espera que golpee a alguien atento, medio acuclillado... mientras recoge disimulada mente la bolsa de oro de Richard...

Jo, jo, jo, jo mira que tenía el memo de Richard... tranquilo, paleto, ya me lo gastaré en tu recuerdo con alguna putilla.

Tremens seguía oteando el suelo en busca de algún rastro de el feo amarillo, mientras no lo detectara no podía amortizar el aceite puesto en el arco.

¡Maldición!

El joven se detiene atento un momento esperando lo peor antes de parecer confuso y seguir barriendo con la mirada el suelo cercano...

-¿Alguien puede lanzar un charco de pintura mágica en el suelo para que el feo lo pise y vaya dejando rastro?

Ale, ya estas más o menos entero!- decía al desconocido satisfecha después de haber hecho su trabajo.

Entonces escuchó las palabras de Flame entre el repiquetear del tambor. Pero dónde va?! Le daba la sensación que aquel viaje interdimensional les había afectado a todos en la cabeza.

-Pero, Flame, espera! Sabes acaso a dónde vas o dónde estamos? Nos falta el gitano y Rufus!!

Corrió unos pasos para poder ver por dónde se había ido la guerrera. Advirtió que la cabeza del calvo había desaparecido del suelo.

- Me da que el bichejo ese se ha largado con su trofeo a lamerse la heridas... VUELVE FLAAAAMEEEEEE!

A todo esto... dónde estaba el gran Rufus y Viktor? Observó a su alrededor en busca de aquellos seres que se os habían llevado.

¡Maldición enano! Te vuelve a fallar el juicio y estás muerto. Es evidente que influye en el grupo de los lluevegente, que su voz la escuchan. ¡Pero qué torpe es!

El temor asoma su rostro pero no termina por apoderarse de mi. ¡Aunque debiera hacerlo! Ha sido una ráfaga la que llega a mi mente, una epifanía que arremete embistiendo mi propio valor. Y eso que soy el encargado de infundirlo. ¿Cómo no temer? Son ellos.

No hago más que contemplar la situación. Especialmente miro a Tremens. Así es bastardo, conozco tu secreto.

Todo para actuar con prontitud. Mirar y actuar. Pronuncio de nuevo unas palabras al aire, me lleno de valor y dejo el tambor a mi espalda.

Pero estoy muy cansado aun. Si no fuera porque sé las atrocidades de éste lugar me dejaría morir, o volvería a Orthys. Tengo que resistir para escapar. Sin embargo no puedo más que bufar algo agotado.

Vuelvo y bufo, tomo una bocada profunda de aire, y me abalanzo al camino que tenemos que tomar. Es ahora. Voy al borde del lago de fuego por la izquierda. Habrá algo de irónico en que sea el lado más cercano al corazón. ¡Por acá!

Miro a Becky con total confianza. ¡Se ha ido por acá! ¡Está débil!

Farastu es un demodand. Se ha ido a Orthys, y seguro va a darle aviso a los Kelúbar. Nos seguirá a otros planos. Tenemos poco tiempo para escapar y mejorar nuestra situación. A menos que le demos lo que buscan para salvar al resto. Pienso para mi. Vamos.

Ésta vez sólo hablo con Becky.

¿Era el único que lo sentía? Trompicón se había reencarnado en otro caballo allí mismo. Tales habían sido las buenas acciones del jamelgo que su Karma le había correspondido. Se giró hacia la maga de fuego y, como a veces era costumbre en él cuando trataba con mujeres, le dio unas "directrices" sobre cómo actuar.

- Alice, allí tienes a Trompicón.- Le dijo señalando al caballo de carga del descabezado.- Tú sabes montar, aprovéchalo.- No es que Onfale no fuera buen jinete. Durante sus años de servicio obligatorio había pegado alguna que otra cabalgada sobre machos más difíciles de controlar que un manso caballo de carga, pero no soportaba el olor que desprendían aquellos animales innobles. Podían ser bien útiles, pero con las limitaciones higiénicas a las que se veía obligado a someterse, no se le quitaría el olor de animal peludo y sudado en días.

Observó con desesperación cómo  Flame, Fosco y una de las magas se iban por un lado. Parecía que los descabezados fueran ellos, de Fosco se lo esperaba, pero de Flame... El perfumista tenía claro dos cosas. Una, que los desconocidos ya estaban aquí cuando ellos cayeron del cielo, por lo que era presumible pensar que conocieran mejor la zona. Dos, que había visto cómo la gitana había empujado a Víctor al abismo. Eso sólo podía significar que Víctor era la clave de todo. Encontrarlo a él y seguirlo era la única manera de salir de donde les habían metido.

- ¿Ves algo Leiath? Tenemos que encontrar a Víctor.- Después se dirigió a la maga rubia.-¡Eh, tú! ¿A dónde vas? ¿No teníamos que permanecer unidos?- No veía el sentido de meterse en el lago de lava. Ni por todo el dinero del mundo se metería ahí de nuevo. Si pensaba que allí estaría segura después de haber comprobado por ella misma que el Faratsu era inmune al fuego iba lista. Percibió que el enano del tambor se movía también, así que se dirigió a él.- ¿Conoces la zona? ¿Por dónde vamos?

Tomó carrerilla aproximándose al borde de las rocas donde se había subido y pegó un salto para llegar al otro lado. Ya no era el gato sobre el tejado de zinc que había recorrido los tejados de Vor Ziyden. Ya ni era un gato, ni era un mago, ni era nada.