Tras atravesar el resplandeciente portal los acólitos notan de inmediato que hay alguna diferencia. En sus prisas la mayoría habían caído sobre sus rodillas o directamente al suelo y lo primero que notaron es que volvían a ser completamente corpóreos y estaban tremendamente fatigados y hambrientos, como si el cansancio acumulado por todos aquellos pasajes en el tiempo por fin les hubiera alcanzado. Podían sentir el olor de la vegetación, el tacto de la tierra, el calor agobiante del ambiente y una sensación más antinatural, un escalofrío que penetraba bajo la piel como si sus instintos más primario les dijeran que se encontraban en un lugar del que debían escapar.
Se encontraban en una loma devastada y marchita, al pie de la cual se extendía un pantano cubierto por un denso bosque que parecía no acabar nunca. Visible en el cielo abierto un sol de justicia arde sobre el claro, emitiendo una tenue luz de atardecer; junto a aquél sol, sin embargo, había una leve sombra que parecía casi acecharlo. A su espalda sobre la loma había dos pilares gemelos de sólida piedra negra y entre ellos, para sorpresa de los acólitos, el portal de espejo que habían atravesado seguía abierto, solo que la escena que mostraba era de regreso a la cámara del Teseracto ciego, con la estatua de la Vástaga del Hierro aún presente, pero con el rostro oculto por sus manos, totalmente inerte.
Los acólitos tienen unos minutos para recuperar algo de aliento y evaluar su situación, en la lejanía se pueden escuchar graznidos de pájaros y otros ruidos de la naturaleza salvaje, pero aquella loma parecía pacífica y nada les molestó durante un rato. Solo cuando finalmente se decidieron a continuar para determinar donde se encontraban, o si había algo útil en aquél lugar desconocido, una parte del pantano se abrió con un murmullo revelando un claro ocupado tan solo por los restos de una arcaica nave espacial naufragada y cubierta de musgo, en el centro del claro, a la entrada del improvisado hogar en que se había convertido aquél naufragio, se encontraba sentada en una mecedora una mujer que parecía llevar la carga de inconmensurables años; toda su piel eran profundas arrugas allá donde mirasen, y de un color pálido y sucio como un trozo de carne tras desangrarlo. Su cabello era una larga melena de canas salvajes y alborotadas, y sus largas uñas negras repiqueteaban distraídamente sobre un servocraneo averiado.
— Ahá. — comenzó a hablar la anciana con una voz deliberadamente lenta y profunda. Algo en su expresión parecía indicar que no le sorprendía verlos allí — Los insensatos realmente han comenzado a llegar... ese necio muchacho Erasmus... tanto potencial desperdiciado, debería haberlo aprovechado para algo útil en lugar de para molestarme. —
La anciana se acomodó en su asiento y chasqueó los dedos. Para sorpresa y horror por igual de los acólitos una figura demoníaca comenzó a surgir del suelo a su lado en una invocación impía, un demonio guerrero de Khorne cuya existencia misma estaba basada en la violencia y el derramamiento de sangre. Por puro acto reflejo Isolda ya había empuñado su arma y comenzado a entonar un ensalmo; el demonio se había girado automáticamente hacia ella con una expresión salvaje y llena de ira, pero la anciana los detuvo a los dos sin ceremonias. Sentada como estaba, simplemente abofeteó de un revés el rostro del demonio y con un gesto de los dedos Isolda se atragantó y la sororitas comenzó a toser sonoramente, ahogada como si un puñado de ceniza se le hubiera pegado a la garganta y falta de fuerzas para responder.
— Ya basta de mamarrachadas, he soportado suficientes estos últimos siglos. — la anciana bruja envió con un gesto al demonio hacia la nave naufragada, y esta criatura nacida solo para la crueldad y la matanza obedeció cual dócil mayordomo. En pocos minutos, el demonio había cargado con una mesa y varias sillas para disponerlas frente a la anciana, así como una pipa de la que la bruja comenzó a fumar inmediatamente. Cuando el trabajo del demonio hubo terminado, esta le despachó con un gesto que lo envolvió en llamas hasta que desapareció por completo acompañado de un rugido por el que los acólitos no sabían si aquél demonio había regresado por donde había venido o había sido completamente destruido sin apenas esfuerzo por su parte. En lo que se tarda en parpadear los acólitos se encontraron de pronto sentados en las sillas dispuestas para ellos, y de los árboles cercanos cayeron múltiples piezas de fruta fresca con extrañas formas que no conocían, posándose suavemente frente a ellos.
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— Os felicito, no cualquiera es capaz de atravesar los corredores del tiempo conservando la vida y la cordura, o la mayor parte de ellas. Aunque sin duda debo agradecer al muchacho Erasmus y sus predecesores que haya hecho transitable este camino hacia mi jardín privado en contra de mis deseos. — la voz de la anciana bruja indicaba frustración, pero no dirigida hacia ellos al menos — Entonces, aquí estáis, y antes de su regreso como esperaba. Tenéis ahora una elección que hacer, según creo. Los pasajes ya os lo habrán mostrado, lo que podría ocurrir si fracasáis en lo que habéis venido a hacer, o la alternativa si en efecto lográis detenerlo. — la anciana bruja se tomaba su tiempo entre frase y frase, dando largas bocanadas de su pipa que expulsaba como volutas de humo que poco a poco se elevaban en el aire para unirse a las pocas nubes presentes en el cielo.
— Vino a buscarme cuando sus planes fallaron, ¿sabéis? — el tono de la bruja se volvió ligeramente burlón — Tan desesperado y necesitado de ayuda cuando descubrió que no podía cambiar el pasado, ni siquiera tocarlo, y cuando intentó buscar respuestas en el futuro estas se volvieron polvo a su regreso. Pero ni su orgullo desmedido, ni su ego le permitieron emitir la más pequeña súplica. —
la bruja señaló hacia la colina con el portal por el que habían llegado los acólitos, una figura fantasmal del mismo Erasmus Haarlock que ya habían visto en sus experiencias del pasado la había atravesado, llevando ropajes raídos y con un rostro demacrado pero de serena y fría determinación se acercó a la bruja frente a los acólitos, ignorando todo salvo a ella — "Bruja, ya sabes lo que quiero obtener, ¿Qué poder o conocimiento me faltan? Dímelo." — exigió. La bruja emitió una brevísima risa irónica, un único — Ja — mientras contemplaba el fantasma de Haarlock, quien sabe si fue lo que hizo cuando Erasmus pronunció su pregunta, o tan solo su reacción al recordarlo. — Qué atrevido, el necio muchacho. —
— En fin, al final pagó el precio por mis servicios, todos lo suficientemente insensatos como para llegar hasta aquí lo terminan haciendo tarde o temprano. Lo que necesitaba era utilizar algo que existiera fuera del tiempo, algo con libertad para moverse allá donde y cuando necesitase, con suficiente poder para romper los lazos que anclaban a sus seres queridos en el pasado que recordaba. De modo que eso hizo, se adentró en el corazón de Komus la Estrella Tirana; el "Sol Negro", la "Llama Oscura del Halo", el "Devorador de Civilizaciones" o cualquier otro de los muchos nombres que ha recibido durante milenios... para volverse uno con él, y forzarlo a que cumpliera en su lugar con los deseos que su pobre receptáculo mortal no podía... —
A medida que hablaba, el tiempo alrededor suyo parecía moverse más deprisa. No tanto como para ser evidente, pero en lo que normalmente habría tardado varias horas, el sol del planeta descendía en cuestión de minutos en un apresurado crepúsculo, la sombra que lo acechaba comenzó a cubrirlo en un rápido eclipse. Aparte de los propios acólitos, el fantasma de Erasmus Haarlock también parecía observar aquella misteriosa escena con sorpresa, dirigiéndose lentamente hacia la elevación del terreno bajo aquella estrella lentamente eclipsada. En cierto modo, era como si el sol estuviera descendiendo directamente hacia aquella elevación del terreno.
Cuanto más crecía la sombra del eclipse, más intensa era la oscuridad que salía de su esfera, zarcillos negros que se extendían en todas direcciones, y en su centro, cada vez más clara, la misma figura de cieno negro que habían visto momentos antes arrancar de su destino a los familiares de Haarlock, llevando amorosamente a su amante y su hija sobre sus consumidos y goteantes brazos. Desde el punto de vista del fantasma, era como si aquella sombra de icor negro fuera su reflejo, llevándole aquello que deseaba.
— Aquí está, el momento de inflexión. Aquí es donde todo comienza y todo termina. — habló la bruja interrumpiendo la escena que se desarrollaba a su alrededor. — En breves momentos Haarlock atravesará el eclipse y se dirigirá al destino que anhela; y, al mismo tiempo, saldrá de allí transformado en un ser inhumano, de insaciables deseos y furia e incontrolables poderes. —
La figura fantasmal de Haarlock se había detenido y vuelto la cabeza hacia la bruja, preguntándole algo pero los acólitos no podían escucharlo por encima de la voz de la bruja — ¿Queréis detenerlo? Es tan sencillo como eso, impedídselo aquí y ahora. Pero hablar de impedirle a Erasmus Haarlock hacer algo que desea es como hablar de detener una tormenta con las manos desnudas. Ahhh, pero... — la bruja se inclinó con una sonrisa de cruel diversión plasmada en su rostro — si queréis mi ayuda, puedo revelaros el secreto, el método infalible de obtener la victoria, los puntos vulnerables del muchacho de los que ni él mismo es del todo consciente. Sin embargo, como ya he dicho antes, la ayuda que se me pide siempre tiene un precio, pero no me consideréis avariciosa; con que uno de vosotros pague, todos obtendréis la recompensa... —
— Bruja... — le estaba hablando el fantasma de Haarlock desde la distancia mientras se acercaba de nuevo en su dirección, pero la bruja lo ignoraba.
— Tú, soldado — se dirigió a Gianna. — Te vanaglorias de tu manejo de las armas de fuego, ¿verdad? Tu orgullo será tu pago. Rifles, pistolas, fusiles... todos ellos fallarán su objetivo en tus manos si eliges soportar la carga. —
— La hija del emperador — se dirigió a Isolda — Tan fiel y devota, tu fe será tu precio. Nunca más podrás invocar el nombre de tu amado Emperador, y cualquier oración silenciosa que recites será escuchada en su lugar por dioses mucho más perversos, a eso deberás renunciar. —
— El noble caído en desgracia — se giró hacia Claudius — ¿tan valiosos son los conocimientos que atesoras? ¿o se trata de la soberbia de saberte más inteligente que otros? Podemos poner eso a prueba. Si aceptas mi precio, cada vez que estés equivocado, cada vez que lo que creas saber no coincida con la realidad lo pagarás con sangre. La gravedad de tu error determinará con cuanta sangre será compensado. —
— El hacedor de justicia — la bruja se refería a Nero — ¿Quién eres tú para decidir lo que es justo y lo que no? Como precio, yo te impondré que a ojos de todo el mundo salvo de tus más cercanos y allegados serás visto como un desalmado, un ególatra, un criminal, un tirano o un inepto... no serás congraciado por tus iguales sin importar tus actos para probar tu valía. —
— El hombre-máquina — se dirigió finalmente a Arcturus — "La carne es débil" es vuestro credo ¿eh? Qué imaginativos e ilusos, pero podemos ver hasta donde llegan tus creencias. Si tu eliges pagar, renunciarás a tu apreciado metal, todo él y para siempre; no te asustes, pues lo reemplazaré por esa débil carne que no echas de menos. Volverás a ser un triste y normal hombre y ningún implante futuro se adherirá a tu cuerpo, eso es todo. —
— ¡BRUJA! — gritó esta vez Haarlock, con su voz imbuida de una autoridad casi sobrenatural. Había regresado al pequeño claro frente a la bruja donde estaban los acólitos, solo que ahora no parecía un fantasma. Su espada le colgaba al cinto, en las cartucheras se intuían las formas de varias armas de aspecto extraño, y ahora que estaba tan cerca y corpóreo los acólitos podían notar varios detalles que no era posible percibir mediante una simple pictoimagen. Del torso a los hombros estaba cubierto de intrincados electrotatuajes que brillaban de un color rojo intenso. Se había librado del parche de su ojo y exhibía un ciberimplante tremendamente sofisticado. — ¿Qué significa esto? ¿Por qué has convocado a siervos humanos? ¿Qué planeas? —
La bruja soltó una carcajada — Muchacho Haarlock. Este es tu pago, te dije que sin importar los conocimientos y poderes que te transmitiría solo tendrías éxito si tu especie juzgaba que merecías regresar con vida de tu cruzada personal. Sea, estos son los representantes de tu especie, ellos te juzgarán. Tan solo están tomando ahora su decisión. — El rostro de Haarlock apenas pasó de una vaga incredulidad a una mueca de desprecio, como si la bruja le estuviera haciendo perder el tiempo, ante lo que la bruja continuó riendo más y más.
La bruja tenía razón, tenían que tomar su decisión, y pronto. ¿Acabarían con Haarlock? ¿Se atreverían a pagar el precio de la bruja para hacerlo? Según las visiones de los recorridos del tiempo, aquello desataría una serie de acontecimientos que desembocaría en una guerra civil y en ultima instancia debilitaría al imperio, si no lo destruía por completo. Pero si se hacían a un lado y le permitían cumplir con su antinatural objetivo, Haarlock se convertiría en una nueva y poderosa facción en guerra con el Imperio, que abandonaría cientos de mundos y reduciría sus fronteras en pos de concentrar su poder para poder hacerle frente.
¿Estaban los acólitos preparados para afrontar las consecuencias de sus decisiones?