Partida Rol por web

Los caballos del grupo de Orphen chocan embistiendo a los pocos gnols cercanos, abriéndose paso hasta llegar al núcleo de la línea, donde los oponentes están mucho más concentrados ya que no han recibido el mazazo de los conjuros. Los caballos galopan y con Orphen a la cabeza están a punto de golpear furiosamente la formación enemiga...

En ese momento una mancha oscura surge a la espalda del grupo de jinetes creciendo a medida que las monturas avanzan en su carga, pronto el efecto puede verse rodeando a los hombres de la partida encabezada por el líder. Por cada mercenario que cabalga a caballo aparecen tres más, en el mismo instante de su llegada el pequeño regimiento se ve en apariencia convertido en un nutrido pelotón de caballeros.

La espada en su vaina zumba y vibra satisfecha cuando la visión hace huir a los contrarios por doquier, el caos y miedo puede sentirse, casi olerse. Se oyen voces en idioma orco y trasgo dando alarma aterrorizados, el miedo que la visión de los jinetes insipira en el oscuro ejército es casi sobrenatural.

Los guerreros de alquiler al no encontrar resistencia continúan su carrera para dar alcance a los que escapan, flanqueados por las fantasmales figuras ilusorias que parecen caballeros a la carga e incluso producen el atronador sonido de las decenas de cascos golpeando el suelo.

Ese es el momento en el que Razzek junto con los hombres a su cargo llega al flanco que huye, los caballos pisotean y las lanzas se clavan sin encontrar tantos blancos como esperaban y mucha menos oposición. Los jinetes redirigen sus caballos para perseguir a los orcos y gnols que escapan y para dirigirse hacia la marea de humanoides que resisten y se organizan para plantar cara.

Delante las criaturas más alejadas no se dejan amedrentar tanto y cierran líneas, a la espalda los supervivientes enemigos que quedaron atras se juntan y avanzan mientras otros escapan entre alaridos de pánico y hacen sonar cuernos.

Orphen no puede evitar mirar hacia atrás por el aumento significatorio de los jinetes de alquiler. El Retumbar de los cascos aumenta y solo queda superada por los gritos y los golpes de las lanzas algunas de ellas quebradas por la misma carga.

La carga lateral de Razzek termina por cerrar el grupo de nuevo, arrasando los pocos enemigos que quedaban en la huida del sector. Pocos son los que quedan de pie, algunos levantan armas y persiguen el grupo intentando dar caza a unos jinetes en plena carga, otros con la visión de la muerte a su alrededor toman la carrera hacia el bosque.

Ahora una treintena de jinetes que parecen casi un centenar avanzan a galope extendido hacia una linea de enemigos preparados para recibir una carga, ahora es cuando la batalla toma la apariencia de un combate a muerte.

El tiempo se ralentiza, los cascos retumban y levantan trozos de tierra de la misma llanura, mientras lideres de orcos y bestias gritan ordenes para recibir la carga, decenas de pieles verdes se posicionan segundos antes de recibir los golpes, las milésimas se vuelven segundos a medida que los centímetros entre los dos grupos se acercan entre ellos...

El ruido metálico devuelve el curso del tiempo, como si esta vez pasara en cámara rápida, gritos ruidos y respiraciones de caballos llenan la zona. Un cuchillo sale desde orphen como si apareciera mágicamente impactando al orco que tiene delante, el impacto poco profundo le hace hacer un paso hacia atrás mientras emite un ruido, justo en el momento que la lanza de caballería impacta en el pecho, casi en el momento que su cuerpo se desequilibra el caballo arrolla el cuerpo, posiblemente sin vida unos metros atrás pasando por encima varios jinetes seguidamente.

La multitud de caballos derriba a los pocos oponentes que resistieron el choque inicial o que tratan de huir, los dos regimientos ahora unidos pasan de largo sobre estos enemigos. Los mercenarios que cabalgan tras los que recibieron el golpe de la carga acaban el trabajo de sus compañeros de armas clavando sus lanzas sobre los rezagados, cuyos cuerpos son machacados en el suelo por el peso de decenas de pezuñas.

Los combatientes más adelantados que montan junto a Razzek y Orphen ajustan su paso formando una primera línea lo más amplia posible para embestir con fuerza contra las filas que ya se organizan ante ellos.  Los orcos y gnols levantan sus armas, esperando preparados para descargar sus armas sobre los jinetes. El caballo del mago, trotando a ritmo más bajo que los demás, comienza a quedarse atrás progresivamente. La masa de mercenarios montados se acerca poco a poco al inevitable y brutal impacto...

En un instante las alineadas huestes de ambos bandos se transforman en una única y caótica horda enmarañada en el cuerpo a cuerpo más crudo, los caballos chocan contra cuerpos y reciben terribles heridas, sus cascos pisan caídos mientras las lanzas se rompen sobre ellos. Una decena de humanoides salvajes sucumben antes de que la fuerza del número detenga la inercia de los jinetes. Las imágenes ilusorias de caballeros se disipan inmediatamente, como rotas por la violencia del encuentro.

Las lanzas quebradas caen al suelo y las espadas de alquiler son desenvainadas, los humanos han resistido ilesos gracias a la arolladora potencia de sus monturas, que han recibido lo peor, y afrontan con fiereza la parte más dura de la batalla. Cuerpo a cuerpo y espada contra espada se enfrentan a las bestias salvajes que han resistido la carga y ahora se abalanzan sobre ellos.

El efecto moral sobre el ejército enemigo de la inesperada llegada de refuerzos y de la aterradora carga reforzada por las ilusiones ha sido indiscutible, por doquier suenan cuernos y unidades enteras huyen para perderse entre los árboles o simplemente desaparecer en la oscuridad. Pocos enemigos más se suman al conflicto en el lado oeste de la empalizada, tan solo parte de las fuerzas que asaltaban el pueblo por el norte han abandonado sus posiciones para correr hacia el combate y tratar de envolver a los caballeros. Poca respuesta para una fuerza que aún debería contar con al menos cuatrocientos efectivos.

Algo más parece influir sobre los sorprendidos orcos, gnols y osgos en su reacción cargada de pánico ante la unidad de caballería. Una razón oculta, un miedo instintivo o atávico incomprensible para los humanos que se enfrentan a ellos.

Orphen continua frente a la columna de jinetes que han bajado la velocidad por el reciente impacto contra la linea de enemigos, aun a suficiente velocidad vuelve a cargar contra otro enemigo justo delante, coloca bien la lanza en ristre... El golpe impacta violentamente contra la cabeza del enemigo por ser arrollado seguidamente por el caballo hacia un lado, pocos segundos le quedan por ser pisoteado por el resto de los jinetes.

Algo no va bien...las cosas son demasiado fáciles...demasiada retirada por un ataque de las características...hay algo que pasa y no se que es.

Orphen mira adelante, pocos enemigos quedan...aunque los caballos algunos ya empiezan a cojear por las heridas...el ritmo es bueno...mira hacia atrás y observa como el mago se queda retrasado...algo no va bien... al volver la mirada hacia delante, observa como la lanza se ha roto en el ultimo impacto, simplemente la deja caer al suelo y es destrozada por los caballos que le siguen. Aprovechando señala con la palma a un orco a varios metros a un lado, otro cuchillo se materializa y avanza para impactar justo en el cuello, instintivamente el orco se pone las manos en el cuello donde emana sangre, tiene el tiempo justo para sacarse el cuchillo y caer al suelo de bruces.

Segundos mas tarde una espada brilla delante de la tropa sujetada por Orphen a desenvainado su arma.

ADELANTE! HASTA EL FINAL! una voz metalizada suena por las primeras lineas de los jinetes.

El conjurador queda atras poco a poco murmurando palabras incomprensibles que no son escuchadas por nadie bajo el retumbar del galope. Cuando su montura ha quedado rezagada, casi en la retaguardia, hace unos gestos en los que nadie se fija y comienza a gritar:

¡¡El huevo de dragón!!! ¡¡el verde nos sigue!!

deja caer algo diminuto que se estrella contra el suelo, nadie es capaz de ver que se trata de un pequeño huevo marrón que estalla al chocar. Lo que si puede ser visto por todos es que una niebla verdosa se expande a una velocidad preocupante en el punto de impacto. Sus vapores tienen un aspecto malsano y su olor es repugnante... la neblina alcanza a la parte más retrasada de la formación a caballo justo el momento antes del cuerpo a cuerpo, varios hombres comienzan a toser y frenan sus caballos convencidos de que están a punto de vomitar.

Afortunadamente con el rápido cabalgar el humo verdoso queda pronto atras sin producir mayores problemas que unas pocas intoxicaciones pasajeras. Es imposible decir si el conjurador demente lo ha hecho con intención pero la neblina se interpone entre los enemigos del norte que avanzan para unirse a la refriega y la retaguardia de los caballeros.

Grandes cimitarras oxidadas, mazas y hachas, se cruzan con espadas largas en un combate encarnizado. Las antorchas de la cercana empalizada y los fuegos del interior de la aldea iluminan la escena y los feos rostros de las bestias que aguantan aún.

Pieles verdes, gnols y osgos son más fuertes que los mejores hombres entre la unidad, su pellejo es duro, sus armaduras de pieles o cuero son resistentes y sus armas, eficaces. Por contra los guerreros contratados tienen una alta moral tras la efectiva carga y las huídas siguientes, además los caballos, que han demostrado su fuerza y coraje, suponen una ventaja para los caballeros.

Aunque en el cuerpo a cuerpo los humanoides salvajes tienen todas las de ganar, poco a poco los enemigos caen atravesados por espadas y pisoteados por pezuñas. La ventaja numérica inicial de los contrarios se esfuma rápidamente, seguramente viéndose en inferioridad no tardarán en tratar de huir en desbandada, sin embargo mientras tanto combaten con fiereza y los hombres reciben terribles cortes y mazazos que casi les incapacitan, los caballos malheridos se encabritan convirtiéndose en una dificultad más para los jinetes que tratan de defenderse.

Los combatientes de filas posteriores de ambos bandos tratan de avanzar para tomar parte o simplemente ocupan el lugar de los caídos, los mercenarios que aún no se han trabado en combate en lugar de desenvainar sus espadas tras la carga empuñan jabalinas y las lanzan contra la masa de enemigos, algunos gnols y un osgo resultan heridos pero no se provocan bajas y las malvadas criaturas responden al ataque de la misma forma. Hachas, pequeñas lanzas y algunas jabalinas son proyectadas hacia los caballeros con una fuerza por encima de la humana. Un soldado es derribado de su montura al ser atravesado por una de las jabalinas y muchos reciben heridas o se protegen a duras penas con sus escudos de los proyectiles.

Razzek empuña ahora un alfanje similar al que llegan los orcos y balanceándolo con fuerza acaba con la vida de un gnol, el mago en la retaguardia controla a su caballo asustado y balbucea sin que parezca querer unirse a la refriega.

Orphen esta vez con espada en mano, empieza a moverla en movimientos semicirculares por el lado de los lomos del caballo golpeando los pocos enemigos que quedan, esta claro que esta esta resultando demasiado facil...donde esta el ejercito? son preguntas que le pasan por la cabeza.
Un enemigo es golpeado por el caballo siendo arrojado hacia el lado, momento que una espada baja a gran velocidad provocando un corte profundo y mortal. Por el otro lado intenta golpear a otro enemigo que era sobrepasado en ese momento pero no da tiempo a preparar el ataque y falla, no sin después levantar la mano hacia el y un cuchillo como segundos antes se materializa para impactarlo desde la parte posterior.

Alrededor la lucha evoluciona con rapidez. Los orcos y gnols dan bandazos, usando sus armas y todas las partes de su cuerpo por igual. Los caballos se revuelven malheridos, golpeando a los combatientes a pie y dándoles problemas a sus jinetes. Una montura cae al suelo sangrante con un relincho desgarrador y el soldado que la montaba cae al suelo indefenso ante las hachas y espadas que le destrozan en instantes. En el extremo este del combate otro mercenario es derribado de su bestia de un duro golpe, cuando el cuerpo toca el suelo ya está muerto.

Los caballos y los hombres sobre ellos hacen su trabajo, varios osgos, las más duras de las criaturas que luchan, caen muertos. Orcos y gnols mueren bajo las armas de los guerreros que ya casi les duplican en número. Las bajas en las filas y los terribles golpes de los enemigos son soportados por los luchadores de alquiler gracias a la evidente ventaja en el combate. Esta pequeña unidad de resistencia enemiga está siendo aniquilada y casi todos los demás huyen en estampida o se dispersan.

En la retaguardia una veintena de orcos y gnols se acercaban para poner las cosas difíciles, pero en estos momentos luchan contra el humo asfixiante que les envuelve y les corta el camino. Se esfuerzan por respirar y salir de la zona cubierta por el conjuro con paso vacilante y lento.

El vasto y poderoso ejército que esperaban se ha transformado en presa fácil.

Orphen continua golpeando a un lado y a otro sin cesar, los enemigos empiezan a dejar un rastro de muerte y desolación, el combate esta resultando demasiado fácil, casi desalentador, cuando un guerrero esperaba un gran desafío y quizás un final trágico.
La primera pasada el enemigo se encuentra demasiado lejos y le pasa varios centímetros a la derecha, la primera fila mas compacta de ataque impide maniobrar para poderle golpear, la vuelta de la hoja golpea a otro enemigo, la criatura es golpeada levemente por la hoja y seguidamente una daga materializada se le clava en el pecho, los golpes no son suficientes para derribarlo pero aun tiene que pasar varios hombres por ahí a terminar el trabajo. Pocos segundos mas tarde es arrollado y pisoteado por los jinetes que estaban unos segundos mas atrás.

Orphen mira al mago,MAGO! mientras indica la retaguardia, no hace falta indicar mucho lo que quiere decir, aunque quizás para el mago es mucho pedir. TERMINA CON ELLOS.

Pasan un par de segundos, que en el fragor de la batalla parecen minutos, Orphen levanta la espada y da una orden general.

REAGRUPARSE!

Unos segundos mas tarde Orphen cambia levemente la dirección del grupo de jinetes para entrar en el interior del poblado.

Haciendo más caso del esperado, y del debido, a la señal de Orphen el mago espoleando a su caballo se lanza a la carga contra la docena de enemigos aún asfixiados por el humo amarillento. Nadie llega a oir las palabras mágicas que pronuncia pero todos pueden ver su efecto...

el caballo montado por el hechicero demente comienza a mutar y cambiar. Las pezuñas se convierten en cuatro garras afiladas, el pelaje cambia a escamas verdosas y una larga cola de reptil crece. En el lugar de la cabeza se forma un torso humanoide escamado con dos fuertes brazos y el rostro de un hombre-lagarto.

La especie de centauro-dragón trota con el mago en su lomo sacando la lengua bífida de forma amenazadora. Varios de los indispuestos gnols y orcos tratan de huir de la inesperada carga mientras otros se encaran, haciendo más extraño aún el ataque .

Mientras los cuernos resuenan anunciando la huída los restos del pelotón que se había reunido para plantar cara a los caballeros son aplastados bajo los cascos de caballos y las armas mercenarias.

Unos pocos combatientes humanos más son abatidos en los últimos forcejeos, muchos han recibido heridas de distinta importancia e incluso Orphen tiene dos cortes de cierta profundidad cuando las armas enemigas encontraron hueco en la armadura completa que le protege. Cuando los últimos osgos y gnols son diezmados, la media docena escasa que queda viva logra escapar perdiéndose entre árboles y oscuridad.

El mago continúa su carga en solitario y las fauces de la bestia reptiliana de cuatro patas y dos brazos muerden carne gnol. El fuego mágico vuelve a iluminar la noche, los sorprendidos y aún mareados oponentes perecen bajo la magia o las garras y los más inteligentes escapan del hechicero demente que parece entretenido por un rato.

La unidad de caballería mercenaria ha pasado sobre sus enemigos y se dirige, sin nadie que se oponga a ellos, hacia las puertas de la ciudad. Hacia el interior de la ardiente Asbrav.

Orphen delante de los jinetes corrige la trayectoria para poder entrar por la puerta de la aldea completamente perpendicular y tener mas visión de la zona.

Los jinetes restantes, se organizan para formar de nuevo la linea de ataque, desecha por el reciente combate, otra vez compactos y con armas preparadas, listos y jadeantes.

Los incendios de dentro y fuerza de la empalizada iluminan pobremente la zona y las caras de los guerreros, quizás para algunos sea la ultima luz antes de entrar en el ultimo túnel.

El ruido del avance de los caballos vuelve a tomar protagonismo al reducirse los combates, trozos de césped y barro se levantan al pasar los caballos al galope.

El regimiento de caballería varía su rumbo al galope formando casi una columna mientras se enfila con la puerta de Asbrav.

En esta entrada el espectáculo es macabro. La tierra está negra, empapada por la sangre. Decenas de cadáveres se amontonan en el estrecho pasaje que forman las puertas a la aldea; orcos, gnols, osgos... también humanos de ropas sencillas... al menos una treintena de muertos son humanos o semihumanos pero de una corpulencia dificil de creer en un aldeano, sus sangrantes torsos están desnudos, no llevan armadura salvo algunos fragmentos dispersos aquí y allá. Algunos una hombrera cobriza, otros unas grebas... la mayoría están cubiertos por yelmos completos de color óxido.

En el suelo manguales ensangretados, dagas blanquecinas, como de hueso, lanzas rotas, enormes mazas con cabeza de piedra y espadas curvas dentadas. Ningún estandarte, ninguna señal que los identifique salvo grandes tatuajes hechos con cortes, escarificaciones, en los cuerpos de esos siniestros hombres.

La lucha ha debido ser muy dura.

Los caballos irremediablemente bajan el ritmo al posar sus cascos sobre ese mar de cuerpos sin vida y de afiladas armas abandonadas. Al tiempo que, al trote, la columna de mercenarios penetra en Asbrav a la derecha pueden ver una inmensa mole, como un guardián inerte al lado de la entrada. El cadáver de un atach, un enorme gigante de piel verdosa y tres brazos, atravesado por infinidad de flechas.

Los corazones de los mercenarios se encogen por primera vez, si hay en este mundo un lugar maldito por los Dioses debe ser esta aldea. ¿Por qué tanto mal contra un indefenso e intrascendente pueblo? lo desproporcionado de este ataque, por irracional, es aterrador.

Sin embargo para alguien que conserve la cabeza fria será más sorprendente que una pequeña población de labradores haya presentado tal batalla.

La entrada en el pueblo de Asbrav es lenta, esquivando los cuerpos mutilados, destrozados, de seres terribles y visiblemente malvados, en silencio por el respeto guerrero ante tanta muerte y, en gran parte, por un miedo instintivo. La silenciosa procesión de jinetes parece contradecir el hecho de que en estos momentos a su alrededor esté dando sus últimos alientos una gran batalla.

Orphen al ser ralentizado por los cadáveres, trota acercándose con su montura hasta estar a pocos metros de Razzek.

Razzek,Registrar el pueblo! coge los tuyos y por la derecha! El resto conmigo! Jinetes! Mantener bien abiertos los ojos.

Orphen, trota por la calle hacia el norte, cruzando casas y pisando cuerpos a su lado varios jinetes mantienen el ritmo cruzando el pueblo en busca de algo o alguien. Ahora la espada descansa hacia abajo solo sostenida por el brazo en descanso del guerrero.

Razzek y la mitad de los mercenarios cabalgan dirección este mientras Orphen y otros tantos van hacia el norte. Varios incendios por la ciudad dan luz suficiente para ver alrededor aunque el fuego parece menguar. La luna se oculta detras de nubes negras, posiblemente llueva pronto y eso tampoco perjudica a los defensores en el caso de que aún queden con vida.

Los dos grupos se separan en las penumbras aislándose por su propio sonido de los cascos repiquetear contra el suelo. Los jinetes por delante sólo encuentran calles vacías y despejadas.

Después de avanzar unos minutos el grupo encabezado por Orphen empieza a ver sombras esquivas que desaparecen en seguida por las oscuras callejuelas. Unos pocos enemigos rezagados que huyen en lugar de plantar batalla. Hacia el este asoman por encima de los edificios, que tapan la visión, el borde de unas llamas. Un incendio algo más grande que los otros. En esa misma dirección se oyen algunos gritos: sonido de lucha...

En ese momento aparece una figura más pequeña y más rápida que las otras que se han cruzado brevemente en el camino de los caballeros. Sus ropas negras, su pequeño tamaño y sus movimientos rápidos y sigilosos podrían haberle permitido pasar desapercibida en esta semioscuridad, en el caos de esta aldea arrasada, sin embargo resulta imposible no divisarle. Está justo en mitad de una calle, parece que se esfuerza por ser visto.

El rostro del diminuto ser no se puede distinguir, pero su pelo rojo resalta mucho y es inconfundible. Es Kandalian.

Detras de él unos pocos orcos y osgos parecían perseguirle con escaso éxito hasta que la visión del grupo de jinetes les hizo detenerse. Aún más hacia el este, en lo que debe ser el centro de la pequeña aldea, una concentración de gnols y otras de esas malvadas criaturas rodea un gran edificio, como asaltándolo.

Los jinetes poco a poco avanzan, la orden de alerta a relevado la velocidad de carga a un ritmo mucho mas lento y tranquilo, de vez en cuando algún caballo menos herido y aun nervioso por el combate hace unos pasos al trote, pero rapidamente es devuelto al ritmo anterior sin dejar de formar una linea de ataque con el resto de jinetes.

Consciente de las figuras, el hombre de la armadura metalizada avanza fijándose en las sombras y sus desapariciones...sea lo que sea, amigo o enemigo es indiferente.

La aparición del hombre de estatura pequeña con varios pieles verdes detrás hace que el hombre levante la mano y el grupo de jinetes se pare en seco, los caballos heridos pero aun nerviosos, golpean enérgicamente la tierra y la parte empedrada de las calles por partes iguales.

El caballero, mira a sus hombres y de forma general, da una orden, esperad a mi señal, entonces cargad contra los del edificio. mientras la figura embutida en una armadura completa desciende del caballo.

La figura recubierta de metal brillante, queda iluminado por varias luces distintas, la luna radia su luz blanca en parte donde combate contra la luz proveniente de las llamas del mismo pueblo. Varios pasos seguros y fuertes se escuchan al impacto de cada pieza de las grebas contra el suelo. blandiendo una espada larga y protegido con un escudo lleno de runas. Dos pasos mas allá la misma sombra proyectada en el suelo aparecen dos alas de color negro, como si de un mismo cuervo gigante tratase, se estiran completamente mostrando su larga envergadura de mas de dos metros, para que poco después se cierran un poco, todo esto decorado por unas voces de un idioma extraño y distorsionado por el mismo yelmo.

Con la espada en mano paso a paso se dirige hacia el mediano, su yelmo cubre su cara e impide revelar el objetivo de la mirada, el mediano o los pieles verdes.

Tres orcos y dos gnols observan desde detrás del gnomo visiblemente intimidados por el nutrido grupo y la inquietante figura que desmonta.

Kandalian no hace ningun movimiento mientras tanto. Permanece muy quieto y atento sin mostrar temor ni otra emoción. Para alguien que conoce al pequeño monje, no obstante, resulta notorio que está preparado para cualquier cosa.

Tan solo tras varios de los golpes metálicos que anuncian los pasos de Orphen, una voz aguda muy familiar sale de la pequeña figura embozada en ropas negras.

Saludos caballero. Mi fuerza y la de mi Dios de lo justo, San Culthbert, están a tu disposición.

El caballero avanza hasta casi justo delante del mediano, pero pasa a pocos centímetros de el, en dirección a los pieles verdes.

Puede guardarse su fuerza, esto aun no ha terminado señor Kandalian

El caballero alado avanza unos pasos mas y se para en posición de combate. Mira fijamente a los enemigos aunque su yelmo bloquea la visión de su rostro. Con la mano del escudo la mueve hacia los enemigos y después hacia el con los dedos, un par de veces, provocando les y desafiándolos el solo.

Los tres orcos apenas esperan a verte hacer el gesto de desafío antes de echar a correr huyendo a toda prisa, los dos gnols ligeramente heridos alzan sus escudos y sus armas pero sin decidirse a dar el primer golpe.

Kandalian observa con mucha atención cada movimiento, su pecho agitado y sus hombros caídos reflejan su agotamiento. Sus ropas están ensangrentadas y algunas heridas son visibles en las zonas que la ropa deja descubiertas. Permanece quieto, como petrificado mientras te alejas unos pasos acercándote a los enemigos. Tan solo un poco después notas que te sigue a una distancia prudencial.