Partida Rol por web

El sol comenzó a despuntar por el horizonte y con sus rayos bañó de luz las laderas de las montañas que envolvían el paisaje, así como las praderas que se extendían entre estas. Una sinuosa y solitaria carretera serpenteaba a través del terreno, dibujando con sus líneas de manera natural el camino a seguir, como si simplemente se adaptara al terreno.

Recorriéndolo a velocidad constante, un Audi Q7 se movía por el asfalto con seis ocupantes en su interior. Habían dormitado la mayoría de la noche pues se habían encontrado en aquel vehículo por sorpresa y teniendo que salir sin casi preparación, pero así eran a veces las cosas en RAIZ.

Lo importante es que a la tarde llegarían a su objetivo, el pueblo de Safford, donde se reunirían con Brenda Reed y podrían terminar esta misión. Con la mente más despejada, uno a uno, fueron rompiendo el silencio.

El móvil de Lea vibró en su bolsillo y tras sacarlo, se quejó por una contractura que empezaba a formársele en el hombro. A pesar de la calidad del coche, llevaban toda la noche metido en él y su cuerpo ya comenzaba a quejarse. Tras desbloquearlo, vio que tenía un nuevo mensaje. Era de Rocío.

Buenos días, Señora E.

He estado investigando el nombre que me pidió y ¡Madre mía! Me lo ha puesto difícil ¿eh? La tal Brenda Reed parece más un fantasma, se mueve sobre todo por los bajos fondos. Le adjunto un dossier con la información que he encontrado.

A rasgos generales, su nombre aparece relacionado con tráfico de antigüedades y obras de arte en diversos informes policiales a lo largo del mundo.

Pero lo curioso es que, me ha sido imposible encontrar nada de ella antes de 1999. Ni a qué se dedicaba, ni su país de origen. Nada. Esto es muy raro. Incluso el mejor hacker sabe que no pueden borrarse todos los datos de uno mismo. Siempre queda algo, aunque sea una nota tonta o una mención apartada. Pero esta mujer… es como si no existiera antes de 1999.

No se el motivo de que me haya pedido información pero si plantea siquiera verse con esta mujer le pido que tenga cuidado. Alguien tan bueno suele ser peligroso.

Un saludo

Adjunto al correo podía encontrarse contratos, informes policiales y alguna noticia en la que se mencionaba a la mujer. Lo curioso en que no parecía haber fotos de ella.

Los primeros rayos de la mañana acarician de manera agradable el rostro duro y anguloso -nada sensual- de Lea von Erfolg. Su alto cuerpo, de movimientos un poco infantiles y contornos llenos de aristas, se apoya ligeramente en un lateral del Audi mientras le da sorbitos al café de máquina que acaba de comprar en esta gasolinera de carretera. Sus compañeros de viaje, cada uno más excéntrico que el otro, al parecer, van regresando al coche, estirándose y bostezando, inhalando el aire de la mañana, satisfechos después de una visita a los baños -que no están tan sucios como esperaban-, o con las manos en los bolsillos y perdidos en sus pensamientos... o en conversaciones silenciosas sin interlocutor, como Mathias, el eficiente conductor en cuyas manos están todos.

Sin muchas ganas, pero satisfechos de haber cubierto un tramo importante del camino, van acomodándose de nuevo en el vehículo. El doctor Jamal, siempre correcto, preciso, imponente. Ni siquiera un viaje así le hace perder la compostura, piensa Lea. El simpático Rowan, por quien el doctor parece sentir un afecto especial, siempre divertido y atento. Lea siente un poco de pena por el bueno del padre Graham. El hombre no parece estar para estos trotes, la verdad, y, aunque no ha dicho mucho, se le ha notado preocupado durante el camino, sin duda pensando en su mujer enferma y en su cuñada de armas tomar. Ah, y la misteriosa Samantha, que ha desaparecido entre los demás cuerpos y pasa desapercibida, como la noche anterior en aquel bar. El recuerdo de su repentina aparición con la chuleta grasienta entre los dedos le hace sentir un escalofrío.

RAÍZ tiene una política de reclutamiento muy particular, piensa Lea mientras ocupa su lugar en el coche y Mathias enciende el motor, creo que es un error buscar la uniformidad de los empleados en mis empresas, es posible que el uso de lo imprevisto sea un camino al éxito aún por explorar.

-- Señores, --comienza cuando el coche vuelve a entrar en la autopista--, me ha escrito mi secretaria personal con alguna información sobre Brenda Reed. --Al hablar de su secretaria, Lea visualiza a Rocío, esa joven decidida e incansable, la mejor secretaria que puede imaginar a pesar de su inglés todavía con bastante acento hispano, pero con un humor y, al mismo tiempo, una discreción impagables. Lea sabe que los subordinados de su corporación hacen chistes cuando las ven aparecer juntas: alta, delgada y rubia una; bajita, morena y redondeada la otra. Lea sospecha que Rocío duerme tan poco como ella misma. Pero dedica sus noches a esas actividades que para mí son tan ajenas. Esas flores y cajas de bombones que recibe en el trabajo...

-- Efectivamente, se trata de una traficante de antigüedades y objetos de arte, como nos dijo el señor Baker. La policía la tiene fichada, imagino que no siempre se mueve en la legalidad. --Ahora Lea ha sacado su móvil y revisa el mail de Rocío.-- Hasta ahí bien. Lo interesante es que no existe ningún tipo de registro sobre ella anterior a 1999. Interesante, ¿no? ¿Qué puede significar esto? ¿Acaso tendremos que tratar con una quinceañera?

Esto último ha querido ser un chiste. Pero los chistes de Lea nunca tienen gracia.

-- Y, sobre todo, ¿cómo va a triunfar una en el mundo de las nuevas tecnologías si hay gente que logra vivir sin dejar una huella digital?

La pregunta retórica de la magnate de los productos para móviles ha sonado un poco fuera de lugar.

Rowan y Harris se habían turnado para conducir toda la noche y de ese modo conseguir que ninguno de los dos acabara quemado del viaje, por consiguiente ambos habían disfrutado del privilegio de ir delante casi todo el trayecto. El coche era espacioso, pero ir delante siempre daba espacio extra y además, te separaba un poco del resto.

Al principio tras las convenientes presentaciones había habido un poco de charla insustancial, pero el ronroneo del motor y la monotonía del viaje, acompasado de una cuidadosamente elegida música de Jazz, había hecho que hasta que estuvieron cerca de su destino todo fuera muy tranquilo. Aún así Rowan y su paranoia habitual seguían en guardia, una libreta con nºs de matricula donde apuntaba metodicamente todas las matriculas de los coches con que se cruzaban reposaba en el salpicadero. Algunas matriculas tenían puntos al lado indicando el nº de veces que habían encontrado a ese coche.

La yupi tecnológica fue la primera en hablar, hablando de ¿exactamente que? No lo entendió. ¿No entendían que buscaban a una fuera de la ley? Documentación falsa e identidades compradas estaban a la orden del día. Tras un segundo pillo el tono de la empresaria. Era una broma para destacar que era una triunfadora en el sector de la información.

- Por suerte si envuelves un trozo de koltan en un poco de aluminio la gente se volverá loca por darte su nº de cuenta.  Y se pondrán a twitear que son ecologistas . - Respondió Rowan desde el asiento delantero comprobando la libreta una vez más y anotando algo. -Tus clientes están asegurados, pero creo que no buscamos en tu nicho de mercado.- Añadió con cierto cinismo y una sonrisa cargada de sarcasmo.

Los nºs de matricula estaban ordenados por el nº, encontrándose en una pagina los que empezaban por 1, en otra página los que empezaban por 2...

Samantha había empezado el viaje observando a todos los integrantes del grupo y sin decir palabra. Prácticamente sin pestañear. La mayor parte del tiempo sencillamente dormitaban bien apoyados contra la ventana o dando tumbos con la cabeza. Ella se mantenía en su posición, sentada en la parte de atrás con Lea, mirando al frente y con las manos aferrando el bolso, resaltando contra el charol negro sus blancos dedos y las uñas de un carmesí tan brillante como sangre recién derramada. Durante la noche, la luz de los faros de los coches que venían de frente se reflejaba en sus ojos, siempre abiertos. 

En su bolso tenia un par de muestras de colonia, y un bote de desodorante. También llevaba unas bragas de encaje limpias y unas medias de rejilla, pero se las tendría que guardar para el viaje de vuelta. Tenía lo justo para retocarse el maquillaje, pero con eso y un poco de jabón de manos para fijarse el cabello no parecía que llevase un día encerrada con otras cinco personas en el reducido espacio del coche. 

Sin embargo, la idea de un segundo día de tedio igual de intenso le parecía abrumadora. Así que intentó establecer al menos un mínimo de conversación, por lo que respondió a otra mujer de la comitiva. Hablaba como los otros Cerberos ya la habían oído, paladeando cada palabra. 

- A muchos no nos gusta dejar rastros, más allá de ser un recuerdo borroso, como una nube de perfume que se disipa lentamente. Su mundo digital, aunque útil y fascinante en muchos sentidos, impide moverse en las sombras de la percepción, y eso es una traba para el trabajo que algunos desempeñamos. De hecho, ahora que hablamos del trabajo que desempeñamos... ¿Qué función tienen...ustedes en todo esto? No es que sean la parte de Ráíz que se encarga del trabajo de campo.

Bajó la ventanilla y se encendió un cigarrillo en el extremo de la boquilla larga y negra que usaba habitualmente para fumar. Le dirigió una larga mirada a Lea, la única a la que podía mirar, ya que los hombres ocupaban los asientos delanteros. Por una vez sus párpados cayeron lentamente, y mientras aspiraba el tabaco permanecieron cerrados. Los abrió lentamente al rito que expulsaba el humo en dirección al exterior. 

El viaje hacia Safford fue largo y tedioso. Jamal ocupaba uno de los asientos intermedios junto a Graham, sintiéndose aliviado de que los cristales fuesen tintados. Tardó en conciliar el sueño. Mucho más que sus compañeros. Le preocupaba que Mathias condujese durante largas horas sin descanso. Su capacidad de concentración era quebradiza y en una ocasión, el doctor deslizó un cauto y discreto -¿Señor Harris? ¿Se encuentra bien? Si necesita un descanso, dígalo-. 

Sabía quiénes eran cuatro de sus acompañantes, pero había una mujer, una joven de tez pálida, a la que no ubicaba en el culto, por más que trataba de recordar su rostro. En cierto momento, Jamal se dirigió a ella con tono grave, sereno. -Soy el Doctor Jamal. No tengo el placer de conocerla, ¿señorita...?-. *

* * * * *

Cuando sus compañeros habían caído en brazos de Morfeo, Jamal se refugió en la música. Haciendo uso de su smartphone, buscó algo suave con lo que acompañar la noche que se cernía sobre el Audi. No tardó en dar con algo que le satisfizo.

Entrelazó los largos dedos de sus manos y observó durante largo rato el paisaje anodino que surcaban a regular velocidad. Al poco, sintió cierto hastío, una sensación que no exteriorizó. Pasó a observar la luna reinando en el horizonte y volvió a percibir esa molesta inquietud que sentía en raras ocasiones, como si le estuviesen observando.

Miró por el retrovisor para comprobar que sus compañeros dormían y echó un último vistazo a Mathias para asegurarse de que estaba fresco para mantenerse al volante. **

Cerró los ojos mientras el saxofón de Junior y el bajo de Miller entrabas en ebullición mientras encadenaban sin rastro de mácula nota tras nota en una melodía para el recuerdo. Poco a poco dejóse vencer por el cansancio mientras el fugaz rostro de su mujer acudía a sus pensamientos. Ya pensaría cómo compensarla.

* * * * *

El amanecer no trajo grandes cambios. Seguían en el coche y aún quedaba trayecto, aunque su destino estaba ya a pocas horas de viaje. Jamal prefirió no salir del coche temiendo despertar la curiosidad de alguien. Haciendo gala de su personalidad estoica y prudente, advirtió al grupo.

-Evitemos en la medida de lo posible contacto con transeúntes, damas y caballeros. Rowan, en adelante, ¿serías tan amable de ser nuestro rostro visible para las posibles compras que necesitemos hacer?-. No decía las palabras al azar. Rowan era el más joven y tenía un rostro inocuo. Además, en las palabras de Jamal quedaba patente que no le veía como una especie de chico de los recados. Era, simplemente, el hombre adecuado. Acompañó sus palabras con un asentimiento de cabeza dirigido al joven y una fugaz, rapidísima mirada a Graham. El sacerdote era demasiado llamativo.

-- Señores, --comienza cuando el coche vuelve a entrar en la autopista--, me ha escrito mi secretaria personal con alguna información sobre Brenda Reed.

-- Efectivamente, se trata de una traficante de antigüedades y objetos de arte, como nos dijo el señor Baker. La policía la tiene fichada, imagino que no siempre se mueve en la legalidad. --Ahora Lea ha sacado su móvil y revisa el mail de Rocío.-- Hasta ahí bien. Lo interesante es que no existe ningún tipo de registro sobre ella anterior a 1999. Interesante, ¿no? ¿Qué puede significar esto? ¿Acaso tendremos que tratar con una quinceañera?

Jamal escuchó con suma atención a Lea.

-¿Le pareció que era una quinceañera la mujer que vimos en la fotografía del dossier de Baker?-. La pregunta era retórica. El cruce de miradas con Lea evidenció que el Doctor ahora había pasado a la defensiva. -Si su información es buena, -y la doy por buena-, podemos barajar diferentes hipótesis. Parece razonable pensar que su verdadero nombre no es Brenda Reed-. Jamal mantuvo sus ojos de obsidiana en Lea. Quería comprobar la rapidez mental de la mujer que había arrebatado un negocio al Corintio en su cara. -El hecho de que la Policía la tenga fichada me invita a pensar que quizás podamos consultar su archivo policial. ¿Estoy equivocado?***-. Lanzó la pregunta al grupo.

-- Y, sobre todo, ¿cómo va a triunfar una en el mundo de las nuevas tecnologías si hay gente que logra vivir sin dejar una huella digital?

Jamal esbozó una tenue sonrisa ante el interrogante.

-En sí mismo considerado, Lea, evitar dejar huellas digitales es un talento en el mundo en el que vivimos. Uno que necesitaría desarrollar alguien con algo que ocultar. Algo muy importante, debo añadir-. Los ojos del Doctor centellearon mientras sopesaba si, en realidad, no era una enorme fortuna conocer a alguien tan singular como Brenda Reed.

-Evitemos en la medida de lo posible contacto con transeúntes, damas y caballeros. Rowan, en adelante, ¿serías tan amable de ser nuestro rostro visible para las posibles compras que necesitemos hacer?-. 

- Hey Dr. Jammal, Can we do Trhift shopping? - Dijo bromeando y citando una canción. Pero seguía atento a la carretera y a los retrovisores por si los seguían, metódico y concentrado.

- Miss Parker. pero pueden llamarme Samantha o Sam, para abreviar.- La mujer le tendió la mano al negro, ofreciéndosela para que la besase. Su piel era de un blanco porcelanoso, vestida con una trescuartos negra y un corpiño de cuero. El pelo también como la tinta estaba completamente controlado en un moño riguroso, la sombra ahumada de los párpados y la línea negra acentuaban como sus ojos atrapaban la luz. Aunque el rojo de sus labios y sus uñas por ser explosiones de color sobre un contraste sobrio eran lo que atraían las miradas. Su edad era indescifrable, por encima de los treinta, tal vez. Por debajo de los cuarenta, seguro. Su estilo entre pin-up, dominatrix y ejecutiva agresiva contribuía a darle una edad aparente fija desde los veinte hasta los cincuenta. También estaba el maquillaje, por supuesto.- A la señorita Lea y el señor Graham los conocí a principios de la noche.- Comentó con una sonrisa misteriosa. Cuando el doctor se inclinó a besarle la mano, tal vez por presión social o porque realmente tenía esas costumbres, la giró y por arte de magia, tenía en ella una tarjeta de empresa. Una compañía teatral. 

Al fin estaban en aquel vehículo. El viaje iba a ser largo y tedioso, pero al menos los asientos parecían cómodos, eso ayudaría a pasar bien las horas. La compañía era extraña. No solía estar rodeado de gente como aquella. Las personas de las que solía rodearse el padre Graham solían ser ovejas que seguían al pastor, él u ovejas descarriadas que deseaban regresar al redil. En cambio, en aquel coche, sólo veía lobos. Voraces carnívoros, muy peligrosos para que que se juntase con ellos y no sólo para los que fueran declarados abiertamente enemigos, sino también para lo que se suponían amigos.

Fuera como fuera, estaba en un lugar en el que no deseaba estar y con una compañía incómoda. Hablar con el doctor Jamal un rato era una cosa, soportar la presión de su interrogatorio constante otra cosa. La señorita Lea, podía ser muy inteligente, pero su compañía no era tan abrumadora como la del hombre azabache. Con ella se podía hablar de forma más relajada y desde luego, sin sentir que le estaba superando en su propia materia, pues así le hacía sentir Jamal en algún momento y eso que acababa de conocerle.

Rowan y Mathias parecían tipos normales. No había cruzado muchas palabras con ellos. No pegaban para nada con las tras personalidades que había conocido la noche anterior pertenecientes a RAIZ. Sin duda tenían algo para estar allí, pero era algo oculto y sutil. Quizás tuvieran habilidades necesarias para llevar a cabo el encargo. Habilidades que tenían que salir a la luz en el momento precioso. Graham no lo sabía, pero podía imaginarse que tipo de arte cultivaban aquellos dos. Si tenían que enfrentarse a una traficante de antigüedades, ellos podían ser del mismo gremio.

Y luego estaba Samantha Parker. Ella era de todos, la que más le desconcertaba. No sólo por su apariencia que no dejaba intuir su edad, sin por su carácter y su forma de ser. Era una mujer fuerte, arrogante y con un marcado carácter. Sabía lo que quería, a dónde iba y de donde venía. Lo había demostrado con creces en el restaurante donde coincidieron la noche anterior. ¿Casualidad? Muy difícil.

- Señorita Parker... - Habló entonces el padre. - ¿Curioso lo de anoche, no cree? - Le preguntó. - Nunca antes la había visto a usted. Lo recordaría. - Hizo una breve pausa. - ¿Suele ir mucho por ese local? Es cierto que gente notable de la vida social como usted o la señorita Erfolg suelen frecuentar los mismos lugares. Pero... Sigue siendo una extraña coincidencia.

-Muchas gracias, Rowan; estoy acostumbrado a dormir poco... o nada, pero siendo un viaje tan largo... sí que conviene hacer turnos. Me parece una excelente idea...

.. Y sí, era cierto... Mathias dormía realmente poco... tan poco, que se podría incluso pensar en alguna patología... pero una cosa era pasar consecutivos sin dormir, y otra... hacerlo al volante; era un riesgo innecesario, pero por fortuna, Rowan propuso hacer relevos; aun no durmiendo durante ellos, el evitar el desgaste que suponía conducir, ayudaba a estar fresco en los turnos que le tocasen. Si, definitivamente, llegarían dentro de plazo. Le gustaba que las cosas se hiciesen bien, y ajustadas a los planes.

... Claro que los planes, no siempre salían bien... El maldito azar que todo lo ensucia... pero él ya estaba adverdido de ello. No le pillaría por sorpresa.

Lo que sí aprovechó para hacer, fué fijarse en los tres componentes del grupo que no pertenecían al trío que recibió las instrucciones a través de la tablet... Al Doctor, ya le conocía, aunque brevemente, y tenía la referencia directa de habersido derivado a él por alguien de su confianza; en cuanto al resto... perfiles técnicos, pensó, para el cumplimiento de la misión... Sentía curiosidad por qué capacidades añadirían al equipo, y obtuvo una pincelada como respuesta al hablar Miss Erfolg...

-Identidad falsa... un borrón y cuenta nueva. No les extrañe. Si te metes en ciertos negocios, a veces es necesario; bien para proteger tu verdadera identidad, bien porque te has "quemado", bien porque tienes algo muy grande que ocultar.

Pensó en voz alta, compartiendo sus pensamientos... lo que decía no era algo que le extrañase; era de esperar... En ciertos círculos, en que el conocimiento es, especialmente, poder, cuanto menos sepan de tí, menos vulnerable eres... O tal vez quieras tapar algo... En todo caso, no era de su incumbencia. La misión era contactar y averigüar en qué consistía lo que había encontrado. El quién era ella realmente... era secundario.

Miss Parker. pero pueden llamarme Samantha o Sam, para abreviar.-

El truco de salón le pareció una forma sutil y brillante de presentarse. Sin duda, Miss Parker era una mujer que no necesitaba demasiadas palabras para captar la atención. Jamal echó un vistazo a la tarjeta que le tendió con la habilidad de un prestidigitador.

-¿Actriz?-. Jamal no pestañeaba. Sus ojos negros como una noche desnuda de estrellas miraron fijamente a la enigmática mujer. -¿Una afición? ¿O algo más?-, deslizó con calculada astucia, analizando su reacción. -Siempre me ha interesado el teatro. Creo que es la forma de interpretación que más inmersión ofrece al espectador. Por mucho que se esfuercen los actores, en el cine la potencia de la interpretación pierde fuerza y parte de su esencia al cruzar la pantalla-. Su comentario no tardó en derivar en algo más profundo y personal. -Hace ya un largo tiempo interpreté a Otelo...-, desveló de pronto con rostro inexpresivo. El Doctor J., desde luego, tenía la impronta de un imponente Otelo de Shakespeare. -Si no es indiscreción, ¿cuál es su especialidad... Miss Parker?-. Preguntaba por su rol teatral predilecto, pero la cuestión tenía una inteligente y hábil segunda lectura. Era evidente que el Doctor Jamal era bastante bueno leyendo a la gente, tanto sus palabras como sus silencios. 

* * * * * 

- Hey Dr. Jammal, Can we do Trhift shopping? -

El Doctor sonrió, pero tuvo buen cuidado de que Rowan no lo percibiese. Ese espíritu era algo valiosísimo.

-Céntrate en llevarnos a Safford con las menos paradas posibles. Por cierto... En varias ocasiones te he visto mirar la radio con gesto de angustia. Supongo que tu juventud es un obstáculo para apreciar la buena música-. Ahora sí esbozó una tenue sonrisa mientras miraba al joven irlandés desde su asiento. -Agradezco tu respeto, pero puedes deleitarnos con lo que sueles escuchar, Rowan. La música que escucha un hombre dice mucho de él-. Parecía que el Doctor J. no podía concluir una frase sin un comentario enigmático con más de una interpretación posible.

La mujer de ojos verdes observo intrigada al doctor, ciertamente intrigada. Disfrutaba de ser el centro de atención y dar información aunque realmente no estuviera aportando nada. 

- Acróbata, bailarina, prestidigitadora, presentadora y Directora. Claro que cuando nos llaman para hacer alguna obra en directo, mi favorita sería la Celestina. Casi todas las mujeres en las obras teatrales tienen muertes trágicas, al menos ella tiene poder sobre una situación que provoca en vez de ser meramente una víctima de las consecuencias de las decisiones de los hombres. Ofelia, Julieta, todas ellas mueren por aferrarse demasiado a unos afectos en relaciones tóxicas.- No podía negar que su compañía la llenaba de orgullo. La tarjeta con unas máscaras en la esquina, mantenía un aspecto sobrio. En el centro en letra románica podía observarse el nombre "The Dancing Shadows" y debajo el número de teléfono.- Son como mi familia, más una compañía circense que teatral, pero cuando ese tipo de negocios se asientan en una ciudad lo segundo da más que comer que el primero. ¿Cuál es su especialidad, Doctor?

Mientras el sacerdote hablaba sobre el breve encuentro de anoche, no pudo evitar sonreír. 

- ¿Qué hombre de Dios, sin importar a cuál venere, cree en las coincidencias, padre?

- Una muy buena pregunta, señorita. - Respondió el padre Graham. - Bajo mi punto de vista hay dos tipos de coincidencias, las que trae consigo el destino y las que crea el hombre. - Sonrió. - Unas son coincidencias de verdad, hechos que están predestinados y bajo la atenta mirada de nuestro Señor, aunque no son obra directamente suya, pues al fin y al cabo... ¿No nos dotó de libre albedrío? - Se encogió de hombros. - No obstante, al final todo lo ha sido obra del Creador y eso podría conducirnos a una paradoja. Si Dios lo creó todo, la Tierra, el Sol, el Tiempo, al hombre, el destino. Pues se dice que todo en la Creación, es obra de Dios. De ser así... ¿Como es eso compatible con que nos otorgue libre albedrío si está todo predestinado? - Se quedó unos instantes en silencio. - Podría continuar por ahí, pero me estoy desviando. - Cortó en secó su reflexión. - El segundo tipo de coincidencia. La coincidencia creada por el ser humano, la que no es una coincidencia, sino un hecho premeditado. Creo que esa es la que nos incumbe. Y me estoy extendiendo mucho para formular una simple pregunta, señorita Parker. - Hizo una breve pausa. - Mi pregunta es: ¿estaba usted en aquel local por puro azar, o por contra estaba allí porque Lea y un servidor estábamos también en aquel sitio?

Sonríe mientras oye a la gente, en los asientos posteriores, plantea preguntas y razonamientos sobre la causalidad, albedrío, y, en general, las dudas que han asaltado la conciencia humana desde los albores de la especie como ser inteligente y, medianamente, racional...

Cuán fútiles resultan esas cuestiones, ante la inmensidad de la realidad... ese matiz es el que le hace sonreir... él sabe que todo obedece a una especie de... digamos.... no plan, sino directrices... algo va orientando a las ovejas en el camino que desea, y coloca a sus peones en los lugares oportunos para corregir las trayectorias que no siguen la dirección correcta... correcta o, mejor dicho, deseadas, pues el término "correcta" implica moralidad, y eso es algo tan... insignificante para "ello", que... bueno, ni se tiene en consideración.

Suspira en silencio... su mente está en calma, él no tiene dudas.

Rowan sonrió, el doctor siempre tan atento a cada pequeño gesto.

- La música está bien, doctor, no me desagrada, solo es que no estoy hecho a ella. Igual que el gusto por el buen vino, el gusto por la música debe ser educado. - Le dijo sin mas - Puede que otra música fuera mas de mi agrado, pero sería más susceptible de distraerme; Y mas ruidosa: cosa que tampoco debería ser adecuado, dado que voy con mas gente en el coche. - Se explicó.

Mi pregunta es: ¿estaba usted en aquel local por puro azar, o por contra estaba allí porque Lea y un servidor estábamos también en aquel sitio?

Miss Parker sacó la mano por la ventanilla jugando con el humo que se enredaba entre sus dedos un instante antes de ser arrastrado por el viento. Manteniendo la sonrisa mientras miraba al exterior, respondió escuetamente:

- No. 

Se podía apreciar, por como se acomodaba, lista para echar una cabezada por primera vez (que la vieran) que el juego había pasado a aburrirla. 

- No existe la casualidad, solo la ilusión de la casualidad. - Dijo Rowan con aire distraído. - Es el principio de todos los engaños.

Asintió a las palabras finales de Rowan... acababa de soltar, como de casualidad -irónicamente-, una de las grandes verdades que se escondían tras la mecánica que ordenaba todo cuanto sucedía....

- ¡Vaya, que tajante señorita Parker! - Respondió el religioso. - Eso ya lo suponía yo, pero esperaba algo más por su parte que una mera confirmación a mis sospechas. - Sonrió. - No digo que tenga que hacerlo si no quiere, pero me siento intrigado. Muy intrigado. - Añadió.

Podía intuir la respuesta. No parecía que aquella mujer fuera demasiado accesible. Sabiendo lo que sucedió en el restaurante de la discordia con la que supuestamente era su pareja esa noche, era evidente que se estaba codeando con una mujer de armas tomar. No parecía importarle demasiado la opinión del resto acerca de ella y su forma de actuar y mucho menos soltaría prenda sobre algo de lo que no quisiera hablar o sacara beneficio particular. No obstante, era cierto que estaba realmente interesado en conocer la respuesta. Si no llegaba, tampoco insistiría más, pero posiblemente le diera una par de vueltas en la cabeza hasta no llegar a ninguna conclusión y que se le olvidara finalmente días después.

Una vez más, la conversación había alcanzado unas cotas de abstracción completamente ajenas a la mente pragmática y utilitaria de Lea von Erfolg.

-- La información de la policía es la que les he dado, doctor. Parece que Brenda Reed no ha sido condenada nunca, pero su nombre figura en múltiples informes policiales relacionados con tráfico de antigüedades. Informes de la policía de todo el mundo, por cierto. 

Lea abre la función de tomar notas en su dispositivo y comienza a apuntar las ideas de sus acompañantes. Al mismo tiempo, continúa hablando.

-- Sí, parece evidente que Brenda Reed no siempre ha sido Brenda Reed. ¿Su anterior identidad tuvo que ser suprimida, como sugieren ustedes? --dice mirando a Samantha y a Mathias.-- Es posible. Pero también podría ser que alguien necesitó crear, en 1999, a una Brenda Reed, por alguna razón que no conocemos.

La mujer cambia la posición de sus piernas. Es demasiado alta para ir en coche tantas horas. Si de ella hubiera dependido, habría cogido el helicóptero que tiene en Nueva York, o alquilado un avión en el JFK. Pero RAÏZ hace las cosas de otra forma.

-- De todas maneras, eso que he dicho no tiene mucho sentido, ¿verdad? ¿O sí?