Partida Rol por web

La ciudad de Logroño se despertó el domingo 30 de Junio con una impactante noticia. 

Al parecer, una secta de carácter religioso llamada la Hermandad de San Cristóbal había estado actuando durante los últimos años como ejecutora de sacrificios rituales cuya finalidad todavía no está clara. El cabecilla de la trama, el padre Amador Sierra, explicó que todo sacrificio servía a un bien mayor, el de proteger el alma de los habitantes de Logroño. Las víctimas eran en su gran mayoría, personas sin techo, drogadictos, incluso prostitutas, a los que nadie había echado en falta y cuyas desapariciones no habían sido denunciadas. 

Se cree que otros crímenes, mucho más siniestros, fueron perpetrados por el párroco durante los años 60. Se trata del sacrificio de seis bebés robados, según se cree en colaboración con médicos del hospital de la Paz en Madrid y el hospital de Basurto en Bilbao, quienes se encargaron de la selección y transporte de los bebés a Logroño. El principal acusado, Amador Sierra, niega su participación directa en tales actos, aunque argumenta que el motivo de la selección de tales víctimas era el mismo, no levantar sospechas. Los restos de los bebés, una vez sacrificados, fueron enterrados en una fosa común de la guerra civil, cuyo paradero se creía desconocido. 

Durante las obras del parque del Ebro de 1993, la fosa común fue encontrada, y los huesos analizados. El informe forense se perdió, por casualidad o a propósito, entre el mar de papeleo de la época. Alguien ordenó el encubrimiento de la fosa y pagó a los obreros de la Empresa Hnos Galván para guardar silencio. No es hasta 1999 cuando el tema vuelve a salir a la luz, por iniciativa de uno de los trabajadores que habían sido comprados seis años antes. 

Francisco Martín Pinedo, quien se veía incapaz de mantener su tren de vida y de hacer frente a las deudas, consigue convencer a sus antiguos colegas, Marcos Díaz Palomo, Ignacio López de Irizar y Ricardo Ordóñez, para volver a presionar a los encubridores, pidiendo una suma mayor por mantener el secreto bajo llave. La respuesta por parte de la Hermandad no se hace esperar: Ignacio López de Irizar es hallado muerto en su casa del municipio de Lantarón (Álava), a la edad de 56 años. Se alegan causas naturales. Ricardo Ordóñez sufre un ictus ese mismo año, quedando inhabilitado para hablar o comunicarse por escrito. Actualmente se encuentra ingresado en la residencia para la tercera edad de Santa Justa. Francisco Martín Pinedo sufre, junto a su hijo, un accidente de tufo y es hallado muerto ese mismo mes. El útimo superviviente, Marcos Díaz Palomo, muere despeñado en los Pirineos a finales de año. 

Un último detalle. Se trata del cuerpo sin vida encontrado junto al de Manuel Cidacos. Se trata de César Ordóñez, hijo de Ricardo Ordóñez. Se cree que es la última víctima del caso Lantarón.

Han pasado semanas desde el incidente que acabó con Santiago en coma y Daniel en estado de shock. Apenas se ha escrito sobre ello, aunque la verdad ha empezado, poco a poco, a salir a la luz. O al menos sólo una parte de ella. Los investigadores han tenido que volver a sus vidas cotidianas y convivir con la sensación de que aquel cura, Amador Sierra, no era simplemente el líder fanático de una secta religiosa que sacrificaba a personas indefensas en las profundidades del barrio judío de Logroño. La opinión de Olivia y Claudio al respecto es contundente: aquel desalmado era un desequilibrado mental, y entre rejas el peligro ya ha pasado. Pero para Daniel y Laura, aquel hombre escondía algo más que un pasado criminal. Las últimas palabras que oyó el joven de diecisiete años antes de ser brutalmente golpeado en la cabeza, así como el discurso que escuchó la joven periodista en las profundidades de aquella cueva no les han dejado conciliar el sueño durante los últimos días. Ese hombre sabía algo más, están convencidos de ello. Y ahora, después de hacer muchas llamadas y mover muchos hilos, la policía ha dejado a los cuatro entrevistar al anciano párroco. Olivia lo ve como una fantástica oportunidad para complementar el reportaje que pronto publicará en Rioja2 sobre aquella secta de La Hermandad de San Cristóbal. Claudio, por su parte, quiere ajustar cuentas a su manera con ese cabrón. Daniel y Laura creen, en el fondo de sus corazones, que podría haber algo más que no terminan de percibir en todo aquello. 

Sea como fuere, los motivaciones personales de cada uno los han llevado hasta allí, la sala de espera del palacio de la justicia, donde en una sala conjunta espera Amador Sierra, preparado para prestar declaración ante el juez. Aprovecharán los pocos minutos disponibles para acceder a él y atar algunos cabos que habían quedado sueltos. 

Una policía de mediana edad y aspecto serio entró en la sala de espera, dirigiéndose a Claudio, Olivia, Laura y Daniel. 

- Sólo diez minutos. Ya saben que esto es algo totalmente extraoficial - dijo con tono severo. Acto seguido condujo a los cuatro por uno de los pasillos del recién renovado palacio de justicia. A mitad del corredor llamó con los nudillos a una puerta de doble hoja sin cristales. Pasados un par de segundos la puerta se abrió. Dentro había dos policías, unas cuantas sillas y una mesa en el centro. Amador Sierra esperaba tranquilamente sentado al otro lado. Estaba limpiándose sus gruesas gafas con un pañuelo de tela con un bordado en oro. Ni siquiera se inmutó cuando los investigadores entraron en la sala. No teman, Juan y Adolfo no le quitarán el ojo de encima. Añadió la inspectora antes de volver a desparecer por el pasillo. 

Era de agradecer que la policía de Logroño nos hubiera permitido poder entrevista a Amador Sierra, aunque solo fuera durante diez minutos. El sacerdote probablemente albergase todavía muchos secretos y era la hora de que los sacásemos a la luz. Tomé asiento frente a Amador, dirigí una mirada a mis tres compañeros y procedí a realizar la primera pregunta:

-¿Qué es lo que pretendían conseguir con esos sacrificios? ¿Qué es Él?

Amador esperaba cabizbajo, sentado formalmente, sumido en sus pensamientos. Ambas manos sobre la mesa, con las palmas apoyadas en el frío aluminio. De la muñeca derecha asomaba una esposa, que lo encadenaba directamente a la mesa, que a su vez, era de suponer, estaba anclada al suelo. 

Apenas reaccionó ante la llegada de los investigadores. Habían pasado diez semanas desde el incidente de la calle Ruavieja y todo rastro de seguridad y gallardía del taimado sacerdote había desaparecido. Amador Sierra se había visto reducido en los últimos meses a una sombra de lo que fue. Habría adelgazado unos diez kilos, y ya no vestía con su imponente sotana negra, tan solo ropa de calle. 

- La última vez que nos vimos me tendieron una trampa... -el rencor era evidente en la voz del cura. Un enfrentamiento directo con él o con sus hombres hubiera sido algo que podría haber esperado. Al fin y al cabo, había secuestrado a Santiago y a Daniel. Que Claudio, Laura y Olivia se interpusieran entre él y sus planes era de esperar. Con lo que no había contado era con la implicación de la policía. No tan pronto. -Interrumpieron algo más grande que todos nosotros.

Miró fijamente a Laura antes de dirigirse a ella en particular. -Los sacrificios eran el precio a pagar por mantener la ciudad segura. Por mantener la dignidad y la cordura de todos los habitantes del Ebro. ¿Quién es ÉL? No necesita saber eso, señorita, tan sólo cómo complacerlo. 

-¿Una trampa? En absoluto -dije, observando al sacerdote, que había adelgazado unos diez kilos desde la última vez que nos habíamos visto-. Secuestraron a nuestro amigo. ¿Cómo quería que reaccionásemos? ¿Que le diéramos las gracias?

Era difícil obtener la información sobre lo que habitaba en el Ebro, aunque Amador Sierra había dado la clave. Los sacrificios humanos lo complacían. Fuera lo que fuera ese ser. Él. Habría pensado que se trataba de la historia de un simple culto integrado por lunático de no ser porque las señales eran reales. Los suicidios de personas que se arrojaban al río, los pederastas...

-¿A qué se refiere con que interrumpimos "algo más grande que todos nosotros"? -pregunté, intrigada-. Pretendían sacrificar a Santiago, a un hombre de Dios igual que usted. Ni siquiera era un "hereje". ¿Qué pretendían conseguir con ello? Ayúdeme a entenderlo. -Dirigí una leve mirada a Daniel-. Y explíquele también al chico por qué mataron a su amigo. Manuel Cidacos. -No sabía cómo reaccionaría el joven, pero esperaba que supiera encarar al sacerdote con respecto a la muerte de su amigo-. ¿Cuánto llevan haciendo esto? ¿Desde cuándo existe su Hermandad? ¿Y quién es Agustín Salazar?

Olivia miró con cierta curiosidad a Laura. La chica había ganado confianza, eso no se podía cuestionar. Aunque había algo en ella... algo que preocupaba a Olivia. El hecho de que su compañera quizá se estuviese tomando la versión del cura demasiado en serio. ¿O es que acaso creía en toda esa sarta de disparates que solo intentaban justificar un comportamiento totalmente aborrecible? 

En fin, fuera lo que fuese, todas aquellas afirmaciones crípticas y rebosantes de misterio no eran sino leña a su ya candente investigación. Una leña, por cierto, que ardería de maravilla. Dejó responder al cura.

Amador negó lentamente con la cabeza. No, no, no. Parecía molesto porque Laura y los demás se empeñaban en acusarlo en vez de creer la verdad. Su verdad. 

-El sacrificio de Santiago hubiera sido una desgracia. Yo lo hubiera lamentado como el que más. Levantó la cabeza hacia la joven periodista. Laura pudo ver un reflejo en sus ojos, empequeñecidos detrás de las lentes divergentes. Tiene que entender, señorita, que nunca tuvimos elección. Escogimos el mal menor, el sacrificio voluntario, para proteger a muchos. Unos pocos daban su vida para salvar otras muchas, ¿lo entiende? La agarró de la mano. Pero no fue un simple gesto cómplice, y aún menos una señal afectiva. Fue más bien como si aquella mano fuera todo a lo que Amador Sierra pudiera aferrarse, y lo hacía con fuerza. Una fuerza creciente. Escúcheme, Laura, escúcheme bien. Manuel Cidacos fue una víctima de ÉL. Una de tantas que están por venir. Tiene que protegerlos. Tienen que seguir nuestro legado. La Hermandad ha trabajado en las sombras durante cientos de años. Siempre del lado de los desafortunados, siempre intentando proteger el valle del Ebro. La presa hacía ya daño a Laura, quien intentó zafarse de él. Los dedos de Amador estaban ya blancos de la presión que ejercían en la muñeca de la joven. Su mirada se había convertido en la de un loco. 

Uno de los policías reaccionó inmediatamente. Se abalanzó sobre el cura, agarrándolo del cuello. ¡Suéltela ya, joder! Le gritó, propinándole un puñetazo en el costado. Amador finalmente soltó su garra, retorciéndose de dolor. El otro policía empujaba con suavidad pero con decisión a Laura y al resto para que salieran de la sala. ¡Venga, se acabó! Este tío no dice más que gilipolleces.

Mire no me creo lo que dice. olor se que asesinaron a mi amigo y tengo la sensacion de que usted sabe que lo que hacen son asesinatos. Así que no me venga con gilipolleces y diga todo lo que sabe. Cuántos estabais en la sexta, o hermandad como usted lo llama. Pretendían asesinarme a mi también, era una próxima víctima. De la lista de todos para que podamos sacaros de las calles ya que no estáis capacitados para estar sueltos por las calles.grito a voces en tono cabreado. Escuchar comoataron a mi amigo y pensar que yo podía ser uno más para ellos me mosquea muchísimo.

Claudio se acercó lentamente al hombre esposado, ya no era el poderoso y pavoneante lider de aquel grupo de fanáticos. Y después del puñetazo propinado por uno de los guardias para soltar a su compañera, su imagen se mostraba todavía más desvalida. Era su momento. Se puso enfrente de Amador, al otro lado de la mesa, y acercando mucho su cara a la del preso, le dedicó las únicas palabras que le apetecía compartir con aquel tipo.

-Ese "Él" debe ser un tipo muy importante como para que incluso usted se olvide de Dios y prefiera hablarnos de un algo misterioso del que dice que ni siquiera nos interesa saber quién es. Claro, olvidaba que ustedes los fanáticos y los sectarios no pueden mantener una conversación con argumentos. Solo se agarran a sus rituales y sus mamarrachadas como a clavos ardiendo, y cuentan cuentos de esperanza y un futuro mejor a los pobres incautos que puedan tragárselos. Todo con tal de conseguir sus objetivos: Poder, sexo, dinero... ¿cuales eran los de su grupo? Conozco a unos cuantos de su calaña, Amador. Cuéntenos algo que no sepamos antes de que se pudra entre rejas sin remedio.-Y adoptando un tono teatralmente sarcástico añadió-Quien sabe, padre, a lo mejor si me ilumina con sus grandes verdades que ninguno somos capaces de ver, puede que tenga una revelación y consiga un nuevo líder para guiar a su rebaño...

-¡Suélteme! -le grité al Padre Amador, al sentir cómo me había agarrado de la muñeca con fuerza-. ¿Quién cree que es usted para sujetarme de esa manera?

Las palabras del sacerdote, sin embargo, resonaban en mi mente, como si dentro de aquella locura hubiera una realidad. Recordaba el día en que habíamos encontrado la zapatilla de Manuel gracias al rastreo de su perro y cómo el pobre can no había querido permanecer mucho rato cerca del río. El animal lo había percibido. Un perro no se habría alterado de aquella forma si no hubiese nada. La Hermandad sólo era un mal menor que había tenido que sufrir la ciudad de Logroño durante siglos, pero había algo más. Fuera lo que fuera, Él era real y se hallaba en el Ebro.

Amador casi no tuvo la oportunidad de responder al ataque combinado de Daniel, Claudio y Laura. Uno de los policía lo retenía contra la silla, mientras el otro se encargaba de despedir, no de las mejores maneras, a los cuatro civiles. El rostro del fanático estaba contraído por la ira, pero también por un reflejo de desesperación. Alcanzó a gritar algo antes de que se cerrara la puerta del pasillo. 

- ¡Hablen con Salvador Ceja! ¡Él podrá responder a sus preguntas! -su voz sonaba ahogada bajo la presa del policía. Desapareció hace años, pero dicen que... -El policía le interpeló, "Cállese de una vez", pero Amador siguió hablando. -que se refugió en la aldea más alta de Cameros. El siempre decía que se iría -la voz del cura sonaba ya muy apagada una vez la puerta se cerró. -al punto más alto de la sierra.

El joven policía parecía apesadumbrado. Lamento el espectáculo, ni nos imaginábamos que podría ponerse así. La verdad es que ha estado siempre bastante tranquilo y colaborador. No sé que le habrá podido pasar... 

Después de aquel encontronazo con el cura no tuvieron más remedio que volver a una sala de espera. La policía había sido tajante en ese aspecto, únicamente una entrevista. Y en vista de como se había desarrollado, Olivia no creía que les fuesen a conceder alguna más. 

Sinceramente, no sabía qué pensar de todo lo que había dicho Amador Sierra. Su discurso se movía entre el fanatismo más puro y la simple y llana fantasía. Sin embargo, no podía olvidar aquella sensación en el Ebro el día que llevaron a Cuzco... 

- Vaya numerito... -suspiró, mirando la hora. En breve tendría que volver a la redacción, las fiestas de San Mateo se acercaban cada vez más y los actos oficiales se aglutinaban. No podía a dar abasto con todas aquellas citas institucionales. Quizá tendría que pedir a Laura que volviese a incorporarse, a pesar de que se había tomado unos días libres. Días que, después de lo ocurrido durante el verano, le hubiera sido imposible negarle. ¿Qué pensais de todo eso? ¿Os suena el nombre de... Salvador Ceja?

Las últimas palabras del Padre Amador habían cobrado mucho más sentido del que esperaba. Pese a que a la vista estaba que ese hombre era un fanático, lo cierto es que acababa de darnos una pieza clave para poder continuar investigando el caso.

-Salvador Ceja... -murmuré, sabiendo de quién se trataba. Dirigí una mirada a mi compañera, pensando si ella también habría llegado a mi misma conclusión-. Él es Lantarón, el hombre que nos enviaba esos mensajes tan extraños... -En otras circunstancias, habría agregado "ese troll de internet", pero después de todo lo que habían vivido en los últimos meses, los continuos mensajes y comentarios dejados por Lantarón en Rioja2 no le resultaban tan descabellados-. Además, coincide... Lantarón decía vivir en la colina más alta al sur de Logroño, por lo que tiene que ser él. -Miré también a Daniel y a Claudio, sabiendo que quizá ellos no estuvieran al tanto de quién había sido "Lantarón", aunque ahora era lo de menos-. Debemos ir a los Cameros. Puede que ese hombre tenga todas las respuestas que necesitamos.

Claudio escuchó atentamente a sus compañeras, parecía que habían podido avanzar más en la investigación con el asunto de ese tal Salvador Ceja. A él, personalmente, las palabras de Amador le habían sonado a chino.

-No tenía ni idea, Laura. Pero veo que vosotras hicisteis los deberes localizando la verdadera identidad tras el seudónimo de Lantaron.

Al punto más alto de la sierra... Sonaban las últimas palabras de Amador en la cabeza del ex guardia civil. Había tenido que acudir en numerosas ocasiones a pueblos de la comarca de Sierra de Cameros, pero no estaba muy seguro de tener la clave para descifrar esas palabras.

-No estoy muy seguro de cual podría ser el punto más alto, pero creo que el pueblo a mayor altitud de toda esa comarca es El Horcajo, ya en Lumbreras. O tal vez se este refiriendo a La Venta de Piqueras, que es solo un refugio de montaña con restaurante, justo en la frontera con Soria.

Esperaba que sus palabras fueran de ayuda y les llevaran al final de aquella surrealista investigación.

-Quizá debiéramos visitar ambos lugares, aunque yo apostaría por El Horcajo, dado que el refugio no es una aldea, como la ha llamado el Padre Amador -indiqué, manteniéndome pensativa.

Pensé para mis adentros que deberíamos ponernos en marcha de inmediato para acudir a visitar al tal Salvador Ceja. ¿Podría él proporcionarnos las respuestas que necesitábamos?

-¿Qué piensas tú, Daniel? -le pregunté al joven estudiante, que había permanecido en silencio los últimos minutos.

Vayamos, no tenemos nada que perder. Quiero llegar al final de todo esto. Eso si, no nos separemos mas, no quiero pasar por lo mismo.
Comento a mis compañeros, ya que aun recuero lo mal que lo pase encerrado pensando que iba a morir

Olivia se había mantenido al margen, enfrascada como estaba en una búsqueda en su teléfono móvil. 

- La verdad es que siempre ha sido un tema bastante controvertido... -comentó a sus compañeros. Cuál es el pueblo más alto -aclaró. 

-Por alguna razón, todo el mundo quiere atribuirse el mérito de vivir en el pueblo más alto de La Rioja. Veamos... -hablaba sin dejar de mirar la pantalla de su móvil. Hay algunos candidatos. Efectivamente, El Horcajo parece la localidad más alta de la comunidad... pero aquí dice que su población en 2010 era de sólo cuatro personas... -alzó una ceja. Que soledad. 

Distraída como estaba, se sentó en una silla que había a un lado del pasillo. Hay otros candidatos. Larriba de Cameros... aunque también creo que está deshabitado. ¿Santa Marina? Es un municipio de otro pueblo, pero al menos aquí dice que todavía vive alguien. ¿Qué os parece hacer un recorrido? Según veo, no están muy lejos entre sí. ¿Cómo tenéis la mañana del sábado?

-Me parece una buena idea, Olivia -le dije a mi compañera, asintiendo a su sugerencia de que dedicásemos la mañana del sábado para buscar el pueblo en el que se encontraba Salvador Ceja, el hombre que quizá nos proporcionara las respuestas que necesitábamos-. No son demasiados pueblos, por lo que no nos llevaría mucho dar con él.

Me parece buena idea que partamos. La mayoría de los pueblos son pequeños y podemos investigarlos de manera más rápida. Están todos alrededor de la Sierra de la Cebollera.