Partida Rol por web

Señor Sforza :- Según tengo entendido, los Lewis no eran nadie. No tenían prestigio ni nada. El prestigio suele salir del dinero, ¿Adivina qué forma sencilla encontró ese tal David para hacerse con él? ¿Con...semejante riqueza?
Señora Sforza :- Ese deseo sumado a su obsesión por nuestra hija fue,sin duda alguna lo que le llevó a realizar actos atroces.

A Carrie nunca le habían importado los actos atroces, tal y como los había llamado su abuela, que hubiera podido hacer su padre. La había educado conforme la creencia de que el fin justificaba los medios y que la muerte era en muchas ocasiones necesaria e incluso deseable. Pero lo que le estaban mostrando en ese día en el que alcanzaba su mayoría de edad, era algo que incluso para su parecer era demasiado macabro. Había asesinado al novio de su madre para hacerse con su riqueza y con su persona cuando podría haber buscado a otra persona más rica y más dispuesta. Y lo que menos le gustaba de todo aquello era el paralelismo de esa historia con la suya. Volvía a hacer lo mismo, intentaba obtener el poder a través de su matrimonio. ¿Mataría a Zac si le creía un obstáculo? Lo haría, sólo si podía hacerlo pasar por un accidente, igual que ella con Oliver.

Apretó inconscientemente la mano de Zac antes de hacer un asentimiento conforme a sus parientes.

- Espero que ésta investigación se resuelva satisfactoriamente. Y ahora ya les hemos robado demasiado tiempo. Pasen un buen día - se despidió antes de dirigirse hacia la puerta con su compañero.

Giorgo decidió acompañarles a la salida y una vez fuera, donde el sol relucía en todo lo alto, el hombre se despidió de ellos:

Giorgio:- Espero que les haya servido de algo la información y que encierren como sea a ese pezzo di merda. Quiero que traigan a mi hermana de vuelta aquí. No confío en gente como vosotros, pero mi hermana forma parte de ese mundo, y haré el esfuerzo de pedirles que la traigan.

Estrechó la mano libre de Zac, al que seguía sin importarle que pudieran verles sujetos de la mano. Comprendía la importancia de aquel viaje y la información adquirida era sumamente abrumadora, incluso para una persona como Carrie que aparentaba mantener sus emociones bajo control. El tío de Carrie también estrechó la mano de la chica y tras la despedida regresó al interior de la casa.

Zac y Carrie caminaron hasta detrás del muro, justo donde se habían aparecido, para que nadie les viera. Entonces la miró, serio. No tenía intención de hacer comentario alguno sobre lo sucedido si ella no le daba pie, pero sentía la necesidad de cobijarla bajo sus brazos. Quería protegerla de todo cuanto les rodeaba. La atrajo hacia él, pegándola a su pecho y la rodeó con sus brazos, depositando un nuevo beso en la cabeza de la joven bruja.

Aceptó las palabras de su tío en silencio antes de alejarse de aquel lugar con Zac, siguiéndole sin decir nada. Se sentía abrumada, demasiado aturdida con todo lo que había averiguado en la última hora, entumecida. Se dejó abrazar por Zac, sin palabras en esta ocasión, al menos no durante un buen rato, como si todo el esfuerzo que había realizado el último rato por mantener sus emociones bajo control la hubiera dejado sin capacidad de reaccionar.

- Debemos volver ya. Y tal vez deberías irte de mi casa, no creo que sea un lugar seguro para ti - comentó tras separarse de él, con la mirada perdida, como si aún no hubiera vuelto a la realidad que la rodeaba.

Zac permaneció abrazándola, sumido en sus propios pensamientos, que solo apartó al escuchar la voz de la chica. Permaneció serio, con la espalda casi apoyada en la pared, observándola detenidamente. La encontraba perdida, perturbada y haciendo grandes esfuerzos por no sucumbir a tal presión. Se sentía algo impotente ante su deseo de protegerla y de hacerla sentir bien. Aún así, tenía una cosa clara.

Se apartó de la pared, agarró a Carrie de la mano para desaparecerse, pero antes la miró, erguido y serio, mostrando su habitual seguridad:

- No pienso apartarme de ti.

Tras comentar la decisión, se desaparecieron para volver a aparecerse segundos después en la habitación de Carrie. La despartición que esta vez había sufrido Zac era el mismo corte pero en diagonal, formando una herida en forma de X al unirse a la anterior. Jackie, que había estado paseando por la habitación sin cesar, con la varita en la mano, paró en cuanto les vio aparecer nuevamente.

Jackie:- Todo controlado. Tu padre aún no ha vuelto a casa. ¿Qué tal fue?

No iba a insistirle, ella le había dado su opinión y él había decidido en consecuencia, a partir de ese punto era responsabilidad suya. De todos modos era hasta cierto punto reconfortante saber que no se separaría de ella en momentos así, le proporcionaba cierto consuelo.

Esta vez se tambaleó levemente al aparecerse en su habitación, tan distraída que sólo la experiencia le permitió mantener el equilibrio al posar los pies en el suelo.

- Ha sido interesante - respondió así a Jackie mientras se dirigía hacia el espejo que había sobre la cómoda y se quitaba las lentillas. Acto seguido se dedicó a devolver a su pelo su aspecto original, como si ocupándose en aquellos actos triviales pudiera contener sus emociones hasta hacerlas desaparecer. Pero no podía. Todo aquello era demasiado grande incluso para ella, demasiado diferente a todo lo que siempre había creído. Los pilares de su familia no se tambaleaban, estaban ya sepultados bajo nubes de polvo. De repente sus ojos se encontraron con otros en el reflejo del espejo, unos ojos pequeños, azules, fríos...sin vida. La mirada de centenares de muñecas que la contemplaban desde las estanterías, recordándole como su padre le había comprado cada una cediendo a sus caprichos en lugar de pasar tiempo con su hija, llenándole la cabeza de insidiosas mentiras contra su madre. Se giró lentamente, mirando las figuritas de porcelana y se acercó a ellas con andares comedidos. Cogió la primera que vio y la miró con fijeza -. Ya soy demasiado mayor para esto.

Su mano se abrió para dejar caer al suelo la muñeca, que se hizo añicos con estrépito en la habitación insonorizada. Y como si aquello hubiera abierto la veda los movimientos de Carrie se volvieron más enérgicos, más iracundos, mientras una a una todas las muñecas iban corriendo la misma suerte que la primera, algunas siendo lanzadas contra la pared. Hasta que finalmente, al romper la última, se encontró con el leprechaun que la miraba con pánico a través de su urna de cristal. Carrie se detuvo, observando aquella pequeña criaturita temblar de pánico ante ella. Poco a poco, apartó la jaula en la era prisionero y lo tomó entre sus manos.

- Has estado encerrado demasiado tiempo... - murmuró en voz muy baja para sí misma.

Sus manos se cerraron con fuerza sobre él. Cada vez con más fuerza. Sabía que chillaba pero ella sólo sentía la sangre en sus oídos. Y entonces, el cuerpecito quedó laxo en el mismo instante en el que ella notó a través de sus dedos el crujido de sus huesos. Abrió las manos, sintiendo como el cuerpo sin vida del leprechaun se escurría entre sus dedos y caía al suelo.

Y sólo entonces, Carrie agachó la cabeza y rompió a llorar.

Ante la violenta reacción de Carrie tirando sus queridas muñecas, tanto Jackie como Zac permanecieron como meros espectadores,algo tensos al ver aquella muestra de rabia. Justo cuando Carrie empezó a ahogar a la inocente criatura,Jackie hizo amago de ir a detenerla, pero Zac la sujetó del brazo impidiendoselo. La seriedad del chico le indicaron que no era momento de discutir. Por tanto esperaron segundos más tarde.La chica apartó la mirada de su amiga y la criatura mientras Zac permaneció mirando en todo momento. Hasta que carrie rompió a llorar. En ese momento Zac soltó el brazo de Jackie y esta corrió hasta sujetar a su amiga, levantándole la cabeza para tenerla de frente.
- Oh, Carrie... ¿Pero qué ha ocurrido?
Jackie estaba profundamente apenada y preocupada.

En su rabieta "in crescendo" había llegado casi a olvidar la presencia de Zac y Jackie, tan centrada en sí misma estaba y en la extraña tormenta de emociones que se estaba desencadenando sin control en su interior. Por eso mismo reaccionó casi con miedo al contacto de Jackie, aunque también estaba motivado al hecho de que las pocas veces que Carrie había sucumbido al llanto había sido en solitario o bien nadie había acudido a consolarla.

Si hubiera tenido ganas de hablar de ello o hubiera comprendido más sus sentimientos tras un análisis en profundo de los mismos quizás hubiera querido hablarlo con su amiga, desahogarse, quitarse de encima aquella molesta pena y el sentimiento de traición que la dominaba. Pero no era el caso y Carrie se sentía inconsolable porque por más cuidados, caricias o palabras amables que le dedicaran nada cambiaría la cruda realidad.

Así que apartó la cabeza de la sujeción de Jackie y negó con la cabeza. No necesitaba hablar, necesitaba llorar todo lo que tenía que llorar. Y lo necesitaba porque en cuanto acabara tendría que empezar a actuar como si nada de aquello hubiera sucedido y aquel fuera el mejor día de su vida: el día en que Carrie Lewis cumplía la mayoría de edad.

La comida había dejado de ser el principal tema de aquella mesa, y Larry se había ganado toda su atención, escuchando solo como si fueran voces de fondo los intentos de desistir en aquella conversación. Centró su mirada en Larry, mientras aquella sonrisa sempiterna desaparecía ligeramente, tomando un punto de gravedad o seriedad poco usual en él. Mantenía el tenedor en su mano izquierda, sujetándolo más como una varita que como un utensilio de mesa.

- No, no nos habíamos enterado. - Confesó. Las últimas semanas habían sido algo duras, muchos trabajos, mucho que estudiar, poco tiempo, muchas obligaciones y todo fuera dicho, las oportunidades que tenía de esparcimiento, prefería pasarlas con los amigos, Kaitlin o simplemente, descansando. Todas aquellas noticias le preocupaban.

Los mortífagos, estaban cambiando las tornas. Los aurores saturados y un frío escalofrío recorrió la espalda de Leo, obligándole a apretar los dientes durante un par de segundos, con la sensación de que aquella época oscura podría volver en cualquier momento. Que donde hubo fuego, siempre quedan brasas.

Y cuando mencionó a la Orden del Fénix, Leo no pudo evitar abrir ligeramente los ojos. Ecos pasados, murmullos cuando sus padres aun vivían. Él estaba dispuesto a todo por defender a quienes él quería, a quien consideraba su familia. Y aquellos eran los allí sentados, en aquella mesa, y sus amigos.

- Formaré parte de ella. - Contestó, serio y con total seguridad. Estaba nervioso, aquello era un paso, un gran paso. y no necesariamente en el sentido profesional, pero de algún modo sentía que estaba recogiendo el testigo que había dejado su padre años atrás. - Os ayudaré en todo lo que pueda. -

- Pero... ¿Cuando termine el colegio? Puedo ayudaros ahora. Solo necesito que me enseñes. -

Entre unas cosas y otras, finalmente llegó la hora de la fiesta por el cumpleaños de Carrie Lewis. Todo estaba dispuesto de una manera esquisita. El gran salón estaba adornado con telas y manteles verdes y plateados, haciendo énfasis en la casa a la que pertenecía Carrie. Todos los invitados, la mayoría conocidos de David Lewis junto a sus hijos, iban arreglados de forma muy elegante y formal, tal y como se necesitaba para no desentonar con la casa y sus anfitiones.

De este modo llegó Oliver Carrow, junto a sus elegantes padres, a la fiesta. Entraron en la sala en cuyo centro se encontraba una Carrie bien arreglada, con Jackie al lado, charlando entre susurros cercanos.

Zac Bolton hablaba con una copa en la mano con otros invitados que conocía de otras ocasiones y otras fiestas. La mayoría eran chicas jóvenes vestidas con ceñidos trajes que no paraban de apoyarse en su hombro al tiempo que coqueteaban con él. En aquellos momentos el chico, que aunque no hacía acopio de hacerles ningún caso más allá que en temas ajenos al ligoteo, era el centro de todas las miradas fulminantes del resto de jóvenes invitados masculinos. No había ni rastro de Deirdre por allí.

Los padres de Oliver saludaron a David Lewis, estrechándose las manos y dándose dos besos y abrazos. Como si fueran amigos de toda la vida, cuando nunca había sido así.

El día de Carrie no había mejorado. No estaba de mejor humor, no tenía ánimo de fiesta, se sentía taciturna y traicionada en lo más hondo de su ser. Pero sólo Jackie y Zac que habían sido testigos de su llanto podían notar las pequeñas señales que demostraban su desencanto. Los demás veían a la Carrie altiva y desapasionada de siempre, rodeada de lujos y recibiendo regalos con aparente regocijo.

Tras sus desacostumbradas lágrimas se había encerrado en el lavabo para tomar un baño de burbujas que le había llevado una hora de miradas perdidas. Finalmente había logrado vaciar su mente de todo pensamiento y cuando había salido si bien no estaba más feliz si mucho más calmada y siendo ya capaz de afrontar la situaciones sin altibajos. Ciertamente aún no había pensado en cómo resolverlo pero aquel no era el día para meditarlo.

Había aprovechado a lo largo de las horas para comentarle a Zac la conversación que había escuchado de Colleman y Duncan, por si quería avisar en Hogwarts de que ocultaran alguna de las cosas de su habitación.

Y por fin llegó su fiesta de cumpleaños, de la cual a pesar de no tener ganas al menos marcaba el final de aquel día.

Ese día Carrie llevaba un vestido más sobrio en comparación con los que acostumbraba a llevar en ocasiones formales, un vestido negro ceñido hasta la cintura y más suelto hasta las rodillas, con una cinta de terciopelo rodeando el cuello, sus muñecas y sus tobillos y unas bailarinas negras sencillas.

Su expresión aburrida habitual había desaparecido y parecía serena y cómoda consigo misma en su hogar, con movimientos relajados. No es que se apreciara un gran cambio en su actitud, sin embargo se la veía seria y tranquila mientras daba la bienvenida a los invitados que se acercaban a saludarla con cordialidad aunque sin demasiado interés, devolviendo la atención a su compañera mientras hablaban de los preparativos de la fiesta. Ni siquiera vio a los Carrow cuando entraron.

La entrada al distinguido salón fue lenta, sobria e imponente. Se trataba de la familia Carrow, algo que se encargaban de dejar claro en todo momento. Oliver andaba a metro y medio de sus progenitores, dejándoles a ellos ser los líderes de la entrada triunfal. Al fin y al cabo, se trataba de jerarquía.

Desde su posición privilegiada, solo necesitó un par de segundos para controlar todos los detalles de la situación. La presencia de Carrie junto a Jackie (con una notable y esperada ausencia de Deidre), el protagonismo desquiciante de Bolton o las falsas interacciones de el resto de los presentes. Todo tal y como lo esperaba. Tal y como siempre era en la élite del mundo mágico.

Cuando sus padres y los Lewis se dieron el más que fingido saludo, Oliver se limitó a dedicarles una amable aunque distante sonrisa. Por suerte, cualquiera de los presentes lo consideraría la precaución o el reparo por conocer a los suegros de un joven prometido. Tras eso, sus pasos se dirigieron de forma lenta y segura hacia su futura esposa.

- Estás guapísima, Carrie. - Las palabras, claramente sinceras, mantenian un tono intermedio, justo para ser escuchado por los más cercanos pero manteniendo la aparente búsqueda de privacidad. Al llegar a su altura, le rodeó la cintura con la mano con cuidado, como si se tratase de una muñeca de porcelana, y dejó caer un casto y suave beso en su tersa mejilla. No fue hasta que recuperó la posición inicial que su mirada se concentró en la otra Slytherin. - También me alegro de verte a ti, Jackie.

- No sé cómo lo han conseguido los elfos en realidad pero es exactamente lo que yo quería - decía en el mismo momento en el que Carrow llegaba hasta ella. Por suerte lo vio justo en el preciso instante en el que él inicio el movimiento de pasar un brazo por su cintura, aunque Oliver pudo ver como sus cejas se alzaban durante apenas un segundo antes de aceptar el beso y responderle con otro en la mejilla, siguiendo con el teatro que el chico había iniciado -. Oliver - saludó con formalidad, sin mudar su expresión -. Me alegro de que hayas venido y que hayas recordado que era una fiesta de etiqueta. ¿Los que hablan con mi padre son tus padres?

Y así daba comienzo la parte que más había temido. Debía fingir ante tanta gente justo en aquel día en el que lo único que deseaba era alejarse del mundo que se le antojaba una tarea titánica. Aún así ella era Carrie Lewis, a pesar de que ya no se sintiera tan orgullosa de portar ese apellido, pero seguía siendo la persona que no dejaba escapar una oportunidad. No iba a estropear todo su trabajo de los últimos meses por no poder mentir ante el estúpido de Carrow, el cual en aquel momento se le antojaba como un problema nimio y sin importancia.

Tal vez, se dijo, aquello fuera un estupendo entretenimiento para su estado de ánimo actual.

- Siempre a la altura, ya lo sabes - la respuesta de Oliver fue acompañada de una pequeña sonrisa adornada con una pizca de humor contenido. Mientras alternaba la mirada sobre las presentes, no dejaba de controlar lo que ocurría a su alrededor. - Sí, son ellos - afirmo sin demostrar la exasperación que le llegaba a producir responder preguntas tan obvias y lógicas como la que acababa de verbalizar la Slytherin. - ¿Tantas ganas tienes de conocerlos? - De nuevo, la sonrisa. Estaba claro que Oliver había llegado de buen humor o que, al menos, había decidido tomarse las cosas con mucha filosofía.

Carrie o no se daba cuenta del humor del chico o sencillamente no le importaba porque se dedicó a examinar a los Carrow sin detenerse demasiado antes de devolver la vista a Oliver.

- En realidad me preguntaba si tendrían ellos mi regalo - contestó con la sombra de una sonrisa bailando en los labios aunque no en sus ojos -. Ya sabes que es de mala educación presentarse en una fiesta sin un obsequio - canturreó. Para ser Carrie y las respuestas a las que Oliver estaba acostumbrado debía reconocer que la chica se estaba portando bien por el momento. De las cuatro frases que habían intercambiado aún no había ninguna que fuera ni remotamente despectiva, lo cual era de por sí un logro, aunque era difícil saber cuánto iba a durar todo aquello.

La falta de atención sobre mi persona cuando llego al comedor me agrada. No iba a pasar una temporada muy larga en St Mary y, desde luego, quería que mi presencia ahí pasara de la manera más imperceptible posible. Mi mirada recorre las mesas llenas de huérfanos de distintas etnias y edades hasta posarse en una en la que una chica me hace señales con la mano para que me acerque. Mis labios se curvan en una sonrisa, en respuesta al entusiasmo y vitalidad que parecen acompañar a Aly en todo momento. Podría acostumbrarme a estar aquí, pienso. Conforme me acerco hacia ellos, no me pasa desapercibido el interés que ese grupo en concreto, al contrario que el resto del orfanato, parece tener hacia mí. 

Tomo asiento junto a ellas, echándole un vistazo a los alimentos en la mesa frente a mí. A pesar de haber pasado diez años, el tiempo parece haberse congelado en St Mary, dónde hasta el menú tiene el mismo aspecto gris e insípido que recuerdo de cuando era niño. 

- Yo también me alegro de volver a veros, chicas.- respondo alegremente, mientras me quito de encima a Aly, que ha decidido convertirme en su nuevo hermano pequeño o algo así. Reprimo la tensión que me produce su contacto, no me gusta mucho que me toquen los desconocidos y menos aún si lo que tocan es mi pelo, y la aparto sin brusquedad. 

La intervención de Sasha me borra la sonrisa de la cara de un plumazo y mi rostro pierde todo su color. Tomo la nota y la abro lentamente, releyendo su contenido varias veces. Seguramente mi reacción habría sido diferente si la carta se la hubiese dado un alumno del orfanato. Era posible que alguno de mis antiguos compañeros hubiera tenido la desgracia de no haber conseguido una familia de adopción. Era posible que ese supuesto compañero se acordase de mí, por mucho que solo hubiéramos convivido hasta la edad de cinco años. Pero, la nota que me pasa Sasha, no proviene de ningún ex-compañero. Ella ha mencionado a un hombre. Leo la nota por enésima vez. No tiene firma, ni ningún indicativo de la persona que la envía. Si alguien normal y corriente quisiera encontrarse conmigo, firmaría con su nombre o diría quién es. Sería lo más lógico. Solo se me ocurre una persona a la que no le interesaría poner su nombre en una nota que puede llegar a leer cualquiera. Y esa persona es mi padre adoptivo: John Blackwell. Un escalofrío recorre mi cuerpo ante este último pensamiento. Estás siendo muy irracional. No tiene ningún sentido que John esté aquí en Irlanda. Y aunque así fuese, ¿cómo iba a saber que habías vuelto al St Mary? No tiene pies ni cabeza...Lo más probable es que la nota sea de algún antiguo empleado del orfanato con el que hicieras buenas migas. 

A pesar de que mi subconsciente intenta hacerme ver que lo que creo es una locura, otra parte de mi mente no puede quitarse de encima ese presentimiento. Levanto la vista hacia Sasha, arrugando la nota y llevándomela al bolsillo del vaquero. 

- ¿Cómo era el hombre que te dio la nota? Su aspecto, la ropa que llevaba... No tengo muchos recuerdos de mi anterior paso por el orfanato y una descripción ayudaría.- pregunto en tono neutro, intentando enmascarar mi inquietud.- Supongo que te habrás dado cuenta de que no lleva firma.- añado con una sonrisa torcida pero con un leve aviso en la mirada. No me hace gracia que se metan en mis cosas sin permiso...

Duncan asintió pues al trato con Eve mientras se servía tres postres diferentes.

- ¿Qué? No he merendado...- comentó poniendo cara de pena unos segundos antes de llevarse el trozo de tarta de tres chocolates a la boca y poner cara de puro placer.- Entonces de acuerdo. Mañana te voy a buscar cuando termines con la señorita Granger.- se llevó ahora helado de vainilla a la boca y señaló su plato con la cuchara.- Tienes que probar esto. ¡Es una mezcla genial!

Asintió un par de veces antes de mirar a Eve nuevamente.

- Por cierto, ya que apenas hay nadie de Ravenclaw, ¿te apetece que durmamos juntos?- hasta él pareció darse cuenta de que dichas, las palabras quedaban más directas de lo esperado y por ello se apresuró a aclarar.- En la sala común, si lo prefieres. No es que yo... eh...- se puso algo colorado, carraspeando y sin saber cómo explicarse en esa situación.- ... quiero decir que no... no me refería a... pero si tú... eeh.... bueno que... solo...

Aly, que comía con la cabeza apoyada en una mano, miraba la situación entre Kyle y Shasa con aparente desinterés. Como si fuera algo que estuviera saliendo en la televisión a la hora de la siesta. A su vez, y ante la pregunta, Shasa se encogió de hombros mientras miraba con asco el puré de patatas:

Sasha:- Obvio. ¿Me cambias el puré por el revuelto de guisantes?- le preguntó a Aly, que accedió con una pequeña mueca que decía "me da igual, todo sabe a lo mismo"- ¿Cómo era? Pues... la verdad es que tiene pinta de haber estado por aquí. Y lo cierto es que le he visto en más de una ocasión. Si antes fue compañero tuyo debió de ser de los mayores, y ya sabes que al cumplir la mayoría de edad nos echan a la calle normalmente. Está vagabundeando y por las pintas, debe de ser desde hace bastante tiempo.

Aly:- ¡Déjame ver la nota de amor!- y sin pedir permiso se la arrebató de la mano a Kyle. Era obvio que una chica de orfanato tan extrovertida no iba a pedir permiso para tal cosa. Entrecerró los ojos para leer mejor, puesto que necesitaba gafas pero no le gustaba llevarlas.