Partida Rol por web

-Esa podría ser una gran idea -declaró Bennet, al oír que Moira proponía llevar a Rose Bamford con el sheriff Taylor. Seguía escamándole el hecho de que el sheriff hubiera dado tanto crédito a las declaraciones de la adolescente, como si para él aquel caso hubiera sido personal-. Al fin y al cabo, Taylor puede dejarla con su secretaria o en la oficina.

El ranger miró entonces su teléfono móvil, viendo que aún no había recibido la llamada de Deveraux sobre el símbolo, aunque lo depositó sobre la mesa para cogerlo en cuanto sonara.

-Ahora que Macklin va a ser arrestado, creo que deberíamos también visitar a McKnight para preguntarles sobre su empleado. No es algo que necesitemos hacer ya, pero la detención de Macklin nos da la oportunidad perfecta de ir allí a husmear sin que sospeche que él está en nuestra mira.

El teléfono del sargento Bennet comenzó a vibrar sobre la mesa al mismo tiempo que terminaba su frase. En la pantalla aparecía DEVEREAUX, justo la llamada que estaba esperando. Cuando descolgó su amigo comenzó a hablar inmediatamente.

—Scott, amigo... Vaya descubrimiento... Hemos estado toda la tarde con tu amuleto y nos ha costado un buen trabajo dar con su origen... Dale las gracias a Millie McCoy; ella ha sido la que ha dado en la tecla... Se trata de un símbolo muy raro que únicamente aparece referido en un volumen anónimo del siglo XVIII, impreso en Londres y escrito en latín, contra las prácticas esotéricas dentro de la Iglesia. Es posible que tenga algún tipo de relación con cultos paganos de la naturaleza; aunque el libro lo describe como signum umbris, algo así como signo de las sombras o para las sombras y condena su uso por algunos cristianos contemporáneos suyos. Al parecer, quien hacía uso de este amuleto podía pasar desapercibido a los ojos de los demás; pero no sabemos si se referían a disimular la presencia o a obtener una auténtica invisibilidad.

»En definitiva, se trata de un amuleto de ocultación creado mediante algún tipo de ritual herético cristiano, documentado en Inglaterra en el siglo XVIII y sin mayor continuidad aparente en el espacio o en el tiempo si no fuera porque tú nos has enseñado uno prácticamente idéntico al que se recoge en las láminas del libro que ha consultado Millie.

Bennet había comenzado escuchando las palabras de Devereaux con atención, aunque cuando mencionó que se trataba de un amuleto que ayudaba a pasar desapercibido a ojos de los demás, Adele y Moira pudieron notar que la expresión en el rostro del ranger se tornó en un gesto de sorpresa. Él no creía en la magia o en las supersticiones paganas y, sin embargo, no podía dejar de lado los datos que conocían de antemano.

-Gracias por la información, Devereaux. Te debo una, y muy grande -le dijo Scott a su compañero del grupo de escritores, antes de despedirse y colgar la llamada.

Scott miró a Adele y Moira con expresión seria durante unos segundos antes de exponer lo que pensaba:

-Lo más probable es que haya una explicación racional para que nadie haya podido darse cuenta de la presencia de un individuo rondando por los vecindarios -dijo Bennet, valorando la posibilidad de que aquel hombre u hombres debían llevar ropa de camuflaje o algún tipo de mono que le hiciera pasar desapercibidos desde lejos-. Pero ya podemos dar por hecho que O'Hara y los Tillman sintieron la presencia de este individuo que les observaba. Ahora más que nunca necesitamos hablar con esa bruja.

Consciente de que era domingo y de que, en realidad, le estaban pidiendo un favor al sheriff Taylor al llevarle a Rose a su comisaría, el agente Bennet esperó a una hora prudente para llamarlo a su teléfono móvil que figuraba en la tarjeta que les había facilitado al principio. Se tomó su tiempo, por tanto, para descansar bien de la caminata campo a través del día anterior, para desayunar fuerte y leer el periódico (sobre todo las noticias locales).

Su compañera no apareció por el comedor y la señora Watson le comentó que no la había visto salir del hotel. Sin darle la mayor importancia disfrutó de aquel remanso de paz antes de marcar el número del jefe Taylor.

—Buenos días, agente Bennet —saludó el sheriff al otro lado del aparato—. No, no me pilla demasiado temprano. Por desgracia he recibido una llamada urgente por un accidente de tráfico y he tenido que salir de casa casi sin poder tomar ni un café. Ahora mismo estoy en la escena... Tiene muy mala pinta... Este coche lleva aquí bastantes horas... Tiene los faros encendidos así que circulaba de noch... ¡Oh, Dios Santo! ¡No puede ser! —el teléfono quedó en silencio durante unos segundos—. Sargento Bennet... —la voz de Jason Taylor sonaba abatida—, me temo que van a tener que venir lo antes posible. Se trata del agente especial Jordan... Siento comunicarle que está muerto al volante del vehículo siniestrado...

Adele Lewis durmió de un tirón toda la noche. El cansancio había llegado a ser tan extremo que ni siquiera recordaba cómo había logrado ducharse y meterse en la cama. Al levantarse le dolía todo el cuerpo, especialmente las piernas: aquella aventura triscando por senderos perdidos había sido una completa irresponsabilidad. No obstante, dadas las pistas que habían logrado recabar, casi había merecido la pena.

Pasó por la habitación de Rose y, extrañamente, la chica seguía durmiendo. Moira debería haberla despertado para que desayunara y estuviera lista para marcharse con el sargento Bennet; pero no lo había hecho. El comportamiento de la Ranger el día anterior, que había decidido salir temprano hacia la oficina sin esperar a Max, comenzaba a irritar a Lewis pero, antes de perder los papeles, se encaminó hasta la habitación de ella, para comprobar que estaba dentro.

Tuvo que esperar un buen rato después de llamar y, cuando estaba a punto de marcharse, la puerta se entreabrió solamente un poco, seguida del golpe sordo de un cuerpo al caer al suelo. Adele Lewis no se lo pensó y entró a toda prisa: tirada allí mismo se encontraba la agente Moira Greenwrim, en pijama veraniego, inconsciente, empapada en sudor y con el pulso muy débil...*

-Joder.- No sólo el sueño no había sido lo suficientemente reparador para quitarle la sensación de encontrarse exhausta, ni tampoco el hecho de haberse encontrado teniendo que encaminarse a lidiar con la Ranger que parecía querer hacer las cosas por sus propias reglas; ahora también descubría que la agente Greenwrim se encontraba mal, terriblemente mal. Práctica y fría, Adele se encaminó hacia el telefonillo de la habitación, marcando de inmediato. -Señora Watson, llame a un servicio médico de emergencia, por favor.- Intentaba descifrar por qué razón la pelirroja podía encontrarse en ese estado, quizás una intoxicación con la comida o haber sido picada por alguno de los molestos insectos que rondaban en áreas como esa. No quería pensar en que pudiera tratarse de algo mucho más grave... Se acercó hasta la Ranger y trató de llevarla en brazos hacia la cama, sentándose luego a su lado para controlar su pulso y buscar cualquier señal que pudiera darle pistas de qué ocurría con ella. ¿Fiebre? ¿Erupción? Miró hacia la mesita de noche. ¿Había pastillas o algún medicamento?

La noticia fue para Bennet como un balde de agua fría.

El agente Jordan no le caía bien. Desde el primer momento había demostrado un afán por considerarse el ombligo del mundo y había desarrollado una extraña obsesión con él. No obstante, saber que Maximilian Jordan había muerto en un accidente de tráfico era desde luego una noticia de lo más impactante. Incluso alguien tan poco empático como el ranger no podía evitar pensar que apenas veinticuatro horas antes, aquel hombre había estado vivo, tratando de colaborar con él y Greenwrim. Y ahora simplemente ya no estaba...

"Las pruebas. Espero que no las hayamos perdido" fue lo siguiente que pensó Bennet, sabiendo que las desgracias nunca venían solas. Si el siniestro había sido muy fuerte, no descartaba que toda la información que habían recopilado pudiera literalmente estar desperdigada por la carrera. "Dios... Espero que no...".

-Sheriff Taylor... -se notaba que algo inquietaba a Bennet, al otro lado de la línea-. Saldremos para allá lo antes posible. Voy... voy a avisar a la agente Lewis... Le veo en unos minutos...

Scott sabía que aquello iba a afectar y mucho a Lewis. No solo porque su compañero y amigo había muerto en unas terribles circunstancias, sino porque una de las últimas acciones que había llevado a cabo era informar a sus superiores sobre la evidente inestabilidad emocional de Jordan. No iba a ser agradable para ella.

Bennet se dirigió rápidamente hacia la habitación de Lewis, aunque no la encontró, por lo que decidió entonces probar suerte en la habitación de Greenwrim, pensando que la afroamericana podría haber ido a reunirse con su compañera antes de partir. La escena que vio, con Greenwrim tendida sobre la cama y Lewis sentada a su lado tratando de tomarle el pulso hizo que la expresión de Bennet se desencajara, en una mueca horrorizada. ¿Qué le había sucedido a su compañera?

-Dios mío... ¿Qué le ha pasado a Greenwrim? -fue lo único que alcanzó a decir, acercándose a toda prisa hacia la pelirroja para asegurarse de que tenía pulso.

-Es lo que me pregunto yo. Acabo de encontrarla así.- Aquella situación no le gustaba, y la urgencia le aprestaba a ponerse en movimiento sin esperar respuesta por parte de la señora Watson, si había hecho o no la llamada. -Ayúdeme a llevarla hasta el coche, de hecho me alegra que no se haya ido usted aún. Podremos llevarla al Centro Médico en Marshall y mientras usted la ingresa iré a dejar a Rose con el sheriff Taylor. Esto nos complica un poco el día de hoy, pero no podemos darnos el lujo de perder un día.- Adele seguía manteniendo su sangre fría tan bien como podía, pero lo que estaba ocurriendo le estaba estresando nuevamente. ¿Acaso no iba a tener un día tranquilo hasta que acabara el caso?

Scott ayudó a Adele a llevar Moira hasta el coche. No obstante, una vez que Moira estuvo subida, el ranger supo que no podía ocultarle lo que le había sucedido a su compañero.

-Adele, yo me ocupo de llevarla al centro médico. Usted... -le dijo, no sabiendo cómo darle la noticia de lo que había pasado-. He llamado al sheriff Taylor hace solo unos minutos. Ha habido un accidente de tráfico en la carretera -le reveló, con expresión seria-. Era su compañero, Jordan... El sheriff Taylor me ha dicho que estaba muerto al volante y que el accidente debió producirse por la noche. Conducía con los faros encendidos. Lo siento -No había necesidad de mencionar las pruebas ni la posibilidad de que lo ocurrido pudiera no haber sido un accidente. Lo principal era dejar a Lewis asimilar lo que había pasado.

Esa mañana, las desgracias no llegaban solas.

La Agente Especial Adele Lewis llegó al lugar del siniestro en el mismo vehículo que había les había traído a su compañero y a ella hasta aquel lugar perdido de Texas, tras la pista de un caso que nadie parecía querer resolver. Apenas habían dado algunos palos de ciego, molestado a algunos habitantes de la región y enfrentado a las obtusas autoridades de los dos condados. Sin embargo, el caso, por su parte, se había cobrado otra víctima más.

El sheriff Taylor la saludó al bajar de manera oficial, llevándose la mano al sombrero y, en silencio, la condujo hasta el Jeep de alquiler con el frontal totalmente destrozado tras haberse estampado contra un árbol grueso. Alrededor del coche esperaban, a una distancia prudencial y también en absoluto silencio algunos ayudantes de Jason Taylor, los bomberos, los paramédicos y la gente de la oficina del forense.

Max yacía inclinado hacia delante, la columna de dirección le aprisionaba el pecho y los airbags no habían servido de nada ante la violencia del impacto. No podía ver las piernas sin abrir las puertas, algo que tendrían que llevar a cabo los bomberos porque estaban deformadas; pero sin duda las debía tener destrozadas. En el asiento del pasajero se encontraba el maletín con las pruebas que transportaba hasta la central.

Adele terminó de rodear el todoterreno y salió de nuevo a la carretera. Unas largas huellas de frenazo indicaban que Max había tratado de controlar el vehículo antes de salirse de la calzada, en una recta con buena visibilidad...

—No hemos tocado nada, agente Lewis —rompió finalmente el silencio el sheriff con voz afectada y el gesto de dolor característico—. En cuanto usted nos dé la orden procederemos al levantamiento del cadáver.

El equipo de urgencias trasladó a la sargento Moira Greenwrim a toda velocidad hacia el primer box despejado aquella tranquila mañana de un caluroso domingo de junio. Su compañero Scott Bennet tuvo que quedarse fuera mientras trabajaban sobre ella, algo que llevó cerca de dos horas.

La doctora que salió para atenderle era joven y su cara mostraba más dudas que certezas.

—Su compañera está fuera de peligro, agente —informó con voz cansada—. Hemos estabilizado su pulso y su tensión y no hemos encontrado ningún tipo de herida externa. El examen toxicológico ha dado negativo en cualquier tipo de sustancia, incluidos los venenos más comunes. Sin embargo el TAC ha revelado una serie de pequeños derrames internos en algunos órganos. Esto no suele ser nada común en personas sanas, sino más propio de algunos pacientes de enfermedades graves. ¿Sabe si su compañera padece de cáncer o alguna otra enfermedad similar?

Cuando la doctora le puso al corriente de la situación de Moira, Bennet se mostró un tanto confuso por lo que la mujer le estaba revelando. Moira no mostraba síntomas de intoxicación, pero lo que la doctora le estaba diciendo indicaba que el estado de su compañera podía ser mucho peor.

-Hasta donde sé, ella no está enferma ni ha mencionado nunca la posibilidad de que tenga... cáncer -Bennet estaba más que sorprendido por lo que le estaba diciendo la doctora. ¿Era posible que Moira ya hubiese tenido dolencias recientemente y que no hubiera dicho nada?-. Últimamente ha sido sometida a mucha presión, pero ignoro si sufre algún tipo de enfermedad grave. Siento no poder ayudarles en nada más -Si la sufría, desde luego al ranger le resultaba evidente que Moira la mantenía en secreto, puede que incluso a sus familiares.

Bennet sabía que no podía dedicar el día a lo que le había sucedido a Moira. Tenían que seguir investigando el caso, pese a que lo que había sucedido con Moira y Max era una gran distracción que les apartaba de ello. De nuevo, decidió llamar al sheriff Taylor para que el ayudante Reeves le llevase al lugar del siniestro. Tenía que asegurarse de que las pruebas que estaba trasladando Max Jordan seguían intactas.

-Dígame los hechos, Sheriff. Sin dorarme la pastilla.- Adele había tenido tiempo desde que saliera del hotel hasta llegar a la escena del suceso para bloquear su lado emocional y centrarse en el accidente. No era su caso, ni era algo en el que debía involucrarse de ser posible por su relación con la víctima, pero mientras hubieran dudas sobre lo ocurrido, nada podía ser tocado y eso significaba que las pruebas que estaban en el coche, aparentemente sin daños, iban a estar en la custodia del Sheriff.

Su mirada se fue posando en pequeños detalles. Las marcas de neumáticos. ¿Intentó esquivar algún coche que venía hacia él? Max, dime que no estabas bebiendo... Y aún así, casi prefería saber que el accidente había ocurrido por estar bebiendo que porque lo hubieran intentado hacer chocar. Primero Greenwrim, luego Max. Las desgracias vienen en tres. Se acercó a Taylor y habló en voz baja. -En ese maletín hay información importante para el caso de los niños desaparecidos. Si han de llevar a cabo una investigación, bien. Pero no permita que nadie que no sea usted toque ese maletín, ¿está claro?-

El tenso silencio acompañó a la agente Lewis mientras indagaba en el escenario del crimen. Los miembros de los equipos de emergencias la observaban actuar con una mezcla de admiración y escepticismo. La mayoría de ellos no habían visto jamás a una mujer actuar como una auténtica profesional de la policía científica. Ninguno, definitivamente, habían visto trabajar a una mujer policía negra.

La agente del FBI trató de apartar de su cabeza aquellos pensamientos y concentrarse en lo que estaba haciendo, que ya era de por sí complicado debido a que su compañero yacía muerto a escasos metros, a que hacía un calor insoportable y a que continuaba extenuada por el esfuerzo del día anterior.

Sin embargo era una profesional; de las mejores del cuerpo y sin duda la más veterana de todos los allí presentes. No le hacía falta motivación ni equipo extra si podía contar con su mente y su entrenamiento. Se colocó unos guantes que le cedió el mismo sheriff y pasó a la acción.

Abrió una de las puertas traseras del vehículo y buscó debajo de los asientos delanteros aquello que esperaba no encontrar. Pero sus dedos toparon con la superficie dura de una botella. Era de una marca de whiskey local y estaba a dos tercios de su capacidad. Nadie la había visto porque había volado con el impacto hasta terminar debajo del asiento del acompañante; pero la autopsia revelaría que Max Jordan había ingerido alcohol estando de servicio y conduciendo.

La agente se apartó del vehículo como si fuera pasto de las llamas. Tendría que lidiar con aquella evidencia pero antes debía terminar de completar el rompecabezas de aquel accidente. La marca de las ruedas estaban en el mismo carril de la marcha del coche y apuntaban hacia el lugar del siniestro, lo cual no casaba con un volantazo debido a una cabezada o al posible estado de embriaguez. En ese caso el volantazo habría sido para evitar salirse y la trazada sería distinta. Quizás había invadido el carril contrario e intentado esquivar a un vehículo; pero calculando la velocidad y el peso del todoterreno eso habría provocado una serie de trompos sobre la misma carretera.

No, alguien se había aproximado desde detrás, le había adelantado y se le había cruzado de algún modo brusco para obligar a Max a reaccionar y evitar la colisión. La oscuridad, el desconocimiento del camino, la velocidad y el alcohol habían hecho el resto. Todo encajaba y estaba meridianamente claro en su composición del escenario, pero la botella y el jodido principio de la navaja de Occam pesarían lo suficiente para convertir su teoría en una complicada justificación de lo evidente...

Tras haber dejado a Moira en el hospital, Scott dejó que el ayudante del sheriff le llevara al lugar del accidente. Una parte de él sabía que probablemente era mejor dejar a la agente Lewis sola con su dolor, pues la mujer acababa de perder a su amigo y compañero. Sin embargo, necesitaba saber con exactitud qué había sucedido y si el agente federal había sido asesinado o, por el contrario, el alcohol había sido lo que había llevado a Max Jordan a la muerte.

-Agente Lewis -Bennet se aproximó a la afroamericana, aunque sin saber cómo afrontar el hecho de que el hombre con el que tanto había discutido finalmente estaba muerto. Sabía que un "Era un buen hombre" o "Siempre se van los mejores" no sentiría en absoluto sincero viniendo del ranger, por lo que decidió limitarse a ser él mismo-. He venido en cuanto he podido. Moira está en el centro médico. La doctora que la ha atendido dice que el TAC ha revelado derrames internos en algunos órganos. No sé cuánto tardará en recuperarse, pero puede que sea grave...

Scott prefirió no mencionar la palabra cáncer. Una persona tan joven como Moira... Desde luego, el destino la había golpeado con todas sus fuerzas.

-¿Cree que esto pudieron haberlo hecho los hombres de McKnight o el juez Corman? -le preguntó a Lewis, refiriéndose al accidente que había sufrido su compañero.

Adele asintió con gesto serio a las palabras de Bennet, sin embargo antes de contestarle se dirigió al Sheriff. -Ya pueden levantarlo.- Lanzó una última mirada al coche, pero sabía que no resistiría ver el cuerpo destrozado de Max. Así que con un gesto de la cabeza le indicó al ranger que le siguiera de camino al coche. -Voy a apostar por el juez, ha sido a quien Max le estuvo tocando los huevos. Quiero confiar en que aún no hemos movido el arbusto lo suficiente como para asustar al pájaro.- Se cruzó de brazos, intranquila. No le estaba gustando nada de lo que estaba pasando.

-Hay suficientes pruebas para poder hacer un caso respecto a lo ocurrido aquí. Esto no fue ningún accidente. Pero...- La mujer apretó el puño. -Hacer eso significa retrasar nuestra parte. Se retendría las pruebas hasta poder resolverlo, y que mi compañero estuviera ebrio no hará las cosas sencillas.- Negó con la cabeza. -Por el bien de los niños desaparecidos, tendré que dejar que se crea que la muerte de Max fue por su propia negligencia.- Una mancha así luego de todo lo que había luchado... Saber que no podría contarle a Sam ni a los hermanos Jordan la verdad. Dios, Max, perdóname. Entiende por qué tiene que ser así.

Los ojos de la mujer se humedecieron, pero en seguida carraspeó y apartó la mirada. -Voy a solicitar que vengan a por las pruebas, no puedo apartarme del lugar en este momento aún cuando quisiera llevarlas yo misma.- Miró al agente Bennet. -Esto ha sido más que una advertencia. Deberemos ser cautelosos a partir de ahora. Por lo que me dice lo de la agente Greenwrim ha sido sólo una desafortunada coincidencia, y sin embargo...- Dejó escapar el aire entre los dientes. -Deme unos minutos para comunicarme con las oficinas. ¿Veremos a los Tillman?- Necesitaba volver a centrarse en el trabajo, en no permitir que la muerte de Max fuera en vano.

Bennet escuchó a Adele. Al parecer, la afroamericana estaba segura de que su compañero había sido asesinado y no había sufrido el accidente a causa de lo borracho que se encontraba. El ranger sabía que no era el mejor momento para discutírselo y, al fin y al cabo, él tampoco sabía con seguridad qué había sucedido.

-Esta gente va muy en serio -coincidió con la afroamericana, cuando planteó que el posible ataque contra Max Jordan era más que una advertencia-. Debemos ser cautelosos y mantenernos todo lo alejados que podamos de Corman por ahora. Lo de Macklin fue una pequeña victoria, pero no creo que haya cambiado nada.

La mujer le preguntó acerca de si irían a ver a los Tillman, lo que hizo suponer a Scott que claramente Adele quería tener la mente ocupada en el trabajo cuanto antes.

-Sí, iremos a ver a los Tillman cuanto antes. Y tendremos que dejar a Rose Bamford con el sheriff Taylor -agregó Scott, pues podía no ser lo más seguro dejar a la adolescente en el Excelsior.

-Bien, pongámonos en marcha entonces. No queda nada más que hacer aquí.- Adele se dirigió al coche, y mientras se colocaba al volante marcó los números correspondientes usando un manos libres. La primera llamada fue para el Bureau, un mensaje conciso pero necesario: el agente Maximilian Jordan había fallecido en un accidente automovilístico a la salida del condado de Harrison en horas de la noche. -El caso lo está llevando el Sheriff Taylor, cualquier información pónganse en contacto con él.-

Acabada esa parte, y sabiendo que en cualquier momento le llamarían para una reprimienda, hizo la solicitud de poder ser asistida por otro agente, ya que tenían ciertos avances y estaban faltos de manos.

Cuando Moira Greenwrim pudo abrir los ojos notó que algo no iba bien. Se ahogaba y notaba un fuerte dolor en la garganta, que se sumó de inmediato al que recorrió su cuerpo a causa de los espasmos. Oía el pitido de una alarma muy cerca de ella pero, a pesar del pánico que sentía, supo reconocer que estaba en la habitación de un hospital.

Las enfermeras no tardaron mucho en llegar y desentubarla. Parecían sorprendidas porque la mujer policía hubiera despertado de repente del coma inducido a pesar de los sedantes; pero si hubieran atisbado tan sólo un poco de la pesadilla que Moira había soñado, ellas también habrían luchado con todas sus fuerzas para despertarse.

Porque la joven sargento de los Rangers pensó que jamás lograría salir de aquel pozo de inmundicias, de sangre y de vísceras de niños en el que chapoteaba, mientras en la orilla formada por un lodo sanguinolento, Peggy Slater, con miraba furibunda no cesaba de insultarla: Puta, puta, puta ninfómana; seguro que te mueres por comerte una polla, ¿verdad? Y Moira, consumida por las náuseas y la culpabilidad lloraba; porque sí, porque deseaba una buena polla... ¡no! ¡Deseaba más de una! Los quería a todos, a todos aquellos repugnantes machos de la oficina del sheriff... Imploraba que la sacaran de allí llamándolos por sus nombres, con gemidos lastimeros que se mezclaban con las lágrimas.

Por un momento soñó que Adele Lewis venía a rescatarla, pero aquella esperanza se esfumó y dejó paso a ellos... Cuando ellos llegaron para sacarla de allí todo fue mucho peor. Aquellos hombres... El dolor... ¡Oh, Dios! Aquel dolor tan vívido, tan real que la devolvió a la consciencia, humillada, sucia porque se había meado encima y destrozada como si la agresión hubiera sido auténtica.

Aquello sin duda estaba siendo algún tipo de castigo divino. Tal vez fuera por haberse comportado como una zorra con la pobre secretaria, por los pensamientos impuros que había procesado cuando la miraban algunos de los hombres del sheriff o incluso el orgullo de haber dado un golpe correcto aunque con una leve reticencia de no haber podido añadir un poco más de fuerza para matarle creyendo que fue un simple accidente. Todo eso, sumido al estrés del caso y a sus propios miedos más internos estaban volviendo su cabeza y su cuerpo una bomba de relojería cuya señal de alarma se había disparado hace demasiado y ahora no podía frenar.

Despertó de forma súbita queriendo estar por primera vez en su casa, tapada con esa manta de tela suave verde que su madre cuando era pequeña le decía que la protegería de todo mal, encender la luz de su lámpara para descubrir que estaba en su habitación mientras le tendían un vaso de agua con palabras dulces… pero no había nada de eso, ni siquiera podía recordar el rostro de su madre en esos breves segundos donde su consciencia se hundía entre bilis, sangre y semen.

Cuando por fin pudo recuperar el sentido se encontraba jadeando en una cama de hospital cubierta de sudor y otros fluidos cuya procedencia prefería no preguntar. Se sentía tan pequeña, tan débil, que gritó algunas palabras sueltas y apenas sin vocalizar para echar a cualquiera que hubiera entrado en la habitación para ayudarla.

Odiaba verse así, pero más aún que otros la vieran en ese estado tan lamentable. Un simple vistazo sería suficiente para fundir esas escaleras de hierro que estaba construyendo hacia el ascenso de su orgullo, ahogándola por completo en la lava con quemaduras que nunca sanarían.

Haciendo acopio de las escasas fuerzas que le quedaban y aun con el cuerpo dolorido, intentó levantarse mientras notaba que sus piernas temblaban, con intención de dirigirse al baño para asearse y dejar que el desagüe se llevara la inmundicia.

Necesitaba recuperarse, necesitaba salir de esa habitación blanca y volver a trabajar para recuperar los pedazos destruidos que estaba dejando mientras recordaba el lema de su familia.