Partida Rol por web

La sutilidad no debía ser el fuerte de Émille. Cuando soltó aquello de su hermana de esa manera tan brusca, casi me hizo sentir incómodo hasta a mi. Pobre bicha, pensé. Tome aire lentamente y suspiré mientras me volvía a tumbar sobre el colchón. - Desapareciendo subterráneos, que mal - susurré con un tono completamente apático. - ¿Qué te parece, Carlo? - comenté esbozando una sonrisa maliciosa.

Imaginé que a él le haría más gracia que otra cosa, a mi por el contrario me daba bastante indiferencia en ese momento. Suficiente tenía con ya lo mío, no me iba a preocupar por otros.

- Hay muchas criaturas, Sun-Yun - le expliqué tratando de calmar un poco su curiosidad. - Lo más probable es que la mayoría de las leyendas mundanas tengan un origen real. Yo de ti pasaría de los videojuegos por ahora y estudiaría los libros que te de este - comenté desde la cama refiriéndome a Émille - Probablemente te ayudarán a evitar caer tan bajo como yo, aunque eso no es muy difícil... - suspiré.

Intenté comprender las palabras del chico de la lanza, pero lo único que saqué en claro fue que desaparecían tipos amigos de las hadas y que él era de los que cortaba el bacalao en ese castillo.

Cuando se dirigió a mi giré inmediatamente la cabeza hacia él y le busqué con las pupilas dilatadas y una emoción distinta a la que impregnaba mi piel por todo lo fantástico. - ¿Es que no piensas taparte nunca? - me esforcé por mantener los ojos por encima de su cuello - ¿Y dónde queda?- pregunté en referencia al despacho pero lanzaman se movió en un acto de exhibicionismo que no pude decidir si había sido inocente y natural o deliberado para dejar ese cuerpo embutido en una segunda piel desprotegido de la guardia de su mirada - Te acompaño a la biblioteca o dónde quieras.- me aventuré en pensamientos aunque mis mejillas estaban muy lejos de tolerar estar a solas con un chico, y en respuesta se encendieron bajo el maquillaje - ¡Oh, genial! - sonreí ampliamente a la invitación.

Me volteé hacia el chico de la cama y me despedí con una inclinación de espalda educada - Gracias. Tomaré tu consejo. - cogí la excusa perfecta que me había entregado para irme con el machote de paseo. Hasta la biblioteca. Nada mal.

Hice lo mismo en dirección a su amigo y me apresuré a colocarme junto al tipo de la lanza - ¿Y el carnet de Ami-son? - fue todo lo que supe decir traicionada por ese cerebro que parecía encogerse al ver a ese chico - Es- es para devolverlo a su familia. - inventé.

La niña escuchó la explicación de Émille, pero no pareció darle demasiada importancia al tema de su hermana. Tal vez porque el chico había dicho que estaba fuera de peligro o quizá porque en su mente no había lugar para algo demasiado grave.

Como fuese, asintió y luego agitó la mano en dirección a Andrea. - ¡Cúrate pronto de las hadas! - A continuación, miró a Sun-yun y se encogió de hombros mientras salía al pasillo.

- Los ve por todas partes, creo. Y ángeles hay muchos. Mil o más. Pero el Ángel Raziel le dio su sangre a Jonathan Cazador de Sombras y de ahí venimos los nephilim. Bueno. ¡Me voy con Ethan! - Y con esa exclamación se apresuró a seguir a Ethan hacia su habitación. 

- Subterráneos que desaparecen... - Una sonrisa de medio lado se había ido dibujando en los labios de Carlo con esa idea mientras los demás se iban desperdigando. - Pues no veo qué problema hay en ello, la verdad. - Se encogió de hombros mirándote. - ¿Quieres ir al cuarto de Ethan a ver qué ha comprado?

La pequeña no tardó en alcanzarte, mientras estabas abriendo la puerta de tu cuarto. - ¿Siempre cierras con llave? A mí no me dejan hacerlo. - Comentó con su voz cantarina mientras cambiaba el peso de una pierna a la otra. - Y encima tengo que compartir el vestidor* con Alice. Siempre se queda ella casi todo el sitio. -Añadió, frunciendo los labios.

Pasé por completo de las cosas que decía Andrea y me marché. Sin embargo, al ver que la otra me seguía, enuncié unas palabras sin llegar a mirarla. - No hagas mucho caso de lo que te diga ese si no quieres acabar como tu amiga. - Comenté. - Él tiene suerte de tener un amigo competente que le salva el culo siempre, aunque no sé cómo le soporta. - Dije después. Y al escuchar su petición sobre el carnet lo saqué de mi bolsillo, junto a mi teléfono, y envié un mensaje a mi tío con el nombre y dirección de la chica. Después se lo tendí.

- No hables con su familia hasta que Gareth te diga qué versión contar. - Enuncié, dejando claro con mi tono que no esperaba que fuera de otra forma. Mientras tanto guié mis pasos por aquel mismo pasillo hacia la habitación de Milton y llamé a la puerta, sin dar mayores explicaciones a la china pirada. - ¿Hay algún arma con la que sepas no hacerte daño a ti misma? - Pregunté mientras esperaba alguna respuesta desde el interior.

Del interior de la habitación de Milton salía, amortiguada por la puerta, una música suave, de violín. La melodía, interpretada con destreza, era melancólica y tenía una dulzura capaz de acariciar las emociones de los corazones más duros. Se interrumpió sin embargo, cuando Émille golpeó la puerta. 

- Adelante. - Respondió una voz desde dentro, dándoos paso a aquel cuarto.

La habitación era idéntica en proporciones a la de Andrea, pero su decoración distaba mucho de aquella en la que acababais de estar. Los muebles eran más elegantes y tanto la colcha que cubría la cama como las cortinas eran de la misma tela de color azul oscuro, gruesa y sobria. Colgada de una pared se podía ver una espada de buen tamaño, cuya vaina estaba cubierta por un dibujo intrincado, formado por runas y hojas. 

En medio del cuarto se encontraba un joven de aspecto frágil con rasgos orientales y el pelo oscuro y largo. Llevaba una sudadera gris y un pantalón negro de aspecto cómodo. En las manos sostenía un violín, cuya funda estaba abierta encima de la cama. Sus ojos oscuros se movieron con curiosidad, pero un poso de melancolía parecía residir de forma perpetua en su fondo.

Al veros a ambos, dejó el instrumento en su lugar con cuidado y reverencia, acariciando la madera al separar sus dedos de ella. Hizo un asentimiento pequeño con la cabeza hacia Émille y luego una inclinación con la espalda recta hacia Sun-yun.

- Soy Milton Carstairs. Es un placer conocerte. -Su voz era tan suave y melodiosa como había sido la música que habíais percibido a través de la puerta y su tono era cortés y educado. - He oído hablar de tu llegada. 

Alcé la mirada a los labios de lanzaman en cuanto sientí la caricia de sus palabras, cargadas de amabilidad y preocupación, y tras el momento inicial en el que media sonrisa aceptó sin más aquel consejo, arrugué un poco la frente encerrada en la paradoja en la que acaba de hundirme. - Si él me dice que te haga caso, y tu que no se lo haga a él, y te hago caso, he de no hacerte caso y entonces si a él y .... Bah, me la sopla- concluí - Con que me guíes a la biblioteca, me vale. - estiré entonces la mano para recuperar el carnet de Aly, y al volver a tenerlo en mis manos sentí su muerte más real como si aquella entrega fuera el estímulo que necesitaba para comprenderlo. Bajé la mirada con sus siguientes palabras, y guardé el carnet en su correspondiente bolso. - Mejor tu que yo, Ami-son. - busqué el lado positivo como mi tío me solía exigir. - No voy a hablar con sus padres, les mandaré sus cosas.- y ya pueden dar gracias que me moleste en hacerlo. Pero los padres, padres son.

Al ver que se detenía en una puerta que no era ni de coña la biblioteca di medio paso atrás, por instinto, aunque si íbamos a parar en su habitación para que le echara un ojo furtivo mientras se cambiaba, no me importaba hacer esperar a mis ansias de respuestas.

- ¿Un arma?- alcé ambas cejas sorprendida por la pregunta, y una sonrisa de oreja a oreja fundió mis pensamientos con mis palabras - A propósito, sé hacerme daño con más armas de las que conoces. A mi o a quien quieras. Por error, ninguna me tocaría.- aseguré sellando la fanfarronada que no sentía como tal con un guiño de ojo.

Cuando quien fuera que acababa de cargarse mis esperanzas de ver a ese del que ni recordaba haber oído su nombre quitarse la camiseta tan gratuitamente como las películas aseguraban que pasaba nos invitó a pasar a su habitación, mis pensamientos y palabras volvieron a divorciarse.

Al entrar en la habitación, correté mis ojos por toda la decoración con disimulo, hasta que no me quedó más por ver que el violinista.

- E-encantada.- me apresuré a juntar ambas manos sobre la falda para luego inclinar mi espalda en el mismo ángulo que me ofrecía. - Un auténtico placer, Milton Carstairs. - exageré encandilada por aquella música que todavía sonaba en mi cabeza -Yo soy Gi Sun-Yun. - Genial, qué original. Que los asiáticos se conozcan, tendrán mucho en común, podrán hablar de arróz y de lo bien que conducen. - Vaya, las noticias vuelan. - sonreí ligeramente, limitándome a una expresión interesada por si iba a añadir algo más a aquella anécdota.

Esperé a algún descuido de Carstairs para estirar los ojos a su instrumento curiosa por saber que marca trabajaba tan bien la madera.

- Hombre pues no - dije rechazando aquella idea. Era cierto que en cualquier otro momento me habría encantado jugar al videojuego, pero tal y como estaba el ambiente ahora prefería estar calladito y no hacer mucho ruido. - No creo que sea el momento, pero si que voy a hablar con Ethan - comenté mientras me levantaba de la cama. - Es hora de cambiar un poco, supongo.

- Y quizá luego entrene un poco - dije encogiéndome de hombros. - No puedo ir por ahí sin saber como manejar un arma como es debido. Y si me da tiempo antes de la cena, es posible que salga del instituto para ir a la cafetería de antes. Tengo algo que hacer allí también.

Alcé las cejas y antes de irme dediqué una mirada a mi colega. - Pero ahora mismo voy a seducir - enfaticé esa palabra - a Ethan, y luego voy arriba, si quieres podemos entrenar juntos. Dicho aquello y a menos que Carlo quisiera comentar algo en privado iría a la habitación del rubito.

No entendía aquel baile que habían interpretado. Primero decide venir conmigo pese a mi consejo de que vaya con Emille a que le enseñe cosas y después decide de pronto irse con él. Si s que son una panda de raros.

-Bueno, estoy acostumbrado a vivir en mi casa donde hay más intimidad, pero en el Instituto prefiero cerrar con llave. Me encogí de hombros. Pero tampoco te pierdes nada. Le dije, dedicándole una sonrisa.

Cuando habló sobre su hermana recordé los años en los que compartía piso con Emilie. Bueno, con todo el espacio que tu padre te dejará tener tu propio vestidor pronto.

Abrí la puerta y le enseñé la habitación. La he decorado un poco, me parecía que estaba un poco sosa antes. ¿Te gusta?

Me acerqué a la estantería donde había guardado los videojuegos y, tras meditar unos segundos me giré hacia Jo. ¿A cual quieres jugar? Le dije. Aquello me estaba recordando a Emilie mucho. Además, últimamente cada vez había pasado menos tiempo con ella...

Jo entró en tu cuarto mirándolo todo con los ojos muy abiertos. 

- Vaaaayaaaa, te ha quedado genial. ¿Eso es una tele? - Preguntó con curiosidad, señalando efectivamente al televisor de pantalla plana que habías instalado. - Pensaba que no podíamos ver la tele. 

Se acercó a ti cuando empezaste a revisar los juegos y ladeó la cabeza para mirarlos a tu lado. - ¿Son... videojuegos? - Preguntó entonces, abriendo la boca en una "o" y con voz totalmente asombrada. - He leído sobre eso en las revistas, pero no sabía que los nephilim podíamos jugar con ellos. ¿Y tienes alguno de superhéroes?

En aquel momento alguien asomó la cabeza por la puerta de la habitación, se trataba de Andrea.

Carlo te miró sorprendido ante tu repentina vitalidad y enarcó una ceja. - Muchas cosas quieres hacer tú de repente, ¿no? - Soltó una carcajada y se encogió de hombros. - Pues si ya estás recuperado, yo creo que iré a ver si pillo algo de comer. Y luego bajaré a ver si me dejan ver a Alice. 

Se levantó y guardó la daga que había invocado en su bolsillo. - Búscame cuando termines si quieres. Y ten cuidado, no vaya a seducirte él a ti. 

Con esas palabras salió de tu habitación y se dirigió a la escalinata del final del pasillo mientras que tus pasos te llevaron a unas puertas más allá de la tuya.

La puerta de Ethan estaba abierta y podías ver su habitación desde fuera. Desde luego Ethan no había tardado demasiado en reformar la insípida habitación que le habían asignado en el Instituto. El suelo estaba ahora cubierto por una suave alfombra blanca y había recubierto las paredes con papel pintado con motivos modernos, tapando la piedra. En algunas de ellas también podías ver algunos pósters, casi todos eran de la serie de Ethan, pero también había algunos de películas. Los muebles eran modernos y todo estaba decorado en blanco,negro y rojo. En lugares estratégicos podías ver una televisión de pantalla plana y una minicadena de alta fidelidad, además de una ps4. El chico y Jo estaban mirando algo en una estantería. 

No llegué a asentir a las primeras palabras de la china. No tenía claro si lo que decía era que no iba a hablar con los padres de la muerta ya de antemano o que no iba a hacerlo ahora que yo le había dicho eso, pero no me importaba: el resultado era satisfactorio de las dos maneras. Además, no iba a hacer el pelele preguntando. Eso era de idiotas.

Luego, ante su mención sobre las armas, una chispa de diversión cruzó por mi mirada. No me podía creer que me estuviera diciendo eso. - Te reto a encontrar un arma que no conozca. - Le dije con voz seca. Me llamó la atención aquella fanfarronería, pero más aún aquel guiño de ojo. Lo mismo era un tic, de esos que le dan a la gente cuando miente. - Espero que lo que digas sea cierto. - Enuncié después como advertencia. - En un rato vas a tener que demostrarlo.

Acto seguido, cuando Milton abrió, di un paso hacia el interior. No llegué a ponerme cómodo, ni mucho menos. Tampoco iba a estar aquí más que unos segundos. Mis ojos, sin embargo, se desviaron un instante a su espada, tal y como hacían cada vez que entraba aquí. Tío con suerte. Algunos sólo teníamos un anillo familiar, otros tenían ese portento. De inmediato pasé de la mierda de conversación que la pirada quería iniciar. Si teníamos que pararnos a que se hiciese la china, con su nombre chino y sus cosas chinas, con cada persona del Instituto, íbamos a estar todo el día.

- Gareth quiere hablar con todos esta noche, durante la cena, por las cosas que han estado pasando. - Le informé. - Reunión formal y eso. - Aclaré después, antes de pasar al tema relevante. - Tendríamos que hablar de lo otro con él antes, así que en un ratillo iré al laboratorio a prepararlo con Amber. - Expuse. - ¿Recoges a Ethan y nos vemos allí?

No entiendo como podéis vivir sin televisión, wifi, radio... Respondí, criticando por primera vez en voz alta el sistema troglodita del Instituto en cuanto a comunicaciones. ¡Estamos en el siglo veintiuno!

Negué con la cabeza de forma algo dramática antes de tenderle un videojuego de Marvel a Jo después de sacar el disco. Por suerte no necesitamos nada de eso para jugar. Yo me pido a Poison Ivy, no me la quites. Metí el juego en la Play y le tendí un mando a la niña cuando vi que Andrea asomaba la cabeza por la puerta de la habitación.

Apreté los labios y cogí aire por la nariz para no soltarle algo de lo que después podría arrepentirme. Además, estaba Jo delante. No quería ponerme a discutir delante de ella. Ah, hola. Miré a Jo antes de incorporarme. ¿Cómo pueden ser primos estos dos? ¿Venís a jugar? Tengo mandos para cuatro.

El chico amplió su sonrisa ante las palabras de Sun-yun y asintió con la cabeza. - Las paredes del Instituto pueden parecer gruesas como la piedra, pero en realidad son finas como papel. Si necesitas un guía o cualquier otra cosa mientras permanezcas entre nosotros, ya sabes dónde encontrarme. - Añadió, haciendo un leve gesto hacia la habitación.

Después se giró un poco para escuchar a Émille, permitiendo así que Sun-yun echase una ojeada al violín, cuya marca de fabricación estaba tallada en la madera al final del mástil. No era, sin embargo, una marca conocida. Tenía más bien el aspecto de haber sido fabricado a mano por algún artesano sin fama.

Asintió a la información sobre la reunión sin mostrar ningún tipo de sorpresa o extrañeza, sino como si ya se lo hubiera estado esperando. Su último comentario, sin embargo, hizo que su mirada se endureciese y su sonrisa se desvaneciese.  

- Claro. - Respondió a la propuesta del chico. Su voz seguía siendo suave a pesar de la determinación que había adquirido su rostro. - Estaré aquí tocando... ¿Me avisas o me pasas a buscar cuando vayáis a reuniros?

- Qué buen rollito, ¿no? -  me sorprendí de la facilidad que tenían todos los integrantes de esa secta de instituto sobrenatural para ofrecerse a ser guía o a facilitarme la estancia. Se notaba que aquello no era corea, seguro que ni siquiera escondían los mejores libros de la biblioteca para que nadie más pudiera prepararse las pruebas, seguro que en ese rollo de entrenamiento que tanto me habían hablado, ni siquiera se les escapaba un puño "accidentalmente" el día de las fotos del anuario. ¡Que suculento era aquello! 

- Muy amable- intenté pasar de los comunicados de lanzaman, no quería volver a intentar adivinar de que trataba todo el tema de la comitiva para hablar con Heraldone y meter la pata, así que simplemente incordié, no fueran a olvidarse de mi.- Disculpa Carstairs, ese violín... ¿De qué casa es? Tiene una acústica increíble.

- Que va, solo quería hablar un momento contigo - comenté entrando finalmente en la habitación del actor. - En realidad me voy a entrenar un rato ahora, le dije a Carlo que se fuera sin mi. Al pasar cerré la puerta tras de mi y me apoyé de espaldas a la madera. - Apenas acerté al demonio antes así que... No me vendrá mal estirar los músculos un poco - continué llevándome la mano a la nuca.

- No me porté bien contigo cuando estuve en todo aquello del rodaje - comencé con la disculpa. - No vengo para que me perdones, después de todo imagino que te gustaría clavarmela de nuevo - me encogí de hombros y lo miré. - Pero de verdad que lo siento, si pudiera volver atrás no haría lo que hice. Fuiste amable desde un principio y yo me comporté como un cerdo. Si alguna vez puedo hacer algo por ti, dímelo, quizá pueda compensarte de algún modo. Lo que sea.

Eché una mirada a Jo y fruncí ligeramente el ceño, no comprendía como no estaba en la enfermería o con sus padres. Si yo estuviera en su lugar no me habría levantado de la sala de espera de la enfermería.

Grmf. Lo cierto era que no esperaba tener que venir a buscar a nadie, sino vernos allí. Ni siquiera tenía claro cuándo ibamos a reunirnos, yo esperaba bajar y que ya estuvieran todos. ¿No podía simplemente bajar ya? ¿O tocar abajo? ¿Por qué quería tener su propio tiempo libre, cuando teníamos entre manos algo tan importante?

- Voy a ir a hacer una cosa con ella, y nos vemos allí. - Expuse, haciendo un gesto para que ella fuese la pirada. - En quince minutos abajo. - Afirmé después. Que sí, que había que entrenar a la china, o evaluarla al menos. Pero lo otro era, sin duda, mucho más urgente. Dicho aquello hice un gesto de despedida y abandoné la habitación sin esperar a que acabasen aquella charla sobre violines. Si nos dábamos prisa lo mismo nos daba tiempo a todo antes de que aquel cuarto de hora desapareciera del todo.

Mirabas a ese italiano soltarte el rollo y su expresión te resultaba totalmente transparente. ¿En serio pensaba que podía engañarte con una actuación tan burda y zafia? ¿A ti? Bueno, evidentemente parecía pensar que podía, o no lo estaría intentando.

De lo que a ti no te cabía duda era de que no estaba arrepentido en absoluto, todo era una estratagema. Tenía toda la pinta de que se había dado cuenta de que estabais tramando algo en su contra y ese era el único motivo que había para que ahora se disculpase de repente. Debía haberte visto la cara de tonto o algo. 

De hecho, apostarías a que se seguía sintiendo orgulloso y jactándose de haber estado a punto de arruinar tu carrera. Seguro que a tus espaldas se burlaba de ti y luego venía a tu habitación con ese cuento de arrepentimiento.