Partida Rol por web

La tórrida mañana del lunes había borrado cualquier señal de las nubes y de la llovizna de la noche anterior. La radio local anunciaba que los termómetros superarían los 35ºC aquel día, con una humedad relativa del 75%. El sol brillaba con fiereza y recalentaba todo el mobiliario urbano y los vehículos estacionados en la calle del Excelsior House.

Frente a la oficina del sheriff del condado se congregaba un numeroso grupo de voluntarios para retomar la búsqueda de Benjamin Knight. Armaban suficiente escándalo como para que el jefe Smith, flanqueado por sus ayudantes, el juez Corman y el alcalde Ralph Fallon, tuviera que utilizar un megáfono para poder hacerse oír. La potencia de aquel cacharro confería a la característica voz de Zachariah Smith un tono aún más insidioso y autoritario. Por el momento se limitaba a poner orden y a notificar las pocas novedades que se habían producido entre la tarde y el amanecer. Ninguna que los agentes encargados del caso no conocieran ya.

Podían reconocerse algunas caras entre los reunidos allí. El señor Julius Watson se había acercado para conocer las novedades y para ofrecer a los voluntarios agua y refrigerios en su establecimiento, completamente gratuitos. En un grupo muy parecido al que Adele Lewis había encontrado en el bar de esa misma calle, volvían a repetir Will "AK-47" Jefferson, Gregor O'Hara y Tim Mortimer, entre otros parroquianos. Los tres charlaban animadamente con un hombre alto, muy delgado, calvo y cercano a los sesenta años.

De Eliah McKnight y los suyos no había ni rastro por ningún lado.

Descansar ese día después de todas las emociones vividas fue suficiente para recomponer las energías que había perdido. Bueno, en realidad había sido gracias a una cena contundente al tener más hambre que un elefante famélico, un baño interminable que tuvo que dejar hasta que su piel empezó a arrugarse, una larga charla con su familia teniendo como protagonista a un ilusionado Kurt y una noche sin pesadillas. Sin duda había sido una buena noche, la mejor desde que le habían asignado el caso.

Sin embargo al abrir los párpados con los primeros rayos de sol sabía que ese descanso había terminado por completo, teniendo de nuevo las preocupaciones de la investigación. Verificó si había recibido algún correo o llamada sobre el laboratorio con las pruebas que había mandado, o incluso alguna orden de registro al vehículo de McKnight para buscar más pruebas con todos los datos que habían recabado. Por desgracia no parecía ser el caso.

El calor volvió a darle la bienvenida, mirando el termómetro con cierto odio y ganas de bajar la temperatura a base de puñetazos si era necesario al notar que ya empezaba a sudar sin ni siquiera haber terminado de salir del hotel. Nunca me acostumbraré a este clima. Se hizo una improvisada coleta alta mientras se ponía una gorra oscura, dejando que el cabello pasara por el agujero del cierre. Al menos así no le daría el sol directamente en la cara y estaría un poco más tranquila con el sol.

Esperó a que sus compañeros bajasen mientras miraba el tumulto de la comisaría, apoyada en uno de los laterales de la puerta del hotel con los brazos cruzados. ¿Realmente McKnight iba a seguir con aquél teatro cuando todas las pruebas apuntaban hacia él? Tenían un vehículo, huellas y una actitud pasota más que preocupada que le nombraban como sospechoso, pero todavía era una teoría que debía esperar para confirmar con el laboratorio. No debían precipitarse.

No están.- No hacía falta decir nombres, imaginándose que sus compañeros también se habían percatado de las grandes ausencias.- Tal vez esto sea una distracción. Sacar a todos de sus hogares para dejar a los niños solos.- Pronunció su teoría en voz alta, aunque vigilando que sólo ellos pudieran escucharlo.- Ya sabemos que al asesino no le importa atacar a plena luz.- ¿Y si la desaparición de Ben sólo era eso, una distracción? Puede que el chico siguiera en su casa tranquilamente jugando mientras todos buscaban por los alrededores con un cartel con su foto en la mano.- Propongo dividirnos.- Miró unos segundos a sus compañeros, algo breve para seguir con la atención pendiente en la comisaría y los alrededores. Tal vez esperaba encontrar de nuevo aquél vehículo que los observó en la Iglesia.- Alguien debe estar con el grupo de búsqueda para que no sospechen. El resto hacerle una visita a McKnight y los alrededores. Seguirle tal vez.- Se colocó mejor la visera de la gorra al notar que la postura dejaba entrar un poco de sol sobre su rostro.- Si presionamos en el lugar indicado, con suerte lograremos una orden de registro antes de lo previsto.- ¿Podría Adele presionar al FBI para conseguir esa orden? Por desgracia formularlo era un proceso lento, pero esperaba tener las suficientes pruebas como para que se la concedieran.- ¿Alguna objeción? ¿Ideas?

Scott Bennet observaba al gran número de voluntarios agolpados frente a la oficina del sheriff, preguntándose si tantas personas se habrían reunido para colaborar en la búsqueda si el nuevo desaparecido hubiera sido otro niño de una familia desestructurada y clase baja.

Al escuchar la teoría de Moira, el ranger le dirigió una mirada fría, sin mucha expresividad. En otras circunstancias, lo más probable es que hubiera pensado que lo de Greenwrim eran teorías conspiracionistas y que distaban de lo que realmente sucedía, pero el secuestrador había demostrado ser tan astuto que no le cabía duda de que Moira podía estar bien encaminada. Que Benjamin McKnight hubiera sido precisamente el desaparecido cuando habían comenzado a tantear los vínculos que tenía su padre no podía ser una casualidad.

-Es demasiado oportuno que el hijo de McKnight haya desaparecido justo ahora -coincidió con Moira, asintiendo-. En el coche no había signos de forcejeo ni resistencia. El niño se fue por voluntad propia -indicó, mirando tanto a su compañera como a Lewis, pues era un detalle que podía ser importante a tener en cuenta-. O le sorprendió, o le conocía y se fue con él voluntariamente. De lo que no me cabe duda es de que si esto ha sido planificado por McKnight, el niño aparecerá y será el propio Smith o uno de sus hombres quien lo encuentre -lanzó Scott la idea, sabiendo que un desenlace como aquel podía dar una imagen pública de que el sheriff Smith verdaderamente era competente y el caso estaba resuelto. McKnight era un hombre de recursos, por lo que incluso podrían echarle el muerto de las desapariciones a alguien que trabajase para él.

Bennet arqueó una ceja al oír cómo Moira disponía cómo debían dividirse. Y coincidía al respecto. Alguien tendría que acompañar a las partidas de búsqueda y, a la vez, era necesario que siguieran tirando de los cabos de los que disponían.

-Propongo una visita directa a McKnight y tratar de interrogar a su esposa -sugirió Scott, pensativo-. Es la oportunidad perfecta de preguntarle por el todoterreno del que supuestamente se encaprichó, según nos contó Dupré, o si es algo que Frank Pickett hizo por su propia cuenta. -Bennet tenía todas sus sospechas en los hermanos Pickett como los secuestradores, aunque podrían ser tan solo unos peones siguiendo las órdenes de McKnight. La madre de Ben podía arrojar algo de luz sobre el asunto.

-Antes que nada, tengo que ir a hacer una visita al Juez Corman.- Dijo Adele; tenía los brazos cruzados, y su mirada se dirigía cada cierto tiempo hacia el grupo liderado por AK-47 Will, Mortimer, y Gregor. -Y me temo que mi presencia entre los voluntarios no va a servir de nada. Ya ayer tuve una charla con algunos de ellos, sin verdaderos resultados más que pensar que al FBI le importa sólo el hijo de McKnight.-

Suspiró, no había descansado nada, todo el cuerpo le dolía, el calor y la humedad no ayudaban ni un ápice y cada día que pasaba estaba más harta de los paletos rednecks que le rodeaban. -Iré a ver qué resuelvo con Corman y me comunicaré con ustedes para vernos en algún punto. Quizás pueda sacarle algo al juez, ayer parecía que en los momentos en que McKnight dudaba, se apoyaba en él para seguir adelante.-

Moira y Scott siguieron con la vista a la agente especial Lewis mientras esta caminaba calle abajo en dirección al edificio del juzgado, que estaba a continuación de la oficina del sheriff. La vieron perderse entre la muchedumbre que tenía que atravesar para llegar al otro lado.

Cuando logró pasar por entre los ciudadanos, sin prestar atención al sheriff Smith con su megáfono, Adele se sintió todavía más cansada y calurosa, a pesar de que la caminata había sido breve, pues no había ni cien metros de distancia entre la puerta del Excelsior y las escaleras del juzgado. Sin embargo, precisamente la mera visión de estas escaleras le hizo casi desistir de la tarea de llevar la documentación al "honorable" Roger J. Corman.

Finalmente se armó de valor y subió los peldaños con todo el porte y la dignidad que su cargo merecían. Abrió la puerta y un chorro de aire fresco le dio la bienvenida. Le siguió el saludo de la joven funcionaria que esperaba en el mostrador de admisión. Dos justas recompensas ante lo que le esperaba con su señoría.

Por el momento la estaba haciendo esperar más de diez minutos, sentada en un duro banco de la entrada de los juzgados. Podía ver el despacho de Corman al fondo de un pasillo tras la recepcionista y estaba sopesando seriamente levantarse y entrar de sopetón cuando se abrió la puerta de la calle y entró un hombre negro de medianda edad, muy alto y espigado, que acababa de colocarse la chaqueta del FBI y que sostenía una taza termo en la mano derecha.

Aquel no podía ser otro que Jordan DeFuss, el sustituto de Max...

No sabía qué había ocurrido con Adele y parecía que tampoco lo iba a descubrir puesto que cuando quiso preguntar la mujer ya se había marchado, dejándolos solos en el hotel. Moira miró un poco confundida a su compañero sin saber exactamente qué pensar, ¿acaso había ocurrido algo con el juez? No puedo estar en todos los frentes.

Empecemos primero por acercarnos a la comisaría. Quiero saber qué está pasando.- Volvió a prestar atención al tumulto de gente, preguntándose cuántos se habían reunido al final y si en todas las batidas de desapariciones había esa cantidad de personas.- Estaré atenta por si veo el vehículo que nos observaba en la capilla. Algo me dice que está más cerca de lo que pensamos.

Sin perder más el tiempo, y haciéndole un gesto a Scott para que le siguiera, caminó en dirección a la comisaría.

 Jordan entra en aquel juzgado con una expresión de puro fastidio. Pero apenas cruza el umbral de la puerta y absorve una brisa de aire fresco en su piel, su serio tenor se ablanda para mostrar a una persona más relajada. Al igual que la agente Lewis, el calor le molestaba en sobremanera. El detective veterano deseaba que la investigación sucediese entera en aquel pequeño lugar donde el calor no existía.

- Mmm... ¡aquí esta fresco! Dios bendiga al aire acondicionado. El mejor invento, sin lugar a dudas.

 Luego de proclamar su amor por aquella máquina pegada a la pared, Jordan se enfocó en su compañera. Era fácil encontrarla con la mirada: no solo llevaba distinciones del FBI, sino que también era una de las pocas personas de piel morena que se había encontrado en ese pueblo hasta el momento. Jordan se acerca y se para a unos pasos de ella, sin atinar a sentarse o a acercarse para estrechar su mano. Parecía que con un saludo a la distancia iba a bastar.

- Lewis, ¿no es así? Agente Jordan DeFuss. Voy a estar trabajando con usted en reemplazo de su compañero.

 El hombre toma un largo trago de su café negro, manteniendo su mirada en su nueva compañera. Su expresión de seriedad se fue transformando de a poco en una de aburrimiento, presintiendo que iban a estar en aquella sala de espera por mucho tiempo más si no hacían algo. Conociendo a los empleados públicos, podrían estar ahí horas inclusive.

- ¿Qué hace sentada aquí? ¿Ya habló con Corman?

Adele se había marchado, dejándoles solos frente al hotel. Si la afroamericana iba a hablar con el juez Corman, aquello implicaba que no se iría muy lejos, por lo que tal vez no fuera el momento para acudir a investigar directamente a McKnight o interrogar a su esposa.

-Estaré hablando con esos hombres -le comunicó Bennet a su compañera, señalando con un gesto de cabeza a la zona donde acababa de divisar a Gregor O'Hara-. Te veo en unos minutos.

El ranger se aproximó entonces hacia el grupo de hombres, mostrándoles su identificación al acercarse.

-Sargento Scott Bennet, de los Rangers. Serán solo unas preguntas -Miró a los cuatro individuos, mientras empleaba un tono bastante neutro-. ​​​​​​¿Suelen verse muchos todoterrenos o 4x4 últimamente por la zona?

—¿Usted también viene a tocarnos las narices como la tipa esa del FBI? —saltó Will "AK-47" Jefferson antes de que nadie pudiera reaccionar—. ¿Para eso les han enviado? Para provocarnos y para meterse en nuestras vidas privadas, ¿no es cierto, Gregor?

El padre de Theresa hizo ademán de querer intervenir y, por su rostro, se diría que estaba bastante enojado; pero el hombre alto y enjuto se adelantó.

—Will, compórtese. Esa no es manera de hablar a un agente de la ley —intercedió en tono conciliador—. No se lo tenga en cuenta, agente Bennet. Ya sabe por lo que han pasado... —le tendió una mano de dedos finos a Scott—. Soy el reverendo Alan Rumsfeld, dirijo una modesta congregación en Smithland, al noreste de aquí yendo por la carretera 49.

La mirada de Adele pareció evaluar a su nuevo compañero. De hecho, estuvo a punto de soltar un resoplido al darse cuenta que le estaban encasquetando a otra persona de color. Claramente sus jefes no habían entendido aún que en aquel lugar el color de la piel jugaba una gran importancia. ¿O lo habrían hecho para que ella se sintiera más cómoda con el hombre?

-No tiene pinta de ser un rookie.- Respondió luego de la presentación, la cual la hizo que soltara un respingo por unos momentos. Incluso llegó a mirar hacia el techo. -¿En serio, Dios? ¿Otro Jordan?- Volvió a mirarlo. -No se lo tome a mal, mi problema no es con usted. Aunque haya llegado tarde.- Dijo, cambiando ahora su mirada hacia la secretaria y la puerta tras ella.

Las preguntas le hicieron sonreír de medio lado. -¿Qué hago aquí? Disfrutar del aire acondicionado que seguramente los señores de juzgado no han mandado a apagar con un letrero de "AC dañado" porque no quieren que a las blanquitas señoritas de turno se les corra el maquillaje.- Dijo, encarando a su nuevo compañero. -Pero, viendo que ya está usted aquí, ¿qué le parece si le recordamos al hombre blanco que mientras nos retiene aquí, alguien tiene retenido al niño McKnight, quiera Dios que aún con vida?- Terminó de decir, poniéndose de pie, y sin esperar respuesta avanzando hacia la recepcionista.

Bennet no conocía en persona a Will Jefferson, al menos hasta el momento, pero cuando el hombre alto se dirigió a él con el nombre de Will supo que no podía ser otro que el señor del Ak-47. El ranger trató de no prestarle mucha atención, prefiriendo centrarse en el hombre que se había presentado como Alan Rumsfeld, el párroco de Smithland.

-Un placer conocerle, reverendo -dijo Scott, sintiendo que al tratarse de un hombre de Dios, al menos sería alguien con quien podría entenderse mejor-. Lamento si les he importunado al acercarme. No se preocupe, no le tengo en cuenta que estos hombres puedan desconfiar de la justicia, visto lo visto... -comentó, mientras su mirada se dirigía hacia Smith y sus ayudantes-. ¿Conoce usted a McKnight y su esposa, reverendo? En persona, me refiero.

—Ya le he dicho que el juez Corman no puede antenderla todavía, está leyendo... ¿Oiga, a dónde va? —la secretaria del juzgado se puso de pie y trató de cortar el paso a los agentes del FBI, pero cuando se encontró con ellos en el pasillo, la altura y el color de piel del adusto Jordan DeFuss, la hicieron saltar hacia atrás como si hubiera descubierto una serpiente de cascabel escondida.

—Annabel, deja de hacer la idiota —la voz de Roger J. Corman tronó en el mismo pasillo. El juez acababa de salir de su despacho, con los documentos de Adele en la mano—. Usted debe ser el nuevo compañero de la agente Lewis. Siento mucho lo que le ha sucedido al agente Jordan. Es una tragedia más que se suma a todo lo que estamos viviendo ya —comentó con la mirada un poco perdida en sus pensamientos—. En fin, he leído su informe y queda claro que no puedo impedir ni a ustedes ni a los Rangers de Texas que desarrollen su investigación en mi condado. Pero lo que no voy a permitir es que perturben la paz de los ciudadanos de mi jurisdicción, por eso les estaré vigilando atentamente y si comenten la más mínima irregularidad les sacaré a patadas de Marion. ¿Me han entendido?

—¿Quién no conoce a McKnight por estos lares? —sonrió el reverendo—. Es tan difícil esquivar su nombre como su influencia. Solamente alguien como él podría montar este espectáculo, si me permite el símil grosero. Y sí, he tenido ocasión de hablar con él en persona, aunque no con su esposa Loreen. Ellos son fieles de Cypress Hill aquí en Jefferson y yo, como le he dicho, reúno a mi grey cada domingo en Smithland.

Will Jefferson y Gregor O'Hara no perdían de vista al agente Bennet. En cambio, Tim Mortimer, el propietario de los bungalows de Uncertain, parecía mucho más relajado y hasta un poco risueño.

Alan Rumsfeld

Como si fuera una bombilla que acababa de encenderse, localizó rápidamente el nombre entre sus recuerdos. Estaba segura de haberlo leído cientos de veces en los informes que había leído por las noches sobre los anteriores casos, más exactamente mencionado en dos de ellos. Tanya y Barbara. Sacó del bolso su pequeña libreta con anotaciones para asegurarse de que, efectivamente, ese hombre había tenido algún tipo de relación con ambos casos, al menos la suficiente como para que su nombre apareciera en los archivos.

Buenos días, reverendo.- Se acercó con educación, saludando también al resto con un leve gesto de cabeza.- ¿A qué se refiere con “espectáculo”? Está claro que no ha sido el primer desaparecido en los últimos años.- Tenía curiosidad de saber si se trataba del asunto financiero o simplemente no habían tenido ni el mínimo de interés en buscar a los desaparecidos.

De todos modos, mientras esperaba, no quería quitar la mirada de encima a lo que ocurría en la comisaría, pendiente de si hablaban o hacían algo que pudiera llamarle su atención, vigilándolos.

 Jordan levantó las cejas ante las delcaraciones de Adele, hablando de "blanquitas" y el "hombre blanco". No hacía falta ser un detective para darse cuenta de que Adele ya había tenido un par de episodios asperos en aquel condado con paletos. Aquella clase de episodios que, por más gruesa que tuvieras la piel, te dejaban un poco de indignación en el corazón. Parecía que la pregunta de Jordan activó la rabia de su compañera, que se dispuso a entrar a la oficina del juez y no esperar más.

- Por mi no hay problema. Guíe el camino.

 El largo hombre la siguió detrás de ella, pareciendo un guardaespaldas. La secretaria incluso pareció intimidarse con el acercamiento de los dos detectives. Jordan le dedicó una de sus frías miradas serias a la muchacha, esperando que la chica quedara más pálida de lo que ya estaba. Una vez que se acercaron, el juez terminó el juego de la espera y salió a recibirlos. Y les hizo el trabajo fácil, por suerte, reconociendo que su jurisdicción tenía un límite claro frente al FBI y los rangers.

- Un placer conocerlo, Mr. Corman. Y un placer que nos entendamos, también. No vamos a provocar ningún problemas estas tierras. Lewis y yo somos profesionales, ¿no es así, Adele?

 Jordan intentaba hacerse el simpático, pero no le salía. Por lo que le dejó el resto de la charla a su compañera, que por más encabronada que estuviese, parecía tener un poco más de habilidades sociales.

El reverendo observó largamente a la sargento Greenwrim antes de contestar; manteniendo, eso sí, todo el tiempo su sonrisa beatífica.

—Me refería, por supuesto, a todo eso de la recompensa, de poner patas arriba la oficina del sheriff, de pasearse hasta su hotel escoltado por los hermanos Pickett, el jefe Smith y el juez Corman; no a la desaparición de Benjamin ni de ningún otro de los niños —hizo una pausa y se dirigió a ambos policías al continuar—. En mi humilde opinión creo que hace tiempo que el caso debería haber pasado a ustedes y el terco de Smith y sus muchachos —pronunció aquella última palabra casi como un insulto— haberse colocado a sus órdenes. Pero ya ven, esto es el condado de Marion y al sur tenemos el de Harrison, y ninguno de los dos están ni remotamente cerca de la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo.

Moira vio por el rabillo del ojo que el jefe Smith había terminado de dar órdenes y la gente se dividía en dos grandes grupos. Uno de ellos iba encabezado por el alguacir Skinner y el alguacil Mommsen, el otro por el propio jefe Smith y por el alguacil Bush. No había logrado enterarse de cuáles eran las dos zonas a batir, pero tenía tiempo aún mientras se organizaban para salir.

El reverendo Rumsfeld estaba demostrando ser bastante más cabal que la mayoría de gente con la que se habían cruzado en el condado. Con suerte, podría proporcionarles algo de información sobre el caso. Bennet tomó entonces la foto del vehículo de importación que les había mostrado Dupré horas atrás y se la enseñó al reverendo y al grupo de hombres.

-¿Han visto este vehículo por aquí en las últimas semanas o incluso... en los últimos años? -les preguntó, sin revelar a quien pertenecía oficialmente.

—Un coche caro y de importación —intervino el reverendo Rumsfeld—. Parece algo típico de McKnight, ¿no?

—No es un coche muy visto por estos lares —agregó Will Jefferson—. El reverendo tiene razón, debe ser uno de los juguetes de McKnight. Les voy a tener que dejar. Me voy con el grupo que va a buscar por la zona norte del bayou, con el sheriff Smith.

Tim Mortimer echó el brazo por el hombro al alterado Gregor O'Hara.

—A nosotros nos va a tocar hablar con el sheriff Taylor para que nos ayude a buscar por Uncertain. Ya saben, esa zona pertenece al condado de Harrison.

—Si es necesario les podría acompañar —se ofreció el reverendo—. Como ya les he dicho antes, Jason Taylor es más accesible que nuestro jefe Smith.

—Aquí todos somos profesionales, agente-aún-no-me-ha-dicho-su-nombre —interrumpió el juez Corman—. El problema no radica en lo que ustedes entiendan por "profesionalidad", sino en lo que yo considero mi jurisdicción y mis reglas. Ustedes ser irán más pronto que tarde; con un poco de suerte no estarán aquí a mediados de semana. Pero yo tengo que seguir impartiendo justicia en este condado a la buena y a la mala gente que lo habita. Ustedes vienen aquí, meten el palo en el primer agujero que ven y les da igual la mierda que salga del mismo. Luego me tocará recogerlo a mí y créame cuando le digo que a mí no me gusta ni la mierda que cago; mucho menos limpiar la de otros.

El juez estiró hacia los federales la mano donde llevaba los documentos, chupeteó el cigarro habano que llevaba sempiternamente en los labios y se maldijo al notar que estaba apagado. Entonces, con la mano que tenía libre comenzó a buscar su mechero.

La agente del FBI cerró los ojos unos segundos cuando el agente DeFuss la tuteó. Pero se contuvo de hacer comentario en ese momento, no al frente del juez. Lo último que les faltaba era que aquel hombre se diera cuenta que entre los dos agentes del FBI apenas comenzaban a conocerse. -No tengo duda en que no le guste lidiar con su propia mierda, señor.- Dijo, intentando sonar respetuosa... hasta cierto punto. -A mi parecer, para usted y el Sheriff Smith es más fácil ignorarla y luego se enojan de que tengan que venir el FBI o los Ranger de Texas a limpiarla. Y es que, ¿sabe una cosa? la mierda no es fácil de esconder, no importa cuanta tierra le intente echar encima. Es que el olor se impregna, no se borra.- Se llevó un dedo a la nariz, dibujando una media sonrisa.

Tomó los papeles de la mano del hombre, revisando con una rápida ojeada que todo estuviera conforme y no faltara ningún papel. -Antes de irnos, ¿por qué no nos cuenta que estuvo haciendo el día de ayer? ¿Asiste usted a misa, como buen republicano? ¿A la misma iglesia que McKnight?-