Partida Rol por web

—No puedo mover un dedo sin que el juez Corman y el alcalde se enteren de lo que ha pasado aquí dentro —anunció sombrío el sheriff—. Solamente dispongo de tres alguaciles a tiempo completo y media docena más que puedo reclutar sobre la marcha; pero no pienso llevar a ninguno de ellos a un enfrentamiento con ese tirano y sus dos pistoleros sin el respaldo de una mayor autoridad.

»Tú tienes a un puñado de federales en mi condado y me dejasteis bien clarito que la investigación estaba en vuestras manos. ¿Por qué demonios no los movilizas tú para que impidan que ese cabrón linche al reverendo? Yo puedo ponerle sobre aviso para que se quite de enmedio, pero nada más.

Era la última palabra del jefe Smith, tras lo cual se giró hacia su despacho, escaleras arriba y dejó a la ranger sola en medio de la sala principal de la oficina, salvo por la presencia de la secretaria, Peggy Slater, que la miraba desde su silla con rencor. El alguacil Skinner había desaparecido de la escena.

El sargento Scott Bennet localizó al sheriff Taylor en su oficina, junto a un par de alguaciles, el novato Reeves y otro apellidado Johansen, un tipo blanco, alto y seco que no debía andar lejos de la sesentena. Había allí otra persona más a la que el ranger no había visto antes, un hombre relativamente joven, bien trajeado y bien peinado a pesar del calor y de la humedad.

—¡Maldita sea, Bennet! ¿En qué demonios están pensando? —fue el saludo del sheriff—. Se han llevado a un detenido del hospital como el que traslada un armario en una mudanza —se llevó la mano disimuladamente al estómago y contuvo una de sus características muecas de dolor para poder dirigirse al tipo bien arreglado—. Este es el honorable George Hamilton Jr., juez del condado de Harrison. Creo que le deben un par de explicaciones.

El juez saludó a Scott con un vigoroso apretón de manos y una sonrisa despreocupada que no encajaba muy bien con las circunstancias.

—Encantado, agente Bennet. Aunque no estoy muy contento de lo que andan haciendo últimamente por mi juridicción —su cara sonriente, por el contrario, no reflejaba nada de ese descontento, sin embargo.

Taylor y sus alguaciles, por su parte, contemplaban la escena con el ceño fruncido.

Quería gritarle a Smith para que se callara, pegar un puñetazo a la pared, un disparo al aire y borrar la mirada de Peggy de su cara aunque fuera arrancándole los ojos. Sin embargo Moira sabía en el fondo que el sheriff tenía razón: No podía hacerlo sola, necesitaba la ayuda de sus compañeros y, por consecuente, poner su destino en sus manos, uno que había luchado incontables años como una leona. Odiaba la situación, queriendo dejar durante unas milésimas de segundos que McKnight y Rumsfeld se mataran entre ellos para terminar con los dolores de cabeza, pero sabía que eso sólo aumentaría sus problemas.

Gruñó por lo bajo mientras seguía los pasos de Smith, tragándose gran parte de su orgullo mientras cambiaba de número a marcar para buscar el de Adele. Necesitaba al FBI más que nunca.

Bennet frunció el ceño al oír lo que decía el sheriff Taylor. ¿Se habían llevado a un detenido del hospital? Atando cabos, su mente le indicó que debía de tratarse del tal Seymour Blackman, el hombre que según las últimas informaciones que tenía había tratado de asesinar a Greenwrim junto con su esposa.

-Disculpe, pero no le entiendo. ¿Se refiere a Seymour Blackman? -preguntó, intuyendo que debía tratarse de él. No creía que hubiera otro detenido relacionado con su caso que hubiera terminado en el hospital en las últimas veinticuatro horas-. Lo último que supe de él fue que estaba en el Hospital Cristo Buen Pastor de Marshall, en el condado de Harrison. No he podido contactar con mi compañera en todo el día.

El ranger apretó con fuerza la mano del juez Hamilton mientras lo saludaba.

-Encantado, juez Hamilton -dijo Bennet, aunque manteniendo una actitud seria-. ¿Pueden decirme qué ha sucedido?

—Eso nos gustaría saber a nosotros —dijo míster sonrisas—. El sheriff Taylor fue a preguntar por el estado del detenido, Seymour Blackman, porque se había percatado de que los agentes del FBI que lo custodiaban se habían marchado, y la respuesta que recibió del personal sanitario responsable fue que los Rangers habían ordenado su traslado al condado de Marion —aunque mantuvo su expresión bobalicona, un leve gesto de suspicacia se asomó a su cara—. Al enterarme que usted venía para acá me acerqué para enterarme de los motivos de dicho traslado; pero parece ser que no sabe usted nada —se acarició la barbilla en un gesto algo teatrero—. No quiero dudar de su profesionalidad, pero ¿no cree que esto es un poco..., irregular?

Detrás del juez, el sheriff y los dos alguaciles observaban la reacción del agente Bennet.

Al escuchar por fin la voz de alguien a través del teléfono, Moira se detuvo en seco, antes de llegar al despacho, centrando completamente su atención a la llamada.

Necesito que muevas a todos los hombres que tengas para buscar a Rumsfeld y sacarle de ahí.- No hubo saludo, tampoco explicaciones previas, no queriendo perder el tiempo en banalidades.- McKnight va con sus guardaespaldas a matarle. ¡Es urgente que lleguemos antes Lewis!

 Luego de que Bennet y Lewis partieran con sus designaciones del día, DeFuss se dispuso a encontrar un lugar en el cual instalar la base de operaciones del FBI en Uncertain. Recorriendo la calle principal del lugar, Cypress Dr, vio un complejo de cabañas frente al lago, Shady Glade Resort, el cual tenía un local de renta de tours de botes en la calle de enfrente. Espacio para operar, cabañas en las cuales posicionarse y un pequeño puerto en el cual aparcar todo el equipo de búsqueda marítima que iba a llegar en unos momentos. Se decidió por aquel lugar apenas lo vio.

 DeFuss hizo oficial la designación llamando a los equipos del FBI e indicándoles que se encuentren con él. Desde ahí, se iría avanzando de a poco hasta el corazón del bayou con la esperanza de encontrar a Benjamin en el proceso. Una vez que todos los agentes mandados por la agencia estuvieran en aquel resort, atentos a las indicaciones que el veterano detective les estaba por dar, este se dispuso a hablar.

- Ok, agentes. Tenemos la misión de peinar completamente toda esta zona. Mover hasta la más mínima roca y meter los pies en el último charco. En algún lugar de Uncertain y alrededores se encuentra Benjamin McKnight, vivo por Dios sabe cuanto tiempo más. Quiero que empiecen con las zonas más alejadas y pantanosas. Vayan hasta los fondos de los tres grandes lagos del lugar: Carter Lake, Back Lake, Clinton Lake... ¡o sea, todo Caddo!

 Jordan, quien se jactaba de ser un hombre que trabajaba solo y no dirigía, hablaba con una profunda seriedad y beligerancia frente a aquella tropa de búsqueda, enfrentándose a la posibilidad de estar tan cerca... TAN cerca de poder evitar la muerte de un niño más y aún así tener que hacer un trabajo monumental de investigación para llegar hasta él. Quería trasmitir esa sensación de estar corridos por el tiempo a todo el equipo.

- Saben que estamos yendo contra el reloj, y que los desgraciados que tomaron a Benjamin no se van a quedar sentados esperando a que nosotros los encontremos... ¡quiero verlos mover esos culos y encontrar a ese muchacho! ¡Despliéguense!

—¡Joder, Moira! ¿Qué hostias ha pasado? —exclamó Lewis por el teléfono bastante alterada—. Nos han dicho que los Blackman han intentado matarte y ahora me dices que McKnight quiere matar a Rumsfeld... Necesito más explicaciones antes de movilizar a mi gente. DeFuss ha comenzado a coordinar una búsqueda por los pantanos, desde Uncertain y estamos moviendo a casi todos los efectivos hacia esa zona. La Bruja del Árbol nos ha asegurado que Benjamin está vivo y que está en la zona. Ha utilizado un método un tanto... heterodoxo, pero confío en ella y en su intuición —hizo una pausa para tomar aire, de fondo se escuchaba el motor del coche que iba conduciendo—. ¿Dónde demonios estás tú ahora? ¿Por qué te has ido del hospital?

 La investigación comenzó automáticamente luego de las indicaciones de Jordan, siendo desplegado todo el equipo del FBI por el bayou de Uncertain. Ahora mismo, parecía que la investigación podía ser exitosa debido a un par de cuestiones. Tenían la zona del escondite bien enmarcada, lo que ahorraba investigar demasiado lejos. Gracias al trabajo de Adele, habían obtenido una ventaja temporal contra los secuestradores que podía probarse crucial en ese momentos. Y finalmente, el equipo de trabajo que habían traído al pantano era claramente de primera calidad.

 Jordan no se caracterizaba por ser optimista. Tampoco era un pesimista aguerrido, aunque solía tener el "vaso medio vacío". Pero realmente creía que estaban a un paso de dar con Benjamin. Por lo que el veterano detective puso todo su esfuerzo y comando la investigación hasta dar con el niño. Horas y horas de búsqueda extenuante y cansadora. Por suerte, DeFuss solo necesitaba una cosa para buscar a Benjamin sin parar por las próximas horas: un buen café negro en su mano.

- ¡Que no se les escape nada! ¡Sigan así, estamos cada vez más cerca!

 Le dio un sorbo a su café. Lo escupió. No era bueno.

¿Explicaciones? – Estaba dando vueltas sobre sí misma en el pasillo, sabiendo que pedía un tiempo que no tenía.- McKnight ha reventado a los Manson y ahora va tras Rumsfeld con sus guardaespaldas. Está convencido de que él tiene a Ben y le hará hablar como sea.- No podía detenerse en detalles, ni siquiera estaba prestando demasiada atención a lo que decía Adele a la otra línea al querer priorizar detenerlo.

¡Joder Lewis, hasta tú sabes que va a reventarle si no le detenemos ya! – Cada vez tenía más ganas de tomar su coche y hacer ella lo que no lograba.- Moviliza a quien sea.

Adele dudó unos segundos, pero entre la posibilidad de salvar a un niño y salvar a un fanático religioso, la decisión era obvia.

—Necesitamos todos los efectivos posibles si queremos encontrar a Benjamin. Lo siento, pero él es prioridad —pensó un poco, y suspiró—. Que lo haga Smith, dile que es una orden mía. Que mueva su culo gordo de blanco racista y haga algo útil de una vez por todas. Tiene gente de sobra para controlar a ese puto terrateniente. No hagas nada irracional, Moira. Ya has estado dos veces a las puertas de la muerte, y no quiero que la tercera sea la vencida. Dime dónde estás de una vez y te recojo.

DeFuss encontró por fin un café decente bien entrada la noche. Uno de los agentes de campo, una especialista en entornos fluviales, lo hizo ella misma con una cafetera que se había agenciado de la cocina de la cafetería del Shady Glade Resort. Todos los efectivos había regresado ya de la intensa batida desarrollada a lo largo de las orillas del Big Lake, el más alejado de todos y que se extendía más allá de la frontera con Luisiana. La mayoría de ellos tomaron por asalto el comedor de la cafetería, obligando al personal a reabrir la cocina a pesar de la hora; pero los jefes de equipo se reunieron con el agente especial Jordan DeFuss en uno de los bungalows reconvertido en "sala de mapas".

—...cerca de la isla de Tar, donde se hallaron los restos de la menor Theresa O'Hara. Las primeras catas en la isla han dado resultados positivos —el agente que exponía su informe pasó algunas páginas, buscando el dato que con el cansancio se le escapa—: hemos encontrado restos óseos de seis cuerpos más, cinco de ellos enterrados en fosas poco profundas y un quinto lastrado bajo el agua a poco más de un par de metros de la orilla. La búsqueda proseguirá mañana.

Cuando Jordan terminó de saborear el último sorbo, otro agente había ocupado el lugar del anterior, un chico joven de rasgos asiáticos y mirada decidida.

—Hemos contactado con todos los propietarios que tienen viviendas a las orillas del lago y hemos obtenido permiso para registrar sus viviendas y cobertizos con resultado negativo; lo cual nos induce a creer que podemos descartar que la víctima esté secuestrada en ninguno de ellos. Necesitamos los permisos necesarios para registrar aquellas propiedades privadas con dueños ausentes, señor. Hasta que los obtengamos no podemos indagar en algunos lugares sospechosos que parecían abandonados. Sin embargo cabe destacar que no son muchos, concretamente tenemos localizados cuatro lugares vallados con acceso restringido.

DeFuss se reclinó en su silla, demasiado baja para alguien de su estatura. La espalda le estaba matando y ni siquiera los cafés le ayudaban a sobrellevar el cansancio. Quedaba mucho todavía por hacer y por buscar. Además, la noticia del hallazgo de cinco cuerpos más iba a ser una campanada en el ya alborotado ambiente de la región.

De haber sido un hombre más expresivo, probablemente el ranger habría mostrado su sorpresa o habría maldecido a Moira al oír lo que le estaba contando el juez. ¿Realmente Moira había trasladado a un detenido al condado de Marion, donde se encontraba el sheriff que más les había fastidiado desde que habían empezado a investigar el caso, en vez de haberlo dejado en el hospital y pasarlo a disposición de Taylor? No sabía qué había movido a su compañera a actuar de ese modo.

-Desde luego, todo este caso ha sido muy irregular desde el principio, juez Hamilton -dijo Bennet, poniendo su mejor cara de póquer-. Especialmente en el condado de Marion -Eso hacía que las acciones de Greenwrim tuvieran aún menor sentido del que pensaba. ¿Por qué confiar en Smith después de todo? ¿No habría sido mejor dejar al detenido en el hospital?-. Esta mañana acompañé a dos agentes del FBI al bayou. Greenwrim decidió irse por su cuenta, no se puso en contacto conmigo en ningún momento y, teniendo en cuenta que ha sufrido un intento de asesinato por parte de ese detenido, imagino que su estado mental pueda no ser ahora lo suficientemente estable -"Tan inestable que ahora le pasa el detenido a Smith" pensó una vocecilla en la mente del ranger-. Intuyo que debe ser por ello por lo que no está siguiendo el protocolo.

Bennet sabía que no había mucho que pudiera decir en defensa de su compañera. Dirigió una mirada hacia el sheriff.

-Los agentes del FBI y yo tenemos la seguridad de que los restos de los niños desaparecidos están en el bayou. Vamos a necesitar todos los medios acuáticos con los que puedan proveernos -le dijo a Taylor, intentando mantener una actitud más serena. Se fijó entonces en el alguacil Johansen. Al leer el apellido en el uniforme, supo que era el alguacil que se había encargado de redactar los informes de varios de los primeros niños desaparecidos. No obstante, no dijo nada al respecto-. Y si puede informarnos de un alojamiento de hostelería lo suficientemente amplio como para que una veintena de agentes pueda establecerse allí como base de operaciones, se lo agradecería, sheriff.

Y sin decir nada, colgó.

En un momento de estrés, de paranoia, donde todo escapaba de su control, el hecho de sentir que ni siquiera era capaz de pedir ayuda fue el punto de inflexión en su ánimo: Smith no se movería, el FBI no entendía lo que estaba pasando y los Ranger pedirían explicaciones que ni siquiera ella tenía. Ya no solo estaba en juego la vida de Rumsfeld y el caso, sino también el nombre de su familia.

Estaba sola y desesperada.

Sin saber qué hacer, o más bien buscando un poco de control, dejó atrás el despacho de Smith con la intención de salir de la comisaría y llegar como fuera a la posición de Rumsfeld.

 La investigación no había sido inútil, aunque no había arrojado el resultado tan deseado que todos querían. La aparición de Benjamín todavía no se daba, pero por lo menos tenían en su posesión los cuerpos de 6 de las anteriores víctimas de aquel grupo de desquiciados. Jordan estaba insatisfecho, pero aquellos descubrimientos daban una ráfaga de esperanza que hasta el momento no se había sentido. Solo pequeños aires y suspiros que no acumulaban en nada... hasta ahora.

 DeFuss se levanta de su pequeña silla, agradece con un movimiento de cabeza el café que le había proporcionado la agente, y se dirige a todos los presentes en general. No le habían traído lo que él quería (él tampoco lo había encontrado, así que estaban en igualdad de condiciones), pero necesitaban saber que hicieron un buen trabajo.

- Hoy hemos hecho un gran avance, pero Benjamin sigue allí afuera contando con que nosotros vamos a dar con él. Vayan a descansar, agentes. A primera hora de las mañana los quiero a todos despiertos, listos para seguir avanzando. Pero ahora... dense un respiro y cierren los ojos un rato.

 Jordan intentó sonar simpático con aquel comentario, pero simplemente era otro jefe poco amigable que te daba cuanto mucho 5 horas de sueño. Una vez que despachó a todos los agentes, el veterano detective se fijo en todos los papeles que tenía sobre la mesa. Los que más le llamaban la atención, eran aquellas cuatro propiedades no habitadas de las que le habló aquel agente. Algo le decía que en una de ellas podría estar la base de operaciones de toda esta gente.

 Algo también le decía que el avance que estaban haciendo en la zona ya debía haber alertado a la gente de la zona y, en particular, a los involucrados en toda aquella cadena de muertes. Jordan no se los dijo a los demás agentes, pero sentía que dejar pasar 5 o 6 horas sin actividad no era una buena idea.

^{- Veamos que hay aquí... cuatro propiedades... quizá podría ir a ver alguna... a estas horas... _{¿alguien lo notará?}}

El manto de la noche reposaba pesado y caluroso sobre ambos condados. Había lloviznado, se había despejado y ahora el cielo cubierto amenazaba de nuevo con descargar un aguacero que, de ningún modo, iba a dar tregua al calor y a la humedad.

La agente Lewis había detenido el Lincoln de su compañero en el arcén. La última llamada había sido la que menos esperaba recibir: el jefe la llamaba a Nueva Orleans, esa misma noche; el alcalde Ralph Fallon y el juez Roger Corman del condado de Marion habían denunciado ante los Rangers la detención ilegal de un sospechoso en los calabozos de la oficina del sheriff y, de algún modo, la noticia había llegado hasta el FBI. El jefe Anderson había sido expeditivo: estaba en manos de ella qué cabeza debía rodar por lo sucedido, para lo cual la convocaba a una reunión urgente de donde sabía que no saldría indemne.

Se lo había comunicado a Bennett, a DeFuss y estuvo a punto de hacer lo mismo con la agente Greenwrim; pero colgó la llamada antes de que diera el primer tono. No quería volver a escuchar el tono insolente de la voz de aquella blancucha engreída. No hasta que tuviera las cosas más claras.

Bennett llegó completamente derrotado a Uncertain, al nuevo cuartel general del FBI. Los federales habían desalojado a toda velocidad el hotel de los Watson y los últimos efectivos le habían recogido a él en Marshall, después de que el sheriff Taylor le despidiera con cajas destempladas y el juez Hamilton amenazara débilmente con emprender acciones legales. Bennett sabía que ambos se estaban marcando un farol, porque no estaban en condiciones de reprochar nada a nadie. Sin embargo, cuando Adele Lewis le explicó por teléfono el alcance de la cagada de Moira, se alegró de que entre ambos condados existiera tan malas relaciones.

DeFuss, por el contrario, hervía de frenética actividad. El sargento de los Rangers le encontró despierto en la sala de mapas, enfrascado en una maraña de papeles y bebiendo su enésimo café del día. Su cuerpo mostraba los ademanes calmados de siempre, pero sus ojos y sus labios se movían a toda velocidad.

Decidió pasar por alto todo el asunto de Seymour Blackman y de la llamada a capítulo a Adele, porque, como él mismo dijo, tenía entre manos algo que no podía esperar a la mañana siguiente.

En la mesa había desplegado un gran mapa de la antigua fábrica de municiones del ejército de Longhorn, en Karnack. El plano mostraba no sólo las instalaciones sino también los alrededores y en el extremo nororiental del mismo, junto a la orilla del lago, venía marcado un lugar: una cabaña de caza sin más identificación que esa.

Moira cogió el Chevrolet Malibú de sus compañeros del FBI que estaba aparcado en el Excelsior Hotel. A su llegada al mismo se dio cuenta de que había un ir y venir de efectivos federales desalojando el que había sido hasta ese momento el centro de operaciones del caso. Preguntado al respecto, uno de los agentes le respondió que se trasladaban a Uncertain, donde se estaban llevando a cabo las labores de búsqueda de Benjamin McKnight por todo el lago.

Aquello no le impidió subirse al vehículo y ponerse en marcha hacia Smithland, donde se hallaba la iglesia del reverendo Rumsfeld y también su vivienda. McKnight le llevaba bastante tiempo de ventaja, de manera que no sabía qué podía encontrarse al llegar.

La iglesia que encontró era ciertamente pequeña y modesta, nada comparable a la de Cypress Chapel, donde había sido secuestrado Benjamin. Junto al edificio para el culto, había construida una casa de una sola planta, rectangular, casi imitando el estilo de los parques de caravanas de los habitantes más pobres de la zona; aunque esta era más grande y se veía bien cuidada.

Todas las luces estaban apagadas y no se veía a nadie allí. Sin embargo, las huellas del auto de McKnight habían descrito un camino de entrada y otro de salida. Alarmada, Moira comprobó la vivienda y la iglesia, pero todo parecía cerrado y sin forzar.

Al parecer el sheriff Smith había cumplido su palabra y había avisado al reverendo y el trío asaltante se había marchado de allí con tres palmos de narices.

Moira subió de nuevo al coche y continuó vagando sin rumbo desde Smithland hasta la residencia de McKnight que también parecía tranquila. El sonido que indicaba que el depósito de gasolina estaba entrando en reserva la sacó de aquel extraño trance que la había llevado a conducir de un lado a otro. El reloj marcaba ya las diez pasadas.

Al recibir la noticia de la agente Lewis, Bennet sintió que el caso estaba empezando a escapársele de las manos justo cuando más cerca estaban de llegar hasta los responsables. Greenwrim había demostrado ser una agente competente hasta el momento y, sin embago, haber trasladado ilegalmente a Blackman era algo que difícilmente las autoridades iban a pasar por alto. Alguien iba a terminar pagando por el error de Moira, y el ranger en cierto modo se alegraba de no haber contactado con ella a lo largo del día. No había forma de que pudiera conectarle con la cagada que había cometido su compañera. ¿O sí?

Lo peor no era solo lo de Greenwim. Aquello había estropeado toda colaboración posible con el sheriff Taylor y, además, durante los siguientes días toda la atención de Fallon y Corman iba a estar centrada en la irregularidad que había tenido lugar por parte de la ranger y los ayudantes de Smith y no en la desaparición del niño.

Mientras aún estaba solo, Bennet sacó su teléfono móvil y se planteó hacer una llamada al fiscal del distrito Frank Riley. Él tenía las suficientes influencias como para sacarle las castañas del fuego si se veía salpicado y, por otro lado, tal vez podía hacer algo por Greenwrim. No obstante, sabía que a cada favor que le pidiera, la deuda con ese hombre aumentaría, por lo que decidió no hacer nada... por ahora.

Al llegar a la sala de mapas, el sargento Bennet vio a DeFuss, con su habitual calmada mientras parecía estar leyendo un buen taco de papeles y bebiendo café.

-En la oficina de Taylor, ha ido como el culo -fue el saludo de Scott a DeFuss, al llegar. Era extraño ver a Bennet expresarse de una forma más bien malhablada, lo que indicaba que el hombre empezaba a estar sobre cierta presión-. Y no sé en qué diablos anda metida Greenwrim... ¿Qué tienes? -le preguntó a DeFuss, observando que el afroamericano se encontraba examinando algunos papeles.