Partida Rol por web

Ya a doscientos metros de la avenida visible escucha pasos ligeros trás de sí.
La calle por la que andaba seguía tan tranquila como antes pero ahora alguien corría detrás.

El súbito ruido a sus espaldas, sobresalta a Nataliya, y el corazón le da un vuelco. El susto la paraliza, por una fracción de segundo, cuando logra recuperarse, mira por sobre el hombro, lista para lanzarse a la carrera.

Al voltear, Nataliya ve una escena que era la que seguramente más esperaba pero menos buscaba. El hombre que recién le convidara un poco de agua ahora corría en su busca seguido de otro latino muy parecido a él.
Su andar no era tan rápido pero sí intentaban acercarse lo suficiente.
Mientras corrían hablaban entre ellos.
La avenida se encontraba a 100Mts.

Nataliya da un respingo y echa a correr hacia la avenida.

Uno de los hombres se acerca por su derecha mostrandole una desdentada sonrisa. El otro era el ya conocido hombre que minutos antes le habría brindado con toda hospitalidad su propia agua para beber.

Mientras corre a ciegas intentando llegar a una avenida en la que no ve una salvación segura pierde fuerza en un segundo para bajar la velocidad sin saber siquiera por qué.

En ese intervalo de tiempo el hombre que venía justo detrás de ella la toma por el cuello obligándola a parar debido al dolor.

Una punzada de intenso dolor y, por un instante, el pánico hace que se le cierre la garganta. El corazón, desbocado, amenaza con salírsele del pecho. ¡No! ¡Otra vez no! ¡NO! Libera todo el aire de sus pulmones en un agudo chillido y se debate, con todas sus fuerza, tratando de liberarse de las manos de su asaltante. Intenta propinarle un codazo en el vientre, mientras hala de una de sus manazas, para apartarla de su cuello.

—¡¡¡SOCORROOOOOO!!!! ¡¡¡AYUDAAAAAA!!! —grita, con desesperación, pero la voz se le quiebra por una oleada incontenible de llanto y las lágrimas empiezan a aflorar en sus ojos.

Uno de los hombres comenzó a alejarse volviendo por donde había salido mientras que el otro obligaba a callar a Nataliya.
Se había situado por detrás de ella escondiendo sus manos con el mismo cuerpo de los dos para que nadie que pudiese aparecer por la calle los vea. Ahora estaba callada y sin forma de zafarse por la fuerza brutal de este hombre. Intentarlo tampoco serviría de mucho ya que eran dos y ya habría comprobado que eran más ágiles que ella misma.

Las dos cuadras que siguieron fueron nefastas para ella. La incertidumbre... no saber lo que le esperaría en su destino...

La choza a la que entraron era pequeña. Pudo ver que tras pasar la puerta de madera añeja había un pequeño living en malas condiciones un un sillón y una tv de unas 13 pulgadas a la derecha.
Avanzando se veía un pasillo ubicado a la izquierda de la sala de estar y dos puertas que direccionaban al baño y otra habitación contigua.

El hombre que la sujetaba la liberó justo dentro de esa última puerta.

El ambiente era pequeño, tan solo una silla y ninguna ventana al exterior.
Él se fue cerrando la puerta con llave y dejándola desatada pero a la vez encerrada dentro.

Apenas escuchó la puerta cerrarse a sus espaldas, todo el miedo que la había paralizado hasta ese momento se convirtió en furia irrefrenable. Su corazón se aceleró salvajemente. Levantó la silla y la estrelló repetidas veces contra la puerta, con todas sus fuerzas, mientras profería, a vos en grito, todo el repertorio de insultos y maldiciones del idioma ruso. La silla perdió una pata y Nataliya la arrojó con furia al otro lado de la habitación. Cansada, se dio por vencida, apoyó la espalda contra la puerta y ocultó el rostro entre las manos. Se deslizó, lentamente, hacia abajo, hasta quedar sentada en el suelo con las piernas dobladas y estalló en llanto. Tuvo un ataque de arcadas y se llevó las manos al vientre pensando que vomitaría, pero logró contener las nauseas.

Cerró los ojos y apretó los dientes con fuerza. Estúpida, era una estúpida, se repetía mentalmente, al tiempo que golpeaba la parte de atrás de su cabeza contra la puerta, una y otra vez. Las lágrimas incontenibles bañaban sus mejillas. Debería haberse quedado en la casa de ese hombre, hasta que las cosas se calmaran. No debería haber salido sola a la calle. Sus compañeras de esclavitud le habían contado que algunos de los hombres que las tenía prisioneras eran mercenarios, veteranos de varias guerras y expertos en tortura. Ni siquiera podía imaginarse lo que serían capaces de hacerle, pero la idea de caer en sus garras la hacía temblar. ¡No! ¡No iba a permitirlo! No les daría el gusto. No los dejaría torturarla hasta la muerte. Antes se quitaría la vida. Miró el techo y los rincones de la habitación, pero no encontró vigas, ni ninguna saliente que le permitiera atar su camiseta para colgarse con ella. Lucharía, eso es haría. Lucharía con todas sus fuerzas, los mordería, los arañaría, se debatiría como un gato salvaje, hasta que no tuvieran más opción que dispararle. Estúpida, se dijo, eres una estúpida. Haces estupideces y piensas estupideces. Todo se acabó, se acabó. Le pareció oír ruidos del otro lado de la puerta y apoyó una oreja sobre ella, después trató de mirar a través de la cerradura.

... mientras nataliya comenzaba el escandalo y el berrinche, se abre la puerta y por poco la pata de la silla no da contra la cara de uno de sus raptores.

¿Es que no te puedes estar quieta un sugundo?, te sugiero que bajes los humos a ver si es que todavía sirves. Creo que después de esto no te van a querer.

Dice uno de los hombres al entrar en el reducido espacio en el que habían enseñado a la pequeña rusa.

¿Tu que crees? Dice el segundo hombre al acercarse por detrás...

Ni siquiera me parece especial.

Ambos hablaban entre ellos mientras Nataliya aguardaba totalmente desconcertada en medio de la habitación.

¿No la harían trizas? ¿No la castigarían por su mal comportamiento en su ausencia?
No hay nada que pueda hacerle entonces...

Por favor. Estate callada un segundo niña que ya veremos sino como lo logramos nosotros.

Los dos hombres se miran y vuelven a cerrar la puerta yéndose.

Cuando Nataliya se pone a oir lo que ocurría detrás de la puerta no llega a distinguir mucho más que un televisor.
Al ver por la mirilla lo único que había era una pared a un metro de distancia. Obviamente era un pasillo.