Partida Rol por web

La balsa se movía cada vez más y Sextus, que acababa de aterrizar de no se sabía donde, no estaba agarrado a nada, así que rodó sin poder evitarlo y cayó al agua... o casi, porque en el último momento, Diana logró agarrarle del brazo y tirar de él. Sextus cayó sobre Diana como si se hubiese tumbado sobre un colchón, haciendo que la mujer expulsara todo el aire de los pulmones y permaneciendo ambos en la misma e incómoda postura durante unos segundos, a la vista de todos.

Pero los rápidos no daban tregua ninguna y continuaban atizando la endeble estructura.

Claro que si eso fuera todo, las cosas serían demasiado sencillas. El viaje usando el río tenía una clara ventaja y era la velocidad. Eso os permitió recorrer una gran distancia en muy poco tiempo y entonces. Cuando el río giró hacia el oeste, os encontrasteis mirando una gigantesca empalizada al otro lado del mismo.

Solo se oía el ruido del agua al discurrir, pero fue rápidamente roto por tambores y la aparición de nativos en lo alto de la estructura. Había docenas de ellos y todos parecían observaros en silencio; un silencio mortal.

- Pues allí están los nativos... - Dijo entre dientes la monja. - Esta isla a pasado de estar desierta a super poblada en un abrir y cerrar de ojos.

Ahora ya estaban allí. Sin duda ya les habían visto. La pregunta era... ¿Iban a ser hostiles con ellos como bien había predicho Sextus? ¿O en cambio podrían tratar de negociar con ellos una forma de salir de aquella condenada isla sin que pusieran demasiadas objeciones? Dada la suerte que traían consigo, parecía evidente que la respuesta entrañaría más problemas que ventajas.

- ¿Y ahora qué? - Preguntó Claire. - Remar a contra corriente no creo que sea una opción. - La religiosa parecía mucho más tranquila de lo que debería en una situación como en la que se encontraba. Ya se había resignado a morir en aquella isla. Lo único que desconocía era el cuando. - ¿Tratamos de llegar a la costa y corremos como si no hubiera un mañana?

Zenji estaba aún molesto con la monja, la cual se había adueñado del timón sin si quiera preguntarle y con un solo empujón, cuando escuchó a su derecha un ruido de alguien cayendo al agua. Al girar la cabeza en la dirección del sonido, observó cómo Diana tiraba de algo o alguien, que al momento identificó como al intérprete, pero que este terminó cayendo sobre la atractiva mujer, dejándola sin respiración y el muy cretino no de apartaba. ¿A caso pretendía violar allí mismo a su prometida, regalo de sus dioses? 

Zenji no se lo pensó dos veces, tomó el remo y trató de darle un tremendo golpe en la cabeza del insensato. Si se lo cargaba, casi que mejor, nadie iba a deshonrar a Diana, faltaría más. Lo gracioso, o no tanto, es que en su intento de propinarle un mamporro a Sextus, desplazó el remo hacia atrás, justo donde estaba la monja dirigiendo la embarcación, y el ruido que se escuchó no vaticinaba nada bueno. ¿Se había cargado el timón? ¿Le había partido el cráneo a la monja? ¿Se habia fragmentado el remo? Fuese lo que fuese, eran malas noticias... Pero lejos de pedir perdón o ver qué había ocurrido, si alguien estaba muerto o inconsciente, empezó a gritarle a Sextus.

-  ¡Tú ser un maldito traidor! ¿¡Querer deshonrar a mi prometida!? ¡Por mi monor que no lo permitiré, juro que te voy a acuchillar como un perro y cocinarte a fuego lento! - grito con fuerza sacando su cuchillo del cinto y apuntándole directamente. A pesar de que se escuchaban ruidos de tambores, había aparecido una enorme empalizada y la balsa iba tomando más velocidad, nada de aquello parecía estar ocurriendo en la mente de Zenji. Para él solo había una opción, salvar a Diana y acabar si se terciaba, con Sextus el usurpador de mujeres.

Zenji levantó el remo para golpear a Sextus... y al hacerlo, golpeó, efectivamente, a la monja, además de perder el remo en el agua. Ahora dependían únicamente del timón y no podían maniobrar excesivamente, por lo que quedaban a expensas de lo que la corriente decidiese.

Y además, el timón quedó suelto, porque la hermana Claire, al recibir el golpe en la cabeza, lo soltó del tirón, así que, sin control ninguno, la balsa comenzó a girar y bambolearse a todos lados.

- Sextus!- Grité alegre cuando vi de nuevo al interprete en la balsa, aparecer como un pescado que salta después de tragarse el anzuelo. - Me alegro que esté vivo.

Aun mantenía el equilibrio, pero mis palabras rebotaban a veces al igual que la balsa en la corriente. Y en uno de esos botes, hizo que al hombre caerse de nuevo al agua.

- No!- grité. Casi me caigo yo también de ese zarandeo traicionero, pero me pudo el instinto y me lancé  al borde de la balsa para agarrar en el último momento la mano del traductor.- Vamos...ayu..de..mé.-

Tiré como pude de la mano de ese hombre. No la soltaría. Quizá fue eso o un nuevo vaiben, que logramos que Sextus volviera a cubierta, tirándolo encima mía.

- Ufff- Me había sacado todo el aire, pero no era lo peor. El estaba encima mía, yo con poca ropa, ambos empapados y demasiado cerca. Demasiado. No hace falta decir mas que me quedé unos instantes mirándolo desde tan cerca que me ruboricé notablemente.

Y mientras me reicorporaba, bajo la atenta mirada de...¿nativos?..., dedicándole un sonrisa circunstancial al traductor, el japonés se volvió loco, con un cuchillo en la mano amenazándole. Joder! Ni que fuera la propiedad de nadie!!

- Hey!- Grité al Japonés mientras me interponía entre ambos.- Guarda eso!

Miré a ambos alternativamente. No era el momento de elegir pretendientes, si no de salir con vida.

- Hermana!- vi como la monja tenia problemas para mantener el equilibrio, pero yo, entre medias de aquellos dos, intentando que no se mataran...¿por mi?... me era complicado llegar hasta ella.

El golpe de remo le hizo perder el control del timón. Por suerte no le había dejado inconsciente, que en su estado era lo mínimo que le podía haber pasado. No obstante, aturdida por el impacto perdió por un momento el equilibrio y tuvo que pelear seriamente para lograr equilibrarse sobre la balsa de nuevo, pero lo consiguió de forma magistral.

- ¡Estúpido amarillo! - Gritó enfadada. - ¡Casi me tiras!

Pero el soldado imperial no estaba atento a sus insultos, sino que había sacado un cuchillo para tratar de trinchar al intérprete. No es que Sextus fuera santo de su devoción, pero tampoco le había hecho nada malo y en cambio ese condenado chino del demonio casi la tira de la balaa.

Entonces la hermana reaccionó de manera inesperada lavándose contra el japonés con la clara intención de empujarle y hacerle caer por la borda. Donde las dan las toman...

Zenji tenia como un sexto sentido, y por el rabillo del ojo vio como la monja se abalanzaba sobre él para empujarle. ¿Qué coño le pasaba a esa vieja? ¿A caso le habia hecho algo malo? Al parecer habia gritado algo pero no habia llegado a entender de que se trataba, al estar pendiente del intérprete usurpador. Sin embargo, con un agil movimiento esquivó a la monja de su intento y la miró desafiante, apuntánfole con el cuchillo. Si movia un solo músculo, no dudaría en acabar con su vida.

Mientras la balsa giraba y sus ocupantes se peleaban, un silbido pasó cerca de la oreja de Jack. Al principio, nadie entendió de que se trataba, pero los silbidos empezaron a multiplicarse y entonces, os disteis cuenta. Los putos nativos os estaban disparando flechas desde lo alto de la empalizada.

Alguna de ellas se clavó en el suelo de la balsa, que continuaba bajando sin control.

Sin duda, ahora teníais un problema mucho mayor que vuestras peleas.

Gracias.

Aquella tímida palabra, dicha con respeto, pero para nada intima fue lo que recibió Diana. Un sincero gracias por sacarlo del agua.

El interprete se puso en pie. El ya sabia lo que venia.

Saltad de la balsa y alejaos de la muralla. Los nativos son malos.
El rio acaba en una playa, que tiene un cocodrilo del tamaño de un barco.

¡vamos!

El joven no dejaba mucho espacio para preguntas. Estaba claro que tendrían que salir de allí de otra manera, por mucha corriente que tuviera el rio. El cocodrilo gigante era un destino peor.

Luego levanto la vista y señalo a los indigenas. Solo esperaba que el momento temporal en el que había conocido a aquellos hombres fuera previo a este.

Se señalo el pecho, y luego a ellos. Luego dijo que no con una mano, y finalmente hizo papa con su nada musculoso bicecps.

Yo Ses Tus. Kong no ñam ñam. Ses tus poderoso.

Sin mirar más a los demás, grito.

¡Al agua!

Y empezaron a volar flechas en dirección a la balsa. Parecía que todo en aquella isla quería matarles. A la religiosa le extrañaba que todavía quedase algo con vida en aquel territorio plagado de seres asesinos.

Si se mantenía en la balsa sería un blanco aún más fácil, aunque también era cierto que su experiencia previa en el agua con un brazo entablillado había sido nefasta. Pero que remedio... De perdidos al río y en esta ocasión e forma más que literal.

- ¡Allá voy! - La monja declaró sus intenciones u acto seguido se lanzó al agua.