Partida Rol por web

Antes el arquero respondió a las preguntas de Niniel -Son un grupo pequeño, no más de 10 soldados y es probable que vengan de Krell, aunque nada es seguro. Estan acampando junto a la orilla del Kalvar. No sabemos exactamente qué pretenden, pero han pasado el límite establecido. No parece un grupo muy numeroso mi señora. No diría yo que sea un ataque...quizás un descuido o se hayan perdido...pero es mi opinión personal.

Esperó a que el arquero terminara de responderle y, asintiendo a su padre antes de abandonar aquel claro del bosque, siguió su consejo como si de un mandato se tratara, aunque ciertamente Annael Cúthalion pocas órdenes o ninguna había dado a su hija a la lo largo de toda su vida. El arquero había confirmado sus temores, quizá fuera mejor dejar pasar todo aquel suceso de momento en favor de objetivos más importantes, a pesar de la presión de los acontecimientos.

Con rapidez se apresuró tras los pasos de Lelah y avanzó con celeridad para alcanzarle, no se colocó muy pegada a él, sino que guardó una distancia prudencial que le permitiera seguir su paso con comodidad. Echó un vistazo hacia atrás para ver si Jaskier les seguía.

Sin pensarlo siguió, arco en mano, de cerca a Lelah, con Níniel al otro lado. Por las palabras del arquero aquello parecía un despiste, pero algo en su interior le decía que era un despiste intencionado, dirigido a movilizar a sus hermanos.

Mientras avanzaban miró significativamente a la hechicera, esperando captar su atención, para con un gesto de la cabeza señalar a Lelah mostrando su preocupación sobre lo que pudiera hacer. No conocía nada de aquel elfo, sus terribles cicatrices y dura mirada, a Jaskier le parecía alguien propenso a cobrarse venganza sobre cualquiera que pudiera tener algo que ver con su tormento, en este caso el grupo de soldados.

La fila estilizada de elfos se camuflaba entre los altos troncos. Sus miradas serias tenían una única dirección: los humanos que acampaban a la orilla del río. El arquero elfo tenía razón, no habría más de diez soldados, el resto eran esclavos medianos que montaban las tiendas y sujetaban la carreta cuyo interior era ocultado por un toldo. Los caballos estaban nerviosos...eran los únicos conscientes de la presencia de puntas de flecha apuntandoles desde la foresta. Al llegar Jaskier y Niniel, Hanohide escuchaba las propuestas de una arquera elfa de pelo platino. El mariscal de los ejercitos escuchaba, pero su respiración era acelerada y se notaba su nerviosismo. Tenía que tomar una decisión muy importante.

-Mi señor...debemos ser contundentes, ataquemosles ahora que están ocupados...no podemos permitir que crucen los límites sin tomar ninguna medida. Si no les atacamos, mañana vendrán más, pues no nos tomarán en serio. Matemos a todos menos a uno y que se lleve nuestro mensaje consigo hasta sus líderes.
Se respiraba la tensión; tensión tan intensa como las cuerdas de los 30 elfos que allí esperaban la orden de su senescal.

Observó a la arquera con detenimiento, que obviamente sabía bien de lo que hablaba, pero la mente inquieta de Níniel se hacía un montón de preguntas, que inevitablemente bailaban en sus pupilas.

Si me permitís intervenir… miró de frente a aquella elfa, mientras las palabras salían de sus labios en un susurro, vuestra visión está cargada de una estrategia coherente y sin tacha, pero… las circunstancias no son las habituales, me temo… hizo una pausa, para empezar... dejar uno, para que salte la chispa, ahora mismo sería una locura… se pondría en peligro toda la misión que está por venir… y bastante se nos van a complicar las cosas de por sí… pero eso no es lo que me parece más esencial… clavó sus ojos en Hanohide, señor… sé que se han cerrado las fronteras a los humanos… pero antes de eliminar a estos, que serían los primeros después del decreto… ¿no habría que advertirles de que no son bien recibidos aquí?...que yo sepa todavía no estamos en guerra… aquello clarisímamente era una buena estrategia, pero para un pueblo alzado ya en armas.

Por último dio rienda suelta a sus pensamientos sin más miramientos: por todos los dioses… ¿y si precisamente es eso es lo que pretenden?...¿les vamos a dar el gusto sin más?... Me refiero… a que si les vamos a entregar en bandeja el hecho de que pregonen que nosotros comenzamos primero y sin previo aviso… que sean ellos los que rechacen irse primero...y si ha de comenzar el fin de esta edad... hagámoslo con la cabeza bien alta... respiró hondo. Señor, denos una oportunidad a nosotros... la que ellos no nos darán...

Se retiró junto a su compañero y Lelah, Jaskier... esa idea que tenías... ahora es el momento...

Observó el grupo de humanos, claramente no eran una amenaza para ellos, morirían sin apenas darse cuenta. El semblante del joven era tenso y pensativo, salir de aquel problema no sería nada fácil. - Opino lo mismo que Níniel, creo que nos están retando, incitando a actuar, hay varias opciones, pero no creo que dejar a uno de ellos uir dando la noticia sea bueno.

Jaskier observó a la arquera que estaba ante ellos, de reojo miró a Lelah antes de continuar.- Dejarlos campar libremente también puede traernos problemas, entonces qué hacer. Sabemos que la Serpiente Plateada ha comenzado a darle problemas al Rey, ¿cómo podríamos conseguir hacerles creer que les atacaron humanos?, eso podría darnos tiempo. Si pensamos deshacernos de ellos no debemos dejar a nadie vivo.- Al decir estas palabras el rostro de Jaskier no podía esconder lo poco que le gustaba aquella alternativa. -Deberiamos trasladar los cuerpos a otro lugar, lejos de la linde del bosque, recuperar las flechas de sus cuerpos, y aparentar que los dieron muerte con espadas, hachas, garrotes... quizás hacer una pira y quemarlos, pero lejos del bosque donde no puedan relacionarlos con nostros.

En ese instante se le ocurrió algo que quizás funcionara mejor y les diera muchos menos problemas.- ¿por qué no emborracharlos?, no creo que estos soldados se resistieran a unos cuantos barriles de hidromiel, quizás con algún componente los dejemos fuera de combate y podamos sacarlos de nuestros territorios...

El joven estaba convencido de que sus ideas eran descabelladas, pero temía que la otra solución fuera el desencadenante de una guerra.

-La voz semicortada y afónica de Lelah volvió a oirse -Los chicos tienen razón-dijo Lelah que se había apostado en el tronco de un árbol inclinado -Ni si quiera son soldados...6 de ellos ni siquiera llevan armas. Sólo 4 de ellos portan acero en sus cintos. Esto parece más un cebo que otra cosa.

Hanohide permanecía con su semblante serio escuchando todos los comentarios. Asentía lentamente con la cabeza como recapacitando. Finalmente se animó a decir -Es una trampa...quieren precisamente eso y han puesto reclusos disfrazados como escudos humanos...esperaremos hasta que se duerman y comiencen las guardias...si Lelah está en lo cierto, sólo son 4 soldados y eso significa poca vigilancia. Nos están poniendo a prueba. Esta noche haremos una incursión y no habrá víctimas. Tomaremos sus caballos, sus armas y su carreta como multa y liberaremos a los esclavos. Pero los soldados volveran vivos y a pie. No derramaremos sangre. -Hanohide miró a los dos jóvenes -Podeis ir tranquilos y dile a tu padre, Niniel que no haremos sangre. Jaskier, tu eres un experto en el sigilo...tú liderarás al grupo, elige a tu grupo y sólo dime a cuantos necesitas.

Jaskier estaba a punto de girarse y acompañar a Níniel cuando escuchó a Hanohide, nunca pensó que sería elegido para formar parte del grupo que se infiltraría entre los humanos y mucho menos que sería el lider de este. Sorprendido miró alternativamente a Níniel y al guerrero elfo. -¿Yo?, ¿estais seguro?.- El joven seguía sin creerselo, sacudió su cabeza para tratar de asimilar aquello.

- Habeis dicho que sólo cuatro portan armas, es probable que la guardia la monten los hombres armados, estos serán los que pueda darnos problemas, deberiamos ser capaces de dejarles inconscientes antes de que despierten al resto.- Comenzó a mirar entre los presentes para ver quienes podrían serle útiles. - Creo que con ocho será más que suficiente, gente que sepá avanzar sin apenas hacer ruido. Lelah, me gustaría que me acompañases.- Ya que iban a viajar juntos más adelante, era bueno conocer un poco más a su acompañante y ver sus habilidades.- Un par de hechiceros o magos también serían interesantes, quizás podamos dormir a los que monten guardia y ahorrarnos muchos problemas. ¿Níniel quieres venir?.

La noche era fría; era lógico pues el otoño estaba apunto de terminar y el invierno comenzaba a dar sus primeros avisos. El viento soplaba con suavidad y hacía sonar la hojarasca del suelo haciendola revolotear en pequeñas epirales. Una de esas hojas fue a parar justo encima de la tapa de un pequeño cofre de madera de abedul bien tallado. La mano de Lelah la apartó de una sacudida antes de abrir el cofre. Dentro había distintos frascos de fino cristal en cuyo interior se podía distinguir un líquido humeante que dibujaba estremecedoras formas en su interior, como el genio de la lampara que protesta para poder salir. -Son pociones del sueño. Se deben de lanzar y al romperse todo ser vivo alrededor, caerá completamente dormido.
-Lelah le dió un frasco a cada dos. Dos de los guardias armados dormían y los otros dos permanecían despiertos justo al lado de una pequeña hoguera.
Fue rápido. Los dos guardias se desplomaron en un dulce sueño. Otro de los frascos termino rompiendose entre los guardias que ya dormían, pero había que evitar cualquier sorpresa inesperada. Todo fue sencillo y rápido.
Al día siguiente, al despertar, cuatro soldados miraban a su alrededor completamente sorprendidos. Su cara de idiotas lo decía todo: sus armas, equipo, esclavos, carreta, todo había desaparecido. Sólo quedaba el humo de la hoguera que se había estinguido.
Para esas horas 4 elfos ya se habían puesto en marcha en dirección Al Borde del Túmulo: Jaskier, Niniel, Lelah y la elfa de pelo platino, Meleiralien, la favorita de Hanohide. Desde la distancia los árboles de Pook parecían despedirse con sus altas ramas. Tenían unos cinco días de viaje por delante y el nerviosismo propio del comienzo de la aventura removiendose en sus estómagos. Había recaído mucha responsabilidad en ellos. Y lo sabían.

Justo cuando estaban abandonando Taur Iaur un suave aleteo se percibió primero en la distancia y luego aproximándose, aunque aquel hecho en absoluto pareció amenazador, era como si un ser estuviera anunciando adrede su inminente presencia. Al fin, un búho se dio a conocer, revoloteando durante unos instantes sobre sus cabezas con suavidad, para acabar posándose en el hombro de la hechicera con cuidado. Ésta ni se inmutó. El recién llegado picoteó en su hombro y observó a los otros elfos con bastante descaro y de una manera un tanto inquietante.

A Níniel le había agradado que Jaskier contara con ella para la incursión en la acampada de los soldados, era un gesto de confianza innegable, que ella supo agradecer con una sonrisa arrebatadora de oreja a oreja y un sí. El asalto a los soldados había sido todo un éxito y Lelah había tenido que ver mucho en ello, no había habido nada en sus actos intachables que llamara a la desconfianza.

Todavía restaba en su paladar el sabor de una despedida, que obviamente no había sido algo agradable para Níniel, pero que había afrontado con entereza. Había besado las manos de su padre, porque la habían acunado de pequeña, porque le habían infundido valor, cuando lo había necesitado, había besado las cuencas de sus ojos, porque la habían vigilado, cuidado y visto crecer. Luego le había abrazado, sintiéndose incapaz de decir una sola palabra y cuando se iba a despedir de Thaliongal con un simple gesto y un adiós, se arrepintió, recordando algo más a parte de su agrio carácter, esas innumerables veces en que había tenido paciencia con ella, de manera que se acercó y le besó en la frente por todo el conocimiento que había recibido de él. Después encaminó sus pasos tras los de Jaskier en silencio y no apartó los ojos de su sombra durante un buen rato.

Aquel primer día de viaje transcurrió caminando primero entre arbustos y luego sobre praderas que cada vez se hicieron más escasas, entre colores otoñales en decadencia por la inminente llegada del invierno, apartados de los caminos por indicación de Jaskier y con una precaución en ciernes que los cuatro sabían que se haría más intensa en cuanto avanzaran más hacia el interior y hacia el norte. Aún así, en ocasiones divisaron alguna partida de Hurones del rey y se vieron obligados a dar rodeos aún mayores que de otra manera hubieran sido innecesarios. Al caer la noche, la hechicera parecía más animada, como si el trago más duro ya lo hubiera pasado, era curioso que cualquiera de los restantes probablemente hubiera afirmado que la realidad era justo al revés. Una vez repartidas las guardias, estiró las piernas y la espalda, se sentó junto a Jaskier y le preguntó: Bueno… el recorrido de mañana será bastante más duro… ¿seguiremos el río Kalvar o iremos campo a través?

El bosque quedó atrás, la despedida fue breve y cordial, la urgencia del momento les obligó a prescindir de cualquier tipo de protocolo, fueron pocos los que se despidieron de Jaskier, en su mayoría las gentes del consejo, salvo Tianen su compañero, sin embargo menos fueron los que se acercaron a Lelah Lenelad, que permaneció a la espera. El joven pícaro se sentía confuso con este, durante la incursión contra los humanos se había comportado de manera notable, sin exceso de celo, hasta cierto punto resultaba reconfortante tener alguien tan capaz como compañero, pero sus cicatrices y quemaduras parecían recordar una y otra vez las atrocidades de las que eran capaces los humanos.

Al dejar la protección del bosque el frío no tardó en hacerse notar, el invierno estaba próximo, las lluvias del otoño darían paso al viento helado del norte y las nevadas, tenían poco margen de tiempo, pues según empeorase el clima, más arduo sería moverse fuera de los caminos. El primer día transcurrió sin problemas, eran únicamente cuatro y mantenían un buen ritmo, cuatro sombras que sorteaban los caminos y aldeas que divisaban. Habían tenido la prudencia de pedir ropa de abrigo con la que protegerse del frío y con la que cubrirse para tratar de pasar desapercibidos a los ojos de los humanos que por casualidad les viesen.

Jaskier respiró profundamente los aromas de la noche, la humedad de la tierra mientras Níniel se sentaba a su lado. - Creo que de momento será buena idea seguir cerca de Kalvar, nos desviaremos según nos aproximemos al camino que une Ragnarion con Krell, en ese momento comenzará la parte más complicada.- Mirando a los ojos de la elfa sonrió. - Aunque parezca extraño lo mejor que podría ocurrir es que se ponga a llover o nevar, aunque quizás nos retrase un poco, los caminos estarán vacíos y las patrullas suelen preferir el calor de sus hogueras a calarse recorriendo el camino.- El joven no las tenía todas consigo, aunque Tianen y él habían realizado un trayecto similar, eran únicamente dos, ambos relativamente acostumbrados a pasar por aquellas tierras, no sabía cómo reaccionarían sus nuevos compañeros en caso de encontrarse con alguien, quizás fuera buena idea pensar y hablar de ello.

El viaje duró una semana y fué más tranquilo de lo que los cuatro elfos esperaban desde un primer momento. Como bien vaticinó Jaskier, los mayores problemas los tuvieron al pasar por el Camino Alto que conducía a Krell, pero la habilidad y el sigilo de los elfos fueron suficientes para cruzar y seguir su camino sin ser detectado por los guardas de la Rosa LLameante. Dos cosas captaron más la atención de los elfos: A su paso entre el Camino Alto y Las Colinas Aullantes, vieron en la lejanía un hilo de humo en dirección a Krell. LLevaban un buen ritmo de viaje y podían permitirse el lujo de acercarse a calmar la sed de curiosidad que les daba aquella columna de humo a no más de medio día por la pradera. Se acercaron por la noche para evitar problemas. Lo que vieron fue aterrador: un montículo de cadáveres de humanos, medianos y algún que otro semielfo ardían calcinados por una enorme pira. El olor a carne quemada y a podredumbre era vomitivo. Lelah se acercó a inspeccionar uno de los cuerpos que había rodado del montón y se había librado de las llamas, pero que se descomponía en el suelo en una merienda de mil gusanos que recorrían todo el cadaver. Al regresar, Lelah volvía con cara asustada -Viruela Negra. Y salieron pitando de allí. Krell estaba infectada. Después de dos días llegaron a la base de las colinas Aullantes. En esta ocasión Meleiralien fue la que no dio crédito a lo que veía. Se quedo agachada sobre el terreno por lo menos durante quince minutos intentando asegurar lo que estaba viendo, antes de decir alguna barbaridad. Palpaba el terreno y seguía con el dedo un rastro que el resto ni siquiera era capaz de ver. Después se incorporó con algo entre las manos, lo mostró; a primera vista parecía un terrón de tierra sin más. Las palabras de la elfa les heló la sangre -Esto es mierda de dragón. Los dragones, tanto los de buen corazón como los de oscuro corazón, habían desaparecido después de la guerra y no habían dejado rastro...hasta ahora.

Después de una semana de viaje, por fin llegaron a la aldea conocida como Al Borde del Túmulo.