Partida Rol por web

Historia de una Ascensión.

Primera Viñeta: Un Hombre Carismático.

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09/04/2019, 12:55
Narrador

Cladinus Dunris era el ilustre rey de Kelck. Un gran país situado en el centro de las Llanuras Centrales de Harvaka. Cladinus era sin duda alguna, uno de los más aptos representantes de los reinos humanos situados en aquella amplia zona del mundo. Pese a que para aquel entonces todavía era un chico muy joven, pues tan sólo tenía veinte años, había ascendido al trono seis años atrás tras la muerte de su padre a manos de los blechainos en la batalla de las colinas Corben, y desde luego había logrado que su nombre fuera reconocido en toda la región gracias a sus amplias dotes políticas y diplomáticas.

Baratar se situaba también en las Llanuras Centrales de Harvaka, al noroeste de la capital del reino de Kelck, siendo ésta la ciudad de Kelack donde vivía el mismísimo rey de aquella próspera nación. El río Sierpe separaba la ciudad en dos, siendo un enorme motor de la economía de la ciudad, no sólo debido a la pesca que se producía en éste, sino también y principalmente al comercio naval que llegaba desde el norte procedente de las ciudades de Atarite, Keninga y Litken o remontando el río desde las ciudades Kubalbo y Trasvik. 

Pero la historia que nos atañe en este momento, no es sobre el noble Cladinus Dunris, ni sobre las ciudades de Kelack o Baratar, sino sobre el noble que ostentaba el poder del condado de Baratar, el conocido como Theod Greyfus. Theod era miembro, como su apellido indicaba, miembro de una casa noble, la casa Greyfus. Esta noble familia, había ostentado el poder sobre Baratar desde hacía no menos de ciento cincuenta años.

De hecho, durante la guerra en la que se enfrentaron Kelck, Saikon y Ingalot en alianza contra Rintor por tal de lograr la independencia de éste, la familia Greyfus y la familia Dunris estuvieron siempre a la vanguardia de la guerra, luchando por lograr derrocar a los rintorianos. Tal fue la gloria obtenida en las diferentes campañas, que al finalizar la guerra habiendo muerto el último descendiente de la familia real astariana, se votó por todos los generales quien debía ser el nuevo monarca y salió elegido por tan solo tres votos de diferencia, Mumbrinus I Dunris.

Los Greyfus aceptaron la decisión y desde entonces se fraguó una férrea alianza entre ambas casas. Era Theod Greyfus, quien doscientos años después de aquella guerra, el tataranieto de Horlack Greyfus, estaba al frente de su casa. Era un hombre muy carismático y muy válido que se encargaba con tesón de prácticamente todos los pormenores y por supuesto, también de los por mayores del condado. Había elegido a una esposa florero, Maribeth Garlun. Aunque había sido un matrimonio de conveniencia, eran felices juntos y fruto de aquella felicidad nació su primera hija y heredera de la casa Greyfus. 

La pequeña Zanthea, que por aquel entonces tenía tan solo diez años, se llevaba especialmente bien con su padre, quien a su corta edad era todo su universo. Theod era sin duda alguna su gran referente, de quien adquirió gran parte del carisma que más adelante ostentaría. Su madre en cambio, aunque la quería, no era más que una jovencita caprichosa que pocas cosas sabía de la vida y menos todavía podía enseñarle a su hija. Sin embargo, le otorgó el don de la belleza y le enseñó a Zanthea en lo que no quería convertirse de mayor, en su propia madre.

 

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11/04/2019, 09:08
Zanthea

Apenas había podido dormir la noche anterior, y se había despertado a los gallos cantar. 

Era un día muy especial: el día de su cumpleaños. Su padre le había prometido llevarla al circo, a ver a los malabaristas, los faquires que tragaban fuego, a los magos son sus trucos de ilusionismo, y a todos esos animales fantásticos. Quizá hubieran traído un unicornio. Luego volverían a casa, y habría dulces de todo tipo. Seguro que mamá había comprado un pastel de Elene. Hacía los mejores pasteles de toda la ciudad, y le había oído decir a un sirviente que cobraba un buen dinero por ellos. Su favorito era el bizcocho con la corteza recubierta de miel y nueces confitadas. 

Y después de comer vendrían los regalos, de todas las formas y tamaños. Su padre nunca había sido muy piadoso, cumplía con las tradiciones y los diezmos y poco más, y ella lo imitaba, como siempre. Pero aquella noche le había rezado (a su manera) a Nuktu, señor de los deseos. Le había pedido que le trajeran aquel vestido de terciopelo color crema tan hermoso que había visto en la tienda de la modista de la calle de la Aguja, y uno de esos pajaritos mecánicos del Maestro Turen. Le había dicho al dios que le escuchara, por favor, aunque no le rezara muy a menudo.

Saltó de la cama en cuanto el gallo dio la bienvenida al sol. Salió de su habitación como una exhalación y cruzándose con un sirviente sorprendido, se coló en la habitación de sus padres.

—¡Es mi cumpleaños, es mi cumpleaños! —gritó, dando saltos agarrada al pomo de la puerta.

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11/04/2019, 11:44
Theod Greyfus

La puerta se abrió de golpe sorprendiendo a Zanthea. No esperaba que nadie estuviera detrás de la misma y tampoco sospechó quien era la persona que estaba detrás hasta que finalmente la vio con sus propios ojos. Se trataba de su padre, quien lucía una enorme sonrisa. Era su rictus habitual en presencia de su queridísima hija.

Entre ellos había algo especial. Existían muchos padres y muchas hijas con una gran relación entre ellos, pero lo de Zanthea y Theod era algo especial. Zanthea era todo el universo para su padre y su Theod lo era para su hija. Muy cerca de ellos estaba Maribeth, la madre de una y la esposa de otro, pero pese a que la querían, no entraba en aquel círculo tan cerrado que formaban el conde y su heredera.

¡Hoy es tu cumpleaños, hija mía! - Dijo aquel hombre abriendo los brazos y agarrando en volandas a la niña. La elevó hasta el techo mientras reía eufórico. - ¡Diez años como diez soles! - Dio una vuelta sobre sí mismo haciendo que su niña casi chocara contra el marco de la puerta. - ¡Jajajaja! - Rió de nuevo al dejarla sobre el suelo. - ¿Sabes que tengo preparado para ti? - Le preguntó.

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11/04/2019, 12:00
Zanthea

Zanthea lanzó al aire una risa alborozada cuando la levantó en volandas. Cuando la depositó en el suelo dio pequeños saltos, alternando el peso en sus piernas como si estuviera jugando a la rayuela. Enlazó sus manos como en una plegaria y regaló a su padre una sonrisa radiante.

—¡Sí! ¡Vamos a ir al circo, al circo! —dijo con su voz más aguda de lo habitual, presa de la excitación.

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12/04/2019, 14:55
Narrador

Lo cierto es que Zanthea fue al circo con su padre. No fueron los dos solos, Maribeth también acudió a la representación circense, así como un ejército entero de guardaespaldas, pues la seguridad del conde estaba en entredicho desde hacia unas semanas. El Corregidor de Kelcko había fallecido tan solo dos semanas atrás y eran varios los nobles que deseaban ocupar su puesto, motivo por el cual la seguridad de los cabezas de familia de cada una de las casas nobles más importantes del reino estaba en entredicho.

Berdt Swith fue el Corregidor del rey durante casi veinte años. No por ello se trataba de un anciano en el momento de su muerte. Berdt tan solo tenía cuarenta y siete años cuando falleció en extrañas circunstancias. Apareció muerto en su cama, sin aparentes signos de violencia, pero sus ojos estaban ensangrentados y se dijo que presentaba unas extrañas estrías negras alrededor el cuello y en la cara. Nadie supo el motivo de tales evidencias y tampoco se pudo descubrir mucho más, pues su viuda, insistió en incinerarle como era tradición en Kelcko antes de la tercera salida de Seyran y así se hizo.

Fue entonces cuando cinco de los más importantes nobles del reino, empezaron una pugna por ocupar aquel honroso cargo. Los mejor situados sin embargo eran dos, siendo uno de ellos Theod Greyfus conde de Baratar y Kev Monfred un noble también de Baratar. Por otro lado también optaban al puesto Docric Tangead conde de Hestar, Tyson Canegar noble influyente de Apake y la condesa Ceone Dagar de Nitlek.

El puesto de Corregidor era una figura que se había implantado en la gran mayoría de reinos humanos del noroeste de Harvaka. Principalmente en los pueblos descendientes de los primeros vovits que se asentaron en la región milenios atrás. Sus funciones eran muchas y muy variadas según el reino en el que uno se encontrase. Concretamente el Corregidor del rey de Kelcko cumplía las funciones, además de asesoramiento, de recolectar y custodiar los impuestos destinados al tesoro o asegurarse de que la figura del Rey era respetada así como sus intereses en todo momento. 

Por tal razón el Corregidor podía decretar que se estaba llevando a cabo un delito de traición al Reino y  tenía el deber de arrestar al los culpables y conducirlos ante el Magistrado o el mismo Rey, contando con una pequeña dotación de guardias de élite para llevar a cabo tal cometido. Jerárquicamente estaba por encima tanto del capitán de la guardia de cada ciudad y su palabra contaba el doble que la de cualquier otro noble. No podía ser juzgado por los magistrados locales y dependía directamente del Rey.  Lo que le daba además de muchas responsabilidades, también muchos privilegios.

Y lo cierto fue que el circo fue todo un éxito. Se trataba de un grupo itinerante que procedía de la lejana Anza. Los mejores acróbatas y contorsionistas venidos desde aquellas tierras extrañas, sumados a los animales mágicos que mostraron y a los faquires y comedores de fuego que procedían de la antilopía, hicieron las delicias de todos los presentes y no hubo un solo asistente que no saliera satisfecho tras la demostración que tuvo lugar en aquella tierra soleada de Harvaka.

Al final del espectáculo, Theod acompañó a su familia hasta la arena el circo y todos los artistas saludaron a Zanthea y a los condes deleitándoles con otra representación privada algo más corta y finalmente  les mostraron las bestias mágicas que viajaban con ellos, mucho más de cerca. Un grifo, un pegaso, varias cocatrices a las que habían tapado los ojos, y animales más comunes pero no por ello menos impresionantes, como tigres, un dracodrilo y un mamufante. 

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12/04/2019, 15:39
Maribeth Garlun

¿Te ha gustado? - Le preguntó Maribeth a su hijita una vez de regreso en palacio. - Yo creo que ha sido impresionante. Nunca antes había visto algo así. Anza debe ser un lugar maravilloso... 

Lo cierto era que Maribeth Garlun no sabía hasta ese mismo día que Anza fuera una región de Arthanis. Mucho menos sabía que se divididía en dos reinos, Alta Anza y Baja Anza y que antaño fue un gran imperio que dominó todo el continente vecino, o al menos gran parte de él durante la primera y segunda edad de la historia y que ahora estaba en declive, tras varias invasiones jasonas y vovits y un sinfín de guerras civiles. Por supuesto que Maribeth ni siquiera sabía que en Arthanis convivían anzanos, con vovits y con jasones y que al sur, existía la región de Antiloquía, donde los humanos vivían en pequeñas tribus sin un gobierno común y que la piel de esos hombres era oscura y abarcaba diferentes tonos de marrón. No, Maribeth no sabía mucho sobre nada. Al menos no sobre temas geográficos o políticos, pero sí era buena en sus campos de acción y de eso Theod Greyfus podía dar fe.

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13/04/2019, 00:07
Zanthea

Maribeth no sabía distinguir entre la Alta Anza y la Baja Anza. Zanthea sí: su padre se había preocupado de ello. Mas, empero, su padre la había enseñado bien: no se trataba de lo que uno sabía. Lo que más importaban eran las personas, y a las personas no les gustaba que les recordaban lo ignorantes que eran.

Zanthea sonrió.

—¡Oh sí, mamá! ¡Me ha encantado!

No le costaba evitar el hecho que podía aleccionar a su madre. Al fin y al cabo, se lo había pasado realmente bien.

—Había un hombre que no paraba de sonreír. Me parecía un gato. O un dragón, no sabría decir. Los dragones son diferentes en Anza, dicen. Más alargados, si eso tiene sentido.

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14/04/2019, 06:18
Theod Greyfus

¿Un hombre que parecía un gato y un dragón y no dejaba de sonreír? - Preguntó el padre de la niña desde el umbral de la puerta.

Se encontraba de pie, con los brazos en jarra y sonriendo tanto o más que aquel anzano al que se refería su hija. Theod se mostraba imponente, pues a sus cuarenta y dos años, seguía teniendo una apariencia jovial y mantenía una forma física envidiable. Tras aquella pregunta se adentró en la estancia donde las dos mujeres de su vida, compartían aquella conversación.

Dicen que el dios de la magia, fue un anzano llamado Tarkhan. - Le contó el conde Greyfus  su hija. - Dicen que siempre sonreía y la llamaban el Dragón Sonriente... ¿O era el Gato Sonriente? - Soltó una risotada. - ¿Imaginas que fuera él en persona? ¡El Dios de la Magia! - Y continuó con sus risas. - ¿Vamos a tu fiesta? - Le preguntó a la niña. - Los invitados ya están empezando a llegar. - Miró entonces a su mujer. - ¿Te ha dado ya mamá tu regalo? - Le preguntó a la niña.

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14/04/2019, 06:24
Maribeth Garlun

No, todavía no... - Respondió Maribeth. - Pero creo que ha llegado el momento. 

Maribeth se puso en pie y se acercó al armario de la chiquilla. Abrió sus puertas y agarró una percha sacando lo que parecía un vestido cubierto por una funda. Se acercó a la cama con una amplia sonrisa y se sentó junto a Zanthea depositando aquel vestido sobre la cama donde la niña se encontraba sentada.

- Mira hija. - Le dijo al descubrir el vestido sacándolo de su funda. 

Se trataba de un precioso de baile de color amarillo. Zanthea ya tenía muchos vestidos. Su madre se encargaba de que no le faltaran prendas para lucir su belleza. No obstante, no se podía decir que no le gustase aquel vestido, confeccionado con seda y otra telas preciosas y que sin duda sería una prenda muy adecuada para lucir durante la fiesta de su décimo cumpleaños.

Notas de juego

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15/04/2019, 10:45
Zanthea

-Yo creo que era el Dios de la Magia -aseveró Zanthea, asintiendo enérgicamente-. Sus trucos de ilusionismo eran muy buenos. Los mejores que he visto nunca. Parecían muy reales... magia de la de verdad.

Zanthea dio palmas ante la perspectiva de abrir sus regalos. Lo primero que pensó es que ese no era el vestido que ella quería. Lo segundo, que era precioso. ¡De seda, con las mangas acampanadas!

-¡Mamá, es precioso! ¿Me lo puedo poner ya?

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17/04/2019, 08:35
Narrador

Y por supuesto la respuesta fue afirmativa. Le habían regalado ese precioso vestido que costaba el suelo de por lo menos diez meses de un jornalero, para que lo luciera durante la fiesta de su décimo cumpleaños. Iba a estar preciosa, como tenía que ser. Ya no le quedaba demasiado para entrar en una edad casadera y aquella celebración a la que asistían muchos nobles de algunas de las casas más importantes de todo Kelcko, podía ser un ocasión perfecta para que alguno se fijara en ella.

Theod y Maribeth habían discutido sobre eso en más de una ocasión. Ciertamente era una costumbre más que aceptada entre la nobleza humana, ese tipo de enlaces o más bien acuerdos políticos, que aseguraban la paz entre diferentes casas. Además, también proporcionaba una nueva posición más favorable de las mismas dentro del panorama del reino, pero no todo el mundo lo aceptaba de igual manera. En especial las interesadas, que en más de una ocasión de veían de la noche a la mañana teniendo que convivir con un hombre mucho mayor que ellas, del que no estaban enamoradas y al que no habían visto antes del enlace más que en una o dos ocasiones.

Theod estaba en contra de que la fiesta de cumpleaños de la pequeña Zanthea fuera un escaparate para aquellos viejos babeantes sedientos de carne fresca. No es que a Maribeth le pareciera bien, pero era lo correcto si quería asegurarle una posición privilegiada a su hija en años venideros. Ella misma, doce años menor que su marido, pasó por aquel mismo trance con tan solo trece años, por veintitrés con los que contaba Theod por aquel entonces.. Zanthea era algo más pequeña que ella en aquel momento, pero no quería decir que de esa fiesta saliera con un compromiso en firme.

Lo cierto fue que acudió mucha gente. El salón del baile era muy amplio y había espacio suficiente entre las muchas columnas que aguantaban el techo abovedado de aquel gran salón. Sería sobre aquel suelo ajedrezado de baldosas negras y rojas, sobre el cual se celebraría el evento y tendría lugar el baile. En los laterales, largas mesas repletas de manjares de todo tipo. Cerdo al horno, jabalí al horno, cervatillo al horno, incluso manzanas al horno, además de todo tipo de acompañamientos. Los comensales quedarían más que satisfechos con la cena.

El vino, la cerveza y el licor de cereza no podían faltar y había en abundancia. Para cuando Zanthea apareció en lo alto de la escalera que daba acceso a la planta del salón desde sus aposentos, muchos de los presentes ya habían intercambiado el olor de las fragancias traídas desde oriente para embelesar con su aroma, por el típico olor alcohólico de quien no sabe decirle basta a tiempo a las bebidas espirituosas.

Todos aplaudieron al ver a aquella jovencita vestida con tan precioso vestido el día de su décimo cumpleaños. Las palabras de asombro no faltaron y los aplausos se sucedieron más del tiempo aconsejado, llegando incluso a ser incómodos para la homenajeada, que no pudo evitar sonrojarse entre reverencia y reverencia. Y finalmente descendió las escaleras ayudada por un sirviente que le agarraba la parte trasera del vestido para que no resbalara y seguida por sus padres que descendían cogidos del brazo.

Fue entonces cuando comenzaron los saludos. Por suerte sus padres no se separaron de ella en aquel trance que supuso el tener que ser amable y mantener la sonrisa ante un sinfín de desagradables rostros de desconocidos, que reían y saludaban efusivamente a la muchacha como si fueran conocidos de toda la vida. 

Notas de juego

Sigue tu un poco no?

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25/04/2019, 19:21
Narrador

Fuera había empezado a llover. Lo que empezó como una mera llovizna ocasional, se reveló una hora más tarde como una gran tormenta eléctrica. Por suerte, para ese entonces todos los invitados a la celebración ya se encontraban en el interior del salón donde estaba teniendo lugar la cena. Una cena abundante y con las mejores recetas de la región que a la mayoría de los invitados dejó boquiabiertos y a los que no, era simplemente por ser más cercanos a Theod y saber cómo se las gastaba en sus fiestas.

Theod no era un hombre avaro. No es que le gustase tirar el dinero, pero cuando se proponía organizar algo, invertía todo el tiempo y todo el dinero necesario para que, la celebración, banquete, convite o baile quedara en la retina de los asistentes por mucho tiempo. Que menos que para la celebración del décimo cumpleaños de su hija Zanthea, su ojito derecho, no reparara en gastos. 

Y así fue que para cuando acabaron de cenar, todos los comensales estaban más que satisfechos. Algunos habían tenido que desabrochar algún que otro botón del pantalón, para evitar que explotara y otros se habían tenido que reprimir mucho para no tener que hacerlo. Fue tras los postres y la tarta, cuando se dio paso al baile. Zanthea lo abrió bailando con su propio padre y para cuando terminó la melodía, todos los presentes aplaudieron. Justo después el resto de asistentes comenzó a danzar y Zanthea se sentía muy feliz.

Estaba todo saliendo a pedir de boca. Llevaban ya tres horas desde que finalizase la cena, cuando uno de los mayordomos de su padre, acudió sutilmente al lado de éste. Theod le pidió de forma cortés que no le molestara, pero éste insistió y finalmente Theod accedió a escuchar lo que el mayordomo tenía que decirle. El gesto de Theod cambió de forma súbita. Parecía preocupado y alzó la mirada buscando a alguien alrededor de la sala. ¿Buscaba a Zanthea? Lo cierto es que no la encontró, pero finalmente salió apresuradamente de la sala ante la atenta mirada de su hija, que le observaba desde el otro lado de la pista de baile.

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03/05/2019, 09:13
Zanthea

—¿Papá? —preguntó Zanthea, alargando el cuello para tratar de encontrarse con la mirada de su padre entre la multitud—. ¡Papá!

Alarmada por la expresión de preocupación que había leído en el rostro de Theod, Zanthea se arremangó las faldas y echó a correr en la misma dirección en la que había desaparecido su padre.

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07/05/2019, 15:38
Narrador

Zathea corrió tras los pasos de su padre. Salieron de la sala de baile y se encaminaron hasta el recibidor. Se trataba de una zona amplia de la mansión de la familia Greyfus en la cual había dos grandes butacones dispuestos a ambos lados de la puerta principal flanqueados por varias macetas con plantas de tallo largo. El portón estaba abierto y se podía ver como el agua caía con fuerza en el exterior. Varios relámpagos iluminaron el cielo en un par de ocasiones.

Allí junto a la puerta de entrada, se encontraba una figura de pie y apoyada contra la pared. Se trataba de un hombre alto que lucía una larga capa hasta los pies totalmente empapada y su cabeza estaba cubierta por una capucha igualmente calada de agua. Bajo esta se observaba el rostro de un hombre joven. Su piel era clara y portaba una barba bien recortada. Miraba fijamente a Theod con sus ojos oscuros. 

Theod se detuvo en seco cuando vio a aquel hombre. Parecía haberle reconocido y por la expresión de su padre, que estuviera allí no era una buena noticia. Theod tragó saliva y miró hacia una de las paredes. De esta pendía un escudo con el blasón y el escudo familiar y tras éste dos espadas cruzadas. ¿Era la intención de Theod correr a agarrar la empuñadura de una de éstas? ¿Tan grave era la situación? Tan solo detuvo la carrera de Theod hacia el arma, el percatarse de que su hija estaba allí presente.

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07/05/2019, 15:46
Theod Greyfus

No delante de mi hija... - Dijo entonces Theod sin mirar a Zanthea. Su mirada estaba fija en aquel hombre al que Zanthea no había visto en su vida y del cual tampoco conocía su identidad. - Es lo único que te pido... - Habló casi en tono de súplica. - Es su cumpleaños y...

La voz de Theod se cortó de inmediato cuando aquel hombre se quitó la capa que le cubría y descubrió una ballesta que apuntaba directamente hacia el patriarca de la casa Greyfus. 

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07/05/2019, 15:49
Docric Tangead

¿Tuviste tú compasión? - Le preguntó entonces aquel hombre. - Siento que tenga que ser así. Ella... - Miró a Zanthea con cierta pena en los ojos. - ...ella no tiene la culpa de tus actos. Puede que lo que hoy presencia sea una lección para su futuro. Puede que le enseñe lo que debe hacer y lo que es mejor que no haga nunca...

Theod tomó aire y corrió hacia la pared con la clara intención de agarrar espada y escudo. Era evidente que aquel hombre sabía de lo que era capaz aquel recién llegado y desde luego también sabía que no iba a dudar lo más mínimo a la hora de apretar el disparador. La carrera de Theod fue interrumpida con el sonido del artefacto al ser disparado. Un virote surcó el espacio entre la ballesta y Theod clavándose en su espalda y Theos cayó al suelo.

- Podría haber sido diferente... - Dijo entonces aquel hombre. - Podríamos haber sido amigos... - Habló mientras se acercaba a Theod. Fue entonces cuando el mayordomo se interpuso entre el asesino y su patrón. - Aparta... - Le dijo entonces.

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13/05/2019, 09:05
Zanthea

Zanthea estaba en estado de shock. Una garra de frío le atenazaba el estómago y la garganta. Sólo podía mirar el cuerpo de su padre tendido en el suelo en un charco de sangre, con los ojos y la boca muy abiertos. Las palabras que se pronunciaron quedaron grabadas en su memoria, pero en aquel momento carecían de sentido para ella. Todo su mundo era el horror de haber contemplado como mataban a su padre delante de ella. 

El mayordomo se interpuso entre aquel hombre y su padre. Y entonces reaccionó.

Su agudo chillido de dolor y pánico rasgó la mansión como un relámpago en un cielo de verano, alzándose por encima de la música. Luego cayó de bruces y se echó a llorar, con unos sollozos que le estremecían todo el cuerpo.

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14/05/2019, 15:31
Docric Tangead

Aquel hombre miró a Zanthea rota de dolor. Acto seguido miró al mayordomo y resopló apesadumbrado, para acto seguido volver de nuevo la mirada sobre la niña destrozada y comenzar a caminar hacia ella. ¿Qué pretendía el asesino de su padre? ¿También acabaría con ella?

- Lo siento por ti pequeña... - Le dijo aquel joven ofreciéndole la mano para ayudarle a ponerse en pie. Lo cierto era que parecía sentirlo de verdad, pero eso no cambiaría el hecho de la muerte de su padre. - No pretendía dejar huérfana a nadie...

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15/05/2019, 10:49
Zanthea

Zanthea retrocedió por el suelo, valiéndose de sus manos y sus piernas. Las palabras del hombre eran compasivas, pero estaban desmentidas por la atrocidad que acababa de cometer. Zanthea no confiaba en él, y no lo perdonaría jamás. Volvió a chillar y se puso en pie de un salto, para salir corriendo en dirección al salón.

—¡Mamá, mamá! ¡Socorro! —gritó la niña entre sollozos.

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15/05/2019, 10:56
Ambrosio

Fue en ese preciso momento cuando aquel hombre dio un paso atrás alarmado por los chillidos de la niña. Parecía sorprendido ante la reacción de Zanthea. ¿Pero qué demonios esperaba, que le diera la mano y hasta un abrazo? ¡Acababa de matar a su padre! Entre los gritos de la niña, el mayordomo se interpuso entre ésta y aquel asaltante nocturno empapado por la lluvia. Aquel hombre agarró un candelabro dispuesto a hacerle frente y lo esgrimió contra él.

¡No se mueva de aquí! - Le ordenó. - ¡Pagará muy caro lo que ha hecho! - Le amenazó.