Life I: ¿Statu... quo?

6 de diciembre.

La búsqueda de Sayaka por fin había terminado. Pese a que la chica había estado desaparecida poco más de una semana, para las personas más cercanas a ella había significado un mar de angustia. Sin embargo, con la sirena una vez más en el lugar donde pertenecía, esa gran preocupación se disipaba... Al menos en parte.

Desde su rescate, Sayaka había quedado completamente inconsciente. Aun tres días después de estar internada en Grigori, la chica se negaba a responder a los estímulos externos. Si bien estaba bien físicamente, su cuerpo se autoinducía un profundo sueño. Al final, estando su cuerpo fuera de peligro, los médicos concluyeron que lo que estaba mal era la mente de Sayaka. Por los momentos, no había más que pudiese hacerse... simplemente esperar. 

Pero si bien lo anterior dicho era algo agridulce, las cosas no mejorarían.

El estado actual de Sayaka, para todo el mundo sobrenatural, era el de una terrorista. Y, por si fuera poco, gracias a la muerte de la terrorista Hela, una parte de la facción de los Dioses Nórdicos, exceptuando a Odín y otros tantos, arremetía contra el Olimpo, más específicamente contra Poseidón. Lo que comenzó como algo que los civiles no debían conocer, terminó por ser un escándalo tremendo. Al parecer, quienes levantaron toda la escena donde había sido llevada a cabo la pelea, se encargaron de ello. Asimismo, aunque era de esperarse, de lo de Sayaka. No había lugar en el mundo sobrenatural donde los rostros de Sayaka y Poseidón no apareciesen. Esto, por si fuera poco, no era un duro golpe solo para ellos... sino para todos aquellos que los rodeaban. En este caso, para los Gremory y sus protegidos. Y no solo para ellos, sino para todo el equipo DxD en sí.

DxD. ¿Se supone que este es el equipo que salvará el mundo?

Desde hacía mucho tiempo, específicamente desde el Rating Game contra los Bathin, el grupo Belphegor, ahora Gremory, se había visto en la boca de todos. Aunque sus miembros lo ignorasen, se habían hecho con una fama considerable, aunque no del todo buena, por lástima. En esta nueva ola, se creía que otros tantos señalados dentro del grupo DxD eran terroristas. Y no se podía mirar mal al colectivo por pensar así.

Durante el ataque al Mundo Yokai, incluso en ataques anteriores, ya se hablaba de la implicación de miembros de DxD en actos terroristas, siendo esto algo, por increíble que pareciese, cierto. Aunque no habían sido muchos hasta la fecha, y muchos de ellos no eran realmente importantes, se había sacado a la luz, con el escándalo de Sayaka, nombres. Nombres de traidores. Ahora muchos estaban sobre la lupa mediática, así como bajo la lupa de facciones y colectivos descontentos. Entre aquellos bajo esas lupas, estaban los Gremory.

Las alianzas entre facciones comenzaban a desmoronarse. El miedo de los civiles se percibía en el aire. La desconfianza hacia DxD, el grupo más fuerte del mundo sobrenatural, se acrecentaba. Algunas facciones retiraban fondos y personal de DxD. ¿Qué sucedería con las alianzas desmoronándose, así como con el propio grupo DxD? Nadie lo sabía. Pero el mundo no se detenía. Los ataques terroristas seguirían. Nadie podía rendirse, no era momento de cruzarse de brazos.

Nada acababa aún.

Vivir de primera mano todo lo que había sucedido... ¿había sido bueno o malo?

Tu herida no dio mayores problemas, y, apenas informaron a autoridades de Asgard, dueñas de aquel territorio, todos abandonaron el lugar. Fue esta vez Sun Wukong quien durmió a 4, y fueron Poseidón y sus dos subordinados sobrevivientes quienes se encargaron de llevar a Sayaka y Kiki a Grigori. Todos salieron de allí antes de que las autoridades de Asgard llegasen. El conflicto estalló no mucho después de que se supo que Poseidón había asesinado a Hela. Y aunque el Dios de los Mares horas después entablaría discusiones diplomáticas con los de Asgard... las cosas no acabarían muy bien.

Sun Wukong te llevó a ti, Peter Peter y a 4, a Grigori, lugar donde curaron tus heridas al instante. 4, siendo la única superviviente de aquel lugar infernal, fue tomada para rigurosas pruebas, con la promesa de que no sufriría daño alguno, cosa que, de haber querido, habías podido ver con tus propios ojos. La pequeña, hasta nuevo aviso, simplemente se quedó recluida en Grigori, sola, hasta que se viese qué hacer con ella. Pero si Sayaka no despertaba, ¿qué pasaría con la niña?

Por otro lado, Sayaka no era la única que seguía sin despertar, Val también. El estado del chico seguía sin cambiar, aunque, al menos, había salido de la línea de peligro... cosa que no decía en verdad cuándo despertaría. Y lo mismo sucedía con Chisa, aunque de esta tenías mejores noticias. Se te informó de que, aunque fue breve, llegó a reaccionar a algún estímulo externo, aunque aún seguía inmersa dentro de su mente. Otro de quien había buenas noticias era de Kiki. A pesar de que todos creían que Kiki había muerto, no había sido así... No exactamente. No se explicaban cómo, pero, a pesar del estado de su cuerpo, y que al llegar no tenía signos vitales, Kiki no había muerto. A pesar de que sus llamas espirituales estuviesen apagadas y de que no tuviese signos vitales todavía, su cuerpo no mostraba signos de descomponerse. De hecho, era todo lo contrario. Sin que en Grigori hiciesen nada, el cuerpo de Kiki comenzaba a reconstruirse poco a poco por sí solo. Estaba siendo examinado en una sala controlada... pero nadie sabía muy bien lo que estaba sucediendo en verdad.

Con todo eso, la tarde del 6 de diciembre llegaba. En el inframundo, nevadas artificiales caían en Lilith y otras partes de este. ¿Cuántas cosas habían copiado los demonios al mundo humano? Sea como fuere, mientras conflictos diplomáticos que mantenían a Azazel y a Rias fuera los dejaron con tiempo libre para recuperarse, ¿en qué ocupabas tu tiempo en esos momentos?

Pese a que tu búsqueda con Kiba fuese infructífera, el objetivo de la misión había sido cumplido. Sin ningún remordimiento, pudiste retornar tranquila a casa... donde te encontrarías con la avalancha de noticias.

Todo aquello que había por todos lados era un gran desastre. Era inconcebible pensar que ahora la reputación de todos estuviese manchada de esa manera. No era solo Sayaka, quien ahora era vista como una criminal, sino también ustedes y todo DxD. Nada tenía sentido. ¿Por qué la tensión entre Asgard y el Olimpo, cuando Poseidón había asesinado a Hela, una traidora? ¿Por qué todo empezaba a desmoronarse? ¿Había conseguido el enemigo lo que se proponía, acaso? Todo era un caos.

Poco después de volver, te enteraste de que Sayaka no era la única que seguía sin despertar, Val también. El estado del chico seguía sin cambiar, aunque, al menos, había salido de la línea de peligro... cosa que no decía en verdad cuándo despertaría. Y lo mismo sucedía con Chisa, aunque de esta tenías mejores noticias. Se te informó de que, aunque fue breve, llegó a reaccionar a algún estímulo externo, aunque aún seguía inmersa dentro de su mente. Otro de quien había buenas noticias era de Kiki. A pesar de que todos creían que Kiki había muerto, no había sido así... No exactamente. No se explicaban cómo, pero, a pesar del estado de su cuerpo, y que al llegar no tenía signos vitales, Kiki no había muerto. A pesar de que sus llamas espirituales estuviesen apagadas y de que no tuviese signos vitales todavía, su cuerpo no mostraba signos de descomponerse. De hecho, era todo lo contrario. Sin que en Grigori hiciesen nada, el cuerpo de Kiki comenzaba a reconstruirse poco a poco por sí solo. Estaba siendo examinado en una sala controlada... pero nadie sabía muy bien lo que estaba sucediendo en verdad.

Por otro lado, Yari seguía recuperándose de manera impresionante... pero hubo algo más impresionante que te sucedió: Samuru te llamó. Fue el mismo día en que lo de Sayaka, y su rescate, explotó. Pudiste escucharlo, serio pero preocupado. ¿Podría ser que, a pesar de su renuencia a estar cerca, estuviesen más cercanos a arreglar su relación? Solo el tiempo lo diría.

Con todo eso, la tarde del 6 de diciembre llegaba. En el inframundo, nevadas artificiales caían en Lilith y otras partes de este. ¿Cuántas cosas habían copiado los demonios al mundo humano? Sea como fuere, mientras conflictos diplomáticos que mantenían a Azazel y a Rias fuera los dejaron con tiempo libre para recuperarse, ¿en qué ocupabas tu tiempo en esos momentos?

Burbujas...

Opacada por la densidad del agua, una suave melodía llegaba a tus oídos. 

La voz que la cantaba era aguda, suave... y gentil. Podías sentir como, sin perturbación alguna, las notas acariciaban con gentileza tus tímpanos, haciéndote experimentar agradables y cálidas sensaciones.

Tu cabeza estaba sobre un lugar suave, y podías sentir como tu sedoso cabello, cual tela de araña, era extendido y acariciado una y otra vez. Dos pequeñas manos eran las que acariciaban tu cabeza. Pasaban el dorso de ambas por detrás de tu oreja. Tomaban las puntas de tu cabello y las enrollaban alrededor de sus dedos. Esto solo se repetía una y otra vez, mientras las pálidas manos seguían acariciándote.

—Sayaka... —la suave voz dejó de cantar para decirte eso. Se inclinó un poco hacia adelante en ese momento. Te volteaste, dejando descansar la parte trasera de tu cabeza sobre ese respaldo suave. Unos mechones azules cayeron sobre tu rostro en ese momento. La dueña de la voz los retiró. Tus adormitados ojos miraron su rostro. No podías ver nada más que una complacida sonrisa. Una sombra ocultaba todo el resto de su cara. Con una de sus manos, la mujer te acarició una mejilla. La escuchaste reír con gracia, divertida y enternecida por tu reacción— Lo siento. No quería despertarte. Puedes seguir durmiendo —llevó la mano que tenía en tu mejilla hasta tu frente, acariciándola, haciendo que cerrases los ojos no mucho después.

...

La voz volvió a tararear aquella melodía, sin dejar en ningún momento de acariciarte. Sin saber exactamente en qué momento, despertaste. Habías salido del fondo marino. ¿Y cómo podías saberlo? Tu rostro estaba húmedo; tus ojos estaban llenos de lágrimas.

...

Tal y como momentos antes, podías ver una luz. Sin embargo, ya no estabas debajo del agua, era la luz de las farolas de un cuarto común y corriente, rodeada de un techo completamente blanco. Apenas fuiste consciente de tu entorno, un gran vacío embargó tu pecho... ¿o quizá el vacío ya estaba allí y no te habías dado cuenta? Te dificultaba respirar. ¿Dónde estabas? Podías reconocerla bien. Era una habitación de hospital. Todo era blanco allá donde mirases. A tu lado izquierdo, por vía intravenosa, diferentes soluciones entraban, gota a gota, en tu cuerpo. A tu lado derecho, había un par de máquinas, las cuales parecían estar apagadas, y un sofá... ¿con alguien acostado en él? Era un sujeto rubio, su cabeza descansaba sobre uno de los reposabrazos del sofá negro. Parecía estar dormido... en una posición bastante incómoda... ¿Quién era?

Mientras te hacías preguntas, notaste que estabas sobre una cama, cubierta hasta el torso con una sábana blanca. Vestías algo ligero, una bata de hospital. ¿Qué hacías allí?

Poco a poco, conforme los segundos pasaban, tu mente se iba aclarando. Hela, tu madre, Kyra, Poseidón, Anysia... Kiki... El vacío en tu pecho se hizo más grande. A medida que recordabas todo lo que había sucedido, un dolor punzante azotó tu cabeza.

Agua... Ella era agua. Flotaba en esta como si ella fuera un mar infinito. Se sentía completa, sin forma y feliz. Una melodía acompañaba su existencia mientras sentía que su cabello era acariciado de manera constante. Como reflejo, se giró para ver a alguien de cabellos azules mas su rostro se escondía a sus ojos. ¿Quién era? Aunque no importaba. Como si sus palabras fueran órdenes, se quedó dormida poco después otra vez, dejándose llevar por la corriente. Una vez más, haciéndose parte del agua.

En algún momento, abrió los ojos y se encontró con aquel techo blanco y las luces tenues que alumbraban la inmaculada habitación. Se dio cuenta de que su cabeza reposaba sobre la almohada, su cuerpo estaba cubierto por una sábana blanca y estaba conectada a lo que parecía una intravenosa. Sin duda estaba en un hospital. Siguió mirando a su alrededor para toparse con la figura de un hombre rubio que dormía en el sofá. ¿Quién era? ¿Debería saberlo? Su aletargada consciencia apenas podía responderse una pregunta a la vez. Y a estas le siguió otra pregunta.

¿Cómo llegué aquí? 

Casi como si el universo mismo estuviera respondiendo, la avalancha de recuerdos borrosos y confuso atacó su cabeza. Toda la batalla contra su madre volvió a ella. Poseidón, Anysia, Kyra... Y la muerte de Kiki. Su pecho dolía de recordar aquello y sentía que empezaba a faltarle el aire. Se sentó con velocidad mientras un fuerte mareo la embargaba por ese precipitado movimiento, pero trataba de calmar su respiración a pesar de los ataques que sufría cada que intentaba organizar sus ideas. ¿Por qué recordar dolía tanto? La sirena sollozaba mientras respiraba agitada. Se llevó las manos a las sienes para sujetarlas con fuerza y gemía de dolor. El dolor de cabeza era agudo, y su hiperventilación no ayudaba precisamente a calmarlo. Solo lo hacía peor. 

La imagen del cuerpo de Kiki la atacaba una y otra vez mientras las lágrimas zurcaban sus mejillas descontroladas. Se sentía incapaz de hablar, de decir una sola palabra. Su angustia era tal que su mente no podía ocuparse en esos pormenores y buscaba con sus manos apaciguar su angustia aunque la sirena estuviera en lo que parecía un ataque de pánico. 

Lo que empezó siendo un simple despertar del letargo, rápidamente, escaló a un ataque de pánico. Siendo tan silenciosa, en la habitación ahora solo se podían escuchar tus sollozos y gemidos. Incluso el brusco movimiento de la cama. Lo que provocó que, aunque con algo de trabajo y pesadez, el rubio abriese poco a poco los ojos. Apenas lo hizo, no tardó mucho en salir de su letargo, ya que, completamente sorprendido, se sentó rápidamente. A su aletargada mente solo le tomó unos cuantos segundos darse cuenta de lo que pasaba.

—¡Sayaka! —sin pensarlo dos veces, y levantándose torpemente, hasta el punto de tropezarse, llegó trastabillando hasta tu cama, en una mezcla de incredulidad, alegría... y quizá algo más.

Antes de que pudieses darte cuenta, estabas arropada por un par de brazos que te atraían hacia el chico de cabello rubio, quien, sin pensárselo dos veces, se había subido a tu cama a abrazarte. Alivio. Eso era lo que también sentía. Entre su faz demacrada, su aspecto desaliñado y sus grandes ojeras, eso era lo que podías sentir, alivio. Pero ¿quién era él? Al mismo tiempo que sentías sentimientos que no podías identificar en ese preciso momento, tu dolor de cabeza solo se hacía más punzante a medida que los recuerdos se aclaraban en tu mente a la fuerza.

—¿Es-estás bien? ¿Acaso te duele algo? —preguntó, aún aletargado, pero muy preocupado, el rubio, sin dejar de abrazarte. ¿Por qué... no podías recordarlo?

Trataba de calmarse sin éxito. El dolor era terriblemente molesto. Y parecía aumentar con cada segundo que pasaba. ¿Por qué debía pasar eso? El rubio del sofá reaccionó con tanta rapidez como pudo mientras iba hacia ella. Su mareo aumentó y si no hubiera sido por los brazos que la rodearon, se habría caído a la cama una vez más. Recostó todo su peso en este sintiendo algo extraño mientras percibía su tacto y escuchaba el sonido de su voz. Algo despertaba en ella su presencia, pero no estaba segura de qué. Y aunque en verdad algo le despertaba, no podía comprender de qué se trataba. Mientras más lo intentaba, más le dolía su cabeza. Gimió de dolor otra vez y trató de decir algo - Duele.. Duele recordar - no pudo pensar en nada más esclarecedor, ya que el bombardeo de imágenes continuaba, pero el rubio no estaba en ninguna de ellas.

Respiraba tratando de calmar su respiración mientras abandonaba su peso en el pecho del rubio, sin tener la energía para levantarse. ¿Quién era? ¿Por qué la acompañaba? Por su aspecto demacrado, tal vez no había dormido bien y se veía des arreglado. ¿Acaso la conocía? Seguía llorando. ¿Acaso no se había recobrado del todo? ¿Mató a Kyra para nada? ¿Por qué se sentía de esa manera? ¿Quién era él para ella?

- ¿Te... Te conozco? - fue una pregunta en tono de súplica mientras gemía por el dolor. En verdad quería saber quién le hablaba. ¿Por qué parecía sentir alivio por ella? ¿Estaba feliz de verle? 

—¿Recor... dar? —mientras el chico te sostenía, cuando mencionaste la causa de tu dolor, su agarre aflojó por un momento. Sus ojos se abrieron del desconcierto, pero no te soltó. Sin embargo, un brillo algo extraño se empezó a ver en su mirada. Por fin, cuando dejaste claro que no lo reconocías, su agarre perdió por completo casi toda la fuerza. Por un momento incluso pudiste creer que dejaría caer sus brazos— No... es cierto, ¿verdad? —y su pregunta... también fue una súplica— Tú dijiste que... —si bien no te soltó, sin poder creerlo, se llevó una mano a la cara, ocultando aquel brillo que cada vez se hacía más intenso. Con clara impotencia, se agitó el cabello con la misma mano. No obstante, claramente desesperado, llevó esa mano a tu mejilla, mirando fijamente tus ojos— ¿En verdad... no puedes recordarme? ¿No sabes quién soy? —a pesar de lo desesperado que sonaba, por lo mucho que intentases... nada más que sentimientos venían a ti.

El joven parecía afligido por sus palabras. ¿Tan malo era que se sintiera así? Gimió de dolor una vez más mientras sentía que el calor de esos brazos la abandonaban. No por completo, pero ya no lo sentía tan cercano como antes. El chico se veía triste y abatido por sus palabras, y algo seguía despertándole en su interior, más las confusas imágenes seguían revoloteando en su cabeza descontroladas. Aquella sensación la mareaba y la hacía sentir de cierta manera débil, aunque su cuerpo estuviera recuperado. El chico puso su mano en su mejilla y Sayaka soltó sus sienes por un momento para mirarle, aunque sentía que se desmayaría en cualquier momento por la presión que intentar recordar le representaba. Sentía sudor frío bajando por su rostro y sus ojos perdiendo foco mientras exprimía lo máximo de sí para recordar a aquel chico que la trataba con gentileza. A pesar de su titánico esfuerzo, nada vino a ella.

Se dejó caer en el pecho de este exhausta sollozando, tratando de responder a su pregunta, más con una voz débil y cansada. Como si esto supusiera usar la energía mental que le quedaba - No... Pero algo me dice que sí... Es extraño - intentó enderezarse apoyándose en el chico para erguirse con dificultad. En verdad había intentado recordar y eso la había agotado. Pero ahora que se dedicó a contarle lo que veía, pudo recomponerse un poco.

- Recuerdo a mi padre, cómo maté a mi madre, a Poseidón, a Anysia... A Hela y... - empezó a sollozar otra vez - el cadáver de Kiki. A LU y cómo me fui con él para que mi madre borrara mi memoria. Recuerdo a Kyra... Se suponía que si yo regresaba, volvería a ser yo, pero... No recuerdo nada más con claridad. Solo sentimientos y... - se detuvo un momento para mirar sus manos. Entonces recordó el poder que había despertado con su Sacred Gear -. Mi cabello era azul... - y es que las imágenes aún eran inconexas. Se llevó las manos a la cabeza y tocó su cabello enroscándolo, tal cual había hecho antes alguien en esa extraña visión.

- No... Recuerdo nada más y... Todos los recuerdos de Kyra se mezclan con los míos. No puedo ver nada con total claridad. Y cada que trato de enfocarme en algo... - se llevó las manos a sus sienes otra vez adolorida - pasa esto. Pensé que... Matando a Kyra, todo volvería. ¿Por qué no es así? - sollozaba nuevamente, angustiada por la posibilidad de haber perdido sus recuerdos para siempre.

- Yo... Había muerto. La muerte de Kiki me trajo de vuelta -. 

Los rasgados ojos del rubio, que bien podrían parecer amenazantes para la mayoría, en ese momento se veían amables... y profundamente tristes. Sentiste que con tu respuesta, la fuerza con la que te sostenía flaquearía. Sin embargo, eso simplemente fue algo momentáneo. No tardó en volverte a sostener con firmeza, mirándote con una profunda tristeza. En el momento en que mencionaste a Kiki, Kyra, y el color de tu cabello, la confusión también embargó al chico. Estaba claro que no entendía nada, que estaba muchísimo más confundido que tú... pero igual de triste y angustiado. Sin previo aviso, te atrajo hacia él con suavidad, dándote un caluroso abrazo. Así se quedó durante unos momentos, apoyando su frente en tu cabeza. Podías sentir algo cálido humedecer tu cabello.

—No... entiendo nada de lo que dices —su voz casi fue un susurro, algo lastimero—, pero gracias por volver, Sayaka. No importa que no me recuerdes. Cumpliste la promesa. Eres realmente genial. Yo también pienso cumplir la mía —a pesar de lo mermada que se escuchaba por el esfuerzo de que su voz no se quebrase, más allá de toda esa tristeza y dolor, podías sentir determinación. Y no solo en su voz, también en su agarre. Te abrazaba como quien abraza a alguien que no quiere dejar ir—. Kiki no está muerto, Sayaka. Al menos, no parece estarlo —en ese preciso momento, aunque fue muy débil para percibirlo, lo que no te daba seguridad de que simplemente te hubiese sucedido a ti, un temblor se sintió. El chico, o bien no lo había sentido o lo había ignorado—. No te dejaré sola... hasta que me pidas que me aparte de tu lado.

La cara de tristeza del chico era angustiosa. ¿Qué estaba pasando? No lo sabía. No sabía qué pasaba por su cabeza, pero sí podía sentir cierta calidez de su parte y sentía confianza hacia él. Algo similar a lo que lo sucedió a Kyra con Anysia, aunque no pudiera recordar nada. Su confusión no pasó desapercibida para la sirena, más no se resistió cuando este la abrazó. No le devolvió el abrazo, pero se sentía tranquila allí. Se permitió ser abrazada por él. Después de todo, necesitaba consuelo y al parecer ese chico también.

La firmeza de su abrazo volvió y dijo algo que la sirena no comprendió- ¿Promesa? ¿De qué promesa hablas? - pero entonces la explicación de Kiki llegó. Sintió que su corazón casi se salía de su pecho al escuchar que estaba vivo -. ¿Kiki vivo? E-eso no... ¿Pero cómo puede ser posible? - la sirena empezó a temblar por la idea - Y-yo lo vi. Inerte. No se movía. No tenía energía vital en su interior... Sus patas torcidas, su... Sangre me. Bañaba... - seguía temblando.

- ¿Dónde está Kiki? ¿Lo sabes? ¿Puedo verlo? - y una punzada atacó su cabeza. Se apoyó en el pecho de Souma otra vez y cerró los ojos para soportar el dolor. Tras un momento, ese extraño temblor. Miró hacia los lados alarmada - ¿Eso fue un temblor? -.

Se sentía muy confundida y aún estaba desorientada. No tenía claridad en qué debía hacer o en lo que sentía, pero sabía que podía confiar en él. O al menos era la sensación que le daba su cercanía. 

Antes de poder explicar lo de la promesa, te mostraste mucho más interesada en Kiki, y con razón. Kiki... era Kiki. Habías visto morir a Kiki. Estabas segura de que no podría haber forma de que hubiese sobrevivido a eso. Lo habías visto morir, y eso era un hecho. Entonces, ¿cómo podía estar vivo?

Notar tu desinterés ante tus palabras hizo que el pecho del chico se encogiese. Sus lágrimas se detuvieron y sus labios se juntaron, formando una fina línea. Tragó saliva, mientras te mantenía bajo su abrazo. Sin embargo, su expresión, la cual no te dejaba ver, estaba profundamente dolida.

—¿Temblor...? No sé de qué hablas —en un ligero cambio de personalidad, su voz se escuchó más fuerte. Sin soltarte, se llevó el dorso de una mano a la cara para limpiarse las lágrimas. Sí, en medio de todos tus sentimientos, podías percibirlo: él estaba sintiendo un profundo dolor también. Pero ¿por qué?—. Kiki está aquí. No sé si te dejen verlo, pero no hay mejor lugar para ser tratado que este. No sé mucho al respecto, pero no parece que Kiki haya muerto.

Souma se mantuvo como un respaldo para ti, aún abrazándote. Sin embargo, estaba herido. ¿Qué pasaba? ¿Quizá habías ignorado algo importante?

El temblor cesó. Su cambio a su expresión estoica lo sorprendió. ¿Tal vez había sido él? - Está bien. Lo siento - se sentía arrepentida por haberlo hecho sentir así, pero luego pudo percibir tristeza y frustración venir de él. ¿Había dicho algo que lo ofendiera de tal manera? Se quedó inmóvil un momento pensando en lo que le había dicho y se alejó un poco de él para verlo a los ojos. Su rostro estaba confundido - Perdona, pero ¿acaso dije algo malo? - le preocupaba Kiki, claro, pero tampoco quería pasar por descortés con el chico que había sido tan amable con ella y que parecía estarla cuidando mientras dormía.

- Entiendo. ¿Y qué lugar es este? - se sentía algo triste por no saber si vería a Kiki pronto, pero luego miró al rubio otra vez -. Lamento si me dejé llevar, pero me sentía muy feliz de saber que Kiki no había muerto. Fue terrible pensar que lo, había perdido. Pero puedo sentir un profundo dolor venir de ti y sé que es mi culpa aunque desconozco el porqué - bajó la mirada un momento arrepentida para luego preguntarle -. Mencionaste una promesa. ¿De qué se trata? -. 

Que te disculpases tomó desprevenido al rubio. Cuando te alejaste para verlo, sus ojos, rasgados, ya no lucían tan amables. Sin embargo, aquel brillo seguía en ellos. Terminó de enjugarse la humedad del rostro al ver que lo observabas con más atención. Tu pregunta le hizo agitarse para negarlo profusamente.

—No. No has dicho nada malo —se apresuró por decir, con un tono más amable... parecido al que tenía momentos antes de que hablases de Kiki, pero no exactamente igual. De cualquier forma, no parecía estar mintiendo—. Tú no has hecho nada malo.

Volvió a abrazarte con ambos brazos una vez más. Sin embargo, definitivamente sentías que aquella distancia que no parecía haber entre el chico y tú al principio, por cómo te había tratado, empezaba a hacerse presente... un poco. Estaba claro que se estaba esforzando mucho por no exteriorizar que se sentía mal.

—Estamos en Grigori... ¿Te suena de algo ese nombre? —respondió a tu pregunta, con más compostura. Sin embargo, cuando volviste al tema anterior, vaciló de nuevo. Cuando mencionaste que sentía un profundo dolor, en su rostro pudiste notar que lo habías atrapado. Aunque claro... él no cedería tan fácil. Por lo mismo, cuando mencionaste lo de la promesa, te miró fijamente durante unos momentos, antes de que, sin que se lo pidieses, te acostara con suavidad sobre la cama.

Apartó sus manos de ti, quedándose sentado a tu lado, pero ahora sin tener contacto físico contigo. Te miró a los ojos durante unos momentos, antes de hablar una vez más.

—No quiero que te presiones, Sayaka. Esto que siento... no es por tu culpa, es por mi culpa. Discúlpame por haberte abrazado tan de repente... y por toda la escena. Lo ideal es que me presente, ¿no? —aún no contestaba cuál era la promesa. Y aún sin hacerlo, se levantó al lado de la cama, y te miró— Yo soy Souma —¿Souma? Cuando escuchaste ese nombre, aunque mucho más leve que los anteriores, una punzada te azotó las sienes—. En cuanto a la promesa... Es una que hicimos alguna vez. Tú cumpliste tu parte, ahora me toca a mí cumplir la mía —afilando la mirada, y con el tono de voz más serio que le habías escuchado hasta el momento, dijo:—. Haré que te enamores de mí de nuevo.

Percibía el desconcierto en el rubio y no lo comprendía. ¿Qué era lo que estaba pasando? Aún no comprendía el porqué de los intempestivos cambios del chico. Parecía que no se sentía en la confianza de serle honesto. Sayaka lo miró con atención - ¿Entonces qué sucede? - preguntó con algo de insistencia.

La vehemencia con la que negaba le indicaba que no mentía, pero que también estaba tratando de mostrarse bien por ella. ¿Quería protegerla de algo acaso? Si era así, ¿de qué? No lo sabía. Tal vez solo de sus honestos sentimientos, aunque no los comprendía del todo porque aún no sabía quién era el chico. 

- ¿Grigori? Creo que sí... Es un lugar de investigación a cargo de los ángeles caídos y el director es Aza, ¿es cierto? - miró a su acompañante esperando que confirmara o negara lo que decía. Después de todo, ella no podía confiar en su propia memoria -. Es que... Aún lucho por organizar mis recuerdos y desechar los recuerdos falsos de Kyra. ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? - y si tal vez iba a decir algo más, se dejó arrastrar por el rubio a sus brazos otra vez. Aunque... ahora lo sentía distante. Eso la entristeció, pero era egoísta pedirle más cuando parecía estarse conteniendo tanto.

Le permitió que la acostara sin rechistar y lo vio alejarse. Sintió frío por un momento, un frío que despertó su más terrible dolor: el haberle quitado la vida a su madre, a quien ya ni siquiera podía recordar con claridad. No comprendió su disculpa y negó con la cabeza - No debes disculparte. Después de todo, no es tu culpa que mi memoria haya sido borrada - y entonces, vino por fin la explicación de la promesa. Los ojos de la chica se abrieron como platos mientras sus mejillas se coloreaban - ¿Q-qué? - se sentó despacio esta vez casi sin poder creer lo que oía. Entonces reparó en el nombre del chico - Souma... - y como si de un interruptor se tratara, su dolor de cabeza se disparó otra vez. Se llevó las manos a las sienes e hizo presión una vez más, cerró los ojos para soportar la presión y arrugó la frente. Cuando hubo desaparecido, los volvió a abrir y agregó -. Los nombres tienen cierto poder - y se giró hacia Souma otra vez -. Gracias por tu honestidad, Souma - e hizo una reverencia. Sonrió débilmente pero luego su mirada se ensombreció. Sus ojos perdieron toda su luz y su gesto se volvió sombrío.

- Aunque no entiendo por qué quisieras que me enamorara de ti. Soy un monstruo, un monstruo que mató a su propia madre y que es incapaz de recordar su rostro - y empezó a llorar. Empuñó las manos arrugando la sábana y dejó que su cabello cubriera su mirada. La energía amable de Souma se había alejado de ella, así que era natural que volviera al estado anímico que tenía antes de desfallecer.

Para confirmar lo que recordabas sobre Grigori, Souma simplemente asintió con la cabeza.

—Poco más de tres días, casi cuatro. Nadie sabía cuándo despertarías... —el rubio se rascó la parte posterior del cuello— Me tenías un poco preocupado. Bueno... bastante.

Si bien estaba lejos de ti ahora, se notaba que Souma se estaba reprimiendo. Era un chico algo complicado... ¿pero quién podía juzgarlo? Estabas lejos de recordar cuál era la relación que mantenías con él. Aunque él te conociese aparentemente muy bien, tú ahora no sabías nada de él... por los momentos. Tal vez no quería incomodarte... pero se lo estabas poniendo difícil.

—¿¡Sayaka, estás bien!? —desconcertado, abrió más los ojos e hizo el ademán de acercarse, pero se detuvo a tiempo al ver que no era nada grave.  Desde luego, ni de lejos pudo ignorar la actitud sombría que estabas tomando, lo que lo hizo paralizarse una vez más. Su expresión vaciló, y aquella impotencia que sentía, se canalizó en otra cosa. Escuchar lo que dijiste, en lugar de sorprenderlo, lo hizo chasquear la lengua. Y entonces, en un arranque de impulsividad, aquel chico que procuraba alejarse de ti terminó por lanzarse en la cama. Rodeándote con uno de sus brazos, te lanzó de espaldas al colchón, junto a él. Y, sin pensárselo dos veces, te abrazó, haciendo que te pegaras a él. Tenías suerte de que la intravenosa ni siquiera se hubiese movido.

Souma pegó su frente con la tuya. Aunque se le notaba algo avergonzado, también se le podía ver muy serio. ¿Qué le sucedía? ¿Por qué tenía arranques tan impulsivos? ¿Era bipolar?

—Deja de herirte así. No eres un monstruo. Solo... eres una tonta. Eso es lo que eres. ¿Me escuchas? —¿ahora por qué estaba nervioso? En serio, ¿qué le pasaba?

Se sorprendió bastante cuando escuchó que había estado inconsciente casi cuatro días. ¿Había pasado tanto tiempo? Era increíble - ¿Casi cuatro días? - y lo miró aún sin poder dejar pasar su estupefacción -. Pero mis heridas eran leves... - estaba rememorando la batalla y no se lo explicaba del todo. ¿Qué estaba obviando? Entonces recordó el mar y la figura de cabello azul acariciando su cabello. Lo tocó otra vez enroscándolo como ella hizo en su visión. ¿Estaba en ese océano perdida o algo así? ¿Esa sirena la despertó? ¿Quién era? ¿Su madre?

Cuando Souma gritó por su reacción al dolor de cabeza, asintió - Sí, es solo que como te dije, eso me sucede cada que intento recordar y parece que mi memoria reaccionó a tu nombre - trató de sonreír aunque aún algo incómoda por el dolor. Lo veía indeciso y consternado. Parecía que de verdad estaba conteniéndose para darle su espacio y no forzarla, aunque no era del todo un desconocido para ella -. Gracias por preocuparte - en verdad quería hacerlo sentir un poco mejor.

Cuando Sayaka mencionó aquello de su madre y su rostro se volvió más serio, Souma reaccionó nuevamente de una manera inesperada. Nuevamente la tumbó sobre la cama y Sayaka no se resistió otra vez, aunque lo miraba sorprendida. Su cabello se esparció en la almohada y las lágrimas que quedaban fluyeron de sus ojos a su cabello. Lo miró fijamente y falta de palabras. Cuando habló, Sayaka lo miraba confundida. Apenas se acercó y se apoyó en su frente, cerró los ojos como reflejo.

- ¿Tonta? ¿Por qué me llamas tonta? - su voz temblaba aún embargada por esas emociones tan negativas.

—Porque... lo eres. Esa mirada... —Souma despegó su frente de la tuya, dándote algo más de espacio, aunque aún seguían bastante cerca el uno del otro— Siempre que quieres torturarte pones esa misma mirada. La he visto muchas veces ya. Ya te he escuchado así antes. Te conozco. Aunque quiera, no puedo dejarte sola si estás así. Así que... si te molesta... bueno... esto... —Souma se aclaró la garganta— no te dejaré... ir hasta que esa mirada desaparezca de tu cara. Si no desaparece, nos quedaremos así hasta que lo haga. Tú decides —hubiese sido mejor que sus manos no temblasen al decir eso.

Sayaka aún sollozaba desconcertada y un tanto nerviosa. El nerviosismo del chico parecía estarse pasando a ella, pero ¿por qué estaba tan nervioso? No lo comprendía. Apenas empezó a hablar, retiró la mirada con las mejillas levemente sonrosadas y su cabello aún esparcido por la almohada - Eres un pervertido - y miró hacia otra parte mientras reía, aunque se divertía. No sentía amenaza de este, pero el rubio parecía no haber contemplado que todo lo que Sayaka tenía era una bata de hospital.

Su mirada se suavizó y volvió a mirar al rubio un poco más tranquila - ¿Te ha pasado que ves a alguien en la calle y puedes percibir que lo conoces pero no sabes de dónde ni por qué? Es lo que me sucede contigo. Si fueras un completo extraño, ya estarías al otro lado de la habitación - y se sonrió levemente.

- ¿Por qué estás tan nervioso, Souma? - y miró sus manos temblar.

—¿Q-qué? ¿Pervertido? —aún nervioso, Souma no pudo evitar mirar curioso cómo reías. Al final, terminó por sonreír un poco, soltando una pequeña carcajada— Al final te hice reír. Te ves mejor así.

Cuando volviste a mirarlo, él también te miró. Tu tranquilidad era compartida. Aunque aún no sabías por qué, era claro que entre ambos había química. Con lo que le dijiste, lejos de asustarse o algo por el estilo, Souma se desconcertó un poco. Aunque pequeña, una sonrisa se quedó en su rostro.

—¿Entonces he triunfado esta vez? —dijo, antes de que le sacases en cara que estaba nervioso. Cosa que, de hecho, lo puso un poco más nervioso. Rápidamente, se apresuró a negarlo profusamente— ¡Ja! ¿Ner-nervioso? ¿Por qué estaría yo nervioso? Esto no es nada. Ya te he visto desnu...

Sin embargo, antes de que pudiese terminar de meter la pata, el picaporte de la puerta bajó. Con un tenue chillido, la puerta se abrió con rapidez y firmeza.

—¿Por qué estás haciendo tanto ruido? Puedo escucharte desde... —Anysia, quien entró mirando hacia el sofá, se calló al ver que no había nadie allí. Curiosa, giró su cabeza un poco, y...— ... —en una situación algo incómoda, Anysia cerró la puerta tras sus espaldas de un portazo. Souma, paralizado, seguía abrazado a ti de forma... bastante íntima. La boca de Anysia se abrió para decir algo, pero rápidamente la cerró.

—Ho-hola.

La mirada de Anysia, quien ya parecía estar completamente recuperada de la batalla, poco a poco, se fue endureciendo hasta volverse una mirada que podría convertir a cualquiera en piedra. Observó los brazos de Souma. Sí, era él quien te estaba abrazando. No importaba cómo vieras todo, definitivamente parecía que él...

—Muere.

Sin vacilar, Anysia levantó las dos manos hacia Souma. ¡Por su sed de sangre, estabas segura de que tiraría a matar!