Partida Rol por web

Cuando Varikov soltó a Ivalic este lo siguió con cautela. No veía bien donde pisaba así que lo más seguro para él era seguir al trampero que no parecía tener dificultad para moverse en la oscuridad. Parecía que tenía intención de disparar a algo que había abajo, pero Ivalic no veía nada.

-¿Hay zombis abajo? Susurró suavemente a Varikov no queriendo hacer ruido.

Miró a su alrededor pero la claridad que salía de la habitación apenas era suficiente para iluminar un pequeño trozo de suelo. Sería mejor quedarse quieto y no moverse de allí, quizás si se acercaba un poco podía observar como el enano manejaba la ballesta.

La espada de Ashlyn atravesó las costillas y quedó atorada en el interior del cadáver andante. Habría que esperar a cortarle la cabeza para poder extraerla sin peligro, pero se empezaba a ver el patrón... Irina llevaba la armadura de Ashly, y ahora estaba muerta. Urik portaba la espada, y todo le sale al revés. Definitivamente la paladina estaba maldita. Quizás con su propia espada el Caballero del Cuervo tendría más suerte aunque su filo de plata no estuviese tan afilado como un arma de acero.

Varikov recuperó su lugar esquinado con gran ángulo y apretó el gatillo de su ballesta. Uno de los zombis cayó sobre el boquete y se dejó escurrir para este lado del agujero completamente inerte.

Desde la perspectiva de Urik, aquel zombi con la nuca asaeteada, desapareció paulatinamente de la vista a la vez que sus zarpas soltaron el cadáver de Irina. Demasiado peso para el otro comensal, que vió cómo era incapaz de sujetarla y se le escapaba de las manos como ocurriera con Parriwimple. Sin Irina, los dos zombis que quedaban arañaron el peto metálico de Urik tras el cual latía un sabroso corazón puro.

- "¡Poderes Benignos...!" - Gruño al perder de mis manos la espada de Frau Ashlyn.

- "¡Maldito zombie, devuélveme esa espada!" - Gruño furioso al tiempo que desenvaino la espada argéntea de mi Orden y la clavo en la zarpa del pútrido muerto viviente.

Ivalic no podía ver nada, pero evidente que a algo estaba disparando el enano, a no ser que solamente estuviera practicando un poco de puntería sin más, cosa que Ivalic dudaba. Sin nada más que hacer siguió intentando observar a Varikov.

-¿Le diste a algo? Preguntó intentado saber que era lo que estaba pasando.

El Trampero ignoró al niño, pero el mocoso no hacía lo mismo. Al no ver en la oscuridad igual de bien que él, no tenía otra cosa que hacer que tocarle las narices. Varikov se concentró, más incluso si eso era posible, a pesar de todo lo fuerte y guapo que era en un cuerpo tan bajito, y volvió a disparar. En un momento dado pensó mandar al crio a ver qué pasaba con los demás, ¡por qué no empezaban de una vez a matar zombies por el otro lado? ¿Ese agujero en la pared no lo habían hecho ellos?

Descartó esa idea. Si algo les pasó a los demás y el crío también moría, el pueblo iba a pensar que fue él quien los mató a todos… Solo se dedicó a mirarlo mal, ignorando que en la oscuridad el chico no podía ver ni la punta de su nariz.

La lluvia ha empezado a caer sobre la cara de Arik. El tejado está completamente derruído, salvo en un par de esquinas en las que apoyada por dos paredes sobreviven unas cuantas tejas. Aunque quisiera arrastrarse hasta allí para guarecerse, no podría. Una de las dos vigas de madera que sostenía el techo antes de la explosión ha caído sobre sus piernas. Siente los dedos de los pies y puede moverlos, pero sus muslos están atrapados por el peso.

Ha pasado toda la noche así, desde que hiciera explotar un poco de pólvora (o quizás esta vez demasiada) para que el ruido alejase a los zombis de la calle principal. El zombi que le siguió hasta el desván le retuvo lo suficiente para que la mecha se consumiese, pero por lo menos no sobrevivió a la explosión. Si lo hizo, el derrumbe de la techumbre fue lo que acabó con el no-muerto. El cadáver está ahora enterrado bajo quinientas libras de escombros, a su lado.

Hace cinco minutos escuchó a Irina llamar por él desde la calle. Arik estuvo tentado de gritar en respuesta, pero las escaleras que bajan a la primera planta conducen a una pequeña horda de zombis que aún no quiere atraer. Hace dos minutos, la esperanza: Ivalic avisa que han acabado con uno de los zombis. Espera pacientemente a que los aventureros limpien la casa, preocupado por lo que sería de su hija sin él. Demasiado silencio. Puede que todos hayan muerto.

En ese momento escucha un murmullo a través de la trampilla cuyas escaleras llevan al pasillo de la primera planta. No son ruidos guturales. Tienen espacios y entonación, como una pequeña cadena de palabras demasiado débiles como para entender su significado. Pero es suficiente para cerciorarse de que los aventureros han asegurado el camino hasta el desván. ¿Y por qué no suben? Como después de todo esto no tengan curiosidad por explorar el desván, se van a ir sin Arik.

Urik rebana la cabeza del zombi herido con su espada de plata. Cae hacia delante, de modo que la punta de la espada de Ashlyn asoma por su espalda y la empuñadura sostiene el cadáver apuntalado como una viga entre la pared y el pecho. Retirar al zombi del boquete y recuperar el arma sigue siendo una tarea peligrosa con el otro muerto aún alargando sus zarpas. Macabra, su dentadura aún está ensangrentada por los pedazos de carne arrebatados a la difunta Irina.

El cuarto proyectil de Varikov acierta tras la cabeza del último zombi en pie, pero la punta rebota en el cráneo y cae al suelo. El enano tendrá que emplear su valioso tiempo en la ardua tarea de recargar la aparatosa ballesta de nuevo. Desde abajo llegan palabras malsonantes sobre maldición y muerte, las que el paladín suele decir cada vez que pretende castigar a los poderes corruptos con la bendición de los dioses benignos.

¡Maldito zombie, devuélveme esa espada!

Se le ha entendido perfectamente por el boquete, pero la pared que separa ambas casas amortigua mucho su grito, hasta casi ahogarlo.

Animado al ver que la primera criatura se queda inerte, tajeo rápidamente las manos de la segunda. Rebanándole un dedo o dos. No son daños significativos, pero poco a poco es como talan los leñadores los árboles en el bosque...

Varikov seguía en silencio disparando hacia abajo a algo que Ivalic ni veía ni oía, quizás solo quería gastarle una broma o asustarlo o simplemente se estaba haciendo el interesante para que el niño le siguiera preguntando.

-¿A que dispara Señor Varikov? Yo no veo nada ¿Usted si? Debía ver algo porque se había movido con mucha seguridad hasta la barandilla mientras Ivalic había tenido que seguirle a tientas. Tiene que enseñarme como lo hace, lo de ver en la oscuridad, debe ser chulo, y también a disparar la ballesta. Ahora que eran amigos seguro que le enseñaba.

Por más que se intentaba fijar en como el trampero cargaba y disparaba estaba demasiado oscuro y no conseguía ver nada. Varikov hizo un disparo y comenzó a recargar, o eso le pareció al niño que no estaba muy seguro de lo que pasaba.

Si me acerco un poco quizás vea mejor como lo hace.

Ivalic acercó su cara pero en la penumbra calculó mal y se dió un cabezazo contra Varikov que falló su segundo disparo.

-¡Ay! Se quejó mientras se frotaba la frente. Tiene la cabeza muy dura.

Iba a preguntarle si era algo común a todos los enanos, al igual que lo de ver tan bien en la oscuridad pero un grito desde la parte de abajo hizo que se callara.

-¡Es Herr Urik! ¡Debe estar peleando con un zombi! ¿Lo ve Señor Varikov?

Ivalic se asomó para comprobar si podía encontrar a su amigo paladín pero todo seguía igual de negro que antes. Quería gritar para decirle a Herr Urik que estaban allí arriba y estaban bien, pero Varikov le había dicho que no hiciera ruido, así que se limitó a esperar.

Los dedos del zombi bailan en el suelo como unas carpas fuera del agua, hasta que finalmente detienen sus espasmos. Con su zarpa cercenada, los muñones de las falanges acarician el rostro de Herr Urik sin producir arañazos. Ambos necesitarán algo más para vencer a sus respectivos oponentes.

Varikov se cuelga la ballesta al hombro y sus pesados pasos hacen retumbar los tablones mientras saca su hacha. No se dirige a la planta baja, sino hasta el niño pesado, al que agarra bruscamente por el brazo con intención de arrastrarlo con él. Posiblemente solo lo esté alejando de la habitación para poder descuartizarlo en la oscuridad. Las voces de su cabeza aún lo están debatiendo.

Ivalic no es apto.

¿Pato? No, claro que no es pato, es un sucio humano.

¡Sordo! ¡Él dijo apto! ¡APTO!

¿Tordo? ¿Pero al final de qué pájaro estáis hablando? ¿De un pato o de un tordo?

¿Vamos a matar al niño? A mí me gustan los niños, tienen una carne muy tierna, pero no nos va a quedar sitio en el estómago ni para el pato ni para el tordo.

Ivalic podría intentar resistirse si lo viese necesario, pero por otro lado su curiosidad le lleva a esperar las respuestas del Trampero a sus preguntas, mientras las suelas de sus zapatos se deslizan por la madera hacia un destino incierto.

Salto hacia adelante en una veloz estocada, atravesando el pecho del zombie que queda en pie con mi espada argéntea brillando y relampagueando en el aire.

Retrocedo un paso hacia atrás mientras extraigo la espada del torso herido de la criatura no muerta. Creo que no tardará mucho más en caer.

Ivalic dejó que el enano le guiara, seguramente irían a ayudar a Herr Urik en su lucha, aunque la postura en la que tiraba de él por el brazo era algo incómoda para caminar.

-No tan deprisa Señor Varikov, que no veo nada. ¿Vamos a ayudar a Herr Urik y los otros?

No habían oído a nadie más pero seguramente que todos estaban combatiendo para abrirse paso hasta ellos, seguro que un refuerzo no les vendría mal.

-Puede cogerme de la mano, así iremos más cómodos, o puedo agarrarme a su ropa. Sigo sin saber como es capaz de ver, yo no veo ni torta.

Varikov estaba muy callado y no respondía a ninguna de las preguntas del niño, lo cual acrecentaba su curiosidad por las respuestas aún más.

Varikov empezaba a hartarse del muchacho y del shoshosho que escuchaba cada vez que hablaba. Podía ver perfectamente en la oscuridad pero aun tenía agua en los oídos de tanto estar en el agua y no escuchaba muy bien lo que el mocoso decía. Al parecer sus voces no tenían ese problema.

Anduvieron hasta el final del pasillo y ahora que empezaban a bajar las escaleras ya iba a ir más despacio. No quería llegar antes abajo gracias al torpe mini humano que llevaba arrastrando, así que tuvo cuidado de sujetarlo bien por si tropezaba.

¡Ya era suyo! Un tajo más de Urik y el leñoso cuello de carne putrefacta sería talado. Bueno, es Urik... quizás necesite dos tajos... o tres... ¡Ánimo Urik! ¡Pronto bajará Ivalic para darte ánimos!

¿O no...?

El primer escalón que pisa Varikov se queja como una suegra vieja. Aunque el enano sea soltero, sabe distinguir perfectamente el sonido de la madre de la esposa. Algunas de sus voces están infelizmente casadas. Otras, las más insoportables, tienen yernos. Pero hay un tono en ese escalón que no encaja.

Cereeeeeebrooooossss...

¡Sí! ¡Eso no lo hizo el escalón! Del altillo desciende un zombi que, atraído por el jaleo, sale a ampliar su dieta. Sus labios están ensangrentados, y una de sus manos sujeta el entrante: el cadáver de un gato. ¿Cual será su próximo bocado? ¿Enano a la chirimoya o lechón con cebolla, rimas inclusive? Ivalic, sin llegar a verle, ubica al nuevo zombi por el sonido... ¡Pero ni siquiera ve por dónde escapar! Varikov le ha traído a una trampa mortal, como era de esperar del enano psicópata. Yo nunca confié en él.

Casi me parece escuchar la voz maligna del Conde Stradh von Zarovich burlándose de mí, diciéndome que, siendo quien soy, posiblemente necesite tres golpes para librarme de este zombie estúpido.

Ese oscuro pensamiento me pone nervioso y fallo el tajo, arañando inútilmente el suelo de forma superficial.

-¡Eh!

Arik trata de retreparse algo en el suelo, buscando pese a las vigas una posición más cómoda.

-¡Eh! ¡Que por aquí arriba necesitamos que alguien eche una mano! A ser posible, una mano viva que no quiera comerse mis entrañas, por cierto... ¡¡EH...!!

Ivalic casi se cae de morros al bajar el primer escalón pues Varikov no le había avisado, pero el enano mismo se encargó de mantenerlo fuertemente agarrado para que no tropezara, a pesar de su mutismo, debía ser bastante tímido con sus nuevos amigos al principio, se preocupaba por él y había impedido que se cayera por las escaleras.

-¡Gracias! ¡Casi me caigo! ¿Vamos a bajar con Urik y el resto?

Se quedó agarrado al enano mientras se reponía del susto cuando escuchó a un zombi cerca, parecía que detrás pero no sabría precisar muy bien la distancia pues seguía sin ver nada.

-¡Señor Varikov! ¡Un zombi detrás de nosotros! ¿Lo ve?

El enano no debía ver tan bien en la oscuridad si no había visto al zombi, acababan de pasar por allí cerca y la casa no podía ser muy grande. Ivalic se quedó quieto sin saber que hacer, suponía que había más escalones hacia abajo, donde estaban sus otros amigos, y hacia arriba estaba el zombi, sería mejor quedarse donde estaba a no ser que Varikov le dijera otra cosa. De repente Ivalic escuchó otra cosa, una voz que le resultaba familiar y que le hizo abrir los ojos y gritar con todas sus fuerzas a pesar de la discrección que le había caracterizado hasta ese momento.

-¡Arik! ¡Hemos venido a buscarte! ¿Donde estás? Luego se volvió emocionado a lo que supuso que era la cara del enano pero resulto ser tan solo un hombro, con su mano fue palpando hasta encontrar la cara, cosa que le resultó difícil pues era complicado distinguirla entre tanto pelo. ¡Señor Varikov, es Arik! ¡Está aquí! Dio un pequeño salto de alegría antes de volver a hablar. ¡El Señor Varikov matará al zombi y el resto vendrán enseguida a ayudarnos! Seguía sin ver donde estaba, pero quizás el enano si que lo veía. ¿Lo ve Señor Varikov? ¿Ve donde está?

El sonido de la voz hizo a Ivalic volver la vista atrás, en dirección al umbral iluminado que llevaba al dormitorio... o a algún rincón por esa zona. También despistó a Varikov, que en lugar de ponerse a repartir estopa, miró al dormitorio y a las escaleras que llevaban al desván en el lado opuesto de la pasarela en ele.

Eso casi le costó caro al enano. El zombi se avalanzó sobre él intentando morderle. Y como piezas de dominó, el empuje hizo a Varikov bajar un escalón... y a su culo empujar el pecho de Ivalic... Retrocedió el pie del niño en el peldaño, dejando así el tacón en el aire y la puntera de la bota arañando el borde en peligroso equilibrio. Si el zombi mataba a Varikov, el Trampero caería sobre Ivalic y lo tiraría por las escaleras. Ambos estaban a una tirada de dados de los dioses de perecer.

Pero los dioses no tienen que jugar a los dados en el caso de Herr Urik. El Caballero del Cuervo es un uno automático, fracaso total, error garantizado. El zombi del boquete parecía saberlo, pues no se daba mucha prisa por matar al paladín a sabiendas de que en este lance el Mal volvería a vencer al Bien una vez más. Solo era cuestión de tiempo.

Algo pasó a su espalda pues de repente el enano ocupó su mismo escalón y los dos no entraban allí, arrastró los pies intentando no caerse hasta que comenzó a notar que la parte trasera se quedaba en el aire. Cuando tan solo le quedaban unos pocos centímetros de apoyo la presión de Varikov cesó e Ivalic intentó mantener un difícil equilibrio para no caerse.

-¡AAAHHH! ¡Me caigo!

No tenía a donde agarrarse, ni siquiera veía nada, así que echó mano de lo único que podía sostenerle en aquella difícil situación: Varikov. Se abrazó al enano como buenamente pudo.

-No te muevas que me caigo. ¿Hay más escalones?

Agarrado de Varikov podía tener algo más de libertad aunque seguía aún muy limitado de moviento. Liberó uno de sus pies y lo bajó un poco intentando tantear si la escalera seguía o terminaba allí. Por los sonidos el zombi estaba cerca y si Varikov retrocedía más él se precipitaría al vacío o lo que fuera que hubiera allí detrás.