Partida Rol por web

Oigo sus pasos en mi dirección. Tranquila, no tengas prisa en levantarte. Así, zozobra, haz un poco de teatro. Que se confíe. Este tipo bulle de magia o lo que sea y es prácticamente inalcanzable para mis golpes.

Alzo el rostro, me saco la sangre de los labios, espero haber calculado bien, que esté dentro del radio de acción, sonrío con fiereza, pronuncio:

-Oh, estás ahí…

Uno los dos puños, los elevo sobre mi cabeza y golpeo el suelo delante de mí. ¿Seré lo bastante fuerte como para hundir esta sección en que nos encontramos?

Felicia golpea con furia resquebrajando el suelo. Notáis que el suelo comienza a temblar y se abre totalmente hundiendo por completo la sección y cayendo ambos unos metros hasta lo que parece un sótano donde hay almacenados libros y demás enseres de una librería.

Ninguno de los dos sufre daño debido a esta caída aunque puedes ver que la cara de Ángel Negro no es muy de amigos que digamos.

Anankaia se concentra para enviar a la espada a la Luna (literalmente). Logra concentrarse lo suficiente para hacerla desaparecer pero su poder no ha sido tan efectivo como ella hubiera querido y es posible que la espada quedara en algunas capas de la atmósfera y si hay suerte en el eterno vacío. La verdad es que tampoco le preocupa la espada no está y tiene vía libre para enfrentarse también a Ángel Negro.

Tosiendo y sacudiéndome el polvo, me yergo e ironizo:

-Ahora que he copado toda tu atención, déjame hacer un chiste: “Caíste con todo el equipo, angelito.”

Se levanta y se sacude el polvo.

- Veo que tienes un gran sentido del humor. Espero que lo conserves después de muerta... - mira el agujero que has provocado y luego a ti - ...he de reconocer que este truco ha sido bueno y no me lo esperaba. Tendré que tomar un poco más en serio.

Sus ojos se tornan negros y notas como la arenisca y el polvo producido por el derrumbe empieza a levitar a su alrededor. Se está concentrando para atacarte.

Cambio de tercio. Parece que un ataque directo no va a funcionar con alguien como Ángel Negro, de manera que tendré que probar otra estrategia. Respiro profundamente mientras deshago mi protección, transformando la dureza envolvente de mi campo de fuerza en una energía envolvente, sí, pero en una forma muchísimo más fluida. En teoría debería ser capaz de controlar cada uno de mis movimientos, cada uno de mis desplazamientos, hacerlos precisos, perfectos, ajenos a la gravedad y las limitaciones de la carne. Ahora soy dinámica, de reacciones instantáneas y capaz de desplazamientos inauditos. Ahora se trata de localizar, sorprender y dejar fuera de sentido al angelito sin darle tiempo a reaccionar.

Hay mucho polvo, pero nada que mis ojos ciegos no pueda ignorar. Con el mayor de los sigilos que me es posible, me deslizo con cuidado hacia el interior del agujero que conduce a la planta inferior, a cierta enorme defensora de los débiles y cierto desalmado.

Ángel Negro no es consciente del ataque que le prepara Anankaia pero Felicia logra atisbar la efigie de la heroína ciega e intuir que seguramente necesite una distracción mayor para que el ataque surja efecto.

Nunca habéis combatido juntas, tenéis estilos completamente diferentes pero podéis realizar esto juntas. Ahora es vuestra oportunidad.

¿Pero cómo está haciendo eso? Pero, y ella, ¿cómo está haciendo eso? He visto esto mismo en un cuadro de Duchamp: “Desnudo bajando una escalera”, pero jamás hubiera imaginado presenciar tal descomposición fractal del movimiento ante mis ojos.

¿Y qué se dispone a hacer, tan subrepticiamente? ¡Atacar, claro! Atacarlo por detrás, cuando él está concentrado en… ¿En qué exactamente? ¿Está canalizando algún tipo de energía? Y bien, ¿qué tal si me agiganto de repente y atrapo a este angelote entre mis manos y lo estrujo y lo reduzco a un putto?

Dicho y hecho, alcanzo mi envergadura máxima. Estoy encogida como un sapo, por más alivie la oquedad sobre nuestras cabezas, y adelanto mis manos del  tamaño de paelleras para tratar de estrujarlo como si fuese una manga pastelera.

-“¡Ven con mami, bandido!” –pronuncio en un pasable castellano.

La táctica de Felicia es buena, y casi logra atrapar a Ángel Negro entre sus manazas. En el último suspiro el villano se escurre entre los dedos. Su semblante se muestra serio, parece que ese ataque lo ha cogido totalmente desprevenido...y teme ser agarrado.

El villano ya a una distancia prudencial de Felicia aprieta los dientes y muestra sus alas negras que permanecían ocultas apuntando con ellas a Felicia y lanzando una lluvia de plumas negras. Las plumas rebotan contra la carne de Felicia que parece no sufrir ningún efecto sobre ella salvo impedir que pueda tener los ojos abiertos por miedo a que una la deje ciega.

Anankaia, gracias a su vuelo silencioso y su vista no-impedida se había situado hábilmente tras el villano. El hecho de que éste hubiera desplegado sus alas y centrado su atención en Felicia no hacía sino asegurarle que no sería descubierta. Así las cosas, la mente de la voluptuosa heroína voladora se centró en su objetivo: estrujar tan fuerte al Ángel Negro que perdiera la consciencia.

Su telequinesis se transformaba de esta manera en un arma invisible, casi imposible de eludir, capaz de destrozar acero y deformarlo como un papel viejo. No debía tener muchos problemas en dejar fuera de combate a Ángel Negro, si las cosas fueran bien. Desgraciadamente las cosas no solían ir siempre bien en las trepidantes vidas de las superheroínas.

Ángel Negro nota como su cuerpo deja de responderle. Levita unos centímetros y comprueba que no puede moverse libremente. Lucha con todas sus fuerzas: fuerza que sorprende a Anankaia que debe concentrarse lo máximo para evitar que se escape ya que posee una fuerza similar a su poder de telekinesia. 

El asesino parece enrabietado pero ahora mismo está inmóvil aunque nadie sabe si podréis retenerlo en ese estado durante mucho más tiempo...

En cuanto siento que cesa la rociada de plumas, vislumbro con cuidado por entre los dedos, y descubro que… ¡ella lo ha conseguido! El malnacido se debate como si hubiese sido enredado en… papel de plástico transparente. Con un gruñido, desecho mi impulso inicial de arrancarle las alas, en vista de que son tan filosas, y me decanto por tratar de aplastarlo en el medio de dos guantazos, al tiempo que exclamo:

-¡Te van a estar pitando los oídos meses, julandrón!

Ángel Negro no puede defenderse ante semejante ataca, ha subestimado a sus dos adversarias y ahora va a sufrir las consecuencias.

Felicia se lanza a por él sin ninguna clase de miramientos y le planta un par de soberanos puñetazos que envían a Ángel Negro varios metros de distancia a través del sótano donde os hayáis provocando que atraviese no uno ni dos paredes, un total de tres en dirección a la calle por lo que ahora mismo se debe encontrar debajo de la calzada de la Quinta Avenida. Ha atravesado hormigón, gravilla, piedra y ladrillos.

Parece que no lo veréis en un tiempo, si es que vuelve a aparecer...

-Eso sí ha sido un buen derechazo, querida, ni he podido evitar que saliera despedido. Si eso luego buscamos sus pedacitos... Emmm, por cierto, mi nombre, bueno, me hago llamar Anankaia, encantada -dijo la voluptuosa heroina alternando su atención entre la gigantesca Felicia y los destrozos provocados por los últimos golpes. Parecía evidente que lo suyo no eran los discursos. Pese a todo su participación había resultado de lo más significativa y a poco ni se había despeinado, en claro contraste con la zona circundante.

Vuelvo a mi estatura normal en cuanto advierto que el fenómeno no regresa, me examino: estoy cubierta de polvo, llena de arañazos, siento una hinchazón en los labios, respirar me comprime el tabique nasal y me cuesta mantener abierto el ojo derecho, y pese a todo, lo que más lamento es…

-¡Aaaarg, mi mejor vestido! Mira, hecho harapos. Y seguro que alguno de esos desgraciados de allá afuera me ha grabado con los senos al descubierto.

Trasteo en busca de algún lienzo o póster en el cual embutir mi corpulenta figura.

-¿Qué te parece este desastre? Yo soy Felicia. Y para serte sincera, hasta el día de hoy tenía más confianza en la policía de Nueva York. ¿Sueles dedicarte a salvar el día? Quiero decir: ¿trabajas como superheroina?

“Por cierto, ¿dónde diablos se ha metido ese chico, Mr. Adams?

Alzo la vista por el agujero hasta la planta en que lo dejamos, como esperando verlo asomándose.

-Espera, creo que te puedo ayudar con eso... -digo mientras me concentro en reordenar los átomos y moléculas disponibles. Un trozo de tela cualquiera podía expandirse, transformarse y crecer en mis manos, y de eso se trataba exactamente en este caso. En sólo media docena de segundos el vestido había vuelto sino a todo su esplendor inicial, sí a un estado más que aceptable- como nuevo. Bueno, no, me temo que no soy muy buena modista y no vi todo el vestido antes de que, bueno, lo perdieras... -añado a modo de disculpa, obviando que recuerdo perfectamente cómo Felicia había reventado el traje con su crecimiento.

-Eeeh, no, no suelo, es decir, *soy* una superheroína, gracias, pero no tengo mucha práctica en esto. No le habrá pasado nada a ese chico tan mono, ¿verdad? -inquiero enarcando una ceja, gesto que queda oculto tras sus grandes gafas oscuras. Bien pensado, con todos los destrozos que habían causado las dos titánicas super-heroínas era bien realista pensar que pudiera haberle pasado algo. Suponiendo, claro, que no tuviera alguna forma de protegerse.

Estoy francamente maravillada. Miro y remiro el vestido tejido de la nada, y así lo confieso:

-¡Fantástico! Ah, eres un sol, Anankaia.

“Dices que no estás muy ducha, pero sin tu soporte, no hubiera representado para ese asesino sino un tentetieso. Gracias a ti, en serio.

“Y me da en la nariz que Mr. Adams es un chico con muchos recursos. Lástima que tenga novia… Lo dejamos plantado unos pisos más arriba, ¿vamos?

Flexiono mis cuádriceps, me tomo unos segundos para calcular el salto y me impulso hacia la  planta acertada.

-Emmm, también te podría llevar volando, si quieres, Felicia -digo un tanto acomplejada. Lo cierto que es mis poderes son muchos, potentes y variados, de manera que me acabo de dar cuenta de que puedo eclipsar a algunas otras personalidades. No en todo, claro, parece que en el fondo se me da mejor colaborar que actuar en solitario, pero aún así... Sin esfuerzo aparente alguno me situo levitando a la altura de su nueva compañera, mientras sigo de cháchara con ella.

-Por cierto, creo que podría traer de vuelta la espada del angelito, pero no sé qué tan inteligente sería eso. La última vez que la vi estaba tratando de hacer rodajas conmigo. ¿Y qué es eso de que tiene novia?

-Deja, deja que su dueño se las avíe –le respondo en referencia a lo de materializar de nuevo la espada, luego de declinar su ofrecimiento de levitar. -Ojalá que nunca la encuentre porque, a pesar de que he notado cómo se le partían algunos huesos, algo me dice que nos lo volveremos a encontrar. ¿Sabes quién era? A mí esta última parte del capítulo me ha recordado a la lucha de Jacob con el ángel. -También trato de proseguir la charla con naturalidad, a medida que ascendemos tantísimos metros. –Y sí, tiene pareja, una estudiante de filología, creo. No es que yo siga la prensa del corazón –no demasiado-, es sólo que me hice un retrato de él para poder abordarlo esta noche y convencerlo de que donase para la campaña de Richard Cox.

-No quiero desilusionarte, pero hemos dado el espectáculo y dejado hecho unos zorros su flamante edificio nuevo... Si consigues convencerle que de done para tu causa, yo te voto, no a Mr. Cox, sino a ti -dije con una sonrisa en la boca, sin ánimo de desesperanzarla, aunque está claro que no veo muchas posibilidades de que Felicia consiga su objetivo- Pues es una lástima lo del señor Adams, todos los buenos están ya cogidos, ¿verdad? -y sigo a Felicia levitando a su lado, o sobre ella si eso facilita el paso, sin demostrar esfuerzo alguno.