Partida Rol por web

Mientras la capa revolotea a mi alrededor como si tratara de ocultarme, emprendo la retirada callejeando, tratando de engañar a las muñecas que me persiguen.

Corro poderosamente durante un rato hacia la carpintería, aunque hacia el final de mi carrera comienzo a acusar el cansancio.

El niño sonrió cuando vio como su canica impactaba en una de las manos del muñeco, pero este seguía aferrándose al cuervo con fuerza y estaba cada vez más cabreado y desesperado. La mirada penetrante de Maligno se clavó en los ojos de Ivalic y de repente este comenzó a sentirse diferente, ya no era más un niño, ahora tenía la sensación de que su cuerpo estaba lleno de plumas. Ivalic soltó el tirachinas y puso sus manos en los sobacos para después comenzar a mover los codos hacia arriba y hacia abajo mientras andaba en círculos.

-Pio pio, pio pio, pio pio.

Parriwimple era un hombre simple. Si golpeaba suficientes veces a la comba y a la pelota, estas serían derribadas, estaba seguro. Desgraciadamente si alguien no le curaba el más leve golpe haría que sus heridas le volvieran a derribar.

Sin tomar las tijeras lanzadas por Guiseppe, Parriwimple golpea nuevamente contra la comba... pero falla

-Coge tú las tijeras, Parriwimple. Yo intentaré disparar a esa pelota y hacerla reventar -enarboló la ballesta y aguantó el tipo hasta ver la pelota acercarse y solo en el último momento, disparó el virote.

El primer hachazo le hizo darse cuenta de que esa puñetera madera no era una madera normal y corriente. Varikov tuvo que aguantarse las ganas de sacarse algo queque tenía entre los dientes con una astilla de las piernas de Maligno hechas añicos. Vio que aun tenía una nueva oportunidad y no dudó en volver a levantar el hacha para darle un nuevo golpe.

En la planta baja de la carpintería se escucharon gritos, en cuanto Maligno (la parte del muñeco de cintura para arriba) entró agarrado a las patas de Hurrn. Con el cuervo revoloteando por toda la sala, aquello se convirtió en un caos. Katta, Olga y Stara no paraban de gritar, y las risas de Maligno resonaban más terroríficas como si su eco se repontenciase en aquel taller plagado de madera.

Ivalic y Herr Urik se reencontraron en la entrada del establecimiento, llegando desde calles opuestas. La fase hipnótica, en la que Ivalic se creía un pollo, había desaparecido con el paso de los minutos. Urik, por su parte, había podido mantener la carrera durante todo el tiempo gracias a la fortaleza que le aportaba el amuleto, dejando atrás a las muñecas. El Caballero del Cuervo ni siquiera estaba cansado.

En eso vieron al enano, al fondo de una tercera calle, gritándoles algo. Venía corriendo a lo lejos, carrera que empezó en la mansión del Burgomaestre. Justo después de romper las piernas de Maligno, a grito pelado en plena ola de locura, los soldaditos de plomo que se encaramaban a las puertas y ventanas cerradas de la mansión giraron sus cabezas hacia el origen del escándalo. Varikov venía perseguido por ese ejército de juguetes, que clamaba venganza por la muerte de la mitad de su amo.

Los tres se metieron en la carpintería y cerraron la puerta, pero era necesario tapiar a base de tablones y clavos las ventanas de cristal (una de ellas, por la que entraron Hurrn y Maligno de una embestida en vuelo, incluso estaba rota). Si en estos momentos se ponían a luchar con Maligno, era probable que varios soldaditos de plomo se colasen en la casa, y que luego fuese demasiado tarde para bloquear las entradas.

Jijijiji... ¡a por el gordinflón!

Vjelkus y Giuseppe estaban ante una trampilla en el suelo. Giussepe sosteniendo un farol encendido y Vjelkus disparando flechas al sótano en lugar de al recién llegado Maligno. Maligno, por su parte, soltó una de las patas de su aerotransporte, sacó de su bolsillo una aguja y la lanzó directo al brazo de Vjelkus. Como si fuese un títeres al que le han cortado una cuerda, el brazo de Vjelkus se dejó caer, paralizado. Sin posibilidad de mover ese brazo, no podría tensar la cuerda de su arco y seguir luchando. 

En cuanto al sótano...

Parriwimple y Helene seguían su lucha para tratar de coger el bote de barniz, pero la pelea con la pelota y la cuerda de saltar a la comba era encarnizada, empelotada y encordada. La comba estaba junto a Helene y Parriwimple, en la base de las escaleras. La pelota botaba aquí y allá, y muy de vez en cuando se dejaba "caer" golpeándose contra el peto metálico e inexpugnable que cubría los pequeños pechos de Helene.

- "¡Parriwimple, Ivalic! ¡A Maese Varikov le persiguen más soldaditos de plomo! ¡Es necesario bloquear las ventanas! Todo esto lo produce el muñeco Maligno, Varikov y yo trataremos de acabar con él. Vosotros poned tablones en las ventanas, que no reciba refuerzos." -

Tras esto, cargo con furia justiciera contra Maligno y en cuanto tenga una buena posición de flanqueo con Varikov le ataco con mi Castigar el Mal.

Ivalic se pasó un tiempo dando vueltas como un pollo sin cabeza piando en medio de la calle hasta que poco a poco fue pasando el efecto de la hipnosis de Maligno y se quedó algo desorientado por lo que había pasado. Herr Urik apareció corriendo entonces, ya era tarde, no habían podido detener a la mitad del muñeco antes de que llegara a la carpintería.

-¡Lo siento Herr Urik! ¡No pude detener a Maligno y me lanzó un hechizo que me convirtió en un pollo! ¡Está dentro de la carpintería!

El paladín y su portaantorchas se dispusieron y entonces escucharon unos gritos, era Varikov que se acercaba a toda prisa perseguido por unos cuantos soldaditos de plomo. Entraron y cerraron la puerta mientras en el interior reinaba el caos, había demasiadas cosas a las que atender como para poderse centrar en algo. Fue el liderazgo del paladín el que inspiró al portaantorchas. Por fortuna en una carpintería lo que sobraban eran tablones, martillos y clavos. De inmediato Ivalic se puso a intentar tapar la ventana para impedir que los soldaditos de plomo pudieran entrar y ayudar a Maligno, confiaba que sus amigos pudieran acabar con el muñeco mientras tanto.

-¡Ahora voy Herr Urik! ¡Usted y el Señor Varikov acaben con Maligno!

Resignada a que nada de cuanto hiciera detendría a aquellos endiablados objetos, Helene se lanzó en plancha para alcanzar el bote siguiendo las instrucciones de Giussepe. Lo calizó el tablón suelto, tiró de él y procuró hacerse con el barniz paralizante.

Varikov era amigo del bosque y de los árboles, pero no había visto en su vida un cacho madera más repugnante que ese. Por suerte pudo acabar con la parte de abajo del muñeco. Sus voces no paraban de hacer chistes malos sobre lo que le iba a faltar a Maligno además de sus piernas. Al enano no le parecía que el bicho tenía menos huevos, no daba señales de sufrir por esa pérdida.

Correr hasta la carpintería no le vino tan mal como pensaba. Su cuerpo aun aguantaba un poco más. Esa noche iba a dormir bien, si podía. Pero de momento tenía que seguir luchando. Su mirada estaba puesta en la parte de arriba del muñeco y esperaba poner encima también su hacha. 

Los soldaditos de plomo empezaron a entrar. A raudales. Acorralaban a Katta, se lanzaban sobre Olga y pinchaban los pies de Stara con sus bayonetas. A la desesperada, Varikov atacó al Maestro de las Marionetas.

¡Zeráz gilipichiz!

El hacha de Varikov le partió la cabeza al muñeco, dividiéndola en dos. Aprovechando la cercanía de las manos que sujetaban el arma, Maligno le mordió en los dedos. Entonces, algo se empezó a apoderar del Trampero. Una sensación nueva. Extraña.

 J... ja. Jjjjj... jaja, jajajajaja... ¡JAJAJAJAJA!

¡No podía parar de reír! El enano ni siquiera podía tomarse un respiro para rematar el trabajo empezado. Con la magia de su mordisco, Maligno había incapacitado a uno de sus oponentes más brutales en la batalla. El otro... el otro estaba por caer... La espada justiciera (no lo suficientemente justiciera para castigar el mal por segunda vez en el mismo día, pero sí para liarla parda) se hundió en el pecho de madera de Maligno, empalándolo, y separándolo de un tirón de las patas del cuervo Hurrn.

A ezo llamaz tú un cuchillo... ¡ezto ez un cuchillo!

No tuvo tiempo de usar su navaja. El golpe de Urik había sido demasiado letal. Y tras tambalearse sin piernas en el suelo, el muñeco se desmoronó sin vida. Los juguetes que había en la carpintería y en el sótano hicieron lo mismo.

Descargo un nuevo espadazo brutal sobre la cabeza de Maligno. Después recupero concienzudamente los pedazos, metiéndolos en un saco. Enciendo la chimenea de la carpintería y con extremo cuidado quemo bien los restos de Maligno, asegurándome por completo de que queda completamente convertido en cenizas.

A pesar de sus esfuerzos Ivalic no había conseguido tapiar la ventana lo suficiente para impedir la entrada de los soldaditos de plomo y vio con desesperación como se lanzaban contra su hermana, Olga y Stara sin poder hacer nada para impedirlo. A pesar de todo el enano y el paladín no cejaron en su empeño y arremetieron contra el muñeco que finalmente no pudo resistir los golpes de ambos, aunque lo intentó por todos los medios. Cuando Maligno fue derrotado todos los juguetes volvieron a su estado original y quedaron inertes e inofensivos en sus sitios, aunque Ivalic no las tenía todas consigo.

-¡Muy bien Herr Urik y Señor Varikov! ¡Lo habéis conseguido! -Se acercó con cierto recelo al paladín que intentaba deshacerse de los restos del muñeco.- ¿Cree que quemarlo bastará?

- "Uno nunca puede estar del todo seguro de esas cosas, mi buen Ivalic. Tendremos que hablar al respecto con Giussepe, Frau Helene y tal vez el Padre Danovich. En principio, si el barniz mágico era suficiente para mantenerle bajo control, el fuego debiera haber exorcizado por completo al muñeco. Pocas cosas purifican tanto como un buen fuego, Ivalic." - Sonrío al muchacho con una sonrisa algo cansada.

Todo había acabado. O casi todo.

Helene miró el bote de barniz que tenía en la mano y que finalmente no había sido necesario. Igualmente, vio la navaja de Maligno en el suelo, el muñeco cuyo pedazos Urik recogía con el afán de un devoto seguidor. Se agachó y tomó la navaja, muy consciente de cómo las cosas hubieran sido bastante más sencillas de haber contado con ella hacía unos minutos. Y es que muchas veces, la supervivencia o el éxito no dependen de una gran espada o una gran maza, sino de algo más cotidiano y en apariencia inocente.

-Tenga, señor Giussepe -dijo dando el bote de barniz al carpintero-. Y lo siento -sí, lo sentía. No que Maligno hubiera muerto, sino el dolor de aquel hombre que había volcado sus ilusiones en aquel trozo de madera. Pero un alcornoque es un alcornoque y un ternero, un ternero, sentenció para sí, mientras revolvía el pelo de Vjelkus-. Y si no le importa, me quedaré con esto -dijo mostrando la navaja recién requisada.

Se miró el cuerpo magullado , amén de fruncir la nariz ante el olor que despedía. Aunque no estaba seguro si procedía de ella, de los allí presentes o era una amalgama de pestilencias que exigían con urgencia un baño.

-Chicos, tenemos que ir en busca de Viktor, la madre de Ivalic y el resto. Y después necesitamos cenar, un baño y dormir. Yo debo recuperar mis hechizos y me temo que mañana voy a tener unas primeras horas intensas intentando devolveros algo de salud. ¿Sabéis algo de Liddo? ¿Escapó o conseguisteis detener a esa rata oportunista? ¿Y Arik?

Miró en dirección a Stara a la que sonrió antes de acercarse a ella y abrazarla.

-¿Qué tal estás, querida? Ya ha pasado todo. Nadie dijo que los comienzos fueran a ser fáciles, pero me temo que todo ha sido más... complicado de lo esperado. ¿Vamos a buscar a Viktor, Stara?

¡No! ¡No, por favor...! ¡Mi hijo! ¡MI HIJO!

Giussepe había pedido piedad para su hijo agarrándose al brazo de Urik y acariciando el emblema de su armadura con dedos temblorosos, buscando compasión, un cadáver de madera al que enterrar.

Katta, aún asustada, retrocedió hasta Vjelkus buscando alejarse de los gritos de Giussepe. Los brazos de los dos niños se rozaron, el del ternero seguía inmóvil. Con sumo cuidado, Katta extrajo la aguja y se la mostró a Vjelkus con una sonrisa de consuelo. El hijo de Helene empezó a recuperar la movilidad, y lo celebró devolviendo una sonrisa a la hermana de Ivalic y rotando el brazo para ponerlo a prueba.

El hacha cortó la madera con esfuerzo, no era como cortar un árbol. Varikov sudaba y jadeaba, pero era demasiado cabezón para rendirse. Sonrió cuando vio el efecto de su último golpe y, después de un furtivo mordisco por parte de media cabeza del Maligno, la sonrisa se transformó en risa. El Trampero no era un enano alegre, más bien todo lo contrario, por lo cual esos ruidos que salían de su boca le eran extraños. 

En cuanto el falso paladín le dio al muñeco el golpe final, Varikov frunció el ceño y respiró aliviado. Ya no reía. Estaba rabioso. Con un gruñido empezó a golpear con su hacha a los pequeños soldaditos de plomo y al resto de los juguetes. Sabía que era la magia lo que les movía, pero aún así les tenía mucho rencor. Cuando acabó de desahogarse, empezó a arrástralos hasta el fuego que había hecho Urik y los tiró dentro. Ahora estaba listo para seguir ocupándose de otros asuntos. 

-Liddo, malditu traidor, voy buscalu, ho. Y se fue mirando el suelo en búsqueda de huellas. 

Stara no respondió a Helene. Se quedó mirando, absorta, el fuego de la chimenea... Hasta que al final reaccionó. Corrió hasta una jarra de agua y volcó su contenido sobre Maligno, sofocando las llamas. Puede que su instinto maternal, acentuado por el embarazo, le haya hecho compadecerse del viejo carpintero de un modo similar al de Helene.

La mujer embarazada permaneció de rodillas ante el muñeco, hasta que Olga puso su mano en el hombro. Stara rebuscaba entre las piezas rotas y ennegrecidas por el fuego... hasta que lo encontró y lo alzó: el saquillo que Hurrn había robado con el pico del cinto de Maligno. Hurrn permanecía avergonzado sobre la repisa de un armario. No solo no había logrado proteger el saquillo, sino que el muñeco le había controlado la mente.

Stara sacó de la bolsita una gema. En sus facetas se retorcía el rostro atormentado de su esposo Viktor.

Coloca la piedra sobre la frente de su cuerpo inmóvil. Eso debería bastar para devolverle su alma. Para devolver cada alma a sus respectivos cuerpos, y hacerles resurgir como un fénix. Lo siento, soy un pollo fracasado...

Los rayos del alba se empezaron a filtrar por las ventanas rotas, iluminando las ojeras de unos cansados y trasnochados héroes. Era un alba extraña, anómala, de tono esmeralda. Los que salieron entonces a la calle lo vieron... una luz más poderosa que la del sol. Una columna de luz verde, emergiendo del Santuario del Bosque. Parece ser que tanta distracción acababa de entorpecer su misión, y alguien había logrado romper uno de los tres sellos que unían a Strahd con la tierra maldita.

Me quedo aturdido después de todo lo que ha pasado. La tensión de las últimas horas, y días en realidad, es excesiva. Suficiente para sobrepasar por completo a cualquiera. Sin embargo, no hay posibilidad de descansar. Todavía no.

Ayudo en lo que puedo con las gemas del alma para ayudar a las víctimas a recuperarse.

Después miro a todos mis compañeros de desventuras y les digo:

- "Cuando regresamos del Sumidero del Mal al pueblo, escuchamos un disparo procedente de la posada, donde seguramente Arik estaba en peligro. Optamos por acudir en su lugar a combatir al señor Maligno y sus juguetes asesinos. Seguramente fue la mejor decisión que podíamos tomar en ese momento, pero ahora toca averiguar qué ha pasado entre tanto en el resto del pueblo, y en la posada y con Arik en particular..." -

Sonrío tristemente a Frau Helene:

- "Sé que me acusáis de no descansar nunca, pero, mi señora, nuestro lugar natural de descanso, y nuestra base de operaciones, es de forma natural la posada. Debemos asegurarla." -

Le tiendo la mano para que me devuelva el emblema sagrado de mi Orden, la Orden de los Caballeros del Cuervo, el Icono de Raveloft.

El niño miró hacia otro lado mientras el carpintero rogaba por la vida de aquel muñeco maligno que consideraba su hijo, apreciaba al anciano pero estaba de acuerdo que conservar a Maligno aletargado bajo un barniz era peligroso viendo todo lo que había hecho en el pueblo, cualquiera podría volver a liberarlo en un futuro. Ivalic suspiró aliviado al ver que Stara recuperaba la bolsita de las gemas del fuego, por poco no las habían quemado junto al muñeco. Se acercó a su hermana, a Olga y a Vjelkus para asegurarse de que estaban bien.

-Menudo susto hemos pasado ¿Estáis bien? ¿No estáis heridos? Maligno también me convirtió en un pollo cuando intentaba detenerlo, fue... raro, solo podía piar y mover las alitas. -Se giró hacia el cuervo que no paraba de lamentarse.- No te preocupes Hurrn, no eres el único al que controló mentalmente. Maligno tenía grandes poderes. Señor Giussepe, ¿Como es posible que un muñeco de madera pudiera tener esa magia y estar vivo? ¿Y como podía ser tan malo si usted es tan buena persona? No lo entiendo. -Y como no podía ser de otra forma, no disponían de tiempo para disfrutar aquella pequeña victoria pues muchas tareas seguían pendientes y ellos parecían los únicos disponibles para hacerlas.- Primero devolveremos el alma a mi madre y al resto del pueblo, así quizás podrán ayudarnos a averiguar que le pasaba a Arik y después... -Ivalic dejó la frase a medias pues una luz comenzó a iluminar la estancia, amanecía en Varobia, pero cuando alguien abrió la puerta y salieron a contemplar aquel amanecer tan pontente se dieron cuenta que se trataba de otra cosa, una gran columna verde salía de alguna parte del bosque cercana al Santuario del Bosque o quizás del propio Santuario.- ¿Que es eso?

Quizás los adultos pudieran confirmar que significaba aquel evento, aunque Ivalic no tenía buenas sensaciones sobre aquello.