Partida Rol por web

Elnora siguió a Kalalo dentro de la sala, casi ignorando las indicaciones que había dado se aproximó todo lo que pudo al encapuchado. No seas maleducado, guarda la espada, este hombre solo quiere hablar.

-"Lo mismo me dijo el armario y mira lo que paso"- Luego recordó lo que paso dentro del armario y puso cara de vicioso complacido, un hilito de baba aparecio en la comisura de su boca. -"Hummmm.... armariooo".

Sarita estuvo apunto de tensar la cuerda de su arco y dejar volar sus dos flechas, pero hacia Kalalo. Contó hasta diez y se centró en aquel con capucha que les indicaba a pasar.

Sarita miró a los alrededores buscando un sitio donde encaramarse para poder lanzar sus flechas. De paso el como era la sala y si les acechaba algún peligro

No respondió el hombre con voz imperiosa a la pregunta de Kalalo. Detenéos, no os acerquéis más. Aún somos enemigos dijo esas palabras recalcando el "aún".

El Señor del Castillo me envía a hablar con vosotros. Os ha visto luchar. Quiere que os unáis a él. ¡ARREBATARÁ LA ALDEA DEL LOTO A SUS ACTUALES INVASORES, LOS ARROLLARÁ Y APLASTARÁ, Y EL BOSQUE VOLVERÁ A COBRAR VIDA EN SU INTERIOR! gritó mientras alzaba las manos.

-¿Cuál es la oferta? -preguntó inmediatamente Etelimas, sin andarse con rodeos.

Es sencilla. Os unís a él. Obtendréis tesoros en las batallas que libréis. Ah, por supuesto, no morir dentro de este castillo.

-¡Vaaaamos! -exclamó Etelimas- ¡Seguro que os podéis explayar algo más! Detalles, detalles...

¿No te atreverás a plantearte la idea verdad? Tenemos que ayudar a la gente que vive en el pueblo no a este malvado "Señor"- dijo llenando de desprecio la palabra Señor.

La idea de los tesoros no sonó nada mal a los oidos de Kalalo, pero el hecho de que lo desafiaran con la frase esa de dejarlos vivir hirio su "orgullo masculino".

-"Na, no cuela mucho esa oferta. ¿Que tal si nos dan todos los tesoros que hay aqui y los dejamos vivir a ti y a tu "señorcito" con la condicion de que se larguen tan lejos que no podamos sentir su apestoso olor?"- Respondió Kalalo, con actitud ofensiva, presto para cualquier ataque. 

Elnora seguía escuchando al hombre según exponía sus condiciones, la alegró saber que Etelimas, el hombre al que estaba acechando, tampoco tenía reparos en escuchar al encapuchado. No me interesan los tesoros, y no temo por mi vida, así que si quieres mantener mi atención será mejor que hagas una oferta mejor.

Sabemos que estáis al corriente de por qué el Señor del Castillo se convirtió en lo que es. Sabemos que los elfos del bosque os informaron sobre ello añadió con cierta alegría en la voz.

Pero no sólo intentaron profanar ese bosque sagrado, sino que los humanos de esa aldea destruyeron el bosque de los alrededores y mataron a todas las criaturas que allí habitaban. Y eso, al Señor del Castillo, no le gusta.

Miró a Etelimas y a Elnora que eran los únicos que parecían receptivos.

Decidme, ¿qué es lo que queréis si os unís a esta misión?

Alzó la mano en dirección a Kalalo.

He dicho que te detengas. Si osas dar un paso más, no habrá tregua para tí.

Quiero respuestas, y por lo que he oído de tu señor tal vez él pueda proporcionármelas. Elnora siguió caminando hacia el hombre, pero su intención no era acercarse al mismo, si no alejarse del resto del grupo lo más discretamente posible.

No pienso permitirlo. -dijo Adélaïde. - Las negociaciones han acabado. - dijo desenvainando espada y escudo. - Ultima oportunidad, quítese la capucha y acompañenos al pueblo donde le juzgaran por sus crímenes.

Etelimas se sentía respaldado por Elnora, aquella extraña mujer parecía tener metas muy similares a las suyas.

Miró a Adélaïde con una sonrisa.

-Vamos señorita, antes de juzgar hay que escuchar bien todas las versiones... y las ofertas. -miró al hombre encapuchado- Lo cierto, y hablo también en el nombre de mi señor, que nuestra principal meta es un mayor conocimiento de las artes arcanas. Y de eso, vuestro señor seguro que puede enseñarnos mucho.

Mi capucha está muy bien en su sitio, señorita dijo el hombre mirando a Adélaïde. Y no seré juzgado por nada y por nadie. Estoy más allá de esas leyes tan absurdas.

Volvió a observar a Elnora y a Etelimas. Claramente se estaban ganando su favor.

El Señor del Castillo es el amo de las bestias. Yo soy un poderoso mago. Uníos a nosotros, con vuestras artes arcanas podremos dominar a todo aquél que se nos resista.

Se quedó contemplando a Elnora.

Sin duda, mi señor sabe muchas cosas. Y si tus respuestas no las podemos responder, buscaremos la manera de hacerlo.

Sarita se fue separando del grupo. Buscaba uno de los laterales de la sala. Si aquel individuo era en realidad un mago evitaría los ataques de superficie.

Debía andar con cuidado, al menor gesto de amenaza soltaría sus flechas buscando su negro corazón. No deberían tardar mucho en atacarle, su venenosa legua llenaba de ponzoña el corazón de algunos de sus compañeros.

Adélaïde le había avisado, había cumplido con su código y ahora cumplió con su deber. Alzando la espada cargó contra el encapuchado intentando que dejase de emponzoñar la mente de sus compañeros y evitando tener que matarlos más adelante.

-"A mierd!"- Alcanzó a gesticular el guerrero al ver que se iba a armar bronca. Estando en primera fila no dudo en realizar un ataque paralelo al de la joven Adelaide. -"Veamos pues que tan malote eres!"-. 

Sarita vio como sus compañeros se pusieron en marcha. Sin pensárselo dos veces dejó que dos flechas volaran hacia el encapuchado.