Partida Rol por web

Increíble, ahora resulta que había quien me culpaba - yo sólo he dicho que si algunos tan decididos están de no aceptar otro camino que el suyo, mejor que cada cual escoja el suyo - que sí, que dividirnos nos dejaba a ambos grupos en una situación de debilidad, pero si ninguno quería ceder, era imposible reconducir la situación.

Por suerte o desgracia, mis palabras cayeron en saco roto, no gustaron ni a unos, ni a otros - pues si quien dirige la expedición ya tiene decidido el camino a seguir, no hay más que hablar - la discusión había sido estéril, Jenny ya había tomado una decisión, aunque luego había dado a elegir, o más bien a opinar porque la elección ya estaba tomada.

- Si vamos por la ruta larga ¿aparte del desabastecimiento, habrá otros problemas? - me empecé a imaginar que quizá había que ascender montañas y quizás eso pueda provocar que no todos los carros pudieran lograrlo. De todas maneras, sin ayuda del ejército no sé hasta qué punto aguantar un ataque de los indios era muy razonable.

           - Por favor señorita vaquera tranquila, no necesita disculparse o explicarse conmigo, creo que lo que usted ha propuesto ha sido algo sensato para evitar una confrontación dentro del grupo, solo que era muy probble que solo consiguiera dividirnos y debilitarnos el resto del camino, por cualquiera de las rutas que se eligieran ... no se crea que todos seguirán forzosamente a la pareja de nuestros guias si no pueden controlar mejor la reaacción de algunos de nosotros mas adelante! -     Responde Meave con una sonrisa mas ecuanime mientras que se abanica para refrescarse y le señala a su guardia que se aleje un poco para poder conversar un momento a solas, tras una pausa para dejar ledecir algo a la bella rubia antes de terminar de decir mientras que le exteinde la mano, ya que haya guardado el abanico:

           - Yo me llamo Meave Millay, soy una mujer de negocios que nació en Nuva York!    ¿Usted señorita quién es y que es lo que desea conseguir en un lugar como Colforge?   ¿Que puede ofrecer para conseguirlo?   Se que son muchas preguntas de una mujer desconocida, pero si gusta le puedo ofrecer un poco de alcohol gratis, algo de música y una conversación entretenida mas tarde para conocernos un poco mejor! -      Dice la bella mulata desplegando su carima y su sincero trato, mientras que mira a Sarah con curiosidad

Ellen puede ver varias miradas entremezcladas y no muy claras. Podrían ser incertidumbre o rabia por la situación, o podrían ser referidas a ella. Sea como fuere, puede que ya tengas claro algún que otro nombre para dedicarle una bala de alguna de tus Colt.

Martha recibe a Ellen con la curiosidad marcando su rostro, y a su hijo de un año pegado al pecho de su madre, alimentándose. La escucha mientras el crío termina y luego lo pone de forma que la cabeza queda mirando por encima del hombro.

—Pues estaría bien si los Allister nos pudieran ceder algo, la verdad... —Te dice la mujer con aspecto exhausto— Ya quiero que puedan comer algo bueno, y que no tengan que tirar de lo poco que tenemos —Recuesta a la criatura y la mece suavemente. Mientras, los otros dos pillos se revuelven detrás mientras juegan, probablemente habiendo tirado parte de las cosas por el suelo del carro. Martha pone una sonrisa amarga sin quitar la mirada de su hijo pequeño.

[Música recomendada]

En la vuelta de todos y todas a sus respectivos carros se suceden conversaciones, lamentos y preguntas lanzadas al viento y silencio. De fondo, en alguna parte de la zona trasera de la línea de carromatos, se suceden algunos gritos, como si se estuviese dando una discusión. Pero igualmente, cada quién vuelve a coger sus riendas, y los empleados las de sus patrones, y se ponen en marcha no poco después, siguiendo la fina estela de polvo que levantaba la yegua de Jenny. Sin embargo, no todos siguen a la guía: al menos un par de carros, llevando casi todos sus integrantes aquellas vestimentas características de los fieles evangélicos, marchan tras un solo jinete, que resulta ser el padre Russell. Sin mediar palabra, casi temiendo una contestación, encabeza su propia caravana por en medio del territorio cheyenne. Muchos miraban en su dirección, cuchicheando, algunos llegando a gritar, intentando llamar la atención del pastor y los seguidores que se fueron con él. Los únicos que reaccionan para sí son precisamente otro carro donde viaja una familia de baptistas; la mujer, llorando desconsolada, la hija pequeña en sus brazos y el padre murmurando algo, probablemente rezos, con la mirada perdida. Pero los otros hacen caso omiso, y se pierden poco a poco en el horizonte. El resto continuáis algunos metros hasta encontrar una zona de paso y cruzáis el río Plette, alejándoos de la frontera india. Jenny no hace ni un amago de mirar atrás, mientras Drew marcha tras ella, con gesto triste.

El paisaje cambia lentamente con el transcurrir del tiempo y el avance de la caravana. Casi pareciendo que hayáis recorrido decenas de kilómetros en menos de media hora, pero quizá sea solo el aspecto de estas tierras yermas en el norte y algo más nutridas de vegetación en el sur. Además, la noche pesa sobre vuestras cabezas cada vez más, y termináis por acampar. El día siguiente y el día después de este, ocurren sin ningún cambio relevante. Viajáis con las mismas penas y preocupaciones, los mismos objetivos y esperanzas, hasta que toca volver a acampar.

[Ambiente]

La noche es tranquila y esta parte del río no parece tan brava, o por lo menos suena más como un riachuelo que con la fuerza de un torrente. Los grillos, los mosquitos, las ranas, alguna alimaña de fondo, todo forma parte del ambiente sosegado que compartís y que, quizá, os ayude a curar algo vuestros nervios.

Podéis usar esta noche para descansar, reflexionar o entablar conversación. Y si no tenéis otra cosa en mente que dormir, simplemente recostaos y daros las buenas noches hasta el día siguiente.

¡Benditos pieles rojas que le librarían del predicador y sus estúpidos seguidores! Ellen intentó disimular lo mejor que pudo su satisfacción al ver como aquellos inútiles les abandonaban. Esperaba sinceramente que no llegaran a destino.

Si la situación empeoraba con los dias sería mejor estar descansada, si las provisiones escaseaban en el futuro la gente se pondría nerviosa... así que ¡a dormir! 

- Buenas noches chicos... - se despidió de los niños tras comprobar que estaban bien antes de irse a dormir - buenas noches Martha... 

Se me había acercado aquella mujer después de mi intervención infructuosa una vez que me había alejado de la cabecera de la caravana - oh, gracias... tan sólo quería reflejar que si no todos quieren seguir a la guía pues - estaba claro que no había ayudado gran cosa a resolver el problema, tan sólo había comentado que cada cual siguiera su camino, los que prefiriesen cruzar territorio indio que así lo hiciesen.

         - Yo me llamo Meave Millay, soy una mujer de negocios que nació en Nuva York!    ¿Usted señorita quién es y que es lo que desea conseguir en un lugar como Colforge?   ¿Que puede ofrecer para conseguirlo?   Se que son muchas preguntas de una mujer desconocida, pero si gusta le puedo ofrecer un poco de alcohol gratis, algo de música y una conversación entretenida mas tarde para conocernos un poco mejor! -      Dice la bella mulata desplegando su carima y su sincero trato, mientras que mira a Sarah con curiosidad

- Encantada, Meave - en principio aquella conversación la encontré interesante, después de estar con un matrimonio mayor, aparte de hablar con las vacas y la mula, estaba siendo prometedor el día. Antes había hablado con la pistolera y ahora con esta mujer - Mi nombre es Sarah Baxter, le diría que soy granjera aunque... ahora estoy llevando el carro de los Allister - era un secreto a voces que no formaba parte de su familia, a pesar de que me habían acogido como tal; pero yo tenía mi propia familia y estaba en esta caravana más bien para demostrar de lo capaz que era.

- No sé aún lo que me puede ofrecer Colforge, una vez llegado tendré que mirar cómo puedo ganarme la vida - aunque era una preocupación el no saber en qué trabajar para vivir, la caravana en sí me reportaba suficientes quebraderos de cabeza como para pensar más allá - creo que me vendrá bien tomar algo, aunque srta Millay, casi prefiero agua... sino llevar el carro puede volverse tarea difícil - me gustaba el plan que me ofrecía, allí en medio de ningún lugar, poder tomar algo y de manera distendida... me entró la curiosidad sobre lo que pretendía aquella mujer de mí. 

Cuando volví nuevamente al carro para dirigirlo tras el que me precedía, al poco me avisó el sr. Allison de que varios carros se habían apartado y no nos seguían - madre de diosss, es el reverendo... hará que los maten a todos - aquel hombre, pese a ser un hombre de dios, era un temerario. Nada más y nada menos que guiaba a los demás a través de territorio indio sin más motivación que la de creerse por encima de todo - espero que les vaya bien y que nos veamos e Coldforge - aunque lo dudaba.

Me entró cierta sensación de culpa, ya que, había sido yo la que había dado alas al discurso de la libertad y quizás el pastor había considerado que el mejor camino era el suyo; fuera como fuese, aquel hombre había tomado una decisión y todos sus fieles lo seguían.

Al atardecer detuvimos la caravana para arremolinarnos junto al fuego y conversar a cerca de lo sucedido - ¿creéis que el pastor Russell habrá tenido razón en su decisión de seguir su propio camino? ¿y si les atacan los indios? - muchas otras preguntas se me pasaron por la cabeza.

Desde luego podías darte con un canto en los dientes. Esa gente no tenía pinta ni de saber atarse los cordones; y si encima siguen a ese patán megalómano, no tendrán mucho que hacer. Pero es ya de noche y antes del sueño no conviene atiborrarse la mente de ideas, aunque sean gozosas.

Antes de cerrar los ojos, te fijas una última vez en Martha y los niños, tumbados a pocos metros de ti en sus respectivas camas improvisadas. No sabrías decir por qué, pero te resulta una imagen tranquilizadora. ¿Algo de tu pasado más benigno? ¿El principio del fin del camino hacia tu meta en la vida? No sabrías decirlo, y aun así, te reconforta esa visión. Sin embargo, te fijas también en un detalle de Martha: su mirada, fija en tus ojos, como si creyera que no puedes verla. Por un momento los ves fijos en ti y no la aparta. En otras circunstancias hubiera ameritado un insulto por tu parte, una llamada de atención, un gesto soez y provocador; pero ahora quizá, como mucho, te permitas mantenerle la mirada como un desafío. Al menos hasta que duerma, como haces tú una vez cae en su propio sueño.

Douglas Anderson se va pronto a la cama esa noche. Está cansado, como es natural, después de una larga jornada de viaje; pero también mentalmente por la situación vivida esa misma mañana. Viejos fantasmas acuden a su pensamiento y solo el consuelo de saber que Molly está a su lado y le apoya le permite finalmente conciliar el sueño.

Sin embargo, su viejo Colt Army, recuerdo de la guerra, reposa cargado junto a su almohada.

Es desde ese saco de dormir donde, momentos antes de coger el sueño, haces algo de tiempo mirando al cielo. Tienes una posición privilegiada para observar todo el campamento desde ahí. Parece calmo, con solo un par de fuegos aún activos y muy poca gente despierta. Como siempre, Jenny se queda en un punto más apartado, montando guardia hasta que empieza a pegar cabezazos. Entonces despierta a Drew, que la releva hasta vete a saber qué hora de la madrugada. El resto carece de mayor interés. Si acaso la señorita Baxter, que continúa despierta junto a su propia fogata. Parece pensativa, pero no es que ese sea un rasgo demasiado extraño a estas alturas.
Tú mismo te preguntas si todo esto habrá valido la pena, aunque sabes con seguridad que son cuestionamientos estúpidos. Sabes que de otra forma todo habría ido cuesta abajo mucho más rápido, y sin posibilidad de ralentizar la caída. Pero aquí... posiblemente ahora tengas oportunidad de dar paz y bonanza a tu familia.
Durante estos ires y venires mentales, no te llegas a dar cuenta hasta que lo oyes justo a tu lado.

—Papá —susurra Samuel en tu oído— ¿Crees que falte mucho para llegar? Dice mamá que todavía serán unas semanas de viaje. Pero no creo que aguante mucho más a Rebecca. A veces se pone muy pesada con sus conversaciones —se queda a tu lado tendido— Yo quiero hacer cosas como tú: pelear por lo justo, defender a los débiles, y a vosotros tres también. No me gusta quedarme sin hacer nada...

Piensas un buen rato junto a ese fuego, pero los minutos se hacen horas, hasta que llega la noche tardía. Te pilla por sorpresa y no, pues no es que sea poco evidente el oscurecimiento, pero quizá sí que se te haya pasado por alto el haberle dedicado durante tanto rato a reflexionar sobre lo de hace unos días. Los Allister duermen, pues la vejez hace que el cansancio acumulado pese por cuatro, por lo que sigues enrocada en tus pensamientos con el crepitar del fuego de fondo.
Aquella gente se ha ido por su lado, y aunque lo hayan hecho por su cuenta, no sabrías decir si en parte ha sido por tu culpa. ¿Acaso dar otra perspectiva puede generar tan malas consecuencias? Se te habrá pasado la cabeza alguna que otra vez que, quizá, hablar más de la cuenta de alas a algunos que intenten hacerse un hueco en el mundo con los peores métodos, y para conseguir los peores fines. Tú sabes que has hecho lo que te parecía más correcto, y has traído algo de sensatez a la discusión. Al fin y al cabo, estos son los Estados Unidos de América. No murieron tantos y tantas para que este país, estas tierras, sigan siendo el patio de juegos de algún autócrata con un concepto de la libertad bastante interesado.
Das vueltas y vueltas y vueltas, hasta que por fin el sueño vence, siendo que más pronto que tarde, necesites recostarte para desquitarte de algo del estrés sufrido. La noche refresca, pero el fuego seguirá ahí para reconfortarte.

Esta es noche de reflexión, Meave, y eso a ti se te da de maravilla. Ver lo que llevan los demás consigo sin siquiera tener que conocerles mucho. Una primera impresión y los categorizas de inmediato. Rara vez se te escapa algo, pero cuando ocurre, siempre vas prevenida, ¿no es así? Las chicas descansan prácticamente abrazadas por el frío. Alguno de tus empleados se desquita con el whiskey, y tus matones se quedan dormidos prácticamente de pie o en el suelo a rebosar de hierbajos. Tú haces lo tuyo: vigilas, recopilas y desarrollas tus ideas. Ahora mismo, sin quererlo, ese recuerdo vuelve a tu mente: el día en que todo se perdió para ti. Aquel hombre, aún lo tienes grabado en tus recuerdos. No pudiste verle el rostro, pero sus manerismos, su forma de caminar y, sobre todo, su voz, quedaron para siempre en la memoria. No puedes evitar sentir la rabia carcomiendo tu ser segundo a segundo; casi no puedes soportar las ganas que tendrías de ver a ese malnacido deshacerse en tus manos con solo agarrarle. Deshacerse por todo el dolor que le harías sentir por el mal que te ha causado. Pero llegará, llegará el día, Meave. Sabes que no debe andar demasiado lejos de ese pueblo al que vais, que como mucho habrá tratado de refugiarse en alguna zona montañosa para evitar a la ley. Pero de ti no puede escapar. Llevas desde aquel día recopilando información, y aquel indio te lo confirmó bien: el Oeste. Parecía tan amplio al principio, pero poco a poco vas devorando esa noción a la par que escupes todas aquellas abstracciones de lugares que ya has revisado hasta la saciedad. Tu gente ha sido muy capaz hasta el momento, y tú más que nadie, como no. En el próximo pueblo deberá de haber alguien que tenga más que decirte, estás segura de ello. Ese desgraciado de Rupert Finch tiene los días contados. Pagará por todo aunque sea lo último que hagas.

No dormirás a pierna suelta esta noche, pero por lo menos sabes que estás más cerca de tu objetivo. Día a día. Noche a noche.

—Ven aquí, Samuel —le dice cariñosamente a su hijo mayor—. Ya haces mucho por tu familia. Conducir el carro no es moco de pavo y lo sabes. Cualquier traspiés de una mula, un bache demasiado profundo o una mala maniobra nos podría dejar fuera de esta caravana, solos, por nuestra cuenta.

Le mira pausadamente para ver su expresión mohína pero no le deja reaccionar.

—Escucha Sam —muy pocas veces le llama así, porque su madre odia acortar un nombre tan bonito—. Si todo marcha bien tendremos mucho trabajo aquí mismo en la caravana. He observado muchas de las carretas y algunas de ellas son viejas y llevan ya muchas millas en sus ejes, cubos y ruedas. Otras se construyeron para dar viajes desde la granja hasta el almacén de suministros, pero no para estos caminos. Pronto empezarán a estropearse y ahí seremos valiosos tú, yo y nuestras herramientas. Sí, ya —interrumpe a su hijo cuando iba a protestar—. Ya sé que te refieres a manejar un arma, pero ya hemos discutido eso antes: no somos pistoleros ni cazadores, hijo. Os he enseñado a usar la escopeta en caso de última necesidad, pero no quiero que pasees con un revólver al cinto. Eso te convertiría en bastante peor persona y matarías a tu madre de un disgusto. Sin embargo —baja la voz porque sabe que Molly podría estar escuchando la conversación—, siempre podemos pedir algunas clases de tiro con armas largas a cambio de reparaciones. Creo que los hombres de Meave Millay son los suficientemente honrados para enseñarte a disparar bien una carabina de caza...

        - Puedo ofrecerle la misma agua que guardo para los caballos mientras haga calor en nuestro ahora mas largo camino, pero le recomiendo sorbos de alcohol o buen sexo cuando se nos crucen noches frias en el desierto o en los matorrales! -     Responde con ligera sorna Meave a la bella vaquera rubia mientras le cierra el ojo, pero antes de despedirse de ella mientras que toca su simpatico y elegante sombrerito negro en señal de despedida, pero tras pensar lo un momento desanda unos pasos y le dice con tono un poco mas serio y formal:

      - Tal vez antes de llegar a nuestro destino le interese mi propuesta, pero a mi no me interesa presionarla en lo mas minimo!    Asi que podemos conversar si usted gusta de otros temas antes de explicarle ninguna propuesta de trabajo o si nunca llegamos a un acuerdo laboral -     Termina por decir la elegante y formal mulata antes de acercarse a su guardua para susurrarle algo al oido antes de encaminarse hacia el reverendo Rusell y su gente ...

       Tras haber cruzado algunas palabras con Ellen y Sarah, la bella y elegante mulata camina hacia el reverando y platica con el por unos minutos antes de regresar junto con el señor Rubbens de regreso a su carromato, no sin antes acercarse un momento a la carreta del señor Anderson para platicar unos minutos con el frente a su esposa, solo entonces ingresa a su propio transporte para platicar un poco con su gente acerca de lo que habia pasado, tratando de tranquilizarlos un poco, pero pidiendolescque estuvieran alerta 

Por su gesto sabes bien que no le gusta nada la idea de dedicarse al tedioso y aburrido trabajo manual; que preferiría antes enfrentarse a la incertidumbre rutinaria de la violencia contra violencia hasta que incluso perdiese sentido. Pero en cuanto le mencionas lo de intercambiar trabajo por entrenamiento de tiro, se emociona enormemente. Aprovecha que ya estáis hablando, para contarte alguna que otra cosa de los últimos días: sobre animales que nunca había visto; ideas algo abstractas que ha tenido en ratos muertos a las que no le encuentras demasiada lógica; expectativas sobre lo que vendrá más adelante en el viaje. Todo, hasta que termina por dormirse, mirando al fuego junto a ti. Que es cuando, tras quizá acariciar su cabeza, terminas también cerrando los ojos hasta la mañana.

[Música recomendada]

La mañana siguiente llega, incluyendo el rutinario griterío de la señorita Doughan, alentándoos a despertar cuanto antes y preparar todo para salir. En menos de media hora, todo el mundo está ya en camino. Hoy se siente mucho un día mucho más fresco que los anteriores. Y que se sienta tan helado aquí abajo, aún perdiendo de vista los campos y las llanuras, es señal de que el invierno os besa la nuca más y más con cada día que pasa. Llegan los desniveles y las pequeñas arboledas, pero el río va a seguir estando presente ahí durante un buen rato.

En cierto punto del trayecto, podéis divisar tres formas en ls lejanía, al final de la elevación por la que vais subiendo. Jenny hace un gesto para que pare la caravana y Drew se le acerca, mientras saca unos binoculares. Se quedan mirando por un momento, Jenny le devuelve el aparato y vuelve a hacer un gesto para que continue la columna. Drew sale hacia atrás al trote, pasando junto a cada carro para informar.

—T-t-tranquilidad, solo es una caravana. Son blancos —Mientras pasa junto a la carreta de Jochane, Josiah le mira tras oir la última parte con seriedad. Drew le responde dedicándole con otra mirada llena de desidia.

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No tardáis en llegar a la caravana extraña que, a diferencia de la vuestra, esta es mucho más colorida. Tonos verdes y dorados en cada uno de los tres carros, que casan con la vestimenta de los viajeros y viajeras que los llevan. Hay cuatro hombres fuera de los carros, y parecen estar discutiendo entre ellos. Todos destacan por sus apariencias, pero uno de ellos lo hace más que los demás: sombrero de copa, bigote extravagante muy encerado, traje caro de colores cálidos, una fusta. Se dan cuenta de vuestra presencia cuando estáis casi pegados a ellos, lo que da buena cuenta de lo entretenidos que estaban peleándose. El hombre del sombrero de copa hace un intento por aparentar calma y da con la fusta a uno de los hombres que sigue queriendo discutir con él para que fija tranquilidad y de buena presencia. Una vez estáis lo suficiéntemente cerca, el del sombrero hace un gesto poniendo las manos en alto, en señal de alegre recibimiento. Jenny hace otro gesto de paro, pero esta vez con pesadez.

—¡Ah! ¡Encantados de verles! ¡Al fin unas caras amigas en medio de este terrible, horrible e insufrible lugar! —ríe falsamente— Si no les parece mal, nos gustaría pedirles un pequeño favor. Y siendo que todos somos compañeros de camino, no veo por qué no habríamos de ayudarnos entre nosotros —se dirige hacia Jenny en un principio, pero tras ver su actitud indiferente, pone la mirada en el resto de los integrantes de la caravana. Anderson y Sarah pueden escucharle perfectamente desde donde están, y el resto puede acercarse cuando quiera.

Los otros tres hombres están claramente impacientes y enfadados.

- Preferiría otra bebida entonces - no tenía conflicto con aquella mujer y tampoco deseaba tenerlo - ¿y de qué tipo de trabajo estaríamos hablando, srta Meave? - ahora mismo estaba cubierta en cuanto a dirigir el carro, pero una vez llegado al pueblo todo sería distinto, volvería a necesitar algo para subsistir. No sabía todavía a qué trabajo me estaba dirigiendo la srta. Millay y eso me generaba gran curiosidad e interés.

Escuché y medité aquello de tener sexo en las noches frías, aunque no había valorado a la gente de la caravana en ese sentido todavía.

Las noches eran frías, mientras que los días eran calurosos - ésto es realmente árido - aparte de llevar las riendas, miraba a un lado y a otro buscando algún tipo de "civilización" y me habría servido una casa como otra caravana o un rancho, pero no había nada. Rocas, polvo y si me apuras desierto, pero nada que oliera mínimamente a "civilización".

En esas estaba cuando los carros bajaron de velocidad, nuestro carro, el de los Allister iba bastante hacia adelante; a Gideon no le gustaba ir demasiado atrás porque decía que no haríamos otra cosa que comernos el polvo de los demás. Yo creo que se sentía importante yendo de los primeros, así que, tras el carro de Jenny y del de Jochane íbamos nosotros, al menos ahora. Pude escuchar la conversación que se traía con Drew sobre "los blancos", aquellas cosas me resultaban graciosas, no porque lo fueran sino por las circunstancias que provocaban con la gente de color.

De pronto o así me lo pareció, nos encontramos con otra caravana - oh, vaya... civilización, por fin - aunque lo que vi era de todo menos conocido, aquellos ropajes extraños aunque por lo visto había una especie de trifulca - Sooo - detuve el carro para saber qué ocurría allí, tampoco quería que se matasen. Aunque no los conociera, allí en medio de ninguna parte, cualquier cosa que sucediera desterraba el aburrimiento - ¿qué les pasa? ¡quiénes son? - había un hombre con un atuendo extraño mirando hacia los carros, cuando lo detuve, parecía mirarnos pero no acababa de abrir la boca - ¿hacia dónde se dirigen? - estaba el tema de los indios, quizás provenían del lugar al que nos dirigíamos o bien se habían perdido.

Cuando Ellen vio "algo" delante de la ruta no dudó en adelantarse arreando a su caballo sin pensarlo ni un momento, si había jarana no se la quería perder... un poquito de adrenalina no le sienta mal a nadie ¿no? No obstante su decepción fue bastante notoria cuando llegó justo a tiempo para escuchar "pedirles un pequeño favor" y otros cuentos sobre ayuda mutua.

Tanto colorido, fusta, bigote encerado... oh, conocía ese tipo de gente muy bien... pero que muy bien. A Ellen no le caían nada bien los faranduleros de ese tipo. Gente del espectáculo, de la falsa medicina, estafadores profesionales... eso era lo que le decía el olfato. Si no los alejaban no podría pegar ojo por la noche, el robo... o algo peor estaría asegurado.

- ¿Pedir un favor? - respondió, como si acabaran de contarle un buen chiste - se ha equivocado de caravana, el reverendo está a una jornada en esa otra dirección - alzando el puño, para señalar a sus espaldas con el pulgar - así que a rogarle a Dios - acabó con un tono cortante, como el que se usa para echar a un perro que entra olisqueando por la puerta de casa

Echó un vistazo a ambos lados, como si esperara que aquella distracción pudiera preceder a una emboscada. Se mantenía a distancia suficiente para tener una buena perspectiva y a la vez que los interlocutores estuvieran al alcance de sus armas. 

Doug y su hija Rebecca están sentados al pescante del carro jugando a las palabras encadenadas cuando la caravana se topa con aquella troupe. La chica sonríe al verles, quizás porque le recuerdan a los titiriteros y artistas de los teatrillos y vodeviles de Boston. Sin embargo su padre mantiene un gesto adusto y desconfiado. Mientras hablan con Jenny no deja de buscar con la vista por los alrededores, temiendo que haya alguien emboscado.

Cuando Ellen Hardin se acerca y comienza a hablar, el patriarca de los Anderson eleva la vista al cielo con una enorme expresión de fastidio. No obstante recuerda la importancia de su misión y vuelve a escudriñar los alrededores por si hubiera más gente por la zona.