Partida Rol por web

- "Ábrelas, Ivalic, yo te salvaguardo. Si hay algo maligno ahí, recibirá mi ira." - Digo con convencimiento.

Firan les había indicado que aquel era sin duda el mejor camino para salvar el alma del hijo de Parriwimple y el Doctor se había asegurado que no había trampas, así que no dudó en cumplir los deseos del paladín.

-Sí Her Urik, ahora mismo.

Se dispuso a cruzar la distancia que lo separaba hasta las puertas y abrir una de las hojas, solo esperaba que se abrieran hacia dentro para así quedar protegido por la propia hoja de la puerta si algo terrible les esperaba al otro lado.

Parriwimple mantenía un tozudo silencio. Hacia ya un rato que había tomado con una sorprendente suavidad (a pesar de su natural torpeza) el brazo de su esposa, deseoso por sentir el calor, la familiaridad, que latía en él. Su hijo. Podían rescatar el alma de su hijo. Quizás, alguien más inteligente, hubiera podido sentir reproche mental al anteponer, aunque fuera por unos instantes, el rescate del alma de su hijo a la destrucción del conde vampírico.

Pero para Parriwimple no había tal dicotomía. Había cosas malas, había cosas buenas. Y había que hacer lo posible por hacer las buenas y evitar las malas. Eso era todo.

- Entonces, ¿poder salvar alma hijo ya?

Lo cierto es que temía haber olvidado todo lo que tenía que hacer para salvarlo. A pesar de haber repetido hasta la saciedad las palabras, la muerte del pobre hijo de Helene y todo lo pasado habían ido confundiendo, en su mente frágil, las cosas que tenía que hacer para lograrlo.

Con precaución, me adelanto un par de pasos cruzando las puertas abiertas por Ivalic e iluminando el lugar con la luz de la Espada Solar para ver lo que hay más allá. Me mantengo alerta y dispuesto para lanzarme al ataque si es necesario.

La nueva sala tenía otros treinta pies de largo. En el centro de la habitación había una cuerda que colgaba del techo, más exactamente del badajo de una gran campana. Al igual que en la antesala, había muchas telarañas por todos lados. Pero no escaleras ni puertas.

¡No! ¡No es posible! ¡No puedo haberme equivocado! Debería estar aquí... ¡Tiene que haber alguna puerta secreta! ¡Tenemos que buscar!

La luz de la espada iluminó bien las alturas, delatando la presencia de tres depredadores. Dos de ellos eran unas arañas rojas del tamaño de un lobo...

También había un vampiro en forma de murciélago gigante, como cuando Strahd les atacó en la capilla...

Las arañas rojas escupieron un chorro de su abdomen, que enmarañó a Firan y a Urik con un montón de pegajosas telarañas. Mientras descendían por las telarañas hasta la altura del suelo, el vampiro se lanzó hacia Urik mordiéndole salvajemente. No solo drenó su sangre, sino también su magia, y parte de su alma.

Pese a estar enmarañado y debilitado por el mordisco del vampiro me las apaño para propinarle un furioso tajo con la Espada Solar, aunque el corte de retorno tan sólo divide el aire.

No era tiempo de discutir si Firan se había equivocado en sus cálculos, ni siquiera se alegraba o le apetecía meterse con él por ello, prefería que estuviera en lo cierto.

-¡Ya buscaremos luego, lanza algún hechizo si puedes!

Aquella sala no estaba vacía como la anterior y en cuanto irrumpieron en ella dos arañas muy grandes y un vampiro les atacaron. Herr Urik fue el peor parado. Ivalic sacó su trabuco y apuntó a una de las arañas, no quería disparar al murciélago y acabar hiriendo a Herr Urik.

-¡Toma esto!

Parriwimple intenta golpear al vampiro, aprovechando que ha atacado a Ser Urik para flanquearle con este, pero el ataque, aunque no por demasiado, falla.

Una vez más los enemigos caían sobre ellos desde arriba, como una pertinaz lluvia que nunca acabara. Vio a Firan caer bajo la maraña, por segunda vez, y sintió que su alma y su cuerpo desfallecían. De forma apresurada conjuró una expulsión, destinada a alejar a aquel vampiro, sin duda, la principal amenaza de las presentes.

¡Sí, anda...!-se quejó a Ivalic-Si tengo impedimentos para realizar los pases de manos mágicos-dijo en referencia a la telaraña pegajosa con la que le habían rociado-, no pienso malgastar mis conjuros con malas ejecuciones y una manipulación de las energías deficientes.

Firan retrocedió quince pies, tropezó porque la telaraña no le permitía realizar su zancada máxima, y se cayó de bruces.

El murciélago terrible emprendió la retirada, aleteando con fuerza para volver a tomar altura. Esperó en la distancia a que su curación natural cerrase la herida que gravemente le había infringido Urik, y no se mostró temeroso ni auyentado por el intento de Helene por expulsarle. Como le dijo Kavan el Siniestro una vez, en la pelea de la cueva del taxidermista, a Helene aún le faltaba más fé.

Mientras, las dos arañas quelíceras intentaron clavar una de sus delgadas patas en los dos hombres más adelantados. El ataque rebotó en el duro pectoral de Parriwimple, sin hacer mella en su piel divina. Urik no tuvo tanta suerte... El grosor de las patas eran ideales para aprovechar los resquicios de la armadura. Después de hundirse en el hombro del Caballero del Cuervo, la pata se dobló haciendo que la araña se encaramase al peto del paladín.

En la retaguardia, los demás empezaron a ponerse en marcha para acudir en ayuda de sus compañeros, pero primero el hueco de la chimenea y luego los pasos estrechos del cofre y la puerta secreta les ralentizó.

Empujo a la criatura que me tiene apresado con un furioso empujón de la Espada Solar, con la que rápidamente le doy un tajo apresurado que profundiza muy poco en su armadura quitinosa.

Ver a Firan protestando y cayéndose de culo sería motivo de risa si no fuera porque se estaban jugando la vida y sus hechizos podían serles muy útiles. Además las arañas ganaban terreno, aunque al menos había conseguido que el murciélago gigante huyera de momento.

-¡Cuidado Herr Urik!

No hacía falta la advertencia, seguramente el paladín ya se había dado cuenta que tenía una enorme araña encima. Dudó sobre si dispararle o no, pero no quería herir a su amigo por error así que optó por apuntar a la otra araña.

Parriwimple se movió con cierta torpeza, pero logró asestar un golpe demoledor con su clava, que golpeó al quelícero que estaba poniendo en problemas a Urik causando un desagradable crujir de huesos.

Helene supo que su conjuro de expulsión no había tenido el efecto deseado. En determinadas ocasiones parecía que su fe se debilitaba, flaqueaba, quizá por no estar centrada en una divinidad en concreto sino en algo más vasto y a ojos de ella más importante. Pese a ello, se concentró, dejó que su mente se liberara de su dolor, quiso no pensar en su hijo muerto y en los que la acompañaban. Respiró hondamente pero en el último instante su mirada se fijó en Firan y en la maraña que lo envolvía y su nuevo conjuro de expulsión, emergió casi sin vida.

Una de las arañas atacó con todo a Urik, mordiéndole, y clavando sus dos patas delanteras en la carne del Caballero del Cuervo, por los pocos resquicios que dejaba su armadura.

¡Helene! ¡Salva a Urik!

Parriwimple sufrió un poco menos. La torpeza de la araña impidió que le mordiera a la vez que atacaba con las patas afiladas como agujas. Aún así, esta vez la extremidad logró hundirse en la dura carne del Burgomaestre.

Ambas arañas trataron de agarrarse a sus víctimas. Estaban algo heridas, entre golpes de garrote, estocadas de Espada Solar y trabucazos.

Mientras, el murciélago terrible se soltó de la viga y empezó a volar para volver a atacar. A pesar que su herida no estaba curada del todo aún, su estómago necesitaba sangre...

Empujo a la criatura que trata de apresarme y le doy un nuevo tajo, esta vez un poco más poderoso. La criatura esquiva fácilmente mi lento tajo de retorno.

Ante el grito, Helene se volvió hacia Urik siendo en aquel momento plenamente consciente de su precaria situación. No se lo pensó dos veces y en previsión de su ataque y sin querer obstaculizarlo, puso sus manos sobre el cuello del antipaladín por excelencia y dejó que el poder de los dioses fluyera a través de ella, restañando las heridas del hombre.

Las arañas se estaban intentando agarrar a sus amigos y tenía miedo de disparar a alguno de ellos que intentaban deshacerse de las criaturas como podían. Mientras tanto el murciélago volvía a sobrevolarlos buscando la oportunidad de atacar en cualquier momento así que Ivalic decidió dispararle para matarlo o en el peor de los casos mantenerlo alejado. Su tiro se perdió lejos del enemigo.

Tengo que apuntar mejor la próxima vez.

De las patas que habían atrapado a Parriwimple, brotaron espinas, como en una zarza, que se clavaron en su piel. A través de ellas, la araña intentó succionar sangre. Pero el cuerpo del Burgomaestre no era humano. No había sangre recorriendo sus venas. Era más bien una creación de arcilla, siguiendo los preceptos de las manos del Albañil Divino. Giussepe lo había hecho bien, y la araña no produjo ningún daño.

Con Urik la cosa no fue tan bien. Helene le había curado casi todas las heridas, pero el quelícero realizó un ataque devastador con patas y mandículas.

El Doctor Van Richten sacó una bolsa de maraña de su bolsa de contención, y preparó el ataque para que el murciélago se acercase más. El enemigo empezó a descender...

¡Toma esta, bicho inmundo!

La bolsa de maraña pasó de largo, y quedó pegada a las telarañas, en lo alto. Mientras, el murciélago terrible sobrevoló a Urik y Parriwimple, atacando a Ivalic.

El disparo de Ivalic, lejos de espantar al horrible murciélago atrajo su atención hacia él. Ivalic no pudo evitar el ataque. A la desesperada intentó disparar a su enemigo y como muchas otras veces cuando el peligro acecha, la adrenalina hizo sacar lo mejor del muchacho y el disparo dio al murciélago.

-¡Toma esa!