Partida Rol por web

Hilos invisibles

Capítulo 2: Tarde o temprano, todos tenemos que pagar (Wamai)

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11/02/2017, 04:10
Narrador

Capítulo 2: Tarde o temprano, todos tenemos que pagar

Es cierto que crecimos en mundos separados, pero en el único donde quiero vivir... es en donde podamos estar juntos.

Nairobi, 1 de Julio de 2015.

 

Tu respiración aún está alterada. En tu mente continúan los últimos espasmos de ese orgasmo compartido y sientes tu sangre cálida corriendo por tus venas y la humedad en tu ropa. La canción de los jadeos compartidos aún está presente en tus oídos, como si fuera el sonido más delicioso del mundo... Pero no es el único. Hay otro que se cuela con fuerza hasta tu cerebro, el de un motor que parece esforzarse con cada paso que avanza: estás de vuelta.

Te encuentras tendido en la parte trasera del tractor. Tu hermano debe haberte llevado allí. Tu rostro está hacia arriba, apuntando hacia el cielo, y si abres mucho los ojos el sol se cuela en ellos como si quisiera esconderse allí dentro. El dolor de la bala comienza a hacerse presente poco a poco mientras aterrizas, haciéndote consciente lentamente de cuál es tu realidad ahora.

Cerca de ti oyes a Jimiyu. No habla, pero reconoces un tarareo incesante que sabes que proviene de su garganta. No tardas en situarlo un poco más adelante, sentado al lado del hombre del tractor. A vuestro alrededor el camino se ha vuelto un poco más ancho y sabes que estáis cerca de la entrada de la comunidad.

El tiempo pasa despacio, como si aún fuera capaz de acariciarte, pero ninguna de esas caricias es como las que acabas de recibir. Se te hace imposible pensar que algo de lo que ha pasado esté mal. Con esos siete desconocidos es todo tan natural que nada parece malo, sólo hermoso y perfecto.

 

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14/02/2017, 13:01
Wamai Saád ú

Oh...– sueno adormilado cuando mi mente empieza a deslizarse de nuevo, para mí mismo, la luna parece escapar cuando el propio sol trata de despertar la mente de uno, pero uno nunca se había ido, como el sol. Esbozo media sonrisa fuera de lugar y dejo los parpados cual cortina que pide un ratito más. Siete hilos y un motor trabajando con bellas pieles blancas. Estiro un brazo a duras penas hacia el cielo, señalando las estrellas del orgasmo espiritual que acabo de recibir con los ojos todavía cerrados, pero... uno tampoco tarda en abrirlos – Uh... ¿Qué? - recojo dedo y luego brazo para pegar el mentón al pecho, desvío mis pupilas de izquierda a derecha. Me veo encima de este sonoro tractor, el dolor vuelve a incomodar mi postura, aunque... la relajación y el tarareo de mi hermano en el puesto delantero me permiten chocar la nuca contra el piso de nuevo - Uchawi... - resoplo en mi sonrisa, Montu no dejó a Wamai merced de los buitres, je mi Jimiyu. Me quedo mirando el cielo, con una mano sobre el pecho y un antebrazo sobre la frente.

Wamai debería estar pensando con la cabeza, pero no sé donde la tiene todavía. En Ruth, Wes, Milka, un indio morenito, una piel blanca que intuyo Morgan, y dos exoticos asiaticos de los que tan solo pueden encontrarse en el lujoso centro de la gran ciudad. Siete para uno, menos de los que imaginaba, más de los que pensaba encontrar a través de estás magias - Wawa está en dos nubes – Y me quedaría aquí – dos... – elevo dos dedos en forma de V, disfrutando de la dolorida nada.

Pero... las incomodas vibraciones del camino se vuelven más notorias cuanto más consciente soy de que vuelvo a ser Wamai. Finalmente me recuesto de medio lado, sobre un codo, mientras me empujo un ojo con la palma de la otra mano - ¿Ambapo sisi kwenda... Jimiyu? - uno se desmayó.

Notas de juego

*¿Por dónde vamos, Jimiyu?

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15/02/2017, 01:42
Montu búh "Jimiyu"

El tarareo de tu hermano no se detiene ni aún cuando comienzas a hablar o hablas para ti mismo. Tus dos dedos en forma de V atrapan el sol entre ellos y tu mirada y un momento más tarde, cuando te pones de lado, puedes notar la herida de esa bala despertando junto a ti, molestándote en tu movimiento y en tu postura.

Entonces sí, cuando hablas de nuevo dirigiéndote directamente a tu hermano, este parece advertirte. Gira primero la cabeza y luego el cuerpo, acompañando ese segundo movimiento de una gran sonrisa.

—Has despertado —señala lo evidente antes de hacer gestos al hombre que conduce el tractor. La sonrisa de este muestra una boca en la que faltan algunos dientes, pero que está claro que se alegra por la noticia—. Ha despertado —le dice como si no se hubiera dado cuenta.

Después de eso Jimiyu se incorpora un poco y estirando sus largas patas pasa por encima del asiento para colocarse a tu lado. Se queda ahí, con las manos sobre la chapa del tractor para no caerse.

—Estamos llegando, hermano —te informa. Señala entonces algo que está justo detrás de tu cabeza, algo que tendrías que girarte y dolerte para ver—. Ahí está la casa roja —enuncia, mostrándote la primera casa de la comunidad.

Llamar roja a aquella casa era sólo una forma de hablar, porque el tiempo y la tierra habían ido destiñendo su color. En vuestra memoria siempre había estado desgastada. Sin embargo había sido la casa roja tanto tiempo que así seguiría siendo, tanto como el pozo nuevo o esa gente que tenían sobrenombres que significaban cosas como fiero león cuando ya no podían ni rugir.

Tu hermano acomoda un poco su postura entonces.

—Ya he contado yo a Maundu lo de tus magias —te informa, aunque conociéndole la mitad lo habrá inventado y la otra mitad imaginado—. Y le he dicho que cuando estés bien le tallarás un tractor y un elefante. —En ese momento el hombre que conduce alza una mano mientras asiente. También deja caer algunas palabras como si hablase para sí mismo, pero es difícil comprenderlas.

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16/02/2017, 16:33
Wamai Saád ú

Mis nubes africanas se van con la reales, escasas, en la lejanía, pero ahora sé que no dejan de ser de Wamai.

Primero me quedo tal cual estoy, de lado, viendo como mi hermano rebasa el asiento del tractor. Dejo de aplastar la cuenca del ojo para presionarme el tabique con dos dedos ante él. Escucho. Y todavía pienso en el apareamiento espiritual con la sensación de querer ponerme tres collares de hojas verdes. A pesar de los colores, al final... sabiendo que las desconocidas practicas de magia son muy confiables con las presencias blancas. Igual somos los negros los que las usamos con miedo a nuestras propias sabidurías. 

Mukuru ¿Y tú?... pienso con fuerza sobre sus practicas, pero un pequeño bote de culo devuelve mi atención a Jimíyu. Cuando éste menciona la casa roja, roja, no trato de buscarla con los ojos pues la encuentro con la mente. Agito la cabeza entonces. Ya estamos en la comunidad. Trato de enderezarme un poco más, y sentarme — Buena... — toso — ...buena limusina, dedos rápidos — y río un poco. Un tractor que ahorra una buena horaza de pies. Aunque ¿cuál es el pago? La tasa de palabras y un par de figuras suena demasiado más muy bien. Y con esto no tengo miedo a lo que mi hermano pudiese contarle a Maundu, pero debo tener cuidado con lo que pueda contarle uno mismo.

Vuelvo a ocupar una mano con mi herida. Mis ojos vuelan hasta la nuca del anciano mientras deslizo el trasero ayudándome del otro brazo para acercarme un poco más al señor. Además de una sonrisa desfilada no logré componer el rostro de este desconocido con claridad, y uno apenas escucha su voz — Shukrani. Wamai Saad ú. Hermano de Jimiyu — me hago escuchar mostrando toda la educación y agradecimiento que pueda reflejar una sonrisa dolorida, entre gestos como palparme el pecho, aunque no los aprecie — ¿Qué se le debe al viejo Maundu? — No dudo de mi hermano, pero quiero hacerme dueño del trato.

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18/02/2017, 02:48
Maundu Awiti

Tu hermano ríe al tiempo que asiente cuando haces el comentario de la limusina. Luego está pendiente de ti, dispuesto a ayudarte a incorporarte si lo necesitases. Sin embargo cuando te echas hacia adelante, buscando al conductor del tractor, Jimiyu retuerce su postura para dejarte más sitio y se agarra a un hierro de la carrocería para inclinarse y no caer. Empezáis a entrar en la zona con gente y él no va a perder la oportunidad de ser visto cabalgando un tractor, de saludar y reír como si fuera uno de esos príncipes blancos que vienen buscando negros para trabajar.

Mientras tanto el anciano que conduce se ha girado un poco para verte y ha palmeado el asiento que antes ocupaba tu hermano, invitándote a poner el culo a su lado. Recibe tu nombre y dibuja una enorme sonrisa, asintiendo exageradamente con la cabeza varias veces antes de responder.

—Duniani —completa tu agradecimiento, llevando una mano a su corazón. En ese momento aún no ha perdido su sonrisa, y lleva sus ojos al frente antes de volver a hablar.

—Maundu Awiti, o Awiti Maundu —se presenta él de buen humor. Entonces vuelve a mirarte con esa misma sonrisa.

—No se debe nada, todo se le debe a la tierra —te informa—. Pero si quieres hacer para compensar, basta con que recuerdes —dice llevándose un dedo a la sien. Entones lo pone sobre tu pecho y lo presiona sobre él un par de veces, mirándote con las pupilas brillantes fijas en las tuyas—. Hoy yo te ayudo a ti. Si un día necesito recoger judías, tú me ayudas a mí.

Notas de juego

Duniani: A la tierra.

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21/02/2017, 12:05
Wamai Saád ú

Veo como Jimiyu se hace a un lado y termino por estirar un brazo para agarrarme al reborde del remolque, con ello me impulso hasta apoyar la rodilla, y... ugh... encorvarse mucho provoca más dolor en Wamai, pero otro empujón me pone en pie para seguir la invitación del viejo Maundu — Awiti Maundu, Maundu Awiti — casi repito con él, poniéndome en equilibrio y pasando una pierna hasta el asiento delantero, luego la otra.

No se le debe nada. Dunaini. Se le debe equilibrio, tal vez, un tractor y un pequeño elefante de patas gordas.

Una vez sentado a su lado, el anciano termina tocándome con el indice para darme un “Hoy por ti, mañana por mis judías” mirándome a los ojos. Me gusta. Saco una sonrisa recolectora golpeando dos veces allí donde me punzó — Wamai tiene manos de recoletor, Maundu — abro el puño mostrando una palma tan clara como curtida, la otra insiste en cubrir mi herida — puede ayudar con sus judías cuando necesite — asiento, y entonces la cierro. Wamai recuerda.

Acto seguido me quito la camiseta, uno se verá más limpio sin ella. Dejo mi torso al descubierto, recientes varazos y un vendaje improvisado. Me ojeo el hombro mientras hago una bola con la camiseta entre manos, luego la miro durante un segundo, arrugada y sucia, y giro mi cara hacia el viejo — El sol — llevo mis ojos hacia el cielo — ¿suele enviar mensajes, anciano? ¿mensajes especiales?¿En algún momento de nuestra vida?. Si así fuese, así me entendería. Pienso. Estos viejos pueden saber, Mukuru. 

Me voy fijando por donde estamos, y ante la postura de conquistador de tierras de mi hermano, me giro por un momento para lanzarle mi camiseta – Ten, Jimiyu – Trapos nuevos para la cocina.

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22/02/2017, 02:54
Maundu Awiti

A tu lado el hombre continúa conduciendo aquel tractor con esa calma que parece estar impresa en cada uno de sus movimientos, incluso en su risa. Escucha lo que dices, y asiente complacido cuando dices tener manos de recolector. Sus ojos se desvían hacia tu mano cuando palmeas tu propio pecho y asiente un poco más fuerte, como si con tu gesto le dieras más la razón. Entonces alza la cabeza y ríe con la boca mirando al cielo, como si aquella carcajada se la regalase al viento o a las nubes.

—¿Ves, Wamai Saad ú, Wawa? —pregunta, y no te cabe duda de que ese nombre lo ha sacado de tu hermano. Te señala una vez más, claramente satisfecho—. Tú sacarás judías de la tierra, y de la tierra te saqué yo. —Señala a un lado del camino, al suelo, como si ese fuera el lugar en el que te había recogido—. Y en la tierra estarías, pero enterrado, si no te hubiéramos sacado.

Por su tono no parece creer que él tenga ningún mérito, sino que sólo te está enseñando cómo las fuerzas del destino actúan. Marudio. Antes de volver a hablar se encoge de hombros.

—Maundu Awiti saca de la tierra, y a Awiti Maundu le ayudan a sacar. —Indica antes de apoyar una vez más su idea, riendo como si la risa fuera su forma de vida—. No se le debe nada. Duniani.

Después permanece pensando en las palabras que has dicho. Las ha dejado sin responder mientras hablaba, pero no parece haberlas olvidado en absoluto.

—El sol manda mensajes, sí, todos los días —afirma tras pensar un instante—. Por las mañanas manda el mensaje de que es hora de levantarse. Por las noches se esconde para no ver lo que hacen las bestias de los hombres, y ese el mensaje de que es hora de acostarse para no ver tampoco. —Se encoge de hombros antes de acercarse a ti, y aunque habla sin bajar el tono no te cabe duda de que trata lo que va a decir casi como un secreto—. Maundu Awiti también fue bestia, pero Awiti Maundu aprendió. Y al aprender salvó la vida de los dos. —Al decir eso hay algo en su voz que te hace no saber bien si habla dos veces de sí mismo, de los dos lados de él, o de ti y de él, de que si no se hubiera salvado no habría podido salvarte a ti.

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22/02/2017, 03:06
Montu búh "Jimiyu"

Jimiyu parece absorto en sus aventuras mientras tú conversas con el anciano, aunque reacciona a tiempo de coger la camiseta en el aire. Lo hace incluso con tiempo de agarrarla sin que parezca que va a caerse.

Tu hermano la extiende entonces, como si valorase ponérsela. Lleva un buen rato con el torso desnudo y aunque probablemente no eche de menos ir vestido a lo mejor prefiere llegar donde vuestro padre bien tapado. Sin embargo no tarda ni un momento en pensárselo mejor. A lo mejor es al ver la sangre o a lo mejor cuando la nueva idea cruza por su frente, pero lo que hace con tu trapo es atárselo a la cabeza como si fuera uno de esos que pegan con los pies y con las manos en las películas.

—¡Dejad paso a los que detienen camiones! —grita como si eso significase algo, consiguiendo algo más de atención para el curioso grupo que formáis.

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24/02/2017, 13:31
Wamai Saád ú

Camiones, Jimiyu, camiones... sobre una limusina roja, y hacia nuestra mansión. Extramuyvagante.

Mientras atiendo las respuestas del anciano me chupo un dedo y rasco una pequeña mancha de sangre seca en el antebrazo. Entonces dejo volar mi respuesta, ya regando el aparente positivismo de Maundu con actitud — El sol anuncia y esconde, viejo Awiti, pero a veces... también golpea fuerte. Es cosa de blancos que se ponen rojos, pero también de negros que se quedan blancos — aseguro — Y depende del golpe — me llevo un meñique, no un indice, a la sien — uno puede crecer, o quedarse seco, como la madre de una judía — que podría no serlo, o sí serlo.

Vuelvo a rascar la manchita, y termino por bromear un poco sobre los -sí pero no- insinuados golpes de sol — Para Wawa era ardua decisión, si dejarse pelo para evitar los enfados de Ngai-kai, o rasparlo para notar los vientos de Olapa — Lo está comprobando últimamente, pero a golpe de magia.

Entrecierro la mirada ya en cuanto Maundu menciona su posible pasado en forma de bestia. Mukuru. Por un momento siento como si se me taponasen los oídos y tan solo escuchase los ecos de su última palabra, pero agito la cabeza y observo mi vendaje de nuevo, más oscuro de lo que ya fuese la camiseta de mi hermano, acto seguido vuelvo la mirada al viejo — A Wamai le gustaría guardar un fiero león que ocupase terreno con sus rugidos — me acerco así como lo hace él, y simulo un susurro secreto — pero no. Guarda, tal vez... elefante mediano. Elefante capaz de torcer arboles para que pase manada, solo para que pase manada — aunque su visión sea mucho más humana, uno acaba de vivir experiencias bastante animales.

Ver veo, Maundu, y toso también, pero contigo hay que observar de otro modo, así que sonrío de medio lado casi continuamente. Será su arrugado rostro, más sonriente que una cebra mascando de lado, o el aura de experiencia que desprenden sus metáforas. También puede ser la simple nada, además de estar viendo a mi hermano por el rabillo del ojo, pero sonrío.

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25/02/2017, 02:42
Maundu Awiti

El hombre asiente, dándote la razón, en cuanto das tu opinión sobre el sol. Parece de acuerdo con lo de anunciar y esconder, pero con lo siguiente no sólo está de acuerdo, sin que enfatiza tus palabras con esa sonrisa a la que le faltan dientes y que ya empiezas a conocer. Luego, cuando sigues hablando, el hombre no sólo sonríe, sino que ríe como si acabase de comprender un chiste que has hecho sin saberlo. Te mira entonces, asintiendo como si ambos supierais lo que has dicho, y cuando acabas de hablar se encoge de hombros.

Awiti Maundu —o Maundu Awiti— parece tomarse las cosas con calma. Tanto que aunque es evidente que tus últimas palabras le han gustado las deja ahí, aplazadas, para explicar lo de las anteriores.

—No hay que meter el hocico entre el hombre y la mujer, eso no está bien —asegura aún en tono de broma, refiriéndose a Ngai y a Olapa—. Pero Wamai Saad ú hizo bien en rasparlo: Olapa acaricia y Ngai está lejos, en Monte Kenia, a muchas millas y más kilómetros. —Hace una pausa en la que su mirada se torna cómplice—. No está bien, pero Wawa está en edad de conocer mujeres de otros, si otros no se enteran —dice como si aquello también fuera un secreto—. Pero si esos otros ven el hocico de Wawa, él debe aceptar perder el hocico, así que cuidado —advierte alzando un dedo como advertencia. Entonces vuelve a acercarse una vez más, dispuesto a dejar caer otro secreto más—. Maundu Awiti también conoció mujeres de otros, pero salvó el hocico. Ahora Awiti Maundu está en edad de no conocer ni a la suya: cree que le han salido zarzas ahí abajo. —Vuelve a su posición mientras se encoge de hombros—. Uno nunca sabe, pero vive bien. Eso ya no importa.

Poco a poco vais acercándoos a vuestra casa. Parece probable que Jimiyu haya dado a ese hombre todas las indicaciones que necesita mientras estabas inconsciente. Por unos segundos el tipo parece pensativo, y cuando vuelve a hablar lo hace de una manera más tranquila, como si expusiera el resultado de muchos pensamientos.

—Wamai Saad ú cree que quiere tener dentro un fiero león, pero no quiere —asegura. Entonces vuelve a presionarte con el dedo—. El león lo come todo, a veces hasta comería a Wawa. Y leones fieros hay muchos y luego se comen entre ellos, pero elefantes medianos... —ladea un poco la cabeza, como contando—. Elefantes hay pocos, medianos menos. Y el elefante tuerce árboles porque la manada importa más que la bestia. El elefante lo sabe —te durante un instante—, ¿pero lo sabe el león?

Tras esa pregunta niega lentamente con la cabeza, como si ambos supierais que esa es la respuesta. Al mismo tiempo su sonrisa vuelve a crecer. Parece satisfecho con la conversación.

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28/02/2017, 12:12
Wamai Saád ú

Somos muchos "nosotros" espirituales, así que Wamai se complace de no deslizar la conversación hacia delicadas fórmulas rituales difíciles de explicar para Maundu o peor... algo que podría interpretarse como fariseas posesiones espirituales dentro de nuestras extensas y mezcladas creencias africanas. Así uno sigue las risas y lentas sonrisas que libera el anciano Maundu, reales, no interrumpe y de vez en cuando acompaña aún sin saber muy bien el motivo, o eso creyendo, sosteniendo el vendaje con ligera fuerza para no retorcerse demasiado. Siendo veraces las risas son fáciles de contagiar, con buena expresión mejor, e intención, con sabias palabras más mejor para el espíritu. Pequeños sorbos de energía positiva, más que las sonrisas educadas, irreales, repartidas por la hija con más vacas de Kenia, eso se dice por aquí: Nairobi. Pero las risas a veces también hacen toser, y... ugh, todo duele ahora mismo.

El anciano comenta que no se debe interferir entre Olapa y Ngai, sonrío a lo que asiento de acuerdo, al menos de inicio, y aunque uno se sorprende con asociaciones propias... ¿yo...? ¿Uno...? ¿uh?  ¿magia?... al final aprieto los labios con una mirada al terreno pisado por este tractor. Capto que parece que Jimíyu le haya dado a Awiti todas las indicaciones que necesita para llegar a nuestra vieja casa, sí, pero también justificado mi recogida con la suma verdad de mi propósito, Mukuru, así que escucho bien.

Tras morderme una sonrisa con el comentario de su posible centenaria hembra, tan solo añado un pensamiento en alto para completar el anterior, a mí ver — No está bien meter el hocico, no — le doy la razón, pero digo — Si un macho no sigue el rastro de una hembra por instinto animal, y sí por aullido, anciano... entonces no está de más leer la dirección de tres gruñidos — Igualmente, Kenya es difícil y mejor evitar. Según cada tribu, religión -o cada macho sin ninguna de ellas- la purificación de una relación está justificada por casi todas nuestras creencias. Y.... cierto, puede... o quizá no. Tal vez Wamai crea querer, haciendo que duda de las paquidermas fuerzas de su propia naturaleza, pero al llegar la última pregunta... “¿lo sabe el león?” todo se resume en media sonrisa que asiente a la cómplice negativa del anciano.

Bendiciones para tus judías, Awiti Maundu, Maundu Awiti.

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01/03/2017, 00:48
Maundu Awiti

Cada vez falta menos para llegar a vuestra casa, y el hombre que conduce el tractor parece saberlo. No llega a aminorar la marcha, pero sus ojos buscan el lugar concreto donde dormís por las noches. Parece satisfecho cuando te oye hablar, pero más satisfecho aún parece cuando le entiendes. Una vez más él asiente y ríe cuando hablas, y aún después de reír se queda asintiendo durante varios segundos.

—Wamai Saad ú tiene las orejas grandes —te dice, y aunque en otra boca aquello podría parecer un insulto en la suya se asemeja más a un cumplido—. Grandes como un elefante mediano —añade, aunque eso más que divertirle parece señalarle que nada es casualidad.

—Wawa escucha bien —enuncia entonces, como si fuera lo mismo que dijo antes. Esta vez parece hablar más para sí mismo. La siguiente mirada que te dedica dura sólo un instante antes de volver al frente y en esta ocasión el hombre parece un poco más serio—. Y haría bien en mirar mejor, con cuidado. La tierra lo dijo dos veces a Maundu Awiti, pero él tenía orejas pequeñas. Awiti Maundu escuchó mejor y ahora da las gracias a la tierra. Duniani.

Su actitud sigue siendo la de alguien que vive en paz, pero aún así parece estar avisándote de algo. Su sonrisa vuelve a extenderse entonces por su cara, tan desdentada como antes.

—Wamai Saad ú ve más de lo que mira, sí señor, y eso es bueno y malo —asiente para sí mismo. Para ese momento faltan sólo algunos pasos para vuestra casa y él empieza a pisar el freno. Vuelve a mirarte como si con sus ojos pudiera entrar dentro de los tuyos.

—Los elefantes viven mucho. Viven mucho porque tienen memoria de elefante—te dice antes de estirar un poco un dedo que aún sigue medio doblado y tocarse varias veces la sien—. Si Wawa es elefante, que recuerde —afirma antes de repetir ese gesto, y en ese mismo instante te da la sensación de haberlo visto antes en alguna parte. Su sonrisa vuelve a extenderse una vez más, y en esa ocasión parece que los huecos entre sus dientes, además de diversión, guardan algún secreto.

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01/03/2017, 01:08
Montu búh "Jimiyu"

El momento parece tan profundo como un pozo sin agua y es difícil decir si ese anciano espera algo más de ti. Sin embargo, y como si fuera ajeno a lo trascendente que todo parece ser en ese instante, el silencio y la conversación se rompen con un grito de tu hermano cuando el tractor se detiene.

—¡Los campeones olímpicos han llegado! —exclama haciendo aspavientos y atrayendo aún más la atención de todos los que os ven llegar en aquel carro. No parece probable que tu hermano se haya olvidado de que estás herido, o de que necesitáis a vuestro padre, pero ante una oportunidad así sería difícil pedirle que pasase desapercibido.

—¡Los que detienen camiones! —repite por si alguien no le ha oído, o no le ha quedado clara vuestra hazaña—. ¡Los que paran balas mosquitos! —Si echas la vista atrás le verás no sólo subido a la parte trasera del tractor, sino marcando tanto como puede unos músculos que parecen más bien agujeros hechos de hambre—. ¡Han llegado! —dice de nuevo, y por un momento parece que se haya quedado sin ideas—. ¡Han llegado los... —Sin embargo su voz se detiene y se congela en el aire a pesar del calor en cuanto la puerta de vuestra casa se abre y sale vuestro padre, que le mira directamente. Jimiyu tarda entonces un instante en reaccionar, y completa sus palabras bajando tanto el tono que si antes sus palabras salían desde el pecho ahora parecen salir desde el rabo que debe tener entre las piernas—. Los que recogen café y trabajan duro... Y tienen un... Un padre bueno y amable...

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03/03/2017, 14:24
Wamai Saád ú

Awiti parece guardar la experiencia de papiones y mandriles, es agradable, y más afín a su consejo debo atender a las señales, aunque a veces... son un poco difíciles de captar, Mukuru. 

Tras esto veo mi hogar más cerca. Uno agita levemente la cabeza para volcar su atención en aquello que le rodea. Soy consciente de que, al contrario de como uno deseaba hace un rato, muchos siguen la palabra de Jimiyu como una historia que terminará siendo otra: mi llegada. Pero no pasa nada, y ya puesto, incluso estiro el cuello, aprovechando, a ver si Wawa ve al tullido por ahí en medio.

Mimi naona zaidi ya kuangalia. En este momento observo los ojos del anciano por igual, extrañamente, pero... hago más que ver, Awiti, pues para mí mismo veo, siento y padezco presencias, pero... — Entre bueno y malo hay equilibrio — y no es malo tampoco, y sonrío de nuevo. Wamai admira a los viejos de tribus profundas que logran vivir largos de años y tener docenas de machos esquivos a fiebres y desnutriciones, más fauna salvaje, para terminar otorgándoles peinados imposibles en su fuerte juventud. Pero... los ancianos como el viejo Maundu conllevan una variopinta mezcla de sabidurías tribal-aldeanas que Wawa admira con la potencia de tres manadas de ñus bebiendo de un río limpio. Conviene escuchar, y si es con grandes orejas de elefante, más mejor.

Y se detiene el tractor. 

Lanzo la vista atrás otro momento, y mientras mi hermano muestra sus mejores boliceps a la comunidad, yo bajo con medio salto caído del vehículo — Uu...! — Una vez en tierra vuelvo a apretar mi vendaje con la mano y me doy la vuelta para despedir al viejo Awiti — Orejas y memoria de elefante, Maundu — digo llevando un dedo a la sien, y asiento — Shukrani — Amani heshima, umri*

Para entonces Padre ya está en la puerta, así que ladeo la cabeza en un gesto que le pide a mi hermano un poco de mesura. Han llegado, sí. Wamai no tiene mucha palabra, tan solo adopto una expresión resignada y elevo un brazo para dejarlo caer — Risasi, Wamai está bien — vivo — debe contar algunas cosas — y asiento quedándome a su altura. 

Si procede quiero entrar y beber de la boca del grifo de la cocina, me da igual que sepa oxidada.

Notas de juego

Mimi naona zaidi ya kuangalia - Veo más de lo que miro

Amani heshima, umri - Paz y respeto, anciano

Risasi - Bala/Disparo

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04/03/2017, 03:48
Maundu Awiti

Tus ojos efectivamente encuentran a Rasul entre las cabezas que estiran el cuello como jirafas para contemplar la llegada triunfal que Jimiyu grita a los cuatro vientos. No son pocos los ojos que contemplan a tu hermano, pero los del tullido, sin embargo, no tardan en abandonarlo para mirarte a ti. 

Ya estás en el suelo cuando vuelves a mirar al anciano para despedirte y en el mismo instante en que tu mirada se cruza con la suya sientes, además, algo diferente: un escalofrío que nace en tus manos y crece por tus brazos hasta llegar a tu cuello. De inmediato una sensación de frío intenso comienza a reptar por tu cerebro, inundándolo, y de repente te sientes como si estuvieras a punto de desmayarte. 

Es breve, apenas un instante que tan rápido como vino, se va, pero, en el tiempo que dura, una imagen se graba en el interior de tus pupilas. Un Maundu más joven y menos desdentado, junto a tu abuela, haciendo ese gesto en su sien mientras te mira desde arriba. «Si Wawa es elefante, que recuerde»

—Cuidado con los ojos del águila, Wamai Saád ú —la voz te trae de regreso de tus pensamientos—. No importa que Wawa el elefante tenga piel dura. Si el águila lo mira con los ojos, entra por ahí hasta el alma. —Hace una pausa y la solemnidad desaparece, dejando en su lugar una sonrisa—. Hasta que volvamos a vernos.

Y con esa despedida pisa de nuevo el acelerador y el tractor comienza a alejarse, llevándose con él al menos la mitad de las miradas que Jimiyu había atraído.

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04/03/2017, 04:19
Dohba búh

El ceño del hombre que te acogió como padre hace tantos años que ya se ha convertido en uno se frunce al contemplar toda la escena. Su expresión es adusta pero puedes ver un brillo de preocupación en sus ojos cuando se detienen sobre el vendaje improvisado con la camiseta de Jimiyu. 

Asiente cuando llegas a su altura, pero su mirada sigue al tractor hasta que empieza a alejarse y sólo entonces se gira para entrar detrás de ti a la casa. 

—Primero miramos esa herida. Y mientras curamos, cuentas. 

Con esas palabras se pone en movimiento y moviliza también a Jimiyu mientras sacias tu sed en la cocina. Comienza el relevo previo a la sanación.

—Trapos limpios. Agua caliente. Alcohol blanco. Wamai, túmbate en la mesa y quítate el vendaje. Montu, trae mi saco de medicinas y las herramientas. 

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06/03/2017, 02:59
Wamai Saád ú

Uno vuelve a asentir tras las palabras de Padre, pero tras recomponerme de ese pequeño gran escalofrío de fríos que me provoca la última mirada de Maundu Awiti, aún vuelvo a ojear el rojo tractor por última vez con él — Esa visión... — pienso al entrar.

Mis pasos me llevan a darme esos largos tragos de agua. Wamai siente la garganta seca, muy seca, así que bebe, escupe y vuelve a tragar repetidas veces, hasta que se moja frente y nuca. Acto seguido cierro el grifo y giro el cuerpo por un instante, pero vuelvo a apoyarme sobre nuestro cutre fregadero, de espaldas a todo. Wamai piensa mordiéndose el labio: Esa pequeña visión con, no lo entiendo, ¿Mukuru, tú? -observo caer una gota del grifo- Son, es... qué?. Dioses ¿que intentáis decir para Wamai? Sé que tal cosa advertía la frágil gacela en peligro con los ojos, pero no esperaba un mensaje de lo que llamaría vientos del pasado. Veo caer otra gota y cierro el grifo, bien fuerte.

Después sigo. Deshago la tira de camiseta por el lado izquierdo, y hago ceder el vendaje ayudándolo a despegarse lentamente de la zona afectada, en mi derecha. Y que sensación esa... de sentir muy vulnerable una zona cubierta, luego al descubierto — Bueno, más trapos... — susurro sin mucho aquel.

Paso a observar un poco el agujero. Muy pequeño para lo doloroso que resulta. Wamai desconoce que hay tras los músculos hacia esta zona, pero mejor no pensarlo, o pensar que no hay nada muy útil. Frunzo los labios y arqueo una ceja mientras doy unos pasos hacia la mesa. Entretanto tampoco me quito de la cabeza el lío que le acabo de montar de la nada, supongo. Lo que me lleva a pensar en la mirada de Rasul, entre las gentes. Éste me debe un mensaje de la Madre Tierra, y por seguro no encontró al inexistente Huba-ha entre los ancianos, mucho menos entre los registros, que si los hay espero que sean cientos de viejas carpetas apiladas en algún lugar muy lejos de aquí.

Finalmente me siento en la mesa y paso a tumbarme sobre ella, intentando no pensar en nada — Tayari mimi* — Confío ciegamente en las habilidades de Padre.

Notas de juego

*Estoy preparado

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07/03/2017, 22:43
Dohba búh

Tu padre no parece darse cuenta por tu actitud de que hayas visto nada extraño en Awiti Maundu, ni tampoco en Maundu Awiti. Su preocupación está en otro sitio: en tu abdomen.

El hombre se mueve por esa habitación que hace al mismo tiempo de comedor, cocina y sala de estar. Es como una mansión de los blancos, pero encerrada en un solo cuarto. Tu padre echa una mirada hacia Jimiyu, asegurándose de que está obedeciendo sus órdenes, y luego te mira a ti mientras te quitas el vendaje. Al encontrar la herida niega con la cabeza. No como si con ese gesto pudiera borrar su existencia, sino como si hubiera en su garganta palabras de desaprobación que pueden esperar hasta más tarde. Pero en ese momento es más que padre, es sanador.

Antes de que tumbes sobre la mesa te hace un gesto, como metiéndote algo de prisa. Luego lo repite otra vez para tu hermano, que ha llenado una cacerola de agua y la está poniendo al fuego.

—Montu —lo llama—, si tardas tanto la herida se cerrará antes de que esté todo listo.

En lugar de seguir esperando es él quien se acerca al lugar donde tiene los tarros con hojas que ya no son plantas. Te mira desde ahí como pensando por un segundo, y se acerca a tu posición en la mesa.

No parece que le guste lo que ve, y eso es malo. Pero tampoco parece que le disguste demasiado, y eso es bueno. Tu padre acerca la yema de los dedos más largos a la zona de la herida y presiona a sólo el grueso de un pulgar de distancia. El dolor te recorre, lacerante, desde dentro hacia fuera y luego otra vez hacia dentro. Cuando retira la mano la puedes ver manchada de sangre húmeda, como si la hubieras perdido mientras él te tocaba. Ni siquiera la has notado salir.

—La sangre sigue roja y fresca —asiente mientras inclina lentamente la cabeza. Te mira por un momento antes de echar a andar de nuevo hacia la despensa. A la vuelta ha traído tres botes que desde tu ubicación no llegas a ver, pero que probablemente sean para desinfectarte. Los ojos de tu padre te miran por un momento, como evaluándote, y finalmente vuelve a caminar hacia uno de los armarios de la cocina. Busca, rebusca, y cuando ya ha rebuscado vuelve a buscar un poco más al fondo. Al final vuelve con una botella de una bebida rojiza y con algunas partículas oscuras en suspensión. Es el licor que él mismo hace a partir de frutas y otras cosas.

—Bebe —te sugiere acercando la botella a tu boca, y de hacerle caso encuentras cómo sólo un sorbo es más fuerte que veinte Tusker bebidas de un trago. Después de tu oportunidad echa un poco de ese líquido en la herida y la sensación es de quemazón pulsante y punzante. Es como si te estuvieran disparando otra vez en ese momento.

—Montu —llama tu padre de nuevo antes de mirar hacia atrás. Sin embargo cuando se da la vuelta encuentra a tu hermano moviéndose mucho más rápido que de costumbre—. Nada —se corrige, como si hubiera dado por hecho desde el principio que tendría que darle prisa a sus piernas.

Unos minutos más tarde ya está todo listo. Sabes que tu padre tendrá que sacarte la bala de dentro con las tenazas. Sin embargo eso no te prepara para el enorme dolor que te recorre en cuanto empieza a hurgar.

Tu mente trata de escapar, de evadirse. De irse fuera de tu cuerpo, a un lugar donde haya más cosas que ese dolor. Mientras tanto hermano y padre trabajan codo con codo, siguiendo el primero las instrucciones del segundo.

—Te pondrás bien —dice mientras tanto tu padre, como si le hubiera costado todo ese tiempo poder prescindir de la concentración lo suficiente para pronunciar esas palabras—. Ahora duele. Deja salir el dolor, si no sale dolerá más tarde.

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07/03/2017, 23:26
Narrador

De pronto una imagen acude a tu mente, como en un flash que dura apenas un instante.

Ves una calle de lo que parece una gran ciudad, con rascacielos y carteles luminosos. Allí está Rena, de pie sobre la acera, sola. De inmediato sientes que algo va mal con ella, una angustia intensa encoge su pecho y llega hasta el tuyo a través de ese hilo que une vuestras almas.

Se siente en peligro. Se siente atemorizada y hundida. Y sobre todo se siente sola en la gran ciudad.

Y tal como vino, la imagen se va. 

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09/03/2017, 06:44
Wamai Saád ú

Primero me mantengo con ambos brazos montados sobre mi frente. Observo el viejo techo mientras escucho la actividad más cercana a mi oído, Padre apurando, y por momentos me inclino para tratar de ver el movimiento, pero no me muevo de la mesa — Wamai es fuerte y está preparado — sigo, y con ello me golpeo el pecho para mí mismo.

Al acercarse mi Padre y lanzar una mirada examinadora, cambio los brazos de posición y me sostengo la nuca. No digo nada, solo frunzo los labios y observo con seriedad. Roja y fresca. Y para cuando me punza la herida, apenas me quejo, pero me tenso por completo.

Se va y vuelve con una botella, botella que acepto y sostengo por encima de su anciana mano para dar un pequeño trago. Sabor fuerte, a rayos enfurecidos, supongo que me hace salivar, aunque ni tiempo para escupir hay. Acto seguido me rocía la bebida sobre la herida. ¿Bebida? La quemazón es casi tan intensa como el tiro! Achino los ojos, tenso mandíbula y me retuerzo un poco mientras dejo que mis pupilas visiten el techo una vez más. Podría decirse que se me acaba de doblar la vista.

Tras unos minutos que para Wamai se convierten en diez segundos me empieza a sudar el bigote ¡y antes de empezar! No sé si por la bebida roja esa, pero uno sigue en sus trece: Wamai es fuerte. Espero que esas tenazas pesquen la bala rápido, así que arrugo la nariz con fuerza y me sostengo a la mesa para aguantar como un macho de las áfricas. Con la vena hinchada... incluso acierto a responder a Padre, asintiendo de forma un poco errática.

¡Wamai deja salir! nje! NJE!! 

Y si bien debo aguantar como un macho, aunque soltando algún inevitable berrido, también debo atender a los mensajes espirituales. De repente siento una visión, corta, en un parpadeo que nunca lo fue, pues Wawa tiene los ojos bien abiertos. Empiezo a percibir a la mujer asiática en alguna gran ciudad, y se desvanece al instante, pero suficiente para sentir la mágica angustia que me obliga a perder la mirada por el cuarto... Dioses! ¿Qué sucede? ¡Mbuzis! Las presencias acuden a Wamai, Wamai debe acudir a las presencias, pero... ¡Espera, Rena, igual tardo algunos minutos en llegar! La realidad duele ahora mismo. La realidad duele en este instante.