Javier baja la pendiente apuntando con su pica a uno de los enemigos que avanza con la cabeza gacha. Al llegar a la carreta, Javier sonrie y mira al Alférez.
Pablo se agacha junto a Antonio y tras examinar la herida lo levanta ayudándolo a caminar en dirección a la carreta.
Diego ayúdame a coger a Rodrigo y a meterlo en la carreta. Pablo mete a Antonio también.
-¿Alguno de vosotros esta versado en curación?- Pregunta tras a su amigo sobre un fardo suave en el carro. -Esta herida no tiene buena pinta.
Me puse un 5 en primeros auxilios y mucho en tortura asique me parece que soy más para asustar italianos que para curar compatriotas.
- A la orden, mi alférez - dice Diego mientras deja el arma apoyada en la carreta y se acerca hasta donde está el camarada herido. - Pues estamos buenos... esto no promete nada bueno para nuestra llegada a Casale, me temo.
Viendo que uno de los dos italianos caídos sigue vivo, aunque sin saber cuánto durará, cojo los dos arcabuces y me los cuelgo al hombro, cruzados al pecho, para que no se caigan. Hago lo propio con la pica y tras asegurarme de que el traidor combatiente va desarmado, me lo cargo al hombro sin demasiado tiento, y emprendo el camino hacia el carro.
Cansado, con el italiano al hombro, llego junto al carro. Dejo al italiano en el suelo, las armas en el carro, y me giro en busca de mi compañero caído.
- ¿Cómo está Antonio? pregunto al encontrarle en el suelo rodeado de los demás
La herida que presenta no es bonita,, y necesita ayuda.
- Mucho no sé, pero a ver si puedo hacer algo. digo arrodillándome a su lado e intentando taponar y limpiar la herida
Tras comprobar lo inútil de mis conocimientos, me giro hacia los demás - tiene que verlo un médico. Yo poco más puedo hacer
Tirada: 1d100
Motivo: primeros auxilios
Dificultad: 20-
Resultado: 53 (Fracaso)
Puedo tirar más veces?
No puedes hacer nada para curar la herida, pero te das cuenta de que no tiene pinta de ser grave. Seguro que se recupera. La herida de Rodrigo tiene peor pinta.
Señores, estoy orgulloso de vuestras mercedes. Su manera de combatir hace que se me hinche el pecho de orgullo. Ahora debemos continuar, los heridos irán en el carro. Hay que hacerles espacio. Coged todas las armas que podáis llevar. Iré al frente, Javier a mi espalda con el prisionero. Pablo y Rosendo detrás del carro, Diego a las riendas , conducirá el carro. Miguel a bavor del carro. Ya habrá tiempo de interrogar al prisionero. EN MARCHA MUCHACHOS!
-A sus ordenes, mí alferez. -Espeta el joven.
El joven toma la funda de su espada del carro y se la coloca al cinto despues de asegurarse de que su amigo se encuentra bien. Despues de esto se dirige a la parte trasera del carro cruzandose con el italiano, al cual mira con cara de pocos amigos.
-Parece que vas a vivir unas horas más. -Susurra al italiano mientras pasa a su lado.
Antonio dirige una mirada fatigada a su compañero Miguel. Dime la verdad, amigo, ¿qué aspecto tiene?
Diego se apresura a obedecer las órdenes del alférez, y busca entre las cosas que han dejado los italianos tiradas, sobre todo una buena filosa que ceñirse a la cintura.
Al pasar junto a su herido compañero, le dirige una mirada de apoyo y saluda tocándose levemente el sombrero - Ánimo, Antonio, que no es más que un rasguño... ya veréis que detrás de este vendrán muchos más - dice, intentando no mirar la sangre sobre el jubón de su compañero y dándole un tono de chanza a sus palabras.
Pues eso, busco a ver si alguno de los italianos llevaba alguna espada que no pretenda usar más por razones de fuerza mayor, como por ejemplo la muerte o el cautiverio.
Intentando transmitirle confianza, miro a los ojos de Antonio y respondo
- No os preocupéis.. No es más que una herida superficial. Ni siquiera tendréis que suspender la misión. Y volveremos todos juntos al campamento le digo siendo totalmente sincero con mi compañero.
Rosendo regresó al carro con un arcabuz en las manos, y balas en el cinto. No dijo nada del italiano malherido, ni de como le había rematado degollándole con frialdad. Era una venganza, justa o no, aunque quizá turbadoramente desproporcionada. No había espacio para reflexiones así, no en la guerra.
El silencioso cabrero dejó sus nuevas "adquisiciones" en el carro, y se situó donde le habían ordenado. Miró un momento hacia Antonio, comprobando su estado. Sus miradas se cruzaron, y una sonrisa se dibujó en los labios de Rosendo, torciendo levemente el mostacho. Él entendería el gesto, sin duda.
Dieron la orden de marchar, y eso hizo. Aun no habían llegado a Casale, y quedaba mucha sangre por derramar. El precio de la traición no es otro que la muerte.
Continuáis la marcha a paso lento pero decidido, vais en silencio, todos en tensión.En cualquier momento podéis ser emboscados de nuevo, pero os asalta la duda. Esos hombres no tenían ningún motivo para atacaros, tampoco sabían que os dirigíais hacia Casale, excepto que alguien les hubiese informado. Un traidor entre los Tercios? difícil de creer. Camináis bajo la luz de la luna sumidos en vuestros pensamientos. Las horas discurren lentas, apenas hay novedades. Cada cierto tiempo, el Alférez da el alto al ver algo sospechoso. Pero siempre son falsas alarmas, el sonido de algún animal, un árbol o una roca con forma extraña. El alférez se acerca varias veces durante la noche a ver a los heridos y luego vuelve a vanguardia. Cuando el sol aparece por el horizonte, os percátais de la belleza del paisaje. Los verdes campos cubiertos con un manto de extrañas flores rojas que nunca habíais visto. El camino se bifurca y tomáis el camino de la derecha, más ancho y libre de maleza. Hay cantidad de huellas en la tierra , no hay duda de que es un camino muy transitado. A poca distancia, divisáis una conjunto de casas de piedra ,con un edificio más alto y robusto con la inconfundible cruz de Cristo en la cúspide. Además hay un edificio de piedra muy elaborado y con cantidad de ventanas, por lo que aunque no sabéis de que se trata sabéis que no es una fortaleza. El Italiano se revuelve y os miráis unos a otros nerviosos, sin saber qué es lo que os espera. Estáis en Casale, al fin.
El muchacho anda hacia adelante y mira dentro del carro a su amigo Antonio.
-Parece que hemos llegado. -Dice sonriente. -Y sin mucha mala suerte. ¿O aun te duele ese rasguño de italiano?
Toma su mosquete del carro y se gira hacia Rosendo tambien.
-Me da en la nariz que ahora empieza lo bueno. -Comenta entusiasmado, mientras se pertrecha.
¿Yo estoy muy grave o puedo coger la pica y actuar como si nada)
Tienes un tiro en el estómago, puedes andar pero te causa un gran dolor. No estás para combatir aunque puedes intentarlo en caso de necesidad.
Ya lo se. Pero mi personaje es un optimista por naturaleza.
¿Qué le puedo hacer?
Allí de pie, con tantas ventanas... Eran un blanco fácil, si es que había más arcabuceros. Estuvo atento a todos los sonidos e imágenes, sin perder detalle, guardando silencio. Apretó la pica en la mano, esperando una orden.
Era la hora de desayunar, pero en ese momento no tenía ganas de comer, ninguna.
Un grupo de hombres avanza por el camino directos hacia vosotros, son más de veinte y van armados con palos, espadas y uno de ellos lleva un arma de fuego.