Partida Rol por web

- Hum... - Roerkas observó el paisaje desolado y el torbellino. - En circunstancias normales no sería problema alguno. Aquí, sin embargo, presenta algunos incovenientes. La teleportación está obstruida... Realmente se encuentra... - Se detuvo a media frase y contempló a sus compañeros. - Basta con que entendáis que Erythnull puede interferir en nuestro destino, al fin y al cabo este es su plano.

Cierta impaciencia se hace evidente en el gran mago, pues la contera de su bastón golpetea suavemente contra el suelo.

- Acerquémonos hacia el filo, quiero tener una mejor vista de la zona y el área que cubre el torbellino. No siempre la mejor o única estrategia es atravesar o derribar un obstáculo - Mira significativamente a Daern. - Si no que es mejor bordearlo para furstrar su utilidad.

- Me encanta la perspectiva de burlar una trampa antes que reventarla Roerkas... -respondí a mi compañero con una sornisa lobuna. Todo aquel que me conociera sabía que prefería una buena azagaya que sorprendiera antes que un ataque directo. Eso no significara que no disfrutara del salvaje abandono de un buen combate directo, fintando golpes al borde del desastre, solo para salir triunfante de las mandíbulas de la derrota. Ese era él espíritu que contagiar a mis compañeros para afrontaran nuestro destino- Por favor, amigo mío. Los magos primero... No. Mejor, los combatientes primero. Puro protocolo de combate en tierras hostiles, como ya sabes. Daern... Si haces el favor de abrir la marcha hasta ese punto...

Daern no había abandonado ya su tamaño de oso, ahora que había empezado el combate ya no abandonaría su aspecto de licántropo. Obedeciendo a Melivert abrió camino hasta llegar a unos pies del precipicio. Allí tomó una flecha adamantina y disparó hacia el otro punto del abismo, simplemente por ver si la flecha, como él esperaba, se frenaba hasta llegar a la mitad del camino y luego volvía a ganar velocidad a partir de ahí.

Al menos si no era así verían que la trampa era algo más compleja.

Todos los ojos se fijan en la flecha a punto de salir del arco de Daern, pero cuando el proyectil abandona la cuerda su velocidad lo hace imposible de seguir... al menos hasta que llega al primer obstáculo. El remolino central hace que la saeta pierda velocidad y la desvía. Demasiado ligero para oponerse al viento, el proyectil tuerce drásticamente su trayectoria. Al salir de la zona de remolinos, la nueva gravedad tira de la flecha, como era de esperar, y la hace caer hacia el plano de tierra al que los héroes quieren llegar. La pequeña forma del ástil de madera se pierde entre los afilados picos, y cuando los viajeros la vieron por última vez ya estaba dando vueltas descontrolada, sin inercia del disparo.

El experimento parece haber confirmado el funcionamiento de las corrientes. No hay sorpresas, en apariencia. Se ha confimado además que pasar el torbellino inicial es posible, si bien peligroso.

- Bueno, mi fuerza no servirá para superar este obstáculo... ¿Alguna idea?

Bohemond avanza dos pasos, colocándose cerca del borde. El calor ha aumentado ha medida que se adentran en el plano, y la gravedad aquí es tan inmisericorde como el propio Erythnull, así que el comandante de los Caballeros de la Redención empieza a arrepentirse de su pesada armadura y, por el momento, se desprende de su yelmo. Bajo el casco pesado con forma de cabeza de demonio se desvela la piel oscura y la espesa barba marrón del caballero.

El plano hasta ahora parece poder ser alterado por mortales. Seguramente podríamos romper cualquier resistencia del entorno a fuerza de pura magia... mira hacia Roerkas, confirmando y buscando la opinión en su rostro.

El problema es que esa clase de visibilidad es lo que hemos estado evitando desde que llegamos. Si no hay alternativa, yo digo que dejemos de ocultarnos y encendamos una llama en la oscuridad.

El Discípulo Divino no parece del todo de acuerdo con lo expresado por Bohemond. El comandante de Berfôska es bien conocido por su prudencia, y es posible que su carencia de poderes divinos le haga más cauto al respecto. En general, los cuatro generales de los ejércitos de Berfôska dejan las decisiones en manos de los Héroes Antiguos, mejor preparados que ellos mismos, pero en esta ocasión Parthalan también decide opinar.

Alterando abiertamente el plano no solo nos haríamos visibles ante el Señor de la Ciudadela, quien seguramente ya nos vigila atentamente de todas formas... también podríamos atraer a cualquier otro habitante del plano, cualquier otro tipo de peligro, y aunque estemos preparados para lo que sea, no es nuestra misión entretenernos ni perder fuerzas luchando contra todo suplicante o infernal que haya en esta capa.

Quizá sea lo necesario, pero no tomemos esa decisión a la ligera.

Examina los rostros de sus compañeros, especialmente de Merlivert y Roerkas. Respecto a Folcard y Hagen, es difícil leer una opinión en sus semblantes, aunque parece fácil pensar que la posibilidad de enfrentarse a todos los demonios del Pandemonium atrae, más que asustar, a Folcard, el Caballero del Cáliz que ha consagrado su vida la caza de infernales.

- Pero... necesitamos pasar. No perdamos eso de perspectiva, con al filosofía podemos seguir en el otro lado...

El tono de Daern era distendido, no quería meter presión ni nada parecido, pero a veces ante cabezas tan profundas había que decir obviedades.

Folcard suelta un gruñido y da la espalda, alejándose unos pasos del grupo mientras parece buscar la solución en cualquier sitio excepto en el precipicio a superar. A pesar de que su ropa y armadura son más ligeras que las de Bohemond o Hagen, el comandante de los Caballeros del Cáliz parece sufrir peor que ninguno los efectos de la fatiga... aunque posiblemente haya algo más que eso.

Impaciente, inquieto, Folcard Aiden de buen gusto se lanzaría a la muerte si fuera en combate en lugar de en un infame abismo sin fondo. Sin duda se habría mostrado abiertamente a favor de continuar el camino a cualquier precio, de no ser porque supondría darle crédito a la idea de Bohemond.

- Que situación tan divertida... -pensé en voz alta en un susurro, mientras me atusaba la barbilla pensativo mientras estudiaba el escollo que se nos presentaba. Cuando consideré las posibilidades, me puse en jarras y me dirigí a mis amigos y compañeros- Bueno pues tal como yo lo veo tenemos dos opciones. Una es práctica y la otra divertida. Por un lado podemos hacer uso de algún tipo de magia para desafiar todas las gravedades posibles y volar hasta la pared con pinchos, permitiendo que cuando lleguemos sea nuestro suelo, y conviertiendo las picudas rocas en un simple bosque petreo. Este sistema es el más rápido, pero gastará magia poderosa que apenas va a utilizarse en un "saltito"... -mi tono había sido tedioso y puse los ojos en blanco en claro gesto de aburrimiento, como si esta opción fuera la menos interesante, acentuando la opinión que me sugería. Pero entonces, tras una pausa que demostraba desidia, mis ojos brillaron y mi expresión cambió por otra más animada. La expresión de un niño travieso tramando alguna trastada insensata- ...O bien podemos hacerlo más divertido... -de entre mis pertenencias saque un simple trozo de tiza. Era algo muy practico para situaciones como esta y más de una vez me había salvado el culo en un laberinto marcnado las rutas previas y el emplazamiento de las trampas. Comencé a ilustrar mis planes sobre la roca según avanzaba con mi explicación- Vereis, solo hay que atar varias cuerdas entre si, amarrar ambos extremos a un pedrusco bien gordo, y usar un extremo como anclaje en este lado. Luego, el bueno de Daern puede lanzar el otro extremo atado a otro pedrusco hasta la pared con pinchos, donde servira como ancla. Esos dos anclajes darán a nuestro puente la estabilidad adecuada a pesar del torbellino. Luego, Roerkas puede hacer que todos levitemos, de manera que solo hay que avanzar sin esfuerzo agarrado a la cuerda hasta el torbellino. una vez allí, sujetos a nuestra cuerda para controlar el lanzamiento, dejamos que el torbellino nos lance hacia la pared con estalagmitas. Cuando entremos en la zona de gravedad adecuada reactivamos la levitación para detener la caida y aterrizamos sanos y salvos a escasos pies del nuevo suelo. Se que a algunos de vosotros o resultará un tanto raro mi plan... -lancé una significativa mirada a los caballeros, normalmente tan ortodoxos- ...pero el ahorro de magia para Roerkas será significativo... Magia que será más necesaria en la lucha. Además... -añadí con una sonrisa lobuna y algo desquiciada- ¿nunca habeis soñado de críos con atravesar un torbellino en medio del infierno anclados simplemente a una cuerda y un hechicillo de principiante...? ¿No? ¿Nadie...? Bueno... supongo que por seguridad también se podría modelar la roca para crear un puente solido y unas escaleras que resistieran el viento siguiendo el trazado de la cuerda... -señalé la cuerda de mi plano mientras ponía de nuevo ojos cansados aspecto de tedio- ...Pero lo considero una solución totalmente carente de estilo e interés...

Y tras decir esto me senté en el suelo junto a mi diseño a la espera de que alguien me apoyara.

- Espero que se considere mi propuesta... -pensé para mi a la espera de la opinion popular mientras sacaba mi soga de la suerte de entre mis pertenencias y hacía calculos mirando al plano y al precipicio alternativamente- Los puentes son para las damas... Y cuanta más precaucines tomemos, más envalentonado estará el múltiple. Hay que ser arrojado y sentir tanto desprecio por el peligro como por ese dios. Solo así mellaremos su confianza...

Esta vez es Hagen, tan interesado como sorprendido por el plan, el que habla.

No hay duda de que es un plan ingenioso... y osado. Me parece una gran idea el tender un puente.

La parte que me gusta menos es esa en la que nos soltamos a merced del torbellino...

Si hay un compañero que sea poco dado a piruetas y proezas de agilidad, ese es Hagen, con su armadura pesada y su escudo pavés a la espalda, por lo que es comprensible su preocupación.

- Pero... el levitar nos permitirá elevarnos, pero no estar a merced de los vientos una vez que estemos en el aire... dependeremos de la fuerza de nuestros brazos para mantenernos agarrados a la cuerda, y que ésta no rompa.

Realmente, no parecía que los brazos de Daern tuviesen problemas para mantenerse amarrado.

Roerkas mira con hastío las idas y venidas de opiniones y dudas.

De buena gana comenzaría a alterar cielo y tierra a fuerza de pura magia, ¡y que el Múltiple y sus hordas vengan a detenerme...! Pero agradezco que te preocupes por conservar mis fuerzas, Merlivert.

A pesar del tono sarcástico, sí que apreciaba el valor de conservar su poder intacto... junto con la discreción. Pero claro, no iba a dejar que ese pícaro de lengua larga lo supiera, o pasaría el resto del viaje recordándoselo.

Con unas palabras y el esfuerzo mágico equivalente a flexionar un dedo, Roerkas conjuró una estructura en forma de delgado puente sin barandillas hecho de fuerza. La forma negra compuesta de energía creció, saliendo desde el borde del acantilado hasta llegar hasta la mitad del abismo, justo antes del torbellino, punto en el que se quedó quieto, como un trampolín hacia un foso. Era lo más lejos que podía llegar con un conjuro de tan bajo nivel, y no pensaba malgastar poder luchando contra ese tornado preternatural cuando podían haber soluciones más mundanas.

Bien, ahora solo hay unos cien pies y un enorme vendaval hasta el otro lado del abismo. Sugiero atar el extremo de una cuerda bien fuerte en torno a Merlivert y que Daern lo lance hacia la orilla. Con la cantidad de cuchillos que lleva encima, nuestro amigo seguro que hace un ancla estupenda.

Dirigiendo una sonrisa hacia Nueve Puñales, el Mago Rojo hace ondear su túnica escarlata al darse la vuelta, dando por un momento la espalda al problema inmediato del precipicio (demasiado trivial) y concentrándose en trazar su mapa mental de este laberinto tridimensional que tenían que recorrer. Todos parecían muy entusiasmados con los músculos de Daern y los cuchillos del loco Merlivert, pero Roerkas sabe que de no ser por su cerebro estarían dando vueltas por una eternidad sin encontrar el camino hacia La Ciudadela.

- Hummm... -sopesé las palabras de Roerkas. Con una mano me atusaba la barbilla, como dudando, pero cualquiera que me conociera sabía ver que mis ojos dejaban claro a todas luces que semejante peripecia me entusiasmaba más que otra cosa- ...Suena descabellado... ¡Me encanta! -reconocí al cabo con un chasquido de dedos y un brillo en el rostro- Pero supongo que donde dices "lanzar", quieres decir "descolgar", amigo... -digo puntualizando las palabras del frío mago. A veces su desapasionada y analítica forma de hablar pone los pelos de punta; como si lo viera todo a través de una lente de laboratorio. Menos mal que nos conocemos de sobra- ...Desde luego no parece un mal plan. Daern será un ancla excelente y una vez yo llegue abajo, ataré la cuerda a una nueva roca que tienda el puente para que el resto puedo descolgarse más fácilmente... Si nadie tiene un plan mejor... ¿A que estamos esperando? Os recuerdo que hay una nenita con un berrinche de órdago que aguarda por un poco de atención... Puedo oir sus auillidos desde aquí... -dejé caer como quien no quiere la cosa, por si alguien estaba escuchando. No iba a perder una sola oportunidad de clavarle una astilla que le escociera lo más posible en ese negro corazón suyo.

Y mientras esperaba algún mejor plan, comencé a sacar cuerda y a atarla fírmemente a un garfio de escalada. Cuando estubieramos en el puente y todos nos hubiéramos descogado, Daern necesitaría anclar la cuerda sobre su propio eje para poder bajar sin problemas.

- Me parece arriesgado... pero si no hay uno mejor... ataremos la cuerda, pero yo la agarraré de todos modos. Espero poder escuchar tus instrucciones si necesitas decirme alto.

Con la cuerda bien sujeta, Merlivert se descuelga poco a poco puente abajo. Si las rocas puntiagudas, las gravedades traicioneras y el viento huracanado ya son suficiente peligro, el héroe colgado en la cuerda parece además un cebo para pescar cualquier tipo de abominación que more en estos abismos. Seguramente, Merlivert es el único que le ve la gracia a la situación, y seguramente tiene algo que ver su conocida demencia.

Cuando la cuerda ha sido soltada y el aventurero planario yace suspendido en la nada, descubre que el puente se ha quedado unas yardas corto como para llegar al cambio de gravedad. En lugar de poder descolgarse hacia el suelo de las rocas puntiagudas, la bajada es perpendicular a este. La única parte buena es que el torbellino parece un poco alejado, y quizá pueda ser evitado.

Sin perder el buen humor, Merlivert comienza a columpiarse en su soga, provocando la alarma en los que le ven y fuertes tirones en la cuerda que asegura Daern. Como una risueña niña con trenzas, el pícaro se balancea hacia delante y hacia atrás, con mucha más fuerza de la que parece prudente, como si quisiera comprobar si puede dar una vuelta completa. Al fin, en una de sus idas hacia delante, alcanza su objetivo, el cambio de gravedad y sin previo aviso comienza a caer.

La cuerda asegura al temerario humano, y solo entonces, el borde del torbellino le roza, alterando su trayectoria. Merlivert gira y da cabriolas en el aire, moviéndose con una destreza increible para alguien que no tiene ningún punto de apoyo y sí varias fuerzas que arrastran de él en sentidos contrarios como si le quisieran partir. Pareciendo cabalgar el viento, Merlivert finalmente consigue evitar el tornado, incluso usarlo a su favor, y caer - lentamente, gracias a la cuerda de seguridad - hasta la orilla de destino.

A salvo en el extremo opuesto del abismo, al pícaro le resulta sencillo atar la soga a una de las numerosas rocas de manera que el "puente" esté completo.

Daern sonrió.

- Pues en realidad no era tan difícil. Ahora nos toca a nosotros.

 Y el humano tomó a Roerkas y lo colgó a su espalda, y a continuación... corrió por la cuerda. No cabría otro nombre, sus brazos le impulsaban a tanta velocidad que parecía un ave aleteando. Sin dificultad alguna ascendió y luego descendió al otro lado, permitiéndose el lujo, en el tramo final, de jugar un poco haciendo el payaso con la cuerda, simplemente por intentar asustar a su compañero que, todavía, seguía colgado a su espalda. 

Camus mira a Daern con cierta severidad pero buen humor. La misión siempre ha sido muy peligrosa, y es difícil decir si es bueno o malo que sus amigos se la tomen con tanta ligereza.

Deja que los caballeros de Berfôska pasen primero, y comienza a deshacerse de algunas piezas de su armadura metálica. Parece ser una carga cada vez más grande, y en el momento de la verdad duda que sirva de mucho.

Poco a poco, los viajeros planarios atraviesan el abismo. Los héroes de Berfôska necesitan mucho esfuerzo para superar ese obstáculo, y resulta evidente que jamás lo hubieran conseguido de no ser por las artes de los Héroes Antiguos.

Una vez en el extremo opuesto, el paisaje resulta extraño. Altos riscos puntiagudos se alzan como agujas hacia el nuevo cielo. El viento arranca constantemente pedazos de piedra y arena de esas formaciones rocosas, haciendo que su contorno se desdibuje.

Por delante, hacia el destino, todo parece ser un laberinto de esos riscos, y poco a poco el paisaje se vuelve helado en la lejanía. La gravedad es mucho más fuerte que cuando llegaron, y para los menos fuertes cada paso cuesta mucho esfuerzo.

El viento aquí es algo más ahogado, aunque el tono más grave también resulta más tenebroso. Tras unas pocas horas en este mundo, las mentes suplican un descanso aún más que los cuerpos.