Partida Rol por web

Me entretengo saboreando los títulos de los libros que voy encontrando en la biblioteca y, de vez en cuando, no puedo evitar sacar alguno de su lugar, abrirlo, y echar un curioso vistazo. Pero del Tomo de Strhad, por mi parte, ni rastro.

Me acerco a la puerta situada a la izquierda de la habitación, pasando por al lado de Walt que repite para sí las palabras de Madame Eva. La verdad es que parece una vulgar chimenea, nada anormal en una estancia grande como ésta, y que no da la sensación de ser un fuego destinado a proteger ningún tipo de riqueza, ni que esta sala sea la apropiada para acumularlas, pero... quién sabe. Como dice el bárbaro, alguien ha debido encenderla y ha tenido que haber algún motivo.

Les dejo a él y a Ely removiendo el fuego con el atizador y examinando el hueco de la chimenea, y pego mi oido a la puerta, a ver si la puedo abrir sin que haya peligro.

Irina se había quedado obsesionada con su imagen. En un descuido podría descolgarla de la pared para hacer que ardiera lentamente en el fuego. Pero algo parecía evitar que lo hiciera, quizá era el realismo de sus ojos, que parecían seguir a cualquiera a todas partes.

-¿No podría ser tu...madre? ¿O alguna antepasada tuya?

Yo... No lo se fue la primera vez que consiguió apartar la mirada del cuadro. Se abrazó así misma, como si de pronto tuviera frío. No conocí a mi madre, ni se nada de mis antepasados...

Y, mientras todos miraban por las estanterías, intentando encontrar el tomo de Strahd, Ely tomó el atizador para intentar mover las llamas. Pero, justo al sacarlo de su soporte, una puerta chirriante empezó a moverse. Tras el fuego, Ely había descubierto una sala secreta.

Prolongados gemidos resuenan tras la puerta.

Ooooooh...-aplaudió, anonadado-Podría besarte después de esta muestra de intuición, Elyzabeth. No voy a hacerlo, porque ahora no sabría si estaría besando a la verdadera Irina, claro, pero podría haberlo hecho. ¿Cómo sabías que el atizador...? ¡Fue asombroso!

Walterly dejó su mochila en el suelo. Abierta, en su interior, mostraba la jarra siemprellena colocada con sumo cuidado para mantener su verticalidad. Ayudaban a ello los brazaletes del difunto Broc, y el saco hecho rosco alrededor del recipiente.

Mirad lo que os digo.... Cuidado, que está llena, no os acerquéis. Luego si os mojo no haberse enamorado de la Selkie.

Derramó el agua en la hoguera para apagarla. Después recogió sus cosas y entró por la puerta secreta de la chimenea.

Cuando la puerta secreta se abrió, la clériga dejó el atizador y murmuró: -Alabada sea la diosa-

-¿Podrías hacer eso conmigo también?-

Ely asintió encantada: -Desde luego. Tú más que nadie deberás acercarte al conde, pero hay que dejar reposar el tinte un poco antes de aplicarlo- Explicó. Entonces asomó la naricilla por el pasadizo secreto y siguió al bárbaro cubriéndolo con su lanza pesada.

Zack chasqueó la lengua al ver que la puerta se encontraba en el interior de la chimenea. No tenía muy claro si iba a ser una buena opción que pasaran todos dentro o que fueran mejor de uno en uno a investigarla, y que en caso de que fuera necesario ya se meterían todos.

Una puerta secreta en medio de una biblioteca oculta tras una chimenea parecía algo sospechoso y probablemente algo habría escondido. Algo importante. Pero Zack no tenía ganas de andar agachándose y manchándose su oscuro traje. ¿Vamos todos? Preguntó. ¿O preferís que alguien se quede haciendo guardia? Cuestionó Zack con el fin de no tener que mancharse de polvo.

- Detrás de esta puerta se oyen unos gemidos.- les comento, a sabiendas de que ésta es una información de segunda plana en comparación con el descubrimiento hecho por Ely. Tampoco puedo aclarar mucho más al respecto de ellos, pero no parece inminente que nadie vaya a abrir esta puerta. Aunque esto, es sólo una impresión mía.

Me separo de ella y me acerco a la chimenea. Es muy tentadora la curiosidad de saber si, realmente, tras el fuego protector ahora extinguido por la jarra de Walt se encuentra la sala donde Strhad guarda sus tesoros.

- Quizás sería bueno no entrar todos hasta saber a qué atenernos, como tú dices, Zack. Que alguno de los que vaya primero dé unas voces si tenemos que entrar también.

Así que dejo que vayan pasando los que quieran hacer de avanzadilla mientras miro de reojo de nuevo la puerta, temeroso de que mi intuición no sea correcta y se abra en cualquier momento.

Me acerco al cuadro de la supuesta Irina para entretener el rato, y lo miro más de cerca, a ver si algo me llama la atención. En el propio cuadro o, quizás, detrás de él.

Irina consiguió apartar la mirada del cuadro cuando Reluë se acercó a él y lo empezó a examinar. Al ver la puerta secreta y cómo Walt entraba por ella, se agachó sin miramientos y la atravesó. Segundos después, Don Urik les siguió mientras los demás montaban guardia en el salón.

Esta ahumada cámara tras la chimenea alberga un cofre cerrado, con algunas monedas disperas en el suelo a su alrededor. Anclados a la pared opuesta se pueden ver dos pebeteros de metal, aunque sólo uno contiene una antorcha. La otra está aferrada en la esquelética mano de un cadáver putrefacto, cubierto por una armadura completa, que yace contra una de las paredes.

¡Hay un cofre! ¡Vamos a ver si el libro está dentro!-avisó a los demás, a través de la puerta secreta de la chimenea.

¡Llamas de Belenus a mí!

Los tatuajes azulados del torso desnudo y la cara de Walt empezaron a iluminarse proporcionando una luz tan potente como la de una vela¹. Olisqueó el aire rancio, amortajado, de la cámara cerrada, acercando su nariz al cadáver para identificar alguna textura propia de los muertos vivientes.

Mira lo que te digo...-dijo al muerto-Sé que no eres mi padre. Los tepestaníes vamos a pecho descubierto. Mi padre nunca se habría puesto esa armadura.

Ignoró las monedas del suelo. Eso parecía transmitir a Don Urik que Walterly Wallace, a pesar de su aspecto bárbaro y tribal, tenía cierta nobleza, mostrada a través de una falta de avaricia.

Si mimeto hay, antes de abrir el cofre,
clava el hacha de la manera más cafre-canturreó.

Es un villancico tepestaní. Yo no tengo hacha, pero vamos a ver si hundiendo la espada en el cofre lo hacemos sangrar...

Puso el filo sobre la tapa del cofre y empujó la punta suavemente tratando de hacerlo sangrar. Estaba todo listo: comprobación de si el hombre de la antorcha era un muerto viviente... comprobación de si el cofre era un mimeto... El siguiente paso era intentar abrir la tapa para ver si estaba cerrado con llave, y buscarla registrando el cadáver en caso de que no pudiese abrirlo.

Ely terminó de teñir el pelo de Aslyn y después se esmeró con los detalles como si la caracterización fuera una obra de arte.

-Clavadita…- Sonrió observando su trabajo. –Te coloreo el lunar y terminado- Dijo matizando el color con uno de sus pinceles más finos.

Cuando terminó ambos disfraces, resultaba difícil distinguir a las tres mujeres.

Walt llevaba un rato dando voces y Reluë les advirtió de gemidos tras la otra puerta.-Será lo siguiente que investiguemos- Prometió al semielfo. –Gertruda podría ser solo una de tantas “protegidas” del señor del castillo.- Añadió en voz baja. –Mi consejo es, como siempre, ir todos a una por precaución-

Ely se caló la capucha de su capa, ocultando la delgadez que la diferenciaba de Irina y siguió la voz del bárbaro a través del pasadizo.

Ashlyn esperó pacientemente a que Ely terminara con su disfraz, agradeciéndole el tiempo y el esfuerzo y que hubiese invertido parte de sus materiales (que no debían de ser baratos) con ella. 

Cierto fue que, cuando terminó, ambas parecían otra persona. De hecho, se parecían a Irina, cosa que a la cazadora le gustó. Así, como decía Elyzabeth, podría acercarse más a Strahd y, por supuesto, a acabar con él. 

-Muchas gracias -le dijo cuando ésta le avisó de que había terminado-. Sí, eso será lo próximo que investiguemos, pero estoy de acuerdo con Ely, es mejor no separarse demasiado. 

Y, sin más dilación, se adentró por el agujero de la chimenea tras la joven, con la mano en la empuñadura de la espada, por si acaso. 

Zack observó la obra de arte de Ely, no podía creerse que hubiera convertido a aquellas dos mujeres en Irina. Con el mal cuerpo que se le ponía cuando ella estaba cerca, y ahora que había conseguido que ambos estuvieran al menos en una situación correcta. Le tocaba estar junto a otras dos mujeres que eran muy parecidas.

Zack vio que se estaba quedando solo y decidió que no sería él el que se quedase atrás. De hecho pensaba que no iban a caber todos en aquella sala que había tras la chimenea, pero dado que no informaron de lo contrario, procedió a seguir al resto para ayudar a investigar el cofre.

Ha resultado entretenido -como siempre- observar los tejemanejes de la clérigo en su labor de disfrazarse a sí misma y a Ashlyn. Los resultados son en todo semejantes al modelo original, o sea que, a partir de ahora, el jaleo va a ser saber cuál es cuál en cada momento, entre todas las Irinas posibles.

Me resulta difícil rechazar un consejo de Ely -aunque sea en su nuevo estado que, si me lo preguntan, no mejora el de la Ely morena y pálida de antes de la transformación- y menos aún viendo que Zack se mete para adentro y que voy a quedarme más solo que la una. Todo será que nos demos de bruces con los otros, que estén ya saliendo.

Así que sí, que como dicen las nuevas Irinas, vayamos todos a una y sin separarse, por precaución.

Mientras Don Urik echaba un vistazo a la sala, el tepestani miró el cadáver. Luego no hizo caso a las monedas y se puso a hablar de los mimetos.

-Buena idea...-reconoció al ver como clavaba la espada en el cofre. Era algo que Urik no hubiera hecho. El caballero paso también del dinero, no había venido a hacerse rico, si no a acabar con el mal que habitaba en el castillo. Lo que hizo es observar el cadáver con atención. Aquello le resultaba raro...¿cómo había muerto?

-¿Qué creéis que le ha pasado? -preguntó a sus dos acompañantes- algo ha tenido que matarlo...

Miró en dirección al muerto y puso cara de estreñido, como intentando juntar todas las neuronas en pensar.

Mira lo que te voy a decir... Quizás tenía una herida mortal, se escondió aquí, y murió minutos después por la pérdida de sangre. ¿No? Uhm... Una plaga. Tuvo que ser una plaga. Insectos le recorrieron todo el cuerpo. Agarró el atizador y lo agitó para quitárselos de encima, lo que abrió la puerta secreta de la chimenea. Rodó por el fuego intentando matarlas, y llegó hasta aquí, pero los bichos le seguían mordiendo. Luego cogió la antorcha de la pared, y la usó para quemarlos. Al final, el hombre se quedó en los huesos...

Sí, me gusta más esa opción. Apuesto por la plaga. Es como reza ese dicho tepestaní: si te encuentras con la esfinge, responde al azar y que ella te lo explique. Muchas preguntas complejas solo se pueden resolver así, acertando por casualidad, y viendo si luego la respuesta encaja.

¡Oh! ¡Fantasmas! Quiero cambiar mi respuesta. No fue una plaga lo que le mató, fueron los fantasmas. Le drenaron toda la energía vital y se quedó así de pasmarote.