Partida Rol por web

El señor Pip y el señor Sikes se volvieron inmediatamente hacia la desconocida anónima, esperando una orden que no llegó.

Jajajajajajaja... ¡Jackie! Jajajaja... Has acertado. Hacía tantos años que no escuchaba ese nombre, que pensé que no iba a poder aguantar la risa. Jajajajajaja...

Cortó la risa de golpe y se inclinó un poco hacia delante para tratar de regañar a Ivalic con voz seductora. Le pasó la mano con una caricia bajo la oreja. Ahora el dulce niño se encontraba lejos de dónde la espada de Herr Urik pudiese rescatarlo a tiempo, con los dos vagabundos y la fogata entre medias.

Me has decepcionado, niño. Aquel pequeño plan lo tracé para incitar y azuzar el odio a los vistani. Esperaba que aquella mujer contase sus penas a sus vecinos, y que fuesen en turba con horcas y antorchas al campamento gitano. Visto con el paso del tiempo, aquella idea fue muy ingenua por mi parte. No sé por qué esperaba que saliese bien.

Mi nombre es Jacquelin Montarri-una chispa en el cerebro de Ivalic le evocó el recuerdo de ese nombre-. En algunas ocasiones usé el diminutivo de Jackie. Yo le causé mal a tu madre. ¿No me odias por ello? No lo entiendo...

Ahí estaba el final del rompecabezas. Si matasen a Jacqueline por la fuerza, la maldición se rompería. En caso contrario, todas las riquezas acumuladas ayer por Ivalic en la iglesia, se esfumarían como una bruma y aquella mujer se quedaría con todo lo que el niño pudiese pagar.

Hace unos trescientos años, la ladrona y asesina Jacqueline Montarri cumplió su encargo de matar a una raunie, o anciana líder del clan. La Justicia la condenó a la decapitación. Después de que la sentencia se cumpliese, los giorgios o payos dejaron que los gitanos se llevasen el cadáver y la cabeza para que se ensañaran con sus maldiciones y superchería, apaciguando así las ansias de venganza de las tribus vistani.

Que hace trescientos años fuese ejecutada, no encaja con la predicción de Ludovico, cuya moneda cayó de canto y pronosticó que seguiría con vida. La manera de interpretar esta incongruencia quedaba a la entera disposición de la imaginación de un niño.

Desenvaino la espada de plata y me pongo en guardia.

- "¡Ivalic, corre! ¡Aléjate de esa mujer y de sus lacayos!" -

Irina salió desde el flanco y se acercó por la espalda hacia la tal Jaqueline con su espada fantasmal desevainada. Había asistido a toda la conversación en silencio y ya estaba harta. Había decidio acabar con aquella bruja desde que intentó timar al pobre chico y ahora iba a hacerlo con sus propias manos...

El pequeño Ivalic estaba tan sorprendido que no era consciente de lo que ocurría a su alrededor, en su mente bullían un mar de pensamientos. Por un lado la Señora Helene acababa de desenmascarar a Jackie Monosequé, aunque su verdadero apellido era Montarri, y eso solo podía significar o que era una mujer muy lista o que realmente tenía poderes de adivinación, o ambas cosas a la vez y eso le alucinaba. Y por otro lado no podía creerse que finalmente hubieran encontrado a Jackie y que fuera esa mujer que nada se parecía a una vistani, también sus palabras asombraron al niño al descubrir que su madre tan solo había sido un intento de venganza contra los vistanis, pero la bondad de su progenitora había impedido que nada malo les pasara por su causa. Junto a aquella mujer Ivalic no sentía miedo, tan solo algo de pena pues estaba claro que algo muy malo le había pasado para hacer todas aquellas cosas.

-¿Tu..? ¿Tu eres Jackie? ¡Tu eres a quien busco! Una chispa de alegría saltó en su interior y animado por la caricia recibida por parte de la mujer Ivalic hizo lo que mejor se le daba: la abrazó. Siento haberte decepcionado, pero los vistanis son buenos y mi madre también, no merece morir. En cuanto a ellos... Ya no queda nadie en el campamento, el Conde Strahd los convirtió en zombis o huyeron, ya no queda ninguno del que vengarse ¿Pero a que no estás más contenta? Ivalic seguía sintiendo la tristeza de la mujer y sabía porqué. Yo una vez jugando a la pelota me enfadé con Alfredovic porque me empujó y me caí y deseé que le pasara lo mismo, y cuando iba corriendo se tropezó y acabó en el suelo. Pero no me sentí mejor, me sentí culpable y mal, además se torció el tobillo y no pudo jugar durante varias semanas y la pelota era suya...

Fuera lo que fuera lo que le había pasado a Jackie con los vistani Ivalic estaba seguro que la muerte o desaparición de ellos no la harían sentirse mejor, por algún motivo que desconocía eso no funcionaba así. Y entonces Jackie descubrió su verdadera identidad, Jacquelin Montarri y ese nombre trajo automáticamente recuerdos a la mente del niño, recuerdos lejanos de una de sus noches de lectura.

-¡Jacqueline Montarri... pero yo... pero yo conozco ese nombre!! ¡Leí una historia hace tiempo de alguien que se llamaba igual que tu! Era una ladrona y asesina y alguien la contrató para matar a una de las ancianas que lideran los clanes gitanos, ellos las llaman raunies. La mujer era muy buena en su trabajo y cumplió el encargo pero finalmente la atraparon porque eso es lo que pasa con los malos, al final acaban mal. Tras el juicio le cortaron la cabeza como castigo. ¡PUAAGGG aque asco! Pero los gitanos estaban muy enfadados con ella, tanto que las autoridades se vieron obligadas a darles el cuerpo y la cabeza de la mujer. Dicen que lanzaron sobre ella terribles maldiciones hasta que se cansaron, al fin y al cabo la mujer ya había pagado por sus culpas...
¡Y tu te llamas igual! Claro que no puedes ser ella porque esta historia tiene por lo menos trescientos años y la Jacqueline Montarri que la protagonizaba está muerta y sin... sin cabeza. Tu estás viva. ¡Ya se! ¡Eres una familiar! ¡Una descendiente! He leído muchas historias en la que los descendientes tratan de vengar a sus parientes muertos, incluso durante generaciones. ¿Por eso odias a los vistani? ¿Por eso estás enfadada? Pero... los vistani ya no están, también a ellos les pasó algo terrible y mi madre es una mujer buena ¿No podrías quitarle la maldición? Se que no estuvo bien que no te pagaran pero mis padres son pobres y no tenían para darme de comer. Yo te doy todo esto, no tengo nada más para darte, acéptalo por favor, pero quítale la maldición a mi madre ¿Lo harás? ¿Si?

Ivalic le dio su bolsa de ónices y el cáliz a Jacqueline Montarri y volvió a abrazarla con fuerza mientras unos grandes lagrimones comenzaron a aparecer en sus ojos, su madre era lo que más quería en el mundo, junto a su hermana y su padre, y no quería perderla.

Helene escuchó. Era algo que se le daba bien. Escuchó a Jackie y su memorial de venganzas sin fundamento. Y escuchó a Ivalic, cuyas palabras arrojaron luz al deseo de muerte y venganza hacia los vistani de aquella mujer. Todo casaba, todo se unía, todo alcanzaba sentido pero nada se solucionaba. Un velo de seriedad y una pizca de tristeza y conmiseración cruzaron por su cara. Ivalic, en su bondad, tan solo alcanzaba a ver lo que de bueno podía encerrarse en las personas que lo rodeaban. Pero dudaba que aquel cuerpo guardara un solo resquicio de generosidad o de piedad. Su alma se había consumido en el dolor y en el ansia de venganza fruto de un castigo horrible que ella misma había provocado al asesinar a la rauní de los vistani.

-Ivalic -las manos de las que se había escapado para abrazar a Jackie volvieron a posarse en sus hombros, tiroteando suavemente para separarlo de la rubia tetona-, Ivalic. Suéltala. Si cuanto has dicho es cierto, si la historia es veraz y no solo una leyenda, quien tienes ante ti es la Jackie originaria, la que maldijo a tu madre no porque no pudiera pagar, sino porque era un instrumento para su venganza -sufrimiento gratuito en pos de una vendetta personal. Ahora cobraba sentido la presencia de tantas pelucas en el carromato. Solo había que determinar el alcance de aquel hecho, de aquel dato proporcionado por Irina. Con un gesto rápido, echó mano al matojo rubio que coronaba la cabeza de Jackie y tiró con energía de él. ¿Sería Jackie calva y en su cráneo se harían visibles las maldiciones gitanas? 

El fantasma de Irina surgió del suelo, ascendiendo en oblicuo, cruzando la crepitante fogata y lanzándose contra Jacqueline Montarri. Ojo de Toro, y los caballos atados al árbol, notaron la presencia antinatural. Ladridos... relinchos... La oferta de paz de Ivalic quedó en saco roto.

Un... un... ¡un fantasma!

El movimiento de Herr Urik, desenvainando, fue suficiente para quitarle de su asombro. El señor Pip apuntó con el brazo al caballero del cuervo, y tiró de la manga hacia atrás hasta dejar asomar una diminuta ballesta atada a su muñeca.

¡NI UN PASO, O DISPARO!-amenazó.

Al señor Sikes también le cogió de improviso. Su primer movimiento fue dirigido a acunclillarse para agarrar a su perro y que no se avalanzase sobre aquel ser fantasmagórico de ignotos poderes.

¡YO ME OCUPO, SEÑOR PIP! ¡SEÑOR SIKES, AGARRE AL CRÍO Y LLÉVELO AL CARROMATO! ¡NOS LO LLEVAMOS!

La mujer de la leyenda, o una de sus familiares, usaba una mano para apartar al niño pegajoso de su muslo. La otra desenvainaba una de las dagas y se preparaba para recibir el ataque de Irina.

Vamos, bicho del infierno... Acércate más.

Jacqueline hundió su daga mágica en el ectoplasma de Irina. Es difícil explicar el dolor en un fantasma, pero por un momento parpadeó en el aire antes de fallar su golpe. Otro roce de esa daga podría ser fatal para Irina, que podría desvanecerse y dejar de existir para siempre...

Mientras, el señor Sikes se aproximaba hacia Ivalic, pero el niño tenía los reflejos lo suficientemente rápidos como para actuar antes de que eso ocurriese.

Por las palabras vertidas, llego a la conclusión de que madame Jacqueline es una peligrosa bruja, tal vez también sea una no muerta maldita largo tiempo atrás por los vistani.

El caso es que está amenazando a Ivalic y ha dañado gravemente a Frau Irina, y ambas cosas no puedo consentirlas.

Los vagabundos demuestran que no son en absoluto ordinarios, tal y como nos temíamos, cuando uno de ellos se saca literalmente de la manga una diminuta ballesta y me apunta con ella.

Evitando ser mordido por el perro, corro lo que da de sí mi pesada armadura contra el que me amenaza, tratando de propinarle un corte con mi espada de plata.

Ivalic ni siquiera tuvo tiempo de asimilar las palabras de la Señora Helene pues sin saber muy bien como se encontró en mitad de una lucha. El fantasma de Irina atacó, Herr Urik sacó su espada, la Señora Helene comenzó a tirar del pelo de Jackie que a su vez se defendía del fantasma y apartaba a Ivalic para poder sacar sus armas mientras sus amigos se enfrentaban con el paladín.

-¡No! ¡No! ¡Parad! ¡No peleéis más!

No quería que aquello terminara así, había pensado que podía conseguir su objetivo de una manera pacífica pero algo había salido mal y las cosas se habían liado demasiado. Por supuesto tampoco quería acompañar a la Señora Jackie, tuviera trescientos años o menos, así que retrocedió intentando alejarse de los brazos del señor Sikes en dirección al carromato con intención de meterse debajo de las ruedas.

-¡No quiero ir a ningún sitio! ¡Tengo que curar a mi madre y encontrar a mi padre! ¡Dejar de pelear!

Parriwimple escuchó los gritos de Ivalic y quiso hacerle caso. Realmente, quiso hacerlo. Pero lo cierto y verdad era que la cosa se había liado demasiado y eso hasta un tonto como Parriwimple lo sabía. 

- Dejar de pelear si dejar de intentar secuestrar Ivalic- dijo mientras, no obstante, cargaba contra el perro y trataba de golpearle con un brutal golpe de su arma.

rina sintió un desgarro en su misma esencia, en su cuerpo ectoplasmático, que la llenó de un dolor incomparable.

-ARRRRRRRG! PUTA! -gritó.

El espectro sufría por Ivalic. El chico se aferraba a un clavo ardiendo para salvar a su madre pero aquela bruja se lo iba a comer vivo si se lo llevaba.

-Tiene un arma mágica! -gritó a Urik.

Y, después, se la volvió a tragar el suelo.

Todo sucedía a una velocidad endemoniada. El grito de Irina ante el ataque con daga de Jackie, las cargas de Urik y Parriwimple, la desesperacion de Ivalic. Helene en aquel contexto se preguntaba qué podía hacer. Solo contaba con una intuición, una posibilidad. Que la rubia tetona fuera realmente aquel cadáver reanimado por los vistani y sujeto a una existencia artificial fruto de la brujería que Ivalic había narrado. Sus labios murmuraron algo inaudible, un poderoso hechizo que ahora que Irina se había enterrado bajo tierra buscando protección podía utilizar sin miedo a dañarla. 

Con un ladrido lastimero, el perro del señor Sikes sale volando por el golpe de Parriwimple, y aterriza en la nieve, inerte.

¡OJO DE TORO! ¡¿QUÉ LE HAS HECHO A MI PERRO, HIJO DE PERRA?!

Fuera de sí, el señor Sikes desobedece las órdenes directas de Jacqueline y trata de hacerle un abrazo de oso al hombre de tamaño de oso. Sujeta a Parriwimple por un costado, mientras por el otro le aferra el brazo del garrote. ¡Parriwimple no se puede mover!

¡TE MATARÉ! ¡¿ME HAS OÍDO, CALVO DE MIERDA?! ¡TE PIENSO QUEBRAR COMO SI FUESES UNA NUEZ!-grita, lleno de odio, mientras aprieta más y más.

¡Señor Sikes! ¡¿Qué hace?! El niño... coja al niño...

Mientras, la ballesta del señor Pip escupe un pequeño virote que pasa cerca de la rodilla de Herr Urik y se clava en el suelo. El paladín clava la espada en el vagabundo, pero las múltiples capas de ropa hacen un efecto de "armadura acolchada" que amortigua el golpe. A todos los efectos, el intento de Herr Urik ha sido tan inefectivo como tratar de atravesar la rodela del más noble acero.

Cuando el señor Pip rebusca en su otra manga para contraatacar, su jefa la disuade.

¡Señor Pip, ocúpese de los caballos!

El señor Pip apoya la suela de la bota en el tronco que le servía de silla junto a la fogata, y con el impulso da una cabriola hacia atrás, y se cruza con Jacqueline mientras llega al árbol al que están atados los caballos del carromato.

Como un relámpago, la asesina le reemplaza y hunde su daga bajo la juntura de la hombrera y la protección del brazo. Cuando retira la daga, unas cuantas gotas de sangre de Teudeldorf salpican con su rojo el blanco de la nieve.

La plegaria de Helene no ha surtido efecto. Los oponentes en el campo de batalla la ignoran, ya que tienen otras preocupaciones más acuciantes que una mujer que se limita a estar ahí quieta. ¿Pero y los niños? ¿Es que nadie va a pensar en los niños?

Ivalic está a cubierto, bajo el carromato. A unos diez pies de él, sobre la nieve, está el saquito de tela con el cáliz asomando. Un par de ónices han saltado a la nieve cuando aterrizó tras ser soltado por Jacqueline Montarri; el resto de las joyas negras sigue en el saquillo. El tesoro está ahí para quién lo quiera reclamar.

Vjelkus, por contra, recochinea a cuatro patas, con solo unos cuantos pies entre él y la acción. Ha sido arrojado bruscamente desde el colo de Parriwimple cuando cargó, y ahora, tirado por el suelo, lucha por ponerse en pie.

- "¡Por los Poderes Benignos!" - Grito al tiempo que agito, más bien torpemente, mi espada argéntea en la dirección general en que está madame Montarri.

Comienzo a sentirme bastante debilitado por las heridas y la pérdida de sangre. Soy consciente de que si no recibo pronto ayuda esta bien pudiera ser mi última y definitiva derrota.

Irina sentía aún cómo se estremecía su ectoplasma y se lamentaba por no poder ser de más ayuda a sus compañeros. No obstante, aún le quedaba su intelecto, así que escuchó las palabras de la bruja y tuvo una idea. Se acercó a los caballos y los soltó del carro, asustándolos después para que salieran corriendo.