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Turno 614, asalto 8

Leofred blandía su espada sin cesar debatiéndose entre el cansancio y la urgencia de la contienda cuando de pronto, casi sin esperárselo, el oriental finalmente cometió un error y recibió una herida de gravedad que lo derribó del caballo dejándolo aturdido o muerto.

La sorpresa de que el enfrentamiento hubiera terminado tan repentinamente había dejado a Leofred momentaneamente paralizado, sin saber qué hacer a continuación. El caballo del oriental relinchó y, ahora sin jinete, parecía que iba a salir huyendo como los demás, de modo que sin pensarlo demasiado Leofred echó mano a sus riendas antes de que se decidiese a huir. - ¡Soooo, soooo! - intentó calmar al animal mientras se volvía hacia sus compañeros a tiempo de comprobar que solo quedaba un jinete enemigo en pie.

Dudaba entre prestar ayuda a Edan y cargar contra el oriental restante para apoyar a Larrid y Hallfrid, pero no podía hacer ambas cosas y mantener controlado el otro caballo. Finalmente se decidió por acercarse a las tiendas, donde podría dejarlo a buen recaudo y desde donde podría cargar con rapidez si la situación lo requería.

- Gwalin, ¿cómo está? - fueron sus primeras palabras al enano refiriéndose a Grimbeorn. Estaba en un estado terrible, cubierto de sangre y con muchas heridas.

Turno 614
Asalto 8

Larrid seguía atacando, sin descanso, al oriental que aun quedaba en pie. La batalla no estaba ganada aun, aunque la sensación de victoria se hacia patente por la superioridad que ahora tenían. El etheod alzó su espada una vez mas, no habría armadura o escudo que se interpusiera entre su nueva victima y una victoria total. Había entrado en una especie de trance, donde solo veía a sus enemigos, y en el que se dibujaba lentamente cada movimiento que efectuaría.

Turno 614
Asalto 8

El oriental se sentía envalentonado por acabar con el campesino, pero inmediatamente se vio envuelto en otra lucha. El etheod había entablado un nuevo combate. No se amedrantó, en lugar de ello hizo que su arma acosase al nuevo enemigo. Su lanza giraba y daba estocadas de manera muy fluida, mientras que hábilmente dirigía su caballo usando tan solo las piernas. Tras su escudo, y con su armadura, se encontraba a salvo.

RESOLUCION TURNO 614
Asalto 8
 

Gwalin retiró los ropajes de Grimbeorn antes de aplicarle el vendaje. Hicieron falta unas cuantas vueltas alrededor de la pierna, aplicando la suficiente compresión, para detener la hemorragia que sufría el animista. Justo cuando estaba terminando, llegó Leofred. El bardo había terminado con el oriental al que se había estado enfrentando, y ahora llegaba hasta la posición del enano. Llevaba de las riendas, tras él, el caballo de su enemigo. No sabía bien porque lo había hecho, pero allí estaba, interesándose por la salud del bosquimano.

Entretanto, Larrid seguía haciendo lo posible por acabar con los orientales. Tras una cabalgada su espada golpeaba al salvaje, pero su armadura lograba evitar el daño de su filo. Las estocadas que no muy amablemente ofrecía se estrellaban contra el escudo o sencillamente no llegaban a su objetivo. A cambio, el aisdrag (#5) hacia lo propio con su lanza. Manejaba fluidamente su arma, y muy hábilmente sabia dirigir su montura donde quería. En uno de los movimientos hizo que el caballo se alzara de manos, para aprovechar la fuerza de su caída para intentar dar una fuerte estocada. Larrid supo esquivarlo en parte, aunque no pudo evitar un golpe superficial, la armadura lo protegió de mayores daños. El etheod solo pudo alcanzar a su contrincante en la pierna, pero fue un golpe tan flojo que apenas hizo sentir una pequeña molestia al guerrero.

Los caballos se habían desperdigado, y el campo de batalla se había convertido en un espeluznante cuadro de colores negros y rojos. La sangre de los caídos bañaba la tierra, las ropas, y salpicaba los rostros de todos. Un violento escenario que, en poco mas de un minuto, había estallado en mitad del amanecer.

El sol, junto con un aire frio, asomaba por lo alto de las montañas. La luz comenzaba a inundar el valle, levantando una ligera neblina según los rayos calentaban el helado suelo. No había vegetación, ni alimañas en aquel termo terreno, tan solo las áridas tierras corrompidas por siglos de oscuridad.

TURNO 615
Asalto 9

La herida del bosquimano parecía estar controlada, eso hizo que el enano mostrara una sonrisa en su cara de preocupación. No era muy ducho en eso, todo lo contrario, él era quien provocaba esas heridas. Pero al ver como sangraba sabía que si no actuaba al instante perdería a su compañero. Gwalin se limpió el sudor de cara, que le bajaba de su cabeza, pues aun no se había quitado el casco, ni el almofar, ni la cofia de armar por lo que el sudor se le acumulada. 

Justo en ese momento llegó leofred, quien controlaba un caballo de sus enemigos. Había acabado con su adversario como un verdadero guerrero. Al verlo Gwalin asintió a su compañero y, aferrando su hacha, le habló.

-Quédate con él. Si vuelve a sangrar tapónale la herida. Yo voy a ayudar a Larrid con el último de los orientales.

Sin decir más, el naugrim cargó contra el oriental que luchaba contra su líder. Los dos parecían mantener un combate equilibrado en fuerzas. Pero Gwalin tenía la intención de equilibrar la balanza en su favor, siendo dos para uno. Tras correr hasta éste, saltó mientras lanzaba su hacha contra el oriental. 

Turno 615, Asalto 9

Las órdenes del enano no eran las que normalmente hubiera tomado, pero no le dio oportunidad de réplica. Antes de que Leofred pudiese contestar Gwalin ya corría a todo lo que daban de sí sus piernas contra el oriental restante, en una imagen un tanto curiosa, ya que su estatura destacaba contra la de ambos jinetes subidos sobre sus caballos.

El primer impulso de Leofred fue protestar y seguirlo, pero apenas había sitio por donde cargar, y debía admitir que él era solo un bardo, mientras que el enano era un experto combatiente curtido en mil batallas, y junto al habilidoso Larrid ambos aventajaban al oriental.

A regañadientes, Leofred permaneció donde estaba, aprovechando el momento para atar las riendas del caballo a la tienda más cercana y que no escapase, preparó sus armas y vigiló los alrededores, sin bajar del caballo aún por si era necesaria su participación.

Turno 615
Asalto 9

Solo quedaba él, pero no era consciente todavía de ello. No podía mirar alrededor, estaba volcado en evitar los golpes del mortífero etheod. No se quedaría atrás, hábilmente dirigió su caballo, para tratar de colocarse en una posición que consideraba ventajosa. Su intención era no dar la espalda al resto de enemigos, y de paso hacerse una idea clara de como se estaba desarrollando el resto. En el intento, su arma silbaba en una ristra de estocadas, giros y viguerías. La lanza era manejada con maestría, mientras golpeaba sin cesar a su contrario.

Turno 615
Asalto 9

La lucha continuaba y el etheod estaba completamente centrado. Mientras que con una mano manejaba como podía su montura, con la otra seguía con sus malas intenciones. Su espada iba y venia rápidamente, cortando el aire que lo separaba de su enemigo. Buscaba herirlo de gravedad o, mejor aun, terminar con su vida.

RESOLUCION TURNO 615
Asalto 9
 

Gwalin había terminado de vendar a Grimbeorn, y se incorporó decidido a ir a por el único oriental que quedaba en pie. Leofred estaba al lado y el enano le sugirió, mas bien le ordeno, que se quedase junto al bosquimano. El naugrim salió corriendo, enarbolando su hacha, hacia el aisdrag. El bardo entre tanto, y algo resignado, descabalgo. El dúnadan ató los caballos a la estaca de una de las tiendas, y fue a interesarse por el inconsciente animista. Ya no perdía sangre, todavía respiraba, pero seguía en aquel estado, ajeno a todo lo que ocurría.

Mientras Gwalin cargaba, el salvaje intercambiaba duros golpes con Larrid. El etheod había demostrado ser un digno oponente, y el oriental un jinete avezado. Ambos eran duros rivales que luchaban sin cuartel. Un par de lanzazos fueron esquivados por Larrid sin demasiado problema, mientras que el oriental solo podía interponer su escudo sin grandes resultados. Varias veces fue alcanzado por la espada ancha del sorprendente guerrero de Rhovannion.

Entretanto el enano se acercaba, pero al ir a dar su golpe, trastabillo y su golpe se perdió dando contra el suelo. El impacto del arma transmitió hasta el brazo toda su potencia, haciendo sufrir al guerrero un doloroso entumecimiento, nada que lo postergase para futuros intentos.

Mientras el enano hacia gala de su mala suerte, Larrid logró enlazar una serie de duros golpes que culminaron en una estocada directa a la cara del oriental. La espada ancha, su punta, dio de lleno en el ojo del enemigo. Este grito de puro dolor, antes de caer al suelo a plomo.

Todo había terminado, no quedaban orientales que pudieran representar un peligro, todos y cada uno de ellos estaban en el suelo. En el otro bando, solo estaban conscientes Leofred, Gwalin, y el propio Larrid, mientras que Edan, Grimbeorn y Hallfrid, se debatían entre la vida y la muerte. De hecho, del único que podían decir con certeza que aun viva, era Grimbeorn.

TURNO 616

Gwalin se levantó dolido en su orgullo más que en su cuerpo debido a la caída que había sufrido cuando pretendía ayudar a Larrid a acabar con el último de sus oponentes. Pero una piedra en el camino, le enseño que...que era mejor ir despacio y con pies firmes que no rápido y alocádamente. 

Lo bueno es que mientras el guerrero enano se levantaba, el jinete oriental caía por la certera estocada que Larrid le había propinado en el ojo a su adversario. Gwalin gruñó entre dientes por su mala suerte, pero por lo menos ahora la liza había terminado. Levantando su hacha, el naugrim se acercó nuevamente a donde estaba Leofred con Grimbeorn para saber qué tal seguía el bosquimano.

-¿Sigue con nosotros o ha marchado al encuentro de Aullë? -preguntó a Leofred-. Echaré un vistazo a como están los demás, espero que sigan también con vida. Sus heridas no sangraban tanto como las del animista -dijo levantando una ceja.

Tras comprobar que sus compañeros seguían con vida, Gwalin se acercó a Larrid y le palmeó el hombro. -No había visto nada igual desde hacía mucho tiempo -reconoció asintiendo con orgullo en sus ojos y en sus palabras-. Menos mal que Eru estaba de tu lado y no de parte de estos sucios perros -dijo serio todavía, pues aunque al final se habían llevado la victoria, en aquella batalla tres de sus compañeros habían caído inconscientes, cosa bastante dura-. Pese a la victoria, como puedes ver, tanto Edan, como Grimbeorn, como Hallfrid se encuentran inconscientes, muy malheridos, al borde de la muerte. Debemos hacer algo con ellos y rápido. 

Gwalin tenía un plan que había ido pensando mientras se acercaba a sus compañeros para ver si estaban aún con vida, y se lo hizo saber tanto a Larrid como a Leofred, por si ellos coincidían o le daban otra visión o posibilidad.

-Yo repararía un lugar a la sombra, cubierto de mantas para que estuvieran más cómodos y no hubiera tanta suciedad, donde poner los cuerpos de nuestros compañeros. Recoger toda el agua que podamos encontrar, tanto la suya como la nuestra. Hacer vendas con la ropa de los orientales. Encender un fuego para la calentar agua y limpiar mejor las heridas. Eso respecto a nuestros compañeros. ¿Qué os parece? -propuso el guerrero.

-Con los orientales, lo mejor será desnudarlos, hacer un agujero y cubrirlos de tierra para que no llamar la atención de las bestias que pueda haber en este lugar -al decir esto oteó los alrededores por si algo se movía cerca de ellos.

-Habría también que buscar los caballos, quitarles sus arreos y atarlos a una rama para que no vuelvan a huir -dijo y esperó a ver qué opinaba Larrid que a fin de cuentas era él quien tenía que decidir qué se hacía.

Turno 616

Larrid se tomó un tiempo para recuperar el resuello, y en parte la cordura. El frenesí de la batalla lo había dejado en un estado catatónico. del que le costo unos minutos salir. Para cuando volvió en si mismo, fue junto a sus compañeros. 

Tras comprobar que todos sus compañeros seguían con vida, y que incluso los que estaban sin sentido estaban fuera de peligro, se acerco al enano.

- Si Gwalin, lo mejor será resguardarnos durante el día de hoy entre las rocas, lejos de cualquier mirada - le dio la razón - Cuidemos de nuestros amigos, de sus heridas, y roguemos a Ëste que se recuperen - al parecer ese día no viajarían mas.

- Yo iré a por los caballos, vosotros trasladar con cuidado a los compañeros - dijo señalando una zona rocosa, a un centenar de metros - cuando estén acomodados, volved a por todo lo que pueda sernos de utilidad - dijo mientras animaba a su caballo a moverse - Haced lo que queráis con esos animales - dijo despreciando a los orientales antes de alejarse

Turno 616

Desde la distancia Leofred contempló como Larrid y Gwalin combatían los últimos momentos contra el oriental antes de caer abatido, victoria que celebró con entusiasmo. Por fin, pronto volvieron cargando con Hallfrid, que se había desmayado apenas segundos antes del final de la contienda.

- Está entero, que ya es decir. No nos abandonará, al menos hoy. - respondió el bardo escuetamente a la pregunta del Gwalin, pero a la que le hablaba, el enano ya se iba a traer de vuelta a Edan, o al menos su cuerpo; rezando para que sus heridas fuesen menos graves de lo que parecía, elevó la voz hacia el enano - revisa si el oriental al que se enfrentaba Edan sigue con vida*, con que quede uno solo al que podamos interrogar cambiaría mucho las cosas. -

Larrid salió entonces para recuperar los caballos. Confiaba en que pudiera recuperar alguno; muchas de sus provisiones ya estaban cargadas en las alforjas, y si contaban con los dos caballos que habían recuperado de los últimos orientales solo les quedaban cuatro para seis jinetes, aunque uno fuera un enano y otros tres no estuvieran en condiciones de cabalgar. Incluso con los caballos, no estaban en una posición especialmente buena.

Mientras tanto, Leofred preparó los cuerpos de Grimbeorn y Hallfrid, atando sus propias mantas a los palos de las tiendas fabricó un soporte temporal que los caballos pudieran arrastrar y subió sus cuerpos a las improvisadas camillas. Mientras esperaba el regreso de Gwalin con Edan se dedicó a la poco gratificante tarea de revisar los cuerpos de los orientales. Como le había expresado al enano hacía un momento creía que tal vez pudieran interrogar a uno, pero además les convenía asegurarse de que aquellos malnacidos estaban realmente muertos y no se levantarían en cualquier momento de su sueño para enzarzarse de nuevo en un sangriento combate.

- Cavar un agujero sería largo y fatigoso, especialmente en este suelo, sin herramientas y siendo tan pocos para trabajar. - comentó como respuesta a Gwalin a su vuelta, sobre el destino de los orientales. En aquella ocasión no estaba tan convencido de gastar sus fuerzas dándoles sepultura, pero seguía pareciéndole inhumano dejarlos a la intemperie para ser devorados por la fauna de aquella tierra maldita - Si hay suficientes piedras, cubramos los cuerpos con ellas. O quemémoslos en una pira si nos sobra la madera. - declaró finalmente lo que le pareció como una solución aceptable.

RESOLUCION TURNO 616
 

La luz del sol apenas se había elevado sobre la cima de los montes circundantes, en el amanecer mas violento que muchos habían vivido en sus vidas. Un comienzo de día sembrado de sangre, dolor y heridas, que había terminado con la vida de algunos orientales, y con graves heridas de otros. Entre el grupo de Larrid, no habían tenido que lamentar ninguna perdida, aunque Grimbeorn estuvo a punto de morir desangrado. Edan seguía inconsciente, al igual que Hallfrid. Ambos estaban fuera de peligro, aunque sus heridas eran varias, ninguna sangraba lo suficiente como para acabar con sus vidas.

El etheod se dispuso a ir en busca de los caballos, no sería difícil encontrarlos en aquel paraje semidesértico, y seguramente tampoco se habrían alejado tanto. Aun así, le llevaría un buen rato reunirlos. Entretanto, Gwalin y Leofred trasladarían a sus compañeros hasta las rocas, en las cercanías de las montañas del sur. Estas no eran si no unas estribaciones de las Ered Lithui y las Ephel Dúath, las cordilleras norte y oeste que protegieron el reino de Mordor. Ambas ramificaciones se acercaban una a la otra, sin tocarse, para formar el paso de Carach Angren, las Mandíbulas de Hierro. Allí, a la sombra del paso, descansarían hasta que todos volvieran en sí. Para recuperarse de las heridas, haría falta algo mas de tiempo, y de cuidados.

Tenían que hacer algo con los orientales, y no tenían demasiadas opciones. Como apuntó el bardo, cavar seria un esfuerzo demasiado grande y costoso. Quemarlos en una pira, requeriría acopiar bastante leña, y por aquellos lares escaseaba bastante. La tercera opción, fue la que finalmente eligieron, los enterrarían bajo las piedras. Tras comprobar el estado de sus enemigos, descubrieron que dos de ellos no estaban muertos, si no inconscientes. Los dejaron bien atados, mientras preparaban el túmulo del resto. Hicieron un montón, con los cuatro cuerpos, y los fueron tapando con pierdas superpuestas hasta lograr ocultarlos de los carroñeros. Los llevo mas de una hora cubrirlos, pero al fin terminaron.

Después el enano y el dúnadan fueron llevando a los heridos hasta el lugar elegido, un lugar seco, rodeado de altas rocas que les permitiría ocultarse de miradas indeseables. Además, podría ocultar un fuego y a la vez que las superficies de la piedra servirían de deflectores de calor. Mientras Larrid recogía los caballos, Gwalin y Leofred usaron unas improvisadas parihuelas para llevar a sus amigos y enemigos, al que sería su campamento diurno. Al llegar acomodaron a Hallfrid, a Edan y a Grimbeorn, sobre unas mantas, cerca de una hoguera. A los dos orientales los ataron entre sí, sentados y apoyados contra la roca. Cuando recobrasen el sentido, serian interrogados.

Para cuando Larrid volvió, los orientales fueron sepultados, y el nuevo campamento montado, había pasado ya media mañana. Hallfrid, Edan y Grimbeorn habían recobrado el conocimiento, mientras que los dos orientales seguían inconscientes. El etheod llegó, y agarraba las riendas de un caballo, al que había ido atando otros. El buen guerrero había encontrado todos los animales, un total de doce ejemplares incluyendo el que él mismo montaba. Aparte de lo que sabían que llevaban sus caballos, podrían registrar los de los enemigos, aunque a simple vista podían ver mas alimentos y agua entre otras cosas.

Turno 617

Cunado despertó la cabeza le daba vueltas. Sentía el cuerpo dolorido y un espantoso eco sordo en los oídos. Era una de las peores resacas que habia tenido en su vida.

Uno a uno fue viendo los rostros conocidos de sus compañeros y suspiró aliviado.

Lo primero que hizo fue preguntar todo lo que habia ocurrido mientras permanecía inconsciente.
A medida que sus amigos le relataban lo sucedido no pudo evitar emocionarse. No llegó a llorar, pero en su voz podía percibirse claramente la desesperada situación que habian vivido apenas unas horas antes. En realidad había creído que era su final, y solo ahora comprendía hasta que punto queria seguir viviendo.

Gracias! gracias amigos! les dijo mientras los abrazaba uno a uno. Estoy en deuda con todos vosotros. Habeis demostrado no solo vuestra pericia, sino vuestra lealtad... Si un dia necesitais ayuda, no tendreis más que pedirmela.

Por último se acercó a Larrid. Gwalin y Leofred les habian contado hasta que punto resultó decisivo en la contienda, y como habia evitado que uno de los orientales pudiese rematarlo cuando estaba en el suelo cargando contra él como una tormenta de fuego y acero.
Se mantuvo de pie frente a él, mirandole a los ojos y le tendió la mano.
Gracias Larrid. Te debo mi vida. Y una disculpa me temo. No volveré a dudar de tí.

Después de los agradecimientos volvió a tumbarse, estaba todavía dolorido y magullado, y aún tardaría unas horas en recuperarse de la fatiga.

¿Hemos recuperado lo que veniamos buscando? preguntó finalmente, un poco a todos, deseando que entre las pertenencias de aquellos orientales estuviese al fin lo que Agranil les habia ordenado recuperar. No queria ni imaginarse que tuvieran que enfrentarse de nuevo a aquellos salvajes asesinos, no se veia capaz en aquellos momentos.

Turno 617

El regreso al mundo de los vivos (o, al menos, al de los conscientes) fue peor de lo que Grimbeorn esperaba. Lo primero que le indicó que seguía con vida fue un constante dolor pulsátil de cabeza, especialmente en el lado en que la lanza del oriental había impactado. Y cuando el mundo comenzó a dar vueltas al tratar de incorporarse fue que el animista decidió seguir sentado; tampoco se alarmó porque escuchaba las voces de sus compañeros, amortiguadas como si estuviera sumergido pero entendía sus palabras. Se limitó a gruñir tras abrir los ojos y cerrarlos nuevamente, cuando una luz súbita inundó su vista y acrecentó el dolor de su cabeza. Aun tardó unos minutos más en poder recuperar la visión sin que la luz afectase al dolor que, cada vez más, comenzaba a parecerse a una resaca.

- No tan alto, por favor. Cada palabra retumba en mi cabeza como si fuera un trueno. - Si esperaba alegrarse por desaparecer la extraña sensación de escuchar bajo el agua, el norteño sufrió una nueva decepción. El sonido, ahora más claro y diáfano, reverberaba en sus oídos y se sumaba a la molestia de su cabeza. Y, a diferencia de la luz, aquello no parecía remitir con el paso de unos pocos minutos. - Necesito algo de tiempo, salvo que alguien esté en urgente necesidad del poder de Araw.

En ese momento reparó en un guiñapo que reposaba cerca de su cabeza. Cuando lo exploró, descubrió que era su yelmo. O mejor dicho, lo que quedaba de él tras encajar el golpe. "Voy a necesitar uno nuevo. Y no he visto lobos por aquí últimamente." Lo que Grimbeorn si tenía claro era que aquel pedazo de cuero le había salvado la vida. Además, iba a necesitar uno nuevo, a la vista de lo útil que podía llegar a ser.

Turno 617

A medida que Edan, Grimbeorn y Hallfrid comenzaban a recuperar la consciencia el ánimo de Leofred fue aumentando cada vez más; tal vez hubieran estado a las puertas de la muerte, pero no sería capaz de soportar otra pérdida más como las de Freagulf e Ional, y había estado velando por ello hasta su despertar.

- Creo que tus deudas ya estaban pagadas por adelantado, amigo. Ahora concéntrate en recuperar fuerzas. Los tres. - Había comenzado a responder a Edan, pero finalmente reafirmó sus palabras hacia todos los heridos. Lo que les esperaba a continuación no sería tarea fácil. Con la mitad de su compañía gravemente heridos probablemente no podrían presentar batalla si se presentase de nuevo la ocasión; pero si no descansaban los orientales les sacarían aún más terreno de ventaja.

- No estarán en condiciones de moverse durante un buen rato, tal vez el día entero, y mientras tanto nuestro objetivo se aleja de nosotros. ¿Qué dices Larrid? ¿Deberíamos intentar recuperar la distancia perdida por la noche? No avanzaremos deprisa, pero tal vez sea el momento para que todos descansemos unas cuantas horas seguidas, aunque luego tengamos que pagar nuestro descanso con una noche de insomnio. -

Una vez decidieran eso, ya solo quedarían interrogar a los orientales. Mientras tanto, hizo tiempo registrando sus pertenencias.

TURNO 617

Gwalin llevó a Edan hasta donde estaban los cuerpos de Hallfrid y Grimbeorn. Habían montado una zona donde poner los cuerpos de sus compañeros, cubiertas con mantas y resguardados del sol y del viento. Mientras Larrid buscaba los caballos ellos cuidaron de sus amigos y de sus enemigos. Pese a que intentaron matarles, ellos no eran unos animales que mataban a cualquier cosa que les molestara. No. Ademas podrían contarles cosas sobre los enemigos que aun quedaban con vida. Así que también les llevó a donde ellos estaban, pero tras quitarles todas sus cosas y dejarles solo con la ropa interior, les ató. Primero los pies, luego las manos a la espalda y por último luego les ató a un árbol seco para que no pudieran escaparse. Pero que fuera sus enemigos no implicaba que no se preocupara por ellos. El enano también les lavó sus heridas y se las curó. Necesitaban que sobrevivieran. Necesitaban que les contaran loq ue supieran sobre los que aun quedaban con vida.

Lejos de donde habían montado el improvisado campamento, Gwalin cavó una fosa ayudado de su hacha y su escudo. El sol no ayudó, pero era una tarea menos sufrida que luchar contra un oponente. Sudó lo suyo, pero con tesón y paciencia consiguió cavar un agujero lo suficientemente grande como para que cupieran los cuerpos de sus enemigos caídos. Tras cubrirles con tierra y piedras, el guerrero volvió adonde estaba el campamento. Entonces llegó Larrid con los caballos. Había conseguido traer a todos las monturas. Parecía que la suerte volvía a sonreirles. Ahora faltaba que sus compañeros despertaran y se recuperaran.

Al tenue calor de la hoguera, rodeados de sus compañeros tendidos en las mantas dispuestas en el suela cerca de la hoguera, y de las pertenencias tanto de ellos como de los orientales, Gwalin comenzó a limpiar sus armas, afilándolas y engrasándolas. Fue entonces cuando sus compañeros despertaron de su incosciencia sufrida por las heridas. 

Edan parecía que tenía toda la adrenalina de la batalla acumulada y al despertar se levantó y agradeció a todos que aun siguiera con vida. Gwalin solo gruñó, pero por dentro sentía un agradable sentimiento al saber que sus compañeros estaban con vida.

Al poco despertó Grimbeorn. El bosquimano, al contrario que el rohir, se levantó con un gran dolor de cabeza, fruto de la herida que había sufrido y que le había dejado inconsciente. Se quejaba del ruido, cosa que le hizo sacar una sonrisa al naugrim.

-Agradece que te duela la cabeza, eso quiere decir que estás vivo -dijo tendiéndole un odre con agua-. Bebe -ordenó más que sugirió-, tu cuerpo necesita líquido y descanso -dijo sin más para seguir con sus armas.

Cuando Leofred le preguntó a Larrid sobre cómo proceder, Gwalin escuchó atento, pues él también se lo había preguntado. Sabía que si querían coger a los demás orientales debían volver cuanto antes al camino. Pero el estado de sus compañeros hacía inviable que ellos pudieran seguirles. Debían descansar, por lo menos ellos. De todas formas aún quedaba la información que pudieran sacarles a los orientales. Quizás pudieran atajar en algún punto y recuperar el tiempo perdido si sabían a dónde se dirigían.

Turno 617

- No sabemos cuantos orientales quedan, si es que no hemos acabado con todos. - dijo Larrid con cierto tono de esperanza en su voz - Hoy no podemos movernos, nuestros compañeros deben descansar, recuperarse de las heridas y recobrar su vitalidad - añadió mirando a los heridos - Tardaran en superarlo, y el dolor los acompañará mucho tiempo, pero estoy seguro de que mañana estarán lo suficientemente fuertes como para poder proseguir nuestro viaje - tenia claro que aquel día no forzaría a sus compañeros a viajar.

- Gwalin, quédate aquí, atiende a los heridos, y vigila de cerca a esos dos - dijo señalando a los orientales, que aun estaban inconscientes - Leofred y yo nos adelantaremos y buscaremos algún rastro, quizás podamos averiguar cuantos orientales quedan, y si continúan en su empeño de adentrarse en esta oscura tierra.- buscó con la mirada la aprobación del bardo - Procura no matarlos, pueden sernos de ayuda - dijo en tono jocos al enano.

- Grimbeorn, tu mejor que nadie sabrás decirnos algo sobre las heridas de tus compañeros, incluso de las tuyas propias - sonrió al bosquimano - Cuando te veas con fuerzas, échales un vistazo - dirigió su mirada a los heridos.

- Edan, Hallfrid, estad atentos, haceos con unos arcos y estad preparados por si hay alguna sorpresa - buscaba los arcos del enemigo - Pero sobre todo, guardad reposo, aprovechad para descansar todo lo que podáis.

El etheod esperó a Leofred, para marcharse. - Cuando volvamos, echaremos un buen vistazo a todo eso - señaló el montón de pertenencias que habían amontonado junto a los caballos. - Aunque si queréis ir echado un ojo, podéis hacerlo siempre que no dejéis de vigilar. - quizás aun temía que algún otro oriental los estuviera acechando.

RESOLUCION TURNO 617
 

El encuentro fue muy duro. El suelo había sido regado con sufrimiento, confiriéndole un color negro mas oscuro, allí donde la roja sangre lo había teñido. El terreno removido por los cascos de los caballos, las botas de los guerreros y por los cuerpos caídos, no podían esconder el horror que allí había ocurrido.

Ya instalados lejos de allí, resguardados por las rocas y a la sombra de las montañas, el grupo pudo relajarse un poco. Edan, aun herido y moviéndose lentamente, agradeció efusivamente a sus compañeros el haber sobrevivido. Grimbeorn estaba aun turbado cuando volvió en sí, no dejaba de mirar su yelmo de piel, pensando en como aquella pieza lo había salvado de una muerte segura. Por otra parte, Hallfrid se encontraba mejor, pero permaneció tumbado y en silencio, preguntándose como había llegado a embarcarse en aquel viaje, y dudando si realmente quería aquella vida de penurias.

Tanto Gwalin como Leofred, estaban preocupados por el enemigo. Toda la persecución por la que tanto se habían esforzado, las galopadas, los enfrentamientos, los amigos caídos, no valdrían para nada si perdían todo un día descansando. Pero Larrid estaba más que convencido, si seguían adelante durante aquella jornada, las heridas podrían reabrirse, el agotamiento hacer caer a algún jinete de su montura, e incluso provocar algún daño mayor por montar. No, tenían que parar, dar un paso atrás para después coger carrerilla y saltar con fuerza ante el reto que tenían delante. Convencido, el etheod decidió ir junto a Leofred a despejar las dudas sobre sus enemigos. Explorarían el camino, mas adelante, para tratar de descubrir el rastro de algún otro oriental. Quizás habían tomado otro camino, aunque era poco probable que encontrasen otra ruta que no fuese por el Cirith Gorgor. Allí se dirigirían en primer lugar, pues tenían claro que al menos cuatro de los salvajes, habían venido desde ese lugar. Los otros dos lo habían hecho por la retaguardia, seguramente serían los que el enano vio a los lejos, sobre las rocas, vigilándolos.

Entre tanto, Larrid pidió a Grimbeorn que cuando estuviese en disposición de hacerlo, que revisase las heridas de sus compañeros y que hiciera lo que pudiese para asegurarse que las heridas no fuesen a más. A Edan y Hallfrid les insto a proveerse de arcos, y de estar atentos por si aparecía algún otro oriental. A Gwalin le encomendó la tarea de guardar el campamento y vigilar a los prisioneros, aunque estos estaban aún inconscientes. Por último, miro el montón de pertenencias cuando Edan menciono la posibilidad de que la armadura de Agranil estuviese en alguna de las alforjas, sacos o entre las mantas del enemigo. Era una posibilidad, y efectivamente un halo de esperanza se abrió en la mente de muchos, había que revisarlo, sin duda. Aun no estaban seguros de estar fuera de peligro por lo que, aunque no se negó a que lo hicieran, propuso dejar la inspección de todo aquello hasta su vuelta. No parecía una mala idea encontrarse con la cota de malla que buscaban, y que era el objetivo de su misión, a buen recaudo y lista para ser devuelta.

Cuando Leofred estuvo listo, ambos se alejaron, dejando al resto aparentemente tranquilos en la paz del campamento.

Turno 618

Tanto Larrid como Leofred se alejaron en silencio. Dejaron atrás el campamento, hasta que la llegada al paso de Cirith Gorgor se hizo suficientemente clara. Allí, ambos descabalgaron, dispuestos a buscar los rastros de los orientales.

- Leofred, tenemos que adentrarnos en el paso, solo espero que realmente no queden orientales que puedan emboscarnos, hay que permanecer atentos - dijo serio, mirando las rocas que se elevaban alrededor.

Se turnaban en el rastreo, mientras uno ponía toda su atención en el suelo, el otro no quitaba ojo a las rocas que podían servir de escondite.