Partida Rol por web

Hispania Prima Bellatrix

El reclutamiento

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16/07/2008, 02:20
Don Pablo Quijano

Inquieto mira a sus compañeros, tan preocupados por el cumplimiento del deber.
¿Donde se podrá encontrar compañía femenina y alegre en un lugar como este? Piensa para si mientras degusta el vino mirando a sus compañeros curioso.

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16/07/2008, 14:37
Rosendo Villalobos Martínez
Sólo para el director

Notas de juego

Si hay que comprar todo de una vez, mi pj buscará también una daga a buen precio.

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17/07/2008, 23:21
Director

Deambulais de taberna en taberna , gastando , convitando y siendo convitados por otros. ¡ una ronda para los muchachos de los Tercios a mi cuenta!.
Algunos de vosotros disfrutáis de la compañía femenina pero ya se sabe que:

Amor de ramera
halago de perro,
amistad de fraile
y convite de mesonero,
no puede ser
sino cuesta dinero.

La ciudad de cáceres es una completa algarabía de ir y venir de hombres ebrios , futuros soldados, rameras, frailes y demás pedigüeños.
Las dos armerías de la ciudad no dan abasto, no obstante, son pocos los hombres que compran espadas y dagas. Sin duda la mayoría y lo más vendido son picas, mosquetes y arcabuces.
El presupuesto sólo os llega para la pica , daga o mosquete y arcabuz.
Lamentablemente, al haber tantos soldados los precios están totalmente exhorbitados.

Y así finalmente os habeis gastado toda la paga de un mes , en vicios y en lo mínimo para servir en los tercios.
Afortunadamente nos os faltará de comer y beber, en los próximos años.

Notas de juego

Todos empezais con 2 escudos por ser villanos

Piquero: pica y daga vizcaína ( daga de guardamano)= 4 escudos

Mosquetero: mosquete de mecha = 6 escudos

Arcabucero: arcabuz de mecha = 6 escudos

* he tenido que modificar los precios que venian en el manual porque no os daba el presupuesto

Subiroslo a la pestaña " notas " en la ficha del personaje

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17/07/2008, 23:49
Director

Al fin el momento ha llegado. Con los músculos medio embotados y agarrotados os desperezáis . En la calle los hombres caminan en una larga procesión hacia las afueras de la ciudad. Fuera de la muralla donde resuenan varios tambores.
La alegría de los hombres es latente pese al cansancio, varios chiquillos corren de aquí para allá con suma expectación ante esa larga fila de hombres con picas, arcabuces, mosquetes, espadas, dagas y los más afortunados con petos de cuero y coseletes. Incluso algún Morrión ( sin duda los más acaudalados, los típicos que pronto llegarán a alférez). Son muchas las mujeres que se agolpan en los balcones al veros pasar , algunas regalan prendas a los soldados, otras dan vivas al rey y a los tercios , y no son pocas las que echan lascivas miradas a los hombres, esas miradas que seguro recordarán cuando estén en el frente cubiertos de barro y sangre sujetando la sagrada bandera con una mano y la espada con la otra. Sonriendo a la muerte cual irreductible soldado español.
Poco a poco os vais acercando a la explanada frente a las puertas de la ciudad donde varias tiendas son desmontadas a toda prisa , mientras el capitán vestido con el traje completo de combate y su alférez , a pie de la misma guisa, miran a los hombres con un gesto de orgullo y satisfacción, sin poder evitar sonreir.

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18/07/2008, 01:07
Diego Láinez Montoro

¡¡Ahhh!! - pensó Diego, mientras cruzaba las calles de Cáceres, impermeable a la algarabía que la partida de los soldados creaba a su alrededor - otra vez de esta guisa, a pie y sin dinero, con poca comida en las asaduras pero los "apóstoles" bien llenos para dar cuenta de los enemigos de Su Católica Majestad... ¿Es qué esta vida mía tan sólo ha de discurrir por este camino? Cuán diferente podría haber sido todo... cuán diferente...

Ensimismado en sus pensamientos, y rememorando pasadas batallas con otros compañeros, otros oficiales y en otras tierras distintas a las que ahora se dirige, Diego dirigió sus pensamientos a sus compañeros y a su nuevo capitán:

Ya ves... estos soldados bisoños parecen gente de bien, aunque luego en la batalla nunca se sabe... dependen tantas cosas de que ese que parece un cabrero sepa aguantar su puesto en la formación, con la pica firme en sus manos... o de que el joven y un tanto pánfilo estudiante no se ponga nervioso cuando los gorriones de plomo que nos tira el enemigo nos estén buscando... Bueno, Diego, sé un poco más indulgente, tú también fuiste bisoño y te cagaste en los pantalones tu primera vez, cojones...

Buscó a su alrededor, y viendo a Don Pablo y Don Manuel cerca, les dijo:

Y bien, señores míos, ¿qué avatares han incitado a vuestras personas, que podrían estar en otro lugar y ejerciendo otras labores, sin dudas menos ingratas que el oficio de las armas, a empuñar éstas al servicio del Rey Nuestro Señor?

Notas de juego

Jeje... que nadie se ofenda por lo de pánfilo... me remito a la primera palabra de la primera definición de dicha palabra en el DRAE.

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18/07/2008, 02:18
Don Pablo Quijano

Don Pablo saluda a la multitud complacido con su mosquete en ristre.
Se gira hacia Diego mientras saluda a una muchacha:
-¿Existe oficio más grato que la gloria del Imperio?- pregunta el muchacho mientras sonríe socarrón.- Además recordad que como bachiller en las armas puedo encontrar un futuro digno.-Pone la mano en el hombro de Diego. -No os extrañe llamarme capitán cuando regresemos de matar franceses- dice, con tono jocoso.
Tras dar una palmada en la espalda a Diego da un paso hacia adelante para juntarse con su amigo Antonio mientras sigue saludando a la multitud.

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18/07/2008, 15:49
Rosendo Villalobos Martínez

El agua de la vacía estaba templada, y se escurría por las imperfecciones de su piel curtida por el sol, como cuero viejo de Córdoba. Su imagen parecía más madura, cansada, de lo que en realidad era. Las pesadillas de muerte y dolor se volvían menos frecuentes cada noche. La navaja se deslizó por su rostro, mientras parpadeaba mirándose en el agua trémula.

Tras el desusado afeite, el cabrero vistió su ropa y tomó las armas, daga y pica, saliendo a la calle tras aforar la mosca al posadero. Le quedaban dineros, aunque pocos, pues era hombre del natural ahorrador. No había bebido muchos vinos, ni gastado en putas... De hecho, no se veía capaz de estar a solas con una mujer. Le traía malos recuerdos.

El adusto y silencioso cabrero caminó, pues, por las calles de la villa de Cáceres, descubriendo pronto que el cimbreo de la pica al hombro era bastante doloroso, y que había que llevarla cogida con ambas manos. A la altura de una plazuela, se topó con más soldados y una curiosa escena: las mujeres les daban un vaso de aguardiante y les deseaban una buena partida. Se estuvo mirando la escena con mucho detenimiento, y cuando más abstraído estuvo, notó un suave tirón en la manga de su ropilla. Era una chica, menuda, que apenas tendría más de quince años, y le tendía un paño de color carmesí.

-Es para voacé, soldado -dijo.

Se la quedó mirando un momento, y luego alzó la vista. Una mujer vieja, con aspecto de ama por la toca de su cabeza, le miraba gravemente y le pareció ver que asentía, aprobadora. El cabrero hincó una rodilla en tierra, y tomó el paño, anudándolo a su brazo. Otros soldados, según veía, hacían lo mismo, o bien se se ataban fajines a la cintura, habían cosido aspas rojas a sus jubones o se distinguían con alguna prenda de color rojo. Rosendo parpadeó, mirando los ojos de la niña. Tenían algo tierno, que le calmaba. Pensó que, quizá, todas las personas del mundo son inocentes y buenas hasta cierta edad. Su mano ancha y callosa acarició la mejilla de la chica, y una breve sonrisa se dibujó en los labios de tan adusto e introspectivo personaje.

Alzándose de nuevo, caminó sin mirar atrás, hasta salir de la ciudad y observar, fascinado, la reunión de hombres allí congregada, y como se desmontaban las tiendas. Un soldado con barba recortada pasó a su lado, comenzando a hablar a otros dos: "Y bien, señores míos...". Rosendo se mantuvo callado, mirando al grupo a veces, otras al capitán y al alférez, y tambien al resto de soldados con curiosidad. Entonces, cayó en la cuenta. Él era uno de ellos. Era, o iba a ser, un soldado de la temida infantería española.

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21/07/2008, 02:43
Don Miguel Maldonado de Leyva

Tras la velada de hermanamiento disfrutada en compañía de los otros bisoños, anduvo D. Miguel entregado a la tarea de pertrecharse para la empresa. Pronto descubrió que habría de ser asunto mucho más arduo de lo que pudo imaginar. La plaza entera bullía en actividad. Las armerías no daban abasto y vendían caro el género: el gremio estaba dispuesto a engrosar la bolsa a costa de las miserias de quienes marchaban hacia futuro incierto, para mayor gloria del Imperio.

Una vez hubo comprado lo necesario, se entregó por completo a la lectura de las sagradas escrituras y práctica de los ignacianos ejercicios espirituales, quehacer que lograba alejarle de preocupaciones mundanas y fantasmas del pasado. Cuando hubo llegado el momento de marchar, revisó con cuidado las escasas posesiones que habría de llevar consigo a Nápoles, hizo la barba y recortó cabellos, elevó una plegaria apresurada y se despidió de la que había sido su vida.

No tenía cuerpo para celebraciones y algarabía, así que encaminó sus pasos por callejones secundarios hasta llegar a las puertas de la villa. Justo a tiempo -pensó taciturno-, el campamento está ya desmontado y marcharemos sin más demora..., sin dar tregua a la duda que me amenaza. Le había costado hacerse a la idea de marchar, pero había dado su palabra al inscribirse y recibir pecunia en adelanto. Laevius laedit quidquid praevidimus ante...* -se exhortó- Y tú, Miguel, ya has tenido tiempo de sobra para "hacer de tripas corazón". ¡A fe mía que cumpliré con la palabra dada! -exclamó en voz alta, ensimismado, para sorpresa de un joven peatón-.

Al llegar al campamento, fue a dar con los bisoños con los que había compartido mesa dos días atrás. Cuando miraban en su dirección, saludó tocando el ala de su sombrero y esbozando una sonrisa sincera que, sin embargo, debió parecerles forzada, pues tal era la pena que le embargaba. Eso no será suficiente para caer en gracia a tus nuevos compañeros y, menos, para levantar la moral, Miguel -pensó-; así que tiró de manida fórmula litúrgica que, cuanto menos, resultaría cómica dada la situación.

¡Levemos corda nostra cum manibus ad dominum in coelum!**... -exhortó a sus nuevos compañeros, intentando imprimir a su voz un tono más animado esta vez-, o, dicho en buen castellano, ¡alcemos nuestros corazones!, pues allí donde vamos hay mucho por hacer y no serán pocas las oportunidades de demostrar valía.

Notas de juego

* Hiere menos lo que antes habíamos previsto.
** Alcemos con las manos nuestros corazones a Dios, que está en los cielos. Exhortación frecuentemente empleada para confortar a quien está bajo de moral. Con el mismo objetivo, suele emplearse la expresión más breve "Sursum corda" (Arriba los corazones).

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21/07/2008, 08:39
Don Pablo Quijano

Mientras anda con los demás escucha las palabras de animo de Miguel.
-¡Mi buen Don Miguel! - le dice sonriente. - Soltáis más latinajos que un párroco en domingo. Pero es bien cierto que tenemos ante nosotros la aventura de nuestra vida.- Pone el brazo sobre su hombro y señala a la multitud. - Vuestra merced sabe que no solo llevamos nuestros corazones para alzarlos, son los corazones de todas estas buenas gentes de las Españas.

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21/07/2008, 11:27
Antonio González Chacón

Se levantó resacoso el antiguo labriego y ya a los efectos soldado español con dolor incipiente en los riñones y con un picor de preocupar en su espalda. Si los chinches tuviesen dinero, esta mañana hubiesen corrido a plantarle dos velas a su benefactor por encargar semejante manjar para tan poco jergón. Tras una somera higiene y recordar vagamente tanto las chanzas y debates con sus compañeros de aventura parapetados todos en cuantas jarras pudieron permitirse como los pechos desorbitados de aquella jamelga que tuvo a bien dejarse cabalalgar por bastante más de lo que valía lo que luego ofreció, Antonio se pertrecha de las pocas posesiones que suman las que traía consigo y las que adquirió en aquella armería de mala muerte donde todo el mundo se daba de codazos para empobrecerse más pagando precios cuantiosos por armas, atuendos y demás.

Siguiendo la marea humana de hombres encorsetados en todo lo que pueden mostrar de cuanto ayer compraron, pica al hombro llega al meollo de la algarabía y se maravilla del jaleo.

"Santa madre, parecemos héroes y aún no sabemos ni manejar una pica. Ándate con ojo, Antonio."

Se encasqueta un poco más el flácido sombrero de ala (que conoció tiempos mejores donde entendía el significado del término rigidez) y se encamina hasta la explanada donde bullen los soldados. Allí oye varias conversaciones, hasta encontrarse con su amigo Don Pablo, quien le pasa una mano por el hombro a modo de bienvenida.

Le da los buenos días y se mezcla con el resto de los hombre con los que ayer compartió vino y chanzas.

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21/07/2008, 13:47
Director

Apenas una hora después ( lo que os parece una eternidad ) , después de haber llegado el último hombre ( en total 88 voluntarios ) y tener todos los víveres y pertrechos necesarios para el viaje, el alférez hace un gesto con la cabeza al capitán el cual espolea su caballo paara situarse justo enfrente de la línea que os han obligado a formar ( vuestra primera maniobra como soldados ) , y dar la orden de marcha.
Formáis en fila de a dos con el capitán a la cabeza , y por detrás el alférez también montado y dos carretas de suministros tiradas por mulas.
El capitán de vez en cuando recorre la línea a caballo observando a los nuevos soldados. - Ni una compañía entera piensa para sí el capitán.
La marcha se hace lenta y pesada, algunos no están acostumbrados a marchas tan largas , sólo unos pocos hombres del campo aguantan las largas marchas sin quejarse. Evidentemente, eso cambiará de aquí a poco tiempo. Lo que ahora son unos blandos bisoños en unos meses serán duros soldados de los Tercios.
Camináis prácticamente todo el día , haciendo breves paradas para descansar , rellenar odres y dar de beber a los caballos.
Casi dos semanas después por fin llégais a las afueras de Sevilla.
Parece que los demás capitanes no han tenido mejor suerte, y pocos son los que han logrado reunir una compañía entera. Por suerte para ellos, según rumores que circulan entre filas, el Tercio de Milán está escaso de oficiales, debido a las últimas acciones . Los enemigos de España que son muchos, se han dedicado a disparar a oficilaes conscientemente, y han tenido que ascender a muchos entre los soldados rasos para suplir esas bajas entre la oficialidad. Pero volviendo a Sevilla, la ciudad rebosa actividad, llegais entrada la mañana. Las demás compañías han acampado a las puertas de la ciudad unas cerca de las otras, a vosotros os ubican en un lugar fresco y húmedo no lejos del río y rodeado de árboles.
Según ois partiréis al día siguiente , una vez haya llegado la última compañía hacia el puerto de cádiz donde embarcaréis rumbo a Italia, hasta llegar a Milán donde se encuentra acantonada vuestra nueva familia: el Tercio de Milán.

Notas de juego

* Roleo libre

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22/07/2008, 01:23
Don Pablo Quijano

El joven Pablo llega por fin al campamento en busca de la tienda asignada.
El viaje ha sido duro para un hombre acostumbrado a los placeres de la buena vida universitaria. De entre todas sus fantasías nunca llego a pensar que la vida del soldado pudiera ser tan... Cansada.
Su mosquete, paso de ser su orgullo a una carga casi inaguantable, el paseo por tierras extremeñas y andaluzas se convirtió en una marcha inaguantable sin fin.
Pero no todo han sido malas experiencias. El camino le ha ayudado a endurecerse y buscar lo mejor de si mismo, a superar esa apatía que al vida universitaria siempre le produjo. El camino además ha servido para bruñir la incipiente amistad entre el joven bachiller y el buen Antonio que le ha prestado un brazo para apoyarse en innumerables ocasiones en las que el cansancio parecía inaguantable.
Ahora, en el campamento, Don Pablo reflexiona mientras nota circular la sangre en sus doloridos pies colocados sobre su abultado petate. Mira hacia el cielo español lleno de estrellas fijándose en ese pequeño punto rojo los antiguos llamaban dios de la guerra. Mañana partirá con solo dos opciones: la gloria o la muerte. Tiene miedo, cualquiera lo tendría, pero un hombre que vive sin miedo no es más que un loco.
Después de reflexionar un rato mira sus compañeros en busca de distracción.
Hace una seña a Antonio y señala la tienda de los capitanes, no es que tenga muchos lujos, pero es algo mayor que la de la soldadesca.
-Algún día, amigo mio, yo estaré allí y tú seras mi mano derecha.

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22/07/2008, 01:29
Diego Láinez Montoro

¡¡Pardiez!! - exclamó Diego cuando notó el brazo del soldado bisoño, el que decía ser bachiller, sobre su hombro, para pensar sobre la marcha, y con no poco asombro: pues no se piensa este imberbe que todo el monte es orégano...¡¡Capitán dice!!... ¡¡y no ha tenido encima los arrestos de tratarme cómo si fuera un imberbe rapazuelo!! ¡¡A fé mía...!!

Con estos turbulentos pensamientos realizó todo el camino hasta el final de si primera etapa, lamiendo las heridas de su, a juicio suyo, maltrecha honra...

Notas de juego

Perdón por la acción fuera de tiempo, pero acabo de llegar, espero me disculpéis.

Nota de última hora: edito el post para no crear problemas en la línea temporal.

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23/07/2008, 01:16
Rosendo Villalobos Martínez

El esfuerzo mata la reflexión, o al menos la posterga. Por eso, entre otras cosas, al hosco cabrero, ahora metido a soldado, las largas semanas de marcha por valles y montañas le supusieron un alivio. No sabía que las Españas fueran tan grandes, ni tan diversas. Solo había vivido y recorrido parte de su Extremadura natal, y apenas había pisado una ciudad más grande que Cáceres. Su vida, a decir verdad, había transcurrido guiando ganado de feria en feria, y el mejor viaje de su vida fue, sin duda, cuando guió a 100 vacas hasta la feria de Medina del Campo... o eso creía.

El largo viaje a través de Castilla la Vieja y la Nueva les hizo pasar por parajes de singular belleza, o extrañas ciudades cuyos nombres había oído alguna vez en boca de otros viajeros. Miraba todo con atención, siempre que podía, como un chiquillo que aprendía cada día más sobre la vida y sobre su nuevo oficio. Aprendió rápido a llevar la pica y seguir al paso, a obedecer a los oficiales y caminar al ritmo de sus compañeros. Estaba acostumbrado a largos días de caminar y vivaqueo, pues aquella era la vida que conocía. A otros, sin embargo, el viaje les resultó un verdadero suplicio.

La magia de la vida se manifestó de nuevo, y esta vez tenía nombre de ciudad: Sevilla. Aquella enorme urbe le pareció un monstruo, una enorme mole de piedra, cal y canto surcada de iglesias y conventos, de plazas, casas y grandes edificios, con aquella misteriosa torre junto a la catedral, con tan extrañas figuras labradas en sus piedras, que se asemejaban al entramado de los telares. Los prodigios no terminaron ahí, sino que luego acamparon cerca de aquel caudaloso río, uno de los más grandes que había visto en su vida (parecía el Tajo).

Se sentó a la vera del río, refrescándose la cara y el pescuezo con el agua del Guadalquivir. Le dió un tiento a la bota del vino, aquel pellejo que había conseguido con el dinero que le había sobrado de su primera paga, y que rellenaba con cualquier vino que se pusiera a su alcance. Procuraba dosificar aquel placer, consciente de que el burro, el soldado y el bandolero bebían más agua que zumo de uva. Vió que algunas miradas se posaron en él al ver brotar el codiciado líquido rojizo de la bota, y al terminar de beber, les dedicó una mirada fija. Solo Dios sabía las maldades que anidan en el corazón de los hombres, y no le gustaría terminar acuchillado por envidias. Su mano rozó el pomo de la daga, en una advertencia clara: las cosas de Rosendo son de Rosendo... o Rosendo te corta los huevos.

Observó un momento a aquel joven mosquetero, que siempre hablaba pulcro y con aires de inteligencia. Se acompañaba siempre de un grupo de soldados con los que dormía, departía y marchaba en camadería. Aquello le hizo reflexionar, pues los soldados parecían acostumbrados a juntarse en grupos, y él había sido apodado durante aquellas semanas como "el taciturno", debido a que solo había dicho 3 o 4 frases en todo aquel tiempo.

Pensó un rato largo, sin prisas, escuchando su conversación sin mirar. Luego, se levantó con mucha parsimonia y se acercó al aire distraído al grupo. Ofreció la bota al mosquetero, y notó las miradas de sus compañeros sobre él, y su recelo. Realmente, Rosendo era una persona que más bien inspiraba cierto temor. Decían las malas lenguas que el soldado peligroso no es el fullero, sino el callado, porque este es el que te degüella sin que te lo esperes. No les faltaba razón.

-Beba vuesa merced a mi salud, señor bachiller, os veo tornada la color. Dicen los físicos que el vino arregla los humores y da vigor, y eso lo sabe bien cualquier segador.

Dejando la bota en su mano, miró luego en dirección al capitán.

-Los señores son todos iguales, señor bachiller. Solo les importa una cosa: su honra y caudal.

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23/07/2008, 02:24
Don Pablo Quijano

El buen Don Pablo mira sorprendido a su taciturno camarada. Su fama de misántropo se ha extendido entre la nueva soldadesca, donde los comadreos son casi tan apreciados como las invitaciones a beber.
- Sabias palabras señor mio- dice mientras le observa de arriba a abajo desde el suelo. - Quizás algún día veáis también que al hombre generoso no solo el caudal y la fama propios le son gratos, sino que lo son tanto o más los de sus amigos. No os digo esto por nada, pues si es buen hombre el que comparte su vino a cambio de compañía, el que lo hace en interés de la salud ajena es además de bueno, genero.
Tras esas palabras se pone en pie y toma la bota de su compañero dando un buen trago de vino y hace el ademán de un brindis a la salud de Rosendo.
- Creo que aun no nos hemos presentado formalmente. Don Pablo Quijano para serviros.

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23/07/2008, 02:54
Rosendo Villalobos Martínez

Se quitó la vieja montera un momento, como si saludara a persona principal, y sonrió un poco. Era la primera vez que hablaba con uno de aquellos soldados sin que la conversación fuera una pregunta sobre un aspecto llamémosle "técnico" de los pormenores del viaje.

-Rosendo Villalobos Martínez, de Torrequemada. Soldado de profesión y cabrero de corazón. Servidor de usía.

Tomó de nuevo su bota, y le dió un tiento, mirando luego al hombre de su lado, el tal Antonio. Parecía un tipo rudo, parecido a él. Le ofreció.

-¿Gusta vuesa merced?

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23/07/2008, 21:34
Diego Láinez Montoro

...Algún día, amigo mio, yo estaré allí y tú seras mi mano derecha... - oyó decir Diego, que se encontraba no demasiado lejos del atrevido bachiller.

- Voto al demonio, que ya vuelve este petimetre a jactarse de su valía... ¡Pues no acabará diciendo que desciende por vía paterna del mismo Don Rodrigo...! - pensó.

Viendo la oportunidad de reparar la honra, Diego se acercó a donde Don Pablo se encontraba, y en tono desafiante y voz bien alta, pues no es de bien nacidos el decir las cosas por bajo o de tapadillo, dijo:

- Y bien, si acaso vuacé pretende ser de tanta valía y coraje, que hace aquí con pobres soldados como nosotros... ¿O es que acaso toda esa palabrería vana que oigo no es más que la ínfula fantasmal y vana de un pretencioso? ¡Voto a Cristo que os figuraba más valía!

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24/07/2008, 12:09
Antonio González Chacón

Observa la tienda señalada por Don Pablo y esboza una sonrisa al pensar en su compañero dando órdenes:

- A fe mía, Don Pablo, que lo único que le falta ya son los galones, pues en lo de exhortar a los hombres va usted ya sobrado.

Sudado por la marcha, observa con curiosidad a su compañero. La caminata ha estrechado lazos entre los dos hombres y a día de hoy no duda que cuando llegue el momento, Pablo será uno de los que estén hombro a hombro cuando vengan mal dadas.

Se pone de pie tras la presentación de Rosendo, aceptando de buen grado el ofrecimiento con una leve inclinación de cabeza y pegando un buen trago, se limpia con el antebrazo las gotas sobrantes y le tiende la mano al callado soldado.

- Gracias por el trago, compañero. Antonio González Chacón, de Valladolid, para servirle.

Mientras espera la respuesta, se sorprende por la reacción de Don Diego y alzando las manos en tono conciliador, le dirige unas palabras al recién llegado:

- No se sulfure, compañero, pues los comentarios de Don pablo debe tomarlos por donde gustan y no por donde queman. No es de mal pensados el soñar con ascensos y honras, y en nuestro fuero seguro que todos anhelamos mejorar nuestro puesto. Don Pablo, solamente, ha sido el primero en mostrarlo a viva voz.

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24/07/2008, 23:35
Don Pablo Quijano

Se pone en pie tranquilo mientras mira fijamente a Diego sin dejar de sonreír.
-No os preocupeís por defenderme, buen amigo - dice a Antonio poniéndose en pie desafiante.
Se acerca despacio hacia su espada sin dejar de mirar a Diego fijamente.
-¿Quizás el vuestra merced tenga a bien enseñar a este bisoño un par de trucos con el estoque?- Desenvaina su espada desafiaste y se encara.-¿Primera sangre os parece bien? Pues aunque no haya estima entre vos y yo el amor a Patria y Príncipe no debería permitirnos dejarle sin soldado alguno.

Notas de juego

¿He dicho ya a alguien que me encanta Dumas?

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25/07/2008, 00:58
Diego Láinez Montoro

Primero, mirando a Antonio y con un tono de voz sosegado, le dijo:

- No es cuestión de gusto, como comprenderá usted, sino más bien de honra, que vos sabéis es cuestión mayor.

Luego, prestando atención al bachiller, y mirando brevemente a la toledana ya levantada, dirigió sus palabras a don Pablo:

- Tan consciente sois como yo de que los duelos están prohibidos, y además se da la circunstancia de que no tengo acero... pero séa... me procuraré uno y nos mediremos, a primera sangre, en pos de causar perjuicio a los intereses de nuestra Majestad. Un lugar apartado y una hora tardía, un sacerdote, pues nunca se sabe, y algún amigo. Y que después hablen las filosas.
Buenas noches tengan vuesas mercedes.

Y diciendo esto, Diego realizó un serio saludo con la cabeza dirigido a los presentes, para después darse la vuelta tranquilamente y dirigirse a la zona donde tenía sus pertenencias.

- Pues comenzamos bien - pensó - que no hemos olido siquiera las hogueras del enemigo y ya nos estamos metiendo en cuestiones de honra... no Diego... así no llegarás lejos antes de que te atraviesen las asaduras... pero... la honra es la honra, maldita sea mi estampa...