Partida Rol por web

A la mañana siguiente nuevos gritos y angustias despertaron a los invitados de Green Arrow. El oírlos suponía una increíble zozobra solo mitigada por el alivio de seguir vivos. 

Elizabeth se lamentaba muy nerviosa de que su marido Robert hubiera desaparecido sin dejar rastro. Como si se hubiera desvanecido. Tampoco lograban encontrar por ninguna parte a Albert, el joven médico. 

Quien parecía haber empeorado de su condición era Malcolm, el padre de las hermanas Alistair. Se había pasado todo el día anterior indispuesto pero ahora estaba prácticamente inconsciente mientras señalaba la puerta: "Han venido...a por mí..."-

No parecía que el Doctor Lawrence fuera a regresar hoy, sobre todo por la intensa nevada que dificultaba siquiera salir al exterior. Los nervios y la preocupación crecían entre los invitados a la hora del desayuno

Elizabeth gritó presa del pánico cuando no vio a su marido a su lado en la cama. Dado todo lo ocurrido la noche y el día anterior, sabía que algo malo pasaba… Era un presentimiento… o más bien una certeza, lo que la invadió al tomar conciencia de que estaba sola en esa habitación.

Después de eso sus recuerdos sobre lo ocurrido eran difusos. Se convirtió en un fantasma… como un maniquí sin voluntad que se dejaba llevar por los acontecimientos, por las idas y venidas, por los comentarios de unos y de otros… Su mente no estaba allí…estaba lejos… intentando dar sentido a lo ocurrido… Sin poder todavía dar salida a ninguna emoción, porque todavía ni siquiera ella entendía lo que había ocurrido.

¡¡Buscad a mi marido!! ¡¡Buscad a mi marido!!... era lo único que había podido gritar angustiada cuando las primeras personas acudieron a la llamada de su grito. Después le sobrevino el mutismo… Sólo pasado un buen rato, cuando parecía que las informaciones confirmaban lo que Elizabeth sospechaba desde el principio (su marido había desaparecido), Elizabeth se derrumbó en los brazos de su padre, el único junto a su hermana, que podrían infundirle algo de fortaleza y consuelo en esta terrible situación, y comenzó a llorar el dolor más profundo que había sentido en su vida. Sabía que su marido había desaparecido para siempre, pues jamás la habría abandonado en esa casa ni hubiera huido sin ella. No tenía esperanza en encontrarle. Una certeza muy profunda dentro de ella, sabía que esto no era algo pasajero. Su marido ya no estaba entre los vivos e intuía que su primo Albert, tampoco.

¡Estábamos enamorados! ¡Acabábamos de casarnos hace poco!… Ni siquiera el destino nos ha permitido concebir hijos aún (aunque quizá esto haya sido lo mejor, pensó Elizabeth, quien recordó a sus sobrinos que acababan de quedarse sin su padre Molv. Ninguna inocente criatura se merece sufrir el dolor que esta casa le estaba causando a su familia). Todo esto lo gritaba Elizabeth desgarrada y entre lágrimas aferrada al hombro de su padre. La joven sabía que se sobrepondría, al fin y al cabo había aprendido a estar sola y valerse por sí misma. Había pasado su adolescencia y juventud formándose como pianista en lugares lejanos y alejada de su familia… Sacaría fuerzas para seguir adelante y superar este trance… Lo paradójico es que el destino había querido que ahora que por fin estaba junto a su familia, fuese su “propia familia”, o algo relacionado con ella, la que le arrancase su felicidad de cuajo.

Elizabeth se permitió soltar unas lágrimas más, hasta que ya no tenía más fuerza para el lamento y su dolor se había ido diluyendo con ellas. Entonces se recompuso decidida a averiguar el misterio que rodeaba a esa casa y de alguna manera, a hacer que la muerte de su marido no fuera en balde.

Murron se despertó temprano y tocó en la habitación de Conrad, preocupado por la posibilidad de que la muerte le hubiese acechado una vez más.

-¿Estás bien?

Pero antes de que contestara, unos gritos alertaron al cochero, que se dirigió hacia ellos con rapidez. Robert y Albert habían desaparecido, y Malcolm todavía yacía en su cama. Su malestar del día anterior había aumentado considerablemente, y sólo era capaz de balbucear unas pocas palabras en un estado de semiconsciencia.

-Maldita sea Malcolm, eres el más inteligente de la familia, no dejes que esta casa se salga con la suya. Además, no voy a permitir que te libres tan fácilmente de esta locura. Tú te quedas con nosotros, ¿me oyes?

Murron no sabía si su hermano mayor escuchaba lo que le decía. Se separó del lado de la cama y se quedó un rato observándolo. Apenas habían tenido trato desde hacía muchos años. Él se sentía avergonzado de sus hermanos menores, y con motivo, pero aún con todo eran familia. El recuerdo de la niñez, cuando todavía estaban todos juntos, se mostraba nítido en su mente. Miró a sus sobrinas, y también a Elizabeth, sollozando en brazos de su padre. La tragedia había inundado por completo la casa un día más.

Murron se acercó a la ventana buscando un resquicio de paz en el paisaje del exterior, pero este sólo trajo más desesperanza en forma de gran nevada. El camino y los alrededores eran intransitables. Seguramente nadie podría entrar ni salir de allí en todo el día.

Sólo quedaba rezar a Dios, para aquellos que todavía no hubiesen perdido la fe.

Eleanor despertó con los gritos.

Le había costado conciliar el sueño la noche anterior. No era por la falta de cansancio sino por la sensación de ausencia. Se había acostumbrado a dormir con Molv al lado. Lo que le perturbaba no era la falta de contacto físico, sino el cambio de rutina. Era consciente que tardaría un tiempo en acostumbrarse. Por si fuera poco, las ideas iban y venían en su cabeza. El debate generado en el comedor durante la cena, así como los sucesos del día habían alargado el tiempo que estuvo despierta.

Cuando los gritos la despertaron por la mañana, tardo un poco en acudir. Primero debía estar vestida decentemente. No podía presentarse en camisón en Dios sabe qué cuarto para atender a Dios sabe qué persona. Una vez vestida con una bata apropiada se apresuró, sin correr, hacia el sonido de las voces. Para su tristeza, estas provenían del cuarto de su hermana. Eleanor se decía a sí misma que no podía ser, que no podía haberse cebado la desgracia en su familia por segunda noche consecutiva. Pero entro y la vio abrazada a su padre.

Entendió que algo horrible había ocurrido, daba igual que hubiera gente que ya estuviera buscando al pobre Robert, ella creía que no se le encontraría. O casi quería que no le encontrasen puesto que, a la vista de cómo se encontraba Molv, a saber en qué condiciones aparecería.

Se acercó hasta donde estaba Elizabeth y con cariño le acarició suavemente el pelo. Sabía que consolar no era algo que se le diera especialmente bien, requería algo que ella entendía que su hermana y su padre compartían pero que no siempre estaba al alcance de Eleanor. Sin embargo quería estar allí, a su lado, apoyándola, siendo su soporte en lo que necesitara. Sabía que podía ayudarla en las tareas que sí o sí, necesariamente, tendría que hacer. Elizabeth estaba destrozada, sería incapaz de pensar en los términos de sus propias necesidades pero debería comer algo y debe intentar mantener la cabeza distraída, así evitaría pensar en las cosas horribles que seguramente ahora andaban por su cabeza. Así que Eleanor se mantuvo a su lado, disciplinada, durante todo el tiempo que pudo, ayudando en las pequeñas tareas como conseguirle la ropa adecuada ahora que debía de llevar luto.

Eleanor tuvo conocimiento por los demás que Albert también había desaparecido. "Por suerte, no hay nadie tan cercano a Albert como para estar destrozado" pensó Eleanor. Todos los Knight lamentarían su pérdida pero no era algo tan personal como lo de Robert. 

Mientras bajaban a desayunar, Eleanor no pudo evitar pensar en porqué esa noche habían muerto dos Knight mientras un Alistair, que parecía haber sido atacado, había sobrevivido. Y mientras le daba vueltas cayó en la cuenta que el día anterior había ocurrido lo mismo. Eleanor no sabía a qué podía deberse pero lo cierto es que empezaba a ver una pauta preocupante. Disimuladamente, en un momento en que su padre, Charles, estaba distraído, se acercó hasta él para comentarle sus pensamientos.

Tenía dudas sobre si debía compartirlos con alguien más, por ejemplo su primo Piers o su tio-abuelo Ebenezer, pero finalmente decidió no hacerlo. Si su padre consideraba que debían saberlo, ya se encargaría él de trasladarlo.

Ebenezer se encontraba ya de pie y preparado para el día cuando comenzaron los gritos. A su edad ya no era capaz de dormir hasta tan tarde como quisiera, y después de lo pasado el día anterior, prefirió estar preparado por si volvía a suceder lo mismo.

- Por favor, servidle un té a la señora Elizabeth, que le ayude a calmar los nervios después de la conmoción. Y otro para mí.

Se dirigió a sentarse en un sillón para no tener que estar de pie más tiempo de lo necesario, y esperó a que una sirvienta le sirviera la bebida. Como era de esperar lo había hecho mal. La temperatura del agua no era la adecuada para ese tipo de hoja, pero no iba a ponerse a criticarlo en ese momento. Ya habría tiempo para ello. En su lugar dejó la taza en una mesilla.

- Cálmese Elizabeth. Por el momento no podemos saber qué le ha sucedido a tu marido. Puede que haya ido a dar una vuelta, o se encuentre perdido en algún ala de la mansión. Lo que sucedió a Molv anoche no significa nada. Aunque sea curioso que las dos mujeres Knight hayan perdido a sus maridos en noches sucesivas.

Las ganas de aventuras de la jornada anterior se habían desvanecido por completo aquella fría mañana. Aunque le afectó la muerte de Molv, la compañía de tantos miembros desconocidos de la familia y la posibilidad de examinar siquiera por unos instantes un caso evidente de combustión espontánea y las estimulantes novedades que se alargaron durante todo el día habían creado una suerte de ilusión en la que Arthur se había sentido relativamente cómodo y seguro.

Ahora, todavía somnoliento, la realidad de aquel lugar le había golpeado con una brutalidad descarnada. Los sentimientos más penosos afloraban en las mujeres al tiempo que sus esposos sucumbían a los designios de la casa.

- Ha sido Harry, madre? - preguntó con un hilo de voz. - Quiero irme a casa... - Sabía que no irían a ninguna parte, el abuelo Knight lo había dicho bien a las claras en sus cartas. Así que deseó con fuerza apartarse de todo y de todos, evadirse de cuanto le rodeaba y no pensar más en ello.

Jesse se despertó en la mañana para ver por la ventana como una densa nieve empezaba a formarse en los alrededores de la mansión así como los gritos de una mujer y suspiro por ambas cosas. -"¿Esto no ha echo mas que empezar verdad?" -Conocedor de que en ese nuevo día otra desgracia se abría precipitado sobre el cuello de alguno, se demoro un poco en asearse y vestirse antes de bajar y ver lo que no deseaba.

Pero a su llegada tan solo sabia de dos personas desaparecidas y de la gravedad de su hermano en su propio cuarto. -Que ha sucedido, Murron. -Se apresuro el hermano menor hasta la habitación del mayor. Mirando con rabia a su hermano postrado en la cama y a sus familiares mas cercanos no muy lejos de ellos.

-A sido la casa o acaso Malcolm tiene alguna afección que nunca me contó, ¿Ha dicho algo?. -Era evidente que no tenia demasiado trato con sus hermanos, a estas alturas casi todo el mundo pudo darse cuenta, pero no por ello dejaría de preocuparse, ademas aun le debía varios favores que aun no había tenido oportunidad de pagar. -Viejo no te mueras, no querrás que tus hijas sufran la perdida de su único progenitor. Ademas aun tenemos tratos que cerrar. -Se acerco al oído de su hermano mayor para alentarlo a seguir viviendo de la única manera que sabia, aun si eso solo sacaba el odio que pudiera albergar por él, al menos serviría para que volviera con ellos.

Le observo los próximos minutos en silencio hasta que su "tío" hablo.
-No se engañe tío. -Se dirigió al hermano de su padre. -Es evidente que ese par de Knight han desaparecido por mano de la casa, de Harry o quien demonios nos este haciendo esto. -En ese momento se levanto y atuso su barba a un lado. -Creo que va siendo hora de que preguntemos al servicio sobre de lo que han sido testigos, no solo de las muertes, seguramente sabrán del cuadro que falte y de como mi padre evito morir todo este tiempo. Esa gente sabe mas de lo que aparenta estoy seguro de ello. Creo que iré personalmente a sus dormitorios a hacerles un par de preguntas, quien desee acompañarme esta invitado a hacerlo. -Sentencio con sus palabras serio y malhumorado a partes iguales.

La mañana había empezado de nuevo con gritos. Piers no había sabido bien que esperar. Su mente racional aún se resistía a creer que en pleno corazón de Inglaterra alguien- porque seguía convencido de que era alguien pudiese venir cada noche y cometer un crimen sin que pudiesen hacer nada.

Lo que es peor, cada vez había más cosas que no encajaban. Algo ya le chirriaba de las circunstancias de la muerte de Molv. Ahora esto... un ataque al corazón en medio de la noche. Delirios, como los de Conrad. Dos desaparecidos. Así. Desaparecidos. Como si uno simplemente pudiese desvanecerse en camisón, en medio de la noche, en una casa vieja y chirriante sin perturbar ni a los invitados ni a la casa. Tres Knight, ningún Alistair.

Todo tenía una explicación lógica, o podría tenerlo. Y siempre, la explicación lógica era la opción. La superstición estaba bien para los salvajes. No para un hombre civilizado.

¿Por qué entonces empezaba a pensar que podía no serlo?

Negando para sí, se sacudió esos pensamientos. No era momento de tenerlos. No era momento de dudar. Cuanto más tiempo se perdiera en conjeturas y en paranoia, que los Alistair siempre parecían alimentar, peor iría todo.

Y sin embargo, los mismos que alimentan la paranoia aún no han muerto, mientras que tres de nosotros...

¿Qué dice eso?

Era hora de poner las cosas claras. Y él no iba a esperar a que llegase otra noche para hacerlo. Ya tenía su sospecha de cómo alguien- ¿o algo?. Bah. No digas tonterías- podría haber llegado hasta Molv y los dos desaparecidos. Hora de comprobarlo.

Con dos pasos decididos, se puso a la altura de Charles, diciéndole algo al oído. Después, con un gesto perentorio de la mano, llamó a Harold y a Jeanne y les dedicó otras palabras, cortas y escuetas, antes de excusarse y salir de la habitación, con el paso de quien sabe lo que quiere y va a buscarlo.

Lo que te dice Piers:

Asegúrate de que venga el Yard y que interroguen a todos los criados. A Miss Huxson, a Edward, incluso al doctor y al notario. Qué diablos, deja que lo hagan esos medio salvajes si crees que será mejor. El tal Jesse tiene razón. Llevan estos dos días dándonos largas, y su comportamiento es demasiado normal, demasiado... asumido y normalizado. Han hecho todo esto antes, y tenemos que saber por qué como sea, aunque tenga que agarrarles del pescuezo como a un zulú. Que es lo que pienso hacer si no han hablado cuando vuelva del laberinto bajo la cripta.

Piers on conmina enérgicamente a que os juntéis. Cuando lo habéis hecho, habla en su habitual tono decidido y seco de cuando no quiere discutir.

Tres Knight han desaparecido o muerto. Dos Alistair han sobrevivido. Puede no querer decir nada. Puede ser suerte. Pero no he seguido vivo desde Kenya y Egipto por creer en la suerte. No puedo probar nada, no se siquiera aún que pensar de todo esto. Pero puedo oler el peligro, y esto huele así. Harold, yo iré bajo la cripta. Ya sabes dónde. Pon a tu madre al corriente, y que intente encontrar un mapa, como hablamos. Jeanne, habrá tiempo para explicarlo todo. Ahora es tiempo de actuar y buscar respuestas antes de que todo el mundo cotorree y se haga imposible hacer nada. No tiene discusión. Soy un soldado y aquí hay un enemigo. Encontrarlo y luchar es lo que hago. Lo que soy. No os alejéis mucho el uno del otro. Y...

Por un momento, pareció que iba a decir algo más. Se lo pensó. Su ceño se frunció y por su cara pasaron las expresiones, como tratando de decidir cuál debería tomar el mando.

Recordad que pase lo que pase, siempre pienso en vosotros. Quizás no de la forma que otros lo hacen. Quizás no como pensáis que debería. Pero pienso en vosotros. Ahora, apoyaos uno al otro. Vosotros sois más... os entendéis mejor.

Y con esas palabras que parecen no saber siquiera encontrar lo que quieren expresar exactamente, Piers abandona la habitación con paso decidido.

- Puede que tengas razón. Yo también pienso que el servicio nos ha estado ocultando algo. Al igual que el abogado y el médico. De todas formas creo que yo voy a volver a la biblioteca hoy. El frío no le sienta bien a mis frágiles huesos, y allí estaré mejor bajo el calor de la chimenea, que en las frías habitaciones del servicio.

Todo eso era cierto, o al menos en parte. Por muy ineficiente que fuera el servicio, y mucho que ocultaran, hacerles una emboscada quizás no fuera la mejor táctica. Aquellos eran los responsables de su comida, su ropa y que todo estuviera en orden. Si iban todos de golpe insinuando que les estaban mintiendo quizás acabaran encerrados en la nieve y sin servicio, y ese era un lujo del que no iba a prescindir.

- Además, ayer nos mencionaron algo de un incendio que hubo en la casa hace años. No recuerdo haber leído ninguna referencia a aquello. Quizás la muerte de Molv estuvo relacionada con aquello. A lo mejor el tal Harry busca venganza por algo que pasara entonces y por eso le mató de aquella manera...

Primera noche, un muerto. Segunda noche, dos desaparecidos y otro que decía que había sido atacado.

¿Casualidad? Ya no sabía que pensar y, cuando antes hubiera dicho que eran tonterias de viejos chochos, ahora veía una posibilidad, alentada por las cartas del abuelo y la conversación con el doctor.

Elisabeth estaba rodeada de su padre y de su hermana. Consideró que era mejor dejar que entre ellos pasaran los peores momentos y consiguieran consolarla lo mejor que pudieran en ese instante. Otros comentaban las desapariciones y los Alistair cerraban el círculo entorno a Malcom.

"Han venido...a por mí... Han venido...a por mí..."

Su surruro rítmico y alterado llegaba a los oídos de Jeanne, que se alejó hasta una de las ventanas para mirar el exterior, blanco por la nieve caída durante la noche y que aún caía con fuerza-¿Qué posibilidades existen de que Robert y Albert estén ahí fuera, juntos? ¿Escucharían algo y saldrían o algo parecido? Es demasiado extraño que dos desaparezcan a la vez. ¿Alguien ha comprobado si hay huellas en la entrada o si están sus abrigos en sus armarios? ¿Nadie escuchó pasos, gritos, algo?-preguntó a todos a la vez y a nadie en concreto. Era su intento de no dar por hecho que ambos estaban muertos... aunque algo le decía que así era, que no encontrarían huellas. Quizás ni cuerpos.

Cuando dejó de mirar por la ventana, vio que Piers le hacia un gesto para que se acercase a él. Y así lo hizo.

- Que estén ahí fuera, espero por su bien que pocas, pero que estén juntos... tiene todo el sentido del mundo. ¿Cómo de estrecha era la relación entre Albert y Robert? ¿Han revisado bien la casa? - Dougal se dirigía al servicio - Yo me ofrezco voluntario a... - para un momento mientras mira por la ventana - bueno a dar un paseo por los alrededores buscándoles.  Si me ofrecen algo de abrigo claro. No he venido preparado para esto...

Quizás hayan ido a honrar el lugar de descanso de Molv con una visita y la nevada les haya hecho refugiarse en algún lugar. 

Miró sorprendida a su marido mientras este hablaba y se volvió a mirar a su hijo cuando vio que él también estaba metido en lo que fuera que hubieran descubierto.

-De acuerdo. No sé lo que está pasando aquí, no quiero creer en fantasmas. Pero Dios sabe que cada momento que paso en esta casa cada vez me produce más inseguridad y miedo. Confio en ti, Piers, pero ve con cuidado. Tengo la impresión que es cierto que durante el día estamos seguros, como dijo el abuelo, pero, aún así, no confies en nadie...ni en nada. Y, llamadme loca, pero esta noche vamos a dormir los tres juntos en la habitación y haremos turnos. No acepto un no por respuesta Harold-le dijo a su hijo antes de que este protestara-Y ahora cuéntame que es ese mapa que necesitáis que encuentre.

Dio un paso y se acercó a Piers, posando sus labios sobre los de su marido en un beso fugaz, asintiéndole. Trabajarían juntos en eso. Después, con un pequeño y cariñoso empujón, le animó a marchar a las profundidades de la casa.

¿Donde habían estado los dos el día anterior y que habían estado haciendo? ¿Cuales eran sus averiguaciones o qué sospechaban? Quizás ese no era el momento de hablar demasiado ni entrar en detalles. Había poco tiempo y algo le decía que no debía fiarse, por el momento, de los Alistair.

Las muertes seguían. la casa estaba maldita, eso decía el testamento. Eso parecía ser la verdad. Al ver que su hijo seguía bien no pudo evitar sentir alivio, a pesar de que el ambiente general, ella misma se sentía así también, era de miedo y tristeza. Pero seguía siendo una madre, y las madres siempre ponían el cuidado de sus hijos por delante de todo lo demás.

-Irnos a casa- dijo pensando las palabras de su hijo- Eso estaría bien, pero no sé si podremos hacerlo con este temporal- dijo, evitando decir que la propia casa no les dejaría irse pues parecía tener voluntad propia.

Por otro lado, se sentía ligada a esa extraña casa. Debían detenerla de alguna manera, no quería ver más muertes, y menos si su vida y la de su hijo estababn en peligro.

-Hoy no te dejaré solo, lo prometo- dijo cogiendo su mano.

 Conrad escuchó a su padre llamar a la puerta, abrió los ojos. El revolver en su mano, frío al tacto... se había quedado dormido con él. Fue a contestar a padre cuando escuchó los gritos.

 Bienvenidos a la nueva normalidad....

 Se levantó y se vistió con ropas anchas y cómodas. Aquello ya no era una convención social si no tierra hostil. Y había que sobrevivir.

 Se desplazó, vestido y armado, hasta la habitación de su tío, dónde los hermanos estaban intentando calmar y recuperar a Malcom. De algún modo, Conrad sintió que era importante hacer guardia en la puerta de la habitación para que no fueran molestados.

 Pronto había bandos y cargarían los unos contra los otros.

 Preocupado por esto, se dirigió a Jesse y a Murron.

 Parece que la desgracia se ceba en los Knight. Los Alistair hemos salido vivos de nuestros escasos contactos con los espectros, Harry... o lo que sea. aqui tragó saliva, deseaba relajar la paranoia, no avivarla Esto va a hacer más difícil para ellos entender nada, ¿sabéis lo que quiero decir? Creo que la família deberíamos ser prudentes y mantenernos juntos. 

 Entonces miró directamente a Murron.

 Vi linchar a un hombre una vez, en Liverpool. No fue agradable... negó con la cabeza.