Partida Rol por web

Escena para Robert Banks.

FLASHBACK - 1

3 de mayo de 2006, 13:50, Shangai, set de rodaje de Misión Imposible III

Todo el mundo parecía obsesionado con empujar a Robert de un lado para otro. A lo lejos, Tom lucía sonrisa... ¿Qué sabría? Lo cierto es que a Robert la malla negra le quedaba mucho mejor. Tras media jornada agotadora, iba llegando la hora de comer, pero al psicópata de Jeffrey, el director, le apetecía rodar la escena de la tirolina mientras el sol estaba alto. ¿Quién coño se había creído que era? Tom, por supuesto, hizo su labor de perrito faldero diciendo que sí a todo. ¿Qué sería lo siguiente? ¿Invitar a barra libre de placenta a todo el equipo?

El cuerpo de Robert estaba cubierto de moratones. El idiota de Cruise se empeñaba en hacer las escenas de acción, tiraba siete tomas malas, perdía un tiempo precioso, y luego Robert tenía que clavarlas en tiempo record. Con la tirolina empezaba a pasar lo mismo. Tras cinco 'corten' sin llegar a saltar, Tom se había reunido con el director en privado y éste le había pedido a Robert que hiciera la escena y que le agradeciera a Cruise la oportunidad, que lo había hecho por cuestiones sindicales, por no quitarle el trabajo... memeces. El muy capullo estaba acojonado, pero su sonrisa de porcelana seguía siendo perfecta.

Los chicos de efectos especiales le ataron bien fuerte a la tirolina. Iba a tirarse desde 700 metros de altura. Un sólo fallo y sería ketchup de Robert Banks. con razón el idiota de Cruise se echaba atrás. Sin embargo, Banks era un auténtico profesional, sin miedo a nada. Se preparó en su posición, asegurándose de que todo estuviera preparado. Jeffrey se sentó en su absurda silla de director. ¿Desde cuándo los millonarios sabían currar? Agarró su estúpido megáfono y pegó el grito. Robert se dispuso a saltar.

Por el rabillo del ojo, antes de terminar el impulso, pudo ver la correa suelta, su muñeca izquierda atada fuertemente a... nada. En sólo milésimas de segundo pudo imaginar su cuerpo chafado contra el suelo de Shangai...

Siempre igual. ¡Chapuceros! Intento ajustar las correas de forma rápida y firme mientras maldigo por lo bajo. Con un poco de suerte, no joden la toma. Si lo hago perfecto y a la primera, igual me dejan hacer mi TRABAJO, y se olvidan de los caprichos de "sonrisa de porcelana" un rato.

¿Estará él mirando? Imagino que si. A fin de cuentas, la gente en el cine va a pensar que él soy yo. O al revés. Eh... bueno, eso. Seguro que le impresiono. ¿Me vendrá a felicitar después o se esconderá en su camerino de lujo? Tengo que tener cuidado si me da la mano, por lo de esa clausula de su contrato que nos impide a los extras mirarle a los ojos. ¡No quiero que me pongan otra multa!

En escasos segundos, Robert trató de ajustar la correa, pero ya era tarde. Uno de los chicos de producción le pegó un fuerte empujón y Banks se vió volando, colgado sólo de su mano derecha, a 700 metros de altura, deslizándose a gran velocidad por el cable metálico. En la platafroma de salida, Tom Cruise contemplaba la escena con su misma sonrisa de siempre, tomándose las bebidas isotónicas de los especialistas.

TURNO

Intentas saltar a un lado, sujetándote la herida con fuerza... sientes en tu nuca un dolor perforante, y te sorprendes de ver cómo la máscara se rompe ante tus ojos, salpicando sangre delante tuyo... creías que era imposible, pero eres capaz de sentir la bala atravesando tu cabeza.

Esta sensación no dura más que unas décimas de segundo. Luego viene la oscuridad y, tras ella, la luz... De fondo, como entre algodones, escuchas la radio apagándose con este mensaje:

- Verde - 1 muerto... mata al rojo... mata al rojo... evita al azul... mata al rojo... evita al azul...

Llegas al negro absoluto. Tu corazón deja de latir. Mueres.

Pasa una eternidad de tiempo en nada, un infinito momento en que eres incapaz de pensar, de dudar, de temer... Algo te hace despertar. Te sientes otra vez lleno de vida. Estás en una silla de colegio verde...

El viaje en tirolina resultó ser una tortura. Por debajo, las vistas de Shangai eran excelentes, pero la presión que Robert sentía sobre su muñeca derecha era extrema. Intentó por todos los medios no patalear, mantener una figura firme y recta, algo digno de ser filmado. El maldito Tom Cruise estaría cachondeándose ahí arriba, criticando la actuación del especialista... ya le gustaría a Robert ver al actor en su situación.

El descenso cobraba velocidad de forma casi incontrolable, y Banks estaba cada vez más preocupado por el aterrizaje. Había visto a más de un chaval partirse las piernas por menos. Si no coordinaba todo su entrenado cuerpo, el golpe sería letal. Además, el sudor de su mano derecha iba bajando por su brazo, haciendo que el guante de seguridad se escurriera. Ese sistema estaba diseñado para bajar con las dos manos, no con una sola.

Sólo cincuenta metros más, y llegaría el momento de impacto. Robert vio pasar su vida ante sus ojos. No era la primera vez que le pasaba, y ya había aprendido a rebobinar y repetir los fragmentos más interesantes. Por desgracia, había vivido siempre bajo la pequeña sombra de Tom Cruise, y la mayor parte de sus recuerdos estaban relacionados con el cientólogo.

Veinticinco metros. La presión creció en el vientre de Robert. Cualquier persona menos preparada estaría meandose encima en ese momento. Nada que un especialista de su talla no pudiera controlar. El aire cortaba contra sus mejillas... ¿A qué velocidad estaba cayendo? El sonido del cable metálico zumbaba implacable, profetizando un impacto duro y doloroso. Robert miró atentamente a la superficie de aterrizaje. Estaba despejada, como debía ser. Al menos, en esto, los técnicos no habían metido la pata.

Diez metros. Algo llamó su atención. A la derecha de donde debía tocar tierra, un chico de producción, Billy Watson, parecía estar riéndose endemoniadamente mientras contemplaba el descenso. ¿Qué coño le pasaba a ese tío? ¿Qué clase de broma era esa? El chaval le señalaba con el dedo, con los ojos desorbitados y llenos de lágrimas, fruto de si risa maníaca. Robert recuperó la concentración y flexionó todo su cuerpo, preparándolo para la maniobra de aterrizaje.

Llegó el momento de impacto. Por un segundo, Banks se visualizó a sí mismo como un charco de sangre y vísceras pegado al cemento. Llegó incluso a imaginar a los encargados de limpieza arrancando sus pedazos con espátulas. Sus pies tocaron tierra y se movieron a una velocidad frenética, forzando una carrera para frenar la velocidad de bajada. Su cuerpo permanecía firme. Nada fallaba. Corrió como un condenado, viendo cómo se acercaba el poste final. No podía soltarse, así que la única alternativa era frenar a pulso. Sus piernas le mandaron todo tipo de señales... calor, calambres, agotamiento, flojera... todo en uno. Corrió, disminuyendo el ritmo en la medida en que la inercia se lo permitía. Llegó al poste. Con un ágil movimiento, apoyó el pie derecho y pegó un salto, quedando en el sitio. Había caído bien. Un grito lejano, proviniente de un walkie talkie, le hizo sonreír satisfecho.

- ¡Corten! ¡Ha sido buena!

No tendría que repetir el descenso. Su corazón estaba desbocado. Billy Watson, el chaval de producción, se acercó corriendo, todavía con la carcajada en la boca.

El joven Billy se acercó a Robert y comenzó a soltarle el enganche de seguridad.

- ¡Ha sido espectacular! Me hubiera gustado ver tu cara cuando te diste cuenta de que el agarre estaba suelto... ¡Casi me caigo al suelo de la risa! Macho, lo has bordado. Venga, te invito a una caña, te la has ganado con creces.

Llevó a Robert al camerino de especialistas; un zulo minimalista con olor a sudor rancio. Robert, todavía mosqueado, se pegó una ducha rápida y se cambió de ropa. Fuera le esperaba Billy.

- Venga, tío, me han dejado llevarte a la sala VIP. Menuda pasada de salto. El gilipollas de Cruise estaba bocas. Tendrías que haberle visto. Los chicos de arriba lo han grabado con una mini DV, luego te paso la copia... menuda cara de imbécil que se le ha puesto. El director está encantado. De esta te dan un plus, o algo.

Arrastró a Robert hacia la zona VIP, donde les pusieron dos cervezas. Sólo estaban Billy, Robert y el camarero.

Me dejo arrastrar por la situación un poco abrumado.

Aun no se si pegarle un puñetazo en toda la boca o darle un abrazo a Billy. Doy un trago a la cerveza calibrando a quien odio más, si a Tom o a los chicos de producción. Gana Tom por goleada, y entonces recuerdo que le ha llamado gilipollas.

- ¿Así que se quedó "bocas", eh? - sonrío - Espero que de una vez se valore un poco a los especialistas... estoy harto de tener que comerme todos los marrones. ¡Pero que te voy a contar a tí! ¡Eres de producción! Ja ja ja

Los dos compañeros reían en la zona VIP, comentando las estupideces de Tom Cruise... un enemigo común daba para mucho cachondeo y mucha camaradería.

- Mira, el imbécil me llamó el otro día: 'Eh tú, ven... Tráeme a mi camerino algo caliente de comer'. Me quedé pensando un rato y em dije: 'esta es la mía'. Quería ganar puntos... estar en el eslabón más bajode producción es una mierda. Así que le eché un par de huevos, y le mandé una putilla china. ¿El señor quiere algo caliente de comer? No va a encontrar nada más caliente. La tía era un monumento... pero de los buenos. Y parecía más guarra que una perra en celo. El tío... no te lo vas a creer... el muy gilipollas se puso rojo. No podía mirarla a la cara. Le dio una tarjeta y le soltó todo un discurso respecto al desarrollo personal y a toda esa mierda sectaria que se trae de por medio. Le dio la tarjeta y la mandó a casa con mil dólares en el bolsillo. Ni la tocó. ¿Te lo puedes creer? A mí ni siquiera me cayó una bronca. Se calló como una puta, el imbécil... Sabe que si cuento esta historia por ahí, el resto del equipo le va a mirar como si fuera un bicho raro, y al gilipollas le gusta integrarse. Te lo digo yo, es un puto enfermo.

Billy no podía dejar de reír mientras contaba la historia. Había algo demente en la risa de ese chico... algo extraño. Miró alrededor, asegurándose de que nadie les oía, y se acercó mucho a Robert para hablarle.

- He conectado con unos tipos aquí, en Shangai... hacen 'juegos extremos'... cada noche, en un local en la zona del puerto. Son cosas que tu, con tu preparación, podrías hacer de puta madre... ya sabes, pruebas físicas con apuestas. La gente se juega una pasta de cuidado ahí. Si vamos, podrías llevarte mucho, pero mucho dinero, sin apenas despeinarte... Estuve anoche... hay un laberinto, con pruebas de esquivar cosas y tal. Generalmente meten dentro a pobres diablos, mendigos que no tienen ni puta idea de nada, y los machacan. Ayer había uno que sí estaba entrenado, y se recorrió el laberinto esquivando las trampas como si paseara por su casa. El tío es peor que tú, te lo aseguro. Se llevó 20000 dólares a casita por una noche de paseo. Los chinos estaban enloquecidos, y se acercaban a él ofreciéndole contratos millonarios para pelis de kung fu... Piénsalo, si vienes y te sale bien, podrías despegarte del gilipollas de Cruise para siempre... el nuevo Jackie Chan americano... ¿Qué te parece? 

Casi se me cae la cerveza al suelo de la risa con la historia de la china. Algunos rumores dicen que Tom es... bueno... "blandito", de la otra acera, del clan de los muerde-almohadas. Y viendo lo que cuenta Billy, tiene que ser eso... ¡o que es realmente un gilipollas!

La risa de Billy me recuerda a Jack Nicholson en el rodaje de "Algunos hombres buenos" Tiene algo inquietante, pero su siguiente historia capta toda mi atención.

- ¿20.000 dólares? Espera un momento... ¿20.000 dólares AMÉRICANOS? ¿Por una noche de "Gladiadores Americanos" contra putos pardillos? - me rio de nuevo - ¿Dónde hay que firmar?

Billy pareció complacido por la respuesta de Robert. Según le contó, entre cervezas, tenía inversores, personas dispuestas a apostar por el especialista para multiplicar sus ganancias. Le dejó en su habitación del hotel para que se duchara y se preparara.

Unas horas después volvió. Estaba exultante. Le arrastró a un coche que se metió por la zona del puerto. Apenas cambiaron una palabra. Robert estaba concentrado en su cuerpo, revisando articulación por articulación, músculo por músculo, asegurándose de su propia capacidad.

Llegaron a un edificio, un almacén del puerto.

Bajaron del coche y entraron dentro. Había ruido, muchas personas, todas ellas chinas, hablando a la vez. Robert veía los billetes volando de manos. En una pared, había una gran cantidad de monitores, que mostraban imagenes de un almacén vacío. Billy le introdujo por una pequeña puerta lateral. Allí, dos chinos mal encarados le recibieron. Billy les entregó un papel y se despidió del especialista sin palabras.

Los dos matones le llevaron a una salita, donde tres jovenes orientales estaban cambiándose de ropa. Se estaban poniendo unos kimonos propios de las películas de artes marciales, con colores chillones y dragones bordados a la espalda. Había una silla libre, con un kimono doblado y preparado. Uno de los matones le soltó una parrafada en chino, pero Robert no entendió ni una palabra. Según lo que le había contado Billy, el juego consistía en una gran sala llena de pruebas. El objetivo era dar con la salida y dar un buen espectáculo.

Robert se cambió y fue llevado, en solitario a una puerta. Encima de ella había una luz roja. Pasaron quince segundos. Sonó una sirena. La luz roja se apagó y se encendió otra verde. La puerta se abrió. Al otro lado, un almacén.

El especialista asomó la cabeza por la puerta, mirando alrededor. Había cámaras colgadas por todas partes. Estaba dentro. Desde donde estaba, podía avanzar recto, a la izquierda o a la derecha.

Salgo "a escena" lanzándome por el centro con mi ya clásica voltereta rodando por el suelo y caigo en la posición "ninja" que tanto le gusta a Tom de "El último Samurai"

Robert se lanzó con sus características volteretas, con toda la estética Tom Cruise, por los pasillos del almacén. Sólo avanzó tres metros y dos vigas de metal se desprendieron del techo sobre su cabeza. Nada difícil para el especialista, que las esquivó con gracia y estilo. Parecía que el juego era más peligroso de lo que le había indicado Billy. Esas barras de acero le habrían roto la cabeza a alguien más torpe.

Siguió avanzando. Un leve destello captó su atención... un haz rojo en una nube de polvo. Su cabeza recorrió un centenar de películas de acción y llegó a una conclusión. Ésta se vió confirmada cuando echó un vistazo a su propio pecho; dos punteros laser se movían sobre él, buscando su corazón. Francotiradores. Dió otro ágil salto y se metió tras unas cajas, justo a tiempo de escuchar el sonido de dos disparos y ver cómo las balas impactaban contra el suelo. Si no hubiera sido tan rápido, ahora sería un fiambre. Empezó a cabrearse y a sentir cierta dosis de miedo.

Escondido tras la caja, pudo ver a otro participante. Un joven oriental. El miedo brillaba en sus ojos. Su cuerpo estaba en actitud de combate, como si fuera un experto en artes marciales. Los punteros rojos le buscaron. Robert aprovechó el momento para correr pasillo abajo. Tras él, escuchó el grito del otro participante. Por algún motivo incomprensible, le estaba persiguiendo con cara de odio.

Dobló una esquina y siguió corriendo, tratando de perder a su perseguidor. Sólo unos minutos antes habían estado sentados en la misma habitación, y ahora el otro tenía una cara de odio y unaspecto de asesino que no dejaba de sorprender al especialista. El pasillo por el que corría daba paso a una zona arenosa. ¿Para qué poner un foso de arena en un almacén? La pregunta no tenía respuesta todavía, pero Robert seguía corriendo. Algunas balas silbaron a su alrededor. ¿Dónde demonios se había metido?

Atravesó la zona arenosa con toda la ligereza que le daba su entrenamiento. Se volvió un segundo para ver a qué distancia estaba su perseguidor. Éste corría por la arena como desesperado por alcanzarle. En ese momento, comprendió el porqué de la arena. Una mina antipersonal convirtió al joven oriental en una nube rosácea.

El asco y la impresión inundaron a Robert, pero no podía parar. Seguían disparándole. Dobló otra esquina y encontró una escalerilla de mano. Podría subir a la zona de arriba... a lo lejos, siguiendo el mismo pasillo, había una serie de objetos colgados de una pared. Parecían ser espadas... ¿Por qué carajo había accedido a ese maldito jueguecito?

Mis pulsaciones suben y los latidos de mi acelerado corazón martillean mi sien. ¿Qué diablos está pasando? Si esto es un juego, es el de un psicópata. Dejo de preocuparme por el dinero y me centro en un solo concepto: sobrevivir a toda costa. ¿Es eso lo que quieren? ¿ver a lso participantes expuestos a lo extremo?

Al menos tengo mi entrenamiento, se supone que cada músculo de mi cuerpo está preparado para algo así... se supone. En mi trabajo siempre llega un momento en que el director grita "¡Corten!" Un momento de tranquilidad, un paréntesis... un puto kit kat. Pero algo me decía que esto no acabaría tan facilmente. Tendría que poner cada fibra de mi ser sincronizada en salvar el pellejo.

Quizá quieran que cojamos esas espadas de ahí colgadas... ¿qué será lo siguiente? ¿Enfrentarnos como en "Gladiadores americanos"?

Mientras Robert miraba las espadas a lo lejos y pensaba, otro rival se le adelantó, cogiendo una de ellas. El chino, con mirada de loco, corrió hacia el especialista blandiendo su katana. Banks miró a su alrededor, buscando una salida rápida, y consideró que lo más eficaz sería subir la escalerilla de mano. Empazó a trepar.

Subía como un mono en la jungla. Las balas silbaban a su alrededor, y el griterío de la sala de apuestas seguía insofocable de fondo. La escalerilla metálica subía más de quince metros. Cuando estaba por llegar arriba, vió que el joven espadachín también estaba trepando. Llegó arriba.

La parte superior era sólo una plataforma de nueve metros cuadrados, sin barandilla. En uno de los lados, había un hombre vestido de negro sujetando un fusil con mira laser apoyado en un trípode, muy concetrado apuntando hacia los pasillos del almacén. Al parecer, no se había dado cuenta de que Robert había subido.

Gran momento de duda, me quedo casi paralizado por un segundo.

Todo los impulsos de mi cuerpo me piden que empuje a ese cabrón chino al vacío. Pero... ¿sería asesinato? ¿O es simplemente defensa propia? ¡Es el puto chino el que tiene el arma! No puedo dudar, tengo que actuar... tengo a _otro_ chino pisándome los talones con una jodida espada de un metro. Si esto fuera una película, me acercaría por la espalda y de un golpe seco le dejaría inconsciente... pero se demasiado de películas. No es fácil dejar a alguien inconsciente de un golpe. En la vida real, ese tipo se da la vuelta de mala leche y contraataca. Esto es la vida real, Robert.

Me acerco sigiloso, cojo el cuerpo del rifle, para que no lo gire, con una mano mientras le doy una parada de quarterback al jodido chino para empujarle.

Robert dudó unos segundos, pero tomó una rápida resolución. El golpe arrojó al chino por la borda, dejando el fusil en manos de Banks. Los vítores de la sala de apuestas se escucharon con más fuerza. Por la escalera, subía el otro de la espada.

Trago saliva mientras el sudor frío me recorre la frente. Me agacho y apunto el rifle hacia la escalerilla. Compruebo el seguro, pongo el dedo tembloroso en el gatillo. Deseo que el jodido chino no aparezca. Deseo que no suba la escalerilla. Sigo sudando mientras mi dedo toca suavemente el metal. Intento pensar cualquier tontería que escude el hecho de que voy a matar. Mato por no morir. Es él o yo. Y hay muchos chinos. Millones. Pero muy pocos que nos parezcamos a Tom. Si, eso debería bastar. Piensa alguna tontería... vamos... será solo un "clic", no puede ser peor que hacer de doble de culo en "Jerry Maguire"...

La cabeza del chino asomó. Parecía muerto de miedo, pero tenía un brillo asesino en sus ojos. Tras dudar unos segundos, Robert apretó el gatillo. Los sesos del joven se esparcieron por el suelo metálico, chorreando hacia abajo. EL cuerpo se desplomó, cayendo los quince metros. El sonido del impacto del cadáver puso a Robert los pelos de punta. De fondo, los vítores de la sala de apuestas se intenisficaron.

Banks se giró y estudió la situación con toda la frialdad que pudo. Había cuatro francotiradores más, pero parecían ignorarle. Abajo, otros dos chinos todavía corrían, esquivando las trampas y las balas. Uno de ellos portaba una espada y persguía al otro.

Si no llamo la atención igual se matan entre ellos... o los francotiradores los matan.

Me quedo expectante, desde arriba, agarrando el rifle con los nudillos blancos por la presión. Vamos, vamos, que se acabe ya...