Partida Rol por web

Hasta donde llegaban los conocimientos de Onfale, el conjuro de invisibilidad no se agotaría por cortarle el brazo a un cadáver. El plan era bueno. Casi le animaba a bajar los escalones más rápido. A su lado iba Alice, manteniéndole el paso, y en el hombro de la maga pelirroja, Hollín. A pesar de haber buscado siempre el bolsillo universal de Becky, por temor a morir en este peligroso plano, al fin había confiado su vida en Alice, y se mantenía fielmente en su hombro seguro de que con ella estaba a salvo.

¡Al suelo!

Ocurrió todo muy rápido. En la pugna de los dos dragones, uno de ellos escupió fuego al rostro del otro. El cono de llamas siguió su curso, y de refilón bañó en ascuas todo un tramo de las escaleras de caracol. La mampostería protegió a la mayoría de los aventureros, ya fuera porque aún estaban lo suficientemente arriba en las escaleras y atrás en el grupo, bien porque la columna central obstruía el paso de las llamas. Tres no tuvieron tanta suerte, y estaban en la trayectoria del aliento de fuego: Hollín, Alice y Onfale.

A ras de suelo, el combate de los dos dragones se había resuelto. El fuego no hizo nada en la piel escamada ignífuga. Sin embargo la nube de llamas fue una distracción mortal, y el mismo dragón que lanzó la bocanada desgarró el pecho de su oponente. No parecía que fuese a haber más llamas fortuitas: uno de los dragones estaba muerto, y el otro urgaba en el pecho del cadáver para devorar su corazón.

Ninguno de los dos dragones que estaban luchando hasta hace nada eran amigos de Aire. El box de la dragona que habló con la hechicera estaba cerrado, pero había una palanca al lado de cada box para abrir y cerrar cada gigantesca compuerta.

Por último, el dragón rojo seguía con la matanza, y los cadáveres de huécuvas se amontonaban en el suelo al mismo ritmo que los zovuts cuyos brazos abrirían la puerta sin necesidad de luchar... a cambio de arriesgarse a entrar en los dominios de un dragón celoso de su tesoro y enajenado por un poder psiónico superior.

Lo vio por el rabillo del ojo pero no fue suficiente. Su atención estaba centrada en los brazos de los cadáveres zovuts como para anticiparse al resplandor que lo inundó todo. El calor golpeó su delicado cuerpo con una fuerza mil veces superior a la del sol en su tierra natal cuando alcanzaba el cenit. Le gustaba el calor y morir en una pira no se le antojaba una mala manera. Había metido la mano en su bolsita de aceites para realizar el conjuro de invisibilidad y llegó a sus fosas nasales las esencias del hechizo. Hasta casi pudo sentir, mezclado entre ellas, su propio aroma: carne chamuscada, sangre hirviendo, pelo quemado y su alma mezclándose con la Divina Esencia, elevándose por el calor, libre al fin de su penosa existencia.

¡JA!Hasta nunca Hala, me burlo así de la esclavitud que supone profesar tu ingrata fe.

Corrieron en medio de toda aquella locura que se desataba a su alrededor. No solo por la lucha de los dos dragones si no también por la avaricia desmedida de los inconscientes que se lanzaban hacia su propia muerte intentando robar el tesoro de un dragón rojo. -Esto es un autentico caos.- Dijo ante la dolorosa obviedad de la situación. Onfale fue el que les reveló la oportunidad que les brindaba todo aquel sinsentido pues ahora podrían conseguir la 'llave' que necesitaban para abrir la puerta que encontraron en las mazmorras. 

De modo que bajaron las escaleras para ir en buscar del trozo de zovut que necesitaban. Lo que, por un momento, no se llegaron a plantear es que las cosas se podían complicar mucho más... y menos todavía que ese obstáculo llegaría en forma de un abrasador torrente de llamas. Tybalt se protegió instintivamente contra la llamarada, pero no todo el mundo salió bien parado. Alice fue alcanzada inevitablemente por el fuego del dragón y un angustioso grito de dolor dejaba patente que el invisible Onfale también había recibido el ataque. Sin pensarlo, se llevó una mano a donde antes tenía su cinturón curativo para recordar dolorosamente que lo había perdido no hacía mucho. -¡Leiath, tienes que ayudarlos!- Le dijo a la sacerdotisa preocupado por Onfale. También le preocupaba la maga, pero el perfumista se había mostrado más cercano de ellos dos desde que sus caminos se habían cruzado. -Intentaré conseguir el brazo de un zovut aprovechando la confusión.- Dijo a la vez que otras preocupaciones acudían a su mente. "Espero no volverme loco yo también en el intento..." Pensó intentando no darle demasiada importancia. Y sin más dilación continuó bajando las escaleras hacia la madriguera donde se habían inmolado todos los sirvientes enajenados. Sin llegar a adentrarse en ella, se asomó para contemplar el panorama. Quizás hubiese algún cadáver cercano o que por lo menos no le obligase a exponerse demasiado. Otra alternativa sería esperar a una nueva oleada de ladrones para aprovechar el momento y colarse. No se le presentaban muchas más opciones...

La maga no pudo reaccionar a tiempo ante la tormenta de fuego que le venía encima. Trato de empezar a recitar el conjuro de mujo de fuego pero era imposible que le diera tiempo a finalizar el conjuro, finalmente decidió tirarse al suelo. Pero el precioso tiempo que había malgastado dudando entre lanzar o no el hechizo hizo que cuando finalmente decidió tirarse el fuego la alcanzara de lleno. Mierda, este es mi fin….

Cuando la infernal llamarada barrió el extremo inferior de la escalera, alcanzando con fiereza a Onfale y a Alice, Jad bajó corriendo el tramo para tomar a la muchacha y al eunuco y subirlas un tramo, dejando los cuerpos a cubierto tras el muro de piedra que resultaba la barandilla. Mirando a Leiath, esperando que obrara magia.

-¿Puedes hacer algo por ellos?- Dijo mientras sacaba su varita de curaciones.

Pero algo en su interior le decía que aquellas heridas habían sido demasiado...

Después de haber visto de lo que erancapaces esos dragones, tendrían que haberse preparado para lo peor y haber usado algún tipo de protección contra esas llamaradas... Pero ahora era ya era tarde, y lamentarse no serviría para nada.

A buen resguardo, Leiath sopeso las heridas de sus amigos.

Por desgracia no podía hacer nada por Alice en ese momento, asi que se centró en Onfale. Su aspecto era horrendo al igual que el de la maga, pero éste, en cambio, mostraba una chispa de vida bajo el negro caparazón en el que se había convertido su cuerpo chamuscado.

Recordaba lo orgulloso que había estado de su tersa piel y su lustroso cabello, y una lágrima se resbaló por el rostro de la bruja.

- Hala, no permitas que éste, tu fiel servidor, acabe de esta forma. Devuélvele su color sonrosado, su delicada hermosura, límpiale de ese impuro fuego que ha abrasado sus carnes... te lo ruego.

Todo ocurrió demasiado rápido, en plena discusión sobre lo apetitosa que podía ser Aire a los dragones de las mazmorras.

Notó como el calor lo llenaba todo antes del grito que les alertaba. El fuego de los dragones llegó hasta Alice, Onfale y Hollín. Ninguno pudo evitarlo. Las llamas se comieron a Hollin. Alice debió abrasarse por dentro, pues sus pulmones dejaron de respirar. Y Onfale, si Leiath no le curaba, ya no podría lucir de una piel perfecta. Ni del pelo. Ya no quedaría nada de Onfale si Hala no se apiadaba de él.

Oh... fue lo único que pudo decir Aire. Estaba en shock.

Onfale abrió los ojos milagrosamente, cuando todo era ya olvido. Había tenido la suerte de tener a Alice entre las llamas y él, lo que mitigó los daños. La diferencia era clara. El cadáver de Alice estaba carbonizado. Hollín y sus delgados huesos de ave habían sufrido una demacración todavía más severa.

Ahora entiendo mejor a los viejetes. Ellos también llevaban un cadáver en la bolsa de contención, y no sabíamos el porqué.

Guardaron el cadáver de Alice, entero. Así sería más fácil de resucitar, y sobretodo más barato. Lo importante era mantener el cadáver fuera del alcance de la energía negativa que podía alzarla como una no muerta, y el bolsillo dimensional de las bolsas de contención era el mejor lugar.

Siguieron bajando las escaleras. Casi todos se sentarón en los escalones, con la espalda pegada a la barandilla de piedra, ocultos y bajo cobertura ante cualquier otro incidente que pudiese ocurrir... El único que se arriesgó más de la cuenta era Tybalt. El tiflin trató de pasar todo lo alejado posible del asesino de Alice, para dejarle comer tranquilo. En principió no notó que nada ni nadie le estuviese urgando en la mente. Todo iba bien.

Asomando la cabeza echó un vistazo al nido. Los zovuts y las huécuvas llevaban sacos demasiado grandes como para llenarlos antes de que el dragón se cebara en ellos. El dragón estaba en la falda de su montaña de oro, y desde su posición, garras, mandíbulas, alas y cola abarcaban la amplitud de la orilla frontal de su islote de riquezas. Los ataques iban cayendo sobre cada ladrón.

Y entonces, escupió fuego. Las llamaradas bañaron todo un flanco. Era ahora o nunca. Había que actuar con prontitud. Acercarse unos cincuenta pies; cortar el brazo y recogerlo; volver a salir del box torciendo la esquina. A un hombre sano le llevaría veinte segundos. Tybalt lo podría hacer en dieciocho. Pero eso no era suficiente para escapar antes de recibir el ataque del dragón.

- Cof, cof.- Le ardía la garganta y tenía la boca seca y pastosa. Nada más abrir los ojos vio a Leiath, como no.- Noooo...- Trató de decir. Estaba harto de vivir. Mucho más cuando se vio la smanos, las pierna sy se tocó el pelo, antes largo y sedoso, ahora rizado y chamuscado.- Mátame...- Susurró a la Bruja de Hala deseando que se apiadara de él. Sin embargo su mente seguía ahí, rápida como antes, y allí no podía morir. Se convertiría en un no-muerto y eso era peor que vivir quemado. Poco a poco el pesimismo se fue diluyendo dejando espacio a un pequeño haz de luz que quizá pudiera hacerse más y más grande. Se incorporó con ayuda de su inseparable compañera de aventuras. Su rostro aún desfigurado dibujó una horrenda mueca cuando trató de sonreír para tranquilizar a Leiath.

- Estoy bien, pero necesitaré más curación.- Con los ojos vio el horrendo espectáculo que suponía ver a hollín carbonizado. En cambio su mirada pasó fugazmente sobre la maga roja que varias veces había intentado matarlo.- Metedla en mi bolso.¡Mi saco!- Se apresuró a corregir pues en su tierra natal sólo las mujeres llevaban bolso. Se refería al cadáver de Alice y sus cosas. Con un poco de suerte su libro de conjuros tendría partes legibles. 

Cuando vio a Tybalt dispuesto a acercarse a la mortal llamarada del dragón trató de detenerlo.

- Espera. Protégete al menos.*

Menos mal que Leiath no estaba atenta a lo que hacía Tybalt, sino le habría dado un ataque cardiaco.

Seguía sosteniendo a su amigo Onfale, ayudandole a ponerse a resguardo.

Observó con agrado como, pese a que sus heridas debían ser en extremo dolorosas, el perfumista se preocupaba de poner a buen recaudo a la desafortunada maga.

- Espera, no te muevas tanto. vas ha hacer que se te abra la piel de las quemaduras y se te va a poner peor. Deja que la magia de Hala vuelva a entrar en tí.

Jadewo tenía la varita de curaciones leves a mano, se la había sacado nada más acercar los cuerpos de Onfale y Alice a cubierto. Nada más ver a Onfale abrir los ojos, le aplicó la varita sanando un poco más sus heridas. No era gran cosa, y menos comparado con la aptitud de Leiath, pero tendría que servir.

-Voy a dar apoyo a Tybalt.

Dijo poniendose en marcha nada más sanar a Onfale.

Tybalt observó la situación para escoger el mejor momento para lanzarse a la carrera directo hacia el cadaver de zovut más cercano. Tragó saliva ante la tensión y el peligro inminente mientras que un sudor frío comenzaba a perlar su frente. -Correr, cortar y volver.- Se dijo casi para sí mismo en un intento por simplificar las cosas esperando que así se aligerará el peso de la responsabilidad.

Y fue durante uno de esos instantes en los que el guerrero se conciencia a de la sencillez de su futura hazaña que el dragón escupió fuego contra otra parte de la sala. En ese momento Tybal salió corriendo sin apartar la vista de su objetivo salvo para controlar de vez en cuando lo que hacía la mortal criatura que guardaba celosamente su tesoro. La primera parte fue sencilla de completar. Después de todo, no muchos alcanzan el nivel de agilidad del tiflin. Tampoco sería muy complicado cortar el brazo que necesitaban para cruzar la puerta de las mazmorras. Incluso se podría decir que regresar tampoco resultaba un inconveniente. El único problema era hacer todo eso y salir ileso de allí...

Tybalt está muy seguro de sí mismo, con el conjuro de protección de Jadewo, pero pronto comprenderá que las cosas no son tan sencillas. Nada más avanzar, las mandíbulas del dragón cayeron como el gancho de un sistema de poleas. Las fauces se cerraron, y como una espada, uno de los colmillos atravesaron a Onfale de parte a parte, hundiéndose en el estómago y asomando por su espalda.

Solo fue un instante. El dragón abrió su boca y soltó a su presa, para seguir teniendo un arma letal libre con la que defender su tesoro. La herida sangrante dejó un reguero hasta el cadáver del zovut. Mientras el tiflin soportaba el dolor y cortaba el brazo demoniaco, el azar quiso que el dragón rojo ocupase sus energías en otros contendientes.

Entonces una idea empezó a seducirle en su propia cabeza: ¿y si ya que estaba allí se llenaba los bolsillos con algo del tesoro? No se quedó suficiente tiempo como para dejar que la idea implantada le hiciese mella. Tybalt recogió el brazo, interponiéndolo entre su visión y la del montón de oro. Por eso no vió, cuando el dragón se revolvió y produjo un leve corrimiento de monedas, el valioso objeto que asomó brevemente.

Abrazado a la gruesa extremidad, Tybalt emprendió la retirada sin perder de vista al gran dragón. El grupo se volvió a reunir. Leiath no daba para disgustos, y el tiflin le llegaba con nuevas heridas que curar. Pero con el objetivo cumplido, avanzaron hasta el final del pasillo, hasta el agujero con la plataforma de poleas.

Empezó el descenso... largo descenso por una sima que nunca se acababa. El brillo mágico de la vela se consumió y solo quedó la luz del colgante de Jadewo.

Y en esos instantes surgió una pregunta... ¿Cómo iba el brazo gigante a pasar el registro de los dos guardias zovuts al llegar abajo?

Aire había estado a punto de ofrecerse voluntaria, utilizando uno de sus conjuros para evitar quemarse con las llamaradas del dragón. Pero se alegró, y cuánto. Vio cómo Tylbat salía corriendo a por el brazo del demonio y cómo el dragón le observaba con hambre. Se llevó la mano al corazón cuando el dragón se lanzó contra el semiinfernal, y sintió un leve cosquilleo allí dónde Tylbat recibió el mordisco. Y, aunque con pesar, se alegró.

Cuando continuaron, alejándose de esos lagartos, la siguiente pregunta vino sóla.

¿Qué sabemos de los zovuts?

Ay, ay!

Leiath sentia en sus propias carnes los mordiscos de aquella tremenda bestia sobre el escurridizo cuerpo de Tybalt. No es que la bruja llevase ningún conjuro para compartir el surimiento con su compañero, es que ella era así.

En cuanto llegó a su lado le curó rápidamente lo que pudo. No había mucho tiempo que perder y se tenían que enfrentar a un nuevo reto.

Quizás los guardias ya no estén ahí con este caos- dijo con cierta esperanza.

Poco a poco el perfumista se iba recuperando. Del lado físico se ocupaba Leiath y del mental él mismo. Verse de nuevo casi revitalizado por completo ayudaba. De nuevo recuperaba la fe en Hala y sus ojos grandes y, profundos y azabaches, miraban con admiración a Leiath.

- Gracias, muchas gracias. ¡Alabada seas!- Le hubiera gustado tener más tiempo para detenerse en piropear a la Bruja de Hala pero, como siempre, tiempo no era algo que les sobrara.- ¡Ay!- Gritó como una mujer al ver al poderoso Tybalt atravesado por un colmillo de dragón, el mismo que casi acaba con su vida. Después respiró aliviado al ver que seguía vivo, que conseguía el brazo del zoovut y que Leiath volvía a sanarlo, como siempre.

- Que qué sabemos de esos demonios...- Ahora era cuando se echaba de menos a Alice, con sus amplios conocimientos planares. Su magnífico cerebro chamuscado reposaba en su saco de contención pero tenía el suyo propio, algo recalentado, pero enfriándose por momentos.- Déjame pensar...*

Ya en la plataforma que les bajaría a la mazmorra les surgió la duda de cómo ocultarían el brazo demoníaco que les serviría de llave ante los guardianes de su misma especie.

- Nada puntiagudo dijeron. Nos registraron a la entrada y nos hicieron dejar dagas, espadas, ganzúas. Con un poco de suerte el caos se haya apoderado también de esa zona, como dice Leiath. Por si acaso pensemos otra alternativa. Lo primero que se me ocurre es meterlo en uno de los sacos y tratar de ocultarlo. Nos registrarán pero sobre todo ...ejem...a las mujeres.- Recordaba aún como sobetearon a Alice de arriba a abajo pero con Tybalt y él mismo no prestaron tanta atención.  ¿Cómo decirle eso a la virginal Leiath?- Quizá las chicas...deberíais...como decirlo...usar vuestros encantos.- Entonces sus ojos se posaron en la putilla de Becky. Seguro que a ella le salía de forma natural.- Podría hasta hacer invisible el saco de contención y meter ahí también algunas armas.

Cuando Tybalt se alejo suficientemente del dragón y ese se distraía con los nuevos saqueadores de su tesoro, Jad aplicó la varita de curar heridas leves al tiflin.

-No tenemos mucho tiempo, vayamos hacia la zona de las mazmorras que dan al portal.

El zovut tiene resitencia a la magia, pero solo las armas mágicas pueden hacerle daño. A pesar de sus raquíticas alas y monumental peso, pueden volar torpemente pero a gran velocidad. La sola mirada de un zovut puede drenarte vida, como si un toque de vampiro se tratase, y si te la extrae toda te alzarás como su esclavo tumuluario muerto viviente. Y tienen poderes mágicos: clariaudiencia, clarividencia, oscuridad, profanar, detectar el bien, detectar pensamientos, fatalidad, sugestión y teleportar.

¿Qué? En la cena de la que os ausentastes, Kaevhas nos contó cosas muy interesantes. Dijo que sus poderes de detectar pensamientos les convertían en los guardias perfectos, si es que le dabas motivos suficientes para creer que debían leerte la mente.

Afortunadamente, la primera vez que parte del grupo visitó las catacumbas, se mostraron bastante colaboradores y con una maga pelirroja muy diplomá... ops. ¿Conseguirían pasar el control esta vez sin la pericia de Alice?

El ascensor siguió bajando durante varios minutos más. A medio camino, un ventanuco en una de las paredes de roca iluminaba con magma incandescente la sección de sima. Tan solo un conjuro permanente de muro invisible evitaba que la lava inundara los túneles de la prisión y la mina. A esa altura, paralelo a la plataforma en la que bajaban, otra plataforma hacía el viaje contrario, siendo izado como contrapeso por el sistema de poleas.

Finalmente llegaron al fondo. La plataforma se detuvo a cierta altura sobre un lago de lava. El puente levadizo estaba alzado, casi tapando totalmente la entrada de la cueva. A izquierda y derecha, sobre el mismo saliente de roca en el que se asentaba el puente, los dos zovuts guardianes empezaron a hacer girar los tornos de cadenas que mantenían el puente recogido. Para cuando el puente alcanzó la horizontalidad, suspendido sobre el lago de magma, se podía caminar desde la plataforma hasta la entrada de la cueva sin problemas. Los zovuts les bloquearon el paso, y dijeron algo en su abisal y gutural idioma.

Han dicho: "¿Otra visita a las mazmorras? Y esta vez habéis traído a más chicas... Qué pena que falte la pelirroja, nos habíamos hecho muy amigos". No parecen reconocer a Lu Nantika ahora que está limpia y vestida. Ah... dicen... dicen que dejemos las cosas afiladas aquí, y que procederán a un registro exhaustivo, risa, guiño. Guiño, guiño. Bueno... los guiños ya los véis vosotros, no hace falta que os traduzca.

El minotauro ya estaba acostumbrado, de la anterior visita, y dejó el hacha en el suelo sin causar problemas. Comenzaron los registros. En el caso de las mujeres, eran registradas alternativamente por cada zovut, con sus grasientas zarpas manoseando babosa y lascivamente cada curva de sus jóvenes cuerpos. Para registrar a los hombres, se distribuyeron el trabajo, de modo que ellos solo soportaron un registro.