Partida Rol por web

Su objetivo cayó y ella no pudo más que descolgar la mandíbula hasta el suelo ante la masacre perpetrada por su prima -Me cago en la hostia!- la miró ojiplática "Coño, ni que le hubieran matado a ella el padre. Si tocan a César esta nos lanza un nuke!!!" se miró a sí misma con las pistolitas y pensó que estaba haciendo el panoli "A tomar por culo" fue a sacar su micro Tavor cuando reparó en el Norinko tirado en el suelo que, al ahora pudding de chino, no le había dado tiempo ni de apuntar. Con eso haría bonitos piercings, no iba a molar solo su prima.Armada con los nuevos juguetes inclinó la cabeza indicando que avanzaran.

(Las chicas mandan)

No había necesidad de volverse loco. Mientras las chicas empiezan a disparar yo decidí observar atentamente las posibles entradas. Les daría cobertura, con el MP5 preparado, para que pudieran disparar a sus anchas. 

(Menudas valquirias) Pensé, sintiendo escalofríos solo de pensar tenerlas en mi contra. Lo que estaba presenciando era más propio de una película de Robert Rodríguez que de la vida real. Me gustaba.

Con el sonido del último casquillo de Mary tocando el suelo, me encaminé a paso ligero hacia el interior y me detuve junto al marco de la primera puerta que encontré. Me aseguré de que las chicas estaban preparadas y lancé una granada de humo al interior de la habitación. Entonces rodé para sobrepasar la puerta y continuar por el pasillo.

Hwo entró por el pasillo. Y entonces, lo impensable.

De una de las puertas laterales, que llevaba a las cocinas, salió un energúmeno, grande como un armario y con uniforme de cocinero, blandiendo un cuchillo que más bien parecía un hacha.

Había estado esperando que pasara, así que le atacó, descargando un golpe de cuchillo. Instintivamente, Hwo deflectó el ataque con el cuerpo central del MP5.

No me lo esperaba. Me defendí instintivamente del ataque del chino gigante. (¿Me ataca con un cuchillo? ¿Quién usa un cuchillo en un tiroteo?)

Inmediatamente liberé una ráfaga de disparos sobre su cuerpo. 

La ráfaga dió en el blanco, empujando hacia atrás a la masa de aquel tipo. De hecho, se dió contra la pared y cayó al suelo, sujetándose el vientre con grandes alaridos. Las tripas amenazaban con salirse de su lugar.

No parecía dispuesto a hacerse más el héroe.

No pensaba dejar a nadie vivo. - (Has perdido tu oportunidad, grandullón) - Disparo a matar.

No me fío de que haya más gente dentro, así que lanzo la granada de humo a la habitación como tenía previsto.

- ¡Adelante! -dije a las chicas.

La situación seguía bajo control. Pero eso podía cambiar en una décima de segundo.

Queen tomó la delantera. Dando una gran zancada pasó por encima del ex-cocinero siguiendo el arco que describía la granada en su humeante camino hacia el interior de la siguiente habitación. Pertrechada con su arma irrumpió soltando una ráfaga de izquierda a derecha

La ráfaga dió en carne.

En esa sala había dos jóvenes, las camareras, que estaban escondidas debajo de una mesa. Pero también había un sujeto que había salido del baño con una ingram en la mano, y al que ahora un disparo le había pasado la garganta de parte a parte.

A partir de ahí, revisaron las pequeñas habitaciones, sin encontrar a ningún sicario más. Los cocineros habían escuchado el tiroteo, así que salieron corriendo.

Pero pronto deberían salir corriendo ellos también, por que obviamente la gente habría llamado a la policía. Así que comenzaron a poner las cargas que ella había echado en la mochila. No eran muchas, pues no querían cargarse un edificio en el que posiblemente viviera gente inocente. Pero si destrozar el restaurante de una manera irreparable.

Hwo salió a la calle, a vigilar, pero también a montarse en el coche y preparar la huida. Comenzaron a sonar sirenas, y se puso algo nervioso.

Las chicas salieron justo cuando dos coches patrulla eran visibles al final de la calle, y se montaron cagando leches en el coche. Queen llevaba la granada de fósforo blanco en un bolsillo, y el detonador en la mano.

Bajó la ventanilla, por si había que liarse a tiros con la poli. Habían tocado, quizá, cierta tecla, jodiendo a los amigos del departamento. Y eso había provocado una respuesta policial rápida.

-¡Ándale, vamos!

-¡FUERA!-
Gritó en tono bastante machuno a las camareras para que salieran cagando leches, el resto fue fácil, una pena, esperaba que hubiera más alimañas de la banda allí reunidos pero pensandolo bien... era de día y esa gente seguro que se concentraba por la noche.
Una vez habían peinado todo el local pidió a Hwo que vigilara fuera mientras ellan ponían las cargas, nada muy bestia ni en pilares maestros, eso sí tabique no iba a quedar ni uno, era todo pladur y decorados de madera y cartón-piedra, iba a prender que daba gusto. Al sentir las sirenas apretaron el paso y salieron al encuentro de su primo, el cual esperaba con el coche en marcha. Queen se montó en el asiento del copiloto y vigiló el avance de los coches patrulla que llegaban por el fondo de la calle, justo antes de que estos alcanzaran el edificio del restaurante presionó el detonador, con suerte la explosión y la consecuente confusión les cortaría el paso proporcionandoles a ellos cierta ventaja
 

Estar ahí fuera vigilando era una tortura psicológica. Cada minuto parecía una hora. El coche ya estaba preparado y había repasado algunas rutas de huida mentalmente. Solo quedaba esperar a las chicas.

En cuanto salieron me abroché el cinturón y en cuanto escuché el sonido de la segunda puerta cerrándose pisé a fondo. El sonido de las ruedas contra el asfalto quedó rápidamente silenciado por las sirenas que se acercaban y finalmente por la explosión. Era el mejor momento para ganar terreno. Había que apretar.

- Avisadme de cualquier cosa. No puedo apartar la vista de la carretera.

El akuma aceleró ganando gran velocidad en poco espacio. Fue preciso esquivar a una vieja con sus bolsas de la compra, que provocó que la policía frenara un poco.

Pero los dos coches patrulla no eran su peor problema. No. Cuando salieron a una de las avenidas principales, escucharon el rotor de un helicóptero, y como toda la maldita policía de la ciudad parecía ir a por ellos. Dos disparos dieron en el coche, de un patrullero de a pie, afortunadamente sin darle a nadie.

El helicóptero les seguía los pasos, y un coche de policía que venía en dirección contraria intentó chocar contra ellos para detenerles.

Habíamos pillado el coche adecuado. Conducirlo era como conducir una nave espacial a pie de calle.

La situación estuvo bajo control durante un par de minutos, momento en el cual apareció el helicóptero de rigor. No era inesperado, pero era una putada igualmente.

Avancé por una avenida principal. Conocía la ruta y era más fácil esquivar vehículos y peatones yendo a toda leche. De repente vi que un coche de la policía venía directo hacia nosotros. Por suerte lo vi a tiempo. Por estas cosas no podía apartar la vista de la calzada. Cambiaría al carril derecho bruscamente parapetándome con un coche que circulaba y tomaría la primera intersección que hubiera a la derecha.

El helicóptero sobrevolaba la ciudad, enviando información a la centralita y la radio de la policía. El akuma volaba sobre el asfalto, pero si quería dar esquinazo a la poli tendría que ser invisible a los ojos que había en el cielo.

-Unidad aérea 1, 10-80 en progreso en East Basin. Tres sospechosos enmascarados dentro de un Akuma deportivo, tras cometer un 10-35 en Chinatown, explosión con material militar. Los sujetos van fuertemente armados.

Las radios comenzaron a contestar.

-P-04, el coche se evade de Grand Street, entrando en cruce de Flint.

La operadora contestó.

-Unidades en East Basin, acudan a la persecución.

El capitán estaba en su despacho de la central este, atendiendo a una llamada que había cogido con el "otro teléfono", el prepago. Un teléfono que estaba a nombre de otra persona. Una persona que llevaba años metida entre rejas.

-Lo entiendo, señor Wu -dijo finalmente- Haremos todo lo posible. Gracias.

Colgó y encendió la radio policial, sonriendo. Esos cabrones se estaban tomando la justicia por su mano, como era de esperar. Una reacción rápida. Pero en San Fierro no hay guerras de bandas, no si la policía no apoya a ninguno de ambos bandos.

Marcó un número de la agenda.

La prostituta mexicana dormía entre las sábanas de aquel apartamento que ni siquiera estaba a su nombre, mientras él terminaba las últimas flexiones.

El teléfono sonó con insistencia, provocando que la chica se removiera, perezosa. Él se levantó tranquilamente, tomando una toalla, que puso sobre sus hombros. Antes de descolgar, vació el contenido de un botellín de avión de vodka, y lo dejó junto a la cartuchera de la pistola y la placa.

-Ladlow.

Escuchó lo que le decían al otro lado, y luego sacó de un cajón una radio de la policía, sintonizando el canal de la persecución.

-Lo escucho.

Finalmente, se escuchó al otro lado la voz de Hooker.

-Tienes carta blanca, quiero a los tres bajo tierra.

Sonrió, despacio.

-Hecho.

Dicho ésto, colgó el teléfono y se puso la cartuchera en el cinturón, amartillando antes la pistola. Tiró unos billetes encima de la cama, donde estaba la chica.

-Vístete y lárgate. Ya.

Se puso las gafas de sol mientras salía a donde tenía aparcado el coche, un viper V10. Dentro del maletero tenía un doble fondo cargado de armas y explosivos de gran calibre. De él, cogió una humilde granada, antes de cerrar, montarse de un salto y acelerar quemando neumático.

Todavía no se habían asomado para disparar. No hacía falta. Eso solo empeoraría las cosas. Que te persigan, está bien. Pero si matas a un poli, todo el puto departamento irá a por ti tarde o temprano.

Estaban intentando bloquear las posibles rutas de escape, y eso les dejaba pocas opciones de huida. Tampoco podían pasarse por el taller mientras el helicóptero les tuviera localizados.

-Hay que perder al pinche helicóptero.

Tenía que encontrar un paso subterráneo. Un parking con varias salidas sería una buena opción. Tenía que pensar rápido. 

- ¿Alguna idea? - dije calmado.

Cuanto más tiempo pasáramos en persecución más probabilidades de cargarnos a alguien de más y de joder las cosas en plan serio.

Su mejor opción, casi la única, eran los aparcamientos del antiguo centro comercial Grand Central. Eran ahora un aparcamiento público, del ayuntamiento de San Fierro, a un precio muy bajo y con una vigilancia muy básica. Constaban de cuatro plantas, dos de ellas con salida a diferentes calles.

Y no estaba muy lejos de allí.