Partida Rol por web

-¿Hablamos en susurros para no despertar la atención de ningún oído y hablamos de romper una vidriera a golpes? -miraba perpleja al grupo-. Me parece una insensatez. Ivalic, entre los enseres del mediano que rescatamos, ¿hay algo que podría servirnos a este fin algo más... discretamente?

- Romper vidriera hacer ruido- dice Parriwimple asintiendo, en un susurro, feliz de ser útil y sin darse cuenta (¡bendita estupidez!) de la aplastantemente obviedad que estaba afirmando.

-Pues no lo se, había muchas cosas.

Ivalic se quitó la mochila, la depositó en el suelo y la abrió para ir sacando su contenido a ver si los adultos encontraban algo de utilidad, creía haber visto algunas herramientas extrañas que podrían servir, o al menos él no sabía para que servían.

-¿Veis algo que pueda serviros? Y sí, romper una vidriera hará mucho ruido. Lo se porque una vez estábamos jugando al balón y alguien dio un chute muy fuerte, rompió una ventana y hubo mucho ruido. Luego tuvimos que salir corriendo para que no nos echaran la bronca. Aquí podemos hacer lo mismo, romper la vidriera, que Herr Urik coja el medallón y salimos corriendo antes de que el Conde nos coja.

Ivalic esparció en el suelo el contenido del morral, en el que a estas alturas se mezclaban cosas suyas y de Liddo: ropa gruesa de Ivalic equivalente a una armadura acolchada, la flauta de Ivalic, las herramientas de "cerrajero" de Liddo, el estuche para pergaminos regalado por Ludovico, odre de Liddo, pedernal de Liddo, petate de Liddo, saco de Liddo, poción de Liddo, bolsa de abrojos de Ivalic, raciones de comida de Liddo, y cetros solares de Liddo.

Aunque la vidriera estuviese soldada y fuese fija, se podría utilizar un gancho de las herramientas de "cerrajero" para horadar la soldadura y extraer las teselas una a una, en un trabajo de precisión que podría prolongarse semanas, y que no lo hacía una solución viable.

El tarareo del jardín se interrumpió abruptamente... tras cuatro o cinco segundos de silencio, la cancioncilla fue retomada desde la misma posición y distancia que antes.

Ivalic sonrió pues no dejaba de sorprenderse de lo maravillosa que era aquella mochila en la que cabían tantas cosas sin apenas pesar nada ni ocupar espacio. Cuando tuvo todo fuera fue descartando algunas cosas que no les servirían.

-La armadura no, la flauta tampoco... el odre no servirá, el petate tampoco, ni el saco, las pociones no, mis abrojos tampoco, la comida no y estas barras que daban luz no creo, el pedernal tampoco...

Quedaban las herramientas de Liddo, pero a Ivalic no le parecían muy útiles. En realidad para romper un cristal lo mejor eran las piedras, era el método más sencillo y eficaz que conocía.
Volvió a escuchar de nuevo el silvido procedente del jardín. Si el pequeño aprendiz de explorador sabía algo de aquel mundo era que alguien que trabajaba en un jardín y silvaba no podía ser malo, quizás pudiera ayudarlos.

-¿Y si le preguntamos? Dijo señalando hacia el origen del silvido. No creo que sea nadie malo, los jardineros no son malos. Igual sabe alguna manera de entrar sin tener que romper un cristal. Ooo... se me ocurre también otra cosa. Si buscamos una piedra grande y la cubrimos bien de tela eso hará que el ruido no sea tanto, aunque hará ruido. Eso claro si seguís queriendo romper la vidriera y entrar, si no lo mejor es que nos vallamos de aquí antes de que nos pillen.

- "De acuerdo. Será lo mejor. Esperemos que es elfo tenga información, aunque si trabaja aquí me temo que no puede ser bueno." -

Nos encaminamos a rodear y emboscar al elfo cantarín.

¡Siempre burlándose del enano! ¿Cómo iba a romper el cristal? ¿A caso era tonto? ¡Había un demonio rubio y de orejotas puntiagudas cagando cerca! Varikov ignoró al falso paladín maligno y empezó a pensar a todos los elfos que conocía. No eran muchos, por suerte.

-El xefe de la difunta Ashlin ye elfo, al meyor ye unu de los compañeros que yeren prisioneros equí, porque había dos, de lo que yo recuerde... ¿Por qué iba a liberarse y salir a cagar en el jardín? Eso no era asunto del Trampero. Esos seres eran raros, tanto como los humanos.

-Echa el freno, madaleno -dijo Helene poniendo una mano sobre Urik, dispuesto a cruzar palabras con desconocidos en terreno enemigo-. Ivalic, pasa esa ropa gruesa tuya. Envolveré mi maza en ella y romperé el cristal. Rezad para que no saque demasiado ruido.

Asiento ante la sensatez de las palabras de Frau Helene.

- "Sí, será lo mejor. Debemos de apresurarnos lo máximo que sea posible." -

Me preparo para cruzar al otro lado y coger el Icono de Ravenloft. La rapidez será esencial.

-Y antes de nada -dijo con la mano sobre Urik aún. Murmuró unas palabras-. Ahora, el golpe.

Preguntándose qué harían si Helene no estuviese para aportar sentido común, el equipo sigue adelante. A base de pequeños golpecitos silenciosos, la estructura de cristal cede en limitados grupos de teselas, que al chocar contra el suelo se rompen en añicos, ahora sí, haciendo algo de ruido. Desde luego, de manera amortiguada. Un buen oído en el jardín podría llegar a escucharlo, pero lo más probable es que no le diese relevancia en comparación con los sonidos típicos de un castillo embrujado. Por lo menos, el tarareo continua sin interrupción, y eso es buena señal.

Como si fuera un dibujo bajo un puzzle, a medida que las piezas caen se va revelando la imagen: un pasillo al fondo a la izquierda... un pasillo al fondo a la derecha... y entre medias, una puerta doble bajo un balcón engalanado con guirnaldas. Un espacio entre los bancos del púlpito, cuyos bancos también llevan guirnaldas a juego, une la puerta doble hasta el altar coronado por la estatuilla de plata de un cuervo...

Y en el último golpe, caen las teselas que ocultaban el lado izquierdo de los bancos del lado izquierdo. Sentado en segunda fila, un impertérrito caballero con armadura completa y visera del yelmo bajada ocultando su rostro. La segunda persona en aquella capilla era un anciano de ropas humildes con cara de estupefacción, de pie frente al primer banco, agarrado a una escoba con la que dejó de barrer en cuanto se produjo la primera caída de la cristalera.

Diez pies separan el Icono Sagrado de Ravenkind, sobre el altar, del hueco de la ventana rota. Veinte pies tendría que volar cualquier proyectil disparado desde la ventana para abatir al viejo sirviente de la escoba (o malvada bruja metamorfoseada, eso nunca se sabe). Treinta pies separan al caballero sentado de los intrusos.

Para Parriwimple la cuestión era sencilla: esos no eran amigos, pero tampoco eran enemigos. Al fin y al cabo, ¿no era después de todo malo considerar que alguien era enemigo por estar en un sitio? Y Parriwimple no quería ser malo. Ser malo estaba mal. 

Así que, convencido que sus amigos le decían la verdad, corrió hasta la estatuilla, la tomó (o eso intentó al menos) entre sus manos, y luego volvió a correr dispuesto a salir de allí antes que nadie pudiera decir nada.

Nadie salvo él claro.

- Es de mi amigo. Por eso Parriwimple coger- explicó casi sin resuello sin detener por ello su apresurada carrera.

Me apresuro a seguir a Parriwimple, con el escudo preparado, pero sin desenvainar todavía mi espada. Estoy listo para proporcionarle protección si la necesita y acepto el Icono de Ravenloft con la mano libre, la derecha, si me lo tiende.

Finalmente la Señora Helene hizo que Herr Urik cambiara de opinión y decidieron decantarse por romper la vidriera con la maza acolchada por la ropa que Ivalic llevaba en la mochila intentando así hacer el menor ruido posible y no alertar a todo el castillo de su presencia, ya que parecía que desde el jardín aún no les habían visto.

-¡Bieeeen! ¡Funcionó! Celebró Ivalic en bajito mientras daba un pequeño salto de alegría. ¡Mirad! ¡Ese debe ser el Símbolo!

Ivalic señaló la pequeña estatuilla de plata con forma de cuervo que estaba sobre el altar. Pero se quedó petrificado con el dedo en aquella dirección cuando los últimos trozos del ventanal dejaron al descubierto el lado izquierdo y allí a dos figuras, un caballero vestido con una armadura y un hombre mayor que barría. Dejando a Parriwimple y a Herr Urik llevar la iniciativa el niño miró a la Señora Helene en busca de consejo.

-¿Que hacemos ahora?

-Nada, esperar a este lado a que salgan y escapar lo más rápido posible por donde vinimos -susurró Helene-. Prepárate para recoger el icono y meterlo en tu mochila y salir corriendo. Vjelkus, listo para correr -una suave mirada a su ternero, fue cuanto necesitó para acicatearlo a prepararse para el trote.

 ¡Es terrible! ¡Terrible! Esto tendrá consecuencias, oh, sí. Las tendrá. Ustedes son invitados a la boda, ¿verdad? Oh, qué pregunta más estúpida. Es obvio que sí, ya que están aquí. ¿Por qué otra cosa habrían venido sino? L... les pido mil disculpas. La boda se anuló. No he sido del todo diligente, debí traspapelar alguna carta avisando de la cancelación. Lo lamento tanto... ¿Van a quedarse a presentar sus respetos al Conde?

El viejo sirviente se acercó al altar y barrió las teselas rotas para que Parriwimple no las pisase en su huída con la efigie de plata. El caballero de la segunda fila se mantuvo impávido, sin mover ni un solo músculo, como si la escena no le despertase el más mínimo interés. Ante la pasividad de sus contrincantes, Parriwimple pudo cruzar sin problemas el hueco de la ventana rota y volver junto a sus compañeros con el Icono Sagrado de Ravenkind en sus manos.

Tal y como estaba planeado, Vjelkus salió corriendo. Dos largos segundos de spring, todo un récord. Luego, la cosa se lió... empezó a mirar atrás para ver si le seguían... dejó de levantar tanto las rodillas... Era fácilmente alcanzable. Los demás podían seguirle, si es que la confusión de la curiosa estampa no les detenía.

Era... extraño. Mucho. Pero también era divertido. Así que Parriwimple medio sonrió y siguió corriendo.

Soy consciente de que podríamos quedarnos y averiguar más, quizá alguna debilidad del Conde o alguna pista sobre el paradero del otro artefacto que necesito, el Símbolo Sagrado de Ravenkind.

También soy consciente de que no he llegado a ver al espíritu de mi maestra, cosa que me apena un tanto.

Sin embargo, la misión está cumplida. El Castillo de Ravenloft es una zona excesivamente peligrosa para nosotros en estos momentos. Además, tenemos muchas cosas que hacer todavía fuera del castillo.

Me aseguro de que nadie se quede demasiado rezagado, si es necesario cojo a Vjelkus de la mano, y de que llegamos todos sanos y salvos hasta el rastrillo del jardín que nos devolverá de vuelta a las puertas del castillo.

Ivalic obedeció a la Señora Helene y abrió su mochila para que pudieran guardar allí la estatuilla si así lo deseaban. Para su sorpresa ninguna de las dos figuras pareció enfadada o les atacó, el viejo se limitó a seguir barriendo y a disculparse por el un envío de unas invitaciones de boda de las que Ivalic no sabía nada. El caballero de la armadura ni siquiera se movió, como si todo aquello no estuviera pasando o no les diera la menor importancia.
Salió corriendo con el resto intentando alejarse lo más posible de allí, en cuanto el Conde se percatara del robo seguramente los perseguiría o mandaría a sus esbirros a por ellos, sería mejor alejarse lo más posible y que ese símbolo les fuera de verdadera ayuda.

-¡Lo conseguimos! ¡Tenemos el símbolo! Celebró mientras corría. ¡Eres muy valiente Parriwimple!