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Estrellas Muertas - El Legado de Haarlock III

Capítulo 2.0 - La Estación Helada de Mara (continuación narrativa de partida)

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10/03/2025, 22:07
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Desde el momento que los acólitos salieron despedidos fuera de la Palabra de Sigilita apenas contaron con unos segundos de alivio. Los proyectiles surcaban el vacío y las detonaciones cercanas les desviaban fuera de su rumbo, pero de una forma u otra, la lanzadera continuaba aproximándose al planeta. Una última detonación dañó un lateral de la nave, arrojándoles en círculos. Una de las últimas imágenes que los acólitos pudieron captar antes de entrar en la atmósfera helada del planeta y que las nubes de tormenta y granizo les bloquearan la visión fue la imponente Lanza del Destino destruyendo otra nave con sus rayos de energía, pudiendo solo desear que no se tratase de la Palabra de Sigilita.

El piloto jenízaro logró estabilizar la nave pero, aunque su rumbo ahora era más recto, los daños a uno de los propulsores les impedía recuperar altura, la lanzadera caía atravesando una densa nieve y granizo que provocaban terribles temblores en el interior, tan solo los sensores y la guía del tecnosacerdote que había captado esbozos de la orografía del terreno desde el espacio les llevaban en la dirección correcta. En la cabina solo se escuchaban las preguntas e informes del piloto a su sargento, las calculadas instrucciones del tecnosacerdote y algún bufido ahogado de Samiel cuando un súbito movimiento de la nave le hacía soltar el aire de sus pulmones. Los últimos momentos fueron frenéticos, e incluso Arcturus intensificó su tono mecánico en anticipación — ¡Descendemos demasiado rápido! — ~ ¡No hay suficiente potencia! ~ — ¡Tiene que enderezarla, ahora! — ~ ¡Imposible, vamos a impac...! ~

Lo siguiente que supieron los acólitos es que estaban recobrando la consciencia. Un silbido que variaba en intensidad iba y venía, era el sonido del viento helado, colándose por las gruesas grietas que atravesaban la nave, ahora estrellada. El impacto había sido terrible, la cabina se había hundido hacia adentro y el piloto había quedado aplastado; la misión apenas había comenzado, y de los 10 valientes jenízaros que habían asignado para acompañarlos, ya solo quedaban 9.

Un breve rezo de un minuto por el alma de su compañero fue todo lo que se pudieron permitir, el tiempo corría y el clima era hostil incluso sin amenazas a la vista. El poco equipo que pudieron reaprovechar le sirvió al consejero Samiel, que al no estar preparado para participar en la misión desde el principio, habría tenido que prescindir de armas y ropas protectoras de otra manera. Los sensores y mapas que habían traído consigo les informaron de que se habían estrellado solo a apenas un kilómetro de su destino, la estación helada de Mara; el resto solo estaban ligeramente magullados y, contando con que aquella sería toda la fortuna que sacarían de su situación, se pusieron en camino...

El frío exterior era atroz, incluso con ropas climáticas y la preparación previa parecía que el viento fuera capaz de encontrar la más mínima rendija y abrirse paso bajo la piel; si hubieran tenido que pasar demasiado tiempo a la intemperie habrían pasado muchas dificultades, pero ya en la distancia se podía ver la figura semiderruida del muro exterior de la estación, y la imponente torre central.

Notas de juego

El grupo queda reducido a los acólitos, el consejero Samiel y 9 jenízaros.

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12/03/2025, 22:23
Director

Ya antes de llegar, los acólitos se pusieron en alerta, puesto que la estación no estaba desocupada. en la lejanía, gracias a sus visores y sensores, detectaron individuos que parecían mercenarios o cazarrecompensas rondando sobre los muros y a su alrededor, alguien ya había descendido sobre la plataforma de aterrizaje central y por lo visto había desplegado un buen número de vasallos para impedir que otros accedieran a los subterráneos.

El derribo de su nave podía haber sido trágico, pero al final jugó en favor de los acólitos. Incluso si los defensores habían reparado y puesto en uso el armamento de defensa de la base, los mercenarios esperaban invasores por el aire, no por tierra, y con el clima ocultando su llegada los acólitos y sus guardaespaldas jenízaros fueron capaces de acercarse lo suficiente como para causar algunas bajas antes de que aquellos guardias se dieran cuenta de lo que ocurría y se desatase una breve batalla. Una victoria fácil, pero con implicaciones preocupantes, especialmente mientras los acólitos recordaban las advertencias acerca de provocar derramamientos de sangre. No obstante, nada más ocurrió.

Un interrogatorio severo a los supervivientes reveló que los mercenarios pertenecían a un grupo numeroso del que la mayoría ya se había adentrado en los subterraneos, contratados según ellos por una excéntrica magnate comercial llamada Lady Book. La lanzadera de los mercenarios continuaba intacta, y era una vía de escape prometedora cuando terminasen su misión, pero para ello primero tendrían que cumplir su objetivo y hacerse con una llave de seguridad que solo poseía esa tal Lady Book. También fueron capaces de sonsacarles que los mercenarios no eran los únicos que ya habían entrado en el complejo, puesto que se habían encontrado con múltiples huellas y zonas de nieve derretida que parecían evidentes zonas de aterrizaje, aunque nadie más se había quedado apostado en la superficie de la base.


Una vez asegurados los prisioneros, un examen de los edificios y niveles de superficie no revelaron a más mercenarios, pero sí escenas misteriosas, algunas truculentas, y otras simplemente incomprensibles, como un comedor de servicio con platos aún servidos y congelados a medio comer o un almacén que había sido bloqueado y defendido con barricadas desde el interior, con un cadáver congelado perfectamente conservado sentado en mitad de la habitación, con la pistola en la boca y un agujero en la nuca; de su brazo libre, amputado, colgaban estalactitas de sangre solidificada. Junto a él, unas letras que parecían escritas con ceniza rezaban en suelo rezaban mensajes dementes deseando escapar de allí. Nadie llegó a acercarse demasiado al cadáver, pues cuando quisieron dar un paso un dispositivo holográfico de sus ropas se activó mostrando un símbolo del ordo Malleus con un inequívoco significado de advertencia y peligro. Ninguno de los sensores de los acólitos reveló nada extraño, pero siguiendo el consejo de Samiel, que sabía que aquellas advertencias solo se usaban en situaciones extremadamente comprometidas, abandonaron el almacén sellándolo de nuevo tras ellos.

Los dispositivos de comunicaciones de la torre principal estaban en suficiente buen estado como para ser operativos, en parte gracias a algunas reparaciones apuradas de los mercenarios, pero aunque hubiera algo que quisieran transmitir o consultar en los cogitadores, la fuente de energía geotérmica principal del planeta seguía inactiva y enterrada en alguno de los niveles subterráneos, con lo que el único camino que les quedaba era adentrarse en las zonas inferiores y confiar en encontrar el camino.

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12/03/2025, 23:01
Director

En su descenso por lo que todavía eran los primeros niveles de los subterráneos los acólitos tuvieron un golpe de suerte encontrando una sala de reuniones con un mapa general del complejo impreso en la pared, y varios cadáveres completamente congelados de arbites, algunos de los cuales todavía llevaban encima viejas tarjetas con claves de seguridad. Por lo visto, según el mapa tendrían que adentrarse profundamente en las minas que excavaban los prisioneros imperiales en aquél centro penitenciario, pero al menos el tramo hasta aquellas minas estaba lo suficientemente detallado.

Siguiendo el mapa, los acólitos pasaron por una cámara amplia de almacenaje, antaño llena de minerales, sin duda, pero ahora vacía salvo por un incomprensible olor que solo podía ser descrito como metal candente. Los detectores de salvaguarda emitieron una alerta por "radiación leve", y sus sensores les guiaron hacia un recodo donde una nueva escena les heló los huesos a pesar de estar cubiertos del clima por la profundidad del subterráneo. En un primer momento solo vieron un nuevo cadáver, esta vez reciente, decapitado y con la herida del cuello cauterizada limpiamente; un adepto de alto rango según delataban sus túnicas, aunque de su cabeza no había el menor rastro. Tardaron solo unos segundos más en detectar la fuente del potente e incomprensible olor; otro cuerpo, del que apenas se podía ver claramente un brazo extendido y la mitad de su torax, sobresaliendo desde lo que había sido algún tipo de maquinaria industrial abandonada contra la pared; la maquinaria construida en metal sólido estaba semiderretida como la cera de una y entremezclada con la carne del desdichado soldado, identificable como tal solo por lo que se podía entrever de su armadura. En la zona de la cabeza, el metal la cubría como un sudario, con los hoyuelos dejados por su boca y sus cavidades oculares como testigo de la expresión de absoluto horror del desdichado.

Fueron Arcturus y Claudius quienes resolvieron el misterio de aquellos cadáveres recientes. Una antigua tecnología de teletransporte, aún usadas en casos extremadamente raros por algunas organizaciones poderosas, era la que había provocado aquella cruenta escena. Si se había tratado de un fallo en el mecanismo o si la naturaleza caótica de la disformidad habían tenido algún papel en el destino de aquellos hombres quedaba tan solo a la especulación. Había poco que averiguar de los cadáveres que no supieran, aunque varios documentos del decapitado adepto parecían indicar que poseía información salida de la propia inquisición, lo que fue en gran medida confirmado al encontrar entre sus ropas unos documentos en pergamino a los que habían añadido anotaciones en los márgenes — Los planes de Marr son imprudentes, pero ambiciosos; si tiene éxito, quién sabe qué nuevas alturas podría alcanzar la humanidad... — Sin más información que pudieran obtener, los acólitos continuaron su descenso extremando las precauciones.


En su paso por los pasillos que se adentraban hacia abajo, los acólitos finalmente encontraron una sala con equipo de comunicaciones. Con la esperanza de poder usarlo para contactar con el "Palabra de Sigilita" o enviar un mensaje aún más lejos intentaron ponerlo en funcionamiento, recurriendo finalmente a baterías portátiles y rituales sagrados del espíritu máquina que Arcturus podía realizar. En un primer momento sus esfuerzos no obtuvieron resultado, pero para su sorpresa el centro de comunicaciones repentinamente recibió una llamada entrante ~ Ayudadme... ~ entonó una mecanizada y distorsionada voz desconocida en tono desesperado. ~ Ayudadme... ~ Los intentos por responder a la voz no obtenían una respuesta más clara, como si no pudiera escucharlos, y el sistema no alcanzaba a determinar desde donde se estaba emitiendo aquél mensaje.

~ Ayudadme... Gianna... Nero... Helenith... Sufal...     Ayúdame Makrade... Claudius... Kraven... ~

La voz continuaba llamando por sus nombres a todos los presentes y pidiendo ayuda, pronto convirtiéndose en un coro de voces mecánicas que se superponían unas con otras y aumentaban en intensidad. Desconectar las baterías y cortar los cables no sirvió para apagar el aparato, las voces solo continuaban y parecían cada vez mas potentes y numerosas, perforando los tímpanos de los presentes. Uno de los Jenízaros fue el primero en perder los nervios y con un grito agudo descargó una ráfaga de proyectiles láser contra el dispositivo de comunicaciones hasta que, completamente destruido, finalmente las voces cesaron.

El extraño evento les había puesto de los nervios y mentalmente exhaustos, especialmente al jenízaro que finalmente recurrió a su arma y que estaba casi en un estado de shock. Tras pasar a la siguiente sala, todos se permitieron un leve descanso antes de continuar...

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16/03/2025, 12:10
Director

Los pasillos indicaban que se acercaban al panópticon, la única entrada directa hacia las celdas del centro penitenciario y que actuaba como lugar de vigilancia y primera línea de defensa contra los propios trabajadores-prisioneros. Ya cuando se acercaban comenzaron a escuchar golpes metálicos y se pusieron en guardia.

Las puertas de acceso eran esclusas dobles que se abrían mediante manivelas circulares. Al otro lado del ventanuco se podía ver a un hombre adulto con unas raídas ropas grises de prisionero intentando accionar la manivela sin éxito, golpeando la puerta y gritando una y otra vez en un estado de absoluto pánico — ¡Sáquenme de aquí! ¡Por el emperador, no me dejen morir! ¡Socorro! — Los intentos de calmarlo no funcionaron, y aunque el grupo tenía dudas sobre si abrir la puerta en aquella situación desconocían de otro camino para acceder al área de prisioneros y poder adentrarse en las minas.

La decisión finalmente fue preparar un pelotón por si era necesario abrir fuego, y que dos de los jenízaros abrieran la esclusa. En cuanto se accionó la válvula una corriente de aire viciado salió hacia los acólitos, apestosa y ligeramente cálida comparada con el ambiente del que venían. Los gritos de socorro del prisionero habían cesado de repente, y cuando abrieron la puerta por competo vieron su cuerpo apoyado en el suelo contra la pared del pasillo. En cuestión de segundos, ante los ojos de los acólitos y jenízaros, el cuerpo comenzó a pudrirse y descomponerse, la carne se secó y contrajo contra el esqueleto y las ropas se degradaron y escarcharon, hasta que en menos de un minuto el prisionero parecía nada más que un cadáver helado y momificado, del que comenzaron a asomar una multitud de gordos gusanos blanquecinos.

Con un escalofrío por la escena y en recuerdo del horrendo Nonesuch, Gianna descargó su lanzallamas sin miramientos contra el cadáver y los gusanos, que cayeron fulminados al instante.


El descenso hacia el panópticon a continuación no tuvo más encuentros extraños, pero desde la distancia, esta vez los acólitos detectaron desde la lejanía el ruido de intercambio de disparos. El panópticon consistía en una escalera en espiral descendente hacia una estructura central que "colgaba" del acceso superior, separada por varias decenas de metros de las paredes circulares laterales, que alojaban las celdas y pasillos en descenso. Aquella estructura permitía establecer vigilantes apostados para controlar los pasillos laterales. Era en esos pasillos donde dos facciones se estaban intercambiando disparos. Unos de ellos eran muy numerosos, envueltos en trapos raídos y aparentemente escasos de equipo salvo por las armas de fuego, mientras que los otros, para sorpresa de varios acólitos, eran clérigos con los atavíos de los Dolientes de la noche negra, los clérigos que custodiaban la casa del polvo y la ceniza en el mundo de Solomon, aunque solo Arcturus, Gianna e Isolda los reconocieron; eran menos numerosos, aunque con equipo y armamento de aspecto arcaico pero potente. Varios cadáveres de ambos bandos yacían por los pasillos, y algunos habían dejado un reguero de sangre al caer por los bordes de las paredes hacia el profundo fondo.

Las facciones no los detectaron inmediatamente, pero eventualmente en su descenso por la estructura interior del panópticon una de las facciones los entrevió y comenzaron a ser disparados. Por suerte, desde su posición los acólitos contaban con cobertura, mientras que las otras facciones no. Lo que se terminó convirtiendo en una batalla a tres bandas se resolvió con rapidez, ninguna de las otras facciones quería enfrentarse en una batalla de desgaste contra un enemigo aventajado; y aún así tras unas pocas bajas más en cada bando, algo más se unió al combate. Como salidos de ninguna parte, unas criaturas que parecían humanoides sin piel, extremadamente musculosos, y con gruesas venas palpitando en la superficie de sus sobredimensionadas extremidades que se arrojaban contra sus enemigos para luego interrumpirse a devorar la carne de los caídos.

los Dolientes y los que parecían violentos mendigos zarrapastrosos se disgregaron y buscaron formas de descender mediante ascensores dispuestos en los niveles más bajos de los pasillos de las celdas mientras se defendían de las criaturas disformes aparecidas; por desgracia, una de aquellas bestias humanoides apareció también a espaldas de los acólitos y causó varias heridas a los guardaespaldas, matando a uno de los jenízaros con sus propias manos antes de caer derrotado. La única suerte fue que el resto de bestias desaparecieron en su persecución de las otras facciones.

Notas de juego

El grupo queda reducido a los acólitos, el consejero Samiel y 8 jenízaros.

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16/03/2025, 13:20
Director

Aunque podían haber tomado un acceso que les habría llevado a los pasillos del muro exterior en espiral, los sargentos jenízaros y el consejero Samiel aconsejaron en contra de seguir el mismo camino que sus enemigos. Finalmente en el punto más inferior del panópticon se encontraron con varios ascensores bloqueados. Fue necesario restaurar parte de la energía, pero por suerte aquellos invasores que habían llegado antes ya habían realizado parte del trabajo para activar la iluminación del subterráneo y algunos sistemas como el reciclado de aire; con las útiles habilidades de Arcturus y las claves de seguridad que habían obtenido anteriormente pudieron activar el ascensor y bajar con rapidez, aunque aun así el descenso llevo un par de minutos por la profundidad a la que comenzaban los primeros niveles de minería. Por suerte para ellos, terminaron en una localización donde solo descendían los ascensores que partían directamente del centro del panópticon, una especie de sala para descargar vagonetas llenas de minerales y otros materiales. No había más enemigos allí, al menos por el momento.

En los breves descansos que se habían tomado durante su descenso, Claudis y Arcturus continuaban volviendo su atención a los pergaminos resecos que parecían contar con alguna información adicional que habían pasado por alto. Pero aunque parecían haber descifrado algunos métodos para revelar sus contenidos, las instrucciones contenidas en ellos seguían sin tener ningún sentido. La única información de utilidad que habían sacado era varias menciones a que el fin del camino estaba en "lo más profundo", que solo podía significar seguir descendiendo a los niveles más inferiores de las minas.

No obstante, con instrucciones o sin ellas, el camino que seguían los acólitos comenzaba a tornarse extraño y laberíntico. Tan pronto estaban descendiendo por una empinada cuesta como se daban cuenta de que en algún momento el camino había comenzado a ascender. Los detectores de salvaguarda pasaban de una señal de advertencia a una calma absoluta, en ocasiones contradiciéndose entre ellos, y los auspex no eran capaces de confirmar si alguna de aquellas advertencias eran verídicas, aunque al menos ninguna mostró nunca un nivel de peligro. Cada cierto tiempo encontraban una sala con algo más de iluminación y los sistemas de calefacción activos, lo que suponía un alivio pues incluso en aquellas profundidades el ambiente seguía siendo al menos fresco como una bodega, pero si más volvían sobre sus pasos descubrían que no eran capaces de encontrarlas de nuevo, o en su lugar encontraban salas destrozadas con las luces rotas y si había allí barriles, contenedores o cualquier otro objeto, estos estaban astillados y aplastados. Muchas veces se desorientaban por completo, terminando en corredores mineros totalmente desconocidos o en intersecciones por donde no habían pasado antes. Ni la prodigiosa memoria mecánica de Arcturus ni un intento de dibujar un mapa parecían ser de utilidad. Al cabo de un tiempo, el temor a quedarse atrapados allí abajo era palpable.


Tras varias vueltas y retrocesos que no parecían llevar a ningún sitio los acólitos decidieron buscar una sala amplia donde ya habían terminado varias veces antes, tan solo porque tenía mesas, sillas y algo de mobiliario donde podrían tomar un descanso. Sin embargo, cuando llegaron aquella vez encontraron a un hombre envuelto en una túnica con capucha sentado a la mesa con una tenue luz eléctrica, había improvisado algo parecido a un hornillo que ardía con aceite de máquina, y sobre él calentaba un paquete con una pasta densa y burbujeante que se impregnaba del malsano y abundante humo negro del aceite que ardía — Siempre lo mismo, la comida de los reclusos es incluso peor que lo que me darían mendigando frente a un templo... No te quejes, está caliente, y sabor a aceite y ceniza es mejor que sabor a absolutamente nada. —

Los pasos del grupo de los acólitos parecieron alertarlo de la presencia de nuevas personas, dirigió su rostro hacia el grupo, y aunque la capucha le cubría gran parte de la cara debió de verlos, porque soltó una breve carcajada antes de volver su atención de nuevo a su miserable comida.

— Si que han tardado en llegar. Siéntense, pueden servirse algo de comer si tienen suficiente estómago. —

Las dudas de los acólitos y jenízaros hicieron a la misteriosa persona interrumpirse de nuevo para dirigirse a ellos. — Nos hemos visto antes. ¿no, si? Disculpen, resulta un poco confuso después de tanto tiempo. — su propia frase pareció arrancarle una estridente carcajada, ligeramente desquiciada en opinión de los acólitos. — Empecemos de nuevo, me llamo Novator Benhamin Nostromo. Tengo el dudoso honor de haber servido como navegante para Erasmus Haarlock. — Cuando el individuo se quitó la capucha, pudieron ver que estaba totalmente calvo y tenía las cuencas oculares quemadas, aquellos no eran rasgos de un navegante, pero el tercer ojo de su frente sí que lo era; lucía casi completamente negro, apenas unos delgados bordes de blanco alrededor de la pupila, que había crecido hasta cubrir el iris casi por completo.

La situación no era sencilla. Por un lado, tratar con un psíquico en aquellas circunstancias era peligroso, por otro, aquél tipo afirmaba ser el mismísimo navegante de Haarlock, y la información que tuviera podía ser valiosa, y en último lugar no sabían si era un aliado o un enemigo, aunque el debate interno en el grupo lo hizo retroceder y encogerse ligeramente, y no parecía decidido a actuar de forma violenta. — Por favor, no me hagan daño. — su tono era ligeramente asustado, pero no en pánico y su actitud era para rebajar la posible violencia — No me gusta el dolor y esto no terminaría bien para nadie. No tengo nada en su contra y prefiero que no provoquen a los horrores de aquí abajo. —

A pesar de la tensión inicial, incluso los acólitos tenían reparos en disparar sin provocación mientras hubiera algún posible beneficio en mantener a aquél psíquico vivo y especialmente, riesgos en provocarle a responder con violencia o a incitar más peligros mayores nacidos de la disformidad. 

Lo que siguió a continuación fue algo parecido a un interrogatorio ligero, sin violencia ni intimidación, que comenzó con lentitud pero se agilizó tras darle al navegante una simple ración de comida de las que llevaban encima:

— ¿La Lanza del Destino está aquí? ¿Es posible que sea cierto? Sentí algo en la lejanía, pero desde aquí es difícil estar seguro. No, cuando desembarcamos él la envió a un largo viaje. Haarlock me pidió que le guiase al teseracto ciego y así lo hice, pero antes de entrar me quemó los ojos y me abandonó aquí. Si no fuera por mi "visión" y mis dones habría perecido hace mucho. Desde entonces llevo aquí perdido... ¿semanas? ¿meses? casi he perdido la cuenta, aunque ahora que lo dicen puede que haga un año de esto. — algunos de los presentes se alarmaron, aquello significaba que ese Nostromo llevaba al menos 200 años vagando por las minas de Mara, incluso antes del establecimiento de aquella colonia penal, pero incluso con algunas leyendas que hablaban de la larga vida que podían alcanzar los navegantes, él afirmaba que no llevaba allí tanto tiempo.

— Los subterraneos de Mara son extremadamente engañosos. Aprendí a camuflar mi huella en la disformidad, empezando por no usar el don psíquico salvo por extrema urgencia, y también a afinar la visión de mi tercer ojo tanto en el espacio material como en la urdimbre. Por desgracia, ni con mis afinados sentidos puedo salir de aquí, llámenlo una maldición de Haarlock o de Mara si quieren. Los caminos simplemente no me conducen a la salida. —

— ¿Otros? Si, por supuesto que me he cruzado con otros, y con ustedes también... oh, disculpen, supongo que solo yo recuerdo eso ¿Dicen que esta es la primera vez?. Oh si, ni el tiempo ni el espacio funcionan aquí normalmente, cosa de la disformidad imagino. A veces no sabía si había vuelto hacia atrás... la verdad, me pregunto cómo seria si llego a encontrarme conmigo mismo por los corredores, pero algo hace que uno nunca se aleje "demasiado" de donde tiene que estar, o de "cuando" tiene que estar... ahora estoy divagando... Si, esos prisioneros, la mayoría entraban en pánico al verme, les oí gritar la palabra "fantasma"; Me habría gustado ayudarles, pero de poco sirve decirle que se vaya a quien no está aquí por voluntad propia. De vez en cuando aún me encuentro a alguno, pero su destino ya está decidido. —

Nostromo hizo una pausa para recapitular — Paso bastante tiempo solo después de eso, al menos hasta que empezaron a llegar los otros grupos. Los mutantes al principio querían incluso reclutarme ¿saben? una especie de profeta me llamaron, pero eran demasiado violentos, terminarán llamando a la catástrofe sobre ellos... ¿terminarán? ¿...no lo habían hecho ya...? En fin, la mayoría disparan sin preguntar o quieren atraparme, pero es fácil evitarlos la mayor parte de las veces, la verdad no me he acercado mucho a ellos. —

— ¿Llevarles hasta el teseracto? oh, de ninguna manera. Quiero decir, por supuesto que podría llevarles, pero solo si tienen el mapa del recorrido. — Los acólitos pensaron automáticamente en los pergaminos, y se los cedieron a Nostromo que dio un respingo, exaltado — ¡Si, aquí está! Bueno, la mayor parte al menos ¿Quién escribió esta mala copia? Entonces, ¿puedo asumir que tienen también el cierre del mecanismo? — los acólitos parpadearon, sin comprender, su desconocimiento rebajó la excitación del navegante — Sin uno de los cierres del mecanismo solo se puede llegar hasta la Puerta a la Oscuridad, pero no se puede cruzar su umbral ni descender hasta el teseracto sin uno de los elementos de protección: los talismanes negros, la piedra angular del corazón de una estrella muerta, las llaves de plata fabricadas para los familiares de alto rango o los corazones mecánicos usados para los engendros esclavos de sangre... supongo... que si ustedes no lo traen consigo, tal vez alguno de los otros grupos lo lleve consigo. Uno solo debería ser suficiente para todos. —

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16/03/2025, 19:03
Director

Nostromo estaba dispuesto a ayudarles, bajo la promesa de que más tarde lo ayudarían a salir de allí. Lo que siguió a continuación fue un recorrido totalmente sin sentido, pero que sin embargo parecía que esta vez sí les estaba llevando hacia las profundidades. Guiados por nostromo, en ocasiones retrocedían por un pasillo nada más atravesarlo, en otras, contraintuitivamente ascendían por corredores estrechos, y en una llamativa ocasión Nostromo les instruyó para caminar atravesando un pasillo bloqueado por un corrimiento de tierra sin parpadear y sin volver la vista, donde en el momento que alcanzaban las rocas las atravesaban como si no estuvieran allí; una vez atravesado por completo y con la aprobación de Nostromo pudieron volver la mirada atrás para descubrir que las rocas simplemente habían desaparecido.

Realmente no tenían más alternativa que continuar, rastrear a otro grupo por aquellos recodos subterráneos no tenía sentido si iban a verse trasladados a un momento o sala diferente, y al fin y al cabo parecía que todos intentaban alcanzar lo más profundo de las minas para llegar al mismo lugar. Sin embargo, tuvieron su primer (a esas alturas, realmente era su segundo) encuentro con otra facción en no demasiado tiempo, y de nuevo, tenía conexiones con la casa del polvo y la ceniza.

La mujer Octavia Nile, con sus fornidos guardaespaldas y su encogido acompañante enmascarado se encontraban doblando un recodo, visiblemente confusos y parecían retroceder de una puerta sellada. Todos se pusieron en alerta, pero Octavia hizo un gesto para detener a sus guardaespaldas, llevaba una elegante pistola de diseño exótico en la mano, pero la guardó con rapidez para alzar la palma vacía en señal de que no quería conflictos, su grupo era menos numeroso que el de los acólitos (un total de 5) y aquél enfrentamiento no les convenía. Bajo el otro brazo de la mujer, tenía firmemente agarrado el salterío gris de la subasta.

Hubo un breve intercambio de palabras, durante el que ninguna de las facciones bajó la guardia, aunque las advertencias en contra de derramar sangre fueron mutuas. Octavia parecía pensar que los acólitos querían que entregara el libro, y pronto quedó claro que ambos sabían lo que era, aunque ella y su grupo estaban teniendo problemas para interpretarlo. Según Nostromo (entre susurros), los códigos usados por los Haarlock eran muy especiales, los infames comerciantes independientes los habían elegido y aplicado estudiando su propia estructura cerebral por generaciones; aquello implicaba que los miembros de sangre Haarlock tenían una facilidad innata para interpretarlos, y que solo ellos podían enseñar a otros cómo descifrarlos completamente. Sin un guía con aquellos requisitos, Octavia estaba constantemente dando un paso hacia adelante y dos hacia atrás. Sacarle información acerca de si poseía uno de esos "cierres del mecanismo" para atravesar con seguridad la puerta a la oscuridad (como la había llamado Nostromo) sin darle una información que no querían que tuviera, pero tras varios minutos de intercambio dialéctico parecía que Octavia se había adentrado en Mara tan solo con el Salterío en sus manos, según afirmaba para reclamar de los tesoros de Haarlock una deuda generacional con su familia, e ignorando el resto de piezas del enigma y sin la suerte de un aliado como Nostromo.

La opinión general era que deberían separar sus caminos y no volver a involucrarse entre ellos, pero Nostromo intervino una vez más, indicando que el salterío de Octavia era más preciso y completo que sus pergaminos, y podría ayudarles a evitar posibles peligros y alcanzar el teseracto antes que el resto. Sin embargo, aquella afirmación bastó para cambiar el desarrollo de la conversación. Octavia no había perdido de vista a Nostromo, y aunque no conociera su identidad, los intercambios entre susurros y las miradas veladas entre los pergaminos de los acólitos y su Salterío, la mujer ató cabos; sus ojos brillaban con inteligencia antes de que los acólitos siquiera hicieran un nuevo intento de negociación.

— Él es capaz de entender este galimatías. ¿Verdad, Mon'Keigh? — Aquella palabra debía ser algún tipo de señal para sus hombres, puesto que en un instante todos saltaron con una agilidad asombrosa, incluida Nile, y procedieron a entrar en combate cerrado contra ellos y sus jenízaros guardaespaldas. Dejaron a varios fuera de combate con expertas patadas y derribos, y particularmente el enmascarado, se escabulló de entre todos los demás como la niebla e inmovilizó a Nostromo contra el suelo manteniendo a raya a los acólitos con una espada en la mano libre, solo que su aspecto y el de todos en el grupo de Nile había cambiado drásticamente.


(imagen generada por IA)

Eldar, ni más ni menos, y el arlequín enmascarado parecía el causante de haber ocultado el aspecto real de todos. La oferta de Octavia fue clara, podían renunciar al navegante y escapar con sus vidas, o podían morir todos. Aquello no era una decisión en absoluto; sin Nostromo, estarían completamente perdidos allí abajo. Aquello se convirtió inmediatamente en una batalla por sus vidas, y pronto quedó claro que la ventaja numérica de los acólitos y los jenízaros no les iba a ayudar tanto como pensaban. Cada eldar poseía una maestría marcial superior a la media humana, y combinaban sus espadas curvas con sutiles pistolas shuriken que cortaban las armaduras como si fueran de papel. Más peligroso aún era el arlequín; empleando sin duda poderes psíquicos convocaba imágenes ilusorias de sí mismo o incluso se transformaba temporalmente en la viva imagen de un jenízaro para sembrar la confusión entre sus enemigos.

Cada eldar se enfrentaba de igual a igual contra dos o tres acólitos o jenízaros al mismo tiempo, Octavia y su arlequín haciendo frente a 4 cada uno al mismo tiempo. Samiel cayó con rapidez, y pronto lo siguieron dos jenízaros, mientras que los acólitos para ese momento solo habían logrado vencer a uno de los guardias eldar, para decepción de la orgullosa líder xenos.

Sin embargo, al derramamiento de sangre le acompañaba un zumbido que fue cobrando fuerza, y pronto surgieron de los túneles, dos insectos gigantes y extraordinariamente rápidos. Sus alas y cuerpo se movían como si se deshicieran en el aire y era difícil mantener la vista sobre ellos. Al ver a los insectos, Nostromo soltó un gemido ahogado y tras concentrarse unos instantes, desapareció con un estallido; los insectos decidieron entonces inexplicablemente abalanzarse sobre el arlequín, a quien podían detectar sin importar su disfraz e ilusiones.

Fue la intervención de los insectos de la disformidad la que permitió a los acólitos dar la vuelta al combate en su favor, distrayendo al arlequín para permitirles hacer frente y terminar con los eldar. Para cuando el arlequín logró destruir a los insectos, Octavia era la última en pie y él estaba muy herido, aunque solo los dos sargentos jenízaros quedaban con vida para ese momento. Contemplando la situación, el arlequín abandonó a Octavia a su suerte y esta terminó muriendo en combate debido a sus heridas, con lo que los acólitos obtuvieron finalmente el salterío.

Notas de juego

El grupo queda reducido a los acólitos, y los 2 sargentos jenízaros.

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16/03/2025, 21:49
Director

Los acólitos se encontraban recuperándose de sus heridas, preguntándose cómo podrían seguir a continuación, cuando Nostromo apareció desde un recodo. Se excusó por haber huido, puesto que los insectos eran la plaga disforme de Mara y se sentían naturalmente atraídos hacia los psíquicos si estos no lograban ocultar sus poderes.

Tras las oportunas explicaciones y un corto descanso el grupo de los acólitos se puso de nuevo en camino, esta vez guiándose con el salterío de Octavia. El camino y la forma de recorrerlo era aún más enrevesado que antes, y más elementos que el tiempo se veían alterados, siendo particularmente extraño un túnel por el que cruzaron boca abajo, como si la gravedad se hubiera invertido solo para ellos.

En su camino Nostromo les dio múltiples advertencias, algunas sensatas, como no cruzar ciertas puertas o pisar exáctamente en los mismos lugares que él, mientras que otras parecían más y más dementes, como caminar arrastrando los pies, atravesar una puerta susurrando una cierta letra, o volcar una vagoneta mientras pensaban en alcohol. Los sargentos jenízaros tenían sus dudas tras un tiempo, pero en un momento determinado, Childres desapareció de repente y Nostromo les ayudó a encontrarlo apoyado contra la pared y sosteniendo su brazo izquierdo cubierto de sangre contando historias de que había vagado solo durante varias horas y las mismas paredes de los túneles lo habían atacado. Nostromo lo llamó insensato por no seguir sus instrucciones correctamente y desde ese momento todos pusieron más atención a sus pasos e incluso sus pensamientos.

En su camino, los acólitos volvieron a encontrarse con los dolientes de la noche negra y con mutantes cubiertos de vengas y túnicas que tapaban su horrible aspecto, aunque en distintos estados de dolor y demencia. La mayoría eran individuos solitarios o pequeños grupos aislados, algunos increíblemente deteriorados y con aspecto de llevar semanas o meses de inanición.

Tras un tiempo de recorrido la presencia de los mutantes se incrementó, muchos de ellos degradados a un estado de salvajismo casi animal, hasta que finalmente alcanzaron un entramado de maquinaria enterrada, más allá de donde alcanzaban las minas, moviéndose ya solo a través de las grietas naturales de la tierra, y sin embargo ahora atravesaban cámaras que podrían pertenecer al interior de una fábrica puerto espacial; gigantescas turbinas giraban a plena potencia y una débil luz dorada que salía de entre las profunda esquinas y recodos, la tecnología era vagamente humana, pero aún así apenas reconocible incluso por Arcturus. ¿Eran acaso vestigios del lejano pasado, o tal vez tesoros llevados allí en el incierto futuro? Ni siquiera Nostromo tenía la respuesta, lo único que sabía acerca de aquellas salas era que nunca aparecían dañadas u oxidadas; incluso si alguien pretendía causar daños a propósito descubría minutos más tarde que en cuanto había apartado la mirada todo había vuelto a su lugar, en perfecto estado y ordenado.


(imagen generada por IA)

Y era en aquellas salas donde los mutantes habían "anidado". Multitud de ellos, la mayoría muy jóvenes y con deformaciones corporales tan severas que no se habían visto nunca en un mundo imperial civilizado, como si hubieran permanecido allí por años enteros criando y sobreviviendo quién sabía como. Su líder era increíblemente anciano y manipulaba a los demás que lo reverenciaban, pero los años y tal vez la influencia de la disformidad lo habían cambiado tanto como al resto o más. Sus extremidades estaban desproporcionadas, y más brazos, piernas, garras, picos, hocicos y colas salían de su espalda desnuda, con su cara medio tapada por una máscara de búho terriblemente realista, que recordaba a los raptores del mundo de Quaddis. El combate fue terrible, los mutantes subdesarrollados apenas suponían un peligro individualmente, pero formaban una marea imparable, y el líder que casi había perdido la capacidad del habla se movía a 4 patas con una velocidad antinatural para su estado físico; peor aún, la deforme criatura era un brujo psíquico de terrible malevolencia, manipulando llamas oscuras que en ocasiones cubrían su propio cuerpo. Arcturus entró en un pánico irracional cuando el mutante usó sus poderes y se lanzó en un ataque desesperado que casi le costó la vida, con los acólitos derribando al corrupto brujo mientras Childres y Makrade mantenían a raya a los mutantes que podían contener. Nostromo, por supuesto, se había esfumado tan pronto como comenzó la reyerta.

Los acólitos lograron evitar la muerte, pero perdieron mucha munición, y las heridas fueron terribles. Arcturus perdió un ojo y Gianna se vio obligada a cortarse un par de dedos cuando estos comenzaron a mutar tras ser completamente quemados por aquellas llamas negras. Con la muerte de su líder, la marea de mutantes se batió en retirada, desapareciendo como alimañas entre las sombras y por cualquier camino disponible. El propio cuerpo del líder mutante se consumía con rapidez, como si solo sus poderes hubieran mantenido su cuerpo intacto, y cuando incluso los huesos se hubieron convertido en polvo lo único que quedó en su lugar fue una extraña llave cubierta de mugre y suciedad con un pequeño cristal oscuro en medio...

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26/03/2025, 21:53
Director

Nostromo apareció de nuevo desde un recodo cuando el combate hubo terminado murmurando sus consabidas excusas. Echárselo en cara no les llevaba a ninguna parte, pero su falta de colaboración en batalla le había un "aliado" muy poco fiable. Fuera como fuese, con el hallazgo de la llave el navegante pronto saltó en enérgicos brotes de alegría.

— ¡Esto es! Un cierre del mecanismo, con esto podemos cruzar el camino hacia la puerta a la oscuridad. —

Sacando de nuevo el salterío de Octavia, Nostromo murmuraba los párrafos en un susurro continuado, saltando de páginas cada dos por tres. — Por supuesto, el reloj marca el camino... Trece veces trece, eso es obvio. — sin despegar la mirada del libro, comenzó a caminar haciendo que los acólitos lo siguieran, avanzando por pasillos y salas sin descanso, a veces entrando en una de ellas solo para volver por donde había venido, alcanzando un lugar totalmente nuevo. El Navegante contaba números y murmuraba sin fijarse en su alrededor, solo en el libro.

Tras cruzar un arco metálico, el ambiente cambió de repente, y lo que había parecido un simple cámara vacía se convirtió ante sus ojos en una especia de pasarela que ascendía, y seguía ascendiendo hacia una oscuridad inmensa que no parecía desaparecer sin importar las fuentes de luz que apuntasen hacia ella. — Aquí está, el último portal. Esto es lo más lejos que puedo llegar. — Nostromo arrojó a los pies de los acólitos el salterío y los pergaminos que había estado descifrando para ellos, de una curiosa manera, evitaba constantemente girar su rostro en dirección al abismo. — Sin mis ojos naturales no puedo bloquear mi "visión", en este estado la oscuridad me consumiría. Girad la llave; seguid el camino. Pronto nos habremos encontrado de nuevo. — y tras aquella enigmática despedida, se cubrió el ojo de su frente y se desvaneció en el aire con un estallido, muy similar a como lo había hecho anteriormente cuando iniciaba un combate violento. En aquella ocasión no importó cuanto esperaran, Nostromo no volvió...

Notas de juego

fin del capítulo 2