Partida Rol por web

—Bienvenidos a bordo. Venga, venga, subid, no seáis tímidos. Soy Oleg pero todos me llaman Comadreja. Soy el capitán y dueño de este navío, el Orgullo. Herr Otto me ha pagado por el viaje de ida y vuelta, así que sentíos cómodos. Pero tampoco tan cómodos, y rompáis nada, joder.

Notáis que cuando Oleg ve a Andrei se queda boquiabierto un instante. Como si hubiera visto un fantasma. Luego recompone la compostura y vuelve al timón.

—Venga, vuelvo a mi lugar. Otto quiere que volvamos rápido —dice muy por lo bajo—. Ni tiempo para arreglar la nave me ha dado.

De cerca el galeón es menos impresionante que de lejos. Parece haber sufrido un ataque hace poco: hay algunas maderas destrozadas y partes del navío astillados a causa de cañonazos. Cerca de uno de los tres mástiles todavía hay un rastro de sangre mal lavado. La tripulación es escueta, apenas unos veinte soldados Faverstram.

—Cuando viajábamos hacia aquí sufrimos un ataque —os cuenta—. Un barco pirata se nos vino encima. No pudo conmigo y con el valor de mis hombres —el pecho se le hincha de orgullo—. Repelimos el ataque y atrapamos a su capitán. Y quién lo diría, no era otro que el famoso pirata Ludo van Haas.

Se acerca a un mástil donde está atado con cadenas el capitán pirata. Otto se aprovecha de que el pirata no puede moverse para propinarle una patada en las costillas.

—Se dice que es el terror de las islas Oceánides, él y su hermano, el pirata Sanden van Haas. Se paga una jugosa recompensa por él. Lo entregaré para que lo ahorquen y me quedaré con ella. En cuatro o cinco días llegaremos al continente. Hasta entonces, estaré en mi camarote. Y no quiero quejas ni molestias, campesi... isleños —dicho esto, se retira hacia los interiores del barco.

El pirata, flaco y alto, os mira desde su prisión improvisada. Tiene más de cincuenta y un solo ojo bueno. No habla pero se nota que está lleno de odio.

Alexei te habló de estos piratas, los famosos hermanos Van Haas. Hace décadas que aterrorizan a las islas Oceánides con sus raídes y ataques. Que un patán como Otto lo haya atrapado parece más un enorme golpe de suerte que otra cosa. Alexei te contó la triste historia varias veces: su sobrino fue a probar suerte como marino a las Oceánides. A los pocos meses Ludo van Haas atacó y saqueó el puerto en el que trabajaba. El sobrino de Alexei terminó con la garganta rajada flotando sobre el mar. Pasaron seis dias hasta que rescataron su cuerpo.

Pasan cuatro días de viaje. El galeón se desplaza lento pero seguro a pesar de los daños sufridos por el ataque pirata. Es un viaje aburrido, con los soldados Faverstram afilando el armamento de día y jugando a los dados y bebiendo ron durante las noches. Los camastros en los que os toca dormir son bastante incómodos. Muy a lo lejos ya se puede avistar tierra firme. El continente está cerca. El único problema parecen ser los espantosos nubarrones negros que han ahogado el cielo. Las aguas están embravecidas y se avecina una tormenta.

A lo lejos ves que Hulda está hablando con Bjorn y Grigori. Un par de soldados Faverstram están charlando con Sophia, Annalise y Valerie [1]. Comadreja Oleg, el capitán, se acerca a hablar contigo a solas.

—Que me aspen, pero pareces la viva imagen de un viejo camarada de armas de mi juventud. Vlad. Pero eso fue hace más de treinta años, cuando yo luchaba al servicio del Imperio. Esto de andar todo el día timoneando el barco me ha estropeado la vista, ¿eh? En fin, cosas de viejo, no me hagas caso. Venga, toma un sorbo de ron. El capitán invita —y te ofrece un odre.

Pasan cuatro días de viaje. El galeón se desplaza lento pero seguro a pesar de los daños sufridos por el ataque pirata. Es un viaje aburrido, con los soldados Faverstram afilando el armamento de día y jugando a los dados y bebiendo ron durante las noches. Los camastros en los que os toca dormir son bastante incómodos. Muy a lo lejos ya se puede avistar tierra firme. El continente está cerca. El único problema parecen ser los espantosos nubarrones negros que han ahogado el cielo. Las aguas están embravecidas y se avecina una tormenta.

Un par de soldados Faverstram están charlando con Sophia, Annalise y Valerie. Comadreja Oleg, el capitán, está hablando con Andrei a solas [1]. Hulda, la capitana de guardia de los Faverstram, se acerca a hablar con vosotros dos. Extraño, dado que esta mujer parece tan agria.

—No os pregunté por las cicatrices en vuestros rostros —parece natural la curiosidad de Hulda, dado que ella misma tiene toda la cara rebanada—. ¿Habéis estado en el continente alguna vez? Las mías son de la Rebelión de los Cortacaras [2]. Yo tenía quince años y era la copera de un duque. Una banda de campesinos entró al castillo, mató al señor, a su esposa, hijas. Y a mí me hizo esto —se pasa la mano por el rostro—. ¿Para qué habéis venido al continente? Espero que seáis buenos con la espada.

Pasan cuatro días de viaje. El galeón se desplaza lento pero seguro a pesar de los daños sufridos por el ataque pirata. Es un viaje aburrido, con los soldados Faverstram afilando el armamento de día y jugando a los dados y bebiendo ron durante las noches. Los camastros en los que os toca dormir son bastante incómodos. Muy a lo lejos ya se puede avistar tierra firme. El continente está cerca. El único problema parecen ser los espantosos nubarrones negros que han ahogado el cielo. Las aguas están embravecidas y se avecina una tormenta.

Comadreja Oleg, el capitán del barco, está hablando con Andrei a solas. Hulda, la capitana de guardia de los Faverstram, habla con Bjorn y Grigori [1].

—...entonces le dije a Valerie, ¡Valerie, atrápalo con las manos! Y Valerie atrapó a la mantarraya con las manos y yo le tiré con el arco. Casi le doy en la cara a Val, pero por suerte le di a la manta. ¿A que no fue un gran día, Val? Oye, Anna, he escuchado por ahí que sabes hacer trucos de magia. Que sabes hacer personas de agua y de fuego. ¿Eso es cierto? ¿Yo también puedo hacerlo? ¿Me enseñas?

Un par de soldados se os acercan. Uno gordo y un poco ebrio y el otro viejo y sobrio.

—¡Hola hola, señorit... hic... señoritas! —dice el gordo borracho—. Creo que ya es hora de que nos present, hic, presentemos. Yo soy Renke. El mejor guardia de, hic, Faverstram. ¿Vino? —y os ofrece un odre de vino.

—No le hagáis caso al idiota de mi amigo. Y nunca juguéis a los dados con él: le encanta hacer trampa. Bienhalladas, isleñas. Soy Dutch. Me ha dado curiosidad así que tengo que preguntarlo: ¿por qué os habéis unido a la expedición? La vida de soldado no es mala pero tampoco es grandiosa. Si es que yo llevo haciéndolo más de cuarenta años y todavía no he juntado dinero para comprarme un pedazo de tierra decente.

La experiencia inicial en el barco fue un tanto inquietante, no solo por la actitud de los que estaban allí sino por la sensación que despertó en Annalise. Eran personas con muchas experiencias acumuladas, gente que estaba acostumbrada a un tipo de trato que ella claramente desconocía y el hecho de tener a un pirata atado en el mástil le generó un escalofrío difícil de obviar. Al margen de que la embarcación seguramente tuvo días mejores y se notaba las batallitas vividas. Algo que apuntó la alquimista en su mente, aquello no era muy seguro. 

No obstante una vez estuvo en el camarote se encontró con la compañía de las hermanas. La más pequeña hablaba en demasía, incluso a los gritos y por momentos se sintió incómoda por ello. Alguien que está acostumbrada al silencio, a la soledad, ahora era todo lo contrario y por ello, se limitó a escucharlas con una sonrisa mientras intentaba comprobar las comodidades del lugar. 

A su vez tenía un oído en las conversaciones exteriores, en especial la que estaba Bjorn con Grigori. Aún así, respondió a la joven. 

—Es cierto, pero no es tan fácil como parece. Requiere mucho estudio... ¿Te gusta leer libros?

Después cuando se acercaron aquellos soldados, Annalise intentó mantenerse cortés al no saber cómo tratarlos siquiera más allá de que en Serena al trabajar en una Taberna podrías encontrarte con situaciones similares. 

—Muchas gracias, no bebo—dijo al soldado—. Encantada Señores, mi nombre es Annalise. En mi caso para ayudar con mis conocimientos, quizás puedan ser de utilidad. 

- Hola guapetón... - y mi mano agarra las pelotas de Dutch. - Ves esas muchachitas de ahí. Pues sí alguna parte tuya o de tus amiguitos se acercan a ellas, tus nueces secas acabarán adornando mis trenzas - digo mientras juego con las cuentas de mis trenzas y luzco una sonrisa un poco siniestra en la cara.

- Pero que modales los míos. Porque no me enseñas este magnífico barco y dónde conseguir algo de cerveza.

El barco está bastante tocado y tiene que ser difícil de manejar, pero si no hay muchos problemas puede que lleguemos a puerto.

—¿Hay que leer para hacer magia? —frunce el ceño—. Pues ya no me interesa. Odio los libros. Ni siquiera sé leer. Pero sí sé escribir mi nombre. Ese, hache, o, pe, jota, efe... Bah, no, tampoco sé escribir mi nombre.

—¿Ayudar con tus conocimientos? —le dice a Annalise—. Ah, debes ser una de esas chicas de sesos y libros. No viene mal pero mejor saber usar una espada.

Entonces Valerie le agarra las pelotas.

—Vale, vale, joder, entiendo el mensaje... Suelta que son las únicas que tengo y no hay repuesto.

Cuando lo sueltas, dice por lo bajo:

—...como una puta cabra, joder...

—Jo, jo, hic, una mujer que sabe de cervezas siempre es bienvenida al grupo —dice Renke con alegría—. La capitana Hulda, hic, no bebe nunca, no es buena compañía.

Renke y Dutch, de acuerdo al pedido de Valerie, la llevan cerca de otros tres soldados que están viendo las nubes de tormenta desde la cubierta. Renke les pide la jarra de cerveza. Annalise tiene que observar, un poco obligadamente, cómo Valerie y Renke beben cantidades monstruosas de alcohol. A Valerie no parece afectarle en nada las cuatro jarras que ha bebido en tiempo récord. De hecho, parece cobrar más y más vigor.

Renke, en cambio, está como una cuba. Y empieza a hablar sobre los bandidos y sobre el pirata.

—Losh bfandidosf, hic, ellosh, essjtán ocultosh en el bosque, hic. Noshotrosj no lesh hemosj visto aún, shólo lesh vfio jjj... jjj... Herr Marcush, el pfadre de jjj... jjj... Herr Otto. Pfero shon cjonocidosh. El Rrrisueño Rrrreynald ya ha sajjqueado un pfueblo vfecino, al eshhhte de, hic, Favershtram. Dishen que es un deshertor, que lushó en la Juerra de losh Deshtronadosh por el Rey Sijjjmund y luego eshcapó para dedicarshe al bandidajjjje.

Sobre el pirata, os dice:

—Nosh atacó al tersher día de viajjje. De milajjjro que logramosh eshcapar. El pfirata nosh abordó pero, hic, Hulda, hic, lo atrapfó. Jjj... Jjj... Herr Otto she pashó la batalla efconfido en shu cjamarote.

Renke hace una pausa. Luego vomita las tres jarras de cerveza que se ha bebido a pies de Valerie.

Una ceja alzó Annalise cuando vio aquel espectáculo que se gastaba Valerie con ese hombre. Ni por asomo haría algo semejante aquella joven y por esa razón es que estaba más que sorprendida. Aunque claro, esas formas y el ver cómo se ponían a beber en demasía, le desagradó un poco a la alquimista. Y por esa razón mientras continuaron bebiendo, ella se acercó al Capitán que tenían amarrado al mástil de la embarcación. 

—Buenas noches—dijo con cierto aire educado—. ¿Alguna historia que contar?

Era curioso que estuviera pidiendo aquello, no quería indagar en el asunto de porqué estaba allí ni tampoco increpar a un desconocido. Annalise tenía formas más sutiles de llegar a la gente y no por ello, han sido buenas. Al menos podría sacar algo de todo esto, o tal vez conocer una realidad que desde siempre le fue muy ajena. ¿Quien sabe? 

Y sino obtenía nada, se iría a buscar a Bjorn.

Viajar en un galeón era muy distinto a cómo se lo imaginaba, adentrarse en el mar en un bote podría resultar suicida y era lo único que había conocido, pero esta embarcación era robusta y ni las olas más altas parecían una amenaza. Sin embargo había sufrido los embates de un barco pirata y las secuelas estaban a la vista. 

El trato que recibió era bastante bueno, considerando que no podía darse el lujo de pagar un viaje al continente, la travesía era un regalo, sin duda voluntad de Fenre, y Grigori estaba agradecido. Pero su dios había hecho una apuesta más fuerte aún, en el mástil estaba atado alguien que había causado mucho dolor a su querido Alexei, y por primera vez en mucho tiempo sintió en su sangre un deseo de venganza que apenas logró dominar. 

Estaba junto a Bjorn, el amigo de Annalise, cuando la mujer calva se acercó a ellos. Las cicatrices los unían, eso era cierto, pero las causas que le habían dado origen eran muy diferentes. Grigori dudó antes de responder, tal vez la reacción de la guerrera no fuese la mejor cuando escuchase lo que tenía para decir.

- No, mis cicatrices no son a causa de la Rebelión, ni estuve en el continente, y ciertamente no he usado una espada nunca - dijo mirando a los ojos a la mujer - De hecho no se bien el origen de mis cicatrices, me despierto con ellas tras fuertes pesadillas... es cierto que en mis sueños combato ferozmente contra seres extraños, pero no puedo explicar cómo es que estoy herido al despertar. Me pasa desde niño.

Pocos sabían acerca de aquello y de esos pocos aún menos le creía, no sabía cómo reaccionarían los dos, por eso prefirió cambiar de tema - Ha cuidado bien de Otto, seguramente que esté con vida tras el ataque de los piratas es gracias a usted. Cómo es la situación del joven heredero de la Baronía con la autoridad del reino? A las islas llegó la noticia de la muerte de Sigmund y que un Marqués ocupó su lugar, y de una sangrienta guerra. Imagino que el tema es delicado, pero mejor preguntarlo aquí que en el continente, verdad? 

Alguna de las noches en el barco...

Grigorí pasó varias horas mirando Ludo, no seguidas, a veces desde lejos, otras disimuladamente cuando estaba cerca, otras directamente de frente y a los ojos. No es que lo odiara, pero sí sentía rencor hacia él, su bandalismo le había provocado un gran dolor a su amigo y mentor, y había una deuda que el pirata no había saldado aún.

- Ludo, verdad? Sabes que por tu hoja murieron inocentes? - le dijo una noche cuando la cubierta estaba vacía - Entiendo que robes para hacerte rico, pero matar por diversión? Qué mueve a una persona a hacer semejante locura?

Créeme que no dejaré que vuelvas a hacerlo, y pagarás por tus crímenes, Ludo, si es necesario seré yo quién haga justicia, pensó hacia sus adentros, lleno de rencor.

La noche anterior fuiste a la cubierta del barco, donde Ludo estaba atado sentado a un mástil. El pirata también estaba despierto y no daba muestras de cansancio. Cuando lo increpas, te dedica una sonrisa maligna y medio podrida.

—Por mis hojas murieron inocentes y pecadores. Pero más inocentes que pecadores, eso seguro —ríe como si fuera divertido—. Maté a mi primer hombre a los diez. Tomé por la fuerza a mi primera mujer a los trece. ¿Que por qué por lo hago? Porque puedo, jovencito. Porque es un mundo de lobos, y sólo sobrevive el lobo de colmillos más afilados. ¿Piensas que Otto va a entregarme y voy a morir en la horca, como él pretende? No. He visto mi destino, y mi destino es morir en altamar, no en tierra firme y en un patíbulo. Y volveré. Volveré y tendré la cabeza de tu amo, Otto.

Su ojo te mira con seguridad. Ya no sonríe.

—¿Quieres la vida de un hombre libre? Coloca una daga dentro de mi chaqueta. Colócala bien escondida, y que no se vea. Cuando el momento sea oportuno, yo haré el resto. Escaparé. Y cuando vuelva, te llevaré conmigo a vivir la vida de un hombre libre, y tomarás todo lo que quieras sin permiso: oro, comida, vidas, mujeres... Incluso podemos llevarnos a esa mujer tan bonita que te acompaña, la del vestido de colores —dice, en referencia a Annalise—. Vivirás una vida digna de ser vivida.

Tanta muerte, tanta sangre inocente has derramado, y todo porque podías hacerlo? Tan poco vale la vida para ti? Preguntas amargas invaden la mente de Grigori, y certezas aún más ominosas comienzan a formarse en su interior, Ludo escaparía como decia, difícilmente Otto pudiese impedirlo, si el noble no había podido con los bandidos menos podría con un pirata legendario. Por qué Fenre me pone frente a él ahora? pensó.

Lo miró con forzada calma, conteniendo su rabia, tratando de actuar más en frío que en caliente, pero su corazón latía con fuerza, demasiada injusticia frente a él. No podía hacer nada por los que habían muerto más que vengarlos, pero él no era un vengador, no era una persona violenta. Sin embargo no hacer nada iba a costar decenas de vidas más, tal vez cientos, y a ellas tal vez sí podía salvarlos. 

En silencio, suspiró profundamente y buscó la respuesta en su interior. Fenre lo había puesto allí por algo, debía juntar el valor para hacer lo correcto por difícil que resultase para él.

- Quiero la vida de un hombre libre, porque lo soy - respondió. Tomó su daga con cuidado y se acercó unos pasos al hombre atado al poste. Abrió la chaqueta del pirata y buscó un lugar en su espalda dónde colocar el arma bajo la prenda - Ahí está bien, verdad?

Grigori se quedó inmovil un instante, tal vez fue un segundo pero a él le pareció un mes.

- Tienes razón Ludo - dijo luego y alzó unos centímetros el arma y hundió el filo de acero entre las costillas de su espalda, buscando atravesar lentamente sus dos pulmones. Sin sangre, sin heridas a la vista, tan sólo un suspiro que anteceda a su justa agonía - Morirás en altamar como has visto.