Partida Rol por web

Miré al doctor con aire curioso. Su comentario parecía demostrar irritación, pero el tono general decía todo lo contrario, como si fuese una broma y no le importase. El sarcasmo era algo que no comprendía bien. ¿Por qué estaría molesto si solo estaba informando? 

-Únicamente constato la situación de la nave, doctor. Lamento que sea una contrariedad para usted, pero considero que es más útil disponer de información que no tenerla.

Vi como Tristán se ponía a intentar reparar el traje y el doctor hacía lo posible por montar otro con los restos destrozados. Más que un ingeniero, necesitábamos a un costurero.

-Creo que lo mejor será seleccionar las partes que estén en buen estado y unirlas con sellado de calor para generar un uniforme hermético, doctor.

- Saldremos en ayuda de Smith y volveremos a por usted y a por Gemma. - Le dijo Roger agarrando el hombro de Doc y tratando de reconfortarle de alguna manera, aunque en el fondo sabía que iba a tenerlo muy difícil para sobrevivir. 

Miró entonces a Hate y luego a Tristán. Parecía que el ingeniero, por una vez, encontraba la manera de arreglar algo. No sabía si el traje iba a ser funcional, ni cuando le iba durar, pero siempre era mejor eso que nada. Al menos tenía una esperanza que ahora Doc no tenía.

- Hate, Tristán, creo que es hora de ir a la exclusa y salir ahí afuera, a ver que nos encontramos en esa maldita nave. - Sonrió ante la ironía. - ¡Aunque para maldita esta en la que estamos!

Y sin más, se dispuso a salir al espacio exterior, camino de la extraña nava varada en medio de aquel lugar inhóspito.

El capitán se quedó paralizado ante la horrenda visión que apareció delante nuestra. No había visto nunca una cosa tan asquerosa y fea, pero viendo esos dientes, ya se quién había hecho desaparecer a la tripulación. Lo que me intrigaba era que si se los había comido, tendría que haber crecido, y este bicho era muy pequeño. O si se los había comido poco a poco, y no había crecido, tendría que haber echado unos buenos zurullos por la nave, que habríamos visto al pasear por ella, cosa que no había sucedido. ¿Cagaría en el aseo? Perdido en estas divagaciones, vi cómo de un salto de acercó a nosotros. John seguía sin reaccionar y eso que nuestras vidas estaban en juego. Mi primer impulso era empujar al capitán y mientras la cosa esa se lo comía, yo podía huir. ¿Pero adónde? Sin las piezas, no podría arreglar a la Greta. Y aquí no me iba a quedar, junto a esa cosa. Pensando rápidamente, aguantando como un jabato el miedo y las ganas de mear, decidí que lo mejor era...

Sacar de mi mochila de herramientas el bazoca, la motosierra, el lanzallamas, un tirachinas... ¡espera! ¿lanzallamas? ¡idea! el pequeño soplete portátil que todo buen ingeniero llevaba cuando iba a robar piezas a otra nave. No era muy grande, pero podía derretir el acero en cuestión de segundos. Lo malo es que no duraba mucho y después habría que recargarlo. Lo saqué, abrí la válvula, extendí el brazo por encima del hombro de John con el soplete y le di al gatillo. Una pequeña llama rojo-azulada fue haciendo acto de presencia, volviéndose cada vez más fuerte, hasta llegar a los doscientos cincuenta grados centígrados. Si la criatura no se cagaba o no la afectaba, ya podíamos darnos por muertos.

Paul tomó el mando con rapidez, extrayendo su soplete portátil y encendiéndolo, mientras Smith continuaba paralizado, por el terror o la pesadilla que su propia mente le estaba proporcionando. Pero los nervios, o aquellos guantes que no permitían tanta destreza como con las manos desnudas, le jugaron una mala pasada al ingeniero.

El fuego se extendió por los guantes, prendiendo la tela que en principio estaba diseñada para soportar temperaturas altas, pero no tanto como aquellas, agujereándolo y amenazando con transformar a Paul en una bola de fuego.

Con un siseo, el oxígeno empezó a escaparse, aumentando la llamarada considerablemente y creando una barrera de fuego con la criatura, que retrocedió en medio de un chillido.

Tristán consiguió arreglar o más bien, remendar, aquel traje, aunque nada le aseguraba que no se rompiese. Cuando estuvo listo, se unió a Rook y a McFadden, que ya estaban preparados en la esclusa. Si alguien sabía lo que había allí fuera ese era el piloto, que había tenido que regresar muy a su pesar, y dando gracias por ello, pero ahora era diferente. Ahora permanecer en la Greta era mucho más arriesgado.

Los trajes llevaban su pequeña unidad de propulsores, que servía para realizar pequeños desplazamientos y cambios de velocidad. Pero el vasto espacio que les esperaba fuera, constituía un auténtico peligro, sobre todo si era su única oportunidad de seguir con vida.

Mientras tanto, Gemma y Doc intentaban hacer lo que pudieran con lo que tenían, lo cual no era mucho. Gemma comenzó escogiendo algunas partes que se veían bien, pero unirlas no sería fácil, sobre todo, a oscuras.

Antes de marchar para la esclusa miro a Doc, no tenía muchas posibilidades de salir de la Greta con vida. —Doc, busca algo donde meterte que aguante las condiciones del espacio exterior y utiliza a Gemma para que te transporte al otro lado, tal vez ella pueda aguantar con ese traje. — No estaba muy seguro de lo que le había aconsejado, pero si estuviera en su pellejo haría todo lo posible para escapar de allí.

La esclusa no le traía buenos recuerdos, y el miedo empezó a apoderarse de él. — Preparaos, el campo de asteroides es muy traicionero, nos va a hacer falta suerte para escapar de aquí. —Cerró los ojos para concentrarse y visualizar su destino.«Adios Greta!!»

- Vamos allá... -  Confirmó McFadden y lanzó una última mirada a Gemma y a Doc. - Lo dicho. Mucha suerte.

Ya en su traje espacial y con las advertencias de Hate en mente, se preparó para salir al exterior. Tomo aire y pensó un momento en su familia y amigos. Podía perder la vida allí mismo y nunca, ninguno de sus seres queridos, sabría que le pasó en realidad y donde reposaban sus restos por toda la eternidad.

- ¿Preparados? - Preguntó agarrando la palanca de la esclusa. En cuanto confirmaran, la abriría.

Los afortunados con traje se disponían a dejar a Harry a su suerte, le pasaba por bueno, si hubiese dejado que el ácido corroyese los intestinos del ingeniero no estaría en esta situación. - Sí, sí, algo buscaré.- Contestó sabiendo que como no pusieran en marcha la otra nave y vinieran a buscarlo tenía tantas posibilidades de salir con vida de esta como de encontrar una rana con pelos.

Lo de tratar de hacer un remiendo con los dos trajes era una tarea imposible, y menos aún a oscuras. - Bueno Gemma.- Le dijo el Doc a la androide.- Nunca hemos hablado mucho, la verdad, y siempre me he hecho una pregunta. Exactamente, ¿cúal es tu utilidad en la nave?

Observé como Doc estropeaba una de las mangas del traje, haciéndola inservible. Quizás pudiera remendar aquella parte, y aunque solo tuviese un brazo, siguiera siendo hermético, pero ahora había hecho que todo fuese más complicado.

-Doctor, fíjese en lo que hace. Estamos intentando preparar un traje hermético, no un disfraz -le reprendí, para a continuación, responder a su pregunta. De haber sido humana, estaba segura de que me hubiese molestado, pero afortunadamente para los dos, no era así.

-Soy una asistente de vuelo espacial, modelo Hyperdyne Systems 314-A. Mis habilidades incluyen asistencia para pasajeros, ayuda en el pilotaje y alivio sexual.

Otra vez tres figuras salieron de la Greta a través de la esclusa. Vuestros movimientos eran torpes e inseguros, y la visión del inmenso espacio no daba confianza. Para Hook, era todo demasiado familiar, como un deja vu terrible. Para los demás, se trataba únicamente de la última opción disponible.

Una vez fuera, cerrasteis la compuerta y accionasteis los impulsores para dirigiros hacia la nave,

El cinturón de asteroides que aparecía delante de vosotros, se movía también con lentitud, pero transmitiendo la sensación de ser mucho más que rocas flotando en el espacio. Era como una maldita barrera, más allá de la cual podíais ver, diminuta, a la nave hacia la cual os dirigíais.

Con aquellos trajes, los movimientos eran complicados y Rook ya tenía práctica en cuanto a lo que podía suceder. Cuando os acercasteis lo suficiente y visteis a los fragmentos rocosos chocar entre ellos y moverse a una velocidad mayor de la que os había parecido, entendisteis la razón por la cual Rook había decidido regresar.

McFadden quería salir cuanto antes de aquella zona de asteroides. Además, tampoco sabía utilizar bien aquellos trajes, de hecho, no sabía, pues no había sido adiestrado para ello. Tan solo había visto un videotutorial antes de embarcar en la Greta. Por ello y quizás por el nerviosismo y la urgencia de la que hacía gala, apretó con fuerza, quizás demasiada, la palanca para soltar gas y salió despedido a toda velocidad.

- ¡Mierda! - Exclamó cuando vio como se salía de la trazada y se precipitaba hacia un enorme asteroide contra el que chocaría casi sin remedio.

McFadden fue el primero en atreverse a cruzar, pero lo hizo a tanta velocidad que no se fijó en la enorme roca que se dirigía hacia él y que parecía dispuesta a aplastarle sin remisión.

Solo un milagro podía evitar que se convirtiese en papilla de astronauta y quedase permanentemente unido al cinturón de asteroides que existía en aquel lugar. A medida que la sombra crecía y se hacía más grande, McFadden se dio cuenta de que debía darse prisa en reaccionar.

McFadden trató de reaccionar, pero el traje no parecía querer hacerle caso. Se fue acercando asteroide y no logró corregir la trayectori de ninguna manera. Iba a impacta, nada podía hace, así que cerró los ojos y esperó lo peor. Y ciertamente el golpe hubiera sido terrible de no poder esquivarlo en el último instante.

- ¡Mierda, ha estado cerca! - Pensó el soldado. 

- ¿Y ahora qué? - Dijo para si mismo y tratando de girase para ver dónde se encontraba la nave a la que se dirigían.

Mientras los demás cruzaban el campo de asteroides, tu viste finalmente tu objetivo. La nave estaba detenida en mitad de ninguna parte, inerte, igual que la Greta, pero con tus dos compañeros en su interior y una pesadilla sin resolver.  Solo debías aproximarte y encontrar el punto de entrada.

El espacio. La infinidad vacía. La muerte más solitaria que podía concebir una mente humana se extendía en todas direcciones, salvo en un único sendero infestado de asteroides moviéndose a sorprendente velocidad. 

Los nervios bloqueaban cualquier proceso cerebral. Solo el pánico me acompañaba en estos momentos. Me impulsé tanteando con los brazos y moviendo las piernas frenéticamente sin ningún sentido, para intentar estabilizarme en teoría, aunque más bien para provocar una sensación de control durante el movimiento ingrávido. Creí notar como se me saltaban varios puntos.

Sin saber muy bien como, tras el último salto conseguí aferrarme a la escotilla de la otra nave. Los nervios fueron a más. No podía cagarla y descolgarme ahora hacia una caída eterna.  

Inexplicablemente había sobrevivido y tenía la nave a la que se dirigía justo delante de sus narices. Era mucho más grande de lo que podía esperar. Ahora entendía que a Smith y a Stamets les estuviera costando tanto trabajo encontrar lo que buscaban. 

McFadden siguió aproximándose hacia la nave y tratando de localizar una entrada. No sería difícil, pues sin duda habría más de una, lo complicado realmente sería reencontrarse con el capitán y hallar la fuente de energía que pudiera sacarles de allí con vida. 

Mientras se aproximaba a la nave, probó el intercomunicador del traje, que de hecho, no sabía ni se llevaba uno. No conocía aquel traje espacial y podía ser que no tuviera manera de comunicarse con el exterior, aunque no lo creía. 

- Hate, Milton, he pasado el campo de asteroides. Tengo la nave delante de los ojos. - Dijo a través del traje, aunque puede que nadie le oyera. 

- Smith, hemos abandonado la nave. Ha quedado inutilizada y las condiciones no eran ya compatibles para la vida. ¿Dónde se encuentran, capitán? - Trató de contactar con Smith.

Hate, Milton, he pasado el campo de asteroides. Tengo la nave delante de los ojos.

El mensaje de McFadden te llegó alto y claro. Instantes más tarde, cruzabas entre los fragmentos, pasando cerca de enormes rocas que parecían dispuestas a despedazarte.

McFadden estaba justo delante y Rook aún no había cruzado. Nada más dejar atrás los asteroides,  viste finalmente tu objetivo. La nave estaba detenida en mitad de ninguna parte, inerte, igual que la Greta, pero con tus dos compañeros en su interior y una pesadilla sin resolver.  Solo debías aproximarte y encontrar el punto de entrada.

Lentamente, te acercaste a ella, usando tus impulsores, uniéndote a McFadden en la aproximación, hasta que finalmente, te agarraste a la esclusa.

Hate, Milton, he pasado el campo de asteroides. Tengo la nave delante de los ojos.

El mensaje de McFadden te llegó alto y claro, mientras veías como efectivamente, primero McFadden y luego Tristán, cruzaban el campo de asteroides.