Partida Rol por web

No tarde en tirarme de rodillas y tomar su cabeza entre mis brazos - Resiste! - No puedo permitirme perder a quien decidió protegerme aún con sus últimos alientos. - Ayudadme, Gys, chicos! - empiezo a revisarla entera para encontrar aquella poción que antes le hubiera dado. Esperaba que la tuviera. Sí la tiene la curaría.

Me acerco hacia Pia con rapidez al ver a los jinetes de la Ciudad del Fuego salir. Una parte de mi está aliviado por volver a verles, pues aunque solo habían pasado seis días le parecía una eternidad el tiempo que había pasado sin verles.

Cojo el cuerpo de la mujer y me la cargo al hombro. - Este no es buen lugar, la curaremos dentro. No está perdiendo tanta sangre, no se morirá. - le digo a Maxra antes de comenzar a andar hacia el interior de la ciudad - ¡¡Vamos!! -

Envaino mi daiklave en su vaina tras acabar con el ultimo behemoth, justo cuando Maxra se lanza a atender a Pia y pide mi ayuda, es en ese momento Rendam la recoge del suelo cargando con ella mientras los jinetes de la ciudad salen a nuestro encuentro y nos proporcionan escolta hasta el castillo.

Me acerco hasta donde se encuentra mi protectora - ¿Que tal te encuentras? ¿Estas muy herida? - pregunto algo preocupado recordando la situación en la que se encontraba hace unos instantes - En el castillo puedo atender tus heridas con calma si es necesario - Añado esperando su respuesta antes de ponerme en camino.

Sonrío débilmente al ver las atenciones de maxra y le doy una palmada agradecida a rendam en el pecho.

- Gracias, no sé si podría mantenerme en pie en estos momentos. Maxra... Recoge el hacha que me quitaste y di que recuperen las flechas que puedan antes de irnos, por favor. No te preocupes, seguro que en el castillo podrán curarnos.

Miro a mi alrededor. Todos parecen estar bien. Me adormilo de camino al castillo. 

Más tranquila tomo mi nueva hacha y recojo las flechas que pueda, mientras sigo el camino de los jinetes a la par de Rendam, su fuerza es notable, pero yo hubiera preferido que cargase a Pia tal una princesa en vez de como una bolsa de patatas. Igual se la debo por acudir a mi llamado.

Habíamos conseguido acabar con aquellos bichos pero Pía y yo acabamos un poco tocadas, ella mucho más que yo, tanto que Rendam tenía que ayudarla a llegar hasta el castillo. Mi férreo y duro entrenamiento en la Orden me había otorgado cierta resistencia a este tipo de enfrentamientos.

Gys se preocupa por mi estado tras sufrir el ataque de esa bestia alada - Estoy bien, Gys, algo tocada pero aún tengo aguante suficiente para seguir. Soy más fuerte de lo que pueda parecer. Gracias por preocuparte. Sigamos hacia adelante.

Me sentí reconfortada al ver que los jinetes del castillo nos daban paso hacia el interior, así que todos comenzamos a caminar en esa dirección lo más rápidamente posible.

Una vez que acaba el combate con los Behemonts presto atención a las conversaciones, especialmente a la que mantienen Ela y Gys, y observo con atención como Rendam y Maxra se ocupan de Pia.

Tras recoger mis cosas, me coloco en la retaguardia del grupo, con la ballesta cargada y lista para disparar. Mientras avanzo me dedico a vigilar tanto la retaguardia como los flancos, sin descuidar el cielo, por si aparecen más criaturas o se presenta algún enemigo inesperado.

Miré orgulloso como Ela, a pesar de las heridas, se mantenía en pie al contrario de Pia, que parecía a punto de desfallecer. Tras comprobar que estaba más o menos bien cogí la retaguardia junto a Pispas, atento a cualquier tipo de sorpresa sin relajar mi guardia.

No dejaba de mirar mi lanza, extrañado aún por lo que acababa de ocurrir. ¿Por qué ahora? ¿Qué quieres? Dime algo...

Los caballeros custodiaron a los aventureros hasta la gran puerta lateral del castillo, la cual se abrió lentamente cuando todos llegaban. No hubo ningún problema en el camino, que fueron unos pocos metros, y cuando entraron todos, las puertas volvieron a cerrarse. Dentro, había unas mujeres que les ofrecían a los aventureros jarras con agua mientras que los caballeros que los escoltaron, se perdieron entre las casas, seguramente, para volver a sus puestos de guardia.

Una goblin pequeña se acercó a los aventureros, y los saludó.

- Bienvenidos. - Dijo la pequeña. - Mi nombre es Torina y soy una de las ayudantes del Rey en todo lo que sea asuntos exteriores. Es decir, en recibir a los visitantes y darles unas indicaciones interesantes. Sin embargo, por si no os habéis dado cuenta, estamos en una situación peliaguda. Cuando la Guardia Real os vió a todos peleando allí fuera, pensaron que sería mejor que estén junto a nosotros aquí dentro. Más que nada por el tema de la seguridad, aunque si podéis ver un poco lo que está sucediendo fuera, os daréis cuenta que la estamos teniendo bastante cruda para resistir. Aunque la Ciudad del Fuego es resistente, ese ejército que se está preparando fuera va a... -

Cortó de repente la charla cuando vio a Pispastorin moverse entre los aventureros.

- ... ah... veo que... que tenéis... a un... em... goblin entre vosotros... y... -

Dio un par de pasos cortos hasta el pequeño verdoso, y todos pudistéis ver como se ponía roja completamente. Los colores le subían a la cara como el sol en un amanecer.

- Ar... er... me llamo... Toripa... digo... Torina... encantada... -

Entré en la fortaleza junto al goblin, cuidando la retaguardia de la comitiva y sin fiarme en ningún momento. Estaba cantado que en el momento en el que me relajara nos atacarían. 

Dentro nos encontramos con aquella goblin que se presentó y pareció quedarse prendada de los encantos de mi compañero verdoso. Solté una ligera carcajada y le di a Pispas un pequeño toque en el hombro. -A por ella Don Juan. -le dije bromeando pro primera vez en días, relajando la tensión del ambiente y la mía propia. Está claro que cualquier momento es bueno para echar un buen polvo... da igual que el mundo pueda acabarse, las necesidades humanas (y goblins) siguen ahí.

Caminé hasta Ela y la miré fijamente. -¿Cómo te encuentras?

Al fin llegamos al interior del castillo, allí nos recibe una goblin y ante mis ojos atónitos parece que le gusta Pispas.

No salgo de mi asombro cuando escucho a Palandras hacer un comentario totalmente fuera de lugar en estos momentos. Tras semejante barbaridad se acerca a mí para preguntar cómo me encuentro. Le clavo una mirada de total desaprobación ante su comentario más reciente. -Estoy bien, gracias a todos por la ayuda. Un poco tocada, pero aún tengo fuerzas suficientes para continuar. Parece que la que peor suerte ha corrido ha sido Pia. -Continuo mirando a mi compañero con cara de pocos amigos -¿Te parece qué es momento de ponerse a ligar? 

Miro de arriba a abajo a la goblin -Bueno, Pispas, parece que has ligado... como si no tuviésemos de sobra con Gys y la elfa. -digo riéndome -Pero no me parece la situación más adecuada para estos menesteres Toripa... digo Torina, con la que está cayendo lo que menos debe ocuparnos son estas tonterías. Tenemos cosas más importantes que hacer en este momento, como que nos informéis de cómo es la situación y qué podemos hacer para ayudar. También nos gustaría poder hablar con el rey Cail, tenemos con nosotros a su hija Talashia y a Rendam, seguro que le apetecerá verlos -explico con mi habitual tono serio que sé que no gusta a muchos de los presentes pero que si no adopto la situación se nos acabará yendo de las manos.

Alcanzamos por fin el castillo de la ciudad del fuego sin recibir afortunadamente ningún ataque más, ya en el interior nos recibe una goblin, que según parece es una de las ayudantes del rey. Se dirige hasta donde esta Pispas presentándose. Espero unos segundos y me acerco hasta ella.

- Torina, gracias por el recibimiento y perdón por interrumpir, pero dos compañeros han sufrido heridas por parte de unos behemoths y necesitan un poco de atención por parte de los curadores si es posible – comienzo a decir – Podrías avisar también al capitán de la guardia, que Gys Laraer esta aquí y trae información valiosa e importante – añado conteniendo un largo suspiro. Hace un mes que partí de aquí y ahora esta todo en ruinas…

- ¿Gys y la elfa? - pregunto girandome hacia Ela con la ceja levantada y rostro divertido.

De repente, todos callaron, al mismo tiempo que la gente se arrodillaba.

- La cosa va fatal. - Dijo quitándose el casco que le cubría el rostro. - Estamos deteniendo las escaramuzas de los enemigos como podamos, pero tienen mucho poder de fuego. Han capturado a uno de mis mejores hombres, por no hablar que nuestras máquinas de asedio fuero saboteadas y hay un contingente del Mal Supremo entre ellas y nosotros. Nos quedan pocos víveres, y agua tenemos suficiente, pero ayer hemos capturado a un esbirro del Mal intentando contaminar el pozo. -

Miró de reojo a su hija y sonrió.

- Por lo menos mi hija está bien. -

Después, comenzó a caminar hasta los recién llegados. La gente se arrodillaba a su paso y él, con un gesto, les pedía que se incorporen.

- Os estábamos esperando. Mi actual consejero ha dicho que vendríais. - Os hizo una pequeña reverencia y se giró. - Acompañadme a la sala del trono, allí podremos ver como van las cosas y siempre os agradeceremos si nos queréis dar una mano. No podemos combatir entre tantos frentes. -

Al escuchar al rey Cail hablar, me cuadro en su presencia, escuchando desafortunadamente malas noticias sobre la situación en la que se encuentran en estos momentos. Tal vez nuestra llegada ayude a cambiar las cosas y que el asedio se rompa de una vez. Esperemos que así sea, si no la batalla final va a ser mucho mas dura de lo que imaginamos.

Al dirigirse hacia su hija, no puedo más que recordar los sucesos que ocurrieron en las tierras de los enanos y respondo a sus palabras – Con todos mis respetos, su majestad, su hija, no hace sencilla la tarea de protegerla - digo en primer lugar - Y en cuanto a ayudarles, en parte es por eso por lo que nos encontramos aquí, además que hay mucha información que deben conocer y muchos temas que debemos tratar con la mayor rapidez – miro a mis compañeros por si alguien quiere añadir algo, antes de pronunciar las ultimas palabras – Le seguimos, Rey Cail.