Partida Rol por web

Permanecí pensativa, dándole vueltas a lo que escuchaba. El sacrificio y el fuego era lo único que, aparentemente, podía aplacar a aquel ser o entidad que habitaba en las profunidades del Ebro.

-Es extraño -dije, mordiéndome las uñas mientras pensaba en las palabras dicha por Salvador. ¿Cómo se combatía con fuego a algo que moraba bajo el agua?-. Si el fuego figura como una de las debilidades del Señor del Río en ese texto, es porque alguien ya ha probado que el fuego es efectivo contra ese... ser. Pero, ¿cómo podría ser posible? ¿Cómo se ataca con fuego a algo que vive en las profundidades de un río?

La incredulidad y la sensación de pérdida de tiempo aumentaban en los pensamientos de Claudio a cada minuto que seguían manteniendo la conversación con aquel pobre anciano. No entendía como sus compañeras todavía seguían dándole coba al relato fantasioso que parecía que tenía bien aprendido en su cabeza.

-¿Que un perro saliera asustado es ahora una señal de la existencia de un ser superior que controla la vida de los seres humanos? ¡Seamos serios, por favor! El señor Ceja puede contarnos su particular versión de todo esto, pero a vosotras os tenía por gente más sensata.-Dijo mientras clavaba una mirada de desaprobación sobre sus compañeras-Y ahora habláis sobre combatir con fuego a un ser que habita en pleno río Ebro o algo así. Lo miréis por donde lo miréis, eso es algo completamente absurdo.

El jubilado guardia civil estaba empezando a plantearse seriamente dejar de participar en aquella conversación de locos.

A Olivia no le sentaron del todo bien las palabras de Claudio. Estaba claro que aquella historia sonaba a disparate, pero... ¿acaso no sonaban a disparate también los mensajes de ese tal Lantarón? Si los hubieran tomado como majaderías de un usuario anónimo y aburrido, la verdad sobre la Hermandad de San Cristóbal y los crímenes que perpetraron nunca hubieran salido a la luz. 

- Claudio, somos periodistas. Nuestro trabajo es buscar la verdad allí donde vamos. En este momento, tenemos cuanto menos una buena historia. Y ¿quién sabe lo que puede haber de cierto en ella? Dirigió una mirada de intrigante a sus compañeros. Es evidente que esta Hermandad de San Cristóbal lleva años, siglos si hacemos caso a las palabras de Salvador, enfrentándose a algo. Creo que investigarlo merecería la pena aunque tan sólo fuera por averiguar los motivos que llevaron a este grupo de gente a cometer las atrocidades que cometieron. 

Salvador dirigió su mirada infinita a Claudio. 

- ¿Cree usted en Dios? - Salvador se llevó a los labios el caballo que había tallado en una madera suave y de color claro. Sopló con fuerza, limpiando de virutas la superficie de la talla. -Nuestras acciones se guían, querido hermano, por aquello en lo que creemos. Y no se puede obligar o inducir a otra persona a creer en algo en lo que no tiene fe. La fe o se tiene o no se tiene. Estiró la mano y buscó a tientas las de Claudio. Depositó la figurilla de madera entre los dedos del ex guardia civil. Las figuras, los símbolos, solo tiene el poder que los hombres les conferimos. Lo hacemos a través de nuestras convicciones, de nuestra fe. El caballo, por ejemplo, no es más que un animal de carga para algunos. Para un ajedrecista, en cambio, es una pieza clave de su trabajo, de su pasión. Otros creemos que es una figura sagrada, que representa el bien, el salvador del fin de los tiempos frente al innombrable mal. Como ve, Claudio, cada uno cree que lo decide creer, así que no le voy a obligar a que abrace mis convicciones, pero sí le voy a pedir que si ha sido capaz de llegar hasta aquí, al menos dé un voto de confianza a este anciano que lleva media vida escondido en la sierra. 

Suspiró, levantándose de su asiento con gran esfuerzo. Verá, yo no me vine a Santa Marina por nada. Llevo cuarenta años huyendo de algo en lo que creo. Y de lo que ustedes deberían guardarse... O hacerle frente. 

Con estas enigmáticas palabras terminó su discurso el anciano Salvador Ceja. Daniel, Laura, Olivia y, sobretodo Claudio, todavía estaban tratando de asimilar lo que el viejo les había querido trasmitir cuando la pareja de hombres que se habían encontrado antes jugando al mus, llegaron a la casa de Salvador con una cesta y apoyados en sendas cachabas de madera. 

- ¿No querréis algo de almorzar? Así vamos haciendo hambre, que éstas anda que no tardan en preparar el cocido, la ostia. Venga, Salva, déjate de darle a la sinhueso que tienes que tener la boca seca ya de tanto hablar. Toma un poco vino, hombre.

Parecía que la conversación no iba a dar mucho más de sí. Olivia reclinó amablemente la oferta, un poco molesta por el comentario del paisano. 

Tocaba volver a casa y reflexionar sobre todo lo que habían oído. 

Nuestra conversación con el anciano Salvador Ceja había terminado y era poco probable que el hombre pudiese ayudarnos mucho más. Pese a que no había revelado demasiado que no supiéramos, al menos ahora tenía la seguridad de que "Él" no era el intento de justificar sus crímenes por parte de un sacerdote cegado por el fanatismo.

Ahora sabíamos acerca de ese Señor del Río, esa supuesta entidad o criatura que parecía ser la responsable de las altas tasas de violencia en las cercanías del Parque de la Grajera, así como varias desdichas que habían sucedido en Logroño siglos atrás. Gracias a Salvador, ahora sabíamos que el Señor del Río entendía un lenguaje más, además de el del sacrificio, también el del fuego. Pero, ¿cómo podíamos combatir con fuego a algo que habitaba en las profundidades del Ebro?

-¿Qué haréis ahora cuando regresemos a Logroño? -le pregunté a mis compañeros, intrigada.

La verdad q aquellas historias me habían dejado pensativo. Sé que estas cosas son solo pensamientos de un grupo de personas que a mí entender están fuera de sus cabales. Solo creo que son asesinos sin escrúpulos.
Yo no creo en que haya algo en el Ebro, pero si queréis podemos dar una última vuelta por allí. Solo creo que esto se trató de una secta la cual realizaba asesinatos

-¿Y si acudimos de nuevo al viejo edificio donde se llevaron a Daniel? -pregunté a mis compañeros, recordando los hechos que habían acontecido durante aquella noche-. Podríamos bajar al sótano, donde estuvieron a punto de ahogar a Santiago. Si ese sitio era importante para Amador Sierra y los otros sectarios, es posible que pueda servirnos para recabar datos para nuestra investigación.

-¿Qué haréis ahora cuando regresemos a Logroño?

-Yo trabajar como una desgraciada -suspiró Olivia, mirando la hora en el móvil. No sé cómo, pero no hay forma de evitar que se acumule el trabajo. Realmente no quería que sonara como una indirecta para Laura. Era sábado y no podía exigirle a su compañera el mismo compromiso con un periódico que, primero, no era suyo, y, segundo, apenas aportaba un sueldo digno para vivir. 

 Cuando Daniel respondió, se dio cuenta en seguida que la pregunta de Laura se refería al caso. Ahhh, eso. Asintió lentamente. Realmente, no sabía que pensar. Evidentemente, ahí parecía haber más de lo que se podía deducir a simple vista. La visita a Salvador y su enigmática conversación con él habían arrojado más sombras que luz. Desde luego, el reportaje sobre la Hermandad de San Cristóbal y el caso Lantarón sería un bombazo. Había datos, personas con nombres y apellidos, hechos. Era un trabajo periodístico en toda regla. Y como tal esperaba una buena acogida por parte del público. Además, la participación tanto de ella como de Laura en el caso sería un reclamo magnífico y daría valor a a historia. Quien sabe, incluso podrían publicarla en algún medio de alcance internacional. 

La otra historia, sin embargo. No había por dónde agarrarla. Todos estaba cogido por hilos, no tenían realmente nada sólido a lo que agarrarse. Se temía que nunca podrían venderla. Y sin embargo, las palabras de Salvador no la dejaban tranquila, así como su oscuro augurio de que algo muy malo iba a suceder en Logroño. 

¿Y si acudimos de nuevo al viejo edificio donde se llevaron a Daniel?

 -No creo que encontremos nada a estas alturas la verdad -el sitio había sido precintado por la policía semanas atrás, cuando casi terminaron con la vida de Santiago. El edificio había sido revisado de arriba a abajo, sin encontrar, aparentemente, pruebas fehacientes. De cualquier manera, estaba claro el grado de implicación de cada uno de los detenidos, ya que fueron pillados con las manos en la masa; no hicieron falta muchas pruebas adicionales que apoyaran la versión de los hechos. -Además -añadió- recordad que hoy en San Mateo. El casco viejo va a estar hasta arriba. 

Y razón tenía. Este día en concreto la ciudad se volcaba en su fiesta más especial. Toda la calle Portales estaría llena de logroñeses y logroñesas tomando pinchos y bebiendo zurracapote de sus botas. El jaleo sería monumental, y las calles del casco antiguo estarían abarrotadas. Como para ir a recoger pruebas...

Olivia permaneció un tiempo en silencio al tiempo que Claudio ponía en marcha el motor e iniciaba el descenso de aquel pueblo de la sierra al fondo del valle. Había escrito en su teléfono la traducción del texto que Salvador había recitado de memoria. Le daba vueltas, una y otra vez. Sea lo que fuese, tenía que haber algo entre aquellas palabras. Alguna pista que pudiera ponerlos en la buena dirección.

 [...] Aquello que duerme en el fondo enraizó en el primer asentamiento de los hombres que más tarde fundarían la ciudad de Varaia [...]

 -La ciudad de Varaia... es el nombre original del barrio de Varea. Se dice que fue un asentamiento defensivo, un castro, antes de que los romanos le dieran su nombre... -miró a los demás. En fin, no tengo ni idea de dónde puede estar ese primer asentamiento, pero el escrito resulta un poco contradictorio. El supuesto Señor del Río, ¿duerme en el fondo? ¿Está oculto en algún otro sitio? ¿Fue el Río el primer asentamiento? No tiene sentido...

Claudio se mantuvo en silencio, resignado hasta el final del encuentro con Salvador. Le sabía mal que al anciano sus palabras le sonaran como un ataque personal, así que se abstuvo de decir nada más, para no dejar a aquel hombre más apesadumbrado de lo que ya se veía. 

Una vez volvieron a quedarse en grupo, sin ninguno de los paisanos de la zona presentes, escuchó con atención la conversación de sus compañeros sobre el siguiente paso a dar. Estaba claro que había un interés por indagar algo más en todo este asunto. Así que con resignación decidió que tal vez pasar unos días más enzarzado en aquella historia no le vendrían mal para escapar de la gris rutina en la que había entrado su vida tras su jubilación. Tras comentar sus propuestas, Claudio decidió apoyar la que le parecía la más coherente para tratar de sacar algo en la investigación.

-Estoy con Olivia, aquel viejo edificio donde dimos al traste con los planes del padre Amador y el resto de sectarios no creo que sea la mejor opción. La policía habrá peinado todo aquello tras la detención y ahora será un coñazo tratar de llegar hasta allí.

Trató de concentrarse en las palabras que estaba repitiendo del texto que habían vuelto a escuchar de boca de Salvador, aquellas palabras crípticas y enigmáticas que pretendían servir de pista para dar algún paso más en aquella extraña investigación. Googleó rapidamente una combinación de palabras, en busca de algo que pudiera dar sentido a las últimas palabras que había dicho Olivia.

Vareia + asentamiento + la rioja

 Tras entrar y leer rápidamente los primeros dos o tres resultados de la búsqueda, ya tenía un pueblo prerromano que relacionar con Vareia: Los Berones. Y buscando más sobre estos dio con información interesante sobre el antiguo asentamiento de Vereia o Vareia. Llevaba algo más de cinco minutos enfrascado en la pantalla de su movil dejando hablar a sus compañeros, y cuando creyó tenerlo todo, volvió a intervenir:

-Creo que tengo algo a lo que podrían referirse esas palabras sobre "el primer asentamiento de los que fundarían la ciudad de Varaia".-Señaló la pantalla de su móvil antes de continuar-Aquí dice que antes de la fundación de la Varaia romana, que corresponde con el barrio de Varea, como bien ha dicho Olivia, había otra población celtíbera de la que los romanos copiaron el nombre para aplicarla a este nuevo asentamiento romano. Según unos estudios arqueológicos, el asentamiento original de Varaia correspondería a lo que hoy se conoce como yacimiento de La Custodia, en la localidad navarra de Viana. También dice que el asentamiento de La Custodia podía guardar relación con los restos arqueológicos encontrados en Monte Cantabria, aun más cerca del Ebro. Tal vez esa frase se pueda referir a este yacimiento, y ya que estamos en carretera, podríamos tratar de buscar por allí. Podría tratarse de algún lugar cercano al río, con pinta de altar o lugar de ceremonias.

Se sorprendió al notar su respiración ligeramente alterada tras soltar toda aquella explicación. Puede que no creyera que lo que había detrás de ese grupo de sectarios no fueran más que cuentos y patrañas, pero el espíritu de la investigación, tal vez la última de su vida, le hacía despertar sensaciones que creía ya olvidadas.

Asentí las palabras del guardia civil. No sabía qué era lo que encontrarían en "Varaia", aunque todo apuntaba a que deberíamos dirigirnos allí si queríamos encontrar respuestas. Puede que el viaje al asentamiento fuera en balde, pero estábamos ya en la carretera, por lo que no perdían nada por acercarse.

-Dirijámonos a La Custodia -dije, tras consultar algunos datos en el móvil-. Según estoy leyendo, la Varia de los berones fue abandonada de forma bastante violenta y es posible que los supervivientes del asentamiento luego se mezclaran con los romanos que después pasarían a fundar la Varaia que se encuentra bajo el casco antiguo del barrio de Logroño. Por lo que estoy leyendo, los historiadores no terminan de ponerse de acuerdo sobre qué fue lo que causó el fin de este asentamiento berón. Algunos dicen que fue atacado por Sertorio, otros piensan que pudo producirse un incendio de gran tamaño, pero no parece que haya constancia histórica de lo uno o de lo otro.

Claudio había pasado por el aro, o al menos eso parecía. Por increíble que pareciese, ahí estaban, cuatro personas adultas (consideraba a Daniel uno más), dos de ellas periodístas y un ex guardia civil, investigando un caso que bien podría haber tenido un hueco (o un programa entero dedicado) en el espacio televisivo de Iker Jiménez. 

Tenía que reconocer que el anciano había sido convincente. Durante su carrera periodística había entrevistado a multitud de personas, buscando la verdad en sus relatos y versiones y tenía que admitir que nunca se había encontrado a nadie como Salvador Ceja. Le parecía que aquel hombre les decía la verdad, o al menos una interpretación de la verdad. Y por muy fantasiosa que le pareciese la versión del invidente, no podía obviar aquellas sensaciones que experimentó aquel día junto al Ebro...

-La Custodia, ¿eh? Podemos ir a echar un vistazo sí... -un escalofrío recorrió entonces la espina dorsal de Olivia. Pero... ¿qué pasa si encontramos algo de verdad? -No quería sonar como una chiquilla asustada, pero después de todo lo vivido sentía la suficiente confianza con sus compañeros como para revelarles sus miedos más irracionales. -¿Qué pasa si ÉL está allí?

La pregunta de Olivia hizo que sintiera un escalofrío recorriendo mi espalda. ¿Y si Él era más real de lo que pensábamos? ¿Y si nos encontrábamos a esa entidad, ser o lo que fuera si visitábamos La Custodia? ¿Qué nos sucedería?

-Solo hay un modo de saberlo -dije, pensativa-. Debemos ir allí. Si de verdad existe este Señor del Río, esta podría ser la única forma que tendríamos de averiguarlo...

"¿Y si de verdad existe y puede hacernos enloquecer como a las personas de La Grajera?" pensé, para mis adentros, sintiéndome ya bastante sugestionada por aquella historia.

El ex guardia civil sonrió satisfecho al comprobar que su espontáneo trabajo de investigación a través del móvil había recibido una buena acogida por parte de sus compañeras, mientras que el joven Daniel todavía no se había pronunciado sobre el asunto. Pero con tres personas apoyando la idea era más que suficiente para dirigir sus pasos en aquella dirección. Como era él mismo quien iba al volante, tomó la decisión de dirigirse hacia La Custodia una vez estuvieran aproximándose a la capital riojana.

A pesar de su incredulidad con el asunto, procuraba ser proactivo con la conversación con respecto al misterioso ser del agua, que se había convertido en el nuevo objetivo de su búsqueda, y las supuestas circunstancias que rodeaban a los lugares y las gentes que se encontraban cerca de su influencia.

-Dices que al parecer hubo un final dramático para este asentamiento, y que las fuentes históricas no se ponen de acuerdo con lo sucedido, ¿no?-Respondió a los comentarios de Laura sobre la historia de La Custodia-Eso encajaría con los problemas que decía Salvador que se daban cuando no se atendían las peticiones de ese ser, los... sacrificios y todo eso.-Le costaba tomarse aquella conversación con seriedad cuando no tenía ninguna convicción en todas aquellas historias-Entonces puede que estemos por el buen camino.

Sin embargo, no pudo evitar cabecear con condescendencia ante los temores de Olivia. Al final la muchacha ha conseguido que su compañera entre por el aro y se empiece a tomar en serio todos estos cuentos. Verás tu, a este paso acabamos todos como cabras, uniéndonos a la secta esa y todo...

-Tengo la sensación de que no daremos con ese "Él" del que tanto estamos hablando. Es más probable que encontremos indicios, tal vez restos, de una zona de ceremonias como la que descubrimos nosotros mismos en pleno Logroño. Y si desgraciadamente hubiera signos de que se está usando actualmente, avisar a la policía para que estén atentos por la zona y puedan proceder a detener a otro nuevo grupo de fanáticos como el que encabezaba el padre Amador.

Se recreó pronunciando esta última frase, pues aun sentía el orgullo de haber sido instigador de la detención de aquellos sectarios, cumpliendo con su deber incluso estando jubilado ya de sus funciones.

Claudio siguió conduciendo en dirección Logroño y cuando llegó a la circunvalación bordeó la ciudad, dirigiendo el coche en dirección para Viana. Parecía que sabía exactamente a dónde iba y, a pesar de no haber visitado nunca el relativamente desconocido yacimiento de la Custodia, en algún punto en mitad de la carretera N-111 redujo la velocidad del vehículo y aparcó el coche a un lado, invadiendo parcialmente uno de los campos de cultivo más allá de la cuneta. Es aquí. 

Y, efectivamente, ahí era. Pero nadie, ni el más experto arqueólogo, hubiera percibido a primera vista que aquellos campos que bordeaban la carretera nacional habían sido, milenios atrás, las tierras de un pueblo prehistórico: los berones. Lo que otrora podía haber sido una ciudad ciertamente próspera, ahora no eran más que hectáreas donde se cultivaba cereal. Algún olivo rompía la monotonía del terreno, alguna higuera daba un toque de color a esos campos que todavía conservaban el amarillo del verano tardío. A lo lejos, los campos de vid, que tanta fama daban a la región, rebosaban de una uva que pronto estaría lista para recogerse. Era época de vendimia. 

Los cuatro investigadores bajaron del coche un poco confusos. Olivia se avergonzó entonces, ante lo mundano del paisaje, de haber hecho florecer sus miedos infantiles y, sobre todo, de habérselos confiado a sus compañeros de investigación. Aquello no podía resultar más prosaico. Ni un cartel, ni una señalización, nada. De hecho, podían apostar a que, si preguntaban a los lugareños de la región, muy pocos de ellos conocerían siquiera la existencia del yacimiento de La Custodia. 

Durante un rato pasearon por los alrededores, vagando más bien, intentando no tropezar con las piedras que aparecían traicioneras y podían torcer un tobillo a cualquiera. No había ni un rastro que pudiera resultar sospechoso. Al fin, Claudio llamó al resto. Señalaba un talud que revelaba, en su corte vertical, un rastro de piedras antiguas, colocadas por manos humanas. La antigua muralla. Claro que, sin saber de antemano la historia de aquel lugar, nadie hubiera podido saber si esas piedras se colocaron allí hacía dos mil años o hacía veinte. 

Al menos había un sol agradable y la brisa soplaba suavemente del sur. Se estaba bien allá. 

Olivia miró cara al viento. En el horizonte, el Monte Cantabria ocultaba la ciudad de Logroño, y por ende, el Ebro.

-Aquí no hay nada. Quizá podamos probar suerte en el castro del Monte Cantabria. ¿Dijiste Claudio que estaba ligado a la historia de este lugar, verdad? He leído que podría haber sido el asentamiento defensivo de esta misma ciudad. -señaló al suelo que pisaba-  La primera Varaia. 

Apareció una mueca de decepción en mi rostro al advertir que en el yacimiento de La Custodia aparentemente no había nada que pudiera sernos de utilidad para nuestra investigación.

Sin duda, aquel lugar era historia viva, pero resultaba poco probable que pudiera ayudarnos a proseguir nuestras pesquisas acerca de El Señor del Río o la Hermandad de San Cristóbal.

-Si el castro fue la primera Varaia, entonces tiene que ser el lugar que buscamos... -dije, pensativa.

Sentí mi corazón latiendo acelerado. No sabía qué encontraríamos en Monte Cantabria, pero tenía la sensación de que cada vez estábamos más cerca de llegar al fondo de aquella larga investigación que se había iniciado meses atrás con la desaparición del amigo de Daniel.

Incluso él mismo, el más incrédulo del grupo con respecto al tema sobrenatural que les ocupaba, sintió cierta decepción tras llegar y tratar de inspeccionar en profundidad el lugar donde se encontraba el yacimiento de La Custodia. Tuvieron que prestar especial atención al terreno por el que deambularon durante unos minutos para dar con algunos vestigios de lo que había sido el asentamiento berón reconocido como Varaia. ¿A esto lo llaman yacimiento? Cuatro piedras mal puestas, desperdigadas de cualquier manera y sin ningún tipo de indicación. Como mucho los restos de lo que puede parecer una muralla, y para de contar.

Pero tras haber llevado a cabo la inspección del lugar, Olivia planteó la misma posibilidad que ya se le estaba pasando al jubilado por la cabeza: En las investigaciones arqueológicas sobre el asentamiento se habla casi a la par tanto de La Custodia como del Monte Cantabria como las zonas del asentamiento de la Varaia original. Si allí no habían dado con nada relevante, tal vez debieran ir hasta la parte más cercana al río.

-Eso es Olivia, los arqueólogos hablan tanto de este lugar como del Monte Cantabria como zonas del primer asentamiento de Varaia, tal vez allí tengamos más suerte para encontrar algo. Ya que estamos aquí, no perdemos nada por acercarnos y seguir investigando un poco más.

Claudio se volvió decidido al coche, en apenas unos minutos podrían estar inspeccionando la otra zona relacionada con la Varaia primitiva.

No hubo mucho más que hablar. Claudio se adelantó para ir dándole la vuelta al coche mientras Laura y Olivia le seguían a un paso más lento, pensativas. Daniel fue el último en unírseles. Apenas había pronunciado una palabra desde hacía un buen rato. ¿Permanecería tan escéptico como antes, o quizá toda esa situación le estaba sobrepasando? Al fin y al cabo, el joven era el que más había sufrido (a excepción, quizá, de Santiago, que todavía seguía hospitalizado). 

El trayecto no llevó más de cinco minutos. Claudio cogió el desvío atravesando el polígono de Cantabria y posteriormente salió de la carretera propiamente dicha para meterse por un camino sin asfaltar. El coche se bamboleaba, con la marcha el mínimo, al tiempo que levantaba una gruesa nube de polvo. El guardia civil detuvo el coche cuando el camino se estrechó aún más: el resto habría que hacerlo a pie. 

No les llevó a los cuatro investigadores más de cien pasos llegar hasta el castro de Varea. Se trataba de un yacimiento en toda regla situado al borde de una escarpada ladera que caía hasta el mismo Ebro. El castro estaba bordeado por las bases de una verdadera muralla defensiva, todavía se podían ver los restos con claridad. Desde luego, aquello sí que suponía un yacimiento evidente, y de ahí que fuera un lugar bastante más conocido por los logroñeses que La Custodia. 

Caminaron hasta el borde del precipicio. Las vistas de Logroño eran magníficas desde allí. El Ebro y el resto de la ciudad descansaba a sus pies, incluso podía divisarse el pueblo de Lardero, edificado a los pies del monte de la Pila y el Pico del Águila. 

_{Vista de Logroño desde El Castro de Varea}

Sin embargo, no había nada de extraño o esotérico en aquel mirador. De hecho, era un sitio bastante popular entre los lugareños, que a menudo decidían subir hasta allí para observar las estrellas por la noche o dedicarse a asuntos más íntimos. 

Si había algo verdaderamente misterioso en aquella montaña, estaba excavado bajos sus pies. La Cueva del Águila, sin duda. De difícil acceso y origen milenario, aquel lugar podría esconder todavía algún secreto. Y parecía, desde luego, el lugar perfecto para ocultarse y dominar al mismo tiempo todo el valle del Ebro. 

_{Monte Cantabria. Vista aérea desde el sur.}

Nos dirigimos hacia el monte Cantabria. Desde allí la panorámica de la ciudad de Logroño era impresionante. La zona era tranquila, era un lugar turístico y no había nada extraño a simple vista allí. Quizás las cuevas que se escondían bajo nuestros pies ocultaban algo que nos diera respuestas y solo había una forma de adivinarlo, entrar allí.
Amigos, todo esto parece tranquilo. Nuestras respuestas quizás estén en el interior de la cueva, y solo hay una forma de saberlo. Entrando en ella.

Habrá que escalar y deslizarnos ladera abajo, busquemos un árbol donde atar una cuerda y así bajar hacia el interior. Si queréis yo bajaré el primero

Observé impresionada el yacimiento de Monte Cantabria a medida que nos aproximábamos. Las vistas resultaban espectaculares pero, de alguna manera, me sentía un tanto asustada al encontrarnos a tanta altura. La Cueva del Águila poseía un difícil acceso y nos sería realmente complejo acceder a ella desde el precipicio.

-No será necesario que nos convirtamos en Indiana Jones para bajar, Daniel -dije, mientras echaba un vistazo a mi móvil-. Estoy leyendo una web, Mendikat, en la que se menciona que hay un sendero directo hasta las cuevas e incluso aparecen algunas fotos. Mirad.

-"Ésta se encuentra cortada por obras y una valla en su entrada impide el acceso a los vehículos, no así a peatones" -comencé a leer, señalando el punto en el que habíamos tenido que dejar el coche-, "que pueden pasarla por el lateral. Avanzamos por la pista. A los 75 m ésta describe un giro de 90º a derecha. De esa curva, a la izquierda, sale el sendero que nos conduce a la cueva. La pequeña entrada (425 m), hecha con piedra de sillería, se encuentra sobre una corta canal arcillosa, que podemos remontar o bien franquear lateralmente gracias a un resalte". No nos costará mucho encontrar el acceso desde Google Maps.

Con el móvil aún en mano, decidí buscar dónde se encontraba el sendero que se mencionaba en la web.

Olivia sonrió ante la propuesta de Daniel. No se imaginaba a ella misma haciendo un rápel improvisado por aquel precipicio para llegar hasta la cueva; y mucho menos a Claudio. 

-Daniel, cariño, me parece estupendo lo de la cuerda, pero yo ya no estoy para esos trotes. Si podemos ir andando desde abajo, mucho mejor.

A decir verdad, Olivia no estaba en mala forma para su edad. Pero de ahí a practicar deportes de riesgo había más de un paso. Agradeció la propuesta de Laura y se giró hacia Claudio. ¿Qué te parece?