Partida Rol por web

Claudio recibió con gesto de sorpresa la propuesta de Daniel. Se nota que es joven, aun tiene el físico para tratar de llegar a la entrada de la cueva de esa manera, en cambio yo... El jubilado tenía sus dudas sobre las posibilidades de afrontar ese descenso sin acabar estampado en el suelo. La perspectiva no era muy halagüeña para su salud.

Sin embargo, mientras andaba sumido en estos pensamientos, Laura dio una explicación más detallada de un acceso a la entrada de la cueva, aparentemente a través de una pagina de senderismo y rutas. Esta segunda opción hizo que la tensión en el rostro de Claudio desapareciera.

-Yo tampoco creo que pudiera hacer ese descenso que propone Daniel sin evitar las posibilidades de descalabrarme. Ya tengo una edad, y me parecería mucho riesgo. Como ha dicho Olivia, yo también prefiero seguir las instrucciones de la ruta que acaba de presentarnos Laura. 

Claudio accedió a volver a coger el coche y acercar al grupo un poco más hasta el camino que llevaría a la entrada de la Cueva del Águila. De Logroño, en especial del casco viejo, ascendían los ruidos del jolgorio colectivo y las charangas que amenizaban la fiesta mayor durante todo el día. Eran las tres y media de la tarde y la gente estaría congregada en las calles San Juan y Laurel, como mandaba la costumbre local. 

Ya en el coche, desanduvieron parte del camino para volver a bajar al polígono industrial y aparcar en un descampado, de donde salía un sendero que ascendía algunas decenas de metros, directo a la entrada de la cueva. 

El camino no fue sencillo, si bien ninguno de los cuatro tuvo especial problema para ascender por las rocas. La vegetación en aquella escarpada ladera era escasa, si acaso algún matorral se asomaba desafiante, con las espinas preparadas para rasgar los tobillos y pantorrillas desprotegidas. Una vez arriba, pendiente se acentuaba hasta convertirse en una pared de roca y tierra rojiza que se desmoronaba si uno rascaba con algo de empeño. La entrada a la cueva estaba algo elevada, a metro y medio del suelo. Daniel entró el primero sin necesitar la ayuda de ninguno de sus compañeros. Los demás fueron ayudados por el joven y en unos segundos todos se hallaban dentro de la montaña. Habían llegado a la Cueva del Águila. 

Con una orientación totalmente sur, el Sol apenas entraba en todo el día a la cueva, por lo que el ambiente era húmedo y notablemente más fresco que afuera. El suelo era de la misma amalgama de roca y tierra rojiza, y podía percibirse a simple vista que toda la cueva había sido excavada artificialmente. Probablemente hubiera servido de refugio primero, de puesto vigía después y de Dios sabe qué más. Ahora, por lo visto, era un lugar relativamente común para las visitas, como delataban las pintadas en la roca, los trozos de plástico tirados por el suelo, las latas de cerveza aplastadas y el olor a orina. 

Durante un momento, los investigadores sintieron la misma decepción que habían experimentado cuando encontraron el "yacimiento" de la Custodia. Olivia estuvo a punto de decir algo, pero justo entonces lo notó. La misma sensación que todavía la atemorizaba en sueños, aquel desasosiego del que fue víctima la tarde que encontraron la zapatilla de Manuel Cidacos. 

La percepción de que algo no iba bien no llegó de forma repentina. Primero fue un ligero malestar, una punzada en el estómago, un sutil mareo. Después un principio de náusea que fue contenida a duras penas. Después llegaron los escalofríos. ¿Qué demonios estaba ocurriendo? 

Era aquella misma sensación que habíamos tenido cuando visitábamos el parque, llevando a Cuzco, cuando encontramos la zapatilla de Manuel Cidacos. Al principio, creí que se trataba de un simple mareo, pero entonces llegaron las náuseas y más tarde los escalofríos.

-Es igual que esa tarde, cuando buscábamos el rastro de Manuel... -comenté, con el tono de voz entrecortado-. Vosotros... ¿vosotros también lo estáis sintiendo?

A pesar de mantenerse escéptico en todo momento, Claudio no podía dejar de lado las sensaciones que empezaron a despertarse en su interior conforme avanzaban por la cueva. Una sensación como de malestar que progresivamente fue avanzando hasta provocar auténticas náuseas. Recordaba esas sensaciones, las mismas que había notado junto al resto del grupo cuando encontraron los restos de la zapatilla del joven Cidacos, cuando el perro salió huyendo despavorido.

Esto... esto es imposible. ¿Realmente hay alguna relación entre aquella zona del parque y el interior de esta cueva?

Escuchó la pregunta de Laura y no podía dejar que sus palabras se quedaran en el aire sin más. Tenía que reconocer que él también estaba notando esas sensaciones.
-Sí, yo también lo estoy notando. ¿Qué demonios pasa aquí?

Claudio se esforzó por escudriñar en el interior de aquella cueva. Habían llegado hasta allí y ahora sí quería encontrar respuestas a todo lo que estaba pasando.

Ya estábamos más cerca de descubrir algo. Pero de repente todos notamos algo fuera de lo normal. Una sensación extraña corría todo mi cuerpo.
Yo también noto algo fuera de lo normal. Creo que estamos cerca de descubrir algo. Sea lo que sea espero que lleguemos al final de todo esto.

Olivia tuvo que sentarse en el suelo, manchando sus vaqueros de aquella tierra rojiza. -No, no... no entiendo. Se llevaba las manos a la frente, como si fuese víctima de un persistente dolor de cabeza. 

Pasado un minuto y tras unas cuantas aspiraciones y exhalaciones profundas, la periodista senior fue capaz de aclarar su mente y de reunir el estómago suficiente como para volver a levantarse apoyándose en la pared. Fue palpando, primero por pura necesidad, y más tarde como movida por algún instinto subconsciente, que lo encontró. Laura, que también había empezado a acariciar la pared con la yema de sus dedos, también dio con ello.

Se trataba de una grieta.. 

Una grieta que había pasado desapercibida al principio. Una grieta que según se adentraba en la cueva se iba haciendo más grande, hasta permitir el paso de una persona adulta. Resultaba increíble que no hubiesen reparado hasta ahora en aquella entrada oculta. La cueva en sí era muy pequeña y prácticamente podía abarcarse enteramente con un simple vistazo. 

Laura echó un vistazo. Aquí hay algo, dijo. Efectivamente, la grieta daba lugar a un abrupto pasadizo, a un túnel que conectaba la cueva del Águila con otra a un nivel más bajo. Pero desde allí arriba apenas se veía nada. Sombras a lo más. Y un rumor. Algo extraño que subía desde abajo. 

-No me encuentro bien... Laura. No creo que esto sea buena idea. -buscó con su mirada a Claudio. Era una auténtica mirada de terror. Claudio, por favor...

Observé aquella grieta que nos había pasado inicialmente desapercibida. Allí abajo había algo. Todos podíamos sentirlo, y los escalofríos que habíamos percibido antes...

La mirada de Olivia reflejaba auténtico terror y bastaba con escucharla hablar para saber que estaba atemorizada. Mi estado no era muy distinto. Habíamos visitado aquella cueva para llegar al final de aquella investigación pero, ¿sería también nuestro propio final?

-Puede que seguir por esa grieta hasta los niveles inferiores no sea buena idea... -dije, pensativa, mordiéndome las uñas-. Vinimos aquí buscando respuestas, pero tal vez lo que encontremos no nos guste... Puede que no regresemos...

Miré a Claudio y a Daniel, con la esperanza de que alguno de ellos nos dijera que simplemente estábamos sugestionadas por lo que nos había contado Salvador Ceja y que tan sólo teníamos que avanzar por aquella grieta.

Las sensaciones estaban ahí, eso era cierto. Pero todo eso bien podía ser fruto de la sugestión grupal, de las historias contadas por todos aquellos desequilibrados que habían encontrado en su camino, de la claustrofobia u otras sensaciones agobiantes que podía producir estar metidos en una cueva... Ya soy demasiado mayorcito para creer en historias de monstruos.

Claudio escuchó los comentarios de sus compañeras, sus dudas y sus aparentes miedos ahora que agotaban el último cartucho de su investigación aficionada, que estaban a punto de dar con el último callejón sin salida, sin respuestas. En el fondo hasta le hacía un poco de gracia la situación. Han estado dando la lata con el dichoso monstruo del agua, dando por ciertos los cuentos de esa pandilla de sectarios locos. Han conseguido que hasta yo me ponga a buscar en el móvil a los berones estos y sus asentamientos, meternos hasta la cueva esta en medio de la montaña... ¿Y ahora quieren volverse a casa? Mujeres, quien las entienda...

-A mí no me miréis, yo os he acompañado hasta aquí porque habíais decidido seguir las pistas que supuestamente nos estaba dando con sus historias Salvador en su pueblo perdido en la sierra, porque queríais conocer la auténtica verdad de la que hablaba aquel pobre diablo. Si ahora preferís volver a casa y tratar de olvidarnos de todo, yo no seré quien obligue a nadie a quedarse aquí contra su voluntad. Si queréis ver que hay tras esa grieta avanzaré con quien quiera, y si queréis poner rumbo a casa, os acerco gustoso con mi coche de vuelta a la ciudad. Y yo encantado de vernos algún otro día para tomar un café y hablar de cualquier tema que no tenga que ver con sectarios tocados del ala.

Claudio levantó las palmas de las manos hacia arriba, en un gesto de que le daba un poco igual la decisión. Miró alternativamente a sus compañeros, esperando que decidieran que querían hacer. Fuera cual fuera la decisión iba a ir con ellos hasta el final.

Suspiré, asintiendo a las palabras de Claudio. Habíamos llegado demasiado lejos como para darnos la vuelta ahora, por más que todo indicase que internarnos en aquella grieta no sería una buena idea.

-Yo estoy dispuesta a continuar -reconocí, convencida-. Llevamos meses investigando, buscando respuestas. Si nos damos la vuelta ahora, nunca sabremos la verdad. -Claudio estaba decidido a llegar hasta el final, por lo que dirigí una mirada a mis otros dos compañeros-: ¿Olivia? ¿Daniel? ¿Listos para seguir adelante?

Por mi cuerpo corre el miedo, pero quiero sentirme seguro delante de mis compañeros.

Yo quiero llegar al fondo de esta cuestión. No quiero que la muerte de mi amigo o todo lo que hemos sufrido se quede sin respuesta. Avancemos con cautela.

Todos parecían dispuestos a continuar a pesar de las señales de peligro. ¿Podría Olivia atribuirlas únicamente a la sugestión? Su yo metódico y científico le gritaba un rotundo sí, pero su yo irracional estaba inquieto. Inquieto como no lo había estado nunca. Tenía la intuición de estar entrando en contacto con algo que desafiaba a la lógica y a la razón. Algo que no tenía lugar en el mundo en el que veían, donde todo podía ser medido, grabado, contado, analizado de forma objetiva.

-De acuerdo -musitó con un hilo de voz. 

Fue la última en introducirse por la grieta. Daniel entró el primero, seguido de Claudio. 

Tras un momento de indecisión, los cuatro investigadores se introdujeron por la grieta que habían encontrado en la Cueva del Águila. Lo insondable oscuridad se fue diluyendo poco a poco a medida que los ojos se habituaban a la privación de luz. Además, alguien cayó en la cuenta en seguida de que podían utilizar sus teléfonos móviles como linternas. 

La grieta, una vez pasada la cavidad de entrada, se ensanchaba cada vez más, dando lugar a una segunda cueva mucho más profunda y espaciosa que la principal. La bajada era pronunciada y la piedra estaba húmeda, así que hubo que andarse con mucho cuidado, haciendo uso de ambas manos y pies, para no tropezar. Finalmente, tras cuatro o cinco metros de pronunciada bajada, los cuatro volvieron a pisar terreno plano. 

No había mucho allí abajo, aunque la sensación de opresión y claustrofobia había aumentado notablemente. La luz de las improvisadas linternas reveló una estancia vacía, de diez o doce metros cuadrados. Del techo goteaba agua que se filtraba de la parte superior de la montaña y que encharcaba ligeramente el suelo de roca. De todas formas, si bien la primera estancia de la Cueva del Águila parecía haber sido excavada artificialmente, aquella segunda estancia parecía mucho más natural. Las rocas se superponían formando aristas afiladas y no había rastro de ninguna pintada o basura de ningún tipo. De hecho, daba la sensación de que era la primera vez que alguien entraba allí. Sólo un pequeño detalle desencajaba en la escena. 

Se trataba de una especie de altar primitivo. O más bien una roca que había sido toscamente tallada para darle una forma prismática. Estaba situada en una de las esquinas de la cueva, en el punto más alejado de la entrada. Y había algo apoyado encima.

Era una muñeca. O algo parecido. Estaba hecha a partir de ramitas secas, o raíces, todas unidas por una argamasa pétrea, o un barro duro, lleno de piedrecitas. 

Reposaba en su altar, boca arriba, como esperando que alguien la recogiese. Y a juzgar por la apariencia del resto de la sala, parecía que había esperado a ese alguien durante muchos años. Siglos quizá.

Observé el primitivo altar, extrañada y pensativa. ¿Sería aquel el altar en el que los habitantes del yacimiento habrían entregado sus sacrificios al Señor del Río? Sentía un gran malestar de encontrarme en aquella gruta y tan sólo quería marcharme de allí cuanto antes. Sin embargo, mis ojos se posaron de inmediato en la peculiar muñeca realizada con ramitas secas, sintiendo un escalofrío que recorría mi espalda.

-¿Qué es? -pregunté, mirando a mis compañeros, esperando a sus posibles ideas sobre qué tipo de objeto teníamos delante-. ¿Podría ser una representación de Él?

Llegamos al interior de la cueva y lo que allí encontramos es una especia de altar. Seguramente era donde se reunían estos fanáticos o seguidores del Señor del Ebro. Aquello podría ser una representacion de el si era real o de lo que ellos suponian ue lo era.
Como bien dices podría ser una representación de el. Eso o como dije anteriormente era a lo que ellos veneraban y por el cual hacían sacrificios.
Me acerco hasta la imagen e intento inspeccionarla más de cerca pudiendo sacar alguna pista sobre ella.

Daniel se acercó a la muñeca, acuclillándose hasta tenerla a un palmo de su cara. El objeto descansaba, inmóvil, inerte, sobre el primitivo altar. A simple vista, y con la escasa iluminación de la cueva, no se observaba ningún otro detalle de especial importancia. 

Después de un corto periodo de dudas, el grupo finalmente se decidió por avanzar para terminar de inspeccionar la cueva, más concretamente la zona en la que no habían reparado en un primer momento. Claudio observaba por el rabillo del ojo en su avance a Olivia, que cerraba la comitiva. Era la única que finalmente había accedido a avanzar solo por la presión del grupo, pues su cara reflejaba en todo momento el miedo que se estaba acumulando en su interior. El jubilado solo deseó que aquel miedo de su compañera no estallara en pánico y tuvieran algún disgusto.

Finalmente accedieron a una zona más espaciosa, de formación aparentemente natural, sin apenas restos del paso de ningún ser humano por allí. Con una sola excepción, una especie de muñeco hecho de ramitas descansaba sobre una piedra que tal vez hubiera sido colocada allí a modo de altar. Aquel lugar no parecía aportar mucho más que eso. Sin embargo Claudio apuntó con la linterna de su teléfono móvil en todas direcciones, buscando minuciosamente algún detalle que se pudiera escapar al primer vistazo rápido que habían echado al llegar allí.

-Sin duda este lugar podría ser una zona habilitada para ritos o ceremonias de algún tipo. Y por su complicado acceso, probablemente de algún grupo minoritario o clandestino, como cualquier secta.-Miró unos segundos a Daniel, que se acercaba al muñeco para examinarlo más de cerca-Podría ser una representación de ese "Él" o de cualquier otra cosa, ya que hasta ahora nadie nos ha facilitado una descripción ni tan siquiera aproximada de su apariencia.

Claudio siguió echando un vistazo con la linterna del móvil por la estancia, con pocas esperanzas de encontrar nada más allí.

La sensación de peligro había disminuido notablemente para Olivia, así como la presión que sentía en su pecho. Contó hasta diez e inspiró profundamente. Su ritmo cardiaco fue bajando de vuelta a la normalidad. 

Una vez más calmada se dedicó a examinar aquel lugar con la luz de su linterna, a la par que Claudio. Su corazón dio un vuelco cuando algo se movió detrás de una roca, pero resultó ser una falsa alarma; un juego de sombras producido por el movimiento de las linternas. 

Después centró su atención en lo único fuera de lugar de aquella cueva: la muñeca. Daniel, alumbra aquí, por favor. 

Sacó algunas fotos con su teléfono móvil, fiel a su instinto documental de reportera.

¿Y bien? -preguntó al resto-. ¿Qué podemos hacer con... la muñeca? ¿Llevársela a Salvador? Quizá el pueda darnos alguna pista sobre su significado... Aquella muñeca parecía muy antigua. Demasiado para haber estado en una cueva de tan fácil acceso. Es cierto que en un principio la entrada de aquella gruta les había pasado desapercibida, pero resultaba muy improbable que nadie hubiera entrado allí en tanto tiempo. ¿Podría ser un objeto reliquia de la Hermandad de San Cristóbal? ¿Podrían encontrarse en un lugar de culto de la secta? -Quizá algún experto arqueólogo pueda ayudarnos a datar la pieza. Conozco a un par de personas a las que podría pedir el favor... 

Ahí volvía esa sensación. No se había ido del todo, comprobó Olivia con desasosiego. Sea lo que sea vamos a tomar una decisión ya, por favor. No soporto este sitio.

-Quizá lo mejor sea que se lo llevemos a Salvador, sí -asentí a la propuesta de mi compañera-. Ahora mismo, es la persona que más información podría proporcionarnos acerca de la existencia de este culto o... lo que fuera.

Debido a la antigüedad de aquella muñeca, supuse que debía de tratarse de un objeto antiguo, quizá incluso más que la propia Hermandad de San Cristóbal. Estaba claro que si aquel lugar se encontraba tan intacto y solitario sólo podía deberse a que no había sido visitado durante muchos años e incluso siglos.

-También es buena idea se la enseñemos a alguno de esos arqueólogos que conoces, Olivia. De ese modo sabremos qué antigüedad tiene esa muñeca o una idea de cuál podía ser su función. Sea como sea, me parece un descubrimiento demasiado curioso para dejarlo aquí.

Definitivamente, parecía que aquel lugar no les iba a aportar más en claro que aquel extraño muñeco abandonado en medio de la sala. Al poco Olivia propuso volver a subir a la sierra para llevárselo a Salvador, con la idea de que les proporcionara mas información. Y Laura apoyo la idea de su amiga. Tenían claro qué querían llevarse el muñeco con la intención de sacar más en claro sobre el asunto fuera de allí. Claudio no tenía objeciones al respecto, ya que tampoco tenía intención de quedarse allí mucho más tiempo después de que sus comprobaciones con la linterna no le aportaran nada en particular.

-Bueno, como queráis. Es cierto que ese muñeco es lo único en claro que podemos sacar de aquí. Tal vez alguien nos pueda aportar más información. ¿Vamos a visitar a Salvador de nuevo, o a buscar a alguno de esos arqueólogos de los que habláis?

El jubilado solo esperaba que aquel extraño viaje no se alargara mucho más, para no llegar demasiado tarde a casa y encima tener que andar dando explicaciones de lo que habían andado haciendo.

-A Salvador lo tenemos más a mano. Quizá lo mejor sea visitarle a él primero -sugerí, pensando en qué podría resultarnos más prioritario-. Aunque esté ciego, puede que sepa qué es esa... esa cosa. Una vez que lo hayamos visitado, ya podremos hablar con los arqueólogos que conoce Olivia. Probablemente nos ofrezcan una visión complementaria sobre qué función podría haber tenido esta muñeca.